Olivia, un año

Hace tres días, Olivia, cumpliste un año y ésta es la crónica. Te bautizaron, ya sabrás lo que eso significa y, sobre todo, que significa para tí. En la ceremonia leí un texto que he incorporado al final. Espero que te guste. En este año tu rostro se tornasola entre la herencia materna y paterna. Habrá más cambios, pero, hasta ahora, si hay que pronunciarse, la fuente paterna se impone. Es una mezcla que produce extrañeza por su perfección. Aún no andas, pero gateas con gran competencia y ensayas con ayuda los primeros pasos. Unos dientes incipientes en la parte inferior calman la ansiedad de los que esperamos tu progreso biológico y tus manifestaciones de personalidad aumentan la esperanza de hablar contigo. Dices ya «mamá» y «papá», aunque no «abuelito» o «abuelita». En venganza les he dicho a tus padres cómo se dicen ambos nombres en japonés o árabe, para que vean que la «ma» y la «pa» son universales y que, por tanto, no es de ellos, sino del bebé y sus circunstancias fonéticas que con sus primeros balbuceos los bautizan. Pero, como los padres están más cerca, se apoderan «abusivamente» de estos primeros balbuceos. Si no, ya hace tiempo (un año) que yo, al oír «pa» habría levantado el dedo.

Ya sabes decir que no (con la cabeza). No es no. Es un gran avance, pues en la vida hay que decir muchas veces no, incluso a uno mismo. También sabes decir adiós (con la mano), lo que es fundamental, pues si uno se equivoca debe saber decir adiós a los errores. Has adquirido un cierto aire meditativo, lo que es promesa de interés por las cosas y capacidad de diferir los placeres y tomar las decisiones correctas. Estamos a la espera de tu pelo y sobre todo de tu voz articulando palabras con las que buscarle un sentido a las cosas.

Con ellos, quizá vendrán las preguntas, esa forma tan humana de satisfacer la curiosidad, esa forma, a su vez, tan poderosa y llena de peligros que hace posible el progreso. Ya das disgustos al decidir si acepta unos brazos que se te ofrecen o los rechazas por razones misteriosas. Te gusta el juego y, poderosamente, el baile. Basta  con esbozar unas notas con ritmo e inmediatamente te cimbreas como un junco. Has salido ya al extranjero con tus padres. Has ido a Roma, una ciudad que la fundaron unos bebés. La has encontrado decadente, claro. Supongo que no has interpretado bien la razón de tanta ruina. Ya te lo aclararemos. Tu respuesta al desafío que supone el primer vuelo ha sido extraordinaria. Las nuevas sensaciones, en vez de inquietarte, te han abierto un mundo de posibilidades que, seguramente, explorarás cuando tenga más de un año.

Estás estudiando inglés en la guardería. Quizá, por eso ya dices «ta». Entre las costumbres que has adquirido está la de hacer experimentos con la gravedad. Por ejemplo, te den lo que le den, lo tiras al suelo. Como ya llevas un mes haciéndolo, creo que será conveniente decirte, en su momento, que, en la práctica científica, la repetición tiene sentido sólo cuando las variables se relacionan estadísticamente en sus variaciones. Por ejemplo, creo que comprenderás, a la primera, que basta con meter la lengua en sopa caliente una vez para que aprendas que te la vas a quemar. Eso te lo explicará tu abuelita, que sólo piensa en tí y lamenta que ya desde tan pequeñita el mundo te estén ofreciendo celebrar fiestas ajenas como el Halloween o el Black Friday (te llevaron de compras). Pero así es, Olivia, este mundo en el que ya llevas un año, que es el tiempo que tu suelo da una vuelta completa a una bola ardiente allá a lo lejos. Ha sido el año más fotografiado de un bebé, lo que podrás comprobar con las miles de fotos que tus admiradores te hemos hecho. Fotos en las que cristaliza una mirada que nos tiene cautivados. Una mirada en la que te preguntas ¿de qué va esto del mundo? y te respondes: no sé, pero me gusta.

LO PROMETIDO

Queridas familias y amigos:

De la interpretación teológica de esta ceremonia dará cuenta competentemente nuestro querido cura Ginés. Un cura que hemos heredado y compartimos con nuestros queridos amigos Loli y Rafael. Lo que yo debo hacer es tan sentido como superficial aun que inspirado por esta niña que es hoy el centro de nuestra atención.

Bueno, aquí estamos todos en torno a esta personita. Empiezo por su nombre, Olivia que ya la muestra como una amante de la paz, lo que no es poco, ya que contribuirá seguro nada menos que hasta el siglo XXII a hacer de este mundo de los humanos un lugar mejor. Una paloma llevará en el pico, mientras ella quiera, una ramita de este olivo que hoy regamos. Porque hoy es bautizada y todos lo hacemos en inocencia por ella.

Tener una nieta ha sido una experiencia muy especial porque tener en brazos, tantos años después, 3500 gramos trémulos es la señal de que se ha cerrado el ciclo virtuoso de la vida. Como abuelos ya no habrá nada más nuevo, original y emocionante que Olivia, que nos ha permitido ser, por última vez, verdaderamente novatos en una experiencia importante. Gracias Moisés y Valentina por esta obra de arte.

El vértigo de la paternidad y sus obligaciones no deja reflexionar en exceso, pero en la abuelidad no hay vértigo, si trascendemos la molestam senectutem, y dejamos de pensar en nosotros. De este modo, el maravilloso espectáculo de la vida se presenta sin velos. Y el espectáculo es esa carita tan expresiva y llena de promesas. Una expresividad que mostró desde el primer segundo de su vida rodeada del asombro de todos los que tenemos la fortuna de ser su familia: sus padres, sus tíos, sus abuelos… Pero Olivia es, sobre todo, una promesa que, si la vida lo permite, los abuelos tendremos la fortuna de ver cumplida hasta un cierto momento en que haremos mutis. Personalmente quiero durar mucho, hasta los 100. No es por mí, sino para que no tenga un trauma prematuro.

Mirando a Olivia ves qué quiere decir la palabra inocencia, pero también serenidad y belleza. La miras y vives el espejismo de que ya quiere hablar contigo y escuchar tus historias. Su sonrisa te cautiva y estás deseando escuchar su voz de niña. Estoy seguro que será curiosa y, a fe, que no le faltaran respuestas; de que será inteligente y no le faltarán oportunidades de dejarlo patente; de que será fuerte y no faltarán resistencia que vencer y de que será buena persona y ejercerá, pues la vida siempre da oportunidades para la bondad y el perdón; seguro que nos sacará con su frescura de algunos atascos propios de la sequedad de corazón que traen a veces los años.

Se supone que una nueva vida es consecuencia del amor de sus padres. Así es, pero sólo hasta el nacimiento, pues a partir de ver la luz, los papeles se invierten. Sus padres, tíos y abuelos seremos una consecuencia del amor que ella nos tenga. Tanto valdremos cuanto ella nos quiera. En sus manos estamos. Estoy seguro que tendrá para todos pues el amor es inagotable. Pero la mayor parte será, querámoslo o no, para sus padres. Cuando la miréis, Moisés y Valentina, podréis decir con el poeta José Martí:

“… Y yo besaba sus pies pequeños/ Dos pies que caben en un solo beso”

Año Nuevo

«… disfruta la dicha de mayo, que aunque era entonces tan deslumbrante ha desaparecido de mi vista. Y aunque ya no puede volver la hora del esplendor en la hierba y la gloria de las flores, no debemos afligirnos, sino buscar la entereza en lo que permanece inmutable, en esa primera intuición, que habiendo sido una vez, debe seguir siéndolo por siempre; en aquellos punzantes pensamientos que surgen del sufrimiento humano y en la fe que ve más allá de la muerte… » (Wordsworth)

Este clásico inglés es la prueba de que, en materia de vida, ninguna generación le da lecciones a otra. Mi visión del tiempo me permite decir de forma provocativa que no existe. Con ello me pongo al día con las concepciones científicas modernas y, de propina, obtengo una visión de la vida que me ha servido muy lealmente. En el siglo XVII y XVIII el espacio era considerado un ámbito en el que «estaban» las cosas y el tiempo un ámbito en el que «sucedían o se sucedían» las cosas. Aquí cosa sirve por objeto material y por acontecimiento. La discusión sobre las implicaciones vitales de una u otra concepción del espacio, no son pocas, como se puede comprobar por las disputas territoriales entre estados o dentro de los estados o por los conflictos históricos o íntimos a que da lugar el tiempo. Pero, ahora, nos centramos en el tiempo, que es un concepto más escurridizo y, además, está ligado al Año Nuevo de inminente celebración. Mirando hacia un atrás remoto, Aristóteles dejó dicho que «el tiempo es la medida del cambio» y mirando a un atrás cercano, Einstein dejó dicho que el tiempo se dilata y contrae con la velocidad. Lo que puede parecer muy chocante, pero no menos que cuando se dice, en algún anuncio para evitar accidentes, que nuestro peso aumenta con la velocidad o cuando comprobamos nosotros que cuando hacemos ejercicio perdemos peso o, en forma más poética, no disolvemos literalmente en el aire. El tiempo no es un ámbito, sino el cambio del mundo que somos y el mundo que nos rodea. El tiempo es una característica generada por la dinámica de la naturaleza que nunca descansa. Por eso, al principio decía que el tiempo no existe, porque, en realidad, es el cambio lo que existe, lo que no evita todas las aparentes paradojas de las concepciones modernas de la ciencia.

Pensando en nuestras vidas desde esa perspectiva vemos enseguida que no pasan los años, sino que la biología nos impone cambios en nuestro aspecto desde el día de nuestro nacimiento y que, a nuestro alrededor todo cambia de forma relativa a nuestro propio ritmo, de forma más o menos rápida. Naturalmente, por razones prácticas, tomamos un cambio regular como referencia para el resto de los cambios y les damos nombre a eso fragmentos de cambio que llamamos, horas, días, semanas, meses, años… vida. Lo importante es que captemos que no pasan los años, sino los acontecimientos y que, por eso, cuando no pasa nada en nuestras vidas, lo que llamamos tiempo se para y nos entra un terrible tedio. También, cuando tomamos consciencia en un cumpleaños de que llevamos muchos cambios en nuestro cuerpo, decimos cosas como «qué rápido ha pasado la vida» con cierta tristeza, como si la vida no hubiera merecido la pena. Es la tristeza del tiempo que con tanta eficacia emotiva canta la literatura, en especial la poesía o la música.

Dijo Quevedo:

«Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado»

Dijo Góngora:

«Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras? 
Peligro corres, Licio, si porfías 
En seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas, 
Las horas que limando están los días, 
Los días que royendo están los años.»

El consejo de nuestros sabios clásicos, ya hechos «polvo enamorado», instalados como estaban en su concepción del tiempo propio de la época, es que los cambios se suceden sin esperarnos y no debemos «seguir sombras y abrazar engaños«. Que el presente es un filo cortante en el que residimos gracias a la memoria del fue y a la imaginación del será. El uno que nos da el ser y otro que nos promete el deber ser. No hay razón para la tristeza del tiempo si somos capaces de llenar nuestra vida de acontecimientos llenos de sentido para nosotros. Si es el caso, cuando en un cumpleaños mires hacia atrás, no te dejes atrapar en la tristeza que produce que lo pasado no esté presente, sino que repasa con alegría los acontecimientos que dieron sentido a tu vida en cada etapa y verás que, si pides más, es que el problema no está en el vacío de tu vida, sino en las exageradas expectativas puestas en ella por un imaginación delirante.

Cumplir años no es otra cosa que cumplir el ciclo de cambios vitales que la realidad nos impone. Cambios a los que tenemos que estar agradecidos por haber sido «elegidos» para vivirlos. Por eso, no deja de ser un descubrimiento feliz que, en realidad, no cumplamos años y que, por tanto, si somos capaces de reconciliarnos con nuestro aspecto físico y psíquico en ese presente continuo en el que vivimos abrazados a la memoria y a la imaginación, lo urgente ya no sea un tratamiento estético, sino mantener nuestras posibilidades de vivir acontecimientos cotidianos y extraordinarios llenos de la luz que solamente nosotros podemos poner. Porque, a estas alturas, creo que ya sabemos que nadie puede vivir la vida por nosotros.

Si estamos de acuerdo en el carácter arbitrario de lo que llamamos tiempo, estaremos de acuerdo en que el Año Nuevo es uno de esos momentos convencionales al que adornamos socialmente de sentimientos especiales, pero que no todo el mundo estará preparado para vivirlo justo ahora. La ventaja de este carácter social es que los que estén preparados convierten un acontecimiento individual en colectivo y asocia sus sensaciones a las de los próximos aumentando la escala emocional. Los que no esté preparados ahora para volver la mirada a la memoria y hacer balance de lo acontecido saboreando el poso intangible de su vida transcurrida, ni estén preparados para lanzar la mirada hacia los cambios que puede protagonizar, generando esa especial euforia que produce lo no sucedido con su aspecto pulido y sin defectos, que no lo hagan por imposición social. Que se preparen para su Año Nuevo cuando éste tenga a bien aproximarse en su intimidad. Concedamos, pues, que junto al Año Nuevo socialmente celebrado, que estimula a los más despistados con su tronar de trompetas para el acontecimiento obligado de repaso y proyección, hay mucho Años Nuevos llenos de sentido para cada uno. Un Año Nuevo que deben celebrar siempre que, mire usted por donde, «el tiempo» de cada uno madure.

En ese momento, si estás cerca y lo noto, te diré aunque sea en abril, «Feliz Año Nuevo».

 

Navidad, oferta y demanda

La Navidad cristiana es una fiesta coherente porque reconcilia dos incoherencias. La primera que, por una parte, se celebran los valores más apreciados de nuestra civilización, como la caridad y la esperanza, pero de otra, se desmiente todo eso, al convertirlas en una orgía de consumo de banalidades produciendo dos efectos: el aumento de la agresión al planeta, matando la esperanza y el olvido estupefaciente de la necesidades reales de los seres humanos, matando la caridad. Y la segunda incoherencia es que esta fiesta está asociada al nacimiento de una figura única (Cristo), la de un ser concreto o de un símbolo, según pareceres, que representa el conflicto, pero también la reconciliación entre nuestra imperfecta forma de ser y la perfección suprema. Cuestión ésta que está en el fondo de toda la historia de nuestra civilización en sus formas sociales, políticas y culturales.

La mencionada fiesta del consumo y sus consecuencias lleva a pensar en dónde puede estar la solución a determinados problemas estructurales enquistados que, más allá, si cabe, de sus implicaciones morales, nos conducen a un desastre previsible, según nos informa la ciencia y nos desmiente la estupidez. En este momento entra en juego la ley de oferta y demanda según la cual el precio de los bienes y servicios se fijan con oscilaciones a partir de las preferencias de los compradores y los costes de los productores. Obviamente, ésto necesita aclaración porque, ni todo el mundo compra lo que desea, ni todo productor vende siempre cubriendo costos. Es decir hay que introducir detalles complementarios, pero éste no es el sitio. En términos simples esta ley nos dice que cuando la demanda aumenta porque el dinero circula con facilidad  o se trata de un bien muy apreciado y escaso, los precios suben y, simétricamente, cuando los precios suben, por escasez o por razones internas de las empresas, la demanda se retrae. Por la primera razón, en Navidad suben el precio de productos a los que no les prestamos atención a lo largo del año, provocando, tras el cénit de compras, las rebajas, que buscan excitar la demanda ya casi agotada bajando el precio, dado que ya no pueden elevar el aprecio.

En términos más generales, esta ley podría enunciarse como que los seres humanos no valoramos lo que abunda y sí lo que escasea. Así definida, esta ley extiende su aplicación a ámbitos tan, aparentemente, alejados de la economía como las relaciones personales y sociales. No hay sorpresa en ello, porque, al fin y al cabo, la ley económica refleja nuestra forma de ser, que es el fundamento de nuestras decisiones en todos los aspectos. Esta importancia de la naturaleza de la demanda sirve para enfocar la solución a los problemas y establece una llamada a la responsabilidad que no hemos explorado suficientemente. Es habitual que echemos la culpa de la contaminación sobre las grandes compañías, de la subida del precio del petróleo sobre los países árabes, de las estafas piramidales a los estafadores y tenemos razón. Pero, si no queremos que se contamine, ni que los precios se disparen, ni que nos arruine un aventurero, en gran medida esto depende de nosotros. Y, más allá, si queremos política de calidad, se necesita un elector exigente y bien informado que no caiga, una y otra vez, en el error de votar al que no cumple, al menos sin explicar por qué lo ha hecho y después de pedir perdón. Si la extraordinaria arma que es la publicidad y la propaganda encuentra un consumidor inerte, carente de criterio e información hay poco que hacer e iremos indefectiblemente a un desastre ecológico y político. Ya me sorprendió hace tiempo que hubiera congresos de neuromarketing, pero su explicación parece clara: estar en posesión del conocimiento sobre los avances en neurociencia para influir de forma más eficaz en nuestras necesidades. Véase:

Este uso de la capacidad y potencia de la demanda es intuitiva, como ponen de manifiesto los intentos irracionales de usarla para boicotear a regiones del propio país por razones ideológicas. Pero siendo intuitiva, no está desarrollada. Piénsese que los materiales que mayor influencia tienen en la generación de CO2 son conocidos por su papel como combustibles universales, pero, además, y muy importante, gran parte de los productos cotidianos son transformados del petróleo, muchos de ellos no reciclables. Tampoco se olvide la importancia de los derrames de petróleo originados por la monstruosa demanda de este producto. Por otra parte, el asociacionismo de consumidores se ha centrado, por el mismo mecanismo de oferta y demanda en la defensa de los intereses económicos del consumidor. Por su parte, el ecologismo ataca a la oferta (las grandes compañías) consiguiendo escenas efectistas, pero no efectivas. Creo que sería bueno que unas y otras enfocaran parte de sus esfuerzos en que el ciudadano supiera hasta qué punto sus decisiones son importantes, si no decisivas. De ese modo se dejaría de perder el tiempo en esperar que las decisiones políticas, que persiguen siempre resultados a corto plazo, resuelvan el problema, como alguna vez creímos. Otra cosa es cómo conseguir cierta coordinación espontánea (pues la premeditada es ilegal) cuando se trata de miles de decisiones que pueden cambiar el rumbo de los barcos de contenedores en el océano o hacer caer o subir las bolsas.

No es fácil que los ciudadanos hagan de sus decisiones de compra una tesis doctoral, entre otras razones porque hace relativamente poco tiempo que la preocupación por la ecología y la economía ha llegado a la vida cotidiana. Y ello, por la evidencia de las consecuencias nocivas y por la insistencia de los medios de comunicación, que de nuevo bajo la influencia de la oferta y la demanda, han encontrado en esto áridos asuntos un contenido muy demandado y bien pagado por la publicidad. Lo que ocurre, creo, es que se añade a la gravedad de los problemas una ciudadanía mejor formada y más atenta a sus verdaderos intereses. Pero no se ha producido el acontecimiento crucial que ponga de manifiesto que las decisiones de compra sean coherentes con la información que se recibe sobre las consecuencias negativas de algunas de ellas. Parece difícil, pero, del mismo modo que encontramos natural que la publicidad dirija el gusto y, por tanto, las decisiones, ¿Por qué desesperar de que desde el consumo (la demanda) se organice la producción (la oferta), sin necesidad de cambios políticos radicales? Es decir, mejorar la vida usando el propio sistema que, por falta de control, ahora la ahoga. La política ya ha mostrado su esterilidad al respecto. ¿Qué sentido tiene que España haya sido superada por otros países en materia de energías renovables y especialmente en lo relativo a la energía solar?

Naturalmente, no estoy proponiendo un auto boicot a gran escala que hundiera la producción mundial, sino un cambio inteligente en las preferencias en función de nuestros intereses colectivos. No es una propuesta revolucionaria, sino provolucionaria, (vuelta hacia adelante) una palabra a la que le sale un subrayado rojo indicando que no está registrada en el diccionario del editor, pero, es una palabra que tiene las mismas credenciales que «progreso». Es decir, se trata de encontrar la fuerza psíquica necesaria para dirigir el mercado desde la demanda, lo que no es nada fácil visto el share de las televisiones privadas que emiten contenidos de baja calidad y reciben el premio de una gran audiencia. En todo caso, parece una acción mejor que la alternativa conocida hasta ahora de un economía planificada de almacenes vacíos mientras se contamina produciendo armamento y se está dirigido por una gerontocracia corrupta (¡qué escena!). Ya saben el viejo chiste comunista:

Una señora entra en un almacén y pide mantequilla. El dependiente la mira asombrado y le dice: «- Perdone, camarada, el almacén en el que no tienen mantequilla está allí enfrente. Este es en el que no tenemos papel higiénico» (ni mantequilla, claro, añado yo).

Mientras llega esa capacidad de acción racional de los ciudadanos, no está de más que, al menos, no nos degrademos trasladando a lo más sagrado para nosotros los conceptos mercantiles, como ocurre cuando en las relaciones personales se habla de estar, o no, «en el mercado» sentimental. ¡Feliz Navidad!

Retrato de la política

El título de este artículo es «retrato» porque satura la palabra «relato», que es la que habría querido usar. Una palabra ésta desacreditada en las machacadoras de la dialógica política. Pero no es sólo por las semejanzas fonéticas por lo que uso este sustituto, sino porque el análisis de la entrevista que la locutora Pepa Bueno le ha realizado a Carles Mundó, y que analizo más abajo, en el programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser el día 13 de diciembre de 2017 ha resultado un retrato casi perfecto de nuestra lastimosa situación cognitiva en la discusión política. Digo «cognitiva» porque viene a cuento de que, aunque el contenido de la entrevista ha sido la situación catalana, lo que se ha desarrollado «antes nuestros oídos» ha sido un ejemplo perfecto de lo que ahora llamamos post-verdad, que, aunque he oído que «post-verdad» es un eufemismo que sustituye a «verdad», es algo bastante más complejo y peligroso. Al fin y al cabo, dice la sabiduría popular que «se coje antes a un mentiroso que a un cojo«, pero «echémosle un galgo a un post-sincero (post-S)». Un post-sincero sería alguien que convencido de su verdad, sabe que enfrente tendrá a alguien que le va a discutir desde una posición igualmente firme, de otra verdad alternativa. Por eso, ambos, tendrán necesidad de interpretar los hechos con una gran imaginación para que puedan avalar sus respectivas posturas. Si los periodistas sufren al entrevistar a un post-Sincero, enfrentar a un post-mentiroso (post-M) es su peor pesadilla. Lo siento por los periodistas que tiene que sufrir el cementicio rostro de los que llegan aún más lejos y que no se esconden detrás de una verdad en la que creen, sino que se esconden detrás de una mentira conveniente armados de las mismas afiladas espadas de los post-Sinceros. Seguro que cada uno tendrá en mente a sus post-M favoritos. De todas formas, ante la presión de Pepa Bueno es fácil que cualquier Post-S se convierta en un Post-M sobre la marcha.

El contexto del análisis es, en términos filosóficos, la relatividad de la verdad, la satisfacción del deseo y la desaparición del sujeto. En breve: 1) el que habla está convencido de que su verdad es tan legítima como la de su interlocutor, 2) se debe imponer su voluntad como último bastión para diseñar la realidad y 3) cada uno de los que interviene esconde su yo detrás de la trama de argumentos y entes colectivos en juego porque está convencido de no tiene ningún valor en el murmullo general o, peor, que su yo está al servicio de ese murmullo que él ya ha aceptado como la verdad relativa a la que sirve.

De la relatividad de la verdad de las posiciones se deriva que la verdad, en realidad ocupa un lugar secundario y superficial pues ya se sabe que no va a ser aceptada por el contrario, y se convierte en la herramienta que organiza el conjunto de argumentos para la defensa de otra cosa. Esa otra cosa, que se convierte en el centro energético de la situación, es «lo que quiero», «lo que deseo». Este deseo, innato o adquirido, fija mi posición, pero debe ser ocultado para no recibir el reproche de inmaduro o narcisista. Así, la verdad se construye al servicio del deseo y se defiende escondiendo este origen telúrico y a su protagonista. Naturalmente, esto ha estado funcionado siempre, tanto en las pequeñas mentiras domésticas, como en las grandes mentiras políticas. Lo que es nuevo es su emergencia, su llegada a la superficie de nuestra contemporaneidad gracias a la filosofía francesa (sobre todo) y su divulgación en forma de desfachatez. Porque no podía esperarse otra cosa de la fórmula «la verdad se esconde» o «la verdad es histórica». Era natural que fuera del ámbito de la ciencia, y aún en él, después de Kuhn, se aprovechara la ocasión para que los hechos pasaran a ocupar un lugar secundario. De repente, los políticos profesionales han visto corroboradas sus sospechas, ya enunciadas por Hanna Arendt de que la verdad es un estorbo para sus propósitos y que es la fascinación del elector la clave de su éxito y permanencia.

Por supuesto que esta no es la única entrevista que podría ser analizada en estos términos, sino la más completa que he escuchado últimamente. En el mejor de los casos, nuestro país está servido de post-sinceros y post-mentiroso. También se constata que el recurso de los políticos a toda la batería de mecanismos sofistas hacen que, hoy por hoy, sea casi insoportable un debate entre profesionales de la política dado el sufrimiento cognitivo que espera al oyente. Pues, éste percibe los argumentos falaces, la ambigüedad, las elipsis de todos ellos sin poder defenderse.

Vamos ya a la entrevista a Carles Mundó, ex-conseller de Justicia del Gobierno de la Generalitat cesado en el marco de la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española. Ha estado encarcelado 33 días a razón de su imputación por supuestos delitos de rebelión, sedición y malversación por un juez. Es candidato en las elecciones del 21 de diciembre de 2017 por Esquerra Republicana (ER).

1.- La primera cuestión tiene que ver con la incapacidad de un político para responder «SÍ» o «NO».

  • Pregunta (P): Buenos días, bon día
  • Respuesta (R): Buenos días
  • (P): ¿Declararon la independencia el día 27 en el Parlament?
  • (R): El veintisiete de octubre se aprobó una resolución en la que se reconocía el resultado que se produjo el uno de octubre en el referéndum y constataron que la mayoría de los votantes optaron por la independencia. (SÍ/NO)
  • P: ¿Era una declaración efectiva de independencia?
  • R: Si fuera efectiva, Catalunya sería una República independiente y no lo es. (SÍ/NO)
  • P: ¿Pero ustedes querían hacerla efectiva?
  • R: Que los partidos independentistas quieren la independencia, yo creo que, eso no es ninguna novedad. (SÍ/NO)

2.- Otro aspecto es abochornar al contrario. Es una variante del argumento «Ad hominem» que consiste en desacreditar al interlocutor, en vez del contenido de su argumento. En esta respuesta se mezcla con la omisión de la respuesta directa e indirecta.

  • P: ¿Y si vuelven a gobernar, tratarían de hacerla efectiva?
  • R: Esquerra Republicana, que es el partido al que yo represento, es un partido con 86 años de historia. Todo el mundo conoce que, entre sus objetivos políticos está convertir Cataluña en un estado independiente y ésta es una posición absolutamente legítima, que viene recogida en los programas de ER desde hace décadas, con lo que no creo que pueda sorprender a nadie. Evidentemente, ésto se consigue con amplias mayorías. Y siempre hemos defendido que la mejor manera de conseguir acuerdos es desde el diálogo, la negociación y el pacto. Lo que nosotros exigimos, porque creo que es lo propio, es que se respete el resultado de las elecciones. Si tras el veintiuno de diciembre, en Catalunya se constata que existe un apoyo suficiente a las opciones que defienden la idea de la república independiente, lo que no pueden hacer el resto de los partidos y especialmente el que ostenta el Gobierno de España es cerrar los ojos ante lo que digan los ciudadanos. Lo que no puede ser es que se pueda ser independentista en España hasta que se ganan las elecciones. Luego, ganas las elecciones y te meten en la cárcel.
  • P: ¡Hombre! porque se infringen las leyes y se desobedecen las sentencias…no por ganar las elecciones.
  • R: Esa es la opinión de la fiscalía, en todo caso…
  • P: Usted es abogado señor Mundó…
  • R: ¿Usted ya me ha sentenciado?

3.- En caso de debilidad, se retrocede a la propia opinión debilitando las afirmaciones previas o eludiendo la  responsabilidad propia.

  • P: ¡No!… Lo que ocurrió el veintisiete de octubre, pese a las advertencias de los letrados de la Cámara y del Consell de garantías que les decían que no podían hacerlo porque se salta el marco constitucional…
  • R: Esto se discutirá en el proceso que hay abierto. Un proceso absolutamente desproporcionado y fuera de lugar, porque no creo que nadie con un mínimo de sensatez jurídica pueda defender imputaciones tan graves como la sedición o la rebelión. Y esto no lo digo yo, que puedo tener interés en el procedimiento, sino que lo han dicho, no hace muchos días, ciento veinte catedráticos de Derecho Penal de universidades españolas, que han dicho que no procede y no tiene sentido imputar estos delitos e incluso Diego López Garrido, el redactor de estos artículos del Código Penal insiste en que ésto no procede…
  • P: La calificación jurídica le corresponde, efectivamente, a los jueces y a los fiscales…
  • R: Yo estaba dando mi opinión…
  • P: No entro en la calificación jurídica, pero, ¿ustedes no eran conscientes de que estaban situándose al margen del marco constitucional, cuando se lo decían los letrados de la Cámara y el Consell de Garantías, que eso no se podía hacer, y lo que vimos en directo todos los españoles?
  • R: Usted ha explicado que yo no tenía la condición de diputado, con lo cual ésta era una cuestión que se discutía en el Parlament y yo, como miembro del Govern no intervenía en las decisiones que se tomaban…

4.- Aquí se usa la falacia de la «Ad populum«. Es decir, si la mayoría lo apoya, es verdad. Si un programa ofrece una ilegalidad, el apoyo popular no legitima para tal incumplimiento de la ley.

  • P: Pero era miembro del gobierno que promovía esa situación…
  • R: Yo era miembro de un gobierno que tienen un programa electoral salido de las elecciones del veintisiete de septiembre de dos mil quince. Un programa electoral que recibió el apoyo más mayoritario de los ciudadanos, con lo cual, lo que se planteó en el Parlament, tenía que ver con lo que los ciudadanos avalaron en la urnas… las decisiones que se tomaban en el Parlament las tomaban los grupos parlamentarios, no el Gobern.
  • P: ¿La Unilateralidad es una vía o un invento del Gobierno, como dijo Marta Rovira en la SER? 
  • R: Yo he dicho siempre que el concepto de Unilateralidad no me gusta, ni lo encuentro deseable, porque…
  • P: Pues, miembros de su partido el domingo anunciaron que están dispuestos a volver a la vía unilateral.
  • R: Miembros de mi partido no, personas que se han integrado en estas listas han dicho que es una vía que no la consideran descartable, aunque en el programa de ER no se contiene la Unilateralidad de hecho de forma específica. Lo que se dice de forma expresa es de «bilateralidad».
  • P: ¿Bilateralidad para negociar exactamente qué?
  • R: Lo que planteen los ciudadanos. Es decir, no podemo hacer unas elecciones y, luego, que nos de igual el resultado. No podemos hacer unas elecciones en las que salga una mayoría de votos en los que se defienda o se sostenga que Cataluña pueda ser un estado independiente y, como el resultado no nos gusta, lo que hacemos es negar la validez de ese resultado…
  • P: O sea, ustedes lo que quieren es negociar con el Gobierno de España la independencia de Cataluña…
  • R: Así es. Es legítimo hacerlo…
  • P: Usted sabe que ningún gobierno de España, ni este ni ningún otro puede negociar la independencia de una parte del territorio porque se lo impide la Constitución.
  • R: ¿Y, entonces es irrelevante la opinión de los ciudadanos?
  • P: Yo no digo que se irrelevante. Digo que no lo pueden negociar porque se lo impide la Constitución, el marco legal español. ¿Sabiendo que eso es así…
  • R: Entonces, alguien tendría que explicarme cómo es posible que se pueda defender la idea de la independencia, se pueda plantear y ER lo ha hecho durante décadas que una opción, que es legítima, porque los programas electorales están claros y el objetivo es nítido y nunca se han impugnado estos programas, cuando se obtenga un apoyo mayoritario de los ciudadanos, eso que es posible planteárselo a los ciudadanos ¿no es posible llevarlo a la práctica?…
  • P: ¿Se plantean ustedes en la próxima legislatura utilizar el mecanismo, que la propia Constitución prevé, para instar a una reforma de esa Constitución e introducir sus aspiraciones por esa vía? 
  • R: Cuando dice usted que no se puede negociar..
  • P: Digo el mecanismo…
  • R: Si los ciudadanos, de una forma clara, dan el apoyo a una opción legítima, lo que tiene que hacer los gobernantes, los que les guste el resultado y los que no les guste no es impedir por todos los medios, incluyendo la utilización del Código Penal y perseguir a los que pretender dar eficacia a lo que los ciudadanos vota el día de las elecciones. Lo que tiene que hacer los gobernantes, les guste más o menos el resultado es respetarlo y hacer todo lo posible para que las medidas incluídas…

5.- Uso extremo del argumento del punto 5. Elecciones planteadas para gobernar son utilizadas para segregar. La falacia está en no presentar el objetivo de las elecciones para eludir su cumplimiento con el pretexto de su apoyo popular.

  • P: ¿Quiere decir que usted es partidario de utilizar ese mecanismo de la Constitución?… es que no lo han utilizado hasta ahora y está ahí…
  • R: Si para conseguir lo que los ciudadano pretenden mediante el voto en las elecciones, ese mecanismo es necesario, todos los partidos tienen que tomar las medidas, sean estas o cualquiera. Si no, ¿para qué hacemos elecciones?

6.- Aquí se presenta con claridad la relatividad de posiciones. A las posiciones se las llama abusivamente «relato». Ante una descripción de hechos inconvenientes se ofrece una palabra mágica que anticipa otra interpretación: «hay unos hechos, pero…».

  • P: Ustedes acusan a Mariano Rajoy de no haber política de no practicar el diálogo. Lo hemos criticado mucho en este programa por su inacción en el tema de Cataluña. ¿Pero a usted le parece hacer política declarar la independencia de forma unilateral la independencia de forma unilateral sin ningún reconocimiento internacional provocando tal pánico económico que según La Vanguardia los catalanes sacaron seis mil millones de euros por el susto de los bancos de referencia, Sabadell y la Caixa en diez días. Tres mil empresas decidieron trasladar su sede social y algunas su sede fiscal, dejando a la sociedad catalana fracturada. ¿Eso es hacer política, lo que han hecho ustedes? 
  • R: Este es un relato que efectivamente estaba absolutamente instalado en muchos ámbitos…
  • P: Es una descripción…
  • R: Sí, sí, una descripción, que puede ser exactamente esa. hay unos hechos, pero la explicación de los hechos puede ser ésta o puede ser otra. Yo me pregunto, ¿Qué género de inestabilidad es que el uno de octubre los ciudadanos pacíficamente fueran a votar o que la policía cargara con la violencia con la que cargó. ¿Qué género de inestabilidad: los ciudadanos pacíficos o estas imágenes absolutamente inimaginables en un estado de la Unión Europea en el año dos mil diecisiete.
  • P: ¿Usted de verdad cree que esa carga lamentable de la policía es lo que hizo que los catalanes sacaran seis mil millones de euros de sus principales bancos de inversión?
  • R: Si ese dato es correcto, que lo desconozco, es evidente que se produce por una sensación de inestabilidad, eso es cierto…
  • P: ¿Las leyes de ruptura el día seis, no les parece inestabilidad suficiente y anunciar una constitución catalana…? 
  • R: Las leyes se aprobaron en septiembre y, en septiembre, no pasó nada…
  • P: Los bancos no sabían que no iban a estar bajo el paraguas del Banco Central Europeo a partir de ese momento…
  • R: … son muchas preguntas y no puedo responder…, pero, al final, lo relevante es que, a partir del uno de octubre, no niego que haya inestabilidad y yo no sé si estos datos que usted me decía son exactamente así o son distintos, pero, en cualquier caso, lo que no acepto es la conclusión porque alguien dirá que el factor de inestabilidad se genera porque los ciudadanos votaran pacíficamente, como se pudo comprobar y, en mi opinión, y creo que en la de muchos de los ciudadanos de Catalunya, lo que realmente generó esa inestabilidad fue esa brutalidad que vimos y que generó una idea de España que no era la que nadie deseaba. Eso generó una espiral y que, luego, se alimentó por parte del Estado Español facilitando que las empresa salieran de Catalunya cambiando su sede social, que, digámoslo por su nombre, no es lo mismo que una empresa se vaya cambiando su sede fiscal…
  • P: El Gobierno lo facilitó, como usted lo sabe muy bien, a petición de parte. A petición de empresas que querían llevarse su sede social y necesitaban mecanismos para poder hacerlo.
  • R: Una cosa es llevarse la sede social y otra llevarse los centros productivos…
  • P: Lo que hace el Gobierno español es una petición de parte…
  • R: Bueno, eso, se puede explicar así…
  • P: Lo han dicho los protagonistas…
  • R: En cualquier caso, lo relevante… yo no considero una buena noticia que las sedes sociales se hayan trasladado pero le doy el valor que tiene, que es negativo, pero lo que me parece relevante es que los centros de trabajo, los centros productivos siguen en Catalunya, por lo tanto, yo considero que también aquí ha habido un interés en alimentar ese relato de que, lo que genera inestabilidad, es que los ciudadanos voten, y no que se les reprima con cargas policiales y carreras brutales.
  • P: Carles Mundó, la pregunta es si esta descripción de hechos, con los que se pueden hacer dos o tres relatos, los que usted quiera, pero la descripción de hechos es…
  • R: Bueno, cada uno lo ve un poco distinto…
  • P: No ha habido reconocimiento internacional…
  • R: Cierto…
  • P: Unas tres mil empresas han iniciado los trámites para llevarse su sede social y algunas también la sede fiscal…
  • R: …
  • P: Hay una fractura social evidente en la sociedad catalana… 
  • R: ¿Qué significa una fractura?
  • P: … en la que hemos visto manifestarse sucesivamente defendiendo…
  • R: No se puede confundir la pluralidad con la fractura… ¿Cuándo no hay fractura, cuando sólo se manifiesta en unos?
  • P: … defendiendo cosas muy diferentes…
  • R: Claro, eso es pluralidad…
  • P: ¿Ustedes están dispuesto, si gobiernan a seguir por esa vía… o tienen algún plan para evitar esta situación, que es la pregunta que hay que hacerle a un candidato en elecciones…
  • R: Voy a responder la pregunta, pero a partir de una premisa… que haya manifestaciones de distinto signo, para mí no es división, para mi es pluralidad, que tenemos la suerte, en Catalunya, de poder vivir con absoluta naturalidad y plena convivencia…
  • P: Usted cree que no hay fractura social en Cataluña…
  • R: No hay fractura social en Catalunya, hay opiniones distintas, afortunadamente.
  • P: Uhum…
  • R: Yo creo que es sano que la gente pueda opinar y manifestarse expresando su posición legítima y no dejar de convivir plenamente en todos los ámbitos de nuestra sociedad y en el espacio público, con lo cual niego rotundamente que haya una división social en Catalunya. Es más, lamento profundamente que haya quien, para hacer creer que esto sucede, diga que se genera odio a España. Me parece…

7.- Ante preguntas directas el recurso es huir al campo subjetivo «yo creo…», » A mí…» y responder mostrando la propia posición sobre lo que no se pregunta. De esta forma ante cualquier reproche de deformación de hechos se busca el refugio de «es mi opinión».

  • P: Llamar franquista al Gobierno Español, como hizo su compañero Comín desde Bruselas, ¿no es alimentar…?
  • R: A mí no me gusta esta palabra, yo se lo digo hoy y no es noticia, porque lo he dicho cada vez que me lo han preguntado…
  • P: Llamar «aragoneses», ayer en la puerta del museo de Lleida como insulto: «¡aragoneses!… esto ¿no es estimular… o no se ha creado un caldo de cultivo propicio… para despreciar a las personas por donde han nacido?
  • R: A mí, lo que me parece repugnante es que se diga que los catalanes generan odio a España. Eso sí me parece repugnante, por es absolutamente falso…
  • P: ¿Llamar franquista al Gobierno de España le parece que alimenta el odio a España o no?
  • R:  A mí no me gusta, a mí no me gusta…
  • P: ¿Y alimenta el odio a España o no?
  • R: Yo creo que eso no alimenta el odio a España… eso, creo que es un tono que a mí en política no me gusta y ya está… me parece repugnante que se alimente el odio a España, me parece repugnante que se haga bandera del «¡a por ellos!», que es profundamente ofensivo, y me parece repugnante, por ejemplo, que se diga que se adoctrina en las escuelas, porque no es verdad, porque esto, no solamente es mentira, sino que es faltar al respeto de los ciento diez mil maestros y profesores que hay en la escuela catalana. Eso es lo que no ayuda. Pero, insisto, yo estoy convencido de que en Catalunya no hay ninguna fractura social por más que se repita mil veces y que no se confunda la pluralidad política legítima y deseable con la fractura.
  • P: Usted es de Esquerra Republicana…
  • R: Y respondo a la pregunta… ¿qué es necesario a partir del veintidós?. Pues, en mi opinión, lo que es necesario es un gobierno fuerte en Catalunya, un gobierno que sea el resultado de estas elecciones, en las que va a haber una participación como nunca, con lo cual será un resultado absolutamente legitimado, porque a mayor participación que más se responde a la radiografía de lo que quieren los ciudadanos y un gobierno fuerte para poder recuperar todo lo que la aplicación del ciento cincuenta y cinco se ha llevado por delante
  • P: En un més…
  • R: Porque…
  • P: En un més…
  • R: Hum…
  • P: ¿En un més… se ha llevado por delante el ciento cincuenta y cinco…?
  • R: Sí, sí, en un més se da la paradoja de que el relato del gobierno español es que el mes de octubre era un desastre, todo se acababa, se acababa el mundo. En el mes de noviembre ha llegado el ciento cincuenta y cinco y ha llegado, como por arte de magia, la tranquilidad y el sosiego. Lo que ha hecho el ciento cincuenta y cinco, en definitiva, es paralizar las instituciones catalanas, dejar de prestar los servicios y proponer…
  • P: Voy a contar una cosa, Sr. Mundó, porque usted es miembro de ER. Down España y Down Cataluña, que son ONGs que atienden a las personas que tienen esta enfermedad, escribieron a la ministra Fátima Báñez diciendo que desde el año catorce, mucho antes del ciento cincuenta y cinco, la Generalitat acumulaba con ellos una deuda de medio millón que las ponía en riesgo, a ellos, a la asociación de sordos. Todo el tercer sector. Pocos días después, desde el gobierno central, que tiene las competencias que le da el ciento cincuenta y cinco se desbloqueó el dinero al tercer sector. Tercer sector, el que atiende a los servicios sociales, fundamental… 
  • R: Usted me está hablando de dos entidades… Yo no sé exactamente las razones por las cuales estas entidades…
  • P: Nos lo contaron en la SER
  • R: Estamos hablando de dos entidades, no del tercer sector. Lo relevante es que en Catalunya en el mes de septiembre se pagaban las facturas a veintinueve días. Lo relevante es que en el dos mil dieciséis el PIB de Catalunya creció al tres y medio por ciento y el interanual del dos mil diecisiete en el tres y medio por ciento, mientras que la media española era el tres coma dos y tres coma uno, respectivamente. O, por ejemplo, en el año dos mil dieciséis, el diecisiete no ha terminado, se registró el récord de inversión extranjera en Catalunya, con más de cinco mil millones, con lo cual… Estos son datos que se tienen que poner en relación con el relato que se presenta como catastrofista, pero los datos lo desmienten.
  • P: Cuando ve, estos días, que vamos contando datos de ocupación hotelera, datos de inversión, datos de empresas que pensaban venir y que no vienen. Cuando todo esto lo leen ustedes, ¿de verdad que en ningún momento piensan, pero qué disparate le hemos hecho a esta comunidad? ¿Porque no le echarán de esto también la culpa al Estado? 
  • R: Yo creo que soy, o procuro, no sé si lo soy, lo procuro seguro, para ser honesto en mis respuestas y he dicho muy claramente que esta situación no me gusta, no la encuentro deseable. Tampoco me gusta…

8.- Ante acusaciones graves, el recurso es buscar un culpable alternativo.

  • P: Pero, yo le pregunto si usted reflexiona, ¿pero qué disparate le estamos haciendo a Cataluña con esta cabalgada independentista y haciendo una DUI…
  • R: Cuando digo que no me gusta, creo que estoy diciendo que las cosas me gustaría que fueran distintas…
  • P: ¿Y por qué no lo fueron, Sr. Mundó?
  • R: Porque el Gobierno Español, el sistema político español se niega siempre a querer sentarse y hablar de lo que sea. Yo puedo entender que el Gobierno Español no quiera hablar de la independencia de Catalunya, claro. Yo ya entiendo que el Partido Popular. que el Partido Socialista no sean independentistas, como entiendo que ER sea independentista. Eso son posiciones legítimas, pero ¿solamente se puede hablar de eso? ¿el Partido Popular y el Partido Socialista no tienen ninguna propuesta, cuando constatan que en Catalunya hay una mayoría muy amplia que plantea una cuestión legítima, como se planteó, por ejemplo…
  • P: ¿Quién defiende los intereses de la otra mayoría catalana, la mitad?
  • R: … como… y acabo, se planteó, por ejemplo, en Escocia en su día, cuando el Gobierno Británico constató que, tras unas elecciones, el Partido Nacional de Escocia obtuvo una gran mayoría ¿qué hizo? ¿les persiguió con el Código Penal? ¿les quiso meter en la cárcel?, no ¿qué hizo?, constató que los ciudadanos escoceses le planteaban una cuestión de naturaleza política y acordó, tras una negociación y un diálogo y un pacto, acordó con el Gobierno de Escocia la realización de un referéndum para decidir y, al final, salió que no y todo el mundo respetó el resultado para decidir lo que querían los escoceses. Aquí, lo que sucede es que cuando la sociedad catalana, una parte de la sociedad catalana plantea una cuestión muy relevante como ésta, lo que sucede es que al otro lado de la mesa no hay nadie. No una propuesta que pueda gustar, no hay ni siquiera una propuesta que te pueda gusta porque no…
  • P: Usted hace referencia continuamente al código penal. El Código Penal se ha utilizado en dos ocasiones a raíz de una consulta, también desautorizada por el Tribunal Constitucional en el dos mil nueve y a raíz de otra consulta y la aprobación de las leyes de ruptura con España y una declaración de independencia en el Parlament en este año dos mil diecisiete. No es contra los independentistas, que como usted bien dice, han estado haciendo política independentista defendiendo eso como aspiración a lo largo de toda la historia de la democracia en España, pero el Código Penal se utiliza en dos ocasiones: cuando se infringen las leyes y se desobedece la Tribunal Constitucional.  
  • R: Ante la constancia de que en España…
  • P: Y no contra los ciudadanos, sino contra los dirigentes que comente esa desobediencia, como usted sabe… Tenemos muy poco tiempo y tres o cuatro preguntas de campaña imprescindibles…
  • R: Muy brevemente, hacer la constatación de que, en Catalunya, si, tras las elecciones, hay una parte muy importante de ciudadanos que lo que que plantean, respondiendo a las propuestas electorales, es la idea de la independencia, en esto que es una cuestión que yo creo que todos aceptamos que es una cuestión de naturaleza política ¿el Estado no tiene nada que proponer, el Estado no tiene nada que decir? Yo entiendo que no acepte la independencia porque no es su prioridad…

9.- Incapacidad para reconocer errores propios concretos. Protestas genéricas de imperfección y búsqueda del refugio de la voluntad popular. Mucha concreción cuando  la pregunta parece una amenaza de que se impone una opinión perjudicial.

  • P: ¿Y al abogado Carles Mundó no le parece que la no respuesta del Gobierno Central justifica saltarse la leyes y desobedecer sentencias? 
  • R: Aquí no comparece el abogado Carles Mundó, comparece el candidato de una listas…
  • P: ¿A usted le parece que justifica la no oferta del gobierno, que es una no oferta política, justifica del otro lado, saltarse las leyes…?
  • R: Estamos hablando de una cuestión política, estamos hablando de lo que plantean los ciudadanos cuando votan. Y la obligación, la obligación de los gobernantes es atender al resultado de las elecciones, porque no podemos aceptar solamente el resultado cuando nos gusta y, por eso, cuando el veintiuno de diciembre hay un resultado claro que da apoyo a los partidos que plantean la idea de la independencia, lo que no pueden hacer los partidos del bloque del ciento cincuenta y cinco es cerrar los ojos e imaginar que esto no existe y que más de dos millones de votantes se fundirán por arte de magia.
  • P: ¿Ustedes hicieron esa reflexión cuando en dos mil quince cuando tuvieron mayoría parlamentaria, pero no mayoría de votos  y quisieron meter a toda Cataluña, no en cualquier cosa, en una serie de leyes que tuvieran marcha atrás en otra legislatura, sino nada menos que la independencia, otra nacionalidad, una fractura legal y una ruptura del marco constitucional español, hicieron esa reflexión? ¡Ojo! que tenemos mayoría parlamentaria, pero no mayoría de votos y estos señores que no quieren la independencia son tan catalanes como nosotros. Nos vamos a embarcar en esta vía. ¿Hicieron esta reflexión, este principio de realidad? Entonces, ¿qué le pide al Gobierno de España?  
  • R: Yo no estoy defendiendo, queda claro en esta entrevista, que todo se haya hecho bien y que se tenga que ser acrítico con todo este proceso en absoluto, porque, además, no lo pienso. Es evidente que muchas cosas tendrían que haberse producido de forma diferente…
  • P: ¡Dígame una!
  • R: Muchas, póngame un ejemplo y le diré si sí o si no, pero también entiendo que las cosas hubieran ido mucho mejor si, ante la constatación de los resultado, en lugar de encontrar ante el Gobierno Español y ante los partidos del bloque del ciento cincuenta cinco una muralla hubiésemos encontrado disponibilidad para hablar de todo… Otra cosa es si te pones de acuerdo al final, pero, en cambio a mí, un ministro del Gobierno de España, hablando de la necesidad de encauzar esta solución me dijo: «no no vamos a hacer nada, vamos a asumir que los independentistas de Catalunya ha venido para quedarse y lo vamos a llevar como una enfermedad crónica». Esto no es diálogo, ni es responsabilidad
  • P: Dígame quién es el candidato a la presidencia de la Generalitat por parte de ER: ¿Junqueras o Marta Rovira? Vamos con preguntas y respuestas cortas, ¿eh?
  • R: Sí, el candidato es Oriol Junqueras
  • P: Si los independentistas tienen mayoría parlamentaria, dice Puigdemont, el presidente, tenga el resultado que tenga Junts per Catalunya, tengo que ser yo porque, de lo contrario, es avalar el ciento cincuenta y cinco. ¿Está de acuerdo?
  • R: No, no estoy de acuerdo. Hay unas elecciones el veintiuno de diciembre y serán los ciudadanos quienes decidan cuál es la opción que recibe más apoyos. Si es Esquerra Republicana, como hoy dicen todas las encuestas, ER es quien, legítimamente, de acuerdo a lo que hayan votado los ciudadanos, tiene casi el deber de plantear su candidato a la presidencia.
  • P: O sea, en ningún caso, apoyaría la candidatura de Puigdemont, si no es el más votado entre los independentistas.  
  • R: Yo no digo en ningún caso, pero me parece lógico, que tras escuchar a los ciudadanos, hagamos caso a los ciudadanos.
  • P: ¿Y si Oriol Junqueras sigue en prisión quién sería la candidata o el candidato a presidente por parte de Esquerra Republicana?
  • R: Primero, lamentar que Oriol Junqueras siga en prisión porque no se dan las razones para que siga. Yo entiendo que eso se explica básicamente por la voluntad de perjudicarle en campaña. No sólo para las elecciones es bueno que haya juego limpio, porque es inaceptable que el candidato que se presenta en todas las encuestas como el que va a ganar las elecciones siga en la cárcel por unas razones que no se sostienen jurídicamente, que es lo que defendemos en todos los recursos.
  • P: ¿Pero, si ocurre?
  • R: Si ocurre, primero, es absolutamente denunciable y profundamente injusto…
  • P: ¿Y a continuación?
  • R: Y no es novedad, porque lo hemos dicho: ER tiene en su número dos a Marta Rovira, que sería quien asumiría esta función, pero, insisto, lo relevante es que exista juego limpio. Yo no entiendo, como, en unas elecciones, el candidato que va a ir por delante en todas las encuestas se mantenga en prisión. Y entendemos que esto se entiende mejor por parte que quieren perjudicar sus intereses.
  • P: Nos quedan dos minutos. La CUP tumbó a Mas, la CUP quería mambo y lo escenificó tirando una furgoneta por un barranco. No sé qué opina usted de la metáfora, pero ¿Seguirá teniendo la batuta si dan los números para tumbar presidente o decidir si hay que tirar algo más por un barranco?
  • R: Nosotros defenderemos nuestros programa, no el programa de la CUP.
  • P: ¿Tras las elecciones pactarían con no independentistas para hacer un gobierno de Cataluña?
  • R: Los pactos siempre se tienen que plantear en función de lo que haya en la base del pacto. Es complicadísimo. Yo creo que en este momento es imposible que los partidos que forman parte del bloque del ciento cincuenta y cinco quieran y puedan pactar nada con nadie.
  • P: Usted es de Esquerra Republicana, ¿qué piensa cuando ve la bandera de la ultraderecha, de la extrema derecha belga en las manifestaciones independentistas catalanes en Bruselas?
  • R: Pienso lo mismo que pienso cuando veo cualquier bandera de extrema derecha. A mí no me gusta, no tengo ninguna pasión por las banderas. De hecho, creo que no es necesario usar la bandera de forma sistemática, pero, sea de donde sea, un abanderado de la ultraderecha me parece siempre innecesaria, sea en Bruselas o sea en España.

10.- Ocultación del sujeto ante la necesidad de una respuesta subjetiva verdaderamente comprometedora. El recurso utilizado es novedoso «nunca lo sabremos» y poderoso, pues se elude la respuesta haciendo creer que se pregunta por un hecho objetivo hipotético, cuando se pregunta por una opinión.

  • P: Me ha dicho, deme un ejemplo y yo le digo sí o no. Pues, tenemos para sí o no. ¿Se equivocó Puigdemont, al no convocar la elecciones autonómicas, antes de declarar la DUI?
  • R: Pues, sinceramente, no lo sabremos nunca. Yo escuché las razones que él planteaba cuando se consideraba esta decisión y las razones yo las entendía.
  • P: ¿Entonces, no se equivocó a su juicio?
  • R: No lo sabremos nunca.
  • P: Carles Mundó, suerte y gracias.
  • Carles Mundó: Muchas gracias, buenos días.
  • Pepa Bueno: Bon día.

 

 

 

¿De izquierdas?

El otro día me sorprendí diciéndole a un amigo que me he considerado siempre un hombre de izquierdas. Luego pensé que si me hubiera preguntado por qué, tendría que haber hecho unas precisiones que no estoy seguro de haber tenido preparadas. Es decir, lo que vagamente quería decir es que he estado instalado en una conciencia de proximidad a los problemas del mundo desde el lado virtual de la gente más desfavorecida, tanto en mi país, como en el conjunto del planeta. Aunque soy consciente de que, por haber vivido en una de las cinco primeras economías de Europa pertenezco a un grupo de privilegiados por la historia y por la propia trayectoria. Es decir, formo parte de un 16 % de clase media-media en el área Europea, que supone aproximadamente un 7,7 % de la población adulta mundial. Por eso, no me he quejado nunca de mi suerte, a pesar de que los que sufren porque nunca tienen bastante, braman o se corrompen por el hecho de no pertenecer a ese mítico 1 %  que posee la mitad de la riqueza mundial. El problema principal, es obvio, está, por contraste, en esos casi 6.000 millones de personas que apenas sobreviven en un pozo oscuro de necesidades elementales relativas a la comida y la salud, no digamos al conocimiento. Pero no estoy seguro de que esas vaguedades autoricen el comentario, por lo que me he permitido esta reflexión.

Por una parte, odiar la guerra, el mal uso del poder, la codicia y, desde luego el delito asociado al tráfico de armas, de almas y estupefacientes será un sentimiento seguramente compartido con gente que se dice de derechas, por tanto no ayuda a precisar. Tampoco ayuda el amar tanto el arte clásico como el moderno, si hacemos excepción de las formas más esperpénticas y oportunistas de algunas de sus manifestaciones, pues la adscripción política, y ni siquiera la maldad, ha sido nunca corregida o afectada por los gustos estéticos. Por eso, a continuación, busco detalles que me ayuden a comprender si acierto o no en mi auto-etiquetado. Etiquetado que tiene su origen en una anécdota histórica en la Francia revolucionaria, pero que espero que con el tiempo sea innecesario porque seamos más sutiles unos y otros.

Socialmente estoy en contra de la pena de muerte, a favor de la despenalización de la satisfacción del deseo en el ámbito particular, sea cual sea la modalidad, siempre que no implique el sufrimiento o la quiebra de la voluntad de segundos o terceros. Estoy a favor del matrimonio homosexual y las políticas de género que dignifiquen a aquellas personas cuya morfología biológica no se corresponda con su mente. Aunque tengo dudas sobre que el mejor modo de acabar con el problema de los hijos no deseados sea el aborto. No parece que la sociedad tenga resuelto el complejo asunto y, mientras no lleguen esas soluciones, debe prevalecer el derecho de la mujer a renunciar a seguir con el embarazo. No creo en el amor universal, pero sí en el amor particular, la amabilidad vecinal y el tacto social, virtudes todas que se ponen de manifiesto cuando se dialoga porque reduce las probabilidades de que se impongan las abstracciones ideológicas y esa enfermedad social que es el fanatismo. Costato las ventajas de la identidad cultural superficial (territorio, lengua, costumbres), por su capacidad de hacer el mundo más amable. Pero percibo el carácter fundamental, para el encuentro del ser humano con cualquiera de sus congéneres, de la universalidad cultural profunda (música, literatura, arte) por su capacidad de interpretar lo que de universal y trágico hay en nosotros. La primera no puede ser excusa para la exclusión identitaria, racial o religiosa y, la segunda, no debe ser pretexto para la homogeneidad descolorida. Ambas juntas pueden converger, en quien las acepte, cubriendo el hambre de pertenencia con la necesidad de trascender la propia condición.

Políticamente, he tenido la fortuna de vivir en una época en la que no creo que haya que discutir que los golpes de estado sean legítimos. Ya sean con el objetivo de imponer violentamente el orden convencional y la explotación o la persecución de minorías o sea para eliminar ese orden mediante una revolución violenta. Las sociedades evolucionan sin necesidad de conmocionar la vida a pesar de las resistencias que puedan imponer los conformistas o los acelerones que pretendan imponer los impacientes. La violencia ha acompañado a las sociedades desde el origen, pero eso no les proporciona ni un ápice de legitimidad, ni siquiera de eficacia a largo plazo. La democracia representativa es el mejor instrumento conocido para administrar las concepciones ideológicas diversas. Por eso, debe ser cuidada para evitar que las diferencias de visión del mundo den lugar a una discusión social agria, que ofenda y conduzca a la violencia y, por el contrario, se imponga la paciencia, la comprensión hermenéutica del que tenemos enfrente que nos discute no por mala fe, sino por convicción. Para eso es necesaria una formación generalizada en las estructuras argumentales para evitar que la mentira y la manipulación se impongan. Creo que el complemento necesario de la democracia es el estado de derecho como fórmula para que la convivencia en todos los niveles sea posible. Democracia y leyes deben encontrar el modo de armonizar la voluntad ciudadana con la estabilidad necesaria de las normas que debe regir la actividad de una sociedad. Ni el voto puede ejercerse fuera del legítimo consenso previo que encarna la ley, ni la ley puede convertirse en un obstáculo inamovible para que se materialicen los cambios sociales consolidados. A la hora de los cambios el statu quo debe tener más peso por su demostrado, si es el caso, buen servicio prestado a la misma sociedad en la que bulle la idea de cambio, pero todavía encarnado en minorías no sustanciales. En el ámbito internacional creo necesario que las naciones históricas como España y estados consolidados se asocien en unidades mayores para afrontar desafíos nuevos. Creo que se está descuidando el fomento de la creación de una conciencia europea transnacional, aunque iniciativas como el programa Erasmus y la movilidad profesional la favorecen, porque es legítimo sentir un orgullo de pertenencia a un área socio-política tan llena de méritos históricos y culturales como es Europa, antes que a zonas caracterizadas por valores diferentes. Todo ello sin perder los rasgos nacionales, pues el ser humano es capaz de ser atravesado armoniosamente por muchas líneas culturales y emotivas.

Económicamente creo que la capacidad de producir bienes y el modo de intercambiarlos más natural es el del libre mercado, como siempre ha ocurrido desde que las sociedades adquirieron un determinado nivel de complejidad. Las fórmulas que se han concebido en gabinetes y se ha impuesto por la violencia han fracasado y deben ir al museo (algunas al de los horrores). Otra cosa es cómo distribuye la humanidad los bienes que resulten de esa capacidad productiva. Pocas cosas se consiguen sólo con trabajo y menos todavía con sólo capital. Históricamente ha hecho falta una idea (talento), muchas manos y cabezas (trabajo) y dinero para pagar mientras llegaban los resultados (capital). En el futuro puede que desaparezca el trabajo manual gracias a los robots, pero seguirá haciendo falta el trabajo social: el que nos prestamos unos a otros y, desde luego, seguirá haciendo falta dinero, aunque sea en formatos virtuales, con lo que se verá mejor su naturaleza de síntesis de la triada productiva y materia esencial  para emprender los nuevos proyectos. No creo que se pueda generar un circuito capital – robótica ensimismado, porque se necesita compradores para lo producido. Llegue o no llegue ese momento a niveles de generalización influyentes, la producción de la humanidad debe ser compartida por la humanidad. Pero hay que admitir que la necesidad de gestionar lo complejo requiere de gestores que siempre tendrán recompensa desigual porque es el único modo de que alguien afronte esa tarea, que no debe ser agradable cuando se requiere la compensación económica altamente diferenciada para que se lleve a cabo. Pero, también creo que hay que poner límite fiscal a determinadas acumulaciones obscenas de riqueza. Una sociedad con espíritu indolente fracasará siempre. La ambición es la forma humana de la energía diferencial que mueve el mundo. El equilibrio se encontrará cuando el más desgraciado de los seres humanos no padezca ni hambre, ni enfermedad, ni ignorancia no deseada, pero el resto ha de ganárselo por la vías legales que se establezcan. Al tiempo, el que decida emprender la carrera de la ambición, debe hacerlo cumpliendo igualmente las reglas. En resumen: estoy a favor de un estado social humanamente dimensionado, pero no de la subvención de la pereza. A favor de la salud universal, pero no de la frivolidad generalizada. Obviamente el equilibrio, de momento, sólo puede llegar por la vía fiscal y, ahí, se retrata un gobierno. La lucha actual entre las posiciones libertarias y las sociales es crucial y creo que las dos se frotarán para encontrar fórmulas que hagan posible la paz social, de una parte, y la capacidad de emprender grandes proyectos surgidos de la audacia privada, de otra.

En resumen, hechas estas precisiones, que, en realidad es un intento de no ser etiquetado, estoy a la búsqueda de una más sutil comprensión de los males que nos aquejan estudiando autores de ambos lados del cauce por el que discurre el drama humano. Busco invariantes y justificación para las variaciones. Me someto al duro ejercicio de confrontar lo prejuicios que haya podido acumular, por la distracción que la vida profesional me ha producido legítimamente, con las ideas de otros. Me alejo de la mala fe y frecuento autores que me parecen honestos en sus reflexiones, lo que se percibe en su capacidad de modular sus posiciones de partida. No elijo en función del campo al que, de forma más o menos intencionada, estén adscritos, sino porque su lectura pruebe que están en la misma lucha de encontrar la verdad en la maraña cognitiva en que lo previamente escrito y experimentado se ha convertido, tras siglos de búsqueda.

Creo que, como jubilado, me he ganado mi pensión tras 45 años, pero también creo que no puedo compensar mejor a la sociedad que hace el esfuerzo de pagarla, en un mundo tan económicamente frágil, que explorando modestamente y sin garantías de éxito, la parte que creo que puede estar a mi alcance del universo de los problemas cognitivos, morales y estéticos de nuestro mundo. Al final espero encontrar una posición que no necesite de esta polaridad, que precisamente la izquierda intelectual posmoderna debería haber rechazado por pertenecer a la metafísica dualistas que se discute en sus textos. Por eso mismo, creo que, más que etiquetarnos, deberíamos ser juzgados por nuestras opiniones, posiciones y acciones, que son todas complejas. En todo caso, seguiré leyendo, o escuchando cuando me fallen los ojos, buscando claves, aunque creo que hay algo que tengo claro desde antes de aprender a leer, y es que ha merecido la pena vivir.

 

How to be a conservative. Roger Scruton. Reseña (16)

«La democracia no se sostiene por los políticos, sino por la estabilidad de un «nosotros» cargado de sentido de pertenencia y confianza mutua entre vecinos«. Esta son palabras de Roger Scruton en una reciente conferencia en la Central European University patrocinada por el billonario George Soros y cuyo rector es Michael Ignatieff el biógrafo de Isaiah Berlin.

El ser humano cree en cosas y expresa esa creencia de muchas formas. La más conspicua es en sus posiciones políticas. En otro artículo se proporcionaba una lista de potenciales posiciones opuestas para que cada uno se haga su propia lista a partir de lo que su cuerpo entero le pide. Cada uno tenemos nuestra biografía y desde ella juzgamos. Una clasificación muy convencional es entre derecha e izquierda, una división nominal que surge en 1789 cuando el Rey Luis XVI todavía mantenía la cabeza sobre sus hombros y se discutía en la Asamblea Nacional sobre el veto que podía o no ejercer el Rey. Esta división tomó cuerpo y aún está entre nosotros. De alguna forma, se refiere a dos actitudes ante la vida que se puede groseramente describir así: el partidario de la derecha es conservador en lo social y amigo de las aventuras en lo económico (con el dinero ajeno), en consecuencia odia la igualdad y ama la libertad. Mientras que el partidario de izquierda es conservador en los económico (con los impuestos ajenos) y amigo de las aventuras en lo social, en consecuencia, odia la libertad y ama la igualdad. Los términos odiar y amar tienen sentido porque es la percepción del contrario. Los reproches pueden llegar más lejos porque el pensamiento de izquierdas considera que cuando el conservador se pone nervioso llama al fascismo en su ayuda, mientras que el conservador piensa que el sujeto de izquierda siempre está empujando hacia un estado dictatorial amenazando con la revolución. La democracia ha acudido en nuestra ayuda y obliga a ambos a adoptar posiciones más templadas que hagan posible la convivencia, siempre que ninguno de los dos quiera desequilibrar la balanza tirando hacia su extremo.

En todo caso, se tratan de posturas trágicas, pues tiene el carácter de los antagonismos telúricos, eternos, irresolubles mientras el ser humano siga siendo el que es. Sentado esto, en ambos lados hay matices y conflictos. Estas dos posturas se dan en todas las generaciones de forma generalmente paritaria con pequeñas diferencias y emerge en distintos grados de cordura o extremismo.

En la izquierda los matices se presentan entre los que quieren volar el edificio institucional mañana y todavía respiran por la herida comunista y los que quieren ordeñar la riqueza que produce el capitalismo vía fiscal para distribuirla. En la derecha los matices se dan entre los sectores extremos siempre dispuestos a ejercer la violencia, y los llamados conservadores o los llamados libertarios.

Los extremos de la izquierda han pasado por fases anarquistas capaces de ejecutar políticos en la calle y por fases antisistema con escenificaciones urbanas de enfrentamientos contra la policía. En general, los más activos son jóvenes cautivos de la coherencia superficial, en general, de la doctrina marxista. Mayoritariamente son jóvenes universitarios a los que les gustan las visiones sofisticadas de la historia, especialmente aquella que les da claves sobre lo no aparente. Es muy estimulante «ver» lo que otros no ven. Ejercen la violencia por la fuerza que les da su «visión».

Los extremos de la derecha gozan de cierta complacencia en sectores del orden y actúan rabiosos, violentos, pretendidamente viriles, machistas, siempre con los puños dispuestos y las pistolas cuando estén disponibles. Curiosamente estos mamporreros de la derecha, aparte de algunos señoritos, son trabajadores con ingresos modestos, pero en los que arde la llama autoritaria que se expresa en forma de amores patológicos por los símbolos y por la autoridad. Su modestia material contrasta con su disposición a defender intereses de la derecha. Ejercen la violencia porque les gusta ser sus guardianes.

El sector más digno de respeto en la izquierda es el llamado socialdemócrata, que está, hoy en día, en busca de sí mismo, y el sector más interesante de la derecha y su núcleo ideológico más digno de respeto son los llamados conservadores, cuyos argumentos no siempre son coherentes con los comportamientos de los partidos llamados conservadores. Pero, en ambos casos, pienso en aquellos que reflexivamente articulan las posturas sin incurrir en falacias, no los que se limitan a seguir sus instintos burdamente.

 

CREENCIA Y FE

Aquí creencia tiene un sentido general, pues tan creencia es una religión como una teoría científica. Piénsese que sólo los científicos que trabajan en una determinada región de la ciencia tienen contacto directo con los acontecimientos que la sostienen. El resto hace un acto de fe racional, basado en lo que sucede en la propia región científica de su especialidad. La religión se afirma en las emociones y la ciencia en los hechos. Pero los hechos no son un suelo tan firme como podría parecer, pues dependen de la teoría con la que son observados. Hay una cierta construcción del objeto. Pero los hechos con todos sus problemas sirven mientras nuevas observaciones no los contradicen. Aunque la gran diferencia entre las creencias religiosas y las teorías científicas es que éstas tienen un correlato tangible, que es la tecnología y sus efectos sobre la sociedad.  La emociones también son hechos, pero no son observables nada más que por el que las experimenta. Ni siquiera una conducta coherente con unas emociones garantiza que tales emociones se hayan experimentado. Por eso, la religión debe refugiarse en la conciencia privada, aunque pueda tener manifestaciones externas. La verdad científica es provisionalmente firme, pues los hechos que le dan fundamento puede cambiar porque cambie la teoría que permite su interpretación o porque aparezcan hechos nuevos. De modo, que igual que un científico somete sus teorías a las opiniones y hechos ofrecidos por un colega, un pensador somete los suyos a otros puntos de vista y, si es el caso, a las consecuencias de su aplicación en el ámbito social o político.

Este preámbulo tiene que ver con el ejercicio al que me he sometido al leer el libro de Scruton. A partir de ahora teorías, hechos y creencias propias se exponen a la afilada hoja de la navaja de Scruton. Un conservador de pura cepa.

EL AUTOR

Y de eso va esta reseña, de conservadurismo, pues Roger Scruton lo es y de modo depurado. Es un filósofo inglés nacido en 1944 de padre obrero y sindicalista que tras tener talento para entrar en una Grammar School (que ahora quiere resucitar Theresa May), unas instituciones de alta calidad docente en las que accede el que tiene las condiciones, sea cual sea su origen, pasó a estudiar filosofía en Cambridge. Entonces en esta universidad la corriente imperante era la filosofía analítica, pero Scruton se desembarazó pronto de este corsé y practicó, a pesar de su carácter intelectual fuertemente british, una filosofía más continental, aunque sean los filósofos continentales su más estudiados y combatidos adversarios. El libro que se reseña contiene su credo conservador. Es evidente la coherencia que traspasa todo el libro por diversos que sean los temas que trata. Temas que trata siempre con respeto, pero a los que le atiza fuertes castigos argumentales. Supongo que para completar el panorama hay que leer su libro sobre la intelectualidad de izquierdas francesa de los años sesenta. Es decir figuras tan eminentes como Deleuze, Derrida o Foucault. Me ocuparé de él en las próximas semanas.

En su libro The Constitution of Liberty Friedrich Hayek dedica un excurso llamado Por qué no soy conservador en el que trata de distinguirse de esta facción de la derecha. Y lo hace, fundamentalmente, porque nominalmente él se considera un liberal, pero como sabe que ese término es confuso en Estados Unidos y no le gusta el término libertario, opta nostálgicamente por el de Whig, que fueron originariamente los liberales y que ahora se hacen llamar en Gran Bretaña los Liberal-Demócratas. Reniega del conservadurismo porque no quiere conservar, sino dejar que la máquina cognitiva y económica cree y recree el mundo dejada a su albur. Por eso, sin que sea premeditado, pues Scruton no menciona prácticamente a Hayek, más allá de las menciones obligadas por su condición de gran gurú del neoliberalismo, a mi me parece que el libro How to be a Conservative es la respuesta a ese post scriptum de Hayek, y se verá enseguida, pues demuestra que ser conservador es mucho más que ser libertario, más sutil, más complejo y, desde luego más valioso.

Ahora voy a contender con esta forma de pensar que me era desconocida en esta profundidad. Tras su lectura creo que los líderes del pensamiento de la izquierda y la derecha debían hacer el ejercicio de frotar su ideas con las del contrario para pasar un proceso parecido al de la pérdida de una persona querida, cuando ve que sus ideas se tambalean y puede perderlas:

  • Fase de Negación.
  • Fase de Enfado
  • Fase de Negociación
  • Fase de Depresión
  • Fase de Aceptación.

Tengo que confesar que la figura de Scruton me es muy simpática, pues personalmente es un caballero a la antigua usanza que con paciencia y humor explica educadamente, sin estridencia y siempre con la chaqueta puesta de aquella manera, cuál es su visión del mundo. Youtube tiene muchos vídeos de conferencias en las que explica todos los matices de lo que le produce placer y lo que le irrita. Toca el piano, monta a caballo, defiende la caza, la arquitectura clásica, fuma un puro de vez en cuando, es religioso,  está casado y tiene hijos, vive en el countryside que tanto ama y dejó la universidad como profesor cuando fue, según él, acosado por los colegas de izquierdas.Viajó por la Europa comunista cuando era peligroso y vivió con 24 años en la Francia el Mayo del 68, lo que le convenció de la futilidad de la izquierda que impulsaba una rebelión sin causa.  Habla cuatro idiomas y viaja continuamente de un club conservador a otro explicando sus puntos de vista. Debate con colegas de izquierdas y ya es Par de la Reina. Ama a Inglaterra por su convicción de que hay que amar lo que se hereda.

EL LIBRO

Scruton se considera un conservador en el sentido de que cree en las cosas sagradas y quiere defenderlas de su destrucción. Cree que las generaciones vivas heredan de las anteriores cosas buenas por las que merece la pena luchar. Todo eso está amenazado hoy en día y el conservadurismo debe dar una respuesta racional al desafío. Cree que toda persona madura experimenta el sentimiento de que las cosas buenas son difíciles de crear y muy fáciles de destruir. Crear es duro y aburrido, mientras que destruir es rápido y regocijante. Cita a Robert Conquest al decir que «Todos somos conservadores de las cosas que conocemos bien«. Está diciendo que sólo se suele destruir aquello que se ignora, es decir, de lo que se ignora su valor.

Scruton se convenció pronto de que debe ser moderno defender el pasado y creativo defender la tradición. Por eso le pareció tan frívola la exigencia de libertad como reelaboración de la vieja promesa marxista. Un movimiento que exigía la desaparición de la propiedad privada y el estado de derecho. Le escandalizó el silencio de la inteligencia europea en tiempos en que se producía el genocidio de Camboya dirigido por un educado (en París) miembro del partido comunista de Francia. También la política británica en los años de posguerra le sorprendieron por su fuerte tendencia hacia una sociedad socialista siguiendo las indicaciones del Beveridge Report de 1942. Ni que decir que celebró la llegada de Margaret Thatcher y que le incomoda muchas de las cosas de la vida actual por considerarlas hijas de una concepción seguidora del adanismo en la vida.

También es un opositor a la Unión Europea por su concepción de cómo debe ser la unidad política. Considera que es una federación artificial que no puede inventar un patriotismo europeo a partir del histórico patriotismo de las naciones ya constituidas. No cree en el nacionalismo identitario, pero si en el nacional en torno a una lengua y una cultura común. No comparte con Thatcher la idea de que la sociedad no existe, pues existe y tiene un papel fundamental en el cuadro intelectual de Scruton, siempre que se comprenda que está formada por individuos.  Su defensa de la libertad, en el sentido que le da Stuart Smith, Hayek y Berlin,  es «un buen caballo para cabalgar», pero que debe ser para «ir a alguna parte».

La condición de conservador, en la versión de Scruton, incluye a la de liberal, porque defiende la propiedad privada ejercida en el marco del estado de derecho. Esto último sobre todo porque es la mejor defensa contra los abusos del tan temido estado. Sin embargo, como queda dicho, el liberal no se considera un conservador porque el pasado no se puede interponer en los avances que la economía liberal propicia. Las dos posturas de la derecha entran en conflicto relativo cuando de conservar patrimonio arquitectónico o el medioambiente se refiere. En lo relativo a las relaciones con otras culturas, Scruton rechaza el multiculturalismo y abomina de la pretendida humildad autodestructiva de los que reprochan al conservadurismo su carácter de eurocentrismo. Su fórmula es plantear lealmente al extranjero que llega con propósito de quedarse la necesidad de integración cultural mediante el currículo educativo y la represión de aquellas costumbres que impliquen el abuso de las niñas y las mujeres.

Considera a la Unión Europea con su pretensión de eliminar fronteras una amenaza para cada nación, su cultura y, en definitiva, su identidad, incluido el sentimiento hogareño que proporciona el territorio. En su opinión, la identidad nacional no debe basarse en la raza o en la religión, pues ambas son fuente de conflicto irracional. Al contrario las claves son la cultura, incluyendo al idioma, y el territorio.

Scruton considera que la confesión y el perdón son dos claves de nuestra cultura basadas en el carácter cristiano de la cultura europea en general, que son equivalentes en la gobernanza a la rendición de cuentas y la dación de nuevas oportunidades. Una actitud que hace la gobernanza posible y que hemos heredado y debemos conservar. De hecho, piensa que es lo primero que desaparece cuando aparecen los utópicos y los planificadores, que son los mayores enemigos de las libertades. El utópico no pude dar cuentas porque su proyecto tropieza con la realidad enseguida y si diera cuenta expondría su proyecto.

Otro factor de civilización fundamental para él es la confianza, que permite el intercambio en el mercado. Una confianza que tiene que ir pareja al sentido de la responsabilidad y, en su caso, la disposición a pagar las consecuencias. Scruton rechaza al homo economicus de los liberales, un actor racional en sus decisiones que van dirigidas a su propio beneficio, sea cual sea el coste para los demás. El ser humano es sensible a la belleza, tiene sentido de la justicia, experimenta culpa y vergüenza, todos ellos factores que hace posible la vida en común y el sentido de los social. Tanto el liberalismo con su pretensión de reducirlo todo al mercado, como el socialismo revolucionario, que lo reduce todo a la planificación, se equivocan.

Scruton encuentra el fundamento de sus puntos de vista en Edmund Burke (1729-1797) que, atónito por la revolución francesa y reaccionando contra algunos aspectos de la ilustración, pensaba que la sociedad es resultado de una relación, pero entre los muertos, los vivos y los no nacidos. Y ello gracias, no tanto gracias a un contrato, sino más a algo parecido al amor. La sociedad supone compartir la herencia de lo que ya no están, para que experimentemos estar en una cadena que respeta lo recibido y actúa pensando en los que han de venir tras nosotros. Considera que no debemos dañar lo recibido en todos los aspectos de la vida. Está conforme con Burke cuando piensa que la sociedad se basa en el afecto y la lealtad, lazos que sólo pueden ser creados de abajo hacia arriba. En su opinión la gobernanza de arriba hacia abajo crea individuos irresponsables que no actúan por sí mismos. Las costumbres e instituciones heredadas no son arbitrarias por lo que no deben ser destruidas. La herencia cultural no es arbitraria y muy a menudo discutimos en busca de soluciones para las que ya tenemos respuestas duraderas. No siempre es posible explicar por qué funcionan, pero lo hacen. Está pensando en algunas concretas, como el ejército o los lazos familiares, los currículos educativos, las instituciones de caridad o las buenas maneras. Costumbres e instituciones que forman un tejido civilizatorio que armoniza con nuestras necesidades e intereses.

La economía, por su parte, debe recordar que en su propio nombre está el hogar (oiko) antes que la ley (nomos). Un conservador cree que el nosotros que se constituye gracias a nuestra herencia cultural es destruído por los internacionalistas y los socialistas revolucionarios que, por mor de la ilustración, conciben un hombre sin espacio ni tiempo y, por tanto, sin pertenencia a una comunidad. El conservador se pone en guardia frente a comunistas, socialistas, nazis, fascistas porque todos ellos pretender reescribir los principios del orden social heredado. En lo relativo a la educación le parece una aberración eliminar las diferencias con la pretensión de que todos los jóvenes tengan las mismas oportunidades de tener una vida valiosa al entrar en la sociedad.

«En definitiva, el conservadurismo es una filosofía del afecto. El conservador se siente pegado a las cosas que ama, y desea protegerlas contra la decadencia. Aaunque sabe que no es para siempre, entre tanto debe estudiar el modo en que se puede retener a través de los cambios que deben necesariamente producirse para que en nuestras vidas estén todavía en el espíritu de la buena voluntad y la gratitud.»

A partir de este punto en su libro, Scruton revisa las posturas más conocidas para contender con ellas lealmente, tanto encontrando su fondo de verdad como aquello que, como conservador, le repele.

LA VERDAD DEL NACIONALISMO

Cualquier sociedad en la que se mantiene una asociación libre con los vecinos, el concepto de nación significa la historia compartida y la continuidad leal que une en un cuerpo político. La nación se forma con gente que habla el mismo idioma y vive puerta con puerta compartiendo valores comunes. Pone el ejemplo positivo de Estados Unidos que, aún habiendo nacido en pocos años, fue capaz de crear no un imperio, sino una nación. Una nación democrática necesita de fronteras porque un componente del nacionalismo es la pertenencia a un territorio. Su permeabilidad dependerá de la capacidad de integración de los que quieran incorporarse.

Por el contrario, Scruton cree que el nacionalismo basado en nombre de ideas ficticias sobre la raza, parentesco o religión es pernicioso. El nacionalismo es peligroso en la medida que lo es cualquier ideología. Ocupa el lugar de la religión y la religión es el peor sistema de gobierno porque remite a leyes misteriosas tanto como lo es el propio Dios. Hay tres tipos de mitos que alimentan los nacionalismos: los relativos a la gloria, los cuentos de emancipación y los de sacrificio.

LA VERDAD DEL SOCIALISMO

«Los socialistas creen que, en un sentido profundo, los seres humanos son iguales, y que, cuando alcanzan las ventajas conferidas a los miembros de una sociedad, esta igualdad debe mostrarse en sí misma en la forma en que la gente es tratada»

Según Scruton los socialistas creen en la doctrina de la justicia social, según la cual no se producen desgracias, sino «injusticias» cuando gente honesta parte o le acontecen desventajas que no puede neutralizar por sí mismo. En su opinión, no es posible crear una sociedad si se interponen conflictos en base a guerra de clases. El cree que los conservadores tienen que sugerir formas de distribuir los beneficios sociales a todos aquellos que no han tenido éxito por sí mismos.

En opinión de Scruton:

«… la verdad del socialismo es la verdad de nuestra mutua dependencia, y es la necesidad de hacer lo que podamos para repartir los beneficios de la pertenencia a una sociedad con aquellos para los que su propio esfuerzo no es suficiente para obtenerlos«

Pero estas buenas intenciones tienen estas consecuencias:

  • Crear una clase nueva de dependientes, que se acostumbra a vivir de los subsidios incluso por varias generaciones. Gente que, a veces gana manteniéndose en estas condiciones respecto a aceptar un trabajo.
  • El Estado de Bienestar obliga a un presupuesto sin límites. Su costo es constantemente creciente, especialmente la sanidad y las pensiones. La consecuencia es que los estados tienen que comprometer el futuro endeudándose, hipotecando los activos de los no nacidos para beneficio de los vivos.

He aquí la cuestión clave de cualquier discusión política. Sin embargo Scruton cree que el socialismo ha conseguido que estas verdades no puedan ser discutidas y, mucho menos, activadas políticas de corrección. En su opinión, el aumento de la deuda producirá, antes o después, un colapso del sistema. Una de las cuestiones clave de este problema reside en la definición de «pobreza relativa» que hace imposible cualquier solución que no sea empobrecer a los ricos.

Para Scruton han una gran falacia en pretender que la pobreza sea definida a partir de la riqueza. Según esto el pobre es pobre «a causa» de que el rico es rico. El conservador no acepta que la riqueza surge sin propietario y el estado debe repartirla violando los derechos individuales. Sin embargo, Scruton cree que la riqueza la crean las iniciativas individuales y lo que el estado reparte son las rentas creadas a partir de los ingresos de los contribuyentes. Sospecha que todo tiene que ver con el apoyo electoral a los partidos que proponen mayores porcentaje de renta a partir de los impuestos. En su opinión, ni las teorías pretendidamente científicas de Marx sobre el nacimiento del valor, ni las de Rawls sobre la justicia, explican la falta de fundamento del socialismo. Insiste en que es una falacia pretender que cada éxito es consecuencia del fracaso de alguien, que toda ganancia es pagada por los perdedores.

Scruton acaba pensando como Hayek y, más allá, como Nietzsche, que es el resentimiento por el éxito de otros lo que alimenta la pretensión de la redistribución. En su afán de que la misión redistribuidora no alimente un mega estado, cree que ésta labor debe llevarse a cabo mediante el ejercicio de la caridad, que siempre irá dirigida al que realmente lo necesita. Scruton cree que rechazar el concepto de justicia social asociado a la teoría de suma cero, no debe implicar aceptar la desigualdad en algunas de sus formas. Además los ricos deben advertir que un exceso de desigualdad genera resentimiento y que, éste, está en la base de los conflictos sociales. Pero en ningún caso concede que ésto deba hacerlo el estado. Cree que la única forma de acabar con el resentimiento es que el rico ponga su riqueza a trabajar y haga partícipe de los beneficios a su entorno. Desgraciadamente, la crisis de 2008 ha sido el resultado de todo lo contrario haciendo sospechar, sin pruebas, que el aumento de riqueza de los más ricos ha sido a costa de los más pobres.

Le parece especialmente sangrante la pretensión socialista de segar las desigualdades también en el terreno de la educación poniendo en peligro el brillo del talento individual. La debilidad del socialismo ha sido puesta a prueba cada vez que se ha intentado crear una nueva sociedad con el mismo ser humano. Otro ejemplo de la debilidad del socialismo se manifiesta, en contraste con la fortaleza del nacionalismo, en que en las guerras del siglo XX, cuando el socialismo se había extendido por toda Europa, la gente común luchó por sus patrias y no por su clase social.

LA VERDAD DEL CAPITALISMO

La verdad del capitalismo es que siempre que, estando en juego la supervivencia y prosperidad de cada uno, es necesario el intercambio con otros, la propiedad privada y el libre mercado son las únicas formas eficaces de conseguirlo a gran escala. Sin estos mecanismos la coordinación es imposible, ni en el establecimiento de los precios, ni en las cantidades a producir. Estas verdades, en opinión de Scruton, fueron establecidas por la escuela económica de Viena con von Mises y Hayek. Los casos de estados socialistas han mostrado el fracaso de pretender establecer los precios y la producción por decreto.

Los problemas para el capitalismo empiezan cuando se establecen sistema que burlan la libre competencia mediante un cártel o mediante sistemas de corrupción de políticos que tiene a su alcance la contratación de grandes servicios o infraestructuras. Scruton cree que en el libre juego del mercado no están presente los muertos y los no nacidos, que logran su presencia a través del mantenimiento conservador de las tradiciones morales, las instituciones y las leyes, que son las únicas formas legítimas de condicionar el mercado, en lo que está de acuerdo con Hayek.

Scruton cree que los socialistas no están solos en señalar el efecto corrosivo del mercado sobre las formas de relacionarse los seres humanos y en distinguir la diferencia entre cosas con valor y cosas con precio. De hecho, muchas de las tradiciones que los conservadores más aprecian pueden entenderse como dispositivos para recatar al ser humano del mercado. Está pensando en el amor que pertenecen a un orden no negociable por muchos símiles que se puedan hacer.

Tampoco el juego económico resuelve la cuestión de hasta qué punto el estado puede intervenir en el mercado con el objetivo de redistribuir riqueza o corregir los efectos laterales de la espontaneidad mercantil. Este es un punto donde el conservadurismo y el liberalismo coinciden y donde también puede percibirse las diferencias entre ambos. Por ejemplo, la confianza y transparencia en la que está basado el intercambio. El mercado ha menudo erosiona la confianza y olvida las estrategias contra el resentimiento basadas en la responsabilidad del propietario. Scruton cree que un gran problema del capitalismo es la pretensión de las empresas de externalizar los perjuicios que causan pasándolos a los consumidores o al estado. Pone el ejemplo de irresponsabilidad de la crisis de las hipotecas sin respaldo con que han comerciado los bancos. También en el caso del mercado de hedge fund en el que los participantes hacen apuestas al margen de las transacciones reales que son llevadas a cabo por fantasmagórica entidades que se desvanecen de los lugares en cuanto aparece la hacienda local para reclamar impuestos. Unas prácticas alejadas de la confianza reclamada para el sistema y que crea grandes perturbaciones en los sistema de financiación de actividades reales para satisfacer necesidades reales. Estos juegos de alto riesgo cuando van bien son mecanismos de traspaso de capitales de unas manos a otras, lo que puede traducirse en que un grupo social pierda todos sus depósitos para los planes de jubilación. Cuando van mal inician un incendio que puede causar grandes daños por la interrelación de activos del mundo actual a nivel planetario.

Scruton después de examinar otras alternativas se rinde y acepta estas formas locas de enriquecerse y empobrecerse. Desde el punto de vista del conservadurismo estas prácticas son un abuso de la propiedad, que ellos respetan de salida. Duda sobre la pretensión de los libertarios de que estos sistemas contradicen la pretensión socialista de que lo gana uno lo ha perdido otro. Por lo visto, los jugadores de alto riesgo crean riqueza cuando ganan una de sus peligrosas apuestas con, pongamos, las obligaciones o los swaps. Scruton cree que las bondades del mercado que Hayek describe sólo son posible cuando el mercado es regulado por leyes imparciales y todos los participantes soportan el costo de sus acciones del mismo modo que cosechan los beneficios. Pero muestra su desesperanza con una visión idealizada del mercado. Cree que una escala local sí funciona, pero al llegar a las grandes corporaciones todo cambia y el objetivo es que otros paguen lo que es su responsabilidad, ya sea eludiendo los costos de contaminar o los impuestos al deslocalizar la sede fiscal, ganando capacidad de competencia en vez de mejorando sus productos. Pone el ejemplo de las botellas de plástico que acaban en el mar.

Ya Disraeli, que consideraba una máxima conservadora el respeto por la propiedad privada, pensaba que era necesario aplicar el «principio medieval» de que todo derecho de propiedad es también un deber. Todo eso le lleva a pensar que:

«…el capitalismo global, era menos un ejercicio de libre mercado, en el que los costos son asumidos para la consecución de los beneficios, que una especie de expolio, en el que los costos son transferidos a las generaciones futuras…»

Igualmente cree que los políticos en el poder actúan del mismo modo al endeudar a los estados para conseguir ser reelegidos. Como conservador le preocupa que este vértigo barra aquello por lo que merece la pena vivir: el amor, el sexo, la belleza, cosas que merecen ser protegidas de los males del capitalismo, una vez que hay que resignarse a sus condición de única forma de gestionar la economía. Por eso, vuelve la mirada a la educación y a la cultura como ámbito de salvación. Por otra parte, la insistencia del liberalismo nacido con la Ilustración en la libertad individual cree que ha salvado a la sociedad de las propuesta de teocracia y del cuasi religioso sistema marxista.

LA VERDAD DEL LIBERALISMO

«La gran aportación del liberalismo a la civilización occidental ha sido crear las condiciones que permiten ofrecer protección al disidente, y que ha sustituido la unidad religiosa por la discusión racional entre oponentes.»

Los liberales siempre han defendido la libertad negativa, aquella que se ejerce sin que otros pueda imponer su voluntad arbitrariamente a un individuo. En su confrontación con las opciones igualitarias, el liberalismo ha visto cómo se han ido imponiendo al catálogo liberal de derechos negativos (eliminadores de obstáculos) nuevos derechos positivos (generadores de gastos estatales). Los derechos liberales van acompañados de deberes, como es el caso de la propiedad privada o el libre comercio. Sin embargo, los derechos positivos no parecen genera deberes, como ocurre con la seguridad social o la educación. Son derechos generados en el marco de la dignidad humana y el desarrollo de su personalidad. Aspectos que ponen nerviosos a los liberales por su costo ilimitado y por sus efectos en crear sociedades ociosas. Es una especie de «inflación de derechos». Los derecho negativos generan con naturalidad el deber complementario  (mi derecho a la vida es tu deber de respetarla), sino que, además, se concilia con la moral y genera con naturalidad legislación protectora. Sin embargo los derechos positivos generan conflictos, porque cualquier minoría puede exigirlos aludiendo a la discriminación sufrida. Precisamente el liberalismo se propone, al invocar los derechos naturales, proteger al individuo del poder arbitrario. Los derechos liberales tratan de limitar el poder del estado, mientras que los derechos positivos lo aumentan sin límite comprometiendo el consenso social como ocurre con la discriminación positiva de las minorías. Así se generan obligaciones por hechos de los que uno no es responsable. Aunque considera que el criterio moral no es suficiente para imponer una prohibición a la libertad individual. Así, menciona el caso de la prohibición de la homosexualidad en el Reino Unido que fue delito hasta 1960.

En este capítulo, Scruton insiste en la conveniencia de que en las modernas democracias los extraños sean expresamente incluidos en la red de obligaciones ciudadanas. Pero, dado que los políticos hace tiempo que advirtieron que si se mantienen en sus posiciones dogmáticamente no tienen todo el apoyo que necesitan de los electores, construyen sus discursos con zonas ambiguas en las fronteras con los discursos ajenos.

LA  VERDAD DEL MULTICULTURALISMO

Herden diferenciaba la cultura de la civilización. La segunda puede ser compartida por países distintos de una gran área geográfica (por ejemplo Europa), pero la cultura es idiosincrática de cada país. Burke, por su parte, consideraba que las costumbres, la tradición y los prejuicios son las precondiciones del orden político, pues contienen la sabiduría que no debe ser puesta en cuestión pues pueden producir la desintegración social.

Scruton considera que la verdad del multiculturalismo reside en la gran aportación de la Ilustración al liberar a las sociedades de la afiliación religiosa y de los lazos de raza, etnia o parentesco. Esta es la razón por la que es tan fácil emigrar a los países de occidente, pues al emigrante no se le exige nada más que la adopción de la cultura cívica y a la asunción de los deberes asociados. Una facilidad que contrasta con la emigración a países regidos por teocracias, como ocurre en países como Arabia Saudita, Egipto o Indonesia. La Ilustración tuvo una visión de una humanidad común con una misma moralidad y pasiones, lo que facilitaba la generosidad con el otro. Esta es la base de la verdad del multiculturalismo. Lo que, en opinión de Scruton, no puede admitirse es que la recepción de emigrantes tenga que suponer la represión de la cultura receptora, que no debe admitir reproches de etnocentrismo. En definitiva, se debe aceptar emigrantes, siempre que lo hagan dentro de la cultura receptora y no junto o contra ella.

LA VERDAD DEL ECOLOGISMO

En esta cuestión a Scruton le parece que es de plena aplicación la idea del contrato social de Burke que relaciona a los muertos, los vivos y los no nacidos. Ningún punto más claramente liga a uno y otros. De hecho el concepto de sostenibilidad es, de algún modo, ese contrato. No en vano, también el nombre de la ciencia medioambiental tiene que ver con la casa (oiko), el hogar común que es el planeta. Por todo esto, a Scruton le sorprende que tantos partidos conservadores no lo tengan claro y se muestren reticentes en materia de defensa de la naturaleza. Encuentra la explicación en que los partidos conservadores se han dejado contaminar por la ideología de los grandes negocios multinacionales. Ideología que considera fútil y pasado de moda conservar cosas. Tampoco ayuda, en su opinión, el ruido y la propaganda de los ecologistas.

La verdad del ecologismo coincide con la idea de orden político y ha estado presente en la ley inglesa históricamente. La degradación se ha acelerado por la generalización de la irresponsabilidad corporativa e individual. Tanto las empresas contaminando, como los ciudadanos consumiendo y renunciando a reciclaje contribuyen al desastre actual. Scruton cree que la solución está más cerca en la demanda que en la oferta. En esta estrategia los conservadores y los ecologistas deben unir fuerzas. Los conservadores puede aportar su amor por el territorio como fundamento de acciones conservacionistas. En su opinión es en la escala local que caben acciones más esperanzadoras para la conservación de la naturaleza. Desconfía de las grandes reuniones internacionales cuando el mayor contaminador es China, que es un régimen autoritario. También considera inútil la estrategia de las ONGs ecologistas, pues no movilizan a la gente común, sin la cual no hay nada que hacer. Además, entretenidos con estrategias inútiles se olvidan los problemas que sí se pueden resolver como el sobre consumo de pescado, la destrucción de la biodiversidad con pesticidas y el irresponsable uso del empaquetamiento con plásticos que contaminan gravemente los océanos. En definitiva espera más de la sociedad civil que de acciones gubernamentales coordinadas. Cree que Inglaterra dio un gran ejemplo con el modo en que abordó los efectos negativos de la revolución industrial. Naturalmente está de acuerdo en que el problema del cambio climático es grave en otra escala. Tiene pocas esperanzas porque no hay políticas de estado al respecto, sino politización de las investigaciones y fabricación de hechos.

LA VERDAD DEL INTERNACIONALISMO

Aquí Scruton se está refiriendo a la globalización económica y política. De salida considera que un conservador no puede ser internacionalista, al contrario que un socialistas tiene que serlo por naturaleza. El conservador debe poner bajo sospecha todo intento de que el centro de control legislativo y gubernamental esté fuera de las fronteras de la nación. Esta relación del «nosotros» nacional con el territorio es una barrera insalvable para el conservador. Por supuesto que cada país tendrá sus conservadores que han de cuidar de lo suyo.

Considera la verdad del internacionalismo asociada a la resolución de conflictos internacionales. Ya en la Alta Edad Media se encuentran formas de tratados internacionales y Kant en su opúsculo La Paz Perpetua ya propone una Liga de Naciones para resolver los conflictos y para regular las relaciones responsables entre estados. Pero para eso considera que las unidades que se conciertan deben ser estados soberanos. Por eso considera una perversión el secuestro de soberanía que la Unión Europea supone. En coherencia, celebra el proceso de salida del Reino Unido de la UE. Una idea de burócratas cosmopolitas que creen en la jurisdicción internacional con la mejor intención de  evitar futuros enfrentamientos bélicos entre países europeas. A Scruton le parece que este movimiento podría estar justificado en tiempos de telón de acero, pero su prolongación, tras la caída del muro en 1989, le parece perjudicial. Reconoce los avances de la cooperación internacional tras la II Guerra Mundial, pero no cree que la unión sea la solución de los problemas de hoy. En su opinión, si Delors tenía en mente la unificación de Alemania bajo el mando de Bismarck, debe tenerse en cuenta que se partía de una lengua común, que se construyó una lealtad a una concepción unificada del país y que la industrialización creciente favoreció sus planes consiguiendo una meta para la prosperidad. Finalmente, considera que la época de los imperios ya pasó y que los conflictos dependen más de la voluntad de los nacionales de cada país que de gobiernos supranacionales. Los conservadores deben estar en contra de la unificación que disuelve fronteras y traslada la toma de decisiones a no se sabe dónde.

LA VERDAD DE CONSERVADURISMO

El propósito del libro es fijar un ideario conservador, por lo que tras analizar las posiciones claves del mundo moderno buscando los mejor de ellas desde su punto de vista, aborda su propia ideología. Considera que:

«El conservadurismo no va de corregir la naturaleza humana o conformarla de acuerdo a una concepción determinada de su ideal racional. En realidad, intenta entender cómo funcionan la sociedades y crear el espacio que les permitan dar resultado satisfactorios»

Parte de la psicología de la persona y el modo que se relaciona con el otro estableciendo derechos y deberes. Un proceso en el que adquiere libertad, construye sus alianzas y las instituciones en el marco de la ley. El hombre es un creador del hogar, busca incansablemente lo valores que ha de regir su vida, para conseguir sus fines, más que los medios, de su existencia.

La verdad del conservadurismo es defender la cooperación entre seres libres que se profesan mutuo amor y respeto en un clima de transparencia de las actividades. Construye la sociedad desde abajo, salvo en los casos de emergencia. Desde la materia prima de los afectos humanos construye asociaciones duraderas con reglas, oficios, ceremonias y jerarquías que dota a nuestras actividades con un valor intrínseco. Así crea instituciones como escuelas, iglesias, bibliotecas, coros, orquestas, grupos de teatro, clubes deportivos, torneos de ajedrez, sociedades históricas, científicas, museos, clubes sociales. Instituciones todas que con sus reglas de funcionamiento disciplinan y articulan la sociedad, al tiempo que entregan a cada generación el resultado de los esfuerzos de las anteriores.

En contraste las sociedades totalitarias lo primero que hacen es destruir todo este entramado para que no haya nada más que una lealtad que permitirá crear al hombre «nuevo». Pero Scruton piensa que el estado debe mantener el control de la fuerza para combatir el único tipo de asociacionismo indeseable, que es el criminal. En su despliegue la sociedad civil genera desigualdad en habilidades, conocimientos, confianza y buena voluntad, lo que es coherente con la libertad e incoherente con la pretensión de igualdad. Por eso le preocupa el ataque a la red de relaciones sociales heredadas que supone las leyes de no discriminación. Pone los ejemplos de la paternidad por adopción de parejas no heterosexuales o de los Boy Scouts (?) o los clubes británicos donde las mujeres no son aceptadas. Él cree que no hacen mal alguno y no entiende la postura de las feministas que piensan que en estos clubes se trama el predominio masculino en la escala social.

También rechaza la hostilidad a los colegios privados y su capacidad en crear estilo y formar alumnos para el éxito social. Le repugna la pretensión de que toda la formación esté controlada por el estado. No hay injusticia en crear asociaciones con derecho de admisión, pues la justicia reside en el respeto por las transacciones libres. Cree que en el fondo de esta beligerancia sólo hay resentimiento. Por eso propone para curar a la sociedad de resentimiento el activar la movilidad. Todos deben tener la oportunidad con su esfuerzo de progresar socialmente. No es una cuestión de venganza de los pobres sobre los ricos, sino de vivir en una sociedad en la que cualquiera pueda lograr sus fines si aplica su esfuerzo e inteligencia.

Su lema es que la sociedad crece desde abajo y puede ser destruida desde arriba. La autonomía social favorece la creación de quienes siguiendo sus propios impulsos pueden encontrar soluciones a los problemas humanos. Esta espontaneidad coincide con la visión energética de Hayek sobre cómo progresa la sociedad humana. Pone el ejemplo de la conversación como paradigma de la reciprocidad con la que unos influyen sobre otros en sus medios y fines. Conversaciones sin intención de dominio que favorecen la creatividad y la felicidad. Pues el conservador no desprecia la felicidad, que se puede encontrar en el trabajo bien hecho y su culminación que es el arte bello. La obra de arte es un acto de comunicación según Schiller. Un acto de comunicación que busca el reconocimiento, es decir, busca al otro. La mayor forma de reconocimiento se da en la amistad. Buscar el propio disfrute no está reñido con el trabajo, pues muchos encuentran en las relaciones con sus compañeros la oportunidad de ese vital reconocimiento, que tanto une a los miembros de distintos grupos, como los deportistas o los soldados.

Scruton avisa de que la verdad de la posición conservadora depende del reconocimiento de que la libre asociación sólo es válida si es fuente de valor y sentimientos, y no un mero instrumento para el entretenimiento. Hasta el ejército debe ser una expresión de los lazos y afectos sociales y no un instrumento de poder. Por eso simpatiza tanto con el policía británico (Bobby) que va armado sólo de una porra y un pito.

FINAL

Scruton responde físicamente y biográficamente a su filosofía. Un hombre nacido en un hogar obrero que aprovecha la escalera social y se zafa del pensamiento de su entorno para hacerlo por sí mismo. Primero se libra de la filosofía análitica que se le propuso en sus estudios universitario, después de la presión de sus colegas por su rechazo al multiculturalismo y, finalmente, a sus setenta y tres años todavía nota como la ideología positivas le lanzan dardos. No es necesario estar de acuerdo con él para encontrar coherente su posición. Su conservadurismo es combativo con fundamento. Probablemente no tiene simpatías entre los que se llaman conservadores en el mundo de la política o de la economías, donde triunfa la tribu libertaria. Él hace lo que puede y parece que va a morir con sus botas puestas, las de una concepción de la vida basada en términos en fase de extinción como patriotismo, amor a la tierra, confianza, pertenencia, identidad política. Pero también afirmada en el rechazo de la teocracia, el racismo, los abusos de las grandes corporaciones, los abusos de las novedades financieras, los abusos de las organizaciones supranacionales y del estado. Sus principales dificultades nacen en el resbaladizo terreno de los derechos de las minorías. Ahí mantiene una posición de coherencia con su posición de defensa de la libertad negativa que, en su opinión, se ve atacada con la creación de espacios de discriminación positiva. Creo que, dado que argumenta todo los que sostiene, debe ser combatido en el mismo terreno en el que él plantea la batalla con elegancia: el de las ideas. Habrá tiempo.