«La democracia no se sostiene por los políticos, sino por la estabilidad de un «nosotros» cargado de sentido de pertenencia y confianza mutua entre vecinos«. Esta son palabras de Roger Scruton en una reciente conferencia en la Central European University patrocinada por el billonario George Soros y cuyo rector es Michael Ignatieff el biógrafo de Isaiah Berlin.
El ser humano cree en cosas y expresa esa creencia de muchas formas. La más conspicua es en sus posiciones políticas. En otro artículo se proporcionaba una lista de potenciales posiciones opuestas para que cada uno se haga su propia lista a partir de lo que su cuerpo entero le pide. Cada uno tenemos nuestra biografía y desde ella juzgamos. Una clasificación muy convencional es entre derecha e izquierda, una división nominal que surge en 1789 cuando el Rey Luis XVI todavía mantenía la cabeza sobre sus hombros y se discutía en la Asamblea Nacional sobre el veto que podía o no ejercer el Rey. Esta división tomó cuerpo y aún está entre nosotros. De alguna forma, se refiere a dos actitudes ante la vida que se puede groseramente describir así: el partidario de la derecha es conservador en lo social y amigo de las aventuras en lo económico (con el dinero ajeno), en consecuencia odia la igualdad y ama la libertad. Mientras que el partidario de izquierda es conservador en los económico (con los impuestos ajenos) y amigo de las aventuras en lo social, en consecuencia, odia la libertad y ama la igualdad. Los términos odiar y amar tienen sentido porque es la percepción del contrario. Los reproches pueden llegar más lejos porque el pensamiento de izquierdas considera que cuando el conservador se pone nervioso llama al fascismo en su ayuda, mientras que el conservador piensa que el sujeto de izquierda siempre está empujando hacia un estado dictatorial amenazando con la revolución. La democracia ha acudido en nuestra ayuda y obliga a ambos a adoptar posiciones más templadas que hagan posible la convivencia, siempre que ninguno de los dos quiera desequilibrar la balanza tirando hacia su extremo.
En todo caso, se tratan de posturas trágicas, pues tiene el carácter de los antagonismos telúricos, eternos, irresolubles mientras el ser humano siga siendo el que es. Sentado esto, en ambos lados hay matices y conflictos. Estas dos posturas se dan en todas las generaciones de forma generalmente paritaria con pequeñas diferencias y emerge en distintos grados de cordura o extremismo.
En la izquierda los matices se presentan entre los que quieren volar el edificio institucional mañana y todavía respiran por la herida comunista y los que quieren ordeñar la riqueza que produce el capitalismo vía fiscal para distribuirla. En la derecha los matices se dan entre los sectores extremos siempre dispuestos a ejercer la violencia, y los llamados conservadores o los llamados libertarios.
Los extremos de la izquierda han pasado por fases anarquistas capaces de ejecutar políticos en la calle y por fases antisistema con escenificaciones urbanas de enfrentamientos contra la policía. En general, los más activos son jóvenes cautivos de la coherencia superficial, en general, de la doctrina marxista. Mayoritariamente son jóvenes universitarios a los que les gustan las visiones sofisticadas de la historia, especialmente aquella que les da claves sobre lo no aparente. Es muy estimulante «ver» lo que otros no ven. Ejercen la violencia por la fuerza que les da su «visión».
Los extremos de la derecha gozan de cierta complacencia en sectores del orden y actúan rabiosos, violentos, pretendidamente viriles, machistas, siempre con los puños dispuestos y las pistolas cuando estén disponibles. Curiosamente estos mamporreros de la derecha, aparte de algunos señoritos, son trabajadores con ingresos modestos, pero en los que arde la llama autoritaria que se expresa en forma de amores patológicos por los símbolos y por la autoridad. Su modestia material contrasta con su disposición a defender intereses de la derecha. Ejercen la violencia porque les gusta ser sus guardianes.
El sector más digno de respeto en la izquierda es el llamado socialdemócrata, que está, hoy en día, en busca de sí mismo, y el sector más interesante de la derecha y su núcleo ideológico más digno de respeto son los llamados conservadores, cuyos argumentos no siempre son coherentes con los comportamientos de los partidos llamados conservadores. Pero, en ambos casos, pienso en aquellos que reflexivamente articulan las posturas sin incurrir en falacias, no los que se limitan a seguir sus instintos burdamente.
CREENCIA Y FE
Aquí creencia tiene un sentido general, pues tan creencia es una religión como una teoría científica. Piénsese que sólo los científicos que trabajan en una determinada región de la ciencia tienen contacto directo con los acontecimientos que la sostienen. El resto hace un acto de fe racional, basado en lo que sucede en la propia región científica de su especialidad. La religión se afirma en las emociones y la ciencia en los hechos. Pero los hechos no son un suelo tan firme como podría parecer, pues dependen de la teoría con la que son observados. Hay una cierta construcción del objeto. Pero los hechos con todos sus problemas sirven mientras nuevas observaciones no los contradicen. Aunque la gran diferencia entre las creencias religiosas y las teorías científicas es que éstas tienen un correlato tangible, que es la tecnología y sus efectos sobre la sociedad. La emociones también son hechos, pero no son observables nada más que por el que las experimenta. Ni siquiera una conducta coherente con unas emociones garantiza que tales emociones se hayan experimentado. Por eso, la religión debe refugiarse en la conciencia privada, aunque pueda tener manifestaciones externas. La verdad científica es provisionalmente firme, pues los hechos que le dan fundamento puede cambiar porque cambie la teoría que permite su interpretación o porque aparezcan hechos nuevos. De modo, que igual que un científico somete sus teorías a las opiniones y hechos ofrecidos por un colega, un pensador somete los suyos a otros puntos de vista y, si es el caso, a las consecuencias de su aplicación en el ámbito social o político.
Este preámbulo tiene que ver con el ejercicio al que me he sometido al leer el libro de Scruton. A partir de ahora teorías, hechos y creencias propias se exponen a la afilada hoja de la navaja de Scruton. Un conservador de pura cepa.
EL AUTOR
Y de eso va esta reseña, de conservadurismo, pues Roger Scruton lo es y de modo depurado. Es un filósofo inglés nacido en 1944 de padre obrero y sindicalista que tras tener talento para entrar en una Grammar School (que ahora quiere resucitar Theresa May), unas instituciones de alta calidad docente en las que accede el que tiene las condiciones, sea cual sea su origen, pasó a estudiar filosofía en Cambridge. Entonces en esta universidad la corriente imperante era la filosofía analítica, pero Scruton se desembarazó pronto de este corsé y practicó, a pesar de su carácter intelectual fuertemente british, una filosofía más continental, aunque sean los filósofos continentales su más estudiados y combatidos adversarios. El libro que se reseña contiene su credo conservador. Es evidente la coherencia que traspasa todo el libro por diversos que sean los temas que trata. Temas que trata siempre con respeto, pero a los que le atiza fuertes castigos argumentales. Supongo que para completar el panorama hay que leer su libro sobre la intelectualidad de izquierdas francesa de los años sesenta. Es decir figuras tan eminentes como Deleuze, Derrida o Foucault. Me ocuparé de él en las próximas semanas.
En su libro The Constitution of Liberty Friedrich Hayek dedica un excurso llamado Por qué no soy conservador en el que trata de distinguirse de esta facción de la derecha. Y lo hace, fundamentalmente, porque nominalmente él se considera un liberal, pero como sabe que ese término es confuso en Estados Unidos y no le gusta el término libertario, opta nostálgicamente por el de Whig, que fueron originariamente los liberales y que ahora se hacen llamar en Gran Bretaña los Liberal-Demócratas. Reniega del conservadurismo porque no quiere conservar, sino dejar que la máquina cognitiva y económica cree y recree el mundo dejada a su albur. Por eso, sin que sea premeditado, pues Scruton no menciona prácticamente a Hayek, más allá de las menciones obligadas por su condición de gran gurú del neoliberalismo, a mi me parece que el libro How to be a Conservative es la respuesta a ese post scriptum de Hayek, y se verá enseguida, pues demuestra que ser conservador es mucho más que ser libertario, más sutil, más complejo y, desde luego más valioso.
Ahora voy a contender con esta forma de pensar que me era desconocida en esta profundidad. Tras su lectura creo que los líderes del pensamiento de la izquierda y la derecha debían hacer el ejercicio de frotar su ideas con las del contrario para pasar un proceso parecido al de la pérdida de una persona querida, cuando ve que sus ideas se tambalean y puede perderlas:
- Fase de Negación.
- Fase de Enfado
- Fase de Negociación
- Fase de Depresión
- Fase de Aceptación.
Tengo que confesar que la figura de Scruton me es muy simpática, pues personalmente es un caballero a la antigua usanza que con paciencia y humor explica educadamente, sin estridencia y siempre con la chaqueta puesta de aquella manera, cuál es su visión del mundo. Youtube tiene muchos vídeos de conferencias en las que explica todos los matices de lo que le produce placer y lo que le irrita. Toca el piano, monta a caballo, defiende la caza, la arquitectura clásica, fuma un puro de vez en cuando, es religioso, está casado y tiene hijos, vive en el countryside que tanto ama y dejó la universidad como profesor cuando fue, según él, acosado por los colegas de izquierdas.Viajó por la Europa comunista cuando era peligroso y vivió con 24 años en la Francia el Mayo del 68, lo que le convenció de la futilidad de la izquierda que impulsaba una rebelión sin causa. Habla cuatro idiomas y viaja continuamente de un club conservador a otro explicando sus puntos de vista. Debate con colegas de izquierdas y ya es Par de la Reina. Ama a Inglaterra por su convicción de que hay que amar lo que se hereda.
EL LIBRO
Scruton se considera un conservador en el sentido de que cree en las cosas sagradas y quiere defenderlas de su destrucción. Cree que las generaciones vivas heredan de las anteriores cosas buenas por las que merece la pena luchar. Todo eso está amenazado hoy en día y el conservadurismo debe dar una respuesta racional al desafío. Cree que toda persona madura experimenta el sentimiento de que las cosas buenas son difíciles de crear y muy fáciles de destruir. Crear es duro y aburrido, mientras que destruir es rápido y regocijante. Cita a Robert Conquest al decir que «Todos somos conservadores de las cosas que conocemos bien«. Está diciendo que sólo se suele destruir aquello que se ignora, es decir, de lo que se ignora su valor.
Scruton se convenció pronto de que debe ser moderno defender el pasado y creativo defender la tradición. Por eso le pareció tan frívola la exigencia de libertad como reelaboración de la vieja promesa marxista. Un movimiento que exigía la desaparición de la propiedad privada y el estado de derecho. Le escandalizó el silencio de la inteligencia europea en tiempos en que se producía el genocidio de Camboya dirigido por un educado (en París) miembro del partido comunista de Francia. También la política británica en los años de posguerra le sorprendieron por su fuerte tendencia hacia una sociedad socialista siguiendo las indicaciones del Beveridge Report de 1942. Ni que decir que celebró la llegada de Margaret Thatcher y que le incomoda muchas de las cosas de la vida actual por considerarlas hijas de una concepción seguidora del adanismo en la vida.
También es un opositor a la Unión Europea por su concepción de cómo debe ser la unidad política. Considera que es una federación artificial que no puede inventar un patriotismo europeo a partir del histórico patriotismo de las naciones ya constituidas. No cree en el nacionalismo identitario, pero si en el nacional en torno a una lengua y una cultura común. No comparte con Thatcher la idea de que la sociedad no existe, pues existe y tiene un papel fundamental en el cuadro intelectual de Scruton, siempre que se comprenda que está formada por individuos. Su defensa de la libertad, en el sentido que le da Stuart Smith, Hayek y Berlin, es «un buen caballo para cabalgar», pero que debe ser para «ir a alguna parte».
La condición de conservador, en la versión de Scruton, incluye a la de liberal, porque defiende la propiedad privada ejercida en el marco del estado de derecho. Esto último sobre todo porque es la mejor defensa contra los abusos del tan temido estado. Sin embargo, como queda dicho, el liberal no se considera un conservador porque el pasado no se puede interponer en los avances que la economía liberal propicia. Las dos posturas de la derecha entran en conflicto relativo cuando de conservar patrimonio arquitectónico o el medioambiente se refiere. En lo relativo a las relaciones con otras culturas, Scruton rechaza el multiculturalismo y abomina de la pretendida humildad autodestructiva de los que reprochan al conservadurismo su carácter de eurocentrismo. Su fórmula es plantear lealmente al extranjero que llega con propósito de quedarse la necesidad de integración cultural mediante el currículo educativo y la represión de aquellas costumbres que impliquen el abuso de las niñas y las mujeres.
Considera a la Unión Europea con su pretensión de eliminar fronteras una amenaza para cada nación, su cultura y, en definitiva, su identidad, incluido el sentimiento hogareño que proporciona el territorio. En su opinión, la identidad nacional no debe basarse en la raza o en la religión, pues ambas son fuente de conflicto irracional. Al contrario las claves son la cultura, incluyendo al idioma, y el territorio.
Scruton considera que la confesión y el perdón son dos claves de nuestra cultura basadas en el carácter cristiano de la cultura europea en general, que son equivalentes en la gobernanza a la rendición de cuentas y la dación de nuevas oportunidades. Una actitud que hace la gobernanza posible y que hemos heredado y debemos conservar. De hecho, piensa que es lo primero que desaparece cuando aparecen los utópicos y los planificadores, que son los mayores enemigos de las libertades. El utópico no pude dar cuentas porque su proyecto tropieza con la realidad enseguida y si diera cuenta expondría su proyecto.
Otro factor de civilización fundamental para él es la confianza, que permite el intercambio en el mercado. Una confianza que tiene que ir pareja al sentido de la responsabilidad y, en su caso, la disposición a pagar las consecuencias. Scruton rechaza al homo economicus de los liberales, un actor racional en sus decisiones que van dirigidas a su propio beneficio, sea cual sea el coste para los demás. El ser humano es sensible a la belleza, tiene sentido de la justicia, experimenta culpa y vergüenza, todos ellos factores que hace posible la vida en común y el sentido de los social. Tanto el liberalismo con su pretensión de reducirlo todo al mercado, como el socialismo revolucionario, que lo reduce todo a la planificación, se equivocan.
Scruton encuentra el fundamento de sus puntos de vista en Edmund Burke (1729-1797) que, atónito por la revolución francesa y reaccionando contra algunos aspectos de la ilustración, pensaba que la sociedad es resultado de una relación, pero entre los muertos, los vivos y los no nacidos. Y ello gracias, no tanto gracias a un contrato, sino más a algo parecido al amor. La sociedad supone compartir la herencia de lo que ya no están, para que experimentemos estar en una cadena que respeta lo recibido y actúa pensando en los que han de venir tras nosotros. Considera que no debemos dañar lo recibido en todos los aspectos de la vida. Está conforme con Burke cuando piensa que la sociedad se basa en el afecto y la lealtad, lazos que sólo pueden ser creados de abajo hacia arriba. En su opinión la gobernanza de arriba hacia abajo crea individuos irresponsables que no actúan por sí mismos. Las costumbres e instituciones heredadas no son arbitrarias por lo que no deben ser destruidas. La herencia cultural no es arbitraria y muy a menudo discutimos en busca de soluciones para las que ya tenemos respuestas duraderas. No siempre es posible explicar por qué funcionan, pero lo hacen. Está pensando en algunas concretas, como el ejército o los lazos familiares, los currículos educativos, las instituciones de caridad o las buenas maneras. Costumbres e instituciones que forman un tejido civilizatorio que armoniza con nuestras necesidades e intereses.
La economía, por su parte, debe recordar que en su propio nombre está el hogar (oiko) antes que la ley (nomos). Un conservador cree que el nosotros que se constituye gracias a nuestra herencia cultural es destruído por los internacionalistas y los socialistas revolucionarios que, por mor de la ilustración, conciben un hombre sin espacio ni tiempo y, por tanto, sin pertenencia a una comunidad. El conservador se pone en guardia frente a comunistas, socialistas, nazis, fascistas porque todos ellos pretender reescribir los principios del orden social heredado. En lo relativo a la educación le parece una aberración eliminar las diferencias con la pretensión de que todos los jóvenes tengan las mismas oportunidades de tener una vida valiosa al entrar en la sociedad.
«En definitiva, el conservadurismo es una filosofía del afecto. El conservador se siente pegado a las cosas que ama, y desea protegerlas contra la decadencia. Aaunque sabe que no es para siempre, entre tanto debe estudiar el modo en que se puede retener a través de los cambios que deben necesariamente producirse para que en nuestras vidas estén todavía en el espíritu de la buena voluntad y la gratitud.»
A partir de este punto en su libro, Scruton revisa las posturas más conocidas para contender con ellas lealmente, tanto encontrando su fondo de verdad como aquello que, como conservador, le repele.
LA VERDAD DEL NACIONALISMO
Cualquier sociedad en la que se mantiene una asociación libre con los vecinos, el concepto de nación significa la historia compartida y la continuidad leal que une en un cuerpo político. La nación se forma con gente que habla el mismo idioma y vive puerta con puerta compartiendo valores comunes. Pone el ejemplo positivo de Estados Unidos que, aún habiendo nacido en pocos años, fue capaz de crear no un imperio, sino una nación. Una nación democrática necesita de fronteras porque un componente del nacionalismo es la pertenencia a un territorio. Su permeabilidad dependerá de la capacidad de integración de los que quieran incorporarse.
Por el contrario, Scruton cree que el nacionalismo basado en nombre de ideas ficticias sobre la raza, parentesco o religión es pernicioso. El nacionalismo es peligroso en la medida que lo es cualquier ideología. Ocupa el lugar de la religión y la religión es el peor sistema de gobierno porque remite a leyes misteriosas tanto como lo es el propio Dios. Hay tres tipos de mitos que alimentan los nacionalismos: los relativos a la gloria, los cuentos de emancipación y los de sacrificio.
LA VERDAD DEL SOCIALISMO
«Los socialistas creen que, en un sentido profundo, los seres humanos son iguales, y que, cuando alcanzan las ventajas conferidas a los miembros de una sociedad, esta igualdad debe mostrarse en sí misma en la forma en que la gente es tratada»
Según Scruton los socialistas creen en la doctrina de la justicia social, según la cual no se producen desgracias, sino «injusticias» cuando gente honesta parte o le acontecen desventajas que no puede neutralizar por sí mismo. En su opinión, no es posible crear una sociedad si se interponen conflictos en base a guerra de clases. El cree que los conservadores tienen que sugerir formas de distribuir los beneficios sociales a todos aquellos que no han tenido éxito por sí mismos.
En opinión de Scruton:
«… la verdad del socialismo es la verdad de nuestra mutua dependencia, y es la necesidad de hacer lo que podamos para repartir los beneficios de la pertenencia a una sociedad con aquellos para los que su propio esfuerzo no es suficiente para obtenerlos«
Pero estas buenas intenciones tienen estas consecuencias:
- Crear una clase nueva de dependientes, que se acostumbra a vivir de los subsidios incluso por varias generaciones. Gente que, a veces gana manteniéndose en estas condiciones respecto a aceptar un trabajo.
- El Estado de Bienestar obliga a un presupuesto sin límites. Su costo es constantemente creciente, especialmente la sanidad y las pensiones. La consecuencia es que los estados tienen que comprometer el futuro endeudándose, hipotecando los activos de los no nacidos para beneficio de los vivos.
He aquí la cuestión clave de cualquier discusión política. Sin embargo Scruton cree que el socialismo ha conseguido que estas verdades no puedan ser discutidas y, mucho menos, activadas políticas de corrección. En su opinión, el aumento de la deuda producirá, antes o después, un colapso del sistema. Una de las cuestiones clave de este problema reside en la definición de «pobreza relativa» que hace imposible cualquier solución que no sea empobrecer a los ricos.
Para Scruton han una gran falacia en pretender que la pobreza sea definida a partir de la riqueza. Según esto el pobre es pobre «a causa» de que el rico es rico. El conservador no acepta que la riqueza surge sin propietario y el estado debe repartirla violando los derechos individuales. Sin embargo, Scruton cree que la riqueza la crean las iniciativas individuales y lo que el estado reparte son las rentas creadas a partir de los ingresos de los contribuyentes. Sospecha que todo tiene que ver con el apoyo electoral a los partidos que proponen mayores porcentaje de renta a partir de los impuestos. En su opinión, ni las teorías pretendidamente científicas de Marx sobre el nacimiento del valor, ni las de Rawls sobre la justicia, explican la falta de fundamento del socialismo. Insiste en que es una falacia pretender que cada éxito es consecuencia del fracaso de alguien, que toda ganancia es pagada por los perdedores.
Scruton acaba pensando como Hayek y, más allá, como Nietzsche, que es el resentimiento por el éxito de otros lo que alimenta la pretensión de la redistribución. En su afán de que la misión redistribuidora no alimente un mega estado, cree que ésta labor debe llevarse a cabo mediante el ejercicio de la caridad, que siempre irá dirigida al que realmente lo necesita. Scruton cree que rechazar el concepto de justicia social asociado a la teoría de suma cero, no debe implicar aceptar la desigualdad en algunas de sus formas. Además los ricos deben advertir que un exceso de desigualdad genera resentimiento y que, éste, está en la base de los conflictos sociales. Pero en ningún caso concede que ésto deba hacerlo el estado. Cree que la única forma de acabar con el resentimiento es que el rico ponga su riqueza a trabajar y haga partícipe de los beneficios a su entorno. Desgraciadamente, la crisis de 2008 ha sido el resultado de todo lo contrario haciendo sospechar, sin pruebas, que el aumento de riqueza de los más ricos ha sido a costa de los más pobres.
Le parece especialmente sangrante la pretensión socialista de segar las desigualdades también en el terreno de la educación poniendo en peligro el brillo del talento individual. La debilidad del socialismo ha sido puesta a prueba cada vez que se ha intentado crear una nueva sociedad con el mismo ser humano. Otro ejemplo de la debilidad del socialismo se manifiesta, en contraste con la fortaleza del nacionalismo, en que en las guerras del siglo XX, cuando el socialismo se había extendido por toda Europa, la gente común luchó por sus patrias y no por su clase social.
LA VERDAD DEL CAPITALISMO
La verdad del capitalismo es que siempre que, estando en juego la supervivencia y prosperidad de cada uno, es necesario el intercambio con otros, la propiedad privada y el libre mercado son las únicas formas eficaces de conseguirlo a gran escala. Sin estos mecanismos la coordinación es imposible, ni en el establecimiento de los precios, ni en las cantidades a producir. Estas verdades, en opinión de Scruton, fueron establecidas por la escuela económica de Viena con von Mises y Hayek. Los casos de estados socialistas han mostrado el fracaso de pretender establecer los precios y la producción por decreto.
Los problemas para el capitalismo empiezan cuando se establecen sistema que burlan la libre competencia mediante un cártel o mediante sistemas de corrupción de políticos que tiene a su alcance la contratación de grandes servicios o infraestructuras. Scruton cree que en el libre juego del mercado no están presente los muertos y los no nacidos, que logran su presencia a través del mantenimiento conservador de las tradiciones morales, las instituciones y las leyes, que son las únicas formas legítimas de condicionar el mercado, en lo que está de acuerdo con Hayek.
Scruton cree que los socialistas no están solos en señalar el efecto corrosivo del mercado sobre las formas de relacionarse los seres humanos y en distinguir la diferencia entre cosas con valor y cosas con precio. De hecho, muchas de las tradiciones que los conservadores más aprecian pueden entenderse como dispositivos para recatar al ser humano del mercado. Está pensando en el amor que pertenecen a un orden no negociable por muchos símiles que se puedan hacer.
Tampoco el juego económico resuelve la cuestión de hasta qué punto el estado puede intervenir en el mercado con el objetivo de redistribuir riqueza o corregir los efectos laterales de la espontaneidad mercantil. Este es un punto donde el conservadurismo y el liberalismo coinciden y donde también puede percibirse las diferencias entre ambos. Por ejemplo, la confianza y transparencia en la que está basado el intercambio. El mercado ha menudo erosiona la confianza y olvida las estrategias contra el resentimiento basadas en la responsabilidad del propietario. Scruton cree que un gran problema del capitalismo es la pretensión de las empresas de externalizar los perjuicios que causan pasándolos a los consumidores o al estado. Pone el ejemplo de irresponsabilidad de la crisis de las hipotecas sin respaldo con que han comerciado los bancos. También en el caso del mercado de hedge fund en el que los participantes hacen apuestas al margen de las transacciones reales que son llevadas a cabo por fantasmagórica entidades que se desvanecen de los lugares en cuanto aparece la hacienda local para reclamar impuestos. Unas prácticas alejadas de la confianza reclamada para el sistema y que crea grandes perturbaciones en los sistema de financiación de actividades reales para satisfacer necesidades reales. Estos juegos de alto riesgo cuando van bien son mecanismos de traspaso de capitales de unas manos a otras, lo que puede traducirse en que un grupo social pierda todos sus depósitos para los planes de jubilación. Cuando van mal inician un incendio que puede causar grandes daños por la interrelación de activos del mundo actual a nivel planetario.
Scruton después de examinar otras alternativas se rinde y acepta estas formas locas de enriquecerse y empobrecerse. Desde el punto de vista del conservadurismo estas prácticas son un abuso de la propiedad, que ellos respetan de salida. Duda sobre la pretensión de los libertarios de que estos sistemas contradicen la pretensión socialista de que lo gana uno lo ha perdido otro. Por lo visto, los jugadores de alto riesgo crean riqueza cuando ganan una de sus peligrosas apuestas con, pongamos, las obligaciones o los swaps. Scruton cree que las bondades del mercado que Hayek describe sólo son posible cuando el mercado es regulado por leyes imparciales y todos los participantes soportan el costo de sus acciones del mismo modo que cosechan los beneficios. Pero muestra su desesperanza con una visión idealizada del mercado. Cree que una escala local sí funciona, pero al llegar a las grandes corporaciones todo cambia y el objetivo es que otros paguen lo que es su responsabilidad, ya sea eludiendo los costos de contaminar o los impuestos al deslocalizar la sede fiscal, ganando capacidad de competencia en vez de mejorando sus productos. Pone el ejemplo de las botellas de plástico que acaban en el mar.
Ya Disraeli, que consideraba una máxima conservadora el respeto por la propiedad privada, pensaba que era necesario aplicar el «principio medieval» de que todo derecho de propiedad es también un deber. Todo eso le lleva a pensar que:
«…el capitalismo global, era menos un ejercicio de libre mercado, en el que los costos son asumidos para la consecución de los beneficios, que una especie de expolio, en el que los costos son transferidos a las generaciones futuras…»
Igualmente cree que los políticos en el poder actúan del mismo modo al endeudar a los estados para conseguir ser reelegidos. Como conservador le preocupa que este vértigo barra aquello por lo que merece la pena vivir: el amor, el sexo, la belleza, cosas que merecen ser protegidas de los males del capitalismo, una vez que hay que resignarse a sus condición de única forma de gestionar la economía. Por eso, vuelve la mirada a la educación y a la cultura como ámbito de salvación. Por otra parte, la insistencia del liberalismo nacido con la Ilustración en la libertad individual cree que ha salvado a la sociedad de las propuesta de teocracia y del cuasi religioso sistema marxista.
LA VERDAD DEL LIBERALISMO
«La gran aportación del liberalismo a la civilización occidental ha sido crear las condiciones que permiten ofrecer protección al disidente, y que ha sustituido la unidad religiosa por la discusión racional entre oponentes.»
Los liberales siempre han defendido la libertad negativa, aquella que se ejerce sin que otros pueda imponer su voluntad arbitrariamente a un individuo. En su confrontación con las opciones igualitarias, el liberalismo ha visto cómo se han ido imponiendo al catálogo liberal de derechos negativos (eliminadores de obstáculos) nuevos derechos positivos (generadores de gastos estatales). Los derechos liberales van acompañados de deberes, como es el caso de la propiedad privada o el libre comercio. Sin embargo, los derechos positivos no parecen genera deberes, como ocurre con la seguridad social o la educación. Son derechos generados en el marco de la dignidad humana y el desarrollo de su personalidad. Aspectos que ponen nerviosos a los liberales por su costo ilimitado y por sus efectos en crear sociedades ociosas. Es una especie de «inflación de derechos». Los derecho negativos generan con naturalidad el deber complementario (mi derecho a la vida es tu deber de respetarla), sino que, además, se concilia con la moral y genera con naturalidad legislación protectora. Sin embargo los derechos positivos generan conflictos, porque cualquier minoría puede exigirlos aludiendo a la discriminación sufrida. Precisamente el liberalismo se propone, al invocar los derechos naturales, proteger al individuo del poder arbitrario. Los derechos liberales tratan de limitar el poder del estado, mientras que los derechos positivos lo aumentan sin límite comprometiendo el consenso social como ocurre con la discriminación positiva de las minorías. Así se generan obligaciones por hechos de los que uno no es responsable. Aunque considera que el criterio moral no es suficiente para imponer una prohibición a la libertad individual. Así, menciona el caso de la prohibición de la homosexualidad en el Reino Unido que fue delito hasta 1960.
En este capítulo, Scruton insiste en la conveniencia de que en las modernas democracias los extraños sean expresamente incluidos en la red de obligaciones ciudadanas. Pero, dado que los políticos hace tiempo que advirtieron que si se mantienen en sus posiciones dogmáticamente no tienen todo el apoyo que necesitan de los electores, construyen sus discursos con zonas ambiguas en las fronteras con los discursos ajenos.
LA VERDAD DEL MULTICULTURALISMO
Herden diferenciaba la cultura de la civilización. La segunda puede ser compartida por países distintos de una gran área geográfica (por ejemplo Europa), pero la cultura es idiosincrática de cada país. Burke, por su parte, consideraba que las costumbres, la tradición y los prejuicios son las precondiciones del orden político, pues contienen la sabiduría que no debe ser puesta en cuestión pues pueden producir la desintegración social.
Scruton considera que la verdad del multiculturalismo reside en la gran aportación de la Ilustración al liberar a las sociedades de la afiliación religiosa y de los lazos de raza, etnia o parentesco. Esta es la razón por la que es tan fácil emigrar a los países de occidente, pues al emigrante no se le exige nada más que la adopción de la cultura cívica y a la asunción de los deberes asociados. Una facilidad que contrasta con la emigración a países regidos por teocracias, como ocurre en países como Arabia Saudita, Egipto o Indonesia. La Ilustración tuvo una visión de una humanidad común con una misma moralidad y pasiones, lo que facilitaba la generosidad con el otro. Esta es la base de la verdad del multiculturalismo. Lo que, en opinión de Scruton, no puede admitirse es que la recepción de emigrantes tenga que suponer la represión de la cultura receptora, que no debe admitir reproches de etnocentrismo. En definitiva, se debe aceptar emigrantes, siempre que lo hagan dentro de la cultura receptora y no junto o contra ella.
LA VERDAD DEL ECOLOGISMO
En esta cuestión a Scruton le parece que es de plena aplicación la idea del contrato social de Burke que relaciona a los muertos, los vivos y los no nacidos. Ningún punto más claramente liga a uno y otros. De hecho el concepto de sostenibilidad es, de algún modo, ese contrato. No en vano, también el nombre de la ciencia medioambiental tiene que ver con la casa (oiko), el hogar común que es el planeta. Por todo esto, a Scruton le sorprende que tantos partidos conservadores no lo tengan claro y se muestren reticentes en materia de defensa de la naturaleza. Encuentra la explicación en que los partidos conservadores se han dejado contaminar por la ideología de los grandes negocios multinacionales. Ideología que considera fútil y pasado de moda conservar cosas. Tampoco ayuda, en su opinión, el ruido y la propaganda de los ecologistas.
La verdad del ecologismo coincide con la idea de orden político y ha estado presente en la ley inglesa históricamente. La degradación se ha acelerado por la generalización de la irresponsabilidad corporativa e individual. Tanto las empresas contaminando, como los ciudadanos consumiendo y renunciando a reciclaje contribuyen al desastre actual. Scruton cree que la solución está más cerca en la demanda que en la oferta. En esta estrategia los conservadores y los ecologistas deben unir fuerzas. Los conservadores puede aportar su amor por el territorio como fundamento de acciones conservacionistas. En su opinión es en la escala local que caben acciones más esperanzadoras para la conservación de la naturaleza. Desconfía de las grandes reuniones internacionales cuando el mayor contaminador es China, que es un régimen autoritario. También considera inútil la estrategia de las ONGs ecologistas, pues no movilizan a la gente común, sin la cual no hay nada que hacer. Además, entretenidos con estrategias inútiles se olvidan los problemas que sí se pueden resolver como el sobre consumo de pescado, la destrucción de la biodiversidad con pesticidas y el irresponsable uso del empaquetamiento con plásticos que contaminan gravemente los océanos. En definitiva espera más de la sociedad civil que de acciones gubernamentales coordinadas. Cree que Inglaterra dio un gran ejemplo con el modo en que abordó los efectos negativos de la revolución industrial. Naturalmente está de acuerdo en que el problema del cambio climático es grave en otra escala. Tiene pocas esperanzas porque no hay políticas de estado al respecto, sino politización de las investigaciones y fabricación de hechos.
LA VERDAD DEL INTERNACIONALISMO
Aquí Scruton se está refiriendo a la globalización económica y política. De salida considera que un conservador no puede ser internacionalista, al contrario que un socialistas tiene que serlo por naturaleza. El conservador debe poner bajo sospecha todo intento de que el centro de control legislativo y gubernamental esté fuera de las fronteras de la nación. Esta relación del «nosotros» nacional con el territorio es una barrera insalvable para el conservador. Por supuesto que cada país tendrá sus conservadores que han de cuidar de lo suyo.
Considera la verdad del internacionalismo asociada a la resolución de conflictos internacionales. Ya en la Alta Edad Media se encuentran formas de tratados internacionales y Kant en su opúsculo La Paz Perpetua ya propone una Liga de Naciones para resolver los conflictos y para regular las relaciones responsables entre estados. Pero para eso considera que las unidades que se conciertan deben ser estados soberanos. Por eso considera una perversión el secuestro de soberanía que la Unión Europea supone. En coherencia, celebra el proceso de salida del Reino Unido de la UE. Una idea de burócratas cosmopolitas que creen en la jurisdicción internacional con la mejor intención de evitar futuros enfrentamientos bélicos entre países europeas. A Scruton le parece que este movimiento podría estar justificado en tiempos de telón de acero, pero su prolongación, tras la caída del muro en 1989, le parece perjudicial. Reconoce los avances de la cooperación internacional tras la II Guerra Mundial, pero no cree que la unión sea la solución de los problemas de hoy. En su opinión, si Delors tenía en mente la unificación de Alemania bajo el mando de Bismarck, debe tenerse en cuenta que se partía de una lengua común, que se construyó una lealtad a una concepción unificada del país y que la industrialización creciente favoreció sus planes consiguiendo una meta para la prosperidad. Finalmente, considera que la época de los imperios ya pasó y que los conflictos dependen más de la voluntad de los nacionales de cada país que de gobiernos supranacionales. Los conservadores deben estar en contra de la unificación que disuelve fronteras y traslada la toma de decisiones a no se sabe dónde.
LA VERDAD DE CONSERVADURISMO
El propósito del libro es fijar un ideario conservador, por lo que tras analizar las posiciones claves del mundo moderno buscando los mejor de ellas desde su punto de vista, aborda su propia ideología. Considera que:
«El conservadurismo no va de corregir la naturaleza humana o conformarla de acuerdo a una concepción determinada de su ideal racional. En realidad, intenta entender cómo funcionan la sociedades y crear el espacio que les permitan dar resultado satisfactorios»
Parte de la psicología de la persona y el modo que se relaciona con el otro estableciendo derechos y deberes. Un proceso en el que adquiere libertad, construye sus alianzas y las instituciones en el marco de la ley. El hombre es un creador del hogar, busca incansablemente lo valores que ha de regir su vida, para conseguir sus fines, más que los medios, de su existencia.
La verdad del conservadurismo es defender la cooperación entre seres libres que se profesan mutuo amor y respeto en un clima de transparencia de las actividades. Construye la sociedad desde abajo, salvo en los casos de emergencia. Desde la materia prima de los afectos humanos construye asociaciones duraderas con reglas, oficios, ceremonias y jerarquías que dota a nuestras actividades con un valor intrínseco. Así crea instituciones como escuelas, iglesias, bibliotecas, coros, orquestas, grupos de teatro, clubes deportivos, torneos de ajedrez, sociedades históricas, científicas, museos, clubes sociales. Instituciones todas que con sus reglas de funcionamiento disciplinan y articulan la sociedad, al tiempo que entregan a cada generación el resultado de los esfuerzos de las anteriores.
En contraste las sociedades totalitarias lo primero que hacen es destruir todo este entramado para que no haya nada más que una lealtad que permitirá crear al hombre «nuevo». Pero Scruton piensa que el estado debe mantener el control de la fuerza para combatir el único tipo de asociacionismo indeseable, que es el criminal. En su despliegue la sociedad civil genera desigualdad en habilidades, conocimientos, confianza y buena voluntad, lo que es coherente con la libertad e incoherente con la pretensión de igualdad. Por eso le preocupa el ataque a la red de relaciones sociales heredadas que supone las leyes de no discriminación. Pone los ejemplos de la paternidad por adopción de parejas no heterosexuales o de los Boy Scouts (?) o los clubes británicos donde las mujeres no son aceptadas. Él cree que no hacen mal alguno y no entiende la postura de las feministas que piensan que en estos clubes se trama el predominio masculino en la escala social.
También rechaza la hostilidad a los colegios privados y su capacidad en crear estilo y formar alumnos para el éxito social. Le repugna la pretensión de que toda la formación esté controlada por el estado. No hay injusticia en crear asociaciones con derecho de admisión, pues la justicia reside en el respeto por las transacciones libres. Cree que en el fondo de esta beligerancia sólo hay resentimiento. Por eso propone para curar a la sociedad de resentimiento el activar la movilidad. Todos deben tener la oportunidad con su esfuerzo de progresar socialmente. No es una cuestión de venganza de los pobres sobre los ricos, sino de vivir en una sociedad en la que cualquiera pueda lograr sus fines si aplica su esfuerzo e inteligencia.
Su lema es que la sociedad crece desde abajo y puede ser destruida desde arriba. La autonomía social favorece la creación de quienes siguiendo sus propios impulsos pueden encontrar soluciones a los problemas humanos. Esta espontaneidad coincide con la visión energética de Hayek sobre cómo progresa la sociedad humana. Pone el ejemplo de la conversación como paradigma de la reciprocidad con la que unos influyen sobre otros en sus medios y fines. Conversaciones sin intención de dominio que favorecen la creatividad y la felicidad. Pues el conservador no desprecia la felicidad, que se puede encontrar en el trabajo bien hecho y su culminación que es el arte bello. La obra de arte es un acto de comunicación según Schiller. Un acto de comunicación que busca el reconocimiento, es decir, busca al otro. La mayor forma de reconocimiento se da en la amistad. Buscar el propio disfrute no está reñido con el trabajo, pues muchos encuentran en las relaciones con sus compañeros la oportunidad de ese vital reconocimiento, que tanto une a los miembros de distintos grupos, como los deportistas o los soldados.
Scruton avisa de que la verdad de la posición conservadora depende del reconocimiento de que la libre asociación sólo es válida si es fuente de valor y sentimientos, y no un mero instrumento para el entretenimiento. Hasta el ejército debe ser una expresión de los lazos y afectos sociales y no un instrumento de poder. Por eso simpatiza tanto con el policía británico (Bobby) que va armado sólo de una porra y un pito.
FINAL
Scruton responde físicamente y biográficamente a su filosofía. Un hombre nacido en un hogar obrero que aprovecha la escalera social y se zafa del pensamiento de su entorno para hacerlo por sí mismo. Primero se libra de la filosofía análitica que se le propuso en sus estudios universitario, después de la presión de sus colegas por su rechazo al multiculturalismo y, finalmente, a sus setenta y tres años todavía nota como la ideología positivas le lanzan dardos. No es necesario estar de acuerdo con él para encontrar coherente su posición. Su conservadurismo es combativo con fundamento. Probablemente no tiene simpatías entre los que se llaman conservadores en el mundo de la política o de la economías, donde triunfa la tribu libertaria. Él hace lo que puede y parece que va a morir con sus botas puestas, las de una concepción de la vida basada en términos en fase de extinción como patriotismo, amor a la tierra, confianza, pertenencia, identidad política. Pero también afirmada en el rechazo de la teocracia, el racismo, los abusos de las grandes corporaciones, los abusos de las novedades financieras, los abusos de las organizaciones supranacionales y del estado. Sus principales dificultades nacen en el resbaladizo terreno de los derechos de las minorías. Ahí mantiene una posición de coherencia con su posición de defensa de la libertad negativa que, en su opinión, se ve atacada con la creación de espacios de discriminación positiva. Creo que, dado que argumenta todo los que sostiene, debe ser combatido en el mismo terreno en el que él plantea la batalla con elegancia: el de las ideas. Habrá tiempo.