Paradojas modernas

Una de las divisiones académica más acusadas entre la izquierda y la derecha tiene que ver con su distinta concepción sobre la naturaleza humana. La derecha conservadora siempre ha considerado que la naturaleza es trágicamente irreformable, por lo que la estrategia social debe estar basada en el ensayo y corrección de errores a la hora de crear instituciones. Una estrategia, por tanto, conservadora para no destruir en pocos momentos de furia lo construido en siglos. Por su parte, la izquierda desde la ilustración ha sostenido que el ser humano es una construcción social, por lo que reformada ésta, reformado aquel. En coherencia, las instituciones antiguas pueden ser reducidas a cenizas y establecidas de nuevo sin menoscabo del funcionamiento de la sociedad.

La historia con su tozudez ante los intentos radicales de construcción de sociedades nuevas que llevaron a la desesperación y muerte de millones de seres humanos y la ciencia en sus ramas de psicología evolutiva, sociobiología, y ciencias cognitivas parecen romper el cristal que tan cuidadosamente habían pulido las posiciones estructuralistas y postestructuralistas hasta el más reciente deconstructivismo. Teorías sociales que llevaron al límite la visión de una sociedad madre de todas las conductas al basarlas en la influencia y debilidad del lenguaje y en la sospecha de que las teorías conservadoras eran un subterfugio para mantener los privilegios. El resultado fue la pérdida de confianza en la verdad, que por ser una construcción interesada escondía los intereses de sus defensores.

Acabada la discusión clásica iniciada en el siglo XVIII con la aparición de las nuevas ciencias nos encontramos con las paradojas anunciadas:

1) La constatación de las rasgos irreversibles de la conducta humana confirman que una parte de la población se deja dominar por el deseo de poder y de posesión de bienes materiales a toda costa perjudicando las posiciones de la derecha por desvelar algunas de sus intenciones, pero, al tiempo desmontando cualquier pretensión de reformismo social lunático de la izquierda;

2) algunos de esos rasgos, como la necesidad de estatus justifican plenamente la asistencia del Estado en aspectos tan importantes como los seguros médicos y las pensiones y, al tiempo muestran a un consumidor irracional que puede ser arrastrado con facilidad a numerosas adicciones estupefacientes;

3) El lenguaje tiene una estructura innata que explica la sintaxis común entre lenguas sin influencia mutua, con lo que minan la posición constructivista, pero también el aislacionismo nacionalista irracional y…

4) La verdad ha salido relativizada y maltrecha de los departamentos más conspicuamente izquierdistas de las universidades por ser sospechosa de ser portadora de intereses. Esto ha sido aprovechado por la extrema derecha para minar la confianza en los relatos de la izquierda y confundir al electorado que se presta a ser engañado como alivio a los inquietantes problemas estructurales de la postmodernidad.

La buena nueva es que la ciencia en su andar cansino, riguroso e implacables deja una verdad al descubierto: nada puede ser mejorado de espaldas a la realidad y todo puede ser mejorado mirando a la realidad de frente. Propuesta que es acreedora de las posiciones constructivistas que, sin embargo, le reprocharan realismo ingenuo y acreedora de las posiciones pragmáticas que no dudarán en tacharla de idealismo ingenuo. Ambas pierden en el reproche. Es necesario reformular los enfrentamiento sociales para que las dos posiciones entren en convergencia desde el rigor para construir discurso políticos eficaces, no electoralmente, sino para las vidas de los ciudadanos.

Actuando irracionalmente

Después del libro de Kahneman, «Pensar rápido, pensar despacio» y del de Thaler y Sunstein, «Un pequeño empujón«, llega este «Predictably Irrational» de Dan Ariely. Probablemente, entre los tres estén todas las claves conocidas de la conducta de los humanos y su aplicación a los muchos problemas que la vida económica y social plantean. El de Kahneman es el manual razonado de las invariantes de la conducta humana, el de Thaler y Sunstein, el de las aplicaciones más útiles y éste de Ariely una relación razonada de conductas irracionales evitables en algún grado.

Relatividad

«En vez de disfrutar de lo que se tiene, estar mirando constantemente a lo que tienen los demás«

Dice Ariely que los seres humanos no tenemos una referencia interna con la que medir el valor de nuestra conducta. No hay una referencia absoluta, luego tenemos que acudir a las diferencias entre unas cosa y otras para apreciar unas más que otras. Por eso mucha gente no sabe lo que quiere si no enmarca el objeto de deseo en un marco más general. Por eso nos gusta tanto estar integrados en grupos que nos sirven las cosas que hay que pensar precocinadas. Pero incluso el más rebelde e independiente de los seres humanos acaba, en el mejor de los casos, haciendo caso a su propio cuerpo y sus demandas, que no nacen de su mente, sino que le vienen impuestas desde un fondo biológico irracional, aunque no ilógico.

Esta imagen del libro muestra nuestras relativa forma de percibir el mundo, pues los dos círculos que nos parece diferentes tienen el mismo diámetro. Exactamente ocurre en nuestra mente cuando juzgamos un hecho doméstico, social, económico o político. Prueben a mirar una luna cerca del horizonte con un tubo de cartón y cuando esté más arriba y comparen sus impresiones con lo que ven a través del tubo. Prueben a comparar su juicio sobre una decisión gubernamental con la opinión de alguien que tenga una ideología diferente. En este caso es difícil contar con un tubo de cartón figurado para saber quién tiene razón, aunque a veces la buena evolución social o económica del país hace las veces. El caso es que siempre estamos comparando para comprender, juzgar o actuar. Normalmente hacemos comparaciones entre cosas sencillas, pero eludimos las comparaciones con cosas complejas. En efecto no es lo mismo hacer comparaciones entre tres tipos de camisetas que entre tres tipos de casas que queremos comprar. Por eso cuando la decisión es compleja e involucra mucho dinero, es común que el vendedor le ponga un señuelo, una aparente ventaja en una de las opciones para que usted elija la que él quiere. El problema de la relatividad es que genera envidia como consecuencia de las comparaciones que hemos de hacer para valorar las cosas. Una envidia que no se manifiesta sólo entre gente pobre, sino, también, entre ricos. El autor de libro narra que, una vez aplicada la política de transparencia en grandes corporaciones con el objeto de frenar la relación entre los salarios de los altos ejecutivos y los trabajadores de una misma empresa, esta relación de multiplicó por tres. Los altos ejecutivos en vez de preocuparse por la diferencia respecto de los salarios más bajos, miraron con codicia hacia los más altos de su empresa y de otras empresas rivales, con el resultado mencionado. También los políticos que mantienen enfrentamientos ideológicamente duros se ponen de acuerdo en subirse el sueldo sin problemas aumentando la distancia respecto de los funcionarios de los parlamentos. Curiosamente, está bien está bien establecido que la relación entre salario y felicidad es débil, por lo que más parece el efecto de la envidia que el de la búsqueda absoluta de la felicidad para uno y su familia. De todas formas, la envidia puede ser interpretada como un confuso sentido de la justicia: ¿cómo voy a cobrar menos que X que como mucho tiene el mismo mérito que yo?. El caso es que la relatividad y la envidia se traducen en comportamiento claramente irracionales, como que los ricos envidien a los millonarios que envidian a los billonarios…

El autor propone huir de los círculos que le pueden estar recordando a uno su «miserable» sueldo de 150.000 dólares a año y acercarse a sus iguales. Pero como cualquiera puede comprobar en su fuero interno y Kahneman demostró, renunciamos a un ahorro de cinco euros cuando compramos un traje de 500 si ese ahorro supone alguna molestia, pero no renunciamos en absoluto al mismo ahorro al comprar un bolígrafo por el que nos piden, en principio, 10 euros. En fin, la terapia es romper el «círculo de la relatividad».

Oferta y demanda

«En vez de demandar los productos que se necesitan, dejarse influir por la publicidad, status social, etc. a la hora de elegir«

En este ítem el libro cuestiona el funcionamiento «limpio» de la oferta y la demanda. Para empezar dice que si se quiere hacer atractivo un producto hay que hacerlo aparentar que es difícil de obtener. Por otra parte mete en el cocktail de sus razonamientos el fenómeno de impronta detectado por el naturalista Konrad Lorenz, que observó cómo las crías de pato «consideran» su madre al primer objeto en movimiento que tienen delante al salir del huevo. La cuestión es si los seres humanos ante el primer precio que conocen de un objeto son influidos en sus decisiones posteriores, aunque el precio se desorbitado. Esto está relacionado con el fenómeno de «anclaje» que ya hemos visto en los libros de Kahneman y Thaler. De esta forma si el primer precio que conocemos de un bien ha sido fijado por el vendedor como un «tiro al aire» su efecto en nuestra mente es perdurable y, a partir de ese momento, nuestras sensaciones de ganancia o pérdida se van a establecer con esa referencia inicial. Ariely le llama la «coherencia arbitraria«.

Los experimentos que confirman lo dichos pondrían de manifiesto que nuestras elecciones no dependen exclusivamente de nuestros gustos o de nuestros valores, pero tal parece que nuestras vidas, cuidadosamente diseñadas, son el resultado de la arbitrariedad de algunas de nuestras experiencias. Por eso recomienda analizar las primeras decisiones que tomamos por su influencia sobre las que le siguen. En especial piensa en la elección de objetos de consumo que tantas veces comprometen nuestras finanzas domésticas atraídos por el primer brillante móvil que mueve la colita delante nuestra.

Todo esto cuestiona la ley de la oferta y la demanda que conlleva que los precios son fijados en el mercado exclusivamente por la colusión de lo que el fabricante produce (oferta) y lo que un consumidor racional compra (demanda). Pero los experimentos ponen de manifiesto que la demanda está condicionada, cuando no manipulada haciendo actuar premeditadamente los mecanismos de la coherencia arbitraria y sus socios el anclaje y la impronta. Estos mecanismos quiebran la idea que la oferta y la demanda son independientes. Más bien desde el lado de la oferta se trabaja para condicionar la demanda. Véase la voracidad con que las masas de consumidores se lanzan sobre las rebajas atraídos poderosamente por la sensación de ganancia, con los nuevos precios, en relación con los precios originales, que, en algunos productos, son menos resultado de la demanda que inducidos por la publicidad. Siendo raro que tomemos decisiones por el valor real que el producto tiene para nosotros. Lo que es más evidente a medida que tratamos con productos más superfluos, como, hoy en día, ocurre.

El atractivo de lo gratuito

«En vez de adquirir lo que se necesita, dejarse arrastrar a una posesión cuya pérdida no nos importe«

No es raro encontrarnos con ofertas 3×2 cuando estamos comprando un sólo ejemplar de algo. «¡Compre un segundo ejemplar (que no necesita) y se llevará gratis un tercero»! Obviamente, el comerciante hace la oferta tratando de que nuestro amor por lo gratuito se active. Y ese amor, dice Ariely, se fundamenta en nuestra aversión a la pérdida. En efecto, es tanto el miedo a perder que adoramos los objetos cuya pérdida no nos va a producir daño.

Dos mundos

Estamos de acuerdo en que vivimos en dos mundos (al menos) al mismo tiempo: el de la vida social con sus convenciones, reglas de cortesía y amistad y el mundo del mercado donde se obtiene lo que se paga. Los problemas aparecen cuando los dos mundos colisionan. Cuando se sospecha que una invitación está pagando la esperanza de tener sexo o ser beneficiado en un trato. Cuando la cortesía y la amistad son la antesala de un negocio. Cuando la amistad se agria porque uno de los dos deja que el otro pague en los restaurantes todas las veces sin hacer ademán. En definitiva cuando la mentalidad del mercado se introducen en los actos sociales, las relaciones se dañan y son difíciles de restañar. Tampoco funciona siempre el tratar de introducir normas sociales en el mundo del trabajo, donde hay una contraprestación en forma de dinero. Las empresas se acercan una relación más armoniosa, no tanto por costumbres como la happy hour, cuanto proporcionan seguros médicos a sus empleados. El dinero es un gran estimulante, pero establecer normas sociales en una empresa no le va a la zaga. Quizá, la más decadente expresión que he escuchado nunca en relación con este conflicto es: «estoy de nuevo en el mercado«, dicho por una joven que había roto con su compañero recientemente y volvía a los lugares habituales de encuentros.

La importancia de la excitación

«Atención a la irracionalidad presente en estado de excitación sexual y sus consecuencias de daño a los demás«

Aquí Ariely tiene una ocurrencia curiosa. Explora si nos comportamos igual cuando estamos excitados sexualmente respecto de cuando estamos «fríos». En estado de calma, los participantes en el experimento, se mostraban respetuosos con las mujeres, predispuesto a usar protección y poco interesados en formas no convencionales de mantener sexo. En estado de excitación desaparecía completamente la prevención, el respeto, y la moral. En estado de calma no podían predecir su comportamiento posterior tan alejado de las normas establecidas. Cuando el cerebro reptiliano toma el mando de las operaciones, el control de los lóbulos frontales desaparece.

La procrastinación

Procrastinar es dejar lo que hay que hacer para otra ocasión. Es lo que ocurre con el estudio, las dietas o el abandono de las adicciones perjudiciales cuando son pospuestas a cambio del estado de placer presente, por la gratificación inmediata. La cura de este estado de abandono viene, en primera instancia, por la imposición por terceros de obligaciones acompañadas de sanciones. Pero cabe esperar de aquellos comprenden su problema y se imponen a sí mismos etapas de cumplimiento intermedio alcanzan un mejor resultado que dejándolo todo para el final. Pasa igual con el cuidado de la salud de uno mismo. El autocontrol ayuda a abandonarse a la generosidad de la naturaleza.

El costo de ser propietario

«Atención a los vínculos irracionales con aquello de lo que se es propietario pues dificulta su transacción, tanto en el terreno material como espiritual«

Aquí el libro reflexiona sobre nuestra relación con las cosas. Constata que estamos enamorados de nuestras cosas. Esas cosas que forman el dique de contención del «frío exterior» y que contribuyen a la construcción de nuestra imagen. Constata también que ponemos más atención a lo que podemos perder, que en lo que podemos ganar y constata que estamos convencidos de que los demás ven las cosas como nosotros. Al parecer nuestro sentido de la propiedad empieza antes de que seamos propietarios de algo. Más interesante es constatar que también experimentamos un sentido de la propiedad con nuestros puntos de vista, nuestras creencias y certezas. Ariely piensa que valoramos nuestras ideas más de lo que merecen. Según el autor no hay cura para la enfermedad de la propiedad. Representarnos un estado sin propiedades es una experiencia de una dolorosa pérdida. El autor recomienda un cierto distanciamiento respecto de las propiedades, especialmente cuando se está en trance de transferirlas. En todo caso, la propiedad es un asunto central de los problemas sociales y cualquier intento de pacificación social debe contar con esta característica de la naturaleza humana.

Las puerta abierta

«Las puertas abiertas son lastres para la conducta racional de nuestras vidas»

La complejidad de la vida moderna donde uno elige y, al mismo tiempo, renuncia cada vez que toma decisiones, parece sensato ir dejando puertas abiertas por las que transitar cuando convenga. Ya sea manteniendo, cuando se es soltero, alternativas sentimentales con riesgos y ventaja; elegir unos estudios que permitan saltar a profesiones distintas salvando la falta de empleo en un determinado sector; equilibrando la vida personal entre el trabajo y lo que ocurre en el hogar con el crecimiento de los hijos y la evolución del cónyuge. Sin embargo, Ariely aconseja cerrar algunas puertas para mantener a salvo nuestras emociones y, muy a menudo, nuestros Ahorros. Es fácil cancelar pequeños compromisos, pero otros son muy complicados. Estamos estructurados para mantener, compulsivamente, puertas abiertas, pero es una buena estrategia cerrar aquellas que ya se han mostrado imposibles de traspasar.

Expectativas

«La expectativa como anticipación de un placer conduce a conductas adictivas»

Crear una expectativa es empujar hacia la realización de lo esperado. Las casas comerciales tratan de crear expectativas asociada a la marca para atraer al consumidor. De este modo se activan los mecanismos cerebrales que conectan los lóbulos frontales del cerebro con los centros de placer mediante la dopamina. Las expectativa crean estereotipos que facilitan las decisiones. El sentido de la expectativa nos capacita para mantener conversaciones fragmentarias o comprender textos a los que les faltan trozos. También es importante tener en cuenta que la neutralidad en los conflictos sólo se puede alcanzar por aquellos que no están «contaminados» con las expectativas de las partes.

El poder del precio

«Cuidado con la superstición de que un precio alto de un producto es garantía de calidad»

Ariely piensa que irracionalmente pensamos que lo caro es mejor. Para explicarse da un rodeo por el concepto de placebo utilizado en medicina para probar la eficacia de un fármaco. Ya se sabe en qué consiste el placebo: un producto inofensivo que se da a parte de los pacientes, mientras a otra parte se les da el medicamento que se pone a prueba, para comprobar qué cambios son debidos al medicamento y cuáles a la sugestión. El efecto placebo tiene origen en la expectativa mental del paciente y el el mecanismo de condicionamiento (como el perro de Pavlov), que es la expectativa del cuerpo ante experiencias repetidas. Pues bien, Ariely piensa que la relación que algunos consumidores establecen en precio y calidad es semejante a la que un paciente establece entre un medicamento sin efectos y su salud. Cree que, en ambos casos, se trata de un proceso de sugestión basado en el condicionamiento. Una sugestión que vuelve irracionales nuestros hábitos de consumo.

Deshonestidad

«El umbral de deshonestidad del ser humano está alto, por debajo de él se pueden dar muchas y perniciosas conductas deshonestas sin sentido de culpa«

Cuenta Ariely que el monto total de los robos a mano armada en Estados Unidos es de 525 millones de dólares y que la suma de los robos de empleados o clientes y los fraudes a seguros es de 600.000 millones de dólares. Es decir la deshonestidad cuesta mil veces más que los asaltos en gasolineras o bancos. A partir de esa constatación hace una autopsia de nuestra deshonestidad que resulta abrumadora. Le llama la atención especialmente la deshonestidad del que se considera una persona decente. Hace hincapié en los sistemas de control social, como la religión, la autoestima. Mecanismos que decaen ante la oportunidad de hacer algo deshonesto cuando nadie te ve. Pero se pregunta que si la honestidad es tan placentera ¿Por qué somos tan frecuentemente deshonestos? En su opinión esto ocurre porque sólo las grandes transgresiones despiertan nuestras alarmas, nuestro super Yo freudiano. Es especialmente grave la ausencia de control en los casos en los que el dinero está ausente, como en el caso de las acciones de Enron (en el libro se dan detalles). Tal parece que nuestros mecanismos de alarma no se disparan con tanta eficacia cuando el dinero no está involucrado, como ocurre con las acciones y otros valores financieros. Facilitando así grandes estafas con poco dolor de contrición por parte de los directivos perpetradores.

Presumiendo

Para terminar, Ariely trata en su libro con la irracional conducta de elegir ropa en una tienda o comida en un restaurante para mantener cierta imagen ante los demás.

Actuando a empujones

Después de leer el libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman, la curiosidad me ha llevado a otros autores reconocidos de la psicología de la conducta como Cass Sunstein y Richard Thaler. Su libro «Un pequeño empujón» es un éxito de ventas. Al contrario del libro Kahneman, que pretende ser divulgación de los avances de la investigación en la materia, éste está más enfocado como un manual solvente de conducta razonable. Por eso, no va a ser tanto una reseña meticulosa, como un repaso de los condicionantes que doy por conocidos en el libro de Kahneman, en la versión práctica de estos autores.

De los dos Sistemas, el intuitivo (1) y el reflexivo (2) que menciona Kahneman, es el primero el que usamos, nada menos que para elegir gobernantes, lo que da una idea del porqué de algunos éxitos políticos. Preferimos el pronto de la primera impresión. Incluso valoramos más nuestros sentimientos de esa primera impresión que posteriores (y frías) reflexiones. Así citan divertidamente a Homer Simpson quejándose de que le hagan esperar cinco días para poder comprarse un arma, dado que era, en ese momento, cuando estaba furioso.

Empieza el libro mencionando el Anclaje, esa curiosa e ineludible influencia que produce en nosotros conocer el precio de venta de un producto o la opinión de un interlocutor. Una influencia de la que no podemos desembarazarnos con facilidad para situar nuestra propia posición. Incluso cuando tratamos de responder a una pregunta inocente como cuántos habitantes tiene Madrid. Para la tarea, necesitamos un valor desde el que avanzar mediante distintos ajustes.

Cuando afrontamos un pensamiento sobre un suceso amenazador tenemos la curiosa costumbre de echar mano del Heurístico de Disponibilidad, según el cual, valoramos más la facilidad con la que nos llegan a la mente ejemplos parecidos. Si llegan rápido, nos preocuparemos y, si no, no. Por eso, al hablarse menos de los suicidios que de los homicidios, creemos que hay más de éstos. Si hemos sufrido un terremoto, nos parecerá que son más probables que los accidentes de coche (exagerando). No digamos la toma de precauciones de aseguramiento, si cae un trozo de cornisa de un edificio cerca de nosotros.

Si se nos pregunta si un tipo determinado de persona trabaja en un determinado tipo de empleo, responderemos de acuerdo a nuestro estereotipo sobre el tipo de empleo. En ese momento está actuando en nosotros el heurístico de Representatividad. Un chico alto nos parece más probable que juegue a baloncesto y si además es fuerte que está empleado como portero de discoteca. Donde más daño hace este sesgo es cuando confunde la verdadera acción del azar con una confusa idea de que lo aleatorio tiene que dar lugar a resultados en los que aparecen todos los valores involucrados, ya sean rachas de nacimientos de mujeres en una familia, números de lotería repetidos en un mismo cupón, etc… Es decir, comparamos el resultado con nuestro estereotipo de lo que debe ser una secuencia aleatoria. En cuando vemos repeticiones empezamos a sospechar de una causa intencionada.

Destacan nuestros autores, la tendencia al optimismo no realista, incluso cuando hay mucho en juego. Optimismo que se manifiesta en la fe con la que se va al matrimonio o se monta un negocio, cuando la mitad fracasan. Es una actitud que permite vivir sin torturarse sobre el futuro y la, a veces, ineluctable llegada de disgustos vitales. También es un actitud que, por otra parte, desactiva las medidas preventivas.

Odiamos perder, tenemos una gran aversión a la pérdida. Somos dos veces más desgraciados cuando perdemos algo que alegres cuando ganamos lo mismo. Esta tendencia nos inclina a evitar riesgos y a aceptar indemnizaciones menores a poco que se den probabilidades de perder la reclamación. Aquí está la ventaja para el que ha producido el daño. También roza este sesgo nuestro sentido conservador. Nuestra necesidad de mantener nuestros statu quo. No son pocos los chistes sobre comunistas que están dispuestos a repartirlo todo, siempre que sea de los demás. Mantener el statu quo lleva a acciones u omisiones como dejarse llevar por la programación de la televisión sin cambiar de canal, echen lo que echen, o a mantener las ideas y creencias contra toda argumentación bien fundada. La inercia, la comodidad es un factor muy activo, paradójicamente, en nuestra actitud ante una opción «por defecto». Es decir, la que se activa «si no hacemos nada». Como esas cartas tipo «en quince días subiremos su cuota si no recibimos una respuesta en contrario».

Por mi cuenta digo que una versión más dramática de este sesgo es que, hoy en día se suele señalar a los más ricos del planeta, incluso desde las clases medias, sin advertir que cualquier cambio significativo de la situación del planeta no puede ser alcanzado «repartiendo» el dinero de los billonarios, sino bajando el estándar de vida de las clases media, a lo que, con toda seguridad no están dispuestas.

Si nos dicen que si pagamos al contado nos hacen un descuento, nos están aplicando el conocimiento que los expendedores tarjetas de crédito tienen sobre nosotros. Para ello están eludiendo lo que realmente pasa: que el uso de la tarjeta es un recargo. Así las compañías de crédito consiguieron que considerásemos el cargo de la tarjeta la opción «por defecto». A esta operación la llaman nuestras autores «enmarcar». En efecto el lenguaje es un marco para nuestros razonamiento posterior a la proferencia de la frase.

Nuestro quehacer cotidiano no deja tiempo para la reflexión y, así, nuestro Sistema 1 (intuitivo) toma el mando condicionado por todos los sesgos que acabamos de describir. Las recomendaciones del libro son:

  • No actuar en caliente, para dar tiempo al Sistema 2 (reflexivo) de actuar con su capacidad de utilizar la lógica y los cálculos.
  • Mantener el autocontrol para no ser víctima de pasiones perniciosas como el tabaco o renovar cuotas sin un examen a la competencia. Para ello, nos tenemos que imponer estrategias. Una muy divertida es el reloj Clocky que suena sin parar y huye para que te despiertes tratando de apagarlo para seguir durmiendo. Los impuestos o la casilla para destinar dinero a servicios sociales son estrategias que se sobreponen a nuestra «pereza» a contribuir a las necesidades comunes. Algunos ludópatas piden que sus sueldos se envíen directamente a sus cónyuges.
  • La contabilidad mental es otra forma de autocontrol. Nuestra capacidad de evaluar continuamente nuestro estado general de salud física o económica nos permite controlar comida, ejercicio o gastos. También usamos este mecanismo para racionalizar un gasto en un regalo que, en primera instancia, nos parece excesivo, pero que convertimos en una ventaja por lo que podemos obtener del que lo recibe. También gastamos con menos dolor en un viaje que en nuestra vida cotidiana, al hacernos cuentas del tope de gasto que nos hemos fijado para el viaje y no estar sufriendo todo el tiempo. Otra forma es no amortizar una cuota adicional de una hipoteca al 1% para poder gastar sin pedir un crédito personal al 6 %.

Una de los sesgos que más ventajas conlleva y, al tiempo, más dañino puede resultar es «seguir al rebaño». Tenemos muchísimos ejemplos de las ventajas de ser bien socializado. Lo contrario es condenarse a una vida taciturna y solitaria. Pero, también tenemos muchos ejemplos de ceder todo espíritu crítico ante el confort de ser aceptado en la tribu, compartiendo o siendo cómplice de terroríficas acciones contra inocentes. Los autores ponen el ejemplo del «reverendo» Jim Jones que llevó a miles de personas a sacrificar a sus hijos y autoinmolarse a Guyana, pero la historia está llena de complicidades propiciadas por la entrega a ideas perniciosas aunque sean de autodefensa: muchos alemanes en la época nazi, muchos hutus contra la etnia Tutsi, etc. En el otro extremo los libertarios («libertario» es un término utilizado en Estados Unidos para eludir el término «liberal» que allí va asociado a «izquierdista») alardean de un individualismo extremo que los lleva a negar la asistencia sanitaria a quien no pueda financiársela. Una forma de pensar que cambia bruscamente si es un familiar o él mismo el afectado. La influencia social va desde quedarse embarazada a la obesidad, pasando por el consumo televisivo de los que todo el mundo ve, o la influencia de los compañeros en la adolescencia.

El conformismo social es una especie de ceguera que está bien expresada por la broma de Groucho Marx: «¿A quién va usted a creer a mi o a sus propios ojos?«. Esta ceguera tiene origen en la confusión que nos produce la opinión de los demás (un marco) y el temor a recibir la censura del grupo (la pérdida de reputación). Los autores del libro concluyen que, dado que los individuos internalizan los juicios del grupo contra sus propias percepciones en contrario, tanto en el ámbito privado como público, los grupos pueden ser conducidos en la dirección que se desee. La consecuencia patológica socialmente es que una vez internalizado el juicio del grupo en los individuos, estas creencias (religiosas o pseudocientíficas) puede sobrevivir mucho tiempo a pesar de su arbitrariedad original: la declaración de alguien que dice haber visto a Dios o de que la vacunas causan cáncer. No poco contribuye a esta situación lo que llaman «ignorancia pluralista», es decir, que no sepamos lo que piensan los demás. Y, siendo así, quién es el primero que dice que «el rey está desnudo«. También contribuye la idea (falsa) de que los demás están pendiente de uno. En todo caso, como podemos comprobar en cada período electoral, hay mucha gente que se apunta a «caballo ganador». Por eso hay que evitar decirle a la gente que se está comportando de forma más cívica que los demás, pues no se despierta el orgullo de, por ejemplo, contribuir con más impuestos al bien común, si no el feo sentimiento de ser «un primo».

La impronta o priming es un mecanismo muy potente para generar ideas con sutiles influencias como la mención de palabras como «dinero» (que te vuelven más egoísta). También, aunque parezca inverosímil, nfluyen las disposiciones de muebles, los olores, etc.

El paternalismo libertario.

A partir de aquí los autores del libro despliegan la aplicación de lo que ellos han llamado paternalismo libertario cuya regla de oro es «condicionar la conducta que tenga más probabilidades de ayudar y menos de perjudicar«. Es paternalismo porque usa el conocimiento de los condicionantes de la conducta para proteger al ciudadano y es libertario porque, ante cualquier alternativa, elige la que respete la libertad del individuo.

El libro distingue entre bienes de inversión (el coste ahora, el beneficio después). Ejemplos: una dieta. Y bienes culpables (el beneficio ahora, las consecuencias después). Ejemplos: el tabaco, el alcohol y los donuts. Para poder luchar contra la tentaciones se propone que se tenga en cuenta:

  • La importancia de la frecuencia, pues la práctica facilita los hábitos, aunque ha de tenerse en cuenta que la mayoría de las cosas importantes solamente las podemos hacer una vez en la vida.
  • La ausencia de feedback individual (el feedback colectivo, como experiencia de otros, ayuda a sustituir la ausencia de oportunidad de repetir). De mi cosecha diré que ese es el gran valor de la gran literatura en particular y todas las artes narrativas, en general.

Es necesario algunas estrategias, pues el mercado y la competencia más bien trabajan para sí, antes que para remediar las carencias de los consumidores. El ejemplo que se pone es el de las garantías ampliadas al segundo año pagando un suplemento. Estadísticamente el suplemento puede llegar a ser de diez veces lo que se recibe a cambio (producto de la probabilidad de daño por el coste de bien que se asegura). Esto es sólo posible por nuestra tendencia a «jugar» cuando la cuota es baja ante la imagen vívida de la rotura o la pérdida del bien que aseguramos. En efecto, si se trata de un móvil de 200 euros y la probabilidad de que se rompa en el segundo año es del 1 %, la compañía arriesga 2 euros pero suele cobrar 20. En general, el mercado aprovecha las tendencias irracionales de los consumidores.

Ejemplos de pequeñas y grandes estrategias:

  • No presentar la palabra «verde» en rojo.
  • No poner un tirador a una puerta que sólo bate cuando se la empuja.
  • No diseñar con doble simetría los fuegos de una vitrocerámica si los pulsadores están alineados.
  • Poner una araña en los urinarios para evitar el antihigiénico goteo.
  • Que la opción por defecto en las decisiones del gran público sea la que más le beneficia. Por ejemplo en la forma de interrumpir una suscripción.
  • No esconder tanto el sistema para darse de baja que la mayoría de la gente se aburra antes.
  • Diseñar en chaflán una esquina de las tarjetas electrónicas para obligar a ponerlas bien.
  • Forzar a retirar la tarjeta en un cajero automático antes de poder retirar el dinero. Podía añadir una aviso cuando te dejas las gafas de sol.
  • Diseñar pastillero con los días de la semana.
  • Que un brazo te sujete cuando te eches a cruzar un paso de peatones mirando sólo a la izquierda ¡en Londres!.
  • Recibir feedback de nuestros actos para corregir con rapidez. Información sobre consumo de calorías mientras se hace ejercicio; sobre coste diario acumulado de la factura de electricidad, etc.
  • Emitir garantías tanto más duraderas cuánto más difícil sea comprobar si el producto cumple los requisitos contratados.
  • Recibir información clara sobre las consecuencias y las probabilidades en las decisiones graves: darse o no darse quimioterapia.
  • Redactar facturas claras en los servicios complejos: electricidad, gas, agua…
  • Elaborar y publicar balances gubernamentales con el mismo formato siempre y que sean claros sobre los presupuestos y liquidaciones anuales, así como de la situación de activo y pasivo del Estado.

Tenemos tendencia a simplificar las estrategias de decisiones, lo que no siempre es adecuado. Se requiere variación y no consultar siempre a las personas que tienen nuestros mismos gustos. Una situación interesante es cuando dos amigos se alternan en pagar en el restaurante creando el conflicto de elegir barato cuando paga uno y caro cuando paga el otro. Es un ejemplo a escala de lo que ocurre en sistemas complejos como la sanidad, donde su mejor comportamiento suele estar en conflicto con los intereses de los participantes, desde vendedores de instrumentos a médicos o pacientes.

JUBILACIONES

Este libro da también consejos sobre cómo gestionar nuestra relación con el dinero. Algunos de los temas tratados son de gran actualidad, como es la contratación o no de planes privados de pensiones y su compatibilidad con planes públicos. Este es un tema que la población en general no sabe gestionar por sí misma, del mismo modo que habría problemas si la gente fuera despedida antes de las vacaciones de verano y contratada de nuevo después de las mismas. Esto implicaría hacer previsiones a las que no está acostumbrada. Antes no se hacían previsiones porque no se vive para disfrutar una jubilación. Ahora no se hacen previsiones porque no está en nuestra naturaleza. Toda nuestra cultura invita al «Dios proveerá «, o sea, a confiar en la divina providencia.

Se tiene que encontrar un equilibrio pues unas previsiones excesivas acumularían dinero que no tendría donde invertirse pues la caída del consumo lo dificultaría. Por eso, en la mayoría de los países, las pensiones son públicas liberando a los ciudadanos de tales previsiones, pues ya las hace el Estado por ellos. Pero dado que los Estados están empezando a tener dificultades con la enorme factura anual de las pensiones, debido a que los ingresos pueden bajar, pero las necesidades no, se presiona para establecer planes de pensiones individualizados, en los que la decisiones de cada unos son fundamentales. La dificultad está en renunciar al consumo cierto de hoy a cambio del disfrute incierto de mañana. Se inventan incentivos con la colaboración de la empresa que participa en la cotización hasta un porcentaje del salario. Las dificultades para fijar un plan racional de jubilación son parecidas a las de empezar una dieta o aprender otro idioma:

  • Se toman decisiones que no se cumplen
  • No se quiere perder lo que se tiene ahora
  • No se corrigen los cálculos considerando la inflación

Los autores proponen una estrategia que llaman «ahorre más mañana» y consiste en comprometerse a ir incrementando la aportación en función de las subidas de sueldo. Así no se sufre la cantidad aportada como una «pérdida» respecto a lo que se ingresaba antes del aumento.

INVERSIONES

También se atreven con la conducta del inversor. La mayoría de la gente no se plantea nunca invertir su dinero en acciones o bonos del Estado. Sin embargo, irracionalmente, si gastamos dinero en el juego. Alguien que ganara un cupón de la ONCE en 1990 premiado con el equivalente a 14.000 euros se sintió estimulado a gastarse 20 euros a la semana en distintas loterías. En el presente año de 2020 lleva ya gastados sin retorno 30.000 euros.

El libro da ejemplos de rentabilidad desde 1925 hasta el año 2005:

  • Bonos del Estado a corto plazo: 3,7 % anual, 0,7 % después de descontar la inflación media
  • Bonos del Estado a largo plazo: 5,5 % anual, 2,5 % después de descontar la inflación media.
  • Índice S&P (principales empresas americanas): 10,4 & anual, 7,4 % después de descontar la inflación media.

Obviamente, el riesgo es mayor con las empresas que con el Estado. Por eso se llama prima de riesgo a la diferencia de rentabilidades. Las preguntas claves para estas estrategias son del tipo «¿merece la pena probar a ser un 25 % más rico arriesgando ser un 15 % más pobre?«. La clave está en no reaccionar a las variaciones a corto plazo y confiar en la «regresión a la media» de las inversiones, como hacen los grandes inversores. Incluso estos toman decisiones simples a pesar de que manejan herramientas capaces de desentrañar la complejidad. Una de la reglas simples es repartir las inversiones entre el Estado y la empresas al 50 %.

También se atreven los autores con las hipotecas, tratando de neutralizar la confusión que embarga al no profesional cuando afronta el gasto de su vida. Son páginas interesantes en las que se advierte sobre los riesgos de los distintos e imaginativos tipos de hipotecas. Incluidas las subprime que tanto daños han hecho para dos décadas al mundo entero. Proponen un informe claro sobre toda la historia de la hipoteca en los años de amortización, incluidas comisiones y tasas, para que el aspirante a propietario sepa dónde se mete. Lo mismo proponen para el uso de las tarjetas de crédito. Un sistema ineludible de pago que sin embargo esconde recovecos por los que se va el dinero del usuario inadvertidamente a causa de nuestras inercias y despistes.

En materia de Seguridad Social recomiendan los fondos privados en competencia pero con sugerencias «por defecto» por parte de los Estados, debido a las dificultades de los particulares para elegir bien. Avisan de los riesgos de la publicidad de los fondos invitando a «hacerse ricos» a los participantes. También dificulta una buena decisión el carácter farragoso de las propuestas y el elevado número de opciones que se ofrecen a gente vulnerable y sin formación financiera (la mayoría de la población). Los autores proponen para estos casos un cepillado enérgico de las opciones para reducirlas a un número pequeño con descripciones claras de sus prestaciones. El caso del Plan D en Estados Unidos fue un ejemplo de confusión, pues también los gobiernos hacen cosas irracionales, como asignar por sorteo los planes de medicación a los más pobres quitándoles el acceso a los medicamentos que más necesitan. Thaler considera que el método se sitúa entre la insensibilidad y la irresponsabilidad. El sistema equivale a que nos asignaran un coche al azar, en vez de elegirlo. El método parece una consecuencia del reparto igualitario entre farmaceúticas eliminado la competencia entre ellas debido a una eficaz acción de lobby.

El concepto de paternalismo libertario, lo llevan hasta la defensa del medio ambiente, proponiendo medidas que no sepan al «ordeno y mando» de un gobierno soviético. Cree que hay mejores métodos que prohibir las emisiones. Aunque también cree que los mercados no pueden resolver el problema de las externalidades (perjuicios causados a todos por la acción de un particular o empresa). Reconoce que en estos casos, incluso los libertarios deben aceptar una acción gubernamental. Especialmente cuando no es posible el acuerdo voluntario entre particulares. Los problemas son:

  • La salida del mercado de los cumplidores que no pueden competir por los costes adicionales.
  • La ausencia de feedback de las consecuencias medioambientales de los actos de unos y otros.
  • La falta de alineación de los incentivos para cambiar las conductas.

Se puede atacar el problema gravando fiscalmente a quien contamina. Pero es preferible crear un mercado de emisiones que posibilita un espacio de acción libre al tiempo que ayuda a reducir la contaminación. Pero si se opta por gravar al que contamina será el mercado el que abordará el sobrecoste, que llevará al consumidor a eludir este producto por su precio. El sistema de mercado de emisiones permite al que las reduce por su capacidad tecnológica vender su parte de cuota a un competidor, lo que aumentará su ventaja en el mercado. En todo caso son medidas coherentes con el carácter libertario que el libro no quiere perder de vista. Es decir, toda la capacidad de elección a personas y empresas que sea compatible con el objetivo último de salvar el planeta.

En general, apuestan por sistema que hagan visible el consumo de energía de cada usuario para que lleve a cabo las acciones más apropiadas. También los gobiernos pueden contribuir. Se hace un elogio de la Agencia medioambiental y su promoción de nuevas tecnologías menos contaminantes.

FINAL

Basado en su conocimiento de la conducta humana, los autores del libro hacen una lista final abierta sobre de una docena de formas de ayudar a superar los condicionantes conductuales para lograr determinados fines. Unos son interesantes y otros un tanto frívolos, pero que cada uno haga el uso que considere oportuno. La decimosegunda es muy atractiva. Se refiere a la cortesía o, más concretamente, a su ausencia. Por eso recomienda que no sea uno presa de la inmediatez de las herramientas de comunicación que posee hoy en día y no envíe mensajes en el calor de un estado de ánimo alterado. En su línea de prevenir las consecuencias de nuestra estructura psicológica proponen que el software de correo electrónico, al advertir palabras potencialmente descorteses, avise al emisor sugiriendo un aplazamiento, en la versión libertaria, y suspendiendo el envío en la versión paternalista.

Es muy interesante cómo se analizan en el libro las posiciones de los que piensan en sí mismos (libertarios) y las de aquellos que dejan un espacio para acciones en común (paternalistas). Su posición es muy equilibrada y ni le quita a las empresas el derecho a buscar el beneficio, ni al gobierno su derecho a cuidar de bien común, lo que hace necesario conocer las invariantes de la conducta humana para ayudar a ese bien común evitando que sus vulnerabilidades sean explotadas o por el interés privado o por la ambición política de poder absoluto.

También ven un gran peligro cuando mediante sutiles influencias o groseras corrupciones se pone la poderosa herramienta que es el Estado al servicio de intereses privados. Es fácil estar de acuerdo con ellos cuando piden como herramienta fundamental la transparencia, pues, aunque en asuntos complejos la transparencia produce informes igualmente complejos, si toda la información necesaria está ahí, ya contamos con un organismo especializado que nos servirá la información debidamente traducida: la prensa libre. La transparencia sirve tanto para desvelar manejos de empresas como manejos de gobiernos. Añado que una sociedad crecientemente ilustrada se defenderá mejor de las arbitrariedad, sobre todo si es capaz de superar el secuestro al que la ideas políticas prefabricadas y nuestra propia estructura mental nos someten. Resulta muy divertido el lenguaje de econs y humanos que utilizan profusamente al final del libro, pues crea una atmósfera futurista. Llegan al extremo de exigir el derecho a no elegir o a enfatizar la obviedad de que la neutralidad exige aleatoriedad.

Los autores creen que los conocimientos de la psicología humana legitima el uso de pequeños empujones (nudges) para el bien de cada uno y del común. Le reprocha a los econs que no quieran ayuda para los desfavorecidos por parte del gobierno, pero que se encuentren cómodos usando todo el conocimiento sobre la naturaleza humana para llevarla hacia adicciones al juego o al consumo desorbitado. Resumen su postura diciendo que la ayuda desde la psicología es necesaria para elegir un plan de pensiones, pero no para elegir un refresco, donde es suficiente ayuda con nuestras papilas gustativas.

En cuanto a la eterna pelea política dicen a los libertarios que:

«Hay quienes creen que cualquier decisión que tome un funcionario gubernamental tiene muchas probabilidades de ser incompetente y corrupta. A los que piensan así les gustaría mantener al mínimo los nudges patrocinados por el Gobierno —es decir, limitados a los casos en que sean inevitables, tales como las opciones por defecto—. Pero los que somos menos pesimistas sobre el Gobierno y pensamos que los políticos y los burócratas no son más que humanos, con las mismas probabilidades de ser estúpidos o deshonestos que (por ejemplo) los ejecutivos, los abogados o los economistas, podemos preguntar si una situación contiene riesgos especiales de corrupción» (Kindle pos. 4071- 4075) .

Por otra parte tratan de limitar el entusiasmo de algunos «paternalistas» que gustarían de imponer toda suerte de regulaciones pretendidamente protectoras.

«Estamos de acuerdo en que las prohibiciones están justificadas en ciertos contextos, pero suscitan inquietud y, en general, preferimos intervenciones que sean más libertarias y menos avasalladoras» (Kindle 4143-4145).

Finalmente, los autores esperan que su propuesta de utilizar la psicología conductual para mejorar la vida en las sociedades humanas y atemperar los extremismo ideológicos, se convierta en una verdadera «tercera vía» en la versión de su nominalmente provocador Paternalismo Libertario.

En resumen y en palabras de los autores:

«… hay una diferencia abismal entre la oposición absurda a toda «intervención gubernamental» en sí misma y una propuesta tan sensata como que, cuando los gobiernos intervienen, normalmente deban hacerlo de manera que promuevan la libertad de elección«. (Kindle 4177-4179).

Pensar rápido, pensar despacio. Daniel Kahneman. (Reseña 28)

Estaba leyendo el libro de Steven Pinker sobre la Ilustración cuando éste hizo referencia al libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman y me acordé de que lo tenía y por alguna razón olvidada había quedado pospuesto tras otros libros. Lo he leído estos días y veo que merece una reseña porque es la historia de la psicología de la conducta del último medio siglo. Es la historia de la capacidad de ser humano de tomar buenas o absurdas decisiones. Daniel Kahneman es un célebre psicólogo israelí premio Nobel de economía por sus aportaciones a la toma de decisiones económicas, que trabajó en tándem con su amigo Amos Tversky, ya muerto, al que le dedica el libro.

El contenido de este libro abarca desde las decisiones para comprar el pan a la toma de posiciones políticas. Es decir, todo el espectro de nuestra acción con fundamento instintivo o reflexivo.

Este artículo tiene el equivalente a 40 páginas (un 8 % de las páginas del libro), lo que creo que es asequible para los interesados. Pero dado el carácter sistemático de su contenido voy a hacer un resumen antes a modo de vademecum de los distintos sesgos que hacen nuestra vida tan complicada y, al tiempo, tan interesante.

El contexto es la identificación de dos sistemas mentales diferenciados por sus características. Son el Sistema 1 que es intuitivo y el Sistema 2 que es reflexivo. A lo largo del libro se comprende su acción y su interacción.

  • Conflictos entre los dos sistemas. El sistema 1 (intuitivo) y el Sistema 2 (reflexivo) tropiezan ante situaciones que ejemplifican la dilatación de la respuesta ante la palabra «verde» escrita en «rojo».
  • Ilusiones. Son de tipo visual (se proporciona un ejemplo) o de tipo cognitivo, que son generadas por la empatía que experimentamos ante alguien.
  • Autocontrol. De esto se ocupa el Sistema reflexivo, pero que es muy perezoso, dejándose embaucar por la coherencia no siempre con fundamento del Sistema intuitivo.
  • Asociaciones. Las ideas forman redes que facilitan su asociación. Asociaciones que se producen fuera de nuestro control consciente.
  • Priming. Las ideas influyen sobre la acción y viceversa. Pensar en la vejez nos hace andar más despacio; andar más despacio nos trae ideas sobre la vejez.
  • Facilidad cognitiva. Es una ilusión del Sistema intuitivo (1) que nos crea la sensación de familiaridad, bondad y verdad de lo que se nos presenta. Desactiva el Sistema reflexivo (2).
  • Creatividad. Es capacidad asociativa actuando en condiciones de facilidad cognitiva.
  • Normalidad. Estado en el que entra el Sistema intuitivo (1) cuando experimenta la facilidad cognitiva. Genera seguridad confort.
  • Causalidad. Nuestro Sistema intuitivo busca sin remedio la causa de todo aquello que sucede a su alrededor. Es la consecuencia de nuestra historia evolutiva. Es la fuente de la paranoia conspirativa. El causalismo no deja lugar al azar en los acontecimientos de la realidad.
  • Creencias. A la búsqueda de certezas que dan comodidad, el Sistema intuitivo se muestra crédulo y asigna un valor de verdad con mucha rapidez si hay coherencia con ideas previas. Un alto riesgo.
  • Efecto halo. Es la tendencia a aceptar todo, sin crítica, de una persona que nos gusta.
  • WYSIATI. «What You See Is All There Is». El sistema intuitivo es un gran creador de historia a partir de la información de la que dispone. Busca coherencia con nuestras ideas previas y no reclama más información.
  • Heurística. Son esquemas construidos que facilitan las decisiones, pero que desactivan el Sistema reflexivo.
  • Pensamiento estadístico. Es la capacidad de advertir cómo funciona el azar más allá de la intuitiva media. La supervivencia no parece haber necesitado del teorema de Bayes, pero la ciencia sí. El teorema de Bayes permite conocer la probabilidad de una causa entre otras, dado un efecto.
  • Efecto ancla. Es la influencia del conocimiento de una cifra en la toma de decisiones cuantitativas. El efecto se ve reforzado por el priming.
  • Disponibilidad. Defecto de utilizar en las reflexiones la información que con más facilidad pone a nuestra disposición la memoria. En general casos llamativos, aunque no siempre representativos.
  • Representatividad. Influencia de los estereotipos en nuestras opiniones, en la medida que representan a una clase de objetos o personas. Provocan el olvido de la Tasa Base o valor conocido de la representación medida y conocida de unos rasgos en una determinada categoría. Se neutraliza rigurosamente con la aplicación del teorema de Bayes.
  • Regresión a la media. Tendencia de los valores de un fenómeno aleatorio a compensar su intensidad para que, tautológicamente, se mantenga la media del fenómeno.
  • Ilusión de entender. La coherencia que genera el Sistema intuitivo crea una ilusión de que se comprende por el mero hecho de que se ha creado una versión coherente con las ideas de que se dispone.
  • Falacia de la evidencia. Ni siquiera datos bien recogidos y coherentemente articulados garantizan un buen diagnóstico. Aunque sí una bonita teoría.
  • Falacia de la planificación. La tarea de planificación es tan dura y requiere tantos recursos, que sus autores necesitan revisión externo para no creer que han sabido prever la complejidad del proyecto.
  • Econos y humanos. Un econo es un ser ficticio que actúa racionalmente en el complejo social y económico. No existe. Existen seres humanos que pueden ser razonables, pero que raramente son racionales debido a todos los sesgos mencionados más arriba y los que se mencionan a continuación.
  • Aversión a la pérdida y efecto de dotación. El ser humano prefiere renunciar a ganancias que arriesgar lo que tiene siempre que lo aprecie y use.
  • Efecto de posibilidad y certeza. La mera probabilidad de alcanzar una ganancia invita al riesgo o a pagar un coste. La certeza invita a evitar el riesgo y asegurar lo que se tiene.
  • Teoría de las perspectivas. Conjunto teórico en el que se reúnen distintas invariantes para cubrir un espacio amplio de la conducta humana ante las ganancias y las pérdidas en condiciones de alta o baja probabilidad.
  • Vivencias adheridas. Con representaciones vívidas de los resultados, las emociones alteran la influencia de las probabilidades.
  • Olvido del denominador. La presencia de una imagen vívida produce el efecto de que olvidemos el denominador de la fracción esencial de una probabilidad: casos favorables / casos posibles.
  • Contabilidad mental. Balance continuo de nuestro estado de pérdidas y ganancias personales en términos de reputación o propiedades.
  • Revocaciones. Disonancia entre nuestros presupuestos morales y nuestras decisiones afectadas por las emociones.
  • Categorías. Es el grupo al que asignamos un dato antes de emitir un juicio, pues el grupo genera una referencia que influye sobre nuestra postura.
  • Marco. Influencia de la forma en que se nos presenta lingüísticamente un caso para nuestras creencias o decisiones.
  • El yo que experimenta y el yo que recuerda. La evaluación de nuestra vida la suele hacer el yo que recuerda los últimos episodios o los que más le impresionaron olvidando al yo que experimenta a los largo de muchos años.

Esta lista de observaciones con etiqueta son un recorrido por las invariantes de nuestra conducta, que nos podrán parecer bien o mal, pero nos conducen a falta de capacidades potenciales que no utilizamos. En todo caso, es muy bueno conocer los condicionantes de nuestra conducta para entender qué pasa, incluso cuando no podemos hacer otra cosa que dejarnos llevar. A poco que el lector preste atención, podrá comprobar que prácticamente ha experimentado todo lo que aquí se describe. Son especialmente importantes aquellas que tiene que ver con cómo construimos y mantenemos tozudamente nuestras creencias a pesar de todas la evidencias de que están equivocadas.

En el resto del artículos he tratado de aclarar algo más a base de comentarios y citas de Kahneman.

RESEÑA

Kahneman utiliza los términos Sistema 1 y Sistema 2 (tomados de Stanovich y West) para referirse, respectivamente, a dos complejos mentales con los que operamos de forma automática, a veces, y consciente el resto. Uno se ocupa de forma rápida, intuitiva y coherente de los problemas que se presentan a un organismo vivo cada día, el otro, que seguramente apareció más tardíamente en la evolución, se ocupa de los problemas con operaciones más cuidadosas y reflexivas para asuntos que desbordan la capacidad de nuestras respuestas inmediatas. En las características de estos dos sistemas tienen origen los sesgos que, a veces, enturbian los resultados que obtenemos en nuestra conducta.

«La mayor parte de nuestras impresiones y pensamientos surgen en nuestra experiencia consciente sin que sepamos cómo«. (pág. 14)

«La búsqueda espontánea de una solución intuitiva a veces fracasa: no nos viene a la mente ni una solución experta, ni una respuesta heurística. En estos casos es frecuente que nos pasemos a una forma más lenta, meditada y esforzada de pensar«. (pág. 26)

«Pensamos asociativamente, pensamos metafóricamente y pensamos causalmente con facilidad, pero hacerlo estadísticamente requiere pensar en muchas cosas a la vez, algo para lo que el sistema 1 no está diseñado«. (pág. 27)

«El Sistema 1 (Intuitivo) opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario. Ha sido diseñado por la evolución para llevar a cabo una evaluación continua de los principales problemas que un organismo tiene que resolver para sobrevivir. Se ocupa de evaluar la situación del entorno continuamente.

El sistema 2 (Reflexivo) centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos. Las operaciones del Sistema 2 están a menudo asociadas a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse». (pág. 35)

Kahneman toma prestado de Stanovich y West estos términos, que yo prefiero llama sistema intuitivo y reflexivo, por el eco que emiten desde las más remota filosofía siempre con este conflicto presente y sin resolver. Ahora los psicólogos abordan dos de los modos de la filosofía de siempre. De una parte la evidencia intuitiva que buscaba Descartes y, de otra, la reflexión basada en la lógica o en el análisis fenomenológico. En todo caso, Kahneman nos advierten que no caigamos en el error de considerar a estos dos sistemas como a dos homúnculos en el interior de nuestra mente actuando en convergencia o divergencia.

Los psicólogos son científicos experimentales y basan sus conclusiones en experimentos y encuestas. Sin embargo, sus conclusiones llegan al final de un proceso experimental que empieza con una observación que está a disposición de todos nosotros pero que queda oculta por el velo de la costumbre. Los experimentos utilizan instrumentos que miden determinados cambios fisiológicos tales como la dilatación de la pupila, sudoración, cambio en la resistividad eléctrica de la piel y, desde luego, observaciones de la actividad cerebral mientras realizamos algún tipo de actividad mental. El cuerpo humano consume energía cuando el cerebro está activo y esta cantidad de energía es tanto mayor cuantas más áreas cerebrales se ven implicadas por la complejidad de la tarea. Cuanta más habilidad adquirimos para la realización de una tarea, la automatización consiguiente exige menos consumo de energía. La consecuencia es que el individuo sigue esta ley y ante varias formas de conseguir el mismo resultado escogerá la menos exigente de energía. Kahneman dice que «La pereza está profundamente arraigada en nuestra naturaleza» (Pág. 54). Una de las acciones que más esfuerzo requiere es pasar de una tarea a otra, lo que, por otra parte es una intuición cotidiana de nuestra experiencia. Una vez producido el cambio se requiere esfuerzo para otro ulterior.

El sistema 2 es perezoso y entra perplejidad con facilidad. Basta que queramos usarlo mientras andamos, no digamos mientras corremos, para que tenga dificultades de proceso. Se requiere disciplina para la reflexión. Si este sistema está ocupado nuestra conducta es gobernada por el sistema 1 con los que corremos el riesgo de hacer «… elecciones egoístas, (usar) un lenguaje sexista y (emitir) juicios superficiales en situaciones sociales» (Pág. 61). Esta desinhibición se manifiesta también con unas copas o una noche sin dormir.

«Nacemos preparados para percibir el mundo que nos rodea, reconocer objetos, orientar la atención, evitar pérdidas y temer a las arañas. Otra actividades mentales se vuelven rápidas y automáticas con la práctica prolongadaEl control de la atención es compartido por los dos sistemas«. (pág. 36)

«Un intensa concentración en una tarea puede volver a las personas realmente ciegas a estímulos que normalmente atraen la atención… podemos estar ciegos para la evidente, y ciegos además para nuestra ceguera«. (pág. 38)

«Cuando el Sistema 1 encuentra una dificultad, llama al Sistema 2 para que le sugiera un procedimiento más detallado y preciso que pueda resolver el problema«. (pág. 40)

Autocontrol

El autocontrol exige atención y esfuerzo y esto señala al sistema 2 como el agente del control de sí mismo. Un esfuerzo que hace que el nivel de glucosa en sangre baje. Por el contrario cuando actúa el Sistema 1 la conclusión viene primero, y los argumentos después. Pero esto requiere la capacidad, no sólo de argumentar, sino también de hallar «material relevante en la memoria y enfocar la atención cuando se necesita» (Pág. 67). El famoso experimento de Walter Mischel con los niños puso de manifiesto la correlación entre el autocontrol y la inteligencia a largo plazo.

Conflictos

Si escribimos en rojo la palabra «verde» o colocamos a la derecha la palabra «izquierda» solemos tener conflictos entre los sistemas 1 y 2.

«El conflicto entre una reacción automática y la intención de controlar es común en nuestras vidas«. (pág. 42)

Ilusiones

Hay ilusiones visuales que nos hacen pensar en que dos líneas tienen distintas longitud e ilusiones cognitivas que nos colocan en situación de vulnerabilidad debido a una empatía generada por el intuitivo Sistema 1 que no deja actuar al más reflexivo Sistema 2. Si el Sistema 2 no recibe indicios de la ilusión sufrida por el Sistema 1, se genera un sesgo que actúa de forma invisible desviando la toma de decisiones de los hechos presentes y no advertidos.

Asociaciones

«Los psicólogos conciben las ideas como nudos de una extensa red llamada memoria asociativa, en la que cada idea está vinculada a muchas otras. Hay diferentes tipos de vínculos: los de causa con sus efectos; los de las cosas con sus propiedades: los de las cosas con las categorías a que pertenecen«. (pág. 74)

Así piensan que han superado a Hume en su propuesta de cadenas de ideas sucesivas para encontrar redes de ideas multi conectadas. Según Kahneman: «sólo unas pocas ideas activadas quedan registradas en la conciencia; la mayoría de las operaciones del pensamiento asociativo son silenciosas, ocultas a nuestro yo consciente«. (pág. 74)

Priming

Dice Kahneman que «Nuestras acciones pueden ser primadas (influidas) por acontecimientos de los que no somos conscientes.» (pág. 76). Se trata de la influencia de una idea sobre una acción y viceversa. Así «Divertirnos tiende a hacernos sonreir, y sonreir tiende a hacer que nos sintamos en estado placentero«. (pág. 77). También manejar palabras como vejez o decrepitud puede hacer más lentos nuestros movimientos. Es un efecto de la asociación entre sistemas ideomotores.

«Algunos estudios sobre efectos de «priming» han hecho descubrimientos que amenazan la imagen de nosotros mismos como autores conscientes y autónomos de nuestros juicios y nuestras elecciones«. (pág. 78)

El efecto de la idea de dinero en el fenómeno del priming es especular, pues prima el individualismo; una renuencia a implicarse con otros, a depender de otros o a atender requerimientos de otros. También «Las evidencias de los estudios sobre el priming sugieren que recordar a las personas su condición de mortales aumenta la atracción por las ideas autoritarias, que pueden resultar tranquilizadoras en el contexto del terror a la muerte«. (pág. 80)

Dice Kahneman que: «Nos cuesta creer que estos resultados (sobre el priming) sean aplicables a nosotros porque no corresponde a nada que encontremos en nuestra experiencia subjetiva. Pero nuestra experiencia subjetiva consiste en gran medida en la historia que el Sistema 2 nos cuenta sobre las cosas que nos acontecen. Los fenómenos de priming brotan de nuestros Sistema 1, al cual no tenemos acceso consciente«. (pág. 81)

Facilidad cognitiva

La facilidad cognitiva es un indicador para el Sistema 1 de que no es necesario activar al Sistema 2 porque no hay riesgos, no hay novedades importantes, no hace falta reorientar la atención o hacer un esfuerzo especial. La sensación de facilidad cognitiva tiene origen en las experiencias repetidas, en la claridad de los que se expone al Sistema 1, hay una idea «en las proximidades» que influye (prima) sobre el sistema ideomotor o se está de buen humor. Como consecuencia de la sensación de facilidad cognitiva las ideas resultan familiares, las ideas parecen verdaderas y buenas, y las tareas parecen fáciles. Por el contrario si notamos que algo mal, experimentamos tensión cognitiva y el Sistema 1 se pone en alerta para acudir al Sistema 2.

La impresión de familiaridad la produce el Sistema 1, y el Sistema 2 se basa en esta impresión para emitir un juicio verdadero o falso. Esta impresión de facilidad confunde al Sistema 2 al que le puede pasar desapercibido que ha emitido un juicio falso. «Cualquier cosa que haga más fácil a la máquina asociativa funcionar sin complicaciones producirá también creencias sesgadas«. (pág. 88) De ahí que el efecto de facilidad que produce la repetición de una frase traiga consigo que los que se diga a continuación nos pille entregados a creerlo sin crítica. Dice Kahneman que los psicólogos han aportado que no se necesita decir la frase entera que presenta una idea o un hecho para hacernos creer que es verdadero.

Por eso si se quiere influir con una idea debe parecerle al destinatario verdadera y, para eso: letra clara, estructura sintáctica fácil de recordar (rima, ritmo o paradoja) y palabras sonoras; ideas familiares y una fuente de confianza son condiciones que potencian el Sistema 1 y desarman al Sistema

Ilusiones verdaderas

Kahneman presenta en su libro tres problemas que ejemplifican el proceso de facilidad cognitiva descrito más arriba: el problema del bate, el de las máquinas y el de los nenúfares:

Una oferta comercial en una tienda presenta un bate y una pelota de béisbol por 1,10 dólares. Un cliente entre en la tienda y pregunta cuánto cuesta la bola sola y el dependiente, que estaba aburrido, contesta: el bate vale un dólar más que la pelota. ¿Cuánto vale ésta?

Cinco máquinas iguales producen cinco productos en cinco minutos. ¿Cuánto tardarán cien máquinas, idénticas a las anteriores, en producir cien productos?

En un lago hay una zona cubierta con nenúfares que se reproducen a razón de el doble cada día. En 48 días el lago está cubierto completamente. ¿Cuántos días necesitaron para cubrir la mitad de la superficie del lago?

Si no conocen las respuestas verdaderas ya verán como caen en las trampas de su Sistema 1 invitado por la facilidad cognitiva del planteamiento de cada problema.

El psicólogo Robert Zajonc describió el efecto de mera exposición al que producía la repetición de un estímulo hasta convertirlo en familiar para el organismo al que se dirigía. Un organismo no puede sobrevivir si no desconfía de las novedades. Pero la repetición no nociva genera vínculos que están en origen de las sociedades primitivas, base de la estabilidad psicológica y social.

En mis clases de Metodología del Aprendizaje les decía a mis alumnos que un cazador primitivo que no fuera capaz de generar conceptos a base de abstraer las características comunes de los animales con los que se relacionaba no podría dura mucho vivo. La razón hipotética era que si perdía a un compañero porque un animal con una mancha en un costado lo atacaba y, antes de afrontar un animal parecido no construía el concepto de león, al día siguiente podría ser él el atacado por otro león que no tuviera la mancha que identificaba al primero. En este caso el concepto le haría desconfiar de cualquier animal cuyas características generales: cuatro patas, melena y rabo coincidieran con el que acabó con su compañero de caza. Se ve aquí cómo la asociación de ideas actúa, no como un opiáceo, sino como una alerta, que permite seguir vivo. Aquí no habría efecto de mera exposición porque la violencia de la primera experiencia genera un pre concepto, que se convierte en concepto (conjunto de características comunes a todos los leones) con la mera visión a distancia de otros animales de la misma especie y sirve para alertar al Sistema 1 con celeridad para evitar el peligro. Alerta que tiene origen en la acción del Sistema 2 creando el concepto por el carácter traumático de las primeras experiencias. De esta forma el organismo se defiende con el Sistema 1 rechazando las novedades y con el Sistema 2 creando conceptos, que no son otra cosa que la suma de la capacidad de abstracción y la memoria relacional.

La creatividad

El psicólogo Sarnoff Mernick creyó encontrar el fundamento de la creatividad en la idea de que ésta era «memoria asociativa» trabajando con plena facilidad cognitiva. Comprobó que ante triadas de palabras con una relación interna los sujetos encontraban la clave de la asociación si estaban de buen humor, lo que facilitaba la conexión con la intuición, se generaba confianza y se activaba la creatividad del Sistema 1. Por el contrario, la depresión, la cautela y la renuncia a la intuición para proceder de forma mecánicamente analítica van también juntas. De modo que la confianza genera creatividad con el riesgo de cometer errores lógicos. La desconfianza activa la lógica con el riesgo de frenar la imaginación.

Normalidad

El hábito y la confianza que se asocian a la facilidad cognitiva generan la sensación de normalidad que permita la acción del Sistema 1 en la mayoría de las ocasiones de la vida cotidiana. Con estas armas de constituye un mapa de nuestra vida actual, desde el que se crean nuestras expectativas de futuro. Pero la normalidad genera también grados de confianza que nos relajan hasta el punto de responder a la pregunta: ¿Cuántos ejemplares de cada especie introdujo Moisés en el arca? diciendo «dos», cuando fue Noé el que lo hizo. No es fácil activar el mecanismo de alarma que detecta las incongruencias de una información o situación si se presenta con con gran parte de su estructura en un formato «normal».

En el museo Thyssen de Madrid hay un cuadro de Tiepolo que representa la escena de la muerte de Jacinto ante la consternación del Dios Apolo. En la imagen a tamaño natural están las «armas» que han producido el accidente fatal. Cuando en mis clases les preguntaba a los alumnos sobre las causas de la muerte de Jacinto, escuchaba de todo menos que un golpe con una pelota de tenis era la causa. La razón es que no es fácil que lo alumnos supieran que cuando se pintó el cuadro en 1752 ya se jugaba al tenis desde al menos cien años antes. Mucho menos podía saber que el comitente del cuadro, el barón Wilhelm Friedrich Schaumburg-Lippe, era un aficionado a ese deporte y que había perdido a su amante, un músico español, un año antes.

Causalidad

No podemos evitarlo: la cosas han que tener una causa. Al fin y al cabo, cada día movemos objetos por nuestra voluntad y nos suceden cosas porque objetos o personas se cruzan con nosotros produciendo efectos en nuestras vidas. Pero padecemos una especie de espejismo en el que un acontecimiento ha de estar relacionado con otro acontecimiento que lo produce. El filósofo Hume rompió la relación metafísica entre causa y efectos proponiendo la costumbre como fuente del espejismo y, en la actualidad, decimos habitualmente que los acontecimientos tienen causas múltiples. Pero el caso es que nuestra imaginación siempre acude, buscando seguridad, a la imagen de una bola de billar golpeando a otra que sale disparada, como ejemplo incontestable de que existe la causalidad a la que acude nuestra mente para explicar el mundo. De hecho si un coche golpea a otro, el primero correrá con los gastos. Desde luego no se puede negar que nuestra experiencia cotidiana refuerza la idea de causalidad en la que creemos. Pero si cambiamos la perspectiva y vemos el mundo como un proceso dinámico en continuo proceso de mutación no es necesario fijar la imagen de la causalidad tópica, pues la dinámica de esa mutación está continuamente produciendo nuevos estados del conjunto, algunos de cuyos fragmentos llamamos efectos. Pero es nuestra mirada la que produce cortes en el flujo continuo señalando a un segmento causa y a otro efecto. La «causa» precede al «efecto», pero, en realidad, son dos miradas sucesivas a un único proceso de mutación continua o, si queremos, de «causación continua. Con esta perspectiva no es necesaria ni la explicación metafísica, ni la solución «costumbrista» de Hume. De hecho, incluso el ejemplo más sencillo para afirmar el concepto (el choque de bolas de billar) se puede interpretar como un cambio visible (hay otros invisibles) del sistema global formado por la mesa de billar, las bolas, el jugador y el taco.

Los psicólogos han probado (Michotte) que la causalidad está tan inscrita en nuestra mente que la «vemos» tan directamente «como vemos los colores«. Es decir la causalidad no sería, tanto una costumbre nuestra, como de la evolución de nuestra especie. Tiene sentido. Pero, esta necesidad de conocer las causas impulsa nuestra necesidad de conocer, lo que paradójicamente nos puede conducir a saber, tras un largo viaje causal, que el mundo es una trenza de flujos en el que cada haz actúa con cierta independencia de los otros como consecuencia de la consolidación de tendencias durante su «biografía» categorial. Tal parece que la evolución de nuestra especie que es también un flujo en continuo cambio ha fijado en nuestra mente una imagen congelada de su fluir en forma de estados sucesivos a los que llama causa y efecto. Probablemente esto haya sido necesario para poder supervivir. ¿Cómo hacerlo sin atribuir bienes o males a otros estados sucesivos con los que convivimos? Ocurre igual que con nuestras experiencias de colores, formas, sonidos, olores, sabores o sensaciones táctiles. En efecto, sería poco práctico y requería un cerebro muy distinto al nuestro, pretender administra todo el flujo de energía que nos llega si no fuera por la «simplificación» que son nuestras hermosas experiencias sensoriales. No el lo mismo gestionar un color que las ondas que lo producen. Es la astucia de la naturaleza. Sólo un organismo capaz de llevar a cabo esta transformación de los complejo a lo simple podía supervivir. El precio eran capas y capas de ilusiones verdadera que habría que ir eliminando para tener un visión mejor de la propia realidad. De estas beneficiosas simplificaciones viene nuestro poder para mirar serenamente el mundo y nuestra debilidad para poderlo mirar certeramente.

Kahneman dice que la causalidad está relacionada con nuestra «necesidad» de dotar de intenciones humanas a cualquier cosa que encontremos en la naturaleza y en nosotros mismos. La teorías conspiratorias proceden precisamente de no dejar nada que nos importe sin causa. Si es conocida bien, pero si no, se inventa una teoría ad hoc. Sin embargo, nos repugna tratar la cadena de acontecimientos que creemos que empieza con nuestra intervención consciente como un segmento de una cadena precedente fuera de nuestro control, en la sospecha de que así se mina nuestra certeza de ser agentes libres. Obviamente es compatible creer en la voluntad libre, siempre que la definamos como la elección entre las posibles acciones que nuestra inteligencia es capaz de generar para resolver la necesidad que nos «empuja» desde la cadena causal previa construida por el flujo imparable de los acontecimientos. Se podría decir que nuestra voluntad es, en realidad, un selector de opciones coherente con el mandato que nos invita a la acción o a la inacción.

Paul Bloom encuentra en esta separación entre causalidad física y acción humana la fuente de toda religión. La explicación estaría en que al separar los objetos de la acción de la mente se genere en nosotros la certeza de la existencia de entes espirituales que pueden vivir sin un soporte material. De ahí a la creencia en otra vida hay sólo un paso.

La influencia de nuestras intuiciones causales son importantes, pero no tienen aplicación inmediata a problemas complejos en los que se presentan grupos de datos relacionados de tal modo que no es posible para el Sistema 1 abordarlo, pues se necesitan cálculos y construir herramientas especiales para constituir el llamado pensamiento estadístico, que es el terreno del Sistema 2.

Creencias

El psicólogo Daniel Gilbert sostiene que antes de creer una frase necesitamos conocer su significado como si fuera verdad. Primero actúa el Sistema 1 que aborda un esbozo a trazo grueso de la situación. Gilbert cree que la incredulidad requiere de la intervención del Sistema 2. Por eso es importante que el el Sistema 2 no esté distraído, pues el Sistema 1 es crédulo. El cansancio aumenta la credulidad. Para más escándalo, Kahneman dice que:

«Contrariamente a las reglas de los filósofos de la ciencia, que aconsejan contrastar hipótesis intentado refutarlas, la gente (y los propios científicos con bastante frecuencia) busca datos que puedan ser compatibles con las creencias que actualmente tienen«. (pág. 112)

Efecto Halo

El efecto halo es «La tendencia a gustarnos o disgustarnos todo de una persona -incluyendo cosas que no hemos observado-» (pág. 112)

El efecto halo se impone a un profesor que cuando corrige tiene en mente al alumno cuyo trabajo está juzgando. Algunos alumnos intuyen la influencia de este conocimiento y procuran ser conocidos. Kahneman observó que cuando corregía el examen de un sólo alumno hasta el final la nota de las preguntas sucesivas iba siendo influida por la impresión recibida con las primeras. Por eso optó por revisar cada pregunta o cuestión para todos los alumnos al objeto de corregir el sesgo. Generalizó esta táctica a toda situación en la que hay que hacer una evaluación compleja considerando que el promedio de muchas opiniones ofrece mejor resultado si las estimaciones son independientes y, por tanto, sus errores de estimación en más o en menos no están correlacionados, lo que sería consecuencia de algún tipo de influencia mutua.

Estas ideas tienen aplicación a situaciones muy habituales hoy en día en que medio mundo está reunido decidiendo qué debe hacer el otro medio. En estas reuniones siempre hay alguien que se ofrece a hablar el primero, porque intuye que va a influir en los demás – sobre todo si los que le escuchan son subalternos -. Pero de este modo es muy difícil que la reunión, si busca nuevas ideas o soluciones a problemas, de frutos. Kahneman aconseja que se pida a los asistentes que escriban sus opiniones iniciales e independientes antes de empezar la reunión.

WYSIATI

Este acrónimo está compuesto a partir de las iniciales de las palabras que componen esta frase: «What You See Is All There Is», que significa que: «lo que ve es todo lo que hay». Con ella Kahneman quiere señalar que el Sistema 1, que es un gran constructor de historias, lo hace a partir de «lo que hay», es decir, de la información que la memoria ha puesto a su disposición. Con ésta, y sólo con ésta, da coherencia a la representación que se hace de la situación. De esta forma salta rápidamente a un conclusión, listo para que se pase a la acción (u omisión). El riesgo de esta situación es que el Sistema 2, que es perezoso, le puede dar el visto bueno a las conclusiones basadas en pocos datos del Sistema 1. Por eso apreciamos en general de una historia, no que sea completa, sino que sea coherente. Desde luego, si hemos de declarar ante la justicia siendo culpables, hay que fijarse más en la coherencia de la historia que contamos, que en dotarla de todos los datos pertinentes.

Esta acción del sistema 1 está detrás de sesgos como la confianza excesiva, el efecto marco y la ignorancia de la tasa base:

«La confianza que los individuos tienen en sus creencias depende sobre todo de la cualidad de la historia que puede contar acerca de lo que ven, aunque lo que ven sea poco» (pág. 120).

A esto se añade el efecto marco, que se refiere a «maneras diferentes de presentar la misma información (que) a menudo provocan emociones diferentes» (pág. 120). Por ejemplo no es lo mismo afirmar de una enfermedad que la probabilidad de curación es del 90 % que indicar que la tasas de mortalidad es del 10 %.

El olvido de la tasa base , como se desprende de emitir juicios dejándose llevar por una descripción vívida de una biografía antes que por la estadística bien establecida de qué características pueden contribuir al éxito en un determinado trabajo.

Heurística

El Sistema 1 raramente deja de ofrecer una respuesta a lo que se pregunta. Para ello cuando la cuestión es complicada la sustituye por otra más fácil, para la que tenemos respuesta gracias al uso de heurísticos (esquemas conocidos). A esto dió respuesta Pólya proponiendo directamente buscar un problema alternativo al planteado. Las preguntas difíciles las pasamos al Sistema 2, pero el Sistema 1 tiene muchos recursos para salir del paso. Un ejemplo:

Así, la pregunta «¿Cómo habría que castigar a los asesores financieros que se aprovechan de los ancianos?«, se sustituye por la pregunta «¿Cuánta indignación siento cuando pienso en los depredadores financieros?«. (pág. 134)

Es la capacidad de generar preguntas alternativas que llama Kahneman escopeta mental la que genera las preguntas alternativas con rapidez. Para que la respuesta a la pregunta original sea posible es necesario cuantificar en años de prisión equivalentes a la indignación que sentimos usando el mecanismo de equivalencia de intensidad. En este momento el Sistema 2 podría intervenir para un cálculo más frío y exacto, pero, en general, se comporta de forma perezosa.

Hay heurística de visual, del estado de ánimo y de los afectos. La heurística visual produce errores manifiestos como el de considerar a las figuras humanas del dibujo como diferentes cuando son iguales (pág. 134):

La heurística del estado de ánimo se pone de manifiesto en preguntas sobre la felicidad que van precedidas de un dato cuantificable como el número de veces que hemos sido invitados a vernos con amigos. Esta dato, como las líneas convergentes en la figura, facilitan que el Sistema 1 responda rápido de forma positiva o negativa, sin advertir que la felicidad es un complejo que no puede ser sustituido por un sólo aspecto de las relaciones sociales. En cuanto a la heurística del afecto, supone que nuestras emociones condicionan nuestra adhesión a los argumentos que se nos presentan. Así, «Nuestras preferencias políticas determinan los argumentos que consideramos convincentes» (pág. 138). Y confirma Kahneman: «La autocrítica es una de las funciones del Sistema 2. Pero en el contexto de las actitudes, el Sistema 2 es más un apologista de las emociones del Sistema 1 que un crítico. Su búsqueda de información y argumentos se ciñe generalmente a la información compatible con las creencias existentes, no con la intención de examinarlas. Aquí, un Sistema 1 activo, que busca coherencia, sugiere soluciones a un Sistema 2 poco exigente«. (pág.140)

Kahneman resume esta parte de su libro con una tabla de las características del sistema 1:

Pensamiento estadístico

Nuestra intuición y la estadística se llevan mal. Kahneman nos proporciona un ejemplo, tomado Wainer y Zwerling, que muestra esta mala relación. Lo resumo: en los estados de USA con mayor incidencia del cáncer renal son los rurales, de baja población que votan republicano. Nuestra mente busca la respuesta en la lejanía de los grandes centros de diagnóstico, el desinterés de los republicanos por la sanidad pública o vaya usted a saber. Pero resulta que los estados con menor incidencia del mismo cáncer son también rurales (obviamente distintos), de baja población y votan republicano. Con lo que podríamos también buscar causas como la vida sana en el campo, o el éxito de la política de sanidad privada de alta calidad promovida por el partido republicano. De modo que nuestras conjeturas no sirve y nuestra mente queda bloqueada. En realidad la razón es que son estados poco poblados y actúan como extracciones de muestras pequeñas con los que aumenta la probabilidad de obtener tasas extremas, ya sean altas o bajas. En efecto, las muestras pequeñas tienen más probabilidad de obtener valores extremos porque no ven compensados los valores altos o bajos con valores que bajen o eleven los valores medios. Sin embargo el resultado estadístico dispara nuestra necesidad de buscar explicaciones, cuando es un hecho netamente estadístico, matemático. No hay una causa médica.

Es Sistema 1 es muy hábil para buscar causas, pero no tiene recurso cuando se trata de fenómenos puramente estadísticos. El Sistema 1 no está a gusto con la dudas que genera la incertidumbre. Pero el pensamiento estadístico consiste precisamente en afrontar esa característica de la realidad. Ésta, en su flujo, permanente oscila en su magnitudes tratando de mantener sus características dentro de un intervalo generado por el conflicto con fenómenos de su entorno. Por ejemplo un objeto sólido modifica constantemente sus dimensiones como resultado de la temperatura. Unas mutaciones que no la cambian de categoría salvo que se produzca un desequilibrio extraordinario con ese entorno – por ejemplo, un incendio que la destruye -. Estos cambios en los sólidos no nos han preocupado durante siglos, pero la precisión de los artefactos modernos requiere de una finura que obliga a sutilezas que sólo el conocimiento estadístico del fenómeno permite. Sin embargo, algo, aunque el ser humano no quiere la incertidumbre para su vida, gusta de sentir su vértigo en los juegos de azar. Juegos en los que, precisamente, la repetición crea el peor de los sesgos: la ludopatía, la necesidad de seguir experimentado el vórtice de la incertidumbre.

Hoy en día la estadística ha cobrado un enorme interés para la generación de modelos predictivos gracias a la computación. Su reinado es el reconocimiento de la incertidumbre asociada a todo lo real incluida nuestra mente y sus divagaciones. La estadística nos ha enseñado cómo medir la probabilidad de que un suceso ocurra, lo que permite, entre cosas que dos trenes se crucen sin colisionar y sin separar sus costados dos metros. La potencia de computación es tan alta que se pueden encontrar verdaderas (y falsas) correlaciones entre casi todo. Pero una vez establecidas con muestras grandes es muy improbable que el fenómeno en el que estemos interesados nos sorprenda si se mantienen las condiciones presentes cuando se hizo la predicción. Un seguridad en nuestras acciones que tiene que estar condicionada a la certeza de que no sólo el cambio sigue su curso bajo las leyes físicas, sino que hasta es posible que estas mismas leyes cambien paulatinamente.

El Sistema 2 es capaz de dudar porque es capaz de representarse varias opciones al tiempo. Los resultados de hechos que tienen origen en muestreos aleatorios son contraintuitivos. Así, nos parece más probable la secuencia CXXCCXCX (1) de cara (C) y cruz (X) que la secuencia CCCCXXXX (2) cuando no es cierto si X y C se reparte al 50 % la probabilidad de salir. Nuestra tendencia cuando vemos una secuencia de fenómenos com (2) pensamos que no es aleatoria. Pero si hemos de escoger entre la aleatoriedad y la causalidad ante una determinada serie de acontecimientos, pensaremos en la mayoría de los casos que hay una causa tan contundente con lo es el martillazo que aplasta un huevo. Por esos tenemos que concluir que las explicaciones causales de fenómenos aleatorios son irremediablemente falsas.

Ancla

El ancla es una cifra que condiciona cualquier negociación o decisión que tomemos posteriormente. Si al querer comprar una casa dejamos que el vendedor diga una cifra, todo lo que ocurra después estará condicionado por ella. Si se compra por menos será un victoria y si no se baja una derrota. El efecto ancla se produce por que el Sistema 2 lleva a cabo una operación deliberada de ajuste cargado de incertidumbre unida a la influencia del priming (ver más arriba) en el Sistema 1. El ajuste es cuidadoso aunque no se tenga herramientas o datos precisos, pero la sugestión (priming) que sufre el Sistema 1, que quiere que un relato coherente, con la cifra ya dada explica el efecto ancla. Así, ante la pregunta sobre si Gandhi murió con más o menos de 140 años crea la imagen de una persona muy mayor que influye sobre el ajuste cuantitativo que hace el Sistema 1. Conclusión en las negociaciones: mover ficha el primero da ventaja. La conjunción del priming y el anclaje es una mala noticia para la autonomía de la decisiones porque son influencias no advertidas.

Disponibilidad

En nuestras deliberaciones estamos más predispuesto a utilizar como material de prueba de lo cierto de nuestras creencias aquello que con más facilidad acude a nuestra memoria: casos escandalosos, crímenes horrendos, nuestra aportación a la armonía matrimonial, etc. En un experimento llevado a cabo por Norbert Schwarz comprobó que a la hora de emitir un juicio sobre sí mismos influía más la facilidad con la que llegaban a la memoria ejemplos de eficacia, que el número de casos en los que esa eficacia se había puesto de manifiesto.

Así, dice Kahneman: «El mundo que imaginamos no es una réplica precisa de la realidad; nuestras expectativas sobre la frecuencia de los acontecimientos están distorsionadas por la prevalencia y la intensidad emocional de los mensajes que nos llegan». (pág. 186). Aquí está presente también la heurística de los afectos en la que las emociones tienen una gran relevancia. Así se emplea la táctica de sustitución de una pregunta complicada (¿Qué pienso?) por otra más fácil (¿Qué siento?). Paradójicamente, la personas que por daños cerebrales no experimentan emociones, toman muy buenas decisiones. Por eso a una tecnología que no nos gusta le serán atribuidos muchos más inconveniente que ventajas en su uso. Como dice Jonathan Haidt: «el ramo emocional mueve al perro racional» (pág. 187)

Slovic, a este respecto, opina que «el público tiene un concepto más rico (emotivo) de los riesgos que los expertos. Por eso se opone resueltamente a la idea de que los expertos deben mandar y sus opiniones ha de aceptarse sin objeción cuando están en conflicto con las opiniones y deseos de otros ciudadanos«. (pág. 188)

«El riesgo no existe ‘ahí fuera’ independientemente de nuestras mentes y nuestra cultura, esperando que alguien lo mida«. (pág. 189)

Es una gran verdad porque el riesgo se define como el producto de la probabilidad de que algo suceda multiplicada por la importancia que le atribuímos a las consecuencias de ese algo. Por eso una ala evaluación de riesgos en las políticas públicas puede ser muy pernicioso para la población.

Dice Kahneman que: «Legisladores y reguladores pueden ser en gran medida responsables de las inquietudes irracionales de los ciudadanos, debido tanto a sus susceptibilidades políticas como a que también ellos son propensos a los mismo sesgos cognitivos que los demás ciudadanos». (pág. 190). Es especialmente peligroso que el sesgo de disponibilidad esté activo y «… la importancia de una idea (sea) a menudo juzgada por la fluidez (y la carga emocional) con que acude a la mente«.

Por eso un flujo continuo de noticias preocupante (cascada de disponibilidad) crea con facilidad un estado de alarma no siempre justificado. En gran medida se debe este fenómeno al «olvido de la probabilidad», pues, a partir de la definición de riesgo dada más arriba, es evidente que por peligroso que sea un contagio, el riesgo se acerca a cero si uno está en otro país. Se puede decir que los grandes beneficiarios de la cascada de disponibilidad hoy en día son los terrorista, que con poco atentados con un número relativamente muy bajo de víctimas producen efectos psicológicos que afecta a países enteros. Los periodistas son vehículos de estos efectos atrapados en su necesidad de dar noticias al coste que sea.

Representatividad

Este sesgo consiste en que los estereotipos se imponen a las dudas sobre la veracidad de lo que se juzga porque se olvida de la Tasa Base. La tasa base es la incidencia, la proporción conocida de los rasgos de aquello sobre lo que se va a emitir un juicio en el conjunto. Así si el 15 % de los alumnos están matriculados en informática y el 40 % en económicas, una pregunta sobre la probabilidad de que un determinado alumno esté matriculado en una u otra carrera puede ser respondida razonablemente (la tasa base) o por el aspecto o biografía del alumno. Es decir en vez de responder por la tasa base (es más probable que esté en humanidades porque hay más alumnos), se responde por una vaga sensación de que alumno con una palestina al cuello y una barba cerrada esté interesado en la informática (cosa de frikis) antes que en económicas (cosa de pijos liberales). Es decir el sesgo de representatividad equivale a dejarse llevar por las apariencias, olvidando el dato objetivo de la estadística. La heurística de la representatividad tiene su base en que ciertos estereotipos representan bien la situación. Pero puede llevar a errores importantes cuando la tasas base es baja, es decir, cuando se trata de fenómenos improbables. Así si vemos en el parque a alguien leyendo El País qué pensaremos: ¿que es una persona sin estudios universitarios o que es un doctor universitario?. Pues, lo sensato es pensar que es una persona sin estudios universitarios que son muchos más abundantes que los doctores. Sin embargo hay un sesgo de representatividad o de apariencia que nos hace creer que debe ser el más formado entre las opciones que se nos presentan.Kahneman nos dice que «A menos que decida rechazar de inmediato la evidencia (por ejemplo, pensando que la ha recibido de un embustero), su Sistema 1 automáticamente procesará la información disponible como si fuera verdadera. Hay algo que puede hacer cuando tenga dudas sobre la calidad de la evidencia: haga que sus juicios de probabilidad estén cerca de la tasa base«. (pág. 204)

La forma más rigurosa de resolver la cuestión es con la probabilidad bayesiana que se impone a toda intuición. Siempre que tengamos una probabilidad repartida entre opciones y se dé un hecho que tiene una cierta probabilidad de ser cierto, la probabilidad de que ese hecho tenga su causa en una de las opciones no es posible resolverlo a base de intuición y memoria a corto plazo sin un gran entrenamiento y un calculadora a mano. Como Kahneman no entra en detalles ponemos ejemplos conocidos:

En una ciudad hay un 85 % de taxis verdes y un 15 % de taxis verdes. Si ocurriera un accidente y el taxi huyera sin que nadie lo viera, la probabilidad de que el taxi fuera verde sería su tasa base (85 %) y que fuera azul sería, igualmente, su tasa base (85 %). Pero un testigo afirma que el taxi involucrado es azul. Si el testigo fuera completamente fiable, como lo sería una grabación, la probabilidad de que el taxi fuera azul sería del 100 %. Pero, la fiabilidad del testigo comprobada en experimentos en circunstancias de luz distancia parecidas a las día del accidente mostraron que era fiable en un 80 % de los casos. Es decir que antes 100 taxis azules señaló 80 como azules y 20 como verdes y ante cien coches verdes señaló 80 como verdes y 20 como azules. ¿Cuál sería la probabilidad de que el testigo estuviera en lo cierto y el taxi involucrado fuera azul? Una respuesta habitual es la tasa base: 15 %. Se olvida así el testimonio del testigo y su fiabilidad. Es decir que la probabilidad de que el taxi fuera azul sólo coincidiría con la proporción de taxis azules, si no hubiera testigo.

Hecha esta objeción podría haber una respuesta más elaborada multiplicando la proporción de taxis azules por su tasa de acierto: así, 0,15 x 0,80 = 0,12 (12 %), que representa la «verdadera» proporción de taxis azules a «los ojos» del testigo. Del mismo modo, hay que comprobar cuántos taxis verdes le parecen azules al testigo. Dado que su tasa de error es del 20 %, será 0,85 x 0,20 = 0,17 (17 %). . De modo que nos encontramos con un 12 % de taxis azules que le parecen azules al testigo y un 17 % de taxis verdes que también le parecen azules al testigo. En total un 29 %. Por tanto ¿qué proporción hay de taxis azules de verdad que le parecen azules al testigo y lo son respecto del total de taxis que le parecen azules al testigo, lo sean o no?. Pues 0,12/(0,12+0,17) = 0,41 (41 %). Complementariamente la proporción de taxis que siendo verdes le parecieron azules es de 0,17/(0,12+0,17) = 0,59 (59 %). Como se ve, una vez que aparece el testigo, la probabilidad es muy distinta de la tasa base. Lo que pone de manifiesto la importancia de este tipo de razonamiento estadístico propuesto por el inglés Thomas Bayes en 1760. Este clérigo se preguntó por la probabilidad de una causa, una vez conocido su efecto (nada menos). Quizá su propuesta quede más clara con las clásicas bolas blancas y rojas. Veamos:

Tenemos tres urnas transparentes con bolas blancas y rojas unidas por un tubo que desemboca en un recipiente. Las proporciones de bolas en cada una es de 60 %, 30 % y 10 %. A su vez en la primera urna hay un 10 % de bolas rojas, en la segunda un 30 % y en la tercera un 40 %. Si cerramos lo ojos y abrimos la compuerta resulta que nos encontraremos una bola roja en el recipiente. ¿Qué probabilidad hay de que la bola provenga de una u otra urnas?

Al multiplicar la proporción de bolas totales por urna por la proporción de bolas rojas de cada una, obtenemos la proporción de bolas rojas de cada urna respecto del total de bolas rojas de las tres urnas. Es decir: 0,60 x 0,10 = 0,06 (6 %), 0,30 x 0,30 = 0,09 (9 %) y 0,10 x 0,40 = 0,04 (4 %). Luego, en ese conjunto más reducido en el que sólo hay bolas rojas, las probabilidades respectivas serán: 0,069/(0,06+0,09+0,04)= 0,06/0,19 = 0,32 (32 %); 0,09/0,19 = 0,47 (47 %) y finalmente 0,04/0,19 = 0,21 (21 %) que, obviamente suman 100 %.

Como se ve conocido el efecto: el testimonio de un testigo o que en el recipiente haya una bola roja, se puede conocer la probabilidad de la causa: que el coche sea azul o verde y que la bola provenga de esta o aquella urna. Si este ejemplo parece más artificial, piénsese en un producto defectuoso y la importancia de conocer la fábrica o el almacén de procedencia. En todo caso queda suficientemente claro que, ni siquiera con ejemplos, todo el mundo va a estar cómodo con los razonamiento probabilísticos, que son cosa del Sistema 2.

Nuestro Sistema 1 naufraga con las probabilidades. Si no, cómo se explica que sabiendo que, una tal Linda le preocupan los problemas de discriminación, a la pregunta acerca de a qué grupo de empleadas podría pertenecer Linda:

«Linda es cajera de un banco» y «Linda es cajera de banco y feminista» se responda que ésto último.

Un experimento repetido con alumnos de las mejores universidades e, incluso, con científicos pone de manifiesto la lucha de nuestra intuición que se deja llevar por el perfil de Linda y sus preocupaciones por la discriminación y no considera que las feministas son también cajeras y por tanto es más probable que Linda pertenezca al grupo de la cajeras que al grupo de las cajeras feministas que, evidentemente, es un subgrupo de las primeras. Kahneman le llama a este sesgo la Falacia de la conjunción. Entendiendo conjunción en el sentido estricto la intersección de dos conjuntos.

Otra prueba semejante es elegir qué secuencia es más probable que resulte en tiradas sucesivas de un dado que tiene cuatro caras verdes (V) y dos caras rojas (R):

RVRRR ó VRVRRR.

La mayoría de los consultados responde que la segunda es más probable porque su estructura tiene un aire más aleatorio. Sin embargo la segunda es la primer más una V al principio. Luego tiene que ser más improbable que la primera, dado que el número de combinaciones de seis elemento es mayor que el de cinco.

El interés de la falacia de conjunción es que pone de manifiesto la incapacidad de nuestros Sistema 1 y, aún del Sistema 2 de muchos, para comprender y aplicar aún la más sencilla definición de probabilidad como «nº de casos favorables / nº de casos posibles«, lo que nos lleva a dar respuesta alejadas de la realidad y tomar decisiones equivocadas basadas en esas respuestas. El Sistema 1 puede tratar con historias en las que los elementos están causalmente relacionados, pero es débil en el razonamiento estadístico. Veamos:

Kahneman razona que en el caso de los taxis como en el de las bolas el que trata de resolver el problema de la probabilidad concreta tiene dificultades, pero nada lo condiciona emocionalmente para echarle la culpa a un tipo u otro de taxi. Sin embargo si a la información dada se le sumara que los taxis verdes están involucrados en el 85 % de los accidentes, nuestro juicio inicial sería muy diferente. El estereotipo de que los taxistas verdes son peligrosos se impone. La causa se impone a la estadística. Kahneman nos advierte:

«Algunos estereotipos son perniciosamente falsos, y la construcción hostil de estereotipos puede tener consecuencias atroces, pero los hechos psicológicos no pueden evitarse: los estereotipos, verdaderos o falsos, son nuestra manera de pensar en categorías«. (pág. 223).

Los estereotipos son generalizaciones que nos ayudan a tener respuestas rápidas. También lo son los conceptos que no ayudan a «huir de lo que parece un león». Creo que la traducción que nuestro cerebro hace de los datos físicos que le llegan de nuestros sentidos, transformando ondas electromagnéticas y mecánicas en los ojos y oídos, reacciones químicas en la lengua y la nariz, así como presiones de partículas sobre nuestra piel en sensaciones de color, sonido, gusto, olor y frío o calor, además de las de placer y dolor, son resúmenes útiles, bellos y placenteros que nos permite habitar el mundo de forma razonablemente cómoda y segura. Sin embargo todos estos resúmenes nos separan de la realidad interponiendo otra realidad más práctica, pero menos rigurosa.

Finalmente Kahneman termina esta parte de su libro diciéndonos que:

«La norma social contra los estereotipos, incluida la oposición a las tipificaciones, ha sido sumamente beneficiosa para la creación de una sociedad más civilizada e igualitaria. Pero es útil recordar que el rechazo de los estereotipos válidos inevitablemente produce juicios subóptimos. La resistencia al estereotipo es una posición moral loable, pero la idea simplista de que esta resistencia no tiene coste alguno es errónea. Vale la pena pagar sus costes si el fin es lograr una sociedad mejor, pero negar que esos costes existan en beneficio de la satisfacción moral y de los políticamente correcto no es científicamente defendible. La confianza en la heurística del afecto (emociones) es común en los argumentos que tienen una carga política. Las posiciones que favorecemos no tienen coste alguno, y aquellas a las que nos oponemos no producen ningún beneficio. Deberíamos corregir esto» (pág. 224).

Una deprimente conclusión de Kahneman es que, aunque se advierta de los sesgos psicológicos que podemos sufrir, no corregimos nuestra conducta. Así se constata al comprobar que nos sentimos exonerados de responsabilidad de ayuda si sabemos que hay otros que también están al corriente del caso. Hay un caso paradigmático de una mujer que murió en el patio de un edificio porque cada vecino pensó que sería otro el que se ocuparía de avisar a los servicios sanitarios. Por eso concluye que «cambiar nuestras ideas sobre la naturaleza humana es difícil, y cambiar a peor las ideas sobre uno mismo todavía lo es más» (pág. 227).

Regresión a la media

Kahneman está muy orgulloso de su reacción ante un reproche que recibió de un instructor de vuelo al oirle decir que los elogios al hacer correctamente las maniobras era mejor que los reproches al hacerlo mal. El instructor le dijo que a él si le funcionaban las broncas, pues cuando la echaba, el cadete mejoraba su desempeño. Kahneman le respondió que el cadete hubiera mejorado igualmente sin la bronca, porque ante un fenómeno aleatorio, un resultado extremo (hacerlo muy bien o muy mal) es seguido de un cambio en el sentido opuesto. La razón es la llamada por su descubridor Francis Galton (1822-1911) Regresión a la media. En efecto, dado un proceso aleatorio, con su media y su dispersión. como son los resultados de la acción de una persona o la resistencia de un hormigón, cada vez que obtenemos u observamos un valor al azar, éste será probablemente seguido de un resultado de signo contrario, que es la única forma de que la media del proceso se mantenga. Como el monitor no le creyó improvisó un juego pintando un blanco en el suelo y pidiéndole a los alumnos que lanzaran monedas al blanco. Pronto se vió que la secuencia de cada uno se parecía a su desempeño en el aire, en el sentido de que resultados buenos o malos (cercanos al blanco) eran seguidos de resultados de signo contrario. El monitor había indebidamente confundido las fluctuaciones de un proceso aleatorio con el supuesto efecto de sus broncas. Las fluctuaciones aleatorias tiene explicación, pero no causa. Nuestra pretensión de que algún fenómeno concomitante sea la causa es un espejismo supersticioso. Al fin y al cabo, superstición es atribuir a un fenómeno ser la causa de otro con el que no tiene nada que ver. Por ejemplo, creer que tirar un salero en la mesa explique que al día siguiente te despidan. Por eso, en general, si no entendemos cómo funciona un fenómeno aleatorio buscaremos causas en el premio, el castigo, el talento o la estupidez, el dinero o su ausencia, etc… Para no caer en este sesgo hay que comprobar, antes que nada, si el fenómeno sobre el que queremos tener control es verdaderamente aleatorio. También hay que saber que, si el fenómeno es aleatorio, se debe a los cambios, pequeños o grandes, que se producen en sus características respecto de su formulación original, natural o diseñada. Por eso para controlarlo, la primera operación a llevar a cabo es la de reducir sus oscilaciones. Y la segunda es tratar de modificar la formulación original para que, con sus oscilaciones residuales, produzca un resultado más favorable para nuestros intereses. Un ejemplo tópico es una máquina que produce algo de calidad 1 con variaciones entre 0,7y 1,3. Si podemos ajustar la máquina para que produzca entre 0,9 y 1,1 aumenta el número de ejemplares mejores. Es el caso de los métodos aprendizaje. Después se puede mejorar a calidad 2 mejorando la materia prima. Que en el caso del aprendizaje sería seleccionar a los alumnos para sólo accedan a los estudios a partir de una determinada nota.

Kahneman considera que: «Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia» (pág. 264). Lo que quiere decir, indirectamente, que el sentido del mundo es el conocimiento de causas. De hecho nos gustaría saber qué número va a salir en un dado que lanzamos sobre la mesa, pero no está a nuestro alcance conocer toda la cadena de sucesos que lo produce, por lo que es más interesante conocer cómo afrontar la aleatoriedad. Es decir, poner a nuestro favor esa ignorancia. Eso lo hacemos encapsulando las oscilaciones en un pasillo que llamamos Nivel de Confianza y actuamos con el paquete como si fuera un fenómeno determinista. Como hacemos con una rueda hinchada a pesar que en su interior los átomos de aire estén en un baile infinito. Del mismo modo caracterizamos a una persona una vez que determinamos entre qué posiciones oscila su humor.

La ilusión de entender

Dice Kahneman agudamente: «La maquinaria del Sistema 1, que a todo da sentido, nos hace ver el mundo más ordenado, predecible y coherente de lo que realmente es. La ilusión de que uno ha entendido el pasado alimenta la ilusión de que puede predecir y controlar el futuro. Estas ilusiones son reconfortantes. Reducen la ansiedad que experimentaríamos si reconociéramos francamente las incertidumbres de la existencia» (pág. 268).

Este punto de vista, junto con el efecto de los fenómenos aleatorios, pone en entredicho la intervención «milagrosa» de políticos y altos directivos de empresas, cuando se atribuyen éxitos que tienen origen en la aleatoriedad de los procesos de que son responsables. Para medir esta causalidad real o aparente, se utiliza el llamado Coeficiente de Correlación, que da una cifra entre 0 (ninguna influencia de las decisiones) y 1 (influencia decisiva) midiendo el grado de variación conjunta de las decisiones y los resultados. Si la prosperidad de las empresas no dependiera de las decisiones del director, el coeficiente alcanza un valor de 0,5 y en el 50 % (cara o cruz) de los casos el más incapaz podría estar dirigiendo la empresa próspera. Si el coeficiente es de 0,3 cabe esperar que aproximadamente en el 60 % de los casos la empresa más prósperas estará dirigida por el gerentes más competente.

Concluye Kahneman que «… las historias de éxitos y fracasos exageran sistemáticamente la repercusión del estilo en la dirección y de las prácticas de gestión en los resultados, por lo que su mensaje raramente resulta útil» (pág. 270).

Dice que el efecto halo hace pensar que el fracaso se debe a que el director es rígido (lo que no es descartable), aunque, en realidad es que nos parece rígido porque la empresa ha fracasado. Y concluye que la comparación entre empresas que han tenido éxito, es la comparación entre empresas que han tenido suerte. Aunque se esté seguro de que el director es competente, no es posible predecir el comportamiento de la empresa de forma más certera que tirando una moneda al aire. La consecuencia es que las diferencias entre empresas del mismo nivel tienden a reducirse por la ya conocida regresión a la media.

Falacia de la evidencia

Kahneman da un lección de humildad cuando cuenta su experiencia tratando de pronosticar en el ejército el comportamiento en combate a partir de experimentos artificiales en retaguardia. Metódico y cuidadoso en esa labor adquirió una gran seguridad en sus diagnósticos hasta que el feedback que le llegaba del frente, tiró por tierra su seguridad, la evidencia en la que estaba instalado. Tras toda su carrera como psicólogo concluye que no podemos predecir nada que merezca la pena en psicología, economía o política. «La confianza es un sentimiento que refleja la coherencia de la información y la facilidad cognitiva de su procesamiento» (pág 278).

Es un tópico de la economía que «… el precio de las acciones incorpora todo el conocimiento disponible acerca del valor de la compañía y las mejores predicciones acerca del futuro de las acciones» (pág 278). Sin embargo las oscilaciones de los precios se basan en creencias, si todos lo operadores estuvieran seguro de tal cosa, nadie haría movimientos bruscos, pues «… los precios perfectos no dejan margen a la sagacidad«. Un estudio de Terry Odean sobre 10.000 cuentas de inversores puso esto de manifiesto. Los resultados de las acciones que habían comprado o vendido los inversores contradecían cualquier pretensión de que habían sido una buena decisión. En general eran mejores los resultados de los inversores más estables y peores los que operaban en plazos cortos (Warren Buffett dice lo mismo). Irónicamente Kahneman dice que «Aunque los inversores profesionales son capaces de sacar a los aficionados una cantidad considerable de dinero, pocos inversionistas, si hay alguno, poseen la aptitud requerida para ganarle al mercado año tras año de manera sistemática» (pág, 280). Cuando se gestionan acciones, piensa que las firmas recompensan la suerte como si fuera una aptitud.

¿Qué hay detrás de esta confianza infundada? Kahneman cree que las ilusiones cognitivas son más tenaces que las ilusiones ópticas. La facilidad con la que explicamos el pasado nos hace creer que podemos predecir el futuro. Los grandes acontecimientos históricos vienen determinados por la suerte, pero esta idea nos resulta espantosa. Las terribles consecuencias de los gobiernos de Hitler, Stalin y Mao ¿las atribuimos a la mala suerte de la humanidad en el momento del sorteo biológico de la concepción o de no haber existido había una legión de otros iguales esperando a cometer las mismas atrocidades?. Sea como sea fracasamos en todos los intentos de perfilar el futuro. El estudio de Philip Tetlock sobre 284 personas columnistas profesionales sobre asuntos complejos mostró que sus errores fueron mayores que si hubieran asignado iguales probabilidades a cada uno de los resultados y tirado un dado. Tetlock no vió más acierto en los columnistas que en lectores atentos de un periódico como el The New York Times. Cuando se les hizo notar los resultados tendían a la excusa o a la atribución a acontecimientos fortuitos su error. Utilizando la terminología de Isaiah Berlin de erizos y zorros, atribuye a los primeros una actitud que pretende teorizar sobre el mundo y establecer criterios seguros sobre su porvenir. A los segundos les atribuye una actitud de reconocimiento de la complejidad y de la importancia de impredecibles interacciones entre muchas agentes y fuerzas que hace imprevisible los resultados. Aunque también cometían errores, los zorros tuvieron mejores resultados que los erizos. Aquí, a la sombra de nuestras incertidumbres no reconocidas actúan mecanismos como el priming, la coherencia, o el ancla para determinar nuestras conclusiones.

La tendencia actual es a la sustitución de opinadores artificiosamente complejos por algoritmos que combinan de forma empíricamente comprobada los factores que interviene en el proceso que se quiere anticipar. Los prestamistas e inversores empiezan ya a usarlos para determinar la bondad de un negocio. Nosotros influidos por la brisa damos respuestas diferentes a los mismos datos. Las fórmulas (algoritmos) siempre responden igual. Por mi cuenta digo que en este paso al frente de las fórmula está la razón del hundimiento general de las clases medias (doctores, ingenieros, arquitectos), que eran los detentadores del conocimiento experto. Se está comprobando recientemente que, aunque la regresión múltiple que parte de datos empíricos proporcionan fórmulas potentes para la predicción, también funciona y, a veces, mejor, construyendo fórmulas con parámetros predictores a los que, tras unos ajustes, se le asigna la misma significación. Lo que tiene la ventaja de no verse afectados por las oscilaciones de los muestreos. Robyn Dawe, entre veras y risas dice que la fórmula: «veces que se hace el amor menos frecuencia de las peleas» es un predictor potente de la estabilidad marital. Las máquina no tienen nuestra simpatía, pero están empezando a sustituir nuestras decisiones a pesar de que, como opinan los psicólogos clínicos que califican el método estadístico de:

«mecánico, atomístico, aditivo, corto, árido, artificial, irreal, arbitrario, incompleto, muerto, pedantesco, fragmentario, trivial, forzado, estático, superficial, rígido, estéril, académico, pseudocientífico y ciego«, frente al método clínico que lo consideran:

«dinámico, global, valioso, holístico, sutil, empático, configurativo, modélico, organizado, rico, profundo, auténtico, sensible, refinado, real, vivo, concreto, natural, fiel al vida y comprensivo» (pág. 299)

Falacia de la planificación

Se basa en el optimismo de los planificadores que sumergidos en datos y a la búsqueda de la coherencia no pueden ver con claridad, lo que todo el que realiza feedback comprueba: el plazo de dobla y el coste se cuadriplica, además de que los cambios sobrevenidos desvían el objetivo. Es el fracaso de la racionalidad o, por lo menos, de la evaluación a priori de toda la complejidad. De vez en cuando tenemos noticias, de hasta qué punto todo pudo acabar en desastre. Naturalmente, es peor si no se planifica. Imaginen el viaje a la Luna. Kahneman propone una visión externa antes de darle el visto bueno a un proyecto complejo.

Econos y humanos

El economista Richard Thaler acuñó la expresión econos y humanos para referirse al homo economicus de la ciencia lúgubre (la economía) frente al ser real. Los psicólogos leyendo a los economistas dicen tener la sensación de estar estudiando individuos de una especie distintas. Gustav Fechner (1801-1887) le interesó la relación entre la mente y la materia. Estaba interesado en establecer las leyes que regulan la relación entre los cambios físicos como luz, sonido o dinero y los cambios en las sensaciones del color, el tono o el valor. Aventuró que esta relación era logarítmica. Cien años antes, Daniel Bernoulli anticipó en 1738 esta relación estudiando cómo influía la cantidad de dinero en la experiencia psicológica del valor, que llamó utilidad. Las respuesta psicológica a una modificación en los ingresos es inversamente proporcional a los ingresos iniciales, lo que implica que la utilidad es una función logarítmica. Bernoulli descubrió que el que tiene menos pagará con gusto un recargo para transferir el riesgo al que tiene más, que en eso consisten los seguros.

Pero Kahneman le reprocha a la teoría de la utilidad de Bernoulli el no tener en cuenta que la utilidad no depende sólo de los cambios dinerarios, sino que hay que tener en cuenta los valores de los que se parte para evaluar los cambios. No es lo mismo tener cinco millones si se viene de poseer uno que tener los mismos cinco millones viniendo de nueve. Tampoco es igual la propina que se deja después de tomar un café, que cuando se hace uno cargo el día de su cumpleaños de la factura de un restaurante con diez amigos. Por eso se buscó un teoría que tuviera en consideración los distintos marcos en los que los seres humanos toman decisiones. Una cuestión capital es que los humanos sólo buscan el riesgo en cuestiones fundamentales cuando todas sus son opciones malas. La teoría que abrazaba todas la alternativas la desarrolló con su socio Amos Tversky y la llamaron Teoría de las perspectivas. Una teoría que desmonta la pretensión de que los consumidores son seres racionales que actúan exclusivamente de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, salvo que se admita que la ley de la oferta y la demanda es resultado de decisiones llegadas del profundo laboratorio en el que se elaboran nuestros deseos. Así, del mismo modo que una luz tenue es percibida como suficiente en una habitación oscura, pero pasa desapercibida en una bien iluminada, no percibimos igual la diferencia entre 900 y 1000 euros que entre 100 y 200 euros.

Aversión a la pérdida

Súmese a esto la aversión a la pérdida que todos padecemos. Podemos renunciar a adquirir, pero sufrimos con la pérdida. Biológicamente, los organismo que reaccionan rápido a las amenazas tienen más probabilidades de sobrevivir. La aversión a la pérdida se reparte irregularmente. No todos la experimentan con la misma intensidad, del avaro al pródigo que, por cierto, ambos tienen un lugar en el infierno de Dante. Conocí a un gerente que prefería pagar (estamos en los años setenta) 1000 pesetas en un talón que 800 en metálico (le dolía demasiado ceder los billetes). Se puede medir la propia aversión a la pérdida estableciendo qué cantidad necesitaríamos ganar en el lanzamiento de una moneda, conocida la cantidad que perderíamos.

La expresión gráfica de la aversión a la pérdida se presenta en figura del libro Kahneman:

Como se ve cuando la ganancia se convierte en pérdida aumenta bruscamente la pendiente de la curva de valor (utilidad). Es decir, cantidades más pequeñas producen un impacto psicológico mayor, que las mismas cantidades cuando son ganancias. En los juegos con ganancias y pérdidas, la aversión descrita produce elecciones que huyen del riesgo. Complementariamente cuando un pérdida segura es comparada con una pérdida mayor que es meramente probable, se escoge el riesgo.

Efecto de Dotación

«La magia del mercado no actúa en el caso de un bien cuyos propietarios esperaban usar» (pág. 385). Es difícil que alguien venda el tiempo libre que pueda pagarse, por ejemplo. Para un comerciante los costes son parte del proceso del que esperan beneficio. Para el pobre, sin embargo, los costes son pérdidas. Aunque conocemos comerciantes disfuncionales, para los que los costes son pérdidas y ponen en peligro su empresa quitándole a sus empleados, de una forma u otra, lo que es suyo.

Efecto de posibilidad y de certeza

Tradicionalmente la expectativa ante un juego de azar era el valor medio de los resultados medidos por sus probabilidades. Bernoulli lo traducía al valor psicológico de sus resultados en forma de utilidad, que era evaluada por la probabilidad expresada en su tabla calculada con su función logarítmica de utilidad (satisfacción):

No es lo mismo pasar de no esperar nada a tener un 5 % de probabilidades de ganar un millón. La mera posibilidad invita a comprar billetes de lotería para adquirir el derecho a la posibilidad a pesar de lo escaso de la probabilidad de que acabe siendo premiado. Un aspecto de la utilidad que la tabla de Bernoulli no prevé. Sin embargo, el tránsito de un 60 a un 65 % de probabilidades de ganar la misma cantidad no es valorado igual . También es muy apreciado pasar de la mera posibilidad a la certeza, lo que ocurre cuando la probabilidad de ganar una determinada cantidad se sitúa entre el 95 y el 100 %, pero la alternativa es una cantidad menor, pero en mano. Como se ve, el efecto certeza hace que se desprecie una alta probabilidad ante la seguridad de una adquisición de menor cuantía. Esto explica los acuerdos en los pleitos cuando la cantidad ofrecida un demandado supera el umbral de certeza del demandante ante una pequeña probabilidad de perderlo todo. De nuevo emerge aquí, la aversión a la pérdida. En definitiva, contradiciendo a la teoría de la utilidad de Bernoulli, tendemos a sobreestimar riesgos pequeños (buscando la certeza) y a despreciar altas probabilidad de no alcanzar una meta (sólo por tener la posibilidad). Lo que implica que los valores decisorios (utilidad) se alejan de las probabilidades más allá de la imposibilidad (0 %) y más acá de la certeza absoluta (100 %).

Los fenómenos raros con probabilidades estimadas por debajo del 1 % son aparcados en nuestra mente como fenómenos imposibles. Pero en cuanto la probabilidad se perciben sus riesgos o beneficios son sobreestimados (epidemias o loterías). La preocupación o la ilusión sólo desaparecen si la probabilidad se reduce a cero.

Teorías de las Perspectivas

Tratando de reunir las derivadas de la teoría de Bernoulli y las propias reflexiones, Kahneman y Tversky propusieron la Teoría de las Perspectivas, cuyas implicaciones se resumen es esta tabla:

Esta tabla resume el comportamiento probable de un humano (no de un econo) ante las ganancias y las pérdidas cuando no se piensa en las consecuencias a largo plazo. Esta teoría no incorpora la desilusión y tampoco el arrepentimiento. Esta teoría se ha aceptado, no porque sea «verdadera», sin porque aporta, respecto de la teoría de la utilidad de Bernoulli aspectos como el punto de referencia y la aversión al riesgo, que le da más valor a las pérdidas que a las ganancias.

«En el cerebro de los humanos y de otros animales hay un mecanismo diseñado para dar prioridad a los eventos malos. Reduciendo a unas pocas milésimas de segundo el tiempo necesario para detectar la presencia de un predador, este circuito mejora la probabilidades de que el animal viva el tiempo suficiente para reproducirse» (pág. 392)

«la sensibilidad a los peligros se extiende al procesamiento de formulaciones de opiniones con las que estamos en radical desacuerdo» (pág. 393). Ante una idea, nuestro cerebro tarda menos de un cuarto de segundo en considerarla una «amenaza» o no. Paul Rozin comenta que una sola cucaracha arruina un cesto de cerezas, pero una cereza no arregla un cesto de cucarachas. La aversión a l pérdida, es una de las formas del predominio de lo negativo. De esta forma se defiende el Statu Quo, lo que favorece el espíritu conservador, tanto de individuos, como de instituciones. Hace las veces de una fuerza gravitatoria. En opinión de Kahneman, si las personas sufren más por las pérdidas que por las ganancias no conseguidas, aquellas deberían estar más protegidas en el derecho.

Las vivencias adheridas

El valor decisorio también se ve afectado por las emociones distorsionando su relación con las probabilidades. Es el caso de resultados muy atractivos (afectivos) o rechazables (dolor). Es decir, si nos representamos el resultado de la decisión y está condicionado emocionalmente, el papel de las probabilidades de que tales resultados se den, se reduce.

Olvido del denominador

La presencia de una imagen vívida produce el efecto de que olvidemos el denominador de la fracción esencial de una probabilidad: casos favorables / casos posibles. Así, en un experimento en el que se ofrecía un juego con premio sacando un bola roja, o de un tarro transparente con 10 bolas blancas y una roja, o bien de otra tarro con 100 bolas blancas y 8 rojas, un 40 % de los participantes escogieron el segundo tarro. Es evidente que, en el primero, la probabilidad es 1/10 y en el segundo 8/100, que es un 20 % inferior. Por eso se considera generalmente más peligrosa una enfermedad que mata 1.243 personas de cada 10.000 a otra que mate al 24,86 % de la población. La imagen vívida de la muerte de la primera información produce el olvido del denominador que pondría de manifiesto que en el primer caso la mortalidad es del 12,43 %, justo la mitad.

Contabilidad mental

Kahneman considera que con la excepción del muy pobre, el rico que busca riqueza extra, el dinero representa el modo de medir el éxito y la autoestima. El ser humano lleva en su mente una cuenta de su progreso o deterioro material: nos negamos a reducir pérdidas si implica reconocer el fracaso; las emociones condicionan nuestra acciones, especialmente cuando actuamos en nombre de otros. Continuamente estamos tratando de controlar nuestras vidas, tratando de no incurrir en gastos comprometedores sin renunciar a los placeres a nuestro alcance. Así no es lo mismo renunciar a un partido para el que ya hemos pagado la entrada por el riesgo de nevada, que si la entrada nos la han regalado. Las cuentas mentales que nos hacemos sobre el disfrute esperado no están considerados en la teoría económica estándar. El econo no renunciaria si ya tiene la entrada (pagada o regalada), el ser humano se lo piensa.

Las emociones que actúan en nuestras cuentas mentales nos llevan a caer en falacia de los costes irrecuperables. Es muy habitual insistir en invertir (dinero o tiempo) en proyectos que se anuncian como fracasados porque no se quiere renunciar a lo avanzado. Tampoco queremos sufrir el acoso del arrepentimiento, que es una emoción muy desagradable. Tanto más desagradable cuanto más fácilmente podamos representarnos haber tomado otra decisión más razonable. La anticipación de la culpa influye en las decisiones. Kahneman cree que «Cuando nos pasamos buena parte del día anticipando e intentando evitar las emociones negativas, nos las ocasionamos» (pág. 458). Daniel Gilbert dice que «Los humanos, en general, anticipan más arrepentimiento del que realmente experimentarán, pues subestiman la eficacia de las defensas psicológicas que desplegarán» (pág, 459). A estas defensas las llaman «sistema inmunitario psicológico«.

Revocaciones

Las creencias que refrendan nuestras reflexiones morales no son consistentes con nuestras reacciones emocionales. Incluso ocurre con nuestras intuiciones morales aplicadas en situaciones diferentes. Así, conjuntamente asignaríamos la misma indemnización a alguien que ha sufrido un atraco de un tienda habitual o en una tienda distinta como consecuencia de una defunción en la primera, pero tendríamos en cuenta su «mala suerte» en el segundo caso si la juzgáramos por separado, como ocurre en la vida real. Otro ejemplo: puestos antes un caso de un niño que sufre quemaduras porque su pijama era inflamable y ante el de las cuantiosas pérdidas de un banco por los manejos de otro, concedió más indemnización al niño cuando se comparaba con la desgracia de una fría entidad bancaria, pero más al banco, cuando se consideraba por separado.

Categorías

Nuestros juicios adquieren consistencia dentro de las categorías de cosas y fenómenos. Así, no es lo mismo decir que un niño de seis es alto o que lo es un adulto de veinticinco años. Las categorías «niño» y «adulto» nos proporcionan las reglas para nuestro juicio. De hecho las revocaciones son consecuencia del cambio del marco de referencia para el juicio.

Marcos

Kahneman y Tversky llamaron efecto marco a la influencia no justificada de la forma en que expresamos algo sobre creencias y preferencias. El ejemplo que ponen ellos es:

  • ¿Aceptaría un juego que ofrece un 10 % de posibilidades de ganar 95 dólares y un 90 % de perder 5 dólares? o…
  • ¿Pagaría 5 dólares por participar en una lotería que ofrece un 10 % de posibilidades de ganar 100 dólares y un 90 % de posibilidades de no ganar nada?

La mayoría optaría por por la primera, cuando las dos son iguales. Un resultado malo se acepta con más naturalidad si está enmarcado como precio de un cupón de lotería que no resultó ganador. Así, decir que «Francia perdió la final«, no es lo mismo que decir «Italia ganó la final«. Nuestros sistemas morales están asociados a marcos que a la propia realidad. En Estados unidos se usaba el ratio de millas por galón de gasoil, en vez de nuestros litros por kilómetro. Esta forma de expresar el consumo de combustible crea un marco que dificulta las decisiones. Por ejemplo ¿En qué planteamiento el ahorro es mayor a igual distancia recorrida?

  • Pasando de un coche de 12 millas por galón a otro de 14 millas por galón o…
  • Pasando de un coche de 30 millas por galón a otro de 40 millas por galón.

Es muy posible que su intuición sea engañada. Responda sin cálculos y luego los llevan a cabo.

Los dos yoes

Los psicólogos han aclarado que la memoria de una experiencia se centra en la última fase del acontecimiento, que si es mala o buena teñirá toda la experiencia. De esta forma se matiza el concepto de utilidad e Bentham que se refería exclusivamente al placer o dolor en abstracto de una experiencia. Según Kahneman, el yo que experimenta no tiene voz porque el juicio viene monopolizado por el yo que recuerda, lo que está asociado a las últimas fase de una experiencia. El yo que recuerda tiene una larga historia evolutiva. «La evidencia presenta un desafío radical a la idea de que los humanos tenemos preferencias consistentes y sabemos cómo maximizarlas… «Queremos que el dolor sea breve y el placer dure. Pero nuestra memoria, una función del Sistema 1, ha evolucionado para representar el momento más intenso de un episodio de dolor o de placer y las sensaciones que tenemos cuando el episodio concluye. Una memoria que olvida la duración no prestará un buen servicio a nuestra preferencia por el placer duradero y el dolor breve» (pág. 501).

Ítems finales

Nuestro estado emocional está determinado por aquello a lo que estamos prestando atención. Excepcionalmente por recuerdos o ideas al margen de los acontecimientos. No es lo mismo el bienestar que se experimenta la vivir la vida que el juicio que emitimos sobre nuestras vidas al evaluarlas. Una mayor educación resulta en una evaluación de la propia vida más favorable, pero no necesariamente en un mayor bienestar experimentado. La religión influye en la evaluación de la vida pero no reduce la depresión o las preocupaciones. Ser pobre resulta deprimente. Ser rico mejora el grado de satisfacción con la propia vida, pero no aumenta el bienestar experimentado. El umbral de necesidad satisfecha lo sitúa Kahneman en los 70.000 dólares de 2013. Es fácil que el Sistema 1 sustituye la felicidad total por una pequeña parte de ella. La satisfacción con la vida viene determinado en gran medida por la genética del temperamento. «Los pensamientos sobre cualquier aspecto de la vida pueden sobresalir cuando se tiene claramente a la vista una alternativa que contraste con ellos» (pág. 526). «El error que la gente comete en la ilusión de focalización supone prestar atención a momentos seleccionados y olvidar lo que sucede en otros momentos. La mente humana es buena contando historias, pero no parece estar bien diseñada para procesar el tiempo» (pág. 530).

«El hecho central de nuestra existencia es que el tiempo es el último recurso finito, pero el yo que recuerda ignora esta realidad. El último segmento de un acontecimiento crea un sesgo que favorece período breve e intenso frente a un período de felicidad moderada. El yo que experimenta y el yo que recuerda están en un conflicto irresoluble. Racionalidad es coherencia lógica, razonable o no. Los econos son razonables, pero los humano no pueden serlo. «Un econo no es susceptible de priming, WYSIATI, marco estrecho, visión desde dentro o revocación de preferencias, cosa que los humanos no pueden en principio evitarLa gente razonable no puede ser racional por definición, pero ello no es razón para tildarla de irracional» (pág. 535). La Escuela económica de Chicago defiende la ideología de que es inmoral defender a la gente contra sus propias elecciones. «La suposición de que los agentes son racionales proporciona la base intelectual para la concepción libertaria de la política públicaen una sociedad de econos, el gobierno debe mantenerse al margen y permitir que a los econos actuar según lo que elijan mientras no perjudiquen a otros» (pág. 536). En seguida surge la pregunta de por qué existe entonces una industria de la publicidad tan agresiva. «Pero para los psicólogos conductuales la vida es más compleja que para los creyentes sinceros en la racionalidad humana». (pág. 536). Kahneman cree que los humanos necesitan protección de aquellos que explotan sus debilidades. Para él es fundamental información «clara, sencilla, destacada y comprensible«. «El Sistema 2 es quien pensamos que somos, pero a menudo aprueba o racionaliza ideas y sensaciones que han sido generadas por el Sistema 1» (pág. 540). «Nuestros pensamientos y nuestras acciones son rutinariamente guiados por el Sistema 1, y por lo general son acertados. Una de sus maravillas es el rico y detallado modelo de nuestro mundo que se conserva en nuestra memoria asociativa: en una fracción de segundo, ésta distingue lo sorprendente de los eventos normales, de inmediato genera una idea de lo que esperaba en lugar de la sorpresa y automáticamente busca una interpretación causal de las sorpresas y los eventos en el momento en que se producen. El Sistema 1 no es fácilmente educable» (pág. 541). Las instituciones son notablemente mejores que los individuos al tratar de evitar errores porque piensan más lentamente y tienen poder para imponer protocolos ordenadamente.

En definitiva, somos hijos de nuestra lenta y construcción durante centenares de miles de años. Una lenta cocción que ha dejado su huella en forma de soluciones a los problemas que comprometían la supervivencia. Nuestra principal tendencia es a construir historias coherentes que nos tranquilicen, aunque esté faltas de datos. Sin embargo, somos impresionables y recordamos mal la vida normal, la vida buena. Tenemos tendencia a engañarnos porque llevamos mal la culpa y el arrepentimiento nos lacera, por eso, odiamos perder y nos gusta ganar sin riesgo. No somos ese ser racional que los economistas más fanáticos postulan. Hacemos cosas raras, pero nos salvan las instituciones que vienen a ser nuestros sistema 2 (reflexivo) de repuesto, dado que el nuestro lo usamos poco. Las instituciones guardan en sus seno la experiencia de muchos errores cometidos y la solución que poco a poco fue alcanzada. Sabemos planificar, pero nos cuesta aceptar que la planificación contiene carencias que deben ser corregidas antes de actuar. Conocer nuestras debilidades ayuda a comportarnos mejor, pero también a abusar unos de otros. Tenemos un punto de saciedad, pero, a pesar de ellos nos gusta ir más allá de forma imprudente siguiendo la cola de un cometa llamado soberbia.