Ya en siglo XVIII, el escocés Adam Smith había tratado rigurosamente la cuestión económica en su «Origen de la Riqueza de las Naciones», pero lo hizo en el estricto campo de esa especialidad. Fue en la mitad del siglo XIX cuando Marx puso a la economía en el centro de la reflexión filosófica aunque, más allá, convirtió esa reflexión en un programa político con el que violentó la realidad de tal forma con su utópica dictadura del proletariado (no hay dictadura buena), que todavía sentimos las consecuencias. Hoy en día esa operación de sacar los asuntos económicos de la academia, de la plaza de abastos o de la fábrica para ponerlos en el centro de la vida ha tenido pleno éxito. Tan es así que, tras la penúltima crisis económica en 2007, se propugna una educación financiera en el ámbito de la OCDE, no se sabe bien si para mejorar la capacidad de defensa del ciudadano ante propuestas maliciosas o para mejorar la defensa de los maliciosos ante los ciudadanos, cuando se acabe en los tribunales. El caso es que la economía lo permea todo, hasta el punto de que sus términos específicos han pasado al lenguaje popular y se emplea donde procede y donde no. Como consecuencia de esta emergencia de los económico, hay un nuevo reparto de la responsabilidad en las decisiones que los individuos y las familias han de tomar.
Así, habrá que aprender la diferencia entre balance y presupuesto para la propia economía familiar para, como dicen los expertos, no «apalancarse». También habrá que saber algo sobre cálculos actuariales, para que se tomen decisiones sensatas a la hora de contratar un plan de pensiones o un hipoteca. Bastará con una aplicación en la que meter cuota e interés y ver que pasa a tantos años, esperando que tu fondo no quiebre. También cabe, mirando el caso chileno, evitar que un Piñera español acabe con el sistema de pensiones. No menos interés habrá que poner en las noticias sobre la economías y las finanzas al objeto de hacer previsiones de gasto o reivindicaciones de actualización de ingresos. Una tarea diaria que sólo se podrá llevar a cabo con toda la eficacia cuando se libere tiempo libre porque los robots se ocupen que servirnos el café. Pero entre tanto podemos ir adquiriendo cierta capacidad cognitiva de interpretación.
Si todo esto es importante en el plano familiar, también lo es en el plano de la nación a la que uno pertenezca fiscalmente. Es decir, se impone la transparencia para que los ciudadanos sepan cómo están gestionando la riqueza común los políticos al cargo. Desde este punto de vista, es necesario que se publique de forma normalizada y sistemática no sólo el presupuesto de la nación que se aprueba en el Parlamento, sino la liquidación del mismo para saber las transferencia entre partidas o los presupuestos no ejecutados. Información que ha de estar al alcance de todos a un distancia máxima de dos golpes al ratón del ordenador. Y, muy importante, con la misma claridad debe publicarse el balance del país, en el que figuren sus activos y pasivos para ver el estado de salud o quiebra de la nación para fundamento de las políticas generales. Por tanto queda sentada la importancia de la economía como sustrato de nuestras vidas, un sustrato que hay que sacar del sótano para que luzca a la luz, pero sin corromper otro tipo de valores específicamente humanos. Por supuesto que a esta transparencia hay que añadir una gran dureza en el castigo de la corrupción de funcionarios y la evasión de impuestos de las grandes fortunas.
Como hace poco que he leído los puntos de vista de Niall Ferguson, que cree que es más importante la deuda de los países que la desigualdad, todo lo anterior no es más que un preámbulo para dar un salto a otro plano: el de la economía global desde el punto de vista de la desigualdad en la riqueza, que se denuncia que es creciente en el interior de los países y entre países. Vamos a hablar de riqueza que no es lo mismo que ingresos periódicos.
Riqueza es la suma de lo que se posee. Así, la suma de los valores inmuebles (viviendas o tierras) y muebles (dinero o acciones). La riqueza se incrementa o disminuye cada año con las rentas, compra-ventas de inmuebles, endeudamientos o apreciación-depreciación de valores financieros.
Partimos del informe Oxfam-Intermon de 2017, que nos ha ayudado a construir un cuadro a partir del original que nos permite una análisis más fino. La desigualdad que destila se refiere al planeta, como si fuera un único país, para entendernos.


Las diferencias son las siguientes:
GLOSA DEL CUADRO
- El 0,7 % de la población posee el nada menos que el 41 % de la riqueza mundial. Son 32 millones de adultos que poseen 99 billones de dólares. Son los millonarios.
- De esos 32 millones, 2043 personas poseen 9 billones de dólares ello solos, con una media de 4.400 millones por cabeza.
- El resto hasta los 32 millones de millonarios poseen 90 billones de dólares, con una media de 2,8 millones por cabeza.
- El 91,6 % de la población posee solamente el 16,6 % de la riqueza. Son 4.273 millones de adultos que tiene que repartirse 40 billones de dólares .
Pero el dato de más impacto, en mi opinión, es que entre la clase media, que constituyen en conjunto el 7,7 % de la población poseen el 42,3 % de la riqueza. Son 361 millones de adultos repartidos por todo el globo constituyendo las clases medias de la sociedad, frente a los 4.273 millones de parias que forman parte minoritaria de los países occidentales y mayoritaria en los países africanos y algunos asiáticos. La tendencia a aumentar la desigualdad es resultado del crecimiento de la población en los países donde ésta es mayor, medida por la Tasa Gini (ver mapa), y a la capacidad tecnológica, junto con el dominio de las áreas del mundo con mayores recursos.
Lo que pone de manifiesto esta distribución es que una mayor igualdad reclama de las clases medias un sacrificio al que creo que se resistirán tanto como las élites económicas, siendo como sería su contribución cuantitativamente mucho mayor que la de los billonarios y equivalente a la de los millonarios. El PIB mundial es de unos 70 billones de dólares. La mitad se utiliza en capitalizar y la otra mitad de rentas. Si dividimos esos 35 billones entre la renta media de la Unión Europea resultan unos 1000 millones de personas. Por lo que, contando con la resistencia de las clases medias y ricas a reducir su renta, la desigualdad entre países no se resolverá hasta que la capacidad productiva del mundo se cuadruplique en estos momentos, lo que sólo podría ocurrir con la automatización masiva de la producción y un cambio cualitativo en el tipo de consumo para que el planeta lo soporte. Probablemente el consumo del futuro tendrá más que ver con la realidad virtual que con la material para cumplir las dos condiciones. Aunque puede haber adelantos con nuevas formas de consumo más austeras.
De modo que tantos miles de millones de personas fuera de los estándares medios de los países ricos y la inmediatez de la información explica la enorme e inexorable presión migratoria. También explica la inhibición de los dirigentes económicos y políticos en acciones para abordar el problema social de la desigualdad, porque abordarlo implicaría una reducción notable del estándar de vida occidental y un cambio radical en la producción de bienes que, en vez de dedicarse a saturar con frivolidades el recurrente mercado de los acomodados, produjera alimentos, medicamentos, ropa y entretenimiento para las masas de desfavorecidos a costa de la renta de los países ricos. Dado que esto es poco realista, pues los populismos atacarían estas políticas con muchas posibilidades de éxito, la función social de la presión fiscal sobre las grandes fortunas debería emplearse en la investigación para abordar los grandes problemas de la humanidad, desde la capacidad productiva a las enfermedades, educación o alimentación.

Si tomamos como referencia la renta anual, un programa realmente radical sería incorporar la renta de los millonarios y billonarios al grupo de la clase media, lo que liberaría 15 billones de renta anual para poder dirigirlo a programas sociales. Un programa que permitiría abordar grandes inversiones en conocimiento y, desde luego abordar los casos de desesperación absoluta.


El informe estima en 18,5 billones de dólares los depósitos en paraísos fiscales, aproximadamente el 20 % de la riqueza acumulada de los millonarios y billonarios. El resto es de suponer que está en forma de posesiones y valores financieros para, en el peor de los casos, neutralizar la tasa de inflación y, en el mejor de lo casos absorber rentas consiguiendo aplicar su dinero en fondos de inversión que les proporcionen intereses mayores que el crecimiento del Producto Interior Bruto o, al menos que la inflación. Para ello necesitan la cooperación de legislaciones que controlen los salarios y graven poco los capitales con impuestos. A pesar del manifiesto desequilibrio en el reparto de la riqueza, los poderosos por un efecto de pobreza psicológica relativa a los más rico de su clase, no pueden parar de buscar el incremento de sus capitales. Este estado de cosas se puede mantener por las siguientes razones:
- Las alternativas históricas plantean soluciones rudimentarias que han conducido al crimen político y a la pobreza de las naciones y sus habitantes, incluso contando con los mismos avances tecnológicos.
- Las alternativas actuales tienen, en el plano táctico, una tendencia cainita, en medio de vacilaciones y divisiones, que disuelve la capacidad de acción y, en el plano estratégico, una tendencia a ofrecer soluciones débiles frente al poder efectivo de la dinámica capitalistas cuando se transforma en política democrática. Aunque El éxito económico de China está tentando a dirigentes occidentales a prescindir de la democracia para tener gobiernos autoritarios. Lo que puede conducir tanto hacia situaciones de mayor desigualdad como de mayor igualdad si se apoderan del país élites de izquierdas. En cualquier caso la víctima segura serían las libertades políticas.
- Las propuestas conservadoras no tiene peor enemigo que la corrupción, pues sus llamadas al sentido común, al cuidado de la economía y los valores tradicionales son muy efectivos para contar con apoyo en toda las capas sociales. Estas opciones siempre han considerado que las opciones de izquierda son derrochadoras y generadoras de huída de capitales inversores.
- Las clases pobres en los países donde son mayoritarias, por sus circunstancias tan extremas, carecen de cualquier tipo de energía intelectual que les permita protagonizar revoluciones, quedando sus muestra de ira exclusivamente en motines, que pueden ser sangrientos, pero que son sofocados con rapidez por fuerzas pagadas por sus explotadores.
- En los países occidentales, donde las clases pobres son minoritarias, la industria del entretenimiento a través de dispositivos móviles prácticamente neutraliza cualquier tipo de reivindicación, llegando su desinterés a la abstención electoral. Cualquier reivindicación son protagonizadas, en general, por clases profesionales (profesionales, educadores) que ven reducirse sus ingresos y los recursos con que ejercer. Es decir, por parte de clases medias que en vez de vivir en la esperanza de subir el estatus y el de sus hijos, ven como hay un deterioro manifiesto de su situación. Estas clases, en las que se puede unir irritación con capacidad intelectual de reivindicación inteligente, pueden constituirse en sujetos de cambio por vías parlamentarias. Una fuerza que suele fallar por la mala calidad de su transformación en acción política eficaz.
La parte de la riqueza materializada en bienes inmuebles, una vez construidos, igual da que las posean unos que otros, la cuestión es cómo evitar que se consuman recursos en mansiones megalómanas o en juguetes tecnológicos de lujo como los que ofrece la página The Billionaire Shop, cuando se necesitan tantos recursos para programas de educación y gestión que lancen economías modestas en países ricos en recursos y potencial talento, pero pobres en instituciones que los gobiernen correctamente; programas que ataquen grandes catástrofes naturales o inducidas por conflictos bélicos o programas de investigación para la búsqueda de soluciones a los viejos y nuevos problemas de la humanidad.
El informe Oxfam-Intermón proporciona sus propias recomendaciones:

Es claro que no propone un reparto de la riqueza rudimentaria, porque ya se ha visto que supone una generalización de la pobreza y, probablemente la renuncia de los más osados y necesarios narcisista que gestionan los grandes movimientos económicos del mundo a seguir impulsándolos. Pero sí se pide a las clases ricas que al menos ni eludan sus obligaciones fiscales, ni corrompan gobiernos para que éstas sean reducidas.
En realidad, lo más pro-volucionario que se podría hacer es conseguir fiscalmente que las clases más ricas estuvieran en la franja de la clase media alta del cuadro 2, con lo que la parte de los 99 billones de dólares que están en forma de dinero o valores financieros podrían difundirse hacia las capas menos favorecidas a las que habría que enseñar a invertir cualquier ahorro para que se produzcan las acumulaciones de capitales necesarias para los problemas actuales. Pero no se debe olvidar que algunos de lo que figuran en las dos últimas filas del cuadro 2 han conseguido sus fortunas a partir de la corrupción o el tráfico de estupefacientes, armas o personas. Personas de las que no cabe esperar una renuncia pacífica a sus privilegios. La gran historia ha dado muestras suficientes de los flujos de la ira popular y los reflujos de la frialdad del poderoso para, una y otra vez volver a situaciones injustas, pero con altos costes para las generaciones involucradas en términos de sufrimiento físico y psíquico. Culpar de eso al capitalismo es inútil, porque no hay sistema productivo más eficaz. Expropiar al rico es generar nuevos ricos en los aparatos del estado sin el mérito de, al menos, haber conseguido la fortuna mediante esfuerzos más o menos legales. Lo que hay que inventar es una forma de que la distribución de la riqueza tenga la forma de un trapecio con las pendientes laterales acusadas, de tal modo que los situados en la parte baja tengan cubiertas sus necesidades vitales y educacionales y cuando se llega a las capas que pueden ahorrar, estimular el que estos ahorros sean colocados en fondos, como se dice más arriba, donde se acumule el capital para que se puedan abordar las grandes empresas humanas o socorrer a los grandes damnificados por el azar natural o bélico.
Mostramos ahora como complemento un gráfico de una conferencia de Thomas Piketty en Chile. En él se puede ver con el caso extremo de Italia como el estado tiene riqueza negativa, como consecuencia de que los activos públicos valen menos que la deuda. Al mismo tiempo la riqueza privada ha aumentado porque han sido los propios italianos lo que han acudido a las rebajas del patrimonio del estado. Para reflexionar ¿no?

También es interesante comprobar en el gráfico que sigue, procedente de la misma fuente, las tasas que se han llegado a pagar en impuestos sobre las grandes fortunas, sin que el sistema se resquebrajara. Esto se acabó con Reagan en los años 80. Por otra parte, se puede comprobar que a principio del siglo XX no se pagaba nada:

LA DESIGUALDAD EN ESPAÑA
Para comprobar si este esquema global tiene algún tipo de correspondencia con un país como España vamos a usar, como fundamento, una tabla reciente del Banco de España sobre la riqueza en los hogares.

De esta tabla sacamos estos datos de riqueza resumidos:

Se puede comprobar que la distribución de la riqueza en España, aunque el cuadro 4 indica que se está polarizando y la Tasa Gini es de las peores de Europa, es mucho mejor que en el conjunto mundial. El cuadro 5 muestra, frente al dato mundial de que el 91,6 % de la población posee solamente el 16,6 % de la riqueza, en España el 90 % de los hogares posee el 66 % de la riqueza. En gran medida se debe esto a que, a pesar de que durante un tiempo estuvo en boga criticarlo, el 80 % de los españoles viven en una vivienda de su propiedad. Por otra parte, se ve que el país vale lo que suma la riqueza de sus habitantes, esto es 4,5 billones de euros a los que habrá que sumar la riqueza del Estado que no tengo cifrada.
Naturalmente la riqueza es resultado de la acumulación a través de la herencia de los muertos y la acumulación de la renta de los vivos. Veamos cómo se distribuye la renta dineraria en España a partir de la información de la Agencia Tributaria para 2015:

En el cuadro 6 se advierte una franja del 40,25 % de la población trabajadora que recibe solamente el 14,92 % de la renta, mientras que una franja del 0,42 % recibe el 3,51 % de la renta. Esto significa 3,51/0,42/14,92/40,25 = 22 veces más renta. Pero, sin embargo, cualquier intento de igualación convirtiendo a la franja más rica en clase media alta, en el tramo de ingresos 60-150, liberaría 13.710.725.350 – 82.069×71.599 = 7.834 millones de euros que divididos entre los 7,8 millones de trabajadores de los tramos por debajo de 12.000 euros supone 1.000 euros al año u 83 euros al mes (antes se diría que para tabaco) con la consecuencia de que gran parte de los impuestos se pierden por cambiar esos ingresos de tramo impositivo.
En cuanto a los impuestos, el peso de la contribución a la Hacienda gravita sobre la clase media que se hace cargo del 84,23 % del total. En cuanto a la progresividad de los impuestos se puede ver que la clase media paga 84,23/59,33/0,79/40,25 = 72 veces más que los trabajadores pobres, lo que era de esperar. ¡
Para aumentar la igualdad en España se necesita algo más que los 3.900 millones de euros de renta de los ricos, pues hay unos 5 millones de españoles que trabajan con ingresos anuales por debajo de los 9000 euros. Si sus ingresos se complementan hasta 12000 euros puede suponer 5 millones x 12.000 = 60.000 – 33.500 millones (que ya cobran) = 26500 millones al año que el país no tiene perspectiva de ganar de forma adicional porque, al no aparecer en las rentas de los dos tramos más ricos, se supone que no existen. Muy al contrario, el país tiene un déficit de unos 40.000 millones en las cuentas públicas, lo que se agrava con los intereses de la deuda acumulada (unos 35.000 millones), que está ya cercana al 100 % del PIB. Un asunto éste de gran importancia porque, tras el acelerón de gasto de los primeros ochos años del siglo, se les deja a nuestros hijos, en vez de una herencia, una púa. En definitiva que, manteniendo el estatus actual, mejorar la situación de los pobres requiere 66.500 millones de euros, si sumamos la renta que falta al déficit y los intereses de la deuda pública. Y todo ello, sin bajar un euro la propia deuda. Suponemos que parte se compensa con la economías sumergida que genera ingresos pero que no paga impuestos. Si alcanza, como dice la leyenda, el 20 % del PIB, hablamos de 200.000 millones euros que, si pagara impuestos, ayudaría bastante a aclarar la situación, porque conoceríamos mejor en qué hogares no entra una renta razonable que permita una vida que merezca el nombre.
FINAL
Desde luego, si las cosas son como estos datos y cálculos parecen decirnos, hay que buscar salidas muy sofisticadas a los problemas. Pero, si la fórmula es austeridad, debemos sentirla todos. Es decir, que una bajada de sueldos en general del X %, debe implicar un aumento semejante de los impuestos para las grandes fortunas, corrigiendo el hecho de que su disposición de liquidez les permita aumentar su patrimonio en plena crisis aprovechando el hundimiento de los precios y a costa de las clases medias y bajas que, además, perdieron sus hogares o sus ahorros por los manejos financieros. Pero, dos cosas están claras: la primera, que hay que estimular la capacidad de crear valor desatando el talento de nuestros jóvenes investigadores o de aquellos con competencia para comercializar productos o ideas. Lo que señala el camino para cualquier aumento de la fiscalidad sobre los ricos. El modelo es una economía que mejora su balanza comercial produciendo para un consumo razonable y, sobre todo para el resto del mundo. Si no, ya se ve la dificultades para mantener a tantos millones de personas con proyectos razonables de vida en un mundo lleno de tensiones de todo tipo. Y, la segunda, que no conocemos un sistema distinto al de la economía de mercado para producir, pero que algunas cosas se les debe aclarar a los que sostienen su intangibilidad, y es que, los resultados económicos del frenesí mercantil y financiero no deben dejar atrás a nadie que quiera contribuir con su esfuerzo al bien común. También está claro que los enemigos del mercado no han demostrado tener competencia para gestionar de forma planificada la economía, porque, probablemente, nadie tenga la capacidad de gobernar la complejidad de estos procesos. De modo que es mejor dejar las manos quietas y esforzarse en definir los parámetros de una vida digna y tener el coraje de trabajar para que, sin matar la ambición que mueve montañas, cabalgar el tigre para que no mate ni a la gente ni a la naturaleza.
Por otra parte, se deduce de las cifras globales del mundo que las clases medias no están, ni mucho menos, al margen de las soluciones, pues el 40 % de la riqueza y de las rentas están en sus manos, siendo el grupo de los millonarios y billonarios, antes que una fuente de reparto, una oportunidad para la ejemplaridad con la financiación de grandes programas de apoyo a tragedias humanitarias o inversiones en soluciones imaginativas para la generalización de una vida digna.
Conclusión: como país, deberíamos irnos preparando culturalmente para convertirnos en un país sin bolsas de pobreza a base de compartir de forma generalizada, al tiempo que presionamos nuestra inteligencia y esfuerzo para participar en el gran reto mundial. Lo que implica también cierta austeridad para pagar las deudas acumuladas. Una y otra cosa nos lleva a un estado mental en el que se puede y debe decir bien alto: ¡austeridad, sí, pero para todos!