Atravesado por la lectura del Quijote estoy leyendo artículos críticos de la obra para completar la visión. Me sirvo de los que el Instituto Cervantes proporciona y los que acompañan a la edición del 400 aniversario de la publicación de la primera parte, publicada por la Real Academia de la Lengua y la Asociación de Academias de la Lengua Española. También he leído reseñas de otrod autores a los que tenía acceso por otras razones. A continuación, voy a resumir la ideas más interesantes que he hallado, desde mi punto de vista.
Franz Kafka La verdad sobre Sancho Panza (1883)
Ficticiamente podemos suponer que, en una noche de insomnio, Kafka tuvo un destello, se levantó bruscamente y escribió este texto:
Con el correr del tiempo, Sancho Panza, que por otra parte, jamás se vanagloriaba de ello, consiguió mediante la composición de una gran cantidad de cuentos de caballeros andantes y de bandoleros, escritos durante los atardeceres y las noches, separar a tal punto de sí a su demonio, a quien luego llamó Don Quijote, que éste se lanzó inconteniblemente a las más locas aventuras; sin embargo, y por falta de un objeto preestablecido, que justamente hubiera debido ser Sancho Panza, hombre libre, siguió de manera imperturbable, tal vez en razón de un cierto sentido del compromiso, a Don Quijote en sus andanzas, y obtuvo con ello un grande y útil solaz hasta su muerte.
Ya despejado, decidió arreglarse y tomar el camino de la compañía de seguros en la que trabajaba.
Miguel de Unamuno El sepulcro de don Quijote (1905)
Unamuno vivió el Quijote de la forma apasionada que lo hacía todo. Consideraba al quijotismo la verdadera religión española. Su síntesis es que la locura de don Quijote procedía de su aliento de supervivencia. Le dice a un amigo ficticio:
Fíjate y observa. Ante un acto cualquiera de generosidad, de heroísmo, de locura, a todos estos estúpidos bachilleres, curas y barberos de hoy no se les ocurre sino preguntarse: ¿por qué lo hará? Y en cuanto creen haber descubierto la razón del acto —sea o no lo que ellos suponen— se dicen: ¡bah!, lo ha hecho por esto o por lo otro. En cuanto una cosa tiene razón de ser y ellos la conocen perdió todo su valor la cosa. Para eso les sirve la lógica, la cochina lógica…
Es el valor que más falta nos hace: el de afrontar el ridículo. El ridículo es el arma que manejan todos los miserables bachilleres, barberos, curas, canónigos y duques que guardan escondido el sepulcro del Caballero de la Locura. Caballero que hizo reír a todo el mundo, pero que nunca soltó un chiste. Tenía el alma demasiado grande para parir chistes. Hizo reír con su seriedad…
¿No crees, mi amigo, que hay por ahí muchas almas solitarias a las que el corazón les pide alguna barbaridad, algo de que revienten? Ve, pues, a ver si logras juntarlas y formar escuadrón con ellas y ponernos todos en marcha —porque yo iré con ellos y tras de ti— a rescatar el sepulcro de don Quijote, que, gracias a Dios, no sabemos dónde está. Ya nos lo dirá la estrella refulgente y sonora…
Y su amigo le contesta:
«Todo eso que me dices está muy bien, está bien, no está mal; pero ¿no te parece que en vez de ir a buscar el sepulcro de don Quijote y rescatarlo de bachilleres, curas, barberos, canónigos y duques debíamos ir a buscar el sepulcro de Dios y rescatarlo de creyentes e incrédulos, de ateos y deístas, que lo ocupan, y esperar allí, dando voces de suprema desesperación, derritiendo el corazón en lágrimas, a que Dios resucite y nos salve de la nada?».
José Ortega y Gasset Flaubert, Cervantes, Darwin (1914)
Si la novela contemporánea pone menos al descubierto su mecanismo cómico, débese a que los ideales por ella atacados apenas se distancian de la realidad con que se los combate. La tirantez es muy débil: el ideal cae desde poquísima altura. Por esta razón puede augurarse que la novela del siglo xix será ilegible muy pronto: contiene la menor cantidad posible de dinamismo poético. Ya hoy nos sorprendemos cuando al caer en nuestras manos un libro de Daudet o de Maupassant no encontramos en nosotros el placer que hace quince años sentíamos. Al paso que la tensión del Quijote promete no gastarse nunca…
Las ciencias naturales basadas en el determinismo habían conquistado durante los primeros lustros el campo de la biología. Darwin cree haber conseguido aprisionar lo vital —nuestra última esperanza— dentro de la necesidad física. La vida desciende a no más que materia. La fisiología a mecánica…
Se habla de producir el ambiente. Se somete el arte a una policía: la verosimilitud. ¿Pero es que la tragedia no tiene su interna, independiente verosimilitud? ¿No hay un vero estético —lo bello—? ¿Y una similitud a lo bello? Ahí está, que no lo hay; según el positivismo: lo bello es lo verosímil y lo verdadero es sólo la física. La novela aspira a fisiología.
Salvador de Madariaga Guía del lector del Quijote (1926)
Dice el tío de Luis Solana:
Deshelados de la rigidez simplista que los presenta como dos figuras de antitética simetría, don Quijote y Sancho adquieren a los ojos del observador atento la movilidad vital y humana que heredaron de su humanísimo padre y creador. Circula por todos sus actos la misma jugosa savia cervantina que los hermana. Y así, interpenetrados por un mismo espíritu, se van aproximando gradualmente, mutuamente atrayendo, por virtud de una interinfluencia lenta y segura que es, en su inspiración como en su desarrollo, el mayor encanto y el más hondo acierto del libro.
Alexander Parker El concepto de la verdad en el Quijote (1948)
Piensa Alexander que:
Tiene razón Castro en señalar la importancia fundamental de este tema para la comprensión de la novela, pero me parece que su afán de presentar a Cervantes como un pensador «moderno» que se adelantó a su época, rechazando la filosofía y teología de la Contrarreforma, le lleva aquí, como en otras partes de su obra, a cierta exageración.
Mantiene Castro que a Cervantes le preocupa, en casi todas sus obras, el problema de la realidad objetiva, de si el testimonio de los sentidos es seguro o falaz. Para él el pasaje más significativo de toda la obra de Cervantes son estas palabras que dirige don Quijote a Sancho: «Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa». Basándose en este texto, Castro nos presenta a Cervantes como uno de los pensadores anti escolásticos del Renacimiento, para los cuales la mente humana no refleja pasivamente la realidad, sino que se vuelve «su modelador ideal»
De todo esto se deduce claramente el concepto de la verdad en el Quijote. Cada cosa y cada persona tienen su identidad inalterable, pero la mente humana tiene que interpretarla. Los sentidos no engañan, pero los hombres sí. Y puesto que el hombre es un ser social, el conocimiento de la verdad no sólo depende de cómo interprete él la realidad, sino que depende también del testimonio de los demás hombres. Y cuando éste falla, surge la confusión y la perplejidad.
Sancho también falsea la verdad con deliberación, haciendo que su amo no dé crédito a sus propios ojos y que acepte a una labradora como Dulcinea. El motivo de Sancho es el deseo egoísta de ocultar una mentira anterior, pero en vez de arrepentirse de este cruel embuste, se envanece luego de su industria. Habiendo aprendido que la mentira le puede aprovechar, Sancho ya se va volviendo otro. Cuando miente otra vez con el cuento fantástico de lo que vio en su viaje por el cielo, su motivo es ya la vanidad: creyendo las mentiras de los demás, que han hecho de él una persona importante, no vacila en mentir a su vez para levantarse a sí mismo a las estrellas. Esta mentira le sitúa en un plano de locura semejante al de su amo, pues don Quijote dice con mucha razón, aunque quizá con cierta socarronería, que si Sancho quiere que él crea este cuento, Sancho tendrá que creer el cuento igualmente fantástico de lo que él vio en la cueva de Montesinos.
En resumen, la realidad no es ambigua; el mundo es razonable de suyo; sin embargo, reina en todo él la discordia del campo de Agramante, puesto que los hombres son muy propensos a falsear la verdad cuando creen que esto les conviene. Que el mundo es, en efecto, el campo de Agramante, formado de «máquinas y trazas contrarias unas de otras», lo sabemos, por desgracia, muy bien hoy día; y este desconcierto la filosofía del idealismo ni nos lo explica ni nos prepara para superarlo. Si no hubiera más que esto, creo que el Quijote sería una obra desconsoladora. Pero hay algo más: hay una realidad, la última de todas, que no es fácil de falsear; y es muy consolador el que nos sea difícil a los hombres burlarnos con el alma a la hora de la muerte.
Francisco Ayala, La invención del Quijote (1950)
- Para el lector moderno, los personajes del Quijote existen previamente a la lectura del libro, en muchos casos. Para nosotros, cuando tenemos noticias del Quijote y Sancho, sus aventuras están ya terminadas, escritas, impresas y publicadas esperando su encuentro con cada uno de nosotros.
- El Quijote y Sancho funcionan en el lenguaje como paradigmas de comportamientos idealistas o pragmáticos antes de que sepamos algo de ellos a través de la lectura.
- El Quijote es un héroe sin precedentes al que se enfrentó el lector del siglo XVII, Un caso único y nuevo. Al contrario que don Juan o Fausto, don Quijote nace en la pluma de Cervantes. Se necesitaron trescientos años para empezar a desentrañar su significado.
- La estabilidad de los personajes centrales contrasta con la desaparición de todo su entorno de aristocracia, campesinos, bachilleres, instituciones represoras, pastores, amores desgraciados… Todos estos personajes anacrónicos han llegado a nuestra época colgados del Quijote y Sancho.
- Se han invertido los términos: para el lector del siglo XVII los extraños era la pareja Quijote-Sancho y, para nosotros, lo es todo lo que para ellos era natural, es decir, su entorno histórico y social.
- Ayala rechaza la idea, sostenida por Unamuno, de que Cervantes no sabía, no podía, entender a su criatura. Y con ella, la de que Cervantes creó un personaje eterno preexistente, asociado al ser español, que le permite defenderse de la fugacidad del tiempo.
- Cree que Cervantes capta con genio la esencia de la coyuntura histórica de la España y, con ello, su destino. Es la universalización de esta coyuntura y no la intuición de una esencia caracterológica eterna lo que Cervantes logra. Cervantes vive en un mundo que se cierra con la Contrarreforma a toda innovación. Bien que hemos pagado ese giro de bisagra histórica.
- La segunda parte del Quijote, en la que los protagonistas tropiezan continuamente con su fama, permite a Cervantes poner a prueba su personaje en medio de quienes ya lo conocen.
- Cervantes escribe ya viejo el Quijote. Sus sueños engendrado en la grandiosidad histórica de Lepanto, han desaparecido y busca cómo expresarlo con el recurso de un mundo desaparecido (que paradójicamente nunca existió). Su personaje enajenado permite el contraste con la realidad de la España de su siglo. Con sutileza, sin aspavientos expresivos explícitos, la realidad es sometida a escrutinio en su vulgaridad.
- En especial el relato del cautivo es considerado por Ayala un espejo austero de auténtica heroicidad, biográfico por más, que es la almendra del relato enajenado principal.
Pedro Salinas El polvo y los nombres (1958)
La prosa de un poeta es tan hermosa:
Todos, gente de verdad y gente fingida, héroes de carne y de letra, en la España del xvi y el xvii, nacieron, se diría, fadados al caminar. Con sus barajas marcadas en la faltriquera, aprendices aventajados de tafurería, los mozos de la picaresca; recatadas en sus carros, a tumbos, bajo un sol de justicia, monjas fundadoras; gran fieltro de viaje en la cabeza, botas de baqueta, cabalgando arrogante el caballero que va con pretensión de hábito, a la corte; llevándose tras sí todos los ojos de las mozas, por su buen ver, ese doncel, que no lo es, sino ultrajada damisela, que corre, disfrazada, tras el ladrón de su honra; pastores con carga de penas y desdenes, arrumbados a la cueva de la hechicera, que les haga elixir de enamorar; traficantes castellanos, que bajan a las moraledas de Murcia, a traerse sedas. Y hasta la más extraña de las parejas, el sabio y el inocente, los que persiguen la luz del conocimiento, Critilo y Andrenio, corren mundo y se manchan de polvo, no de los libros, sino de las rutas de la tierra. Todos, andarines, jinetes, van y vienen con sus mercancías, y a sus negocios, celestiales o terrenales. Quiénes, a salvar almas con rosario a la cintura; quiénes, a jugárselas, o a perderlas, salteando por dinero, o desgarrándose del hogar paterno, por pasión de malos amores.
A aquel árbol que mueve la hoja
algo se le antoja,
había dicho un exquisito poeta. Así siente don Quijote. Todo lo que asoma a la mirada, entre cielo y tierra, raro será que no tenga signo y no lleve su querencia. ¿Polvareda a la vista? Magna aventura en puerta, dice don Quijote. Y de aquella masa de polvo se apodera su imaginación, afanosa de sacar de sus indecisos contornos rasgos precisos; de erigir un mundo heroico en su aparente vacuidad.
Mi recomendación es leer el artículo completo
Michel Foucault Las palabras y las cosas (1966)
No podía faltar a esta cita el post estructuralista Foucault. En su libro Las palabras y las cosas incluye un artículo sobre El Quijote en el que sostiene:
- El Quijote se ve obligado a convertir en realidad las historias que se cuentan en los libros de caballería. A convertir un signo sin significado en verdadero. «El Quijote lee el mundo para demostrar los libros». Pero, como las cosas (las ventas, los sirvientes, los rebaños) no se dejan convertir en castillos, damas y ejércitos, su intento se frustra, transformándose en burla y dejando a los signos vacíos. Pero don Quijote tiene una explicación: los encantamientos de los magos introducen las diferencias entre lo que las cosas son en los libros y lo que son a los ojos.
- «La escritura ha dejado de ser la prosa del mundo». Las cosas siguen en su identidad irónica y las palabras vagan sin contenido ni similitud. Entre las palabras y las cosas vaga don Quijote. Ha acabado el Renacimiento.
- Pero las palabras no pierden todo su poder. En la segunda parte de la obra, don Quijote que se reconoce en la primera parte ya editada se convierte en defensor de lo que allí se cuenta (la realidad de sus aventuras). Irónicamente se convierte en defensor de unos signos que representan su realidad vivida. Ya no hay libros de caballería que defender, sino su propia historia, que, por otra parte, es pura ficción. Pirueta genial de Cervantes. Pero don Quijote y sus aventuras son signos, por lo que nos encontramos ante una lucha entre palabras que representan palabras.
- Don Quijote es la primera obra moderna al mostrar la cisura entre las palabras y las cosas. Mostrar «la razón cruel de las identidades y la diferencias». Al romper la relación de semejanza entre las palabras y las cosas, aquellas ya sólo pueden ser literatura y el loco puede emerger proponiendo semejanzas salvajes; toma a las personas por lo que no son, no reconoce amigos y reconoce a los extraños. Invierte todos los valores y descifra los signos y ve por todas partes semejanzas, no conoce la diferencia.
- El poeta, en contraposición al loco, encuentra conexiones no advertidas entre las palabras y las cosas, precisamente porque aprecia las diferencias y crea nuevas metáforas. El poeta hace llegar la similitud hasta los signos, mientras el loco carga los signos con semejanzas que lo convierten en incomprensibles.
Don Quijote, para Foucault, es la dinamita que ha roto la semejanza entre signo y cosa. El nuevo mundo que don Quijote ha creado ya es el de las identidades y las diferencias.
Martín de Riquer Aproximación al Quijote (1970)
El medievalista español Martín de Riquer escribe sobre cuánto hay mentira en las tres conclusiones de don Quijote:
- 1) Don Quijote es un caballero, 2) Todo lo que contienen los libros de caballería ocurrió en realidad y 3) En su época es posible restaurar la institución de la caballería andante.
- Respecto de la primera considera que no cumple la ley XII del título XXI de la Segunda Partida del rey don Alfonso X, pues fue nombrado caballero por escarnio en la venta.
- Respecto de la segunda reconoce que hubo caballeros en el siglo XV, como atestigua la crónica de don Juan II, participando en torneos, justas, pasos de armas… Una especie de deportistas de élite, pero que la literatura que inspiraron era completamente ficticia. Si Cervantes quería acabar con el éxito de los libros de caballería, lo consiguió plenamente, pues, tras la publicación de su obra, desaparecieron prácticamente por falta de interés de sus lectores.
- Respecto de la tercera, considera que llega tarde la pretensión del personaje, pues Juan Luis Vives y Juan de Valdés habían criticado a los libros de caballería desde la gravedad de sus posiciones intelectuales, sin conseguir lo que el gran libro de Cervantes arrasó con la complicidad de su personaje central.
- Cervantes es consciente de la importancia de su libro, pero sus contemporáneos los consideraban un libro de entretenimiento muy gracioso.
- Considera que las novelas cortas del amante impertinente y el cautivo no están justificadas por su aislamiento respecto de la trama de la obra. Piensa que Cervantes advertido de este «defecto» de la primera parte la corrige en la segunda no soltando a los protagonistas en ningún momento.
- Destaca como esenciales los diálogos entre los protagonistas, superando la prohibición impuesta por don Quijote a su escudero, en un rapto de mal humor. Se hacen compañía hablando y confrontando sus distintos puntos de vista.
- El dominio de Cervantes en la creación de personajes es manifiesto. Sancho es una creación de la nada en toda su solidez literaria. También es admirable cómo Cervantes juega con su propio libro en la segunda parte, introduciendo, incluso, a un personaje de apócrifo Quijote de Avellaneda para destrozar a su rival; no faltando su propia presencia en un episodio, so pretexto de que el libro lo escribe un tercero. Cervantes juega con los estilos pastoril, morisco y de novelas ejemplares como si fuera un políglota del estilismo literario.
- A Martín de Riquer le asombra la calidad del humor y la ironía de una escritor que está en la miseria, tiene 68 años y ha fracasado en todos sus intentos de prosperar.
Harold Bloom Cervantes, el juego del mundo (1994)
El reputado crítico literario Harold Bloom coloca a Cervantes en la cúspide del Parnaso de la literatura. Allí sólo comparte la cumbre con Dante y Shakespeare, lo que produce escalofríos. También, como otros intelectuales judíos, busca con más o menos naturalidad ascendencia hebrea a personas e ideas (véase el caso de George Steiner en Nostalgia del Absoluto). Bloom proporciona la siguiente lista de autores inmortales entre los admiradores del Quijote: Dostoievski, Fielding, Smollett, Sterne, Goethe, Thomas Mann, Stendhal, Flaubert, Melville, Mark Twain, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, etc. Sea como sea, Bloom dice del Quijote:
- Prefiero la posición romántica. Don Quijote no es un loco, sino un héroe. Él inspiró Moby Dick.
- Unamuno antepone el Quijote a Cervantes, lo que le parece un error.
- Cervantes cuida y educa al lector obligándolo a completar el texto y a posicionarse al leer la segunda parte, puesto que ha leído la primera como el propio Quijote.
- Considera que no hay en la literatura universal una amistad como la de pareja Quijote-Sancho, tan llena de cariño y disputas cargadas de humor.
- Don Quijote no es ni un loco, ni un necio: está jugando en un universo propio a ser un héroe, que busca su libertad en el exilio, como piensa Unamuno.
- Cervantes ha llevado al límite a sus estudiosos, hasta el punto que uno de ellos sugiere que la locura de Alonso Quijano proviene de su deseo sexual por su sobrina. De hecho, el propio Bloom piensa que el deseo irredento de batallas de don Quijote es una sublimación de su deseo sexual por Dulcinea.
- Shakespeare no puede igualar los diálogos entre don Quijote y Sancho, pues los amigos y amantes de sus obras nunca acaban de escucharse mutuamente. El solipsismo del arte tiene origen en el inglés. Don Quijote y Sancho se influyen mutuamente, evoluciona juntos. Los personajes del inglés se marchitan gloriosamente en el aire de una soledad interior.
- Cree que el capitán Ahab de Melville y don Quijote de Cervantes no son hombres teocéntricos, sino hombres divinos, impíos.
- El Quijote solo ve honor en la victoria con las armas y, sin embargo, como le pasa al propio país cada batalla es una derrota (Cervantes vive la catástrofe de la Armada Invencible, para cuya administración trabajó en Sevilla).
Acabo citando a Bloom en este emocionante párrafo:
«Los dos héroes de Cervantes son simplemente lo dos personajes literarios más grandes de todo el canon occidental… Su fusión de necedad y sabiduría y su indiferencia sólo pueden ser igualados por los hombres y mujeres más memorables de Shakespeare. Cervantes ha conformado nuestra naturaleza tanto como Shakespeare: ya no somos capaces de ver qué hace de Don Quijote una obra tan permanentemente original, tan profundamente extraña. Y a la hora de buscar el juego del mundo en la mejor literatura, ésta es la obra en donde siempre lo encontraremos»
Mario Vargas Llosa Una novela para el siglo XXI (2015)
El premio Nobel de Literatura enfoca su comentario como ficcionista de primera clase y como político liberal (fue candidato a la presidencia de su país, Perú, y perdió frente a un fascista para vergüenza nacional. Destaco de su artículo las siguientes ideas:
- La locura del Quijote consiste en volver a hacer realidad unos comportamientos, los de los llamados caballeros andantes, que «nunca existieron salvo en la imaginación de los autores de los libros de caballería»
- El Quijote empieza a realizar su fantasía y los que le rodean reaccionan hablándole bruscamente, tratando de hacerle ver que la realidad es distinta a sus fantasías. Pero un loco que por su contumacia y coherencia consigue que la mayoría de los que lo rodean conviertan esas fantasías en realidad a base de representaciones de aventuras y encantamientos de caballería que les divierten más que la realidad .
- El Quijote es un canto a la libertad del camino y el azar. Se atribuye el derecho a juzgar y condenar apostándose en mitad del camino reclamando explicaciones. Desafía a la Gran Hermandad y elogia a los alcahuetes contra toda convención social.
- A base de encuentros casuales son mencionadas Vizcaya, Murcia, Zaragoza, Barcelona, Cartagena, Berbería… un territorio homogéneo para las aventuras soñadas, pero la patria es la aldea, los amigos y la familia. Patrias benéficas, al contrario de las patrias surgidas en el siglo XIX, junto al concepto de nación, que son colectivistas y nocivas por lo sentimientos agresivos que generan.
- Es una novela osada en sus planteamientos formales hasta el extremo de estar en el origen de todas las novedades estilísticas de la actualidad. En especial es atrevido con la figura del narrador de la novela, que es un escritor anónimo que se sirve de una traducción de un supuestos historiador que proporciona los acontecimientos. Pero, de vez en cuando, un personaje de la novela aparece con un relato biográfico que explica su excéntrico comportamiento.
- El tiempo en el Quijote tiene varias dimensiones. El que sitúa a los acontecimientos en el calendario dura unos siete meses, consideradas todas las salidas a la aventura. Pero además los personajes cuentan historias ya sucedidas. Pero lo más extraordinario es la inclusión en la segunda parte de los sucedido en la primera usando el artificio de que los personajes conozcan la existencia de una publicación en forma de libro de sus aventuras previas. Un atrevimiento que también funda las grandes osadías de las novelística moderna.
- El lenguaje de la novela consigue que el castellano alcance una de sus cotas más altas.
En fin, el Quijote es un poliedro, cuyo número de caras aún desconocemos. Nuestro mundo está lleno de malandrines, magos y encantadores, por lo que el espíritu justiciero del Quijote moderado por la sensatez de Sancho, y la capacidad de ambos para transformarse, tiene un papel que jugar para entender el mundo, aún en este extraño, como todos, siglo XXI. De momento sabemos que quien lo intente caerá bajo el golpe de una «peladilla«, perdiendo la dentadura, pero ahora sabemos que hemos de levantarnos de nuevo y cabalgar.