Margin Call o el darwinismo golfo


07 Ene 2012

Hernández vió ayer la película Margin Call, una de las secuelas cinematográfica de la crisis de 2008. En ella se relata las tribulaciones nocturnas de una empresa financiera «demasiado grande para caer» cuando un mando intermedio despedido y un empleado temporal descubren los que sofisticados mecanismos de control de la empresa no habían captado. El descubrimiento desencadena reuniones al más alto nivel, donde, además de despellejarse unos a otros, no prevalecen los mejores, sino los más golfos. Darwinismo golfo, se podría decir. Los senior muestran su ignorancia pidiendo continuamente a los junior que hable en el lenguaje del pueblo para que ellos puedan entender los que sucede. Es decir ganan 70 millones de euros al año aparentando saber. Son estatuas de yeso. Ojos vacíos. Estupidez vestida de alpaca. Por aquí tenemos a algunos de estos. En uno de ellos, que llora por la muerte de su perra, se despierta de este noble sentimiento, algunas sospechas que la decisión tomada de salvar a la empresa hundiendo a los clientes (lo que recordaba los manejos de Kenneth lay en Enron) no es ética. Pero su necesidad de dinero lo convence de que debe aceptar la oferta para que lidere la venta en pocas horas de todos los activos tóxicos de la empresa. El líder supremo mantiene un corto discurso tomando un desayuno con vino gran reserva en la planta príncipe del edificio en el que muestra su confusión moral y casi comercial. Confusión que en sus ojos se convertía en claridad cuando, de vez en cuando, mencionaba la palabra dinero. Más o menos, viene a decir que hay en marcha un mecanismo incontrolable, que siempre ha sido así y que hay que estar donde se reparten caramelos para coger alguno sin protestar. Los jóvenes tampoco quedan muy bien parados. Uno se pasa toda la película preguntando cuánto ganaba este o aquel y, finalmente monta el espectáculo llorando ante un impasible superior que se afeita poniendo cara de estupefacción ante el lloriqueo del empleado. El otro joven, el listo que descubre el peligro pone cara de sorpresa ante todo lo que pasa delante de él a lo largo de la noche y acepta sin reparo incorporarse al staff directivo disponiéndos, suponemos a olvidar su habilidades financiera para aprender pronto las habilidades depredadoras. Tampoco hay que dejar de prestar atención al hecho de que es ingeniero aeronáutico, es decir, una inteligencia destinada a hacer cosas concretas captada para hacer felonías. Una muestra más del carácter corruptor que han tomado las finanzas en la actualidad. En fin, pensó Hernández, -no hay nada que hacer. Inmediatamente reaccionó con su visión hegeliana de que todo lo racional es real y se animó hasta la siguiente decepción.

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