Como jubilado responsable busco el modo de justificar mi pensión. El resultado de esa tarea autoimpuesta es la siguiente reflexión (Se admiten objeciones y desdenes).

La verdadera paradoja moderna es que se nos necesita como consumidores para que los productos fabricados se conviertan en capital que realimente el sistema económico, pero no como trabajadores porque los productos van a ser fabricados por robots. 

Hay una lógica de fondo pues el tipo de consumidor que requiere el capitalismo moderno «no puede» trabajar pues tiene que pasarse todo el tiempo comprobando cómo optimizar  su escaso sueldo mirando el contador inteligente de la luz para escoger el momento en que debe conectar los electrodomésticos; merodeando por las gasolineras para ver cuál le ofrece mejor precio; cambiando de compañía de seguros de jubilación o de incendios buscador en mano; estudiando ofertas de préstamos para que nuestros hijos puedan estudiar; cambiando de compañía telefónica para aprovechar las ofertas de la competencia; prestando nuestro coche a un extraño que lo ha reservado en una aplicación; visitando los portales de viajes, hoteles y, quizá, mirando etiquetas de productos alimenticios para asegurarse que no es tóxico, lo que le obliga a dedicar tiempo a escoger la mejor oferta de hospitales para curarse o, en caso de que todo vaya mal, buscar precios de féretros y sistemas de desaparecer de una vez hastiado de no poder vivir.

Hemos pasado de un sistema de vida en el que el Estado cuidaba de que los codiciosos no acabaran con nosotros o con nuestro patrimonio prematuramente a otro en el que el mensaje es «¡búsquese la vida (o la muerte)!«. Es decir el trabajo de 9 a 17 consistirá en mantener el dinamismo comercial en un escenario de máxima competencia hasta que el planeta aguante. Un dinamismo buscado en el que cada individuo es el agente de este estado de cosas. Será incívico conformarse con una tarifa de servicios sin discutirla, esperar que los productos del mercado sean saludables o esperar una jubilación tras años de cotización a un sistema público. Sobre todo si el ahorro de tiempo consiguiente es para leer un libro o charlar con tus amigos convirtiéndose en un peligro social.

Como estamos en época de transición se alinean los planetas para que todo sea pésimo. Es decir, todavía se trabaja porque los robots aún no pueden hacerlo todo, se paga poco para que los productos sean baratos y se espera que el dinamismo identificado más arriba lo activemos en nuestro tiempo libre móvil en mano. En esta fase de transición se espera compensar el riesgo de que nuestros nacionales no compren los productos por falta de renta vendiendo al extranjero. Cuando el cuadro se complete a nivel mundial ya no servirá vender fuera porque tendremos que comprar, igualmente fuera por reciprocidad. En ese momento el sistema no podrá seguir funcionando si no se da dinero a los ciudadanos, no ya por producir (lo harán los robots) sino por dinamizar y optimizar el sistema a base de cambiar de proveedor de forma rápida y certera. Ese será el trabajo del futuro. En ese momento, igualmente, es clave el Big Data que están alimentando las redes sociales y las compras por Internet para que la empresas anticipen su producción en base a expectativas de consumo en virtud de los gustos estimados de los consumidores termita.

¡Vaya panorama!. Las carreras universitarias fundamentales serán, para una élite formada, las de Ingeniería de automatización, Inteligencia Artificial y Neurociencia de modo que permitan el mantenimiento y  progreso de la automatización y el conocimiento de las pulsiones de consumo. El resto tendremos fundamentalmente que ser usuarios de aplicaciones sobre un fondo de conocimiento de estadística para interpretar indicadores de optimización. ¿Quedará tiempo libre? Espero que sí, para que las instituciones resultantes no se apoderen de la democracia, de la libertad de expresión, de la cultura y de nosotros.

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