Mario, un año

Hoy me he llevado una fuerte impresión. Mi nieto Mario ha dado cuatro pasos solo. Tendrían que ver como se ha iluminado su cara cuando ha acabado la faena. A partir de ahora este crío adorable tiene todo el mundo a su disposición. Si el ecuador tiene cuarenta mil kilómetros de circunferencia, él solo tendrá que dar ochenta millones de pasos para recorrerlo y hoy ha empezado. Viaje que con su sonrisa irá dejando a su paso benevolencia y ganas de vivir. Pasará por Ukrania, Israel y Gaza acabando con la mala baba que riega esas tierras a causa de gente que no sabe sonreír y que, cuando pronuncian la palabra «paz» les salen llagas en el paladar.

Mario es un niño bueno y será un hombre bueno. Lo lleva en la cara, en la dulzura de su sonrisa y sus balbuceos. Temo por el mundo que se está quedando tras la inocencia de la generación de su abuelo que llegó a creer en que el mundo iba a mejor. Y, efecto, a mejores armas y mejores drogas y mejores formas de someter a los débiles. Perdónanos por nuestra torpeza y arreglad lo que podáis. Querido Mario, crece fuerte de cuerpo y alma. Tú y todos los niños y niñas de vuestra generación, la que vivirá cosas maravillosas, pero corre el riesgo de vivir, también, atrocidades nunca vistas por su dimensión. Tú siempre del lado del bien, aunque escuches a diablos hablarte de identidad nacional o de odio al diferente. No hay diferentes entre los humanos y piensa que compartimos el 70 % del ADN con los plátanos, esa fruta deliciosa que tanto te gusta chafadita.

Elijas lo que elijas para estudiar, piensa que estudiar es necesario sea cual sea el trabajo que tengas, aplícalo al bien. Si eres ingeniero no fabriques armas, si eres arquitecto no hagas edificios para los dictadores. Bueno todo esto todavía no lo entiendes, pero ya verás. Estudiar te hace mejor y leer te hace superior. Lee buenos libros y vivirás mil vidas en la tuya. Así no será necesario que sufras para compadecer. Querido Mario disfruta el comienzo de tu segunda vuelta al sol y que el bien te bendiga.

Mario, ¡bienvenido!

A este mundo llegaron primero tus papás, luego tu hermanita Olivia y después Claudia. Ahora llegas tú como una maravillosa sorpresa a completar una familia fabulosa. Yo soy tu abuelo, que es como decir, para cuando tú vengas a darte cuenta, un vacilante ser que mide la habitación a pasitos cortos. Pero, si mantengo la cabeza bien, me va a dar igual, porque lo importante sois los niños y niñas y tú en particular que nos vas a sorprender con tus carreras por el pasillo de casa.

Me encanta tu nombre. Procede de la Roma imperial y está relacionado con el nombre del dios Marte, que es el de la guerra, la que tu vas a dar con tu ganas de vivir y estudiar, estoy seguro. Cuando tú crezcas espero que las guerras sean un recuerdo del pasado. Ahora hay una que empezó, más o menos, cuando tu fuiste concebido. En ella los niños sufren porque una persona muy mala les hace daño. Espero que tu contribuyas con tus conocimientos y tu amor a que ningún niño sufra nunca más. Seguro que vas a ser un niño responsable y compasivo. Y estoy seguro porque tus padres son así.

Ahora sé que estás pasando un mal rato porque un bichito muy pequeño ha tomado un camino que no debe en tu cuerpecito. Pero veo por las fotos que mandan tus padres que lo tienes codffgvvvcklñ hcxxxvntrolado y que no te has asustado a tus diez días de vida. Ya se ve que eres fuerte y combativo.

Te esperamos en casa de tus abuelos para que empieces a demostrarnos tu curiosidad y mostrarnos tu ojos, que aún no los hemos visto con tanto trajín.

Bueno, Mario, un besito de tus abuelos.

Claudia, tres años

Cumplir detrás de una hermana mayor es un problema para cualquier niña, excepto para tí que eres la niña más fuerte que he conocido nunca. Tú tienes tu propia personalidad y bien que se nota. Ya hablas con soltura produciendo nuestra sorpresa con algunas versiones curiosa del castellano. Para hablar de tu madre dices: «la madre mía». Y tiene mucha gracia eso que dices muy a menudo de «…¡qué mono!…». En fin, que vas a lucirte con esto del lenguaje. Tienes un carácter fuerte con tres años y domina el arte de doblegar la voluntad de los demás retrocediendo en vez de avanzando. En eso eres irresistible. Tu alegría es contagiosa, pero yo no consigo contagiarme. Quiero decir que no puede seguirte en tus saltos y cabriolas, aunque nos hemos reído muchos con tu hermana Olivia jugando a que yo soy el monstruo que os persigue. Pero lo que más me emociona es cuando dices que yo soy el «lobo bueno». La verdad es que he jugado contigo a las casitas por primera vez. Me llama la atención que reclamas menos cuentos que tu hermana que siempre estaba pidiendo distintas versiones de los cuentos de siempre: caperucita, blancanieves… Lo cierto es que tu generación cuenta con todo Disney a su disposición con películas de hermosísimas imágenes que impresionan a un seguidor de Tom y Jerry. Supongo que costará más trabajo que te intereses por la lectura en una época de tanta tentaciones espectaculares en las pantallas que os rodean. Pero piensa que son una gran ayuda, pero también una gran trampa. Espero que para ti sea una proyección hacia una formación bien fundada en los conocimientos que muchas niñas y niños como tú consiguieron para todos cuando fueron mayores. Aunque hay niños que a la edad que tú tendrás pronto ya hacían sinfonías. Si tienen el mismo oído que yo, no compondrás sinfonías, pero yo te voy a querer igual. Lo importante es que avances en el cole, aprendas a leer que te esperan librerías llenas de libros interesantes (eso creo yo) en mi casa. Espero que os interese a todos mis nietos y nietas y, si no, a las biblioteca que otros habrá que los lean. No me enfadaré porque cada persona ha de seguir su propia camino y, a lo mejor, a ti te interesan la medicina (no tengo ningún libro) o la danza (si doy dos pasos de vals me caigo). Lo bueno de todo esto es que nos seguiremos viendo mientras yo, rubia, me mantenga en forma. Por cierto, que, como ya te he enseñado a darle a la pelota con la pala de pádel, espero que pronto empecemos en la pista correr de un lado a otro. Solamente me queda decirte que no le des más al teclado de mi ordenador ¡graciosa! que me lo puedes bloquear. Aunque tengo que confesarte que me derrito cuando me desafías dando con tu dedito a la tecla y me miras como diciendo «¡Me he atrevido, ¿eh?». Volveré a este mismo sitio dentro de tres años cuando ya leas. Un besito de tu abuelo «el lobo bueno».

Olivia lee

No tengo experiencia previa en nietas, por lo que es la mayor de ellas Olivia, que acaba de cumplir cinco años, la que va marcando el camino de mis glosas a sus vidas. Hasta ahora había seguido un criterio temporal que coincidía con el nacimiento, el cumplimiento de un año y de tres. Momento, este último, que coincide más o menos con el dominio del habla. Pero ahora el hito es que Olivia ha aprendido a leer. Es asunto tan importante que merece la pena dedicarle una reflexión. A Olivia la seguirán en su momento Claudia, que está finalizando el período de dominio de la oralidad, y Lole, que con pocos meses, bastante tiene con ir asimilando su condición de nueva habitante del planeta Tierra.

Vamos con Olivia, pues. El cambio ha sido decisivo: hasta hace poco le leíamos cuentos y ahora nos los lee ella. Va por la calle leyendo carteles y ayer leía entusiasmada la carta del restaurante. Lee mayúsculas y minúsculas, respeta la letras mudas y, por tanto, acaba de entrar sin saberlo en el reino de Homero, Píndaro y Safo. Aún le queda, pero ya conoce los cuentos morales que van desde Caperucita a Garbancito, pasando por los mitos blandos del tipo de la Bella y la Bestia.

Ya no se lleva la formación en los clásicos, pero el carácter cíclico del acontecer humano debería hacernos comprender que es prudente y gozoso leer cómo interpretaban sus vidas aquellos que nos precedieron. Los niños deberían leer fragmentos de los clásicos para que sus oídos se regalaran con palabras bien encadenadas como las que figuran en los versos de Virgilio o de Horacio, de Dante o de Cervantes. Por eso, Olivia, espero que pronto te dejes embriagar por bellos versos que provoquen en tí los fuegos coloridos de las metáforas y demás «trucos» del lenguaje para superar la limitación de nombrar lo innombrable. Verás como se nombra lo que no se toca con los que agarramos todos los días. Cómo un martillo representa a la contundencia; cómo la luz representa a la inteligencia o cómo un soplo de aire representa al espíritu. Cómo una mujer con los ojos tapados a la justicia o las palabras todas al mundo.

Leerás opiniones para todos los gustos, leerás relatos apasionantes, las palabras quedarán adheridas a tus emociones, que volverán cuando las escuches años después. Comprobarás como en tu pequeño pecho caben todos los libros y poco a poco, irás viendo por ti misma la asombrosa aventura que es la humanidad y qué extraordinarios relatos dan cuenta de ello. El mar en sus estados pacíficos o turbulentos te creará la nostalgia de la navegación; las montañas descritas por los grandes de sus escaladas te harán soñar que eres una alpinistas intrépida. Los relatos de astronautas o del cosmos te harán saber que vives en una bola pequeña en relación con las que hay en su entorno. Y, sobre todo, las grandes novelas, desde Neville a Anna Karenina, te harán saber del sufrimiento humano. Sabrás por tus lecturas de una bola pequeña y maravillosa en la que habitamos que está pasándolo mal porque nos hemos descuidado en los últimos dos siglos. Por cierto, que así sabrás qué son los siglos y cuántos han pasado desde que un mono se bajó del árbol y miró hacia el cielo. Y tomarás conciencia de ti misma y de la necesidad de no atender todo los que se te ocurra, pues limitamos con los demás, a los que tenemos que respetar.

Tienes que estar preparada para que las ideas que saques de tus lecturas no coincidan con las ideas de otros. Ese días sabrás que es necesario respetar las creencias de los otros y que hay que buscar el acuerdo, aunque no se renuncia a ellas. También leerás cosas que te sorprenderán porque parecerán mentiras. Para entonces habrás descubierto ya que tus propias creencias deben ser sometidas a contraste. Que las palabras son un arma de doble filo, pues se pueden utilizar para el bien o el mal. Para entonces deberás haber adquirido en tus lecturas y experiencias la fuerza de saber que nada debe sobreponerse a la dignidad de los seres humanos. Leerás o escucharás discursos leídos por gente que, enferma de poder, reclame tu sumisión. Para entonces deberás haber desarrollado tu plena convicción en que no hay meta que justifique la codicia o infligir (¿Te gusta esta palabra?) sufrimiento a los demás para tiranizarlos.

A mi me gustan algunas palabras más que otras. Entre mis preferidas están «arrebol», «feérico», «rielar» o «baquía». Tú elegirás las tuyas y con ellas las cadenas de palabras que te seducirán para vivir muchas vidas en la tuya, viviendo emociones desconocidas gracias al talento de escritores y dramaturgos. También verás que hay palabras en otros universos como el de la filosofía o la ciencia que provocan estremecimientos de placer. Las palabras te traerán personas y acontecimientos asombrosos. Con ellas se harán presentes espectralmente en tu entorno sin necesidad de trasladarse y así poder comunicarte con los demás. En la poesía, una forma maravillosamente extravagante de transmitir sentimientos, podrás encontrar una sorprendente versión del mundo que te habla de él de forma oblicua provocando luces y sombras que perfilan realidades nunca oídas hasta que un poeta las pone en conexión.

¡Ay, Olivia!, qué suerte la tuya de estar en esa primera hora en la que todavía no se ha cometido error alguno. Esa hora en la que puedes aprender qué lecturas te harán mejor y cuáles no debes frecuentar para que no te distraigan de la construcción de tu propia persona, pues no es lo mismo individuo que persona. La persona se crea en la experiencia (que es limitada) y las lecturas (que pueden ser ilimitadas). No te quedes solamente en la vida ordinaria. Vívela con intensidad, pero hazla crecer con tus lecturas. Serás así toda la Olivia que puedes ser. Toda la Olivia que esperamos que seas. Esa es nuestra esperanza, una palabra ésta que resume todos los afanes de los seres humanos, pues es una espera sabia de un mundo mejor gracias, entre otras cosas, a la lectura. ¡Bienvenida, Olivia, a un universo inagotable!. Tus abuelos te esperan en él con un libro en las manos.

¡Olé, Lole!

Acostumbrados a tener nietas en la vega del Segura (tus primas Olivia y Claudia), hemos sido sorprendido y bendecidos por otra niña en los surcos que el Guadarrama abre en la meseta cerca de tu casa. Eso ha ocurrido un 28 de agosto, uno de esos días que dicen que hace calor. Primero, decir que que seas niña me parece muy bien, aunque esto tenga poca importancia. Hubo una época que tu no conociste donde los hombres mandaban sin mérito y querían, antes que nada, tener un hijo varón y, por supuesto, un nieto varón para mantener la continuidad de una supuesta y noble estirpe. No te preocupes que, aunque tus abuelos vienen de la bruma de los años machistas e injustos, han sabido unirse a las que pedían que las mujeres ocuparan su lugar en la sociedad en pie de igualdad con los hombres.

Tú, Lole, naces en una época apasionante en la que los cambios sociales se aceleran para, entre otras cosas, garantizar que, no sólo la vida justa, sino la vida a secas en esa bolita azul en la que vivimos sea posible. La culpa es de nuestra generación que creyó que este ritmo de uso de la naturaleza era posible para siempre. Por eso, te hemos dejado una tarea enorme de limpieza que ya sabrás perdonarnos. No somos inocentes, pero tampoco culpables. Una cosa intermedia, porque creíamos que nuestras pequeñas transgresiones no tienen importancia, pero sumadas a las de muchos millones se convierte en arrolladora.

Los niños no están esperando en una sala en la que por sorteo se os manda a nacer aquí o allá. Tu, Lole, sólo has sido posible porque una joven llamada Lara y un joven llamado Carlos de tanto que se querían se juntaron mucho. No podías haber nacido en cualquier lugar, sólo allí donde tus padre estaban cuando llamaste a la puerta diciendo: «¡ya estoy lista!. Y ese lugar ha sido al norte de una gran ciudad que se llama Madrid. Un lugar fresco, rodeado de árboles y con un río muy cerca. Un río que le dicen «de la arena». Muy cerca hay montañas que en invierno se vuelven blancas y en verano verdes. También un tren que no pita, pero que si hace «chaca-chá» (ya lo oirás). Es una invitación a viajar hacia el norte a ver mundo y hacia el sur a ver a los abuelos de Murcia. También verás que alrededor tuyo hay gatos y un perrito. Todos te mirarán con curiosidad primero y cariño después. Antes tienen que olerte y asegurarse que los vas a acariciar siempre que te lo pidan.

Tienes suerte, pues los que te han dado vida son unos padres buenos y calmados que te darán todo el amor que precises para que tú misma vayas por la vida buscando equilibrio, amistad y, al cabo, personas a la que querer sin que ningún gramo de rencor te pese en el alma. Además heredas oído para la música, si tu padre no lo estropea, creatividad de parte de tu mamá e ingenio de parte de tu papá. Pero, de más atrás sentirás que te llegan otras habilidades y toneladas de amor de parte de tus abuelos. Ahora, al nacer tienes dos abuelos y dos abuelas. Primero te harás un poco de lío, pero, luego, verás que puedes con todo. Primero seremos gente que pulula a tu alrededor, luego seremos «abus» y, más tarde, «elos». Un día sin darte cuenta nos llamarás «abuelito o abuelita» y verás que sonrisa se nos pone en la cara. Los papás de tu mamá son complutenses o, lo que es lo mismo, viven en una ciudad muy antigua que se llama Alcalá por la que pasa el río Henares. De allí te ha llegado ese libro de tela cosido con el amor de abuela, un cuadro blanco y la noticia de que tu abuelo casi toca con Fórmula Quinta. Como ves ya van dos ríos en tu vida. Pues añade otro, porque los papás de tu papa, son de Murcia por donde pasa el río Segura. Un río al que hay que ayudarle porque lleva poca agua. Tu abuela tuvo el pelo rojo y tu abuelo tuvo pelo.

Lole, tus primera semana nos has tenido a todos embelesados alrededor tuya. Todos los ríos se juntaron cerca de ti. Es como si hubiéramos montado un campamento de papás y abuelos para ver tu primera sonrisa y tus primeros llantos. Hemos comprobado, y podemos certificarlo, que eres una niña guapa, serena y cumplidora con las reclamaciones de tu cuerpecito. No lloras sin razón y pides las cosas con educación. Disfruta estos días de los que no sabrás nada hasta que veas las fotos y oigas los comentarios de la gente que nunca te fallará. Incluso hasta es posible que algún días leas esto. Ese día, aunque yo haya cogido el tren que pasa por tu casa para ir más allá de cualquier lugar, sonreiré.

Claudia, un año

Has llegado a tiempo. Justo unos días antes de tu cumpleaños has empezado a andar. De esta forma has alcanzado la primera fase de autonomía que todo ser humano debe conseguir al final de su período de conformación. Hay animalitos que pocos minutos después de nacer están ya dando brincos por la pradera. Nosotros, Claudia, la especie a la que perteneces, necesitamos tiempo. Tanto que cuando seas mayor no te acordarás de estos primeros años porque tu cerebro está creciendo desde dentro y desde fuera. Eres, niña, diferente a tu hermanita. Así tus padres van a tener variedad. Eres observadora, escrutadora y callada como cuando naciste, aunque creo que esto último es porque aún no hablas. Pero tiene un pequeño «gruñido» con el que te sirves para decir «te quiero», «estoy cansada», «qué gato más chulo» y «déjame tranquila». También tienes un recurso muy poderoso que es arquearte con el ombligo hacia el cénit para evitar que te sujetemos a la silleta. Lo cierto es que lo consigues. Ayer fue tu cumpleaños y ni soplaste ni nada. Desde el trono de los brazos de tu madre mirabas, como una reina ya coronada, a tus súbditos. Pero ahí estaba Olivia para soplar. Ya verás (y entenderás) el vídeo. El caso es que empiezas a mostrar carácter: prefieres andar que rodar, comer que ayunar (uno de los espectáculos del año para tus abuelos es cómo abres la boca para paladear una cucharada de yogurt); prefieres explorar a sentarte; prefieres los objetos útiles a los juguetes y los brazos de tu abuelita a los míos. No te lo tendré en cuenta porque traes contigo el enigma de todo los humano y tengo curiosidad por saber qué voz tendrás, que razonamientos harás y cómo tratarás a las personas y a los gatos. Es un enigma con el que trabajan todos los abuelos, pero ninguno con la intensidad que yo lo hago, sin hacer ruido. Tienes ojos almendrados, una boquita a ratos larga y a ratos echa un fresón. La cabeza, por fuera, ya veremos, pero parece Garrido, lo que no estoy seguro que sea una ventaja. Nadie sabe a quién te vas a parecer y todos barren para su tribu. Yo pienso lo mío, pero no lo confieso. Bueno, Claudia, la siguiente crónica de tu crecimiento será dentro de dos años, cuando cumplas tres, que todo estará bastante más claro. Tu abuelito que te quiere.

PD.- Igual que con tu hermana, cuando te bautizaron escribí un texto para la ceremonia. Aquí está el tuyo:

Bienvenida Claudia a tu bautizo de agua y cariño

Tus abuelos quieren que no pienses que eres preterida por ser la segunda en bendecir a tus padres. Pero debes aceptar que nuestro comportamiento contigo sea distinto al que tuvimos con tu hermanita. Como Olivia va por delante abriendo camino, tu puedes pensar que tu chupete es usado, pero no, es tuyo y comprado nuevo, pero seguro que llevarás ropa de tu hermana y leerás cuentos de Olivia, pero debes verlo desde el punto de vista positivo, así, tu visión de la vida será humilde, realista, de acuerdo a la idea de que los recursos son limitados. Cuando tu todavía no habías sido concebida ya andaba Olivia danzando entre nosotros, pero una vez que llegas te valoramos por lo que eres y por lo que vales.

Eres una niña distinta, nueva, una carita preciosa que parece llegar de otro flujo de vida o, quizá, venga mezclado con unos u otros juguetones azares viajeros. Tu pelo liso, tu nariz respingona, tu boca perfecta dice de una personalidad que habrá que ir siguiendo en su desarrollo estos años que vienen. Un goce que tus abuelos no quieren perderse.

No hace falta que me digas todavía qué vas a estudiar de mayor, pero ve pensándolo para que te pueda dar lecturas que te ayuden.

Los padres no influyen mucho en los hijos, salvo en lo que les hayan transmitido, que tampoco es de ellos, pero su papel ya estarás comprobando que es fundamental: hacerte comprender que vivir es hermoso y amar más.

No vivas pensando en el tiempo, si no en las cosas que haces bien. Cuando dudes, ama, acaricia. No dejes que se escriba poesía con ceros y unos, ni que tus sentimientos sean mercancías.

He observado que eres discreta y no hablas demasiado. Eso es bueno pues se aprende mucho escuchando y tu lo haces muy bien o, por lo menos, pones cara de prestar mucha atención a lo que te decimos. De todas formas, ya lo veremos cuando puedas hablar dentro de un par de años o tres. Entre tanto fíjate en todo y quiérenos aunque no sepas muy bien porqué. Besos Claudia… y a ti también Olivia.

Olivia, tres años

Mi nieta Olivia ya tiene tres años. Los cumple hoy día veintitrés. Es, pues, día de repaso de su evolución. Un capítulo de su biografía vista desde los ojos de su abuelo. Hay que decir que ya tiene más palabras de las que puede gestionar. Capta todo lo que escucha, pero todavía no lo tiene bajo el control de su aguda inteligencia. Algunos verbos los maneja de forma muy divertida. El que más me gusta es el uso que hace del verbo «poner» cuando dice: «¿Abuelito, me ‘pongues’ los zapatos?«. Todo se andará, pero va a ser un fenómeno lingüístico, que nos va a «pongar» a todos a pensar.

Su carita va tomando forma y se está decidiendo por ser más Galián que Garrido, Borja o López. Tiene una mirada pícara y está afirmando su yo a base de resistirse y comprobar nuestras reacciones. Así se va haciendo con un catálogo de herramientas de conducta muy práctico que irá almacenando en alguna parte. Todos estamos alrededor diciendo o pensando: se parece a A, o a B… Preguntas del tipo: «¿yo era así de pequeño o pequeña?» llegan de sus padres y respuestas del tipo «…pues sí, o… pues no» llegan de los abuelos.

Ha dejado la guardería y ha empezado el colegio, lo que le da perspectiva para sentirse mayor respecto a otros bebés. Juega con las expresiones «Porque yo soy mayor…» y «Es que yo no soy pequeñita…» Los adultos nos servimos de este rellano de su evolución para que adquiera responsabilidad. Le gusta balancearse en el columpio y pide más y más arco volando con cara de gozar de la velocidad. Dice «abuelito» y «abuelita» con dulzura. Le gustan los desafíos, como usar las escaleras en vez del ascensor y abrir las puertas porque ya llega a la manilla. También ha aprendido a excusarse de las faltas con un «…es que, es que…«. Ya vemos aquí casi todos los resortes de la conducta humana para escurrir el bulto, por lo que sus padres luchan para que comprenda la necesidad de dar cuenta de sus actos.

Está en plena socialización con los de su altura, competidores naturales del espacio que toda persona aspira a gobernar. Ya se pasa muchas horas en su colegio y nos hace a los abuelos maternos preguntas comprometidas como «¿Tú comes animalitos…?«, pues ella está siendo educada en el vegetarianismo, lo que le ahorrará el siempre difícil abandono de los hábitos que nuestra generación heredó. También tiene ahora competencia en su casa, una hermanita, Claudia, con la que tiene que compartir el inagotable amor de sus padres y abuelos. Ella no sabe que nunca disfrutará de un gramo menos de amor porque vea besar a Claudia por los que hasta hace poco se dedicaban sólo a ella.

Ya sabe ser seductora. Te mira con sus ojos azules y una sonrisa que promete una futura inteligencia y potente capacidad emotiva. Se mueve en cuanto suena una nota y disfrutará con la música, la que ya se conoce y esa música que aún no conocemos porque está todavía misteriosamente latente en genios que aún puede que no hayan nacido.

Parece mentira todo lo que cabe en la conducta de una niña de tres años, porque nada sabemos de sus pensamientos. Probablemente, su pensamiento no pueda estar todavía muy lejos de su expresión externa. Por eso, todo está a la vista, porque no puede haber cálculo ni doblez en su comportamiento. Todavía no habrá aprendido a esconder los pensamientos que broten en su conciencia, desde su cuerpecito y sus experiencias.

En fin, una época de claridad y confusión alternadas que provoca sentimientos de asombro por su explosión lingüística , alegría por su espontaneidad y escozor cuando en su vértigo cinético elude un abrazo.

Aquí estamos los adultos expectantes ante su desarrollo, sabiendo que es limitada nuestra capacidad de conformar su alma para que mañana no pueda respirar en la aspereza, la adustez, la intemperancia, la ignorancia, el egoísmo y la tristeza como consecuencia de que haya vivido en una atmósfera de ternura, educación, serenidad, cultura, generosidad y alegría.

¡Ave, Claudia!

Te hago el saludo romano por la resonancia patricia de tu nombre y para que veas, desde el título, que tu abuelo quiere que no te creas que eres preterida por ser la segunda. Pero debes aceptar que nuestro comportamiento contigo sea distinto que tu hermana. Como Olivia va por delante abriendo camino, tu puedes pensar que tu chupete es usado, pero no, es tuyo y comprado nuevo, pero seguro que llevarás ropa de tu hermana y leerás cuentos de Olivia, pero debe verlo desde el punto de vista positivo, tu visión de la vida será humilde, realista, de acuerdo a la idea de que los recursos son limitados. Cuando tu todavía no habías sido concebida ya andaba Olivia danzando entre nosotros, pero una vez que llegas te valoramos por lo que eres y por lo que vales.

Eres una niña distinta, nueva, una carita preciosa que parece llegar de otra corriente genética, de otro flujo de vida o, quizá, venga mezclado con unos u otros juguetones genes viajeros. Tu pelo liso, tu nariz respingona, tu boca perfecta dice de una personalidad que habrá que ir siguiendo en su desarrollo estos años que vienen. Un goce que tu abuelo no quiere perderse. No hace falta que me digas todavía qué vas a estudiar de mayor, pero ve pensándolo para que te pueda dar lecturas que te ayuden. Si vas a ser futbolista, el deporte que más chicas atrae en esta época, mejor porque así te enseñaré algunos regates. Si no, ya veremos, menos el boxeo, lo que tu elijas.

He observado que eres discreta y no hablas demasiado. Eso es bueno pues se aprende mucho escuchando y tu lo haces muy bien o, por lo menos, pones cara de prestar mucha atención a lo que te digo. Te todas formas ya lo veremos en cuanto te bauticen y, no digamos cuando puedas hablar dentro de un par de años o tres. Entre tanto fíjate en todo y quiérenos aunque no sepas muy bien porqué. Besos.

Dolores, ciclos y exageraciones

En mi experiencia como jubilado los dolores, los ciclos y las exageraciones son parámetros dignos de análisis. En primer lugar los dolores. Me refiero a dolores articulares que son los más característicos de la edad, pues envejecer es «secarse». Poco a poco se pierde la lubricia, y no es una metáfora, y aumenta la fricción entre «piezas», especialmente del esqueleto. Por eso es muy importante el ejercicio para que la musculatura esté flexible y mantenga el «mástil» enhiesto. Bueno esto último es una redundancia, pues «histos» es «mástil» en griego y de ahí, por ejemplo, histograma que es una serie de mástiles gráficos. Esa fricción produce dolores, supongo que porque afecta a nervios colocados ahí para avisarnos de que algo va mal. Una vez instalado en estos dolores, que son soportables, la primera opción es tomar medidas reales de mantenimiento en el plano físico, pero, muy importante es, además adoptar una determinada actitud en el plano mental. Y es la de no prestar atención a ese dolor molesto. Hacer como que no está presente. Los dolores también se molestan, tienen sentimientos y, por eso, cuando notan nuestro desprecio nos dan la espalda (¡uf!, la espalda). El problema real no ha desaparecido, pero, ahora, no molesta. En este momento de éxito, lo que hay que hacer es mantener los ejercicios (yo estoy ahora girando el cuello) aunque no duela o, mejor, porque no duele. Si alguien no quiere herir los sentimientos de un dolor es que no sirve para viejo. Otra cuestión importante es que si uno no consigue ofender a un dolor, el remedio es tener otro más agudo, porque la mente deja de sufrir por el que ha quedado relegado. A continuación hay que ofender, despreciar, insultar no, porque no funciona, al dolor principal, para luego ocuparse del subordinado. Dicho esto hablemos de los ciclos.

Un ciclo es un proceso que se repite. En realidad un ciclo es una circunferencia. El círculo es la imagen que a todos nos viene a la cabeza cuando nos queremos representar un proceso repetitivo. También sirve un senoide. Cada uno según los que haya avanzado en eso de la tecnología. A mi me gusta el símil de un cometa. Cada 75,32 años el cometa Halley es visible desde la Tierra, es decir que da una vuelta completa a su órbita cada vez que pasan esos años. Con la edad media de un español, puede verlo una vez, porque si lo ve con 75 es improbable que se enterara recién nacido la vez anterior. Pero sirve para la idea que quiero transmitir porque es un caso extremo y un tanto deprimente, porque si los ves con treinta años ya puedes decir que no lo verás nunca jamás y al ser humano no le hace gracia los «nuncas» y si te cuentan que ya habías nacido cuando pasó la última vez aspiras a verlo, es decir a cumplir 75 años más de los que tenías entonces. Los ciclo marcan el ritmo de la vida con más o menos intensidad. Por ejemplo la ITV es una pejiguera porque tiene la «virtud» de hacerte pensar «¿ya ha pasado un año?» Y fijémonos en la cantidad de acontecimientos que pasan en un año, pero la ITV tiene esa maldita condición de tragárselo en un instante, ese en el que nos llega el aviso. Igual ocurre cuando llega el viernes y nos decimos alegres «¡ya pasó la semana!«,por aquello de la maldición bíblica al ser expulsados del paraíso. Como si el ser humano fuera capaz de vivir sin trabajar. Cuando digo vivir, no me refiero a respirar. La prueba está en que los ricos hacen deporte y, algunos se juegan la vida con estrafalarios retos como viajar por la estratosfera en globo. No es muy honesto que diga esto porque yo estoy jubilado, pero puedo prometer y prometo (Suárez dixit) que trabajo todos los días en mi blog (en el que están leyendo este artículo) y, para empezar a dar una receta, no me alegro de que llegue el viernes porque he logrado romper con el hechizo de los ciclos. La semana es un ciclo que lleva a algunos al extremo, no de resolver problemas en su trabajo, sino resolver mañanas y tardes. Es decir, espero a estar camino del sofá para decir, «¡qué día más bien resuelto!». Es el síndrome Serrano (de Gregorio Serrano el Director General de Tráfico), ese señor que resuelve las crisis desde su casa echando por tierra todos los intentos del gobierno de desacreditar la idea de que se puede presidir una comunidad autónoma desde Bruselas. Es el síndrome del sofá. Cuidado pues con los ciclos. Porque si reducimos las semanas a los viernes, los meses a la paga y los años a la ITV, acabaremos reduciendo la vida a cuatro acontecimientos, «¡Anda, ya he acabado la carrera!«; «¡Anda ya me he casado!»; «¡Anda, ya me he jubilado!» y «¡Anda, ya me he muerto!«. Lo que es una pena porque la vida está llena de sorpresas y vivencias cada día, de modo que cuando tengas la tentación de decir «¡Otra vez está aquí el cometa Halley!» rechaza la idea y céntrate en lo que ha pasado en estos 75 años y verás, si no has hecho el piernas, qué cantidad de bellísimos, emocionantes e interesantes acontecimientos han llenado tu vida.

Finalmente, las exageraciones. Cuando uno es un adolescente se suele echar años y cuando es mayor se los suele quitar. Al menos eso es lo que yo había oído decir. Pero cuando he llegado a mayor me doy cuenta que no. Si estoy haciendo deporte y un muchacho de estos al que todavía le quedan muchas ITVs me echa 50 años porque corro detrás de la pelota, le digo rápidamente que tengo 68. Lo que no es verdad, pues tengo 67. Y, además, pienso aumentar la apuesta y pronto me echaré un par de años más. Especialmente el año que viene que al sumar dos podré decir que tengo 70. De este modo consigo varios efectos, todos benéficos. El primero, escuchar su asombro, que es una pomadita para mi ego. El segundo estimular su propósito de cuidar su salud, pues yo no digo «modestamente»: «Es que tengo buenos genes«, que probablemente sea lo cierto, sino que digo, como hombre de izquierdas que creo ser: «Es que he hecho mucho deporte«. Ya saben, cargo el mérito a la cultura en vez de a la naturaleza, lo que probablemente sea falso como exageración que es. ¿Pero exagerar es una falsedad? yo creo que es sólo un juego. Un juego inocente de los muchos que hay que jugar para que la vida se desprenda de la gravedad que la vuelve funesta. Creo que el humor debe ser como el vapor en una olla a presión que debe empujar queriendo salir para resolver todas las miserias en una carcajada universal. Pero el humor hay que practicarlo mientras uno se remanga y echa una mano.

Carta a los Reyes

Los Reyes Magos son unas figuras literarias sublimadas en nuestra cultura que han sufrido, como casi todo, con su utilización por el comercio universal. ¿Cómo podían ellos saber que su gesto de hacer unos presentes teológicos (cada regalo tiene un significado) a un niño palestino (los judíos son de Palestina) iba a tener tales consecuencias mercantiles?, pero, mucho más allá ¿cómo podrían ellos haber sabido que la tierra que visitaron iba a sufrir tan terribles y duraderos conflictos y que la tierra de la que procedían iba a tener petróleo?. El caso es que el ser humano recorta de la realidad una irrealidad y a ella se atiene como verdad incontestable mientras no sea contestada. Momento en que una parte se levantará indignada al grito de ¡Tradición! y la otra al grito de ¡Progreso!. No sabemos muy bien qué es una y que es el otro, pero son nuestras consignas y, como decía aquel ciudadano despistado cuando se le reprochaba votar a un partido que toleraba políticos corruptos: «… pero, ¡son mis corruptos!«.

Que las emociones nos nublan la vista no es nuevo. Tampoco debe ser tomado como un indicador de degradación, pues venía con nuestro paquete de utilidades. Las emociones son nuestro más íntimo goce o dolor y  cuando se adhieren a una idea o a un peluche, es muy difícil de despegarlas de nuestras entrañas mentales. Dicen los sabios que nuestra razón, la de todos, antes que para hacer cálculos está para construir argumentos propios y evaluar argumentos ajenos. No hay más que escuchar discusiones, políticas, sociales o domésticas entre niños y entre adultos para comprobar que gran parte de nuestra vida nos la pasamos tratando de tener razón y evaluando (negativamente) los argumentos del otro.

Añadamos que al ser humano, si le va bien, tiende a vivir en su círculo de confort y si le va mal tiende al resentimiento. Que nos gusta poseer cosas y que nadie nos las arrebate por la fuerza. Que ese apetito de posesión no es limitado ni por la ley de la satisfacción marginal, debido, entre otras cosas, a la inmensa variedad que toman, hoy en día, objetos con la misma función. A los seres humanos nos gusta ejercer el poder, ya sea en la máxima magistratura de una nación o en el hogar, donde, a veces se libran batallas cruentas donde, en general, es la mujer y son los hijos los perdedores. Nos gusta el sexo por imperativo natural, pero lo llevamos más allá de la fertilidad y más allá de la voluntad del otro. Nos gusta la seguridad y, por ello, evitamos el riesgo hasta hacer de la aventura humana una secuencia ficticia cuya perfección sólo estropean las enfermedades y los accidentes. Nos gusta el éxito como expresión de poseer una imagen perfecta ante los demás. Por eso, se persigue sin moderación matando en el camino lo que tiene valor y poniéndonos nosotros mismos una etiqueta con nuestro precio.

Bueno pues todo eso, es nuestra naturaleza. Y nosotros somos expresiones mitigadas o exacerbadas de ella. La distribución de los grados parece hacer posible la vida civilizada, pero siempre alerta porque un rasgo muy peligroso de esa nuestra materia prima es el hartazgo de los demás. Que es el momento en que el diálogo se rompe y con él la comunicación, que es la última esperanza de civilidad. Y todo eso sabiendo que al terminar el ciclo violento, los únicos que habrán perdido serán los muertos y sus dolientes, pues varias vueltas alrededor de sol después, las cosas vuelven al mismo sitio o, incluso más atrás, pero los corazones habrán quedado llenos de rencor. Un rencor que se transmite de generación en generación y parece inmortal y siempre dispuesto a saltar sobre la garganta de los herederos de los agravios reales o ficticios.

En fin, queridos Reyes Magos, voy a mi carta:

  1. Quiero un Yo-yo para que los que están a una orilla u otra de la división ideológica comprendan que no habrá ganadores ni perdedores en un mundo en el que cada uno se encierre en sí mismo. El yo-yo es juego de suma cero: si la rueda está más cerca de un palo, el otro palo reclama hasta que esté cerca del él, pero la cuerda siempre mide lo mismo.
  2. Quiero una pelota con la que comprobar que si le doy una patada todo lo fuerte que pueda la pierdo. Lo que me hará comprender que todos los desahogos excesivos me perjudican y que, sean cuales sean mis llamadas a nuestra naturaleza salvaje, sólo de la contención cabe esperar que no vayamos, en materia moral, más allá de nuestro verdadero interés.
  3. Quiero unas gafas de bucear que me permitan sumergirme en mí y ver con claridad que debo hacer un uso humano de mis emociones por mucho que se hayan pegado a la tierra o a los objetos de mi entorno y, así, poder disfrutar de ellas sin que se conviertan en un infierno para los demás.
  4. Quiero una diccionario para poder entender mejor a los demás.
  5. Quiero un altavoz para poderme hacer entender mejor cuando hablo.
  6. Quiero una pluma mágica para poderme hacer entender mejor cuando escribo.
  7. Quiero una cama elástica que me permita soñar que vuelo, pero que me recoja amorosa cerca de la tierra donde pisar firme tras el éxtasis del amor y el arte.

Quiero gozar con la nostalgia de lo que hice bien y con la promesa de lo que haré bien. Quiero que todo esto lo quiera más gente. Incluidos vosotros, queridos Reyes Magos, que estáis últimamente un tanto despistados recogiendo cartas en los grandes almacenes, en vez de en los barrios, aunque, claro, la cabalgata, con o sin diferentes, tiene que recorrer todas las calles de la ciudad para que todos sepamos, incluso los políticos, que no hay salvación sin los demás.

Esperaré estos regalos dormido como debe ser. Recibid el afecto de un niño de 67 años, que no teme resultar un tanto cursi.