Ayer tarde me encontré con una sorpresa. Era un gorrilla que no cumplía ninguna de las características habituales. Es un nativo de Lorca. Me picó la curiosidad y la conversación fue más o menos así:
- ¿Qué haces aquí?
- Ganando unas perrillas.
- ¿No tienes familia?
- Aquí no.
- ¿De dónde eres?
- De Lorca.
- ¿Has estudiado el bachiller?
- Claro y tengo un módulo.
- ¿Qué módulo?
- De mecánica.
- ¿Has buscado trabajo?
- Sí, sin suerte. Bueno, el otro día una mujer a la que le aparqué el coche me dió su número de móvil para que la llamara para un trabajo.
- ¿La has llamado?
- Sí, hemos quedado para el viernes.
- ¿Y tus padres?
- Mi madre se murió el año pasado y mi padre se ha casado con otra.
- ¿Y por qué no vives con ellos?
- No me llevo bien con la mujer.
- ¿Ella tiene hijos?
- No, es estéril.
- Hmm, ¿y cuál es el problema?
- Que quería quedarse con todo el dinero de mi sueldo. Yo quería darle la mitad.
- ¿Y tu padre, qué dice?
- No dice nada. Pone paz. Pero ella a mi padre le pone una cara y a mí me machaca.
- ¿Qué edad tienes?
- 22
- ¿Has votado en las elecciones?
- No. Todos son unos ladrones.
- ¿Por qué lo dices?
- Los municipales me multan si me ven aparcando coches y si un conductor se pasa diez minutos, también lo multan.
- Pero los municipales son necesarios ¿no?
- No. Estaría mejor sin ellos.
- No malgastes la oportunidad de tener trabajo el viernes.
- No. Yo soy buena persona. Tampoco quiero vivir en la calle ni robar.
- Suerte.
- Adiós.
- Adiós.
Se fue con su delgadez y la mirada un poco extraviada a aparcar otro coche. Llevaba para la cena.