Hoy he sabido que Sebastián Piñera, el actual presidente de Chile, va a modificar sustancialmente el sistema de pensiones de su país para aumentar su cuantía, después de que la violencia en las calles, con varias decenas de muertos, lo haya empujado a esta y a otras reformas de la aplaudida, por los liberales, supuestamente exitosa implementación de las recetas de la Escuela de Chicago durante la dictadura de Pinochet.
Esta reforma se llevó a cabo en 1980 por otro Piñera, su hermano José, que estará decepcionado estos días al ver que «su obra», que ha conseguido que algunos chilenos tengan pensiones de 300 dólares se haya venido abajo. Hay que recordar que los militares chilenos, que vieron con agrado las medidas liberales de sus jóvenes ministros, formados en Chicago, se negaron a que les afectara a ellos. Así, el régimen de pensiones basada en la capitalización de las aportaciones de cada trabajador durante su vida laboral, no se les aplicó, siguiendo ellos recibiendo sus pensiones del Estado. Lo que no debe extrañar dadas las reticencias del propio Pinochet cuando le plantearon el asunto:
«Como se acaba de expresar, yo también estoy de acuerdo con el sistema en cuanto a que debe modificarse la Ley de la Previsión. Eso lo he manifestado constantemente. Pero también he dicho que no estoy de acuerdo en el problema ese de que los capitales vayan a la parte privada. En realidad, no discrepo de ello, sino que me choca por estimar que los señores empresarios aún no están en capacidad para administrar 97 millones de dólares mensuales… Eso es lo que me produce angustia, porque día a día veo diversas cosas que suceden, y no vaya a ocurrir que de repente alguien parta con los 97 millones para el extranjero. Eso es lo que me causa cierta preocupación”.
No se conformó con esto el hemanísimo, sino que privatizó también el sistema de salud. Dada la puesta a disposición de las élites financieras de cantidades superiores a cien mil millones de dólares, tras cuarenta años de aplicación de la fórmula, se derivará, seguramente, una fuerte resistencia. Aunque el parche parece que viene por el aumento o la creación de las cotizaciones de las empresas a estos fondos. Ya veremos qué ocurre en los próximos meses.
Parece ya claro que el liberalismo adolece de necesitar la fuerza bruta para la aplicación de su racionalidad económica. Si Chile fue el comienzo, China es su alumna aventajada. Pero es que la ultraderecha emergente en Europa viene con la misma canción. Ya no es joseantoniana, adoradora del Estado, sino una conservadora propuesta sobre las costumbres envolviendo un envenenado corazón liberal. No deja de ser divertido y, sobre todo, interesante, que al final la libertad sea el núcleo de lo uno y lo otro, al acuñarse la expresión «iliberal» para definir la mezcla de liberalismo y autoritarismo. Desde luego es más fino que «fascista» y menos añejo.
Es un claro conflicto entre modelos económicos, donde los planteamientos teóricos tropiezan con el material humano real. Por supuesto que un país que aprieta por abajo a los que contribuyen a la creación de su riqueza acumula capitales destinados a su cuidado que, además de beneficiar a sus gestores, crean una prosperidad desigual basada en los escenarios urbanos y mediáticos. Pero, antes o después, se manifiesta como fuente de explosiones sociales irracionales que cumplen la función de recortar, paradójicamente, la distancia entre lo racional y lo razonable.

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