Arquitecto «versus» Ingeniero


Cuando acabé la carrera de Arquitecto Técnico en 1969 tenía claro ya que no era un arquitecto. Al menos, tal y como lo ha entendido mi época. De hecho, lo que había estudiado me habilitaba claramente para afrontar, una vez superados los miedos del novato, la dirección del complejo proceso de construir. Por eso, pronto encontré trabajo en una fábrica de elementos estructurales y un año después en una empresa constructora. Me he considerado siempre un ingeniero, desde el punto de vista profesional. Lo que no ha sido obstáculo para experimentar un profundo respeto por la Arquitectura y los arquitectos. Unir cobijo seguro y belleza no es fácil. El cuidado que ponen en conservar la primacía de su fundamental tarea social es admirable. Por eso, la incomodidad percibida en la Arquitectura profesional por el nombre dado a nuestro título y más tarde profesión, en el franquista año de 1964, era explicable. Lo que ya no lo era tanto es que en 2012 lo que debería haber sido una buena noticia: a saber, que se empezaran a expedir títulos de Ingeniería de Edificación haciendo converger nombre y contenido de nuestro ejercicio profesional, fuera visto con malos ojos desde altas instancias de la arquitectura corporativa prolongando sorprendentemente el desagrado que tan explícitamente expresa Oscar Tusquet en sus escritos. Afortunadamente, la Arquitectura poética está fuera de este absurdo enredo. A esa Arquitectura funcional y bella se dedicarán estas páginas tratando de hacerla comprensiva para el ciudadano interesado y para combatir la actividad demostrada por los feligreses de cierta ideología económica para la demolición de la Arquitectura, tal y como denuncia escandalizado Kenneth Frampton.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.