Isaiah Berlin afirmaba que uno de los grandes desafíos del ser humano es la convivencia de los valores en un mismo espacio axiológico (axio = valor). Con valores aquí me refiero a aquello que apreciamos. Apreciamos la vida, la libertad, la justicia, algunos, incluso, la igualdad (aunque sea de oportunidades). Estos valores tienen que repartirse el espacio de nuestro aprecio, pues si uno prevalece sobre el otro tenemos problemas. El propio Berlin dejó dicho que «la libertad de los lobos es la muerte de los corderos». En este caso entran en lucha la libertad y la vida. En la tragedia Griega de Sófocles, Antígona, entran en conflicto el respeto a las leyes y el amor fraternal. Cualquier padre o madre que tengan un hijo delincuente o terrorista padecen este conflicto, que se establece entre la justicia y el amor filial. Hoy en día el conflicto socio económico fundamental se establece entre la libertad y la igualdad, pues unos reclaman la legalidad de la acumulación sin límites y otros la igualdad básica de todos los seres humano. No es extraño que ya los griegos advirtieran lo complicado de decidirse por un sólo valor, pues es inevitable que otros valoren más otro aspecto de la vida haciendo el conflicto inevitable.

Mafalda

Estos días, en nuestro país, ha dado mucho que hablar el conflicto entre la práctica de la libertad de expresión y el respeto a las personas. En concreto, entre el uso del humor y el rechazo a ofender a los que son objeto de chistes. Es un conflicto muy serio y del mismo carácter que los que trataban los autores griegos, pues a menudo, estas expresiones provocan en un mundo globalizado reacciones graves que, incluso, acaban en la muerte de los que han expresado sus opiniones en forma de chistes o viñetas. Son mundialmente conocidos los casos de las caricaturas de Mahoma en Suecia y Francia. Las primeras provocaron disturbios muy graves en países musulmanes y los segundos el asesinato de parte de la redacción de la revista editora Charlie Hebdo y un policía francés, que, por cierto, era musulmán. Entonces se produjo una reacción de simpatía que se expresó con la frase «Je sui Charlie» que se hizo muy popular. Entonces escribí un artículo en el que mostraba mi perplejidad con la falta de ecuanimidad de las reacciones Ser o no ser Charlie.

En ese artículo dejé dicho que la libertad de expresión es un valor que hay que preservar para luchar contra la tiranía y la injusticia no para ofender. Una opinión en la que se reconocía el carácter humorístico occidental de las propuestas siendo como eran imprudentes por haber olvidado que lo que funciona como humor en una cultura lo hace como ofensa en otra. Un matiz que no tiene importancia si las culturas están separadas por el tiempo, pero que es muy relevante si son contemporáneas. La sátira contra el poderoso propio (el que puede hacerte daño) es una obligación moral y una muestra de heroicidad, pero la sátira contra una cultura completa es una insensatez porque siempre habrá lunáticos que querrán vengar la ofensa colectiva.

Rajoy

En el caso de Cassandra Vera (13 tuits y una condena) es ejemplar por dos razones: 1) usa el humor para reírse de la muerte de Carrero Blanco que ocurrió hace 44 años nada menos, siendo la promesa de continuidad de una dictadura y 2) no usa el humor para desear la muerte a un político como Rajoy o Cristina Cifuentes (OK Diario). Por lo primero no debería haber sido molestada por mucho que la letra de la ley lo permita. Viriato era un terrorista para Roma y creo que se puede bromear sobre alguno de los desaguisados que les produjera sin que la Audiencia Nacional intervenga. Por lo segundo, debería recibir consejo de los propios y el rechazo de los ajenos que tengan conocimiento porque les lleguen estas opiniones tan poco civilizadas. Ella se excusa y considera abominables estas opiniones aunque las enmarca en el despiste propio de la adolescencia, pues tenía 16 años cuando los escribió. Sin embargo hay adultos que insisten en esta línea de provocación inmadura porque obtienen gratificación de un público igualmente inmaduro que gusta del escalofrío de sentirse vicariamente malas personas. Estos suelen escudarse en el ejercicio del arte y, por supuesto, de la libertad de expresión. Creo que traicionan tanto al Arte como a la sagrada Libertad de Expresión. Pero, a pesar de ello, no deben recibir otro castigo que el desprecio y el silencio, pues un deseo de esa naturaleza no es tanto una amenaza como la expresión de pobreza intelectual y moral. No es inteligente promocionarlos. Tampoco lo es llevarlos a la cárcel. Otra cosa es cuando ofenden a personas vulnerables que han sufrido a manos del crimen terrorista reciente o entran en la amenaza y la instigación a la comisión de delitos, lo que es rechazable con energía y debe ser tratados como establezca la ley para castigar y prevenir. Es claro que en el caso de Carrero hay una víctima y hay terrorismo, pero sospecho que la relación no es tan intensa como en el horroroso caso de Irene Villa (Zapata) o Pilar Manjón (Gutiérrez) cuyos ofensores no pueden ser excusados con la lamentable frase de «pido perdón, si alguien se ha sentido ofendido«. Hay expresiones que no requieren esperar a que el perjudicado se manifieste porque son ofensivas per se y a todos nos afectan, pero ¿son delito? ¿No deberían tratarse en otro ámbito judicial?

09-parodies-evolution-homme

En las discusiones habidas creo que no queda claro qué es el humor y su relación con el conflicto de valores enunciado al principio. No es de buen gusto citarse a uno mismo, pero como casi todas mis opiniones son resultado de las lecturas de otros, creo que cuando lo hago estoy citando a mis maestros, lo que quita gravedad a mi pecado. Por eso voy a hacerlo otra vez para evitar hacerme pesado. Me refiero a unas palabras dedicadas a identificar qué es humor en un artículo previo (Humor). Añado un ejemplo: cuando Cassandra Vera dice «Me molesta que Rajoy todavía no haya recibido un balazo en la cabeza» no está produciendo humor aunque algún descerebrado se ría. Pues esa risa tiene origen no en el texto, sino en el atrevimiento de la redactora. El chiste es su locuacidad, no lo que dice. Humor es lo que hizo Borges con un propósito parecido. Se le preguntaba si aportaría una donación para el traslado de los restos de Rosas (un mandatario argentino decimonónico) a su ciudad natal y respondió «Por los restos de Rosas no, pero estaría encantado de hacerlo para el traslado de los restos de Perón«. La gracia está en lo que dice y su contexto, pues cuando Borges dice esto Perón vivía tan ricamente en Madrid. Una gracia que ningún juez argentino consideró ni una amenaza, ni una ofensa. Cierto que no sabemos qué opinó Perón. Por cierto, y al parecer porque fue gritado en un asalto a la embajada de España, en Lisboa en el Portugal posterior a la Revolución de los Claveles y aludiendo a la muerte de Carrero circulaba un chiste sobre la altura alcanzada en el atentado (Portugal) que no está entre los 13 twits de esta despistada murciana cuando sí que cumple las condiciones para ser considerado un chiste, pues utiliza el «¡hail!» de los dictadores en su versión española para producir la sorpresa exigible a un texto que pretende pasar por humorístico.

La libertad expresada como humor es un valor que debe convivir con el respeto a las personas, por eso el humor que no quiera recibir reproche social tiene que empezar por ser verdadero humor. Es decir, debe producir ese efecto físico en nuestro cerebro y posterior efecto sobre nuestro cuerpo que sólo ocurre cuando se reclama de la inteligencia del interlocutor que sea afectada por la sorpresa, el contraste lógico, la brillantez expositiva y el retrato ajustado de nuestras miserias que acaba con la pretensión fatua de ser perfectos.

Es cierto que, hoy en día, tampoco el humor literariamente brillante puede ser usado en público y pronto ni en privado, si se menciona a alguien notablemente señalado por su raza, religión o estado físico. Pero esto también lo resolvió Borges inventando el chiste sobre sí mismo. Durante una huelga en su universidad, los estudiantes prescribieron que no habría clases. Como Borges no hizo caso, uno de los piquetes de estudiantes le apagó las luces del aula. Borges entonces dijo: «No me importa, pues he tomado la precaución de ser ciego«.

La profesora Cristina Parodi es citada en un artículo Rosa Pellicer diciendo;

«En las injurias de Borges no hay solemnidad, rencor o reproche, pero sı humor, al punto que muchas de sus respuestas -vertiginosas, brillantes, lapidarias- circulan como chistes. No pocos recursos del arte de injuriar en Borges provienen de una retórica del humor que admira en Wilde, en Shaw, en Macedonio Fernández, en Quevedo»

Borges llamaba a Macedonio Fernández «Macetonio Farniente» por atribuirle cierta vagancia. ¿A alguien sensato se le puede ocurrir acabar con esta tradición de malicia curativa practicada por estos genios? pero, por otra parte, ¿a alguien sensato se le puede ocurrir llamar humor a lo que se escribe en algunos infaustos textos de 140 caracteres? ¿A quién sorprende que, una vez que un Editor Universal (Twitter, Facebook…) ha dado la palabra a todo el que cree que tiene algo que decir a sus congéneres, no haya aumentado la proporción de genios literarios?. Creo que los criterios para juzgar un texto controvertido como digno o no de ser disfrutado sin reproche son:

  • Que sea verdaderamente un texto humorístico por su estructura y no por su zafiedad.
  • Que, en tiempos de inmediatez de la comunicación, no afecte al núcleo de las creencias de otras culturas. Esos chistes se deben hacer dentro de esa misma cultura para su evolución.
  • Que, si afecta a personas con alguna condición diferencial, se hagan por quienes pertenezcan a ese grupo. Es fomentar la sana risa autoinfligida.
  • Que el tiempo transcurrido sea considerado un atenuante.

Reivindiquemos el sano tremular de nuestras neuronas que llamamos humor y rechacemos la llamada a los bajos instintos. Dejemos de usar los tribunales para los reproches morales que eso ya lo sabe hacer la sociedad sin códigos penales.

A Mark Twain le gustaba decir cosas como estas:

«Mi reloj atrasaba, pero lo mandé componer y adelantó de tal manera que no tardó en dejar muy atrás a los mejores relojes de la ciudad»

Esto es lo que pasa pues, que nuestro reloj social atrasa y no lo hemos llevado a reparar.

PD.- las citas de Borges son de memoria.

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