Hace unos años, todavía entrar en el casco viejo de San Sebastián producía hormigueo por las extrañas criaturas que se veían por las estrechas calles de su trazado. Unas criaturas en cuyos cerebros aún habitaban el gusto por el homicidio alevoso. Pues bien, en el escaparate de una librería había desplegado un mapa con con todas las «naciones sin estado» de Europa. Lo compré por curiosidad, con lo que estaba financiando el independentismo vasco, y me lo traje a Murcia. Ya no sé dónde está, pero en Internet hay de todo y he encontrado algunos que muestro en este artículo.

Regiones de Europa Impresionista
Impresionismo europeo

En el siglo XVIII especialmente Alemania, que todavía era un mosaico de principados, fue la cuna de un fuerte movimiento anti ilustrado que se extendió, durante el siglo XIX, a toda Europa en forma de romanticismo. Este movimiento desconfiaba de la razón y su eco llegó hasta nuestro genial pintor Francisco de Goya, que acuñó aquello   de «El sueño de la razón producen monstruos» inscrito en el grabado nº 43 de sus Caprichos. Por otra parte, podríamos parafrasear a Goya diciendo que «El sueño de las emociones crean paraísos tóxicos«. Desde entonces, románticos e ilustrados batallan en Europa tratando, unos, de desagregarla en regiones, normalmente con lenguas específicas y, otros, de mantener unas entidades supra identitarias para manejarse en el mundo globalizado con cierta potencia económica y política.

El sueño de la razón
El sueño de la razón produce monstruos. Goya

Los unos gustan de la idea de una europa teselada en la que el sujeto se afirma en el confort de su matriz cultural, desde la que se ejerce y defiende con los recursos de un estado independiente. Como juzgan las cosas desde la posición identitaria, no les gusta ninguna unidad supraregional y se sienten continuamente agraviados. Borges decía que «los irlandeses se sienten incesantemente irlandeses«. No se adivina cómo desde esta fragmentación se puede ordenar la convivencia sin que surjan aquí o allí conflictos, una y otra vez. Quizá con una gobernanza global que sustituiría ex novo a la que, ahora, creen estar sufriendo en las entidades que la historia ha creado y con las que mantienen resentimientos que, misteriosamente, pasan de unas generaciones a otras. Los románticos piensan que el orden racional de un estado supra identitario ha traído muchas desgracias al mundo, como el exterminio de los armenios, la convivencia forzada de los yugoslavos o, en el pasado, la «normalización» que los imperios llevaron a cabo con aztecas, incas, indios norteamericanos, intocables asiáticos o el pueblo paraguayo por parte de la Triple Alianza…

Los ilustrados, por su parte, piensan en la unidad de la ley y desconfían de la emoción de la identidad. Creen que en la falta de control de la razón está en el origen de las grandes tragedias. No pocos jóvenes arrebatados por la emoción de la defensa de su tribu han ido entusiasmados a la guerra y o no han vuelto o lo han hecho mutilados. Jan Pieterszoon Coen, un oficial de la Compañía de Indias Holandesa (VOC) dejó dicho, allá por el siglo XVII, que «No podemos hacer la guerra sin comerciar, ni el comerciar sin hacer la guerra«, lo que debería ponernos en alerta respecto de lanzarnos emotivamente a defender el señuelo que nos pongan los fenicios de la tribu. Los ilustrados saben que unas pocas palabras tóxicas sembradas en el ánimo de alguien, y que aludan a reales o ficticios agravios, genera el curioso fenómeno de unir a miles de personas por un vínculo muy estrecho, que los puede lanzar a las más disparatadas acciones. Los ilustrados piensan que los románticos han traído muchas desgracias al mundo como los enfrentamientos letales entre serbios y bosnios, hutus y tutsis, protestantes y católicos, chiitas y sunies…

En fin, estamos en un buen lío, cuando creíamos que todas la supersticiones, incluída la de la identidad, racial o cultural estaban superadas. El cerebro humano primero fue cerebelo para reaccionar mecánicamente a los estímulos físicos, después fue sistema límbico para reaccionar ante las tribulaciones mediante los avisos de las emociones (miedo, asco, ira…) y finalmente, fue neo cortex, es decir, lenguaje, cálculo, razón. El de hoy, es un combate entre la amígdala y los lóbulos frontales (vaya por Dios). Si usted no puede modular  los derrames de hormonas de las glándulas suprarrenales, entre otras, con las sinapsis de los lóbulos del neo cortex, porque el placer que le produce supera a cualquier razonamiento, dese unos golpes en el pecho como un gorila macho y adelante con los faroles, como se dice en Cartagena para arrancar con los pasos de procesión. Si a usted, por el contrario, la frialdad, suavidad y silencio de la actividad cerebral le empuja a actuar conforme a las conclusiones a las que llegue, coja la ley y golpee con ella al adversario. Y, finalmente, si usted es esclavo de las emociones y, al tiempo, usa la razón para las tácticas que le lleven a conseguir lo que sus emociones le piden. ¡cuerpo a tierra! porque vamos hacia un nuevo medievo, pero ahora con rayos láser y armas atómicas.

Una vez, en Madrid, el taxista que me conducía a ver a un amigo, llevaba la radio puesta en una emisora defensora de la teoría de la conspiración según la cual, los socialistas habían tramado el 11-M. Mostrando alguna duda, provoqué la siguiente teoría epicíclica: «Los atentados de Londres (julio de 2005) es cosas de Zapatero«. Me vió la cara por el retrovisor y me dijo: ¿Es que no sabe usted que hay un ferry de Bilbao a Inglaterra? Le dije, alarmado, que había llegado a mi destino, y me bajé tres kilómetros antes aliviado. Lo dicho ¡Cuerpo a tierra que llegan las emociones, o la razón o el nuevo medievo! ¡Vaya usted a saber!

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