Actuando irracionalmente

Después del libro de Kahneman, «Pensar rápido, pensar despacio» y del de Thaler y Sunstein, «Un pequeño empujón«, llega este «Predictably Irrational» de Dan Ariely. Probablemente, entre los tres estén todas las claves conocidas de la conducta de los humanos y su aplicación a los muchos problemas que la vida económica y social plantean. El de Kahneman es el manual razonado de las invariantes de la conducta humana, el de Thaler y Sunstein, el de las aplicaciones más útiles y éste de Ariely una relación razonada de conductas irracionales evitables en algún grado.

Relatividad

«En vez de disfrutar de lo que se tiene, estar mirando constantemente a lo que tienen los demás«

Dice Ariely que los seres humanos no tenemos una referencia interna con la que medir el valor de nuestra conducta. No hay una referencia absoluta, luego tenemos que acudir a las diferencias entre unas cosa y otras para apreciar unas más que otras. Por eso mucha gente no sabe lo que quiere si no enmarca el objeto de deseo en un marco más general. Por eso nos gusta tanto estar integrados en grupos que nos sirven las cosas que hay que pensar precocinadas. Pero incluso el más rebelde e independiente de los seres humanos acaba, en el mejor de los casos, haciendo caso a su propio cuerpo y sus demandas, que no nacen de su mente, sino que le vienen impuestas desde un fondo biológico irracional, aunque no ilógico.

Esta imagen del libro muestra nuestras relativa forma de percibir el mundo, pues los dos círculos que nos parece diferentes tienen el mismo diámetro. Exactamente ocurre en nuestra mente cuando juzgamos un hecho doméstico, social, económico o político. Prueben a mirar una luna cerca del horizonte con un tubo de cartón y cuando esté más arriba y comparen sus impresiones con lo que ven a través del tubo. Prueben a comparar su juicio sobre una decisión gubernamental con la opinión de alguien que tenga una ideología diferente. En este caso es difícil contar con un tubo de cartón figurado para saber quién tiene razón, aunque a veces la buena evolución social o económica del país hace las veces. El caso es que siempre estamos comparando para comprender, juzgar o actuar. Normalmente hacemos comparaciones entre cosas sencillas, pero eludimos las comparaciones con cosas complejas. En efecto no es lo mismo hacer comparaciones entre tres tipos de camisetas que entre tres tipos de casas que queremos comprar. Por eso cuando la decisión es compleja e involucra mucho dinero, es común que el vendedor le ponga un señuelo, una aparente ventaja en una de las opciones para que usted elija la que él quiere. El problema de la relatividad es que genera envidia como consecuencia de las comparaciones que hemos de hacer para valorar las cosas. Una envidia que no se manifiesta sólo entre gente pobre, sino, también, entre ricos. El autor de libro narra que, una vez aplicada la política de transparencia en grandes corporaciones con el objeto de frenar la relación entre los salarios de los altos ejecutivos y los trabajadores de una misma empresa, esta relación de multiplicó por tres. Los altos ejecutivos en vez de preocuparse por la diferencia respecto de los salarios más bajos, miraron con codicia hacia los más altos de su empresa y de otras empresas rivales, con el resultado mencionado. También los políticos que mantienen enfrentamientos ideológicamente duros se ponen de acuerdo en subirse el sueldo sin problemas aumentando la distancia respecto de los funcionarios de los parlamentos. Curiosamente, está bien está bien establecido que la relación entre salario y felicidad es débil, por lo que más parece el efecto de la envidia que el de la búsqueda absoluta de la felicidad para uno y su familia. De todas formas, la envidia puede ser interpretada como un confuso sentido de la justicia: ¿cómo voy a cobrar menos que X que como mucho tiene el mismo mérito que yo?. El caso es que la relatividad y la envidia se traducen en comportamiento claramente irracionales, como que los ricos envidien a los millonarios que envidian a los billonarios…

El autor propone huir de los círculos que le pueden estar recordando a uno su «miserable» sueldo de 150.000 dólares a año y acercarse a sus iguales. Pero como cualquiera puede comprobar en su fuero interno y Kahneman demostró, renunciamos a un ahorro de cinco euros cuando compramos un traje de 500 si ese ahorro supone alguna molestia, pero no renunciamos en absoluto al mismo ahorro al comprar un bolígrafo por el que nos piden, en principio, 10 euros. En fin, la terapia es romper el «círculo de la relatividad».

Oferta y demanda

«En vez de demandar los productos que se necesitan, dejarse influir por la publicidad, status social, etc. a la hora de elegir«

En este ítem el libro cuestiona el funcionamiento «limpio» de la oferta y la demanda. Para empezar dice que si se quiere hacer atractivo un producto hay que hacerlo aparentar que es difícil de obtener. Por otra parte mete en el cocktail de sus razonamientos el fenómeno de impronta detectado por el naturalista Konrad Lorenz, que observó cómo las crías de pato «consideran» su madre al primer objeto en movimiento que tienen delante al salir del huevo. La cuestión es si los seres humanos ante el primer precio que conocen de un objeto son influidos en sus decisiones posteriores, aunque el precio se desorbitado. Esto está relacionado con el fenómeno de «anclaje» que ya hemos visto en los libros de Kahneman y Thaler. De esta forma si el primer precio que conocemos de un bien ha sido fijado por el vendedor como un «tiro al aire» su efecto en nuestra mente es perdurable y, a partir de ese momento, nuestras sensaciones de ganancia o pérdida se van a establecer con esa referencia inicial. Ariely le llama la «coherencia arbitraria«.

Los experimentos que confirman lo dichos pondrían de manifiesto que nuestras elecciones no dependen exclusivamente de nuestros gustos o de nuestros valores, pero tal parece que nuestras vidas, cuidadosamente diseñadas, son el resultado de la arbitrariedad de algunas de nuestras experiencias. Por eso recomienda analizar las primeras decisiones que tomamos por su influencia sobre las que le siguen. En especial piensa en la elección de objetos de consumo que tantas veces comprometen nuestras finanzas domésticas atraídos por el primer brillante móvil que mueve la colita delante nuestra.

Todo esto cuestiona la ley de la oferta y la demanda que conlleva que los precios son fijados en el mercado exclusivamente por la colusión de lo que el fabricante produce (oferta) y lo que un consumidor racional compra (demanda). Pero los experimentos ponen de manifiesto que la demanda está condicionada, cuando no manipulada haciendo actuar premeditadamente los mecanismos de la coherencia arbitraria y sus socios el anclaje y la impronta. Estos mecanismos quiebran la idea que la oferta y la demanda son independientes. Más bien desde el lado de la oferta se trabaja para condicionar la demanda. Véase la voracidad con que las masas de consumidores se lanzan sobre las rebajas atraídos poderosamente por la sensación de ganancia, con los nuevos precios, en relación con los precios originales, que, en algunos productos, son menos resultado de la demanda que inducidos por la publicidad. Siendo raro que tomemos decisiones por el valor real que el producto tiene para nosotros. Lo que es más evidente a medida que tratamos con productos más superfluos, como, hoy en día, ocurre.

El atractivo de lo gratuito

«En vez de adquirir lo que se necesita, dejarse arrastrar a una posesión cuya pérdida no nos importe«

No es raro encontrarnos con ofertas 3×2 cuando estamos comprando un sólo ejemplar de algo. «¡Compre un segundo ejemplar (que no necesita) y se llevará gratis un tercero»! Obviamente, el comerciante hace la oferta tratando de que nuestro amor por lo gratuito se active. Y ese amor, dice Ariely, se fundamenta en nuestra aversión a la pérdida. En efecto, es tanto el miedo a perder que adoramos los objetos cuya pérdida no nos va a producir daño.

Dos mundos

Estamos de acuerdo en que vivimos en dos mundos (al menos) al mismo tiempo: el de la vida social con sus convenciones, reglas de cortesía y amistad y el mundo del mercado donde se obtiene lo que se paga. Los problemas aparecen cuando los dos mundos colisionan. Cuando se sospecha que una invitación está pagando la esperanza de tener sexo o ser beneficiado en un trato. Cuando la cortesía y la amistad son la antesala de un negocio. Cuando la amistad se agria porque uno de los dos deja que el otro pague en los restaurantes todas las veces sin hacer ademán. En definitiva cuando la mentalidad del mercado se introducen en los actos sociales, las relaciones se dañan y son difíciles de restañar. Tampoco funciona siempre el tratar de introducir normas sociales en el mundo del trabajo, donde hay una contraprestación en forma de dinero. Las empresas se acercan una relación más armoniosa, no tanto por costumbres como la happy hour, cuanto proporcionan seguros médicos a sus empleados. El dinero es un gran estimulante, pero establecer normas sociales en una empresa no le va a la zaga. Quizá, la más decadente expresión que he escuchado nunca en relación con este conflicto es: «estoy de nuevo en el mercado«, dicho por una joven que había roto con su compañero recientemente y volvía a los lugares habituales de encuentros.

La importancia de la excitación

«Atención a la irracionalidad presente en estado de excitación sexual y sus consecuencias de daño a los demás«

Aquí Ariely tiene una ocurrencia curiosa. Explora si nos comportamos igual cuando estamos excitados sexualmente respecto de cuando estamos «fríos». En estado de calma, los participantes en el experimento, se mostraban respetuosos con las mujeres, predispuesto a usar protección y poco interesados en formas no convencionales de mantener sexo. En estado de excitación desaparecía completamente la prevención, el respeto, y la moral. En estado de calma no podían predecir su comportamiento posterior tan alejado de las normas establecidas. Cuando el cerebro reptiliano toma el mando de las operaciones, el control de los lóbulos frontales desaparece.

La procrastinación

Procrastinar es dejar lo que hay que hacer para otra ocasión. Es lo que ocurre con el estudio, las dietas o el abandono de las adicciones perjudiciales cuando son pospuestas a cambio del estado de placer presente, por la gratificación inmediata. La cura de este estado de abandono viene, en primera instancia, por la imposición por terceros de obligaciones acompañadas de sanciones. Pero cabe esperar de aquellos comprenden su problema y se imponen a sí mismos etapas de cumplimiento intermedio alcanzan un mejor resultado que dejándolo todo para el final. Pasa igual con el cuidado de la salud de uno mismo. El autocontrol ayuda a abandonarse a la generosidad de la naturaleza.

El costo de ser propietario

«Atención a los vínculos irracionales con aquello de lo que se es propietario pues dificulta su transacción, tanto en el terreno material como espiritual«

Aquí el libro reflexiona sobre nuestra relación con las cosas. Constata que estamos enamorados de nuestras cosas. Esas cosas que forman el dique de contención del «frío exterior» y que contribuyen a la construcción de nuestra imagen. Constata también que ponemos más atención a lo que podemos perder, que en lo que podemos ganar y constata que estamos convencidos de que los demás ven las cosas como nosotros. Al parecer nuestro sentido de la propiedad empieza antes de que seamos propietarios de algo. Más interesante es constatar que también experimentamos un sentido de la propiedad con nuestros puntos de vista, nuestras creencias y certezas. Ariely piensa que valoramos nuestras ideas más de lo que merecen. Según el autor no hay cura para la enfermedad de la propiedad. Representarnos un estado sin propiedades es una experiencia de una dolorosa pérdida. El autor recomienda un cierto distanciamiento respecto de las propiedades, especialmente cuando se está en trance de transferirlas. En todo caso, la propiedad es un asunto central de los problemas sociales y cualquier intento de pacificación social debe contar con esta característica de la naturaleza humana.

Las puerta abierta

«Las puertas abiertas son lastres para la conducta racional de nuestras vidas»

La complejidad de la vida moderna donde uno elige y, al mismo tiempo, renuncia cada vez que toma decisiones, parece sensato ir dejando puertas abiertas por las que transitar cuando convenga. Ya sea manteniendo, cuando se es soltero, alternativas sentimentales con riesgos y ventaja; elegir unos estudios que permitan saltar a profesiones distintas salvando la falta de empleo en un determinado sector; equilibrando la vida personal entre el trabajo y lo que ocurre en el hogar con el crecimiento de los hijos y la evolución del cónyuge. Sin embargo, Ariely aconseja cerrar algunas puertas para mantener a salvo nuestras emociones y, muy a menudo, nuestros Ahorros. Es fácil cancelar pequeños compromisos, pero otros son muy complicados. Estamos estructurados para mantener, compulsivamente, puertas abiertas, pero es una buena estrategia cerrar aquellas que ya se han mostrado imposibles de traspasar.

Expectativas

«La expectativa como anticipación de un placer conduce a conductas adictivas»

Crear una expectativa es empujar hacia la realización de lo esperado. Las casas comerciales tratan de crear expectativas asociada a la marca para atraer al consumidor. De este modo se activan los mecanismos cerebrales que conectan los lóbulos frontales del cerebro con los centros de placer mediante la dopamina. Las expectativa crean estereotipos que facilitan las decisiones. El sentido de la expectativa nos capacita para mantener conversaciones fragmentarias o comprender textos a los que les faltan trozos. También es importante tener en cuenta que la neutralidad en los conflictos sólo se puede alcanzar por aquellos que no están «contaminados» con las expectativas de las partes.

El poder del precio

«Cuidado con la superstición de que un precio alto de un producto es garantía de calidad»

Ariely piensa que irracionalmente pensamos que lo caro es mejor. Para explicarse da un rodeo por el concepto de placebo utilizado en medicina para probar la eficacia de un fármaco. Ya se sabe en qué consiste el placebo: un producto inofensivo que se da a parte de los pacientes, mientras a otra parte se les da el medicamento que se pone a prueba, para comprobar qué cambios son debidos al medicamento y cuáles a la sugestión. El efecto placebo tiene origen en la expectativa mental del paciente y el el mecanismo de condicionamiento (como el perro de Pavlov), que es la expectativa del cuerpo ante experiencias repetidas. Pues bien, Ariely piensa que la relación que algunos consumidores establecen en precio y calidad es semejante a la que un paciente establece entre un medicamento sin efectos y su salud. Cree que, en ambos casos, se trata de un proceso de sugestión basado en el condicionamiento. Una sugestión que vuelve irracionales nuestros hábitos de consumo.

Deshonestidad

«El umbral de deshonestidad del ser humano está alto, por debajo de él se pueden dar muchas y perniciosas conductas deshonestas sin sentido de culpa«

Cuenta Ariely que el monto total de los robos a mano armada en Estados Unidos es de 525 millones de dólares y que la suma de los robos de empleados o clientes y los fraudes a seguros es de 600.000 millones de dólares. Es decir la deshonestidad cuesta mil veces más que los asaltos en gasolineras o bancos. A partir de esa constatación hace una autopsia de nuestra deshonestidad que resulta abrumadora. Le llama la atención especialmente la deshonestidad del que se considera una persona decente. Hace hincapié en los sistemas de control social, como la religión, la autoestima. Mecanismos que decaen ante la oportunidad de hacer algo deshonesto cuando nadie te ve. Pero se pregunta que si la honestidad es tan placentera ¿Por qué somos tan frecuentemente deshonestos? En su opinión esto ocurre porque sólo las grandes transgresiones despiertan nuestras alarmas, nuestro super Yo freudiano. Es especialmente grave la ausencia de control en los casos en los que el dinero está ausente, como en el caso de las acciones de Enron (en el libro se dan detalles). Tal parece que nuestros mecanismos de alarma no se disparan con tanta eficacia cuando el dinero no está involucrado, como ocurre con las acciones y otros valores financieros. Facilitando así grandes estafas con poco dolor de contrición por parte de los directivos perpetradores.

Presumiendo

Para terminar, Ariely trata en su libro con la irracional conducta de elegir ropa en una tienda o comida en un restaurante para mantener cierta imagen ante los demás.

Actuando a empujones

Después de leer el libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman, la curiosidad me ha llevado a otros autores reconocidos de la psicología de la conducta como Cass Sunstein y Richard Thaler. Su libro «Un pequeño empujón» es un éxito de ventas. Al contrario del libro Kahneman, que pretende ser divulgación de los avances de la investigación en la materia, éste está más enfocado como un manual solvente de conducta razonable. Por eso, no va a ser tanto una reseña meticulosa, como un repaso de los condicionantes que doy por conocidos en el libro de Kahneman, en la versión práctica de estos autores.

De los dos Sistemas, el intuitivo (1) y el reflexivo (2) que menciona Kahneman, es el primero el que usamos, nada menos que para elegir gobernantes, lo que da una idea del porqué de algunos éxitos políticos. Preferimos el pronto de la primera impresión. Incluso valoramos más nuestros sentimientos de esa primera impresión que posteriores (y frías) reflexiones. Así citan divertidamente a Homer Simpson quejándose de que le hagan esperar cinco días para poder comprarse un arma, dado que era, en ese momento, cuando estaba furioso.

Empieza el libro mencionando el Anclaje, esa curiosa e ineludible influencia que produce en nosotros conocer el precio de venta de un producto o la opinión de un interlocutor. Una influencia de la que no podemos desembarazarnos con facilidad para situar nuestra propia posición. Incluso cuando tratamos de responder a una pregunta inocente como cuántos habitantes tiene Madrid. Para la tarea, necesitamos un valor desde el que avanzar mediante distintos ajustes.

Cuando afrontamos un pensamiento sobre un suceso amenazador tenemos la curiosa costumbre de echar mano del Heurístico de Disponibilidad, según el cual, valoramos más la facilidad con la que nos llegan a la mente ejemplos parecidos. Si llegan rápido, nos preocuparemos y, si no, no. Por eso, al hablarse menos de los suicidios que de los homicidios, creemos que hay más de éstos. Si hemos sufrido un terremoto, nos parecerá que son más probables que los accidentes de coche (exagerando). No digamos la toma de precauciones de aseguramiento, si cae un trozo de cornisa de un edificio cerca de nosotros.

Si se nos pregunta si un tipo determinado de persona trabaja en un determinado tipo de empleo, responderemos de acuerdo a nuestro estereotipo sobre el tipo de empleo. En ese momento está actuando en nosotros el heurístico de Representatividad. Un chico alto nos parece más probable que juegue a baloncesto y si además es fuerte que está empleado como portero de discoteca. Donde más daño hace este sesgo es cuando confunde la verdadera acción del azar con una confusa idea de que lo aleatorio tiene que dar lugar a resultados en los que aparecen todos los valores involucrados, ya sean rachas de nacimientos de mujeres en una familia, números de lotería repetidos en un mismo cupón, etc… Es decir, comparamos el resultado con nuestro estereotipo de lo que debe ser una secuencia aleatoria. En cuando vemos repeticiones empezamos a sospechar de una causa intencionada.

Destacan nuestros autores, la tendencia al optimismo no realista, incluso cuando hay mucho en juego. Optimismo que se manifiesta en la fe con la que se va al matrimonio o se monta un negocio, cuando la mitad fracasan. Es una actitud que permite vivir sin torturarse sobre el futuro y la, a veces, ineluctable llegada de disgustos vitales. También es un actitud que, por otra parte, desactiva las medidas preventivas.

Odiamos perder, tenemos una gran aversión a la pérdida. Somos dos veces más desgraciados cuando perdemos algo que alegres cuando ganamos lo mismo. Esta tendencia nos inclina a evitar riesgos y a aceptar indemnizaciones menores a poco que se den probabilidades de perder la reclamación. Aquí está la ventaja para el que ha producido el daño. También roza este sesgo nuestro sentido conservador. Nuestra necesidad de mantener nuestros statu quo. No son pocos los chistes sobre comunistas que están dispuestos a repartirlo todo, siempre que sea de los demás. Mantener el statu quo lleva a acciones u omisiones como dejarse llevar por la programación de la televisión sin cambiar de canal, echen lo que echen, o a mantener las ideas y creencias contra toda argumentación bien fundada. La inercia, la comodidad es un factor muy activo, paradójicamente, en nuestra actitud ante una opción «por defecto». Es decir, la que se activa «si no hacemos nada». Como esas cartas tipo «en quince días subiremos su cuota si no recibimos una respuesta en contrario».

Por mi cuenta digo que una versión más dramática de este sesgo es que, hoy en día se suele señalar a los más ricos del planeta, incluso desde las clases medias, sin advertir que cualquier cambio significativo de la situación del planeta no puede ser alcanzado «repartiendo» el dinero de los billonarios, sino bajando el estándar de vida de las clases media, a lo que, con toda seguridad no están dispuestas.

Si nos dicen que si pagamos al contado nos hacen un descuento, nos están aplicando el conocimiento que los expendedores tarjetas de crédito tienen sobre nosotros. Para ello están eludiendo lo que realmente pasa: que el uso de la tarjeta es un recargo. Así las compañías de crédito consiguieron que considerásemos el cargo de la tarjeta la opción «por defecto». A esta operación la llaman nuestras autores «enmarcar». En efecto el lenguaje es un marco para nuestros razonamiento posterior a la proferencia de la frase.

Nuestro quehacer cotidiano no deja tiempo para la reflexión y, así, nuestro Sistema 1 (intuitivo) toma el mando condicionado por todos los sesgos que acabamos de describir. Las recomendaciones del libro son:

  • No actuar en caliente, para dar tiempo al Sistema 2 (reflexivo) de actuar con su capacidad de utilizar la lógica y los cálculos.
  • Mantener el autocontrol para no ser víctima de pasiones perniciosas como el tabaco o renovar cuotas sin un examen a la competencia. Para ello, nos tenemos que imponer estrategias. Una muy divertida es el reloj Clocky que suena sin parar y huye para que te despiertes tratando de apagarlo para seguir durmiendo. Los impuestos o la casilla para destinar dinero a servicios sociales son estrategias que se sobreponen a nuestra «pereza» a contribuir a las necesidades comunes. Algunos ludópatas piden que sus sueldos se envíen directamente a sus cónyuges.
  • La contabilidad mental es otra forma de autocontrol. Nuestra capacidad de evaluar continuamente nuestro estado general de salud física o económica nos permite controlar comida, ejercicio o gastos. También usamos este mecanismo para racionalizar un gasto en un regalo que, en primera instancia, nos parece excesivo, pero que convertimos en una ventaja por lo que podemos obtener del que lo recibe. También gastamos con menos dolor en un viaje que en nuestra vida cotidiana, al hacernos cuentas del tope de gasto que nos hemos fijado para el viaje y no estar sufriendo todo el tiempo. Otra forma es no amortizar una cuota adicional de una hipoteca al 1% para poder gastar sin pedir un crédito personal al 6 %.

Una de los sesgos que más ventajas conlleva y, al tiempo, más dañino puede resultar es «seguir al rebaño». Tenemos muchísimos ejemplos de las ventajas de ser bien socializado. Lo contrario es condenarse a una vida taciturna y solitaria. Pero, también tenemos muchos ejemplos de ceder todo espíritu crítico ante el confort de ser aceptado en la tribu, compartiendo o siendo cómplice de terroríficas acciones contra inocentes. Los autores ponen el ejemplo del «reverendo» Jim Jones que llevó a miles de personas a sacrificar a sus hijos y autoinmolarse a Guyana, pero la historia está llena de complicidades propiciadas por la entrega a ideas perniciosas aunque sean de autodefensa: muchos alemanes en la época nazi, muchos hutus contra la etnia Tutsi, etc. En el otro extremo los libertarios («libertario» es un término utilizado en Estados Unidos para eludir el término «liberal» que allí va asociado a «izquierdista») alardean de un individualismo extremo que los lleva a negar la asistencia sanitaria a quien no pueda financiársela. Una forma de pensar que cambia bruscamente si es un familiar o él mismo el afectado. La influencia social va desde quedarse embarazada a la obesidad, pasando por el consumo televisivo de los que todo el mundo ve, o la influencia de los compañeros en la adolescencia.

El conformismo social es una especie de ceguera que está bien expresada por la broma de Groucho Marx: «¿A quién va usted a creer a mi o a sus propios ojos?«. Esta ceguera tiene origen en la confusión que nos produce la opinión de los demás (un marco) y el temor a recibir la censura del grupo (la pérdida de reputación). Los autores del libro concluyen que, dado que los individuos internalizan los juicios del grupo contra sus propias percepciones en contrario, tanto en el ámbito privado como público, los grupos pueden ser conducidos en la dirección que se desee. La consecuencia patológica socialmente es que una vez internalizado el juicio del grupo en los individuos, estas creencias (religiosas o pseudocientíficas) puede sobrevivir mucho tiempo a pesar de su arbitrariedad original: la declaración de alguien que dice haber visto a Dios o de que la vacunas causan cáncer. No poco contribuye a esta situación lo que llaman «ignorancia pluralista», es decir, que no sepamos lo que piensan los demás. Y, siendo así, quién es el primero que dice que «el rey está desnudo«. También contribuye la idea (falsa) de que los demás están pendiente de uno. En todo caso, como podemos comprobar en cada período electoral, hay mucha gente que se apunta a «caballo ganador». Por eso hay que evitar decirle a la gente que se está comportando de forma más cívica que los demás, pues no se despierta el orgullo de, por ejemplo, contribuir con más impuestos al bien común, si no el feo sentimiento de ser «un primo».

La impronta o priming es un mecanismo muy potente para generar ideas con sutiles influencias como la mención de palabras como «dinero» (que te vuelven más egoísta). También, aunque parezca inverosímil, nfluyen las disposiciones de muebles, los olores, etc.

El paternalismo libertario.

A partir de aquí los autores del libro despliegan la aplicación de lo que ellos han llamado paternalismo libertario cuya regla de oro es «condicionar la conducta que tenga más probabilidades de ayudar y menos de perjudicar«. Es paternalismo porque usa el conocimiento de los condicionantes de la conducta para proteger al ciudadano y es libertario porque, ante cualquier alternativa, elige la que respete la libertad del individuo.

El libro distingue entre bienes de inversión (el coste ahora, el beneficio después). Ejemplos: una dieta. Y bienes culpables (el beneficio ahora, las consecuencias después). Ejemplos: el tabaco, el alcohol y los donuts. Para poder luchar contra la tentaciones se propone que se tenga en cuenta:

  • La importancia de la frecuencia, pues la práctica facilita los hábitos, aunque ha de tenerse en cuenta que la mayoría de las cosas importantes solamente las podemos hacer una vez en la vida.
  • La ausencia de feedback individual (el feedback colectivo, como experiencia de otros, ayuda a sustituir la ausencia de oportunidad de repetir). De mi cosecha diré que ese es el gran valor de la gran literatura en particular y todas las artes narrativas, en general.

Es necesario algunas estrategias, pues el mercado y la competencia más bien trabajan para sí, antes que para remediar las carencias de los consumidores. El ejemplo que se pone es el de las garantías ampliadas al segundo año pagando un suplemento. Estadísticamente el suplemento puede llegar a ser de diez veces lo que se recibe a cambio (producto de la probabilidad de daño por el coste de bien que se asegura). Esto es sólo posible por nuestra tendencia a «jugar» cuando la cuota es baja ante la imagen vívida de la rotura o la pérdida del bien que aseguramos. En efecto, si se trata de un móvil de 200 euros y la probabilidad de que se rompa en el segundo año es del 1 %, la compañía arriesga 2 euros pero suele cobrar 20. En general, el mercado aprovecha las tendencias irracionales de los consumidores.

Ejemplos de pequeñas y grandes estrategias:

  • No presentar la palabra «verde» en rojo.
  • No poner un tirador a una puerta que sólo bate cuando se la empuja.
  • No diseñar con doble simetría los fuegos de una vitrocerámica si los pulsadores están alineados.
  • Poner una araña en los urinarios para evitar el antihigiénico goteo.
  • Que la opción por defecto en las decisiones del gran público sea la que más le beneficia. Por ejemplo en la forma de interrumpir una suscripción.
  • No esconder tanto el sistema para darse de baja que la mayoría de la gente se aburra antes.
  • Diseñar en chaflán una esquina de las tarjetas electrónicas para obligar a ponerlas bien.
  • Forzar a retirar la tarjeta en un cajero automático antes de poder retirar el dinero. Podía añadir una aviso cuando te dejas las gafas de sol.
  • Diseñar pastillero con los días de la semana.
  • Que un brazo te sujete cuando te eches a cruzar un paso de peatones mirando sólo a la izquierda ¡en Londres!.
  • Recibir feedback de nuestros actos para corregir con rapidez. Información sobre consumo de calorías mientras se hace ejercicio; sobre coste diario acumulado de la factura de electricidad, etc.
  • Emitir garantías tanto más duraderas cuánto más difícil sea comprobar si el producto cumple los requisitos contratados.
  • Recibir información clara sobre las consecuencias y las probabilidades en las decisiones graves: darse o no darse quimioterapia.
  • Redactar facturas claras en los servicios complejos: electricidad, gas, agua…
  • Elaborar y publicar balances gubernamentales con el mismo formato siempre y que sean claros sobre los presupuestos y liquidaciones anuales, así como de la situación de activo y pasivo del Estado.

Tenemos tendencia a simplificar las estrategias de decisiones, lo que no siempre es adecuado. Se requiere variación y no consultar siempre a las personas que tienen nuestros mismos gustos. Una situación interesante es cuando dos amigos se alternan en pagar en el restaurante creando el conflicto de elegir barato cuando paga uno y caro cuando paga el otro. Es un ejemplo a escala de lo que ocurre en sistemas complejos como la sanidad, donde su mejor comportamiento suele estar en conflicto con los intereses de los participantes, desde vendedores de instrumentos a médicos o pacientes.

JUBILACIONES

Este libro da también consejos sobre cómo gestionar nuestra relación con el dinero. Algunos de los temas tratados son de gran actualidad, como es la contratación o no de planes privados de pensiones y su compatibilidad con planes públicos. Este es un tema que la población en general no sabe gestionar por sí misma, del mismo modo que habría problemas si la gente fuera despedida antes de las vacaciones de verano y contratada de nuevo después de las mismas. Esto implicaría hacer previsiones a las que no está acostumbrada. Antes no se hacían previsiones porque no se vive para disfrutar una jubilación. Ahora no se hacen previsiones porque no está en nuestra naturaleza. Toda nuestra cultura invita al «Dios proveerá «, o sea, a confiar en la divina providencia.

Se tiene que encontrar un equilibrio pues unas previsiones excesivas acumularían dinero que no tendría donde invertirse pues la caída del consumo lo dificultaría. Por eso, en la mayoría de los países, las pensiones son públicas liberando a los ciudadanos de tales previsiones, pues ya las hace el Estado por ellos. Pero dado que los Estados están empezando a tener dificultades con la enorme factura anual de las pensiones, debido a que los ingresos pueden bajar, pero las necesidades no, se presiona para establecer planes de pensiones individualizados, en los que la decisiones de cada unos son fundamentales. La dificultad está en renunciar al consumo cierto de hoy a cambio del disfrute incierto de mañana. Se inventan incentivos con la colaboración de la empresa que participa en la cotización hasta un porcentaje del salario. Las dificultades para fijar un plan racional de jubilación son parecidas a las de empezar una dieta o aprender otro idioma:

  • Se toman decisiones que no se cumplen
  • No se quiere perder lo que se tiene ahora
  • No se corrigen los cálculos considerando la inflación

Los autores proponen una estrategia que llaman «ahorre más mañana» y consiste en comprometerse a ir incrementando la aportación en función de las subidas de sueldo. Así no se sufre la cantidad aportada como una «pérdida» respecto a lo que se ingresaba antes del aumento.

INVERSIONES

También se atreven con la conducta del inversor. La mayoría de la gente no se plantea nunca invertir su dinero en acciones o bonos del Estado. Sin embargo, irracionalmente, si gastamos dinero en el juego. Alguien que ganara un cupón de la ONCE en 1990 premiado con el equivalente a 14.000 euros se sintió estimulado a gastarse 20 euros a la semana en distintas loterías. En el presente año de 2020 lleva ya gastados sin retorno 30.000 euros.

El libro da ejemplos de rentabilidad desde 1925 hasta el año 2005:

  • Bonos del Estado a corto plazo: 3,7 % anual, 0,7 % después de descontar la inflación media
  • Bonos del Estado a largo plazo: 5,5 % anual, 2,5 % después de descontar la inflación media.
  • Índice S&P (principales empresas americanas): 10,4 & anual, 7,4 % después de descontar la inflación media.

Obviamente, el riesgo es mayor con las empresas que con el Estado. Por eso se llama prima de riesgo a la diferencia de rentabilidades. Las preguntas claves para estas estrategias son del tipo «¿merece la pena probar a ser un 25 % más rico arriesgando ser un 15 % más pobre?«. La clave está en no reaccionar a las variaciones a corto plazo y confiar en la «regresión a la media» de las inversiones, como hacen los grandes inversores. Incluso estos toman decisiones simples a pesar de que manejan herramientas capaces de desentrañar la complejidad. Una de la reglas simples es repartir las inversiones entre el Estado y la empresas al 50 %.

También se atreven los autores con las hipotecas, tratando de neutralizar la confusión que embarga al no profesional cuando afronta el gasto de su vida. Son páginas interesantes en las que se advierte sobre los riesgos de los distintos e imaginativos tipos de hipotecas. Incluidas las subprime que tanto daños han hecho para dos décadas al mundo entero. Proponen un informe claro sobre toda la historia de la hipoteca en los años de amortización, incluidas comisiones y tasas, para que el aspirante a propietario sepa dónde se mete. Lo mismo proponen para el uso de las tarjetas de crédito. Un sistema ineludible de pago que sin embargo esconde recovecos por los que se va el dinero del usuario inadvertidamente a causa de nuestras inercias y despistes.

En materia de Seguridad Social recomiendan los fondos privados en competencia pero con sugerencias «por defecto» por parte de los Estados, debido a las dificultades de los particulares para elegir bien. Avisan de los riesgos de la publicidad de los fondos invitando a «hacerse ricos» a los participantes. También dificulta una buena decisión el carácter farragoso de las propuestas y el elevado número de opciones que se ofrecen a gente vulnerable y sin formación financiera (la mayoría de la población). Los autores proponen para estos casos un cepillado enérgico de las opciones para reducirlas a un número pequeño con descripciones claras de sus prestaciones. El caso del Plan D en Estados Unidos fue un ejemplo de confusión, pues también los gobiernos hacen cosas irracionales, como asignar por sorteo los planes de medicación a los más pobres quitándoles el acceso a los medicamentos que más necesitan. Thaler considera que el método se sitúa entre la insensibilidad y la irresponsabilidad. El sistema equivale a que nos asignaran un coche al azar, en vez de elegirlo. El método parece una consecuencia del reparto igualitario entre farmaceúticas eliminado la competencia entre ellas debido a una eficaz acción de lobby.

El concepto de paternalismo libertario, lo llevan hasta la defensa del medio ambiente, proponiendo medidas que no sepan al «ordeno y mando» de un gobierno soviético. Cree que hay mejores métodos que prohibir las emisiones. Aunque también cree que los mercados no pueden resolver el problema de las externalidades (perjuicios causados a todos por la acción de un particular o empresa). Reconoce que en estos casos, incluso los libertarios deben aceptar una acción gubernamental. Especialmente cuando no es posible el acuerdo voluntario entre particulares. Los problemas son:

  • La salida del mercado de los cumplidores que no pueden competir por los costes adicionales.
  • La ausencia de feedback de las consecuencias medioambientales de los actos de unos y otros.
  • La falta de alineación de los incentivos para cambiar las conductas.

Se puede atacar el problema gravando fiscalmente a quien contamina. Pero es preferible crear un mercado de emisiones que posibilita un espacio de acción libre al tiempo que ayuda a reducir la contaminación. Pero si se opta por gravar al que contamina será el mercado el que abordará el sobrecoste, que llevará al consumidor a eludir este producto por su precio. El sistema de mercado de emisiones permite al que las reduce por su capacidad tecnológica vender su parte de cuota a un competidor, lo que aumentará su ventaja en el mercado. En todo caso son medidas coherentes con el carácter libertario que el libro no quiere perder de vista. Es decir, toda la capacidad de elección a personas y empresas que sea compatible con el objetivo último de salvar el planeta.

En general, apuestan por sistema que hagan visible el consumo de energía de cada usuario para que lleve a cabo las acciones más apropiadas. También los gobiernos pueden contribuir. Se hace un elogio de la Agencia medioambiental y su promoción de nuevas tecnologías menos contaminantes.

FINAL

Basado en su conocimiento de la conducta humana, los autores del libro hacen una lista final abierta sobre de una docena de formas de ayudar a superar los condicionantes conductuales para lograr determinados fines. Unos son interesantes y otros un tanto frívolos, pero que cada uno haga el uso que considere oportuno. La decimosegunda es muy atractiva. Se refiere a la cortesía o, más concretamente, a su ausencia. Por eso recomienda que no sea uno presa de la inmediatez de las herramientas de comunicación que posee hoy en día y no envíe mensajes en el calor de un estado de ánimo alterado. En su línea de prevenir las consecuencias de nuestra estructura psicológica proponen que el software de correo electrónico, al advertir palabras potencialmente descorteses, avise al emisor sugiriendo un aplazamiento, en la versión libertaria, y suspendiendo el envío en la versión paternalista.

Es muy interesante cómo se analizan en el libro las posiciones de los que piensan en sí mismos (libertarios) y las de aquellos que dejan un espacio para acciones en común (paternalistas). Su posición es muy equilibrada y ni le quita a las empresas el derecho a buscar el beneficio, ni al gobierno su derecho a cuidar de bien común, lo que hace necesario conocer las invariantes de la conducta humana para ayudar a ese bien común evitando que sus vulnerabilidades sean explotadas o por el interés privado o por la ambición política de poder absoluto.

También ven un gran peligro cuando mediante sutiles influencias o groseras corrupciones se pone la poderosa herramienta que es el Estado al servicio de intereses privados. Es fácil estar de acuerdo con ellos cuando piden como herramienta fundamental la transparencia, pues, aunque en asuntos complejos la transparencia produce informes igualmente complejos, si toda la información necesaria está ahí, ya contamos con un organismo especializado que nos servirá la información debidamente traducida: la prensa libre. La transparencia sirve tanto para desvelar manejos de empresas como manejos de gobiernos. Añado que una sociedad crecientemente ilustrada se defenderá mejor de las arbitrariedad, sobre todo si es capaz de superar el secuestro al que la ideas políticas prefabricadas y nuestra propia estructura mental nos someten. Resulta muy divertido el lenguaje de econs y humanos que utilizan profusamente al final del libro, pues crea una atmósfera futurista. Llegan al extremo de exigir el derecho a no elegir o a enfatizar la obviedad de que la neutralidad exige aleatoriedad.

Los autores creen que los conocimientos de la psicología humana legitima el uso de pequeños empujones (nudges) para el bien de cada uno y del común. Le reprocha a los econs que no quieran ayuda para los desfavorecidos por parte del gobierno, pero que se encuentren cómodos usando todo el conocimiento sobre la naturaleza humana para llevarla hacia adicciones al juego o al consumo desorbitado. Resumen su postura diciendo que la ayuda desde la psicología es necesaria para elegir un plan de pensiones, pero no para elegir un refresco, donde es suficiente ayuda con nuestras papilas gustativas.

En cuanto a la eterna pelea política dicen a los libertarios que:

«Hay quienes creen que cualquier decisión que tome un funcionario gubernamental tiene muchas probabilidades de ser incompetente y corrupta. A los que piensan así les gustaría mantener al mínimo los nudges patrocinados por el Gobierno —es decir, limitados a los casos en que sean inevitables, tales como las opciones por defecto—. Pero los que somos menos pesimistas sobre el Gobierno y pensamos que los políticos y los burócratas no son más que humanos, con las mismas probabilidades de ser estúpidos o deshonestos que (por ejemplo) los ejecutivos, los abogados o los economistas, podemos preguntar si una situación contiene riesgos especiales de corrupción» (Kindle pos. 4071- 4075) .

Por otra parte tratan de limitar el entusiasmo de algunos «paternalistas» que gustarían de imponer toda suerte de regulaciones pretendidamente protectoras.

«Estamos de acuerdo en que las prohibiciones están justificadas en ciertos contextos, pero suscitan inquietud y, en general, preferimos intervenciones que sean más libertarias y menos avasalladoras» (Kindle 4143-4145).

Finalmente, los autores esperan que su propuesta de utilizar la psicología conductual para mejorar la vida en las sociedades humanas y atemperar los extremismo ideológicos, se convierta en una verdadera «tercera vía» en la versión de su nominalmente provocador Paternalismo Libertario.

En resumen y en palabras de los autores:

«… hay una diferencia abismal entre la oposición absurda a toda «intervención gubernamental» en sí misma y una propuesta tan sensata como que, cuando los gobiernos intervienen, normalmente deban hacerlo de manera que promuevan la libertad de elección«. (Kindle 4177-4179).

Pensar rápido, pensar despacio. Daniel Kahneman. (Reseña 28)

Estaba leyendo el libro de Steven Pinker sobre la Ilustración cuando éste hizo referencia al libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman y me acordé de que lo tenía y por alguna razón olvidada había quedado pospuesto tras otros libros. Lo he leído estos días y veo que merece una reseña porque es la historia de la psicología de la conducta del último medio siglo. Es la historia de la capacidad de ser humano de tomar buenas o absurdas decisiones. Daniel Kahneman es un célebre psicólogo israelí premio Nobel de economía por sus aportaciones a la toma de decisiones económicas, que trabajó en tándem con su amigo Amos Tversky, ya muerto, al que le dedica el libro.

El contenido de este libro abarca desde las decisiones para comprar el pan a la toma de posiciones políticas. Es decir, todo el espectro de nuestra acción con fundamento instintivo o reflexivo.

Este artículo tiene el equivalente a 40 páginas (un 8 % de las páginas del libro), lo que creo que es asequible para los interesados. Pero dado el carácter sistemático de su contenido voy a hacer un resumen antes a modo de vademecum de los distintos sesgos que hacen nuestra vida tan complicada y, al tiempo, tan interesante.

El contexto es la identificación de dos sistemas mentales diferenciados por sus características. Son el Sistema 1 que es intuitivo y el Sistema 2 que es reflexivo. A lo largo del libro se comprende su acción y su interacción.

  • Conflictos entre los dos sistemas. El sistema 1 (intuitivo) y el Sistema 2 (reflexivo) tropiezan ante situaciones que ejemplifican la dilatación de la respuesta ante la palabra «verde» escrita en «rojo».
  • Ilusiones. Son de tipo visual (se proporciona un ejemplo) o de tipo cognitivo, que son generadas por la empatía que experimentamos ante alguien.
  • Autocontrol. De esto se ocupa el Sistema reflexivo, pero que es muy perezoso, dejándose embaucar por la coherencia no siempre con fundamento del Sistema intuitivo.
  • Asociaciones. Las ideas forman redes que facilitan su asociación. Asociaciones que se producen fuera de nuestro control consciente.
  • Priming. Las ideas influyen sobre la acción y viceversa. Pensar en la vejez nos hace andar más despacio; andar más despacio nos trae ideas sobre la vejez.
  • Facilidad cognitiva. Es una ilusión del Sistema intuitivo (1) que nos crea la sensación de familiaridad, bondad y verdad de lo que se nos presenta. Desactiva el Sistema reflexivo (2).
  • Creatividad. Es capacidad asociativa actuando en condiciones de facilidad cognitiva.
  • Normalidad. Estado en el que entra el Sistema intuitivo (1) cuando experimenta la facilidad cognitiva. Genera seguridad confort.
  • Causalidad. Nuestro Sistema intuitivo busca sin remedio la causa de todo aquello que sucede a su alrededor. Es la consecuencia de nuestra historia evolutiva. Es la fuente de la paranoia conspirativa. El causalismo no deja lugar al azar en los acontecimientos de la realidad.
  • Creencias. A la búsqueda de certezas que dan comodidad, el Sistema intuitivo se muestra crédulo y asigna un valor de verdad con mucha rapidez si hay coherencia con ideas previas. Un alto riesgo.
  • Efecto halo. Es la tendencia a aceptar todo, sin crítica, de una persona que nos gusta.
  • WYSIATI. «What You See Is All There Is». El sistema intuitivo es un gran creador de historia a partir de la información de la que dispone. Busca coherencia con nuestras ideas previas y no reclama más información.
  • Heurística. Son esquemas construidos que facilitan las decisiones, pero que desactivan el Sistema reflexivo.
  • Pensamiento estadístico. Es la capacidad de advertir cómo funciona el azar más allá de la intuitiva media. La supervivencia no parece haber necesitado del teorema de Bayes, pero la ciencia sí. El teorema de Bayes permite conocer la probabilidad de una causa entre otras, dado un efecto.
  • Efecto ancla. Es la influencia del conocimiento de una cifra en la toma de decisiones cuantitativas. El efecto se ve reforzado por el priming.
  • Disponibilidad. Defecto de utilizar en las reflexiones la información que con más facilidad pone a nuestra disposición la memoria. En general casos llamativos, aunque no siempre representativos.
  • Representatividad. Influencia de los estereotipos en nuestras opiniones, en la medida que representan a una clase de objetos o personas. Provocan el olvido de la Tasa Base o valor conocido de la representación medida y conocida de unos rasgos en una determinada categoría. Se neutraliza rigurosamente con la aplicación del teorema de Bayes.
  • Regresión a la media. Tendencia de los valores de un fenómeno aleatorio a compensar su intensidad para que, tautológicamente, se mantenga la media del fenómeno.
  • Ilusión de entender. La coherencia que genera el Sistema intuitivo crea una ilusión de que se comprende por el mero hecho de que se ha creado una versión coherente con las ideas de que se dispone.
  • Falacia de la evidencia. Ni siquiera datos bien recogidos y coherentemente articulados garantizan un buen diagnóstico. Aunque sí una bonita teoría.
  • Falacia de la planificación. La tarea de planificación es tan dura y requiere tantos recursos, que sus autores necesitan revisión externo para no creer que han sabido prever la complejidad del proyecto.
  • Econos y humanos. Un econo es un ser ficticio que actúa racionalmente en el complejo social y económico. No existe. Existen seres humanos que pueden ser razonables, pero que raramente son racionales debido a todos los sesgos mencionados más arriba y los que se mencionan a continuación.
  • Aversión a la pérdida y efecto de dotación. El ser humano prefiere renunciar a ganancias que arriesgar lo que tiene siempre que lo aprecie y use.
  • Efecto de posibilidad y certeza. La mera probabilidad de alcanzar una ganancia invita al riesgo o a pagar un coste. La certeza invita a evitar el riesgo y asegurar lo que se tiene.
  • Teoría de las perspectivas. Conjunto teórico en el que se reúnen distintas invariantes para cubrir un espacio amplio de la conducta humana ante las ganancias y las pérdidas en condiciones de alta o baja probabilidad.
  • Vivencias adheridas. Con representaciones vívidas de los resultados, las emociones alteran la influencia de las probabilidades.
  • Olvido del denominador. La presencia de una imagen vívida produce el efecto de que olvidemos el denominador de la fracción esencial de una probabilidad: casos favorables / casos posibles.
  • Contabilidad mental. Balance continuo de nuestro estado de pérdidas y ganancias personales en términos de reputación o propiedades.
  • Revocaciones. Disonancia entre nuestros presupuestos morales y nuestras decisiones afectadas por las emociones.
  • Categorías. Es el grupo al que asignamos un dato antes de emitir un juicio, pues el grupo genera una referencia que influye sobre nuestra postura.
  • Marco. Influencia de la forma en que se nos presenta lingüísticamente un caso para nuestras creencias o decisiones.
  • El yo que experimenta y el yo que recuerda. La evaluación de nuestra vida la suele hacer el yo que recuerda los últimos episodios o los que más le impresionaron olvidando al yo que experimenta a los largo de muchos años.

Esta lista de observaciones con etiqueta son un recorrido por las invariantes de nuestra conducta, que nos podrán parecer bien o mal, pero nos conducen a falta de capacidades potenciales que no utilizamos. En todo caso, es muy bueno conocer los condicionantes de nuestra conducta para entender qué pasa, incluso cuando no podemos hacer otra cosa que dejarnos llevar. A poco que el lector preste atención, podrá comprobar que prácticamente ha experimentado todo lo que aquí se describe. Son especialmente importantes aquellas que tiene que ver con cómo construimos y mantenemos tozudamente nuestras creencias a pesar de todas la evidencias de que están equivocadas.

En el resto del artículos he tratado de aclarar algo más a base de comentarios y citas de Kahneman.

RESEÑA

Kahneman utiliza los términos Sistema 1 y Sistema 2 (tomados de Stanovich y West) para referirse, respectivamente, a dos complejos mentales con los que operamos de forma automática, a veces, y consciente el resto. Uno se ocupa de forma rápida, intuitiva y coherente de los problemas que se presentan a un organismo vivo cada día, el otro, que seguramente apareció más tardíamente en la evolución, se ocupa de los problemas con operaciones más cuidadosas y reflexivas para asuntos que desbordan la capacidad de nuestras respuestas inmediatas. En las características de estos dos sistemas tienen origen los sesgos que, a veces, enturbian los resultados que obtenemos en nuestra conducta.

«La mayor parte de nuestras impresiones y pensamientos surgen en nuestra experiencia consciente sin que sepamos cómo«. (pág. 14)

«La búsqueda espontánea de una solución intuitiva a veces fracasa: no nos viene a la mente ni una solución experta, ni una respuesta heurística. En estos casos es frecuente que nos pasemos a una forma más lenta, meditada y esforzada de pensar«. (pág. 26)

«Pensamos asociativamente, pensamos metafóricamente y pensamos causalmente con facilidad, pero hacerlo estadísticamente requiere pensar en muchas cosas a la vez, algo para lo que el sistema 1 no está diseñado«. (pág. 27)

«El Sistema 1 (Intuitivo) opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario. Ha sido diseñado por la evolución para llevar a cabo una evaluación continua de los principales problemas que un organismo tiene que resolver para sobrevivir. Se ocupa de evaluar la situación del entorno continuamente.

El sistema 2 (Reflexivo) centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos. Las operaciones del Sistema 2 están a menudo asociadas a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse». (pág. 35)

Kahneman toma prestado de Stanovich y West estos términos, que yo prefiero llama sistema intuitivo y reflexivo, por el eco que emiten desde las más remota filosofía siempre con este conflicto presente y sin resolver. Ahora los psicólogos abordan dos de los modos de la filosofía de siempre. De una parte la evidencia intuitiva que buscaba Descartes y, de otra, la reflexión basada en la lógica o en el análisis fenomenológico. En todo caso, Kahneman nos advierten que no caigamos en el error de considerar a estos dos sistemas como a dos homúnculos en el interior de nuestra mente actuando en convergencia o divergencia.

Los psicólogos son científicos experimentales y basan sus conclusiones en experimentos y encuestas. Sin embargo, sus conclusiones llegan al final de un proceso experimental que empieza con una observación que está a disposición de todos nosotros pero que queda oculta por el velo de la costumbre. Los experimentos utilizan instrumentos que miden determinados cambios fisiológicos tales como la dilatación de la pupila, sudoración, cambio en la resistividad eléctrica de la piel y, desde luego, observaciones de la actividad cerebral mientras realizamos algún tipo de actividad mental. El cuerpo humano consume energía cuando el cerebro está activo y esta cantidad de energía es tanto mayor cuantas más áreas cerebrales se ven implicadas por la complejidad de la tarea. Cuanta más habilidad adquirimos para la realización de una tarea, la automatización consiguiente exige menos consumo de energía. La consecuencia es que el individuo sigue esta ley y ante varias formas de conseguir el mismo resultado escogerá la menos exigente de energía. Kahneman dice que «La pereza está profundamente arraigada en nuestra naturaleza» (Pág. 54). Una de las acciones que más esfuerzo requiere es pasar de una tarea a otra, lo que, por otra parte es una intuición cotidiana de nuestra experiencia. Una vez producido el cambio se requiere esfuerzo para otro ulterior.

El sistema 2 es perezoso y entra perplejidad con facilidad. Basta que queramos usarlo mientras andamos, no digamos mientras corremos, para que tenga dificultades de proceso. Se requiere disciplina para la reflexión. Si este sistema está ocupado nuestra conducta es gobernada por el sistema 1 con los que corremos el riesgo de hacer «… elecciones egoístas, (usar) un lenguaje sexista y (emitir) juicios superficiales en situaciones sociales» (Pág. 61). Esta desinhibición se manifiesta también con unas copas o una noche sin dormir.

«Nacemos preparados para percibir el mundo que nos rodea, reconocer objetos, orientar la atención, evitar pérdidas y temer a las arañas. Otra actividades mentales se vuelven rápidas y automáticas con la práctica prolongadaEl control de la atención es compartido por los dos sistemas«. (pág. 36)

«Un intensa concentración en una tarea puede volver a las personas realmente ciegas a estímulos que normalmente atraen la atención… podemos estar ciegos para la evidente, y ciegos además para nuestra ceguera«. (pág. 38)

«Cuando el Sistema 1 encuentra una dificultad, llama al Sistema 2 para que le sugiera un procedimiento más detallado y preciso que pueda resolver el problema«. (pág. 40)

Autocontrol

El autocontrol exige atención y esfuerzo y esto señala al sistema 2 como el agente del control de sí mismo. Un esfuerzo que hace que el nivel de glucosa en sangre baje. Por el contrario cuando actúa el Sistema 1 la conclusión viene primero, y los argumentos después. Pero esto requiere la capacidad, no sólo de argumentar, sino también de hallar «material relevante en la memoria y enfocar la atención cuando se necesita» (Pág. 67). El famoso experimento de Walter Mischel con los niños puso de manifiesto la correlación entre el autocontrol y la inteligencia a largo plazo.

Conflictos

Si escribimos en rojo la palabra «verde» o colocamos a la derecha la palabra «izquierda» solemos tener conflictos entre los sistemas 1 y 2.

«El conflicto entre una reacción automática y la intención de controlar es común en nuestras vidas«. (pág. 42)

Ilusiones

Hay ilusiones visuales que nos hacen pensar en que dos líneas tienen distintas longitud e ilusiones cognitivas que nos colocan en situación de vulnerabilidad debido a una empatía generada por el intuitivo Sistema 1 que no deja actuar al más reflexivo Sistema 2. Si el Sistema 2 no recibe indicios de la ilusión sufrida por el Sistema 1, se genera un sesgo que actúa de forma invisible desviando la toma de decisiones de los hechos presentes y no advertidos.

Asociaciones

«Los psicólogos conciben las ideas como nudos de una extensa red llamada memoria asociativa, en la que cada idea está vinculada a muchas otras. Hay diferentes tipos de vínculos: los de causa con sus efectos; los de las cosas con sus propiedades: los de las cosas con las categorías a que pertenecen«. (pág. 74)

Así piensan que han superado a Hume en su propuesta de cadenas de ideas sucesivas para encontrar redes de ideas multi conectadas. Según Kahneman: «sólo unas pocas ideas activadas quedan registradas en la conciencia; la mayoría de las operaciones del pensamiento asociativo son silenciosas, ocultas a nuestro yo consciente«. (pág. 74)

Priming

Dice Kahneman que «Nuestras acciones pueden ser primadas (influidas) por acontecimientos de los que no somos conscientes.» (pág. 76). Se trata de la influencia de una idea sobre una acción y viceversa. Así «Divertirnos tiende a hacernos sonreir, y sonreir tiende a hacer que nos sintamos en estado placentero«. (pág. 77). También manejar palabras como vejez o decrepitud puede hacer más lentos nuestros movimientos. Es un efecto de la asociación entre sistemas ideomotores.

«Algunos estudios sobre efectos de «priming» han hecho descubrimientos que amenazan la imagen de nosotros mismos como autores conscientes y autónomos de nuestros juicios y nuestras elecciones«. (pág. 78)

El efecto de la idea de dinero en el fenómeno del priming es especular, pues prima el individualismo; una renuencia a implicarse con otros, a depender de otros o a atender requerimientos de otros. También «Las evidencias de los estudios sobre el priming sugieren que recordar a las personas su condición de mortales aumenta la atracción por las ideas autoritarias, que pueden resultar tranquilizadoras en el contexto del terror a la muerte«. (pág. 80)

Dice Kahneman que: «Nos cuesta creer que estos resultados (sobre el priming) sean aplicables a nosotros porque no corresponde a nada que encontremos en nuestra experiencia subjetiva. Pero nuestra experiencia subjetiva consiste en gran medida en la historia que el Sistema 2 nos cuenta sobre las cosas que nos acontecen. Los fenómenos de priming brotan de nuestros Sistema 1, al cual no tenemos acceso consciente«. (pág. 81)

Facilidad cognitiva

La facilidad cognitiva es un indicador para el Sistema 1 de que no es necesario activar al Sistema 2 porque no hay riesgos, no hay novedades importantes, no hace falta reorientar la atención o hacer un esfuerzo especial. La sensación de facilidad cognitiva tiene origen en las experiencias repetidas, en la claridad de los que se expone al Sistema 1, hay una idea «en las proximidades» que influye (prima) sobre el sistema ideomotor o se está de buen humor. Como consecuencia de la sensación de facilidad cognitiva las ideas resultan familiares, las ideas parecen verdaderas y buenas, y las tareas parecen fáciles. Por el contrario si notamos que algo mal, experimentamos tensión cognitiva y el Sistema 1 se pone en alerta para acudir al Sistema 2.

La impresión de familiaridad la produce el Sistema 1, y el Sistema 2 se basa en esta impresión para emitir un juicio verdadero o falso. Esta impresión de facilidad confunde al Sistema 2 al que le puede pasar desapercibido que ha emitido un juicio falso. «Cualquier cosa que haga más fácil a la máquina asociativa funcionar sin complicaciones producirá también creencias sesgadas«. (pág. 88) De ahí que el efecto de facilidad que produce la repetición de una frase traiga consigo que los que se diga a continuación nos pille entregados a creerlo sin crítica. Dice Kahneman que los psicólogos han aportado que no se necesita decir la frase entera que presenta una idea o un hecho para hacernos creer que es verdadero.

Por eso si se quiere influir con una idea debe parecerle al destinatario verdadera y, para eso: letra clara, estructura sintáctica fácil de recordar (rima, ritmo o paradoja) y palabras sonoras; ideas familiares y una fuente de confianza son condiciones que potencian el Sistema 1 y desarman al Sistema

Ilusiones verdaderas

Kahneman presenta en su libro tres problemas que ejemplifican el proceso de facilidad cognitiva descrito más arriba: el problema del bate, el de las máquinas y el de los nenúfares:

Una oferta comercial en una tienda presenta un bate y una pelota de béisbol por 1,10 dólares. Un cliente entre en la tienda y pregunta cuánto cuesta la bola sola y el dependiente, que estaba aburrido, contesta: el bate vale un dólar más que la pelota. ¿Cuánto vale ésta?

Cinco máquinas iguales producen cinco productos en cinco minutos. ¿Cuánto tardarán cien máquinas, idénticas a las anteriores, en producir cien productos?

En un lago hay una zona cubierta con nenúfares que se reproducen a razón de el doble cada día. En 48 días el lago está cubierto completamente. ¿Cuántos días necesitaron para cubrir la mitad de la superficie del lago?

Si no conocen las respuestas verdaderas ya verán como caen en las trampas de su Sistema 1 invitado por la facilidad cognitiva del planteamiento de cada problema.

El psicólogo Robert Zajonc describió el efecto de mera exposición al que producía la repetición de un estímulo hasta convertirlo en familiar para el organismo al que se dirigía. Un organismo no puede sobrevivir si no desconfía de las novedades. Pero la repetición no nociva genera vínculos que están en origen de las sociedades primitivas, base de la estabilidad psicológica y social.

En mis clases de Metodología del Aprendizaje les decía a mis alumnos que un cazador primitivo que no fuera capaz de generar conceptos a base de abstraer las características comunes de los animales con los que se relacionaba no podría dura mucho vivo. La razón hipotética era que si perdía a un compañero porque un animal con una mancha en un costado lo atacaba y, antes de afrontar un animal parecido no construía el concepto de león, al día siguiente podría ser él el atacado por otro león que no tuviera la mancha que identificaba al primero. En este caso el concepto le haría desconfiar de cualquier animal cuyas características generales: cuatro patas, melena y rabo coincidieran con el que acabó con su compañero de caza. Se ve aquí cómo la asociación de ideas actúa, no como un opiáceo, sino como una alerta, que permite seguir vivo. Aquí no habría efecto de mera exposición porque la violencia de la primera experiencia genera un pre concepto, que se convierte en concepto (conjunto de características comunes a todos los leones) con la mera visión a distancia de otros animales de la misma especie y sirve para alertar al Sistema 1 con celeridad para evitar el peligro. Alerta que tiene origen en la acción del Sistema 2 creando el concepto por el carácter traumático de las primeras experiencias. De esta forma el organismo se defiende con el Sistema 1 rechazando las novedades y con el Sistema 2 creando conceptos, que no son otra cosa que la suma de la capacidad de abstracción y la memoria relacional.

La creatividad

El psicólogo Sarnoff Mernick creyó encontrar el fundamento de la creatividad en la idea de que ésta era «memoria asociativa» trabajando con plena facilidad cognitiva. Comprobó que ante triadas de palabras con una relación interna los sujetos encontraban la clave de la asociación si estaban de buen humor, lo que facilitaba la conexión con la intuición, se generaba confianza y se activaba la creatividad del Sistema 1. Por el contrario, la depresión, la cautela y la renuncia a la intuición para proceder de forma mecánicamente analítica van también juntas. De modo que la confianza genera creatividad con el riesgo de cometer errores lógicos. La desconfianza activa la lógica con el riesgo de frenar la imaginación.

Normalidad

El hábito y la confianza que se asocian a la facilidad cognitiva generan la sensación de normalidad que permita la acción del Sistema 1 en la mayoría de las ocasiones de la vida cotidiana. Con estas armas de constituye un mapa de nuestra vida actual, desde el que se crean nuestras expectativas de futuro. Pero la normalidad genera también grados de confianza que nos relajan hasta el punto de responder a la pregunta: ¿Cuántos ejemplares de cada especie introdujo Moisés en el arca? diciendo «dos», cuando fue Noé el que lo hizo. No es fácil activar el mecanismo de alarma que detecta las incongruencias de una información o situación si se presenta con con gran parte de su estructura en un formato «normal».

En el museo Thyssen de Madrid hay un cuadro de Tiepolo que representa la escena de la muerte de Jacinto ante la consternación del Dios Apolo. En la imagen a tamaño natural están las «armas» que han producido el accidente fatal. Cuando en mis clases les preguntaba a los alumnos sobre las causas de la muerte de Jacinto, escuchaba de todo menos que un golpe con una pelota de tenis era la causa. La razón es que no es fácil que lo alumnos supieran que cuando se pintó el cuadro en 1752 ya se jugaba al tenis desde al menos cien años antes. Mucho menos podía saber que el comitente del cuadro, el barón Wilhelm Friedrich Schaumburg-Lippe, era un aficionado a ese deporte y que había perdido a su amante, un músico español, un año antes.

Causalidad

No podemos evitarlo: la cosas han que tener una causa. Al fin y al cabo, cada día movemos objetos por nuestra voluntad y nos suceden cosas porque objetos o personas se cruzan con nosotros produciendo efectos en nuestras vidas. Pero padecemos una especie de espejismo en el que un acontecimiento ha de estar relacionado con otro acontecimiento que lo produce. El filósofo Hume rompió la relación metafísica entre causa y efectos proponiendo la costumbre como fuente del espejismo y, en la actualidad, decimos habitualmente que los acontecimientos tienen causas múltiples. Pero el caso es que nuestra imaginación siempre acude, buscando seguridad, a la imagen de una bola de billar golpeando a otra que sale disparada, como ejemplo incontestable de que existe la causalidad a la que acude nuestra mente para explicar el mundo. De hecho si un coche golpea a otro, el primero correrá con los gastos. Desde luego no se puede negar que nuestra experiencia cotidiana refuerza la idea de causalidad en la que creemos. Pero si cambiamos la perspectiva y vemos el mundo como un proceso dinámico en continuo proceso de mutación no es necesario fijar la imagen de la causalidad tópica, pues la dinámica de esa mutación está continuamente produciendo nuevos estados del conjunto, algunos de cuyos fragmentos llamamos efectos. Pero es nuestra mirada la que produce cortes en el flujo continuo señalando a un segmento causa y a otro efecto. La «causa» precede al «efecto», pero, en realidad, son dos miradas sucesivas a un único proceso de mutación continua o, si queremos, de «causación continua. Con esta perspectiva no es necesaria ni la explicación metafísica, ni la solución «costumbrista» de Hume. De hecho, incluso el ejemplo más sencillo para afirmar el concepto (el choque de bolas de billar) se puede interpretar como un cambio visible (hay otros invisibles) del sistema global formado por la mesa de billar, las bolas, el jugador y el taco.

Los psicólogos han probado (Michotte) que la causalidad está tan inscrita en nuestra mente que la «vemos» tan directamente «como vemos los colores«. Es decir la causalidad no sería, tanto una costumbre nuestra, como de la evolución de nuestra especie. Tiene sentido. Pero, esta necesidad de conocer las causas impulsa nuestra necesidad de conocer, lo que paradójicamente nos puede conducir a saber, tras un largo viaje causal, que el mundo es una trenza de flujos en el que cada haz actúa con cierta independencia de los otros como consecuencia de la consolidación de tendencias durante su «biografía» categorial. Tal parece que la evolución de nuestra especie que es también un flujo en continuo cambio ha fijado en nuestra mente una imagen congelada de su fluir en forma de estados sucesivos a los que llama causa y efecto. Probablemente esto haya sido necesario para poder supervivir. ¿Cómo hacerlo sin atribuir bienes o males a otros estados sucesivos con los que convivimos? Ocurre igual que con nuestras experiencias de colores, formas, sonidos, olores, sabores o sensaciones táctiles. En efecto, sería poco práctico y requería un cerebro muy distinto al nuestro, pretender administra todo el flujo de energía que nos llega si no fuera por la «simplificación» que son nuestras hermosas experiencias sensoriales. No el lo mismo gestionar un color que las ondas que lo producen. Es la astucia de la naturaleza. Sólo un organismo capaz de llevar a cabo esta transformación de los complejo a lo simple podía supervivir. El precio eran capas y capas de ilusiones verdadera que habría que ir eliminando para tener un visión mejor de la propia realidad. De estas beneficiosas simplificaciones viene nuestro poder para mirar serenamente el mundo y nuestra debilidad para poderlo mirar certeramente.

Kahneman dice que la causalidad está relacionada con nuestra «necesidad» de dotar de intenciones humanas a cualquier cosa que encontremos en la naturaleza y en nosotros mismos. La teorías conspiratorias proceden precisamente de no dejar nada que nos importe sin causa. Si es conocida bien, pero si no, se inventa una teoría ad hoc. Sin embargo, nos repugna tratar la cadena de acontecimientos que creemos que empieza con nuestra intervención consciente como un segmento de una cadena precedente fuera de nuestro control, en la sospecha de que así se mina nuestra certeza de ser agentes libres. Obviamente es compatible creer en la voluntad libre, siempre que la definamos como la elección entre las posibles acciones que nuestra inteligencia es capaz de generar para resolver la necesidad que nos «empuja» desde la cadena causal previa construida por el flujo imparable de los acontecimientos. Se podría decir que nuestra voluntad es, en realidad, un selector de opciones coherente con el mandato que nos invita a la acción o a la inacción.

Paul Bloom encuentra en esta separación entre causalidad física y acción humana la fuente de toda religión. La explicación estaría en que al separar los objetos de la acción de la mente se genere en nosotros la certeza de la existencia de entes espirituales que pueden vivir sin un soporte material. De ahí a la creencia en otra vida hay sólo un paso.

La influencia de nuestras intuiciones causales son importantes, pero no tienen aplicación inmediata a problemas complejos en los que se presentan grupos de datos relacionados de tal modo que no es posible para el Sistema 1 abordarlo, pues se necesitan cálculos y construir herramientas especiales para constituir el llamado pensamiento estadístico, que es el terreno del Sistema 2.

Creencias

El psicólogo Daniel Gilbert sostiene que antes de creer una frase necesitamos conocer su significado como si fuera verdad. Primero actúa el Sistema 1 que aborda un esbozo a trazo grueso de la situación. Gilbert cree que la incredulidad requiere de la intervención del Sistema 2. Por eso es importante que el el Sistema 2 no esté distraído, pues el Sistema 1 es crédulo. El cansancio aumenta la credulidad. Para más escándalo, Kahneman dice que:

«Contrariamente a las reglas de los filósofos de la ciencia, que aconsejan contrastar hipótesis intentado refutarlas, la gente (y los propios científicos con bastante frecuencia) busca datos que puedan ser compatibles con las creencias que actualmente tienen«. (pág. 112)

Efecto Halo

El efecto halo es «La tendencia a gustarnos o disgustarnos todo de una persona -incluyendo cosas que no hemos observado-» (pág. 112)

El efecto halo se impone a un profesor que cuando corrige tiene en mente al alumno cuyo trabajo está juzgando. Algunos alumnos intuyen la influencia de este conocimiento y procuran ser conocidos. Kahneman observó que cuando corregía el examen de un sólo alumno hasta el final la nota de las preguntas sucesivas iba siendo influida por la impresión recibida con las primeras. Por eso optó por revisar cada pregunta o cuestión para todos los alumnos al objeto de corregir el sesgo. Generalizó esta táctica a toda situación en la que hay que hacer una evaluación compleja considerando que el promedio de muchas opiniones ofrece mejor resultado si las estimaciones son independientes y, por tanto, sus errores de estimación en más o en menos no están correlacionados, lo que sería consecuencia de algún tipo de influencia mutua.

Estas ideas tienen aplicación a situaciones muy habituales hoy en día en que medio mundo está reunido decidiendo qué debe hacer el otro medio. En estas reuniones siempre hay alguien que se ofrece a hablar el primero, porque intuye que va a influir en los demás – sobre todo si los que le escuchan son subalternos -. Pero de este modo es muy difícil que la reunión, si busca nuevas ideas o soluciones a problemas, de frutos. Kahneman aconseja que se pida a los asistentes que escriban sus opiniones iniciales e independientes antes de empezar la reunión.

WYSIATI

Este acrónimo está compuesto a partir de las iniciales de las palabras que componen esta frase: «What You See Is All There Is», que significa que: «lo que ve es todo lo que hay». Con ella Kahneman quiere señalar que el Sistema 1, que es un gran constructor de historias, lo hace a partir de «lo que hay», es decir, de la información que la memoria ha puesto a su disposición. Con ésta, y sólo con ésta, da coherencia a la representación que se hace de la situación. De esta forma salta rápidamente a un conclusión, listo para que se pase a la acción (u omisión). El riesgo de esta situación es que el Sistema 2, que es perezoso, le puede dar el visto bueno a las conclusiones basadas en pocos datos del Sistema 1. Por eso apreciamos en general de una historia, no que sea completa, sino que sea coherente. Desde luego, si hemos de declarar ante la justicia siendo culpables, hay que fijarse más en la coherencia de la historia que contamos, que en dotarla de todos los datos pertinentes.

Esta acción del sistema 1 está detrás de sesgos como la confianza excesiva, el efecto marco y la ignorancia de la tasa base:

«La confianza que los individuos tienen en sus creencias depende sobre todo de la cualidad de la historia que puede contar acerca de lo que ven, aunque lo que ven sea poco» (pág. 120).

A esto se añade el efecto marco, que se refiere a «maneras diferentes de presentar la misma información (que) a menudo provocan emociones diferentes» (pág. 120). Por ejemplo no es lo mismo afirmar de una enfermedad que la probabilidad de curación es del 90 % que indicar que la tasas de mortalidad es del 10 %.

El olvido de la tasa base , como se desprende de emitir juicios dejándose llevar por una descripción vívida de una biografía antes que por la estadística bien establecida de qué características pueden contribuir al éxito en un determinado trabajo.

Heurística

El Sistema 1 raramente deja de ofrecer una respuesta a lo que se pregunta. Para ello cuando la cuestión es complicada la sustituye por otra más fácil, para la que tenemos respuesta gracias al uso de heurísticos (esquemas conocidos). A esto dió respuesta Pólya proponiendo directamente buscar un problema alternativo al planteado. Las preguntas difíciles las pasamos al Sistema 2, pero el Sistema 1 tiene muchos recursos para salir del paso. Un ejemplo:

Así, la pregunta «¿Cómo habría que castigar a los asesores financieros que se aprovechan de los ancianos?«, se sustituye por la pregunta «¿Cuánta indignación siento cuando pienso en los depredadores financieros?«. (pág. 134)

Es la capacidad de generar preguntas alternativas que llama Kahneman escopeta mental la que genera las preguntas alternativas con rapidez. Para que la respuesta a la pregunta original sea posible es necesario cuantificar en años de prisión equivalentes a la indignación que sentimos usando el mecanismo de equivalencia de intensidad. En este momento el Sistema 2 podría intervenir para un cálculo más frío y exacto, pero, en general, se comporta de forma perezosa.

Hay heurística de visual, del estado de ánimo y de los afectos. La heurística visual produce errores manifiestos como el de considerar a las figuras humanas del dibujo como diferentes cuando son iguales (pág. 134):

La heurística del estado de ánimo se pone de manifiesto en preguntas sobre la felicidad que van precedidas de un dato cuantificable como el número de veces que hemos sido invitados a vernos con amigos. Esta dato, como las líneas convergentes en la figura, facilitan que el Sistema 1 responda rápido de forma positiva o negativa, sin advertir que la felicidad es un complejo que no puede ser sustituido por un sólo aspecto de las relaciones sociales. En cuanto a la heurística del afecto, supone que nuestras emociones condicionan nuestra adhesión a los argumentos que se nos presentan. Así, «Nuestras preferencias políticas determinan los argumentos que consideramos convincentes» (pág. 138). Y confirma Kahneman: «La autocrítica es una de las funciones del Sistema 2. Pero en el contexto de las actitudes, el Sistema 2 es más un apologista de las emociones del Sistema 1 que un crítico. Su búsqueda de información y argumentos se ciñe generalmente a la información compatible con las creencias existentes, no con la intención de examinarlas. Aquí, un Sistema 1 activo, que busca coherencia, sugiere soluciones a un Sistema 2 poco exigente«. (pág.140)

Kahneman resume esta parte de su libro con una tabla de las características del sistema 1:

Pensamiento estadístico

Nuestra intuición y la estadística se llevan mal. Kahneman nos proporciona un ejemplo, tomado Wainer y Zwerling, que muestra esta mala relación. Lo resumo: en los estados de USA con mayor incidencia del cáncer renal son los rurales, de baja población que votan republicano. Nuestra mente busca la respuesta en la lejanía de los grandes centros de diagnóstico, el desinterés de los republicanos por la sanidad pública o vaya usted a saber. Pero resulta que los estados con menor incidencia del mismo cáncer son también rurales (obviamente distintos), de baja población y votan republicano. Con lo que podríamos también buscar causas como la vida sana en el campo, o el éxito de la política de sanidad privada de alta calidad promovida por el partido republicano. De modo que nuestras conjeturas no sirve y nuestra mente queda bloqueada. En realidad la razón es que son estados poco poblados y actúan como extracciones de muestras pequeñas con los que aumenta la probabilidad de obtener tasas extremas, ya sean altas o bajas. En efecto, las muestras pequeñas tienen más probabilidad de obtener valores extremos porque no ven compensados los valores altos o bajos con valores que bajen o eleven los valores medios. Sin embargo el resultado estadístico dispara nuestra necesidad de buscar explicaciones, cuando es un hecho netamente estadístico, matemático. No hay una causa médica.

Es Sistema 1 es muy hábil para buscar causas, pero no tiene recurso cuando se trata de fenómenos puramente estadísticos. El Sistema 1 no está a gusto con la dudas que genera la incertidumbre. Pero el pensamiento estadístico consiste precisamente en afrontar esa característica de la realidad. Ésta, en su flujo, permanente oscila en su magnitudes tratando de mantener sus características dentro de un intervalo generado por el conflicto con fenómenos de su entorno. Por ejemplo un objeto sólido modifica constantemente sus dimensiones como resultado de la temperatura. Unas mutaciones que no la cambian de categoría salvo que se produzca un desequilibrio extraordinario con ese entorno – por ejemplo, un incendio que la destruye -. Estos cambios en los sólidos no nos han preocupado durante siglos, pero la precisión de los artefactos modernos requiere de una finura que obliga a sutilezas que sólo el conocimiento estadístico del fenómeno permite. Sin embargo, algo, aunque el ser humano no quiere la incertidumbre para su vida, gusta de sentir su vértigo en los juegos de azar. Juegos en los que, precisamente, la repetición crea el peor de los sesgos: la ludopatía, la necesidad de seguir experimentado el vórtice de la incertidumbre.

Hoy en día la estadística ha cobrado un enorme interés para la generación de modelos predictivos gracias a la computación. Su reinado es el reconocimiento de la incertidumbre asociada a todo lo real incluida nuestra mente y sus divagaciones. La estadística nos ha enseñado cómo medir la probabilidad de que un suceso ocurra, lo que permite, entre cosas que dos trenes se crucen sin colisionar y sin separar sus costados dos metros. La potencia de computación es tan alta que se pueden encontrar verdaderas (y falsas) correlaciones entre casi todo. Pero una vez establecidas con muestras grandes es muy improbable que el fenómeno en el que estemos interesados nos sorprenda si se mantienen las condiciones presentes cuando se hizo la predicción. Un seguridad en nuestras acciones que tiene que estar condicionada a la certeza de que no sólo el cambio sigue su curso bajo las leyes físicas, sino que hasta es posible que estas mismas leyes cambien paulatinamente.

El Sistema 2 es capaz de dudar porque es capaz de representarse varias opciones al tiempo. Los resultados de hechos que tienen origen en muestreos aleatorios son contraintuitivos. Así, nos parece más probable la secuencia CXXCCXCX (1) de cara (C) y cruz (X) que la secuencia CCCCXXXX (2) cuando no es cierto si X y C se reparte al 50 % la probabilidad de salir. Nuestra tendencia cuando vemos una secuencia de fenómenos com (2) pensamos que no es aleatoria. Pero si hemos de escoger entre la aleatoriedad y la causalidad ante una determinada serie de acontecimientos, pensaremos en la mayoría de los casos que hay una causa tan contundente con lo es el martillazo que aplasta un huevo. Por esos tenemos que concluir que las explicaciones causales de fenómenos aleatorios son irremediablemente falsas.

Ancla

El ancla es una cifra que condiciona cualquier negociación o decisión que tomemos posteriormente. Si al querer comprar una casa dejamos que el vendedor diga una cifra, todo lo que ocurra después estará condicionado por ella. Si se compra por menos será un victoria y si no se baja una derrota. El efecto ancla se produce por que el Sistema 2 lleva a cabo una operación deliberada de ajuste cargado de incertidumbre unida a la influencia del priming (ver más arriba) en el Sistema 1. El ajuste es cuidadoso aunque no se tenga herramientas o datos precisos, pero la sugestión (priming) que sufre el Sistema 1, que quiere que un relato coherente, con la cifra ya dada explica el efecto ancla. Así, ante la pregunta sobre si Gandhi murió con más o menos de 140 años crea la imagen de una persona muy mayor que influye sobre el ajuste cuantitativo que hace el Sistema 1. Conclusión en las negociaciones: mover ficha el primero da ventaja. La conjunción del priming y el anclaje es una mala noticia para la autonomía de la decisiones porque son influencias no advertidas.

Disponibilidad

En nuestras deliberaciones estamos más predispuesto a utilizar como material de prueba de lo cierto de nuestras creencias aquello que con más facilidad acude a nuestra memoria: casos escandalosos, crímenes horrendos, nuestra aportación a la armonía matrimonial, etc. En un experimento llevado a cabo por Norbert Schwarz comprobó que a la hora de emitir un juicio sobre sí mismos influía más la facilidad con la que llegaban a la memoria ejemplos de eficacia, que el número de casos en los que esa eficacia se había puesto de manifiesto.

Así, dice Kahneman: «El mundo que imaginamos no es una réplica precisa de la realidad; nuestras expectativas sobre la frecuencia de los acontecimientos están distorsionadas por la prevalencia y la intensidad emocional de los mensajes que nos llegan». (pág. 186). Aquí está presente también la heurística de los afectos en la que las emociones tienen una gran relevancia. Así se emplea la táctica de sustitución de una pregunta complicada (¿Qué pienso?) por otra más fácil (¿Qué siento?). Paradójicamente, la personas que por daños cerebrales no experimentan emociones, toman muy buenas decisiones. Por eso a una tecnología que no nos gusta le serán atribuidos muchos más inconveniente que ventajas en su uso. Como dice Jonathan Haidt: «el ramo emocional mueve al perro racional» (pág. 187)

Slovic, a este respecto, opina que «el público tiene un concepto más rico (emotivo) de los riesgos que los expertos. Por eso se opone resueltamente a la idea de que los expertos deben mandar y sus opiniones ha de aceptarse sin objeción cuando están en conflicto con las opiniones y deseos de otros ciudadanos«. (pág. 188)

«El riesgo no existe ‘ahí fuera’ independientemente de nuestras mentes y nuestra cultura, esperando que alguien lo mida«. (pág. 189)

Es una gran verdad porque el riesgo se define como el producto de la probabilidad de que algo suceda multiplicada por la importancia que le atribuímos a las consecuencias de ese algo. Por eso una ala evaluación de riesgos en las políticas públicas puede ser muy pernicioso para la población.

Dice Kahneman que: «Legisladores y reguladores pueden ser en gran medida responsables de las inquietudes irracionales de los ciudadanos, debido tanto a sus susceptibilidades políticas como a que también ellos son propensos a los mismo sesgos cognitivos que los demás ciudadanos». (pág. 190). Es especialmente peligroso que el sesgo de disponibilidad esté activo y «… la importancia de una idea (sea) a menudo juzgada por la fluidez (y la carga emocional) con que acude a la mente«.

Por eso un flujo continuo de noticias preocupante (cascada de disponibilidad) crea con facilidad un estado de alarma no siempre justificado. En gran medida se debe este fenómeno al «olvido de la probabilidad», pues, a partir de la definición de riesgo dada más arriba, es evidente que por peligroso que sea un contagio, el riesgo se acerca a cero si uno está en otro país. Se puede decir que los grandes beneficiarios de la cascada de disponibilidad hoy en día son los terrorista, que con poco atentados con un número relativamente muy bajo de víctimas producen efectos psicológicos que afecta a países enteros. Los periodistas son vehículos de estos efectos atrapados en su necesidad de dar noticias al coste que sea.

Representatividad

Este sesgo consiste en que los estereotipos se imponen a las dudas sobre la veracidad de lo que se juzga porque se olvida de la Tasa Base. La tasa base es la incidencia, la proporción conocida de los rasgos de aquello sobre lo que se va a emitir un juicio en el conjunto. Así si el 15 % de los alumnos están matriculados en informática y el 40 % en económicas, una pregunta sobre la probabilidad de que un determinado alumno esté matriculado en una u otra carrera puede ser respondida razonablemente (la tasa base) o por el aspecto o biografía del alumno. Es decir en vez de responder por la tasa base (es más probable que esté en humanidades porque hay más alumnos), se responde por una vaga sensación de que alumno con una palestina al cuello y una barba cerrada esté interesado en la informática (cosa de frikis) antes que en económicas (cosa de pijos liberales). Es decir el sesgo de representatividad equivale a dejarse llevar por las apariencias, olvidando el dato objetivo de la estadística. La heurística de la representatividad tiene su base en que ciertos estereotipos representan bien la situación. Pero puede llevar a errores importantes cuando la tasas base es baja, es decir, cuando se trata de fenómenos improbables. Así si vemos en el parque a alguien leyendo El País qué pensaremos: ¿que es una persona sin estudios universitarios o que es un doctor universitario?. Pues, lo sensato es pensar que es una persona sin estudios universitarios que son muchos más abundantes que los doctores. Sin embargo hay un sesgo de representatividad o de apariencia que nos hace creer que debe ser el más formado entre las opciones que se nos presentan.Kahneman nos dice que «A menos que decida rechazar de inmediato la evidencia (por ejemplo, pensando que la ha recibido de un embustero), su Sistema 1 automáticamente procesará la información disponible como si fuera verdadera. Hay algo que puede hacer cuando tenga dudas sobre la calidad de la evidencia: haga que sus juicios de probabilidad estén cerca de la tasa base«. (pág. 204)

La forma más rigurosa de resolver la cuestión es con la probabilidad bayesiana que se impone a toda intuición. Siempre que tengamos una probabilidad repartida entre opciones y se dé un hecho que tiene una cierta probabilidad de ser cierto, la probabilidad de que ese hecho tenga su causa en una de las opciones no es posible resolverlo a base de intuición y memoria a corto plazo sin un gran entrenamiento y un calculadora a mano. Como Kahneman no entra en detalles ponemos ejemplos conocidos:

En una ciudad hay un 85 % de taxis verdes y un 15 % de taxis verdes. Si ocurriera un accidente y el taxi huyera sin que nadie lo viera, la probabilidad de que el taxi fuera verde sería su tasa base (85 %) y que fuera azul sería, igualmente, su tasa base (85 %). Pero un testigo afirma que el taxi involucrado es azul. Si el testigo fuera completamente fiable, como lo sería una grabación, la probabilidad de que el taxi fuera azul sería del 100 %. Pero, la fiabilidad del testigo comprobada en experimentos en circunstancias de luz distancia parecidas a las día del accidente mostraron que era fiable en un 80 % de los casos. Es decir que antes 100 taxis azules señaló 80 como azules y 20 como verdes y ante cien coches verdes señaló 80 como verdes y 20 como azules. ¿Cuál sería la probabilidad de que el testigo estuviera en lo cierto y el taxi involucrado fuera azul? Una respuesta habitual es la tasa base: 15 %. Se olvida así el testimonio del testigo y su fiabilidad. Es decir que la probabilidad de que el taxi fuera azul sólo coincidiría con la proporción de taxis azules, si no hubiera testigo.

Hecha esta objeción podría haber una respuesta más elaborada multiplicando la proporción de taxis azules por su tasa de acierto: así, 0,15 x 0,80 = 0,12 (12 %), que representa la «verdadera» proporción de taxis azules a «los ojos» del testigo. Del mismo modo, hay que comprobar cuántos taxis verdes le parecen azules al testigo. Dado que su tasa de error es del 20 %, será 0,85 x 0,20 = 0,17 (17 %). . De modo que nos encontramos con un 12 % de taxis azules que le parecen azules al testigo y un 17 % de taxis verdes que también le parecen azules al testigo. En total un 29 %. Por tanto ¿qué proporción hay de taxis azules de verdad que le parecen azules al testigo y lo son respecto del total de taxis que le parecen azules al testigo, lo sean o no?. Pues 0,12/(0,12+0,17) = 0,41 (41 %). Complementariamente la proporción de taxis que siendo verdes le parecieron azules es de 0,17/(0,12+0,17) = 0,59 (59 %). Como se ve, una vez que aparece el testigo, la probabilidad es muy distinta de la tasa base. Lo que pone de manifiesto la importancia de este tipo de razonamiento estadístico propuesto por el inglés Thomas Bayes en 1760. Este clérigo se preguntó por la probabilidad de una causa, una vez conocido su efecto (nada menos). Quizá su propuesta quede más clara con las clásicas bolas blancas y rojas. Veamos:

Tenemos tres urnas transparentes con bolas blancas y rojas unidas por un tubo que desemboca en un recipiente. Las proporciones de bolas en cada una es de 60 %, 30 % y 10 %. A su vez en la primera urna hay un 10 % de bolas rojas, en la segunda un 30 % y en la tercera un 40 %. Si cerramos lo ojos y abrimos la compuerta resulta que nos encontraremos una bola roja en el recipiente. ¿Qué probabilidad hay de que la bola provenga de una u otra urnas?

Al multiplicar la proporción de bolas totales por urna por la proporción de bolas rojas de cada una, obtenemos la proporción de bolas rojas de cada urna respecto del total de bolas rojas de las tres urnas. Es decir: 0,60 x 0,10 = 0,06 (6 %), 0,30 x 0,30 = 0,09 (9 %) y 0,10 x 0,40 = 0,04 (4 %). Luego, en ese conjunto más reducido en el que sólo hay bolas rojas, las probabilidades respectivas serán: 0,069/(0,06+0,09+0,04)= 0,06/0,19 = 0,32 (32 %); 0,09/0,19 = 0,47 (47 %) y finalmente 0,04/0,19 = 0,21 (21 %) que, obviamente suman 100 %.

Como se ve conocido el efecto: el testimonio de un testigo o que en el recipiente haya una bola roja, se puede conocer la probabilidad de la causa: que el coche sea azul o verde y que la bola provenga de esta o aquella urna. Si este ejemplo parece más artificial, piénsese en un producto defectuoso y la importancia de conocer la fábrica o el almacén de procedencia. En todo caso queda suficientemente claro que, ni siquiera con ejemplos, todo el mundo va a estar cómodo con los razonamiento probabilísticos, que son cosa del Sistema 2.

Nuestro Sistema 1 naufraga con las probabilidades. Si no, cómo se explica que sabiendo que, una tal Linda le preocupan los problemas de discriminación, a la pregunta acerca de a qué grupo de empleadas podría pertenecer Linda:

«Linda es cajera de un banco» y «Linda es cajera de banco y feminista» se responda que ésto último.

Un experimento repetido con alumnos de las mejores universidades e, incluso, con científicos pone de manifiesto la lucha de nuestra intuición que se deja llevar por el perfil de Linda y sus preocupaciones por la discriminación y no considera que las feministas son también cajeras y por tanto es más probable que Linda pertenezca al grupo de la cajeras que al grupo de las cajeras feministas que, evidentemente, es un subgrupo de las primeras. Kahneman le llama a este sesgo la Falacia de la conjunción. Entendiendo conjunción en el sentido estricto la intersección de dos conjuntos.

Otra prueba semejante es elegir qué secuencia es más probable que resulte en tiradas sucesivas de un dado que tiene cuatro caras verdes (V) y dos caras rojas (R):

RVRRR ó VRVRRR.

La mayoría de los consultados responde que la segunda es más probable porque su estructura tiene un aire más aleatorio. Sin embargo la segunda es la primer más una V al principio. Luego tiene que ser más improbable que la primera, dado que el número de combinaciones de seis elemento es mayor que el de cinco.

El interés de la falacia de conjunción es que pone de manifiesto la incapacidad de nuestros Sistema 1 y, aún del Sistema 2 de muchos, para comprender y aplicar aún la más sencilla definición de probabilidad como «nº de casos favorables / nº de casos posibles«, lo que nos lleva a dar respuesta alejadas de la realidad y tomar decisiones equivocadas basadas en esas respuestas. El Sistema 1 puede tratar con historias en las que los elementos están causalmente relacionados, pero es débil en el razonamiento estadístico. Veamos:

Kahneman razona que en el caso de los taxis como en el de las bolas el que trata de resolver el problema de la probabilidad concreta tiene dificultades, pero nada lo condiciona emocionalmente para echarle la culpa a un tipo u otro de taxi. Sin embargo si a la información dada se le sumara que los taxis verdes están involucrados en el 85 % de los accidentes, nuestro juicio inicial sería muy diferente. El estereotipo de que los taxistas verdes son peligrosos se impone. La causa se impone a la estadística. Kahneman nos advierte:

«Algunos estereotipos son perniciosamente falsos, y la construcción hostil de estereotipos puede tener consecuencias atroces, pero los hechos psicológicos no pueden evitarse: los estereotipos, verdaderos o falsos, son nuestra manera de pensar en categorías«. (pág. 223).

Los estereotipos son generalizaciones que nos ayudan a tener respuestas rápidas. También lo son los conceptos que no ayudan a «huir de lo que parece un león». Creo que la traducción que nuestro cerebro hace de los datos físicos que le llegan de nuestros sentidos, transformando ondas electromagnéticas y mecánicas en los ojos y oídos, reacciones químicas en la lengua y la nariz, así como presiones de partículas sobre nuestra piel en sensaciones de color, sonido, gusto, olor y frío o calor, además de las de placer y dolor, son resúmenes útiles, bellos y placenteros que nos permite habitar el mundo de forma razonablemente cómoda y segura. Sin embargo todos estos resúmenes nos separan de la realidad interponiendo otra realidad más práctica, pero menos rigurosa.

Finalmente Kahneman termina esta parte de su libro diciéndonos que:

«La norma social contra los estereotipos, incluida la oposición a las tipificaciones, ha sido sumamente beneficiosa para la creación de una sociedad más civilizada e igualitaria. Pero es útil recordar que el rechazo de los estereotipos válidos inevitablemente produce juicios subóptimos. La resistencia al estereotipo es una posición moral loable, pero la idea simplista de que esta resistencia no tiene coste alguno es errónea. Vale la pena pagar sus costes si el fin es lograr una sociedad mejor, pero negar que esos costes existan en beneficio de la satisfacción moral y de los políticamente correcto no es científicamente defendible. La confianza en la heurística del afecto (emociones) es común en los argumentos que tienen una carga política. Las posiciones que favorecemos no tienen coste alguno, y aquellas a las que nos oponemos no producen ningún beneficio. Deberíamos corregir esto» (pág. 224).

Una deprimente conclusión de Kahneman es que, aunque se advierta de los sesgos psicológicos que podemos sufrir, no corregimos nuestra conducta. Así se constata al comprobar que nos sentimos exonerados de responsabilidad de ayuda si sabemos que hay otros que también están al corriente del caso. Hay un caso paradigmático de una mujer que murió en el patio de un edificio porque cada vecino pensó que sería otro el que se ocuparía de avisar a los servicios sanitarios. Por eso concluye que «cambiar nuestras ideas sobre la naturaleza humana es difícil, y cambiar a peor las ideas sobre uno mismo todavía lo es más» (pág. 227).

Regresión a la media

Kahneman está muy orgulloso de su reacción ante un reproche que recibió de un instructor de vuelo al oirle decir que los elogios al hacer correctamente las maniobras era mejor que los reproches al hacerlo mal. El instructor le dijo que a él si le funcionaban las broncas, pues cuando la echaba, el cadete mejoraba su desempeño. Kahneman le respondió que el cadete hubiera mejorado igualmente sin la bronca, porque ante un fenómeno aleatorio, un resultado extremo (hacerlo muy bien o muy mal) es seguido de un cambio en el sentido opuesto. La razón es la llamada por su descubridor Francis Galton (1822-1911) Regresión a la media. En efecto, dado un proceso aleatorio, con su media y su dispersión. como son los resultados de la acción de una persona o la resistencia de un hormigón, cada vez que obtenemos u observamos un valor al azar, éste será probablemente seguido de un resultado de signo contrario, que es la única forma de que la media del proceso se mantenga. Como el monitor no le creyó improvisó un juego pintando un blanco en el suelo y pidiéndole a los alumnos que lanzaran monedas al blanco. Pronto se vió que la secuencia de cada uno se parecía a su desempeño en el aire, en el sentido de que resultados buenos o malos (cercanos al blanco) eran seguidos de resultados de signo contrario. El monitor había indebidamente confundido las fluctuaciones de un proceso aleatorio con el supuesto efecto de sus broncas. Las fluctuaciones aleatorias tiene explicación, pero no causa. Nuestra pretensión de que algún fenómeno concomitante sea la causa es un espejismo supersticioso. Al fin y al cabo, superstición es atribuir a un fenómeno ser la causa de otro con el que no tiene nada que ver. Por ejemplo, creer que tirar un salero en la mesa explique que al día siguiente te despidan. Por eso, en general, si no entendemos cómo funciona un fenómeno aleatorio buscaremos causas en el premio, el castigo, el talento o la estupidez, el dinero o su ausencia, etc… Para no caer en este sesgo hay que comprobar, antes que nada, si el fenómeno sobre el que queremos tener control es verdaderamente aleatorio. También hay que saber que, si el fenómeno es aleatorio, se debe a los cambios, pequeños o grandes, que se producen en sus características respecto de su formulación original, natural o diseñada. Por eso para controlarlo, la primera operación a llevar a cabo es la de reducir sus oscilaciones. Y la segunda es tratar de modificar la formulación original para que, con sus oscilaciones residuales, produzca un resultado más favorable para nuestros intereses. Un ejemplo tópico es una máquina que produce algo de calidad 1 con variaciones entre 0,7y 1,3. Si podemos ajustar la máquina para que produzca entre 0,9 y 1,1 aumenta el número de ejemplares mejores. Es el caso de los métodos aprendizaje. Después se puede mejorar a calidad 2 mejorando la materia prima. Que en el caso del aprendizaje sería seleccionar a los alumnos para sólo accedan a los estudios a partir de una determinada nota.

Kahneman considera que: «Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia» (pág. 264). Lo que quiere decir, indirectamente, que el sentido del mundo es el conocimiento de causas. De hecho nos gustaría saber qué número va a salir en un dado que lanzamos sobre la mesa, pero no está a nuestro alcance conocer toda la cadena de sucesos que lo produce, por lo que es más interesante conocer cómo afrontar la aleatoriedad. Es decir, poner a nuestro favor esa ignorancia. Eso lo hacemos encapsulando las oscilaciones en un pasillo que llamamos Nivel de Confianza y actuamos con el paquete como si fuera un fenómeno determinista. Como hacemos con una rueda hinchada a pesar que en su interior los átomos de aire estén en un baile infinito. Del mismo modo caracterizamos a una persona una vez que determinamos entre qué posiciones oscila su humor.

La ilusión de entender

Dice Kahneman agudamente: «La maquinaria del Sistema 1, que a todo da sentido, nos hace ver el mundo más ordenado, predecible y coherente de lo que realmente es. La ilusión de que uno ha entendido el pasado alimenta la ilusión de que puede predecir y controlar el futuro. Estas ilusiones son reconfortantes. Reducen la ansiedad que experimentaríamos si reconociéramos francamente las incertidumbres de la existencia» (pág. 268).

Este punto de vista, junto con el efecto de los fenómenos aleatorios, pone en entredicho la intervención «milagrosa» de políticos y altos directivos de empresas, cuando se atribuyen éxitos que tienen origen en la aleatoriedad de los procesos de que son responsables. Para medir esta causalidad real o aparente, se utiliza el llamado Coeficiente de Correlación, que da una cifra entre 0 (ninguna influencia de las decisiones) y 1 (influencia decisiva) midiendo el grado de variación conjunta de las decisiones y los resultados. Si la prosperidad de las empresas no dependiera de las decisiones del director, el coeficiente alcanza un valor de 0,5 y en el 50 % (cara o cruz) de los casos el más incapaz podría estar dirigiendo la empresa próspera. Si el coeficiente es de 0,3 cabe esperar que aproximadamente en el 60 % de los casos la empresa más prósperas estará dirigida por el gerentes más competente.

Concluye Kahneman que «… las historias de éxitos y fracasos exageran sistemáticamente la repercusión del estilo en la dirección y de las prácticas de gestión en los resultados, por lo que su mensaje raramente resulta útil» (pág. 270).

Dice que el efecto halo hace pensar que el fracaso se debe a que el director es rígido (lo que no es descartable), aunque, en realidad es que nos parece rígido porque la empresa ha fracasado. Y concluye que la comparación entre empresas que han tenido éxito, es la comparación entre empresas que han tenido suerte. Aunque se esté seguro de que el director es competente, no es posible predecir el comportamiento de la empresa de forma más certera que tirando una moneda al aire. La consecuencia es que las diferencias entre empresas del mismo nivel tienden a reducirse por la ya conocida regresión a la media.

Falacia de la evidencia

Kahneman da un lección de humildad cuando cuenta su experiencia tratando de pronosticar en el ejército el comportamiento en combate a partir de experimentos artificiales en retaguardia. Metódico y cuidadoso en esa labor adquirió una gran seguridad en sus diagnósticos hasta que el feedback que le llegaba del frente, tiró por tierra su seguridad, la evidencia en la que estaba instalado. Tras toda su carrera como psicólogo concluye que no podemos predecir nada que merezca la pena en psicología, economía o política. «La confianza es un sentimiento que refleja la coherencia de la información y la facilidad cognitiva de su procesamiento» (pág 278).

Es un tópico de la economía que «… el precio de las acciones incorpora todo el conocimiento disponible acerca del valor de la compañía y las mejores predicciones acerca del futuro de las acciones» (pág 278). Sin embargo las oscilaciones de los precios se basan en creencias, si todos lo operadores estuvieran seguro de tal cosa, nadie haría movimientos bruscos, pues «… los precios perfectos no dejan margen a la sagacidad«. Un estudio de Terry Odean sobre 10.000 cuentas de inversores puso esto de manifiesto. Los resultados de las acciones que habían comprado o vendido los inversores contradecían cualquier pretensión de que habían sido una buena decisión. En general eran mejores los resultados de los inversores más estables y peores los que operaban en plazos cortos (Warren Buffett dice lo mismo). Irónicamente Kahneman dice que «Aunque los inversores profesionales son capaces de sacar a los aficionados una cantidad considerable de dinero, pocos inversionistas, si hay alguno, poseen la aptitud requerida para ganarle al mercado año tras año de manera sistemática» (pág, 280). Cuando se gestionan acciones, piensa que las firmas recompensan la suerte como si fuera una aptitud.

¿Qué hay detrás de esta confianza infundada? Kahneman cree que las ilusiones cognitivas son más tenaces que las ilusiones ópticas. La facilidad con la que explicamos el pasado nos hace creer que podemos predecir el futuro. Los grandes acontecimientos históricos vienen determinados por la suerte, pero esta idea nos resulta espantosa. Las terribles consecuencias de los gobiernos de Hitler, Stalin y Mao ¿las atribuimos a la mala suerte de la humanidad en el momento del sorteo biológico de la concepción o de no haber existido había una legión de otros iguales esperando a cometer las mismas atrocidades?. Sea como sea fracasamos en todos los intentos de perfilar el futuro. El estudio de Philip Tetlock sobre 284 personas columnistas profesionales sobre asuntos complejos mostró que sus errores fueron mayores que si hubieran asignado iguales probabilidades a cada uno de los resultados y tirado un dado. Tetlock no vió más acierto en los columnistas que en lectores atentos de un periódico como el The New York Times. Cuando se les hizo notar los resultados tendían a la excusa o a la atribución a acontecimientos fortuitos su error. Utilizando la terminología de Isaiah Berlin de erizos y zorros, atribuye a los primeros una actitud que pretende teorizar sobre el mundo y establecer criterios seguros sobre su porvenir. A los segundos les atribuye una actitud de reconocimiento de la complejidad y de la importancia de impredecibles interacciones entre muchas agentes y fuerzas que hace imprevisible los resultados. Aunque también cometían errores, los zorros tuvieron mejores resultados que los erizos. Aquí, a la sombra de nuestras incertidumbres no reconocidas actúan mecanismos como el priming, la coherencia, o el ancla para determinar nuestras conclusiones.

La tendencia actual es a la sustitución de opinadores artificiosamente complejos por algoritmos que combinan de forma empíricamente comprobada los factores que interviene en el proceso que se quiere anticipar. Los prestamistas e inversores empiezan ya a usarlos para determinar la bondad de un negocio. Nosotros influidos por la brisa damos respuestas diferentes a los mismos datos. Las fórmulas (algoritmos) siempre responden igual. Por mi cuenta digo que en este paso al frente de las fórmula está la razón del hundimiento general de las clases medias (doctores, ingenieros, arquitectos), que eran los detentadores del conocimiento experto. Se está comprobando recientemente que, aunque la regresión múltiple que parte de datos empíricos proporcionan fórmulas potentes para la predicción, también funciona y, a veces, mejor, construyendo fórmulas con parámetros predictores a los que, tras unos ajustes, se le asigna la misma significación. Lo que tiene la ventaja de no verse afectados por las oscilaciones de los muestreos. Robyn Dawe, entre veras y risas dice que la fórmula: «veces que se hace el amor menos frecuencia de las peleas» es un predictor potente de la estabilidad marital. Las máquina no tienen nuestra simpatía, pero están empezando a sustituir nuestras decisiones a pesar de que, como opinan los psicólogos clínicos que califican el método estadístico de:

«mecánico, atomístico, aditivo, corto, árido, artificial, irreal, arbitrario, incompleto, muerto, pedantesco, fragmentario, trivial, forzado, estático, superficial, rígido, estéril, académico, pseudocientífico y ciego«, frente al método clínico que lo consideran:

«dinámico, global, valioso, holístico, sutil, empático, configurativo, modélico, organizado, rico, profundo, auténtico, sensible, refinado, real, vivo, concreto, natural, fiel al vida y comprensivo» (pág. 299)

Falacia de la planificación

Se basa en el optimismo de los planificadores que sumergidos en datos y a la búsqueda de la coherencia no pueden ver con claridad, lo que todo el que realiza feedback comprueba: el plazo de dobla y el coste se cuadriplica, además de que los cambios sobrevenidos desvían el objetivo. Es el fracaso de la racionalidad o, por lo menos, de la evaluación a priori de toda la complejidad. De vez en cuando tenemos noticias, de hasta qué punto todo pudo acabar en desastre. Naturalmente, es peor si no se planifica. Imaginen el viaje a la Luna. Kahneman propone una visión externa antes de darle el visto bueno a un proyecto complejo.

Econos y humanos

El economista Richard Thaler acuñó la expresión econos y humanos para referirse al homo economicus de la ciencia lúgubre (la economía) frente al ser real. Los psicólogos leyendo a los economistas dicen tener la sensación de estar estudiando individuos de una especie distintas. Gustav Fechner (1801-1887) le interesó la relación entre la mente y la materia. Estaba interesado en establecer las leyes que regulan la relación entre los cambios físicos como luz, sonido o dinero y los cambios en las sensaciones del color, el tono o el valor. Aventuró que esta relación era logarítmica. Cien años antes, Daniel Bernoulli anticipó en 1738 esta relación estudiando cómo influía la cantidad de dinero en la experiencia psicológica del valor, que llamó utilidad. Las respuesta psicológica a una modificación en los ingresos es inversamente proporcional a los ingresos iniciales, lo que implica que la utilidad es una función logarítmica. Bernoulli descubrió que el que tiene menos pagará con gusto un recargo para transferir el riesgo al que tiene más, que en eso consisten los seguros.

Pero Kahneman le reprocha a la teoría de la utilidad de Bernoulli el no tener en cuenta que la utilidad no depende sólo de los cambios dinerarios, sino que hay que tener en cuenta los valores de los que se parte para evaluar los cambios. No es lo mismo tener cinco millones si se viene de poseer uno que tener los mismos cinco millones viniendo de nueve. Tampoco es igual la propina que se deja después de tomar un café, que cuando se hace uno cargo el día de su cumpleaños de la factura de un restaurante con diez amigos. Por eso se buscó un teoría que tuviera en consideración los distintos marcos en los que los seres humanos toman decisiones. Una cuestión capital es que los humanos sólo buscan el riesgo en cuestiones fundamentales cuando todas sus son opciones malas. La teoría que abrazaba todas la alternativas la desarrolló con su socio Amos Tversky y la llamaron Teoría de las perspectivas. Una teoría que desmonta la pretensión de que los consumidores son seres racionales que actúan exclusivamente de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, salvo que se admita que la ley de la oferta y la demanda es resultado de decisiones llegadas del profundo laboratorio en el que se elaboran nuestros deseos. Así, del mismo modo que una luz tenue es percibida como suficiente en una habitación oscura, pero pasa desapercibida en una bien iluminada, no percibimos igual la diferencia entre 900 y 1000 euros que entre 100 y 200 euros.

Aversión a la pérdida

Súmese a esto la aversión a la pérdida que todos padecemos. Podemos renunciar a adquirir, pero sufrimos con la pérdida. Biológicamente, los organismo que reaccionan rápido a las amenazas tienen más probabilidades de sobrevivir. La aversión a la pérdida se reparte irregularmente. No todos la experimentan con la misma intensidad, del avaro al pródigo que, por cierto, ambos tienen un lugar en el infierno de Dante. Conocí a un gerente que prefería pagar (estamos en los años setenta) 1000 pesetas en un talón que 800 en metálico (le dolía demasiado ceder los billetes). Se puede medir la propia aversión a la pérdida estableciendo qué cantidad necesitaríamos ganar en el lanzamiento de una moneda, conocida la cantidad que perderíamos.

La expresión gráfica de la aversión a la pérdida se presenta en figura del libro Kahneman:

Como se ve cuando la ganancia se convierte en pérdida aumenta bruscamente la pendiente de la curva de valor (utilidad). Es decir, cantidades más pequeñas producen un impacto psicológico mayor, que las mismas cantidades cuando son ganancias. En los juegos con ganancias y pérdidas, la aversión descrita produce elecciones que huyen del riesgo. Complementariamente cuando un pérdida segura es comparada con una pérdida mayor que es meramente probable, se escoge el riesgo.

Efecto de Dotación

«La magia del mercado no actúa en el caso de un bien cuyos propietarios esperaban usar» (pág. 385). Es difícil que alguien venda el tiempo libre que pueda pagarse, por ejemplo. Para un comerciante los costes son parte del proceso del que esperan beneficio. Para el pobre, sin embargo, los costes son pérdidas. Aunque conocemos comerciantes disfuncionales, para los que los costes son pérdidas y ponen en peligro su empresa quitándole a sus empleados, de una forma u otra, lo que es suyo.

Efecto de posibilidad y de certeza

Tradicionalmente la expectativa ante un juego de azar era el valor medio de los resultados medidos por sus probabilidades. Bernoulli lo traducía al valor psicológico de sus resultados en forma de utilidad, que era evaluada por la probabilidad expresada en su tabla calculada con su función logarítmica de utilidad (satisfacción):

No es lo mismo pasar de no esperar nada a tener un 5 % de probabilidades de ganar un millón. La mera posibilidad invita a comprar billetes de lotería para adquirir el derecho a la posibilidad a pesar de lo escaso de la probabilidad de que acabe siendo premiado. Un aspecto de la utilidad que la tabla de Bernoulli no prevé. Sin embargo, el tránsito de un 60 a un 65 % de probabilidades de ganar la misma cantidad no es valorado igual . También es muy apreciado pasar de la mera posibilidad a la certeza, lo que ocurre cuando la probabilidad de ganar una determinada cantidad se sitúa entre el 95 y el 100 %, pero la alternativa es una cantidad menor, pero en mano. Como se ve, el efecto certeza hace que se desprecie una alta probabilidad ante la seguridad de una adquisición de menor cuantía. Esto explica los acuerdos en los pleitos cuando la cantidad ofrecida un demandado supera el umbral de certeza del demandante ante una pequeña probabilidad de perderlo todo. De nuevo emerge aquí, la aversión a la pérdida. En definitiva, contradiciendo a la teoría de la utilidad de Bernoulli, tendemos a sobreestimar riesgos pequeños (buscando la certeza) y a despreciar altas probabilidad de no alcanzar una meta (sólo por tener la posibilidad). Lo que implica que los valores decisorios (utilidad) se alejan de las probabilidades más allá de la imposibilidad (0 %) y más acá de la certeza absoluta (100 %).

Los fenómenos raros con probabilidades estimadas por debajo del 1 % son aparcados en nuestra mente como fenómenos imposibles. Pero en cuanto la probabilidad se perciben sus riesgos o beneficios son sobreestimados (epidemias o loterías). La preocupación o la ilusión sólo desaparecen si la probabilidad se reduce a cero.

Teorías de las Perspectivas

Tratando de reunir las derivadas de la teoría de Bernoulli y las propias reflexiones, Kahneman y Tversky propusieron la Teoría de las Perspectivas, cuyas implicaciones se resumen es esta tabla:

Esta tabla resume el comportamiento probable de un humano (no de un econo) ante las ganancias y las pérdidas cuando no se piensa en las consecuencias a largo plazo. Esta teoría no incorpora la desilusión y tampoco el arrepentimiento. Esta teoría se ha aceptado, no porque sea «verdadera», sin porque aporta, respecto de la teoría de la utilidad de Bernoulli aspectos como el punto de referencia y la aversión al riesgo, que le da más valor a las pérdidas que a las ganancias.

«En el cerebro de los humanos y de otros animales hay un mecanismo diseñado para dar prioridad a los eventos malos. Reduciendo a unas pocas milésimas de segundo el tiempo necesario para detectar la presencia de un predador, este circuito mejora la probabilidades de que el animal viva el tiempo suficiente para reproducirse» (pág. 392)

«la sensibilidad a los peligros se extiende al procesamiento de formulaciones de opiniones con las que estamos en radical desacuerdo» (pág. 393). Ante una idea, nuestro cerebro tarda menos de un cuarto de segundo en considerarla una «amenaza» o no. Paul Rozin comenta que una sola cucaracha arruina un cesto de cerezas, pero una cereza no arregla un cesto de cucarachas. La aversión a l pérdida, es una de las formas del predominio de lo negativo. De esta forma se defiende el Statu Quo, lo que favorece el espíritu conservador, tanto de individuos, como de instituciones. Hace las veces de una fuerza gravitatoria. En opinión de Kahneman, si las personas sufren más por las pérdidas que por las ganancias no conseguidas, aquellas deberían estar más protegidas en el derecho.

Las vivencias adheridas

El valor decisorio también se ve afectado por las emociones distorsionando su relación con las probabilidades. Es el caso de resultados muy atractivos (afectivos) o rechazables (dolor). Es decir, si nos representamos el resultado de la decisión y está condicionado emocionalmente, el papel de las probabilidades de que tales resultados se den, se reduce.

Olvido del denominador

La presencia de una imagen vívida produce el efecto de que olvidemos el denominador de la fracción esencial de una probabilidad: casos favorables / casos posibles. Así, en un experimento en el que se ofrecía un juego con premio sacando un bola roja, o de un tarro transparente con 10 bolas blancas y una roja, o bien de otra tarro con 100 bolas blancas y 8 rojas, un 40 % de los participantes escogieron el segundo tarro. Es evidente que, en el primero, la probabilidad es 1/10 y en el segundo 8/100, que es un 20 % inferior. Por eso se considera generalmente más peligrosa una enfermedad que mata 1.243 personas de cada 10.000 a otra que mate al 24,86 % de la población. La imagen vívida de la muerte de la primera información produce el olvido del denominador que pondría de manifiesto que en el primer caso la mortalidad es del 12,43 %, justo la mitad.

Contabilidad mental

Kahneman considera que con la excepción del muy pobre, el rico que busca riqueza extra, el dinero representa el modo de medir el éxito y la autoestima. El ser humano lleva en su mente una cuenta de su progreso o deterioro material: nos negamos a reducir pérdidas si implica reconocer el fracaso; las emociones condicionan nuestra acciones, especialmente cuando actuamos en nombre de otros. Continuamente estamos tratando de controlar nuestras vidas, tratando de no incurrir en gastos comprometedores sin renunciar a los placeres a nuestro alcance. Así no es lo mismo renunciar a un partido para el que ya hemos pagado la entrada por el riesgo de nevada, que si la entrada nos la han regalado. Las cuentas mentales que nos hacemos sobre el disfrute esperado no están considerados en la teoría económica estándar. El econo no renunciaria si ya tiene la entrada (pagada o regalada), el ser humano se lo piensa.

Las emociones que actúan en nuestras cuentas mentales nos llevan a caer en falacia de los costes irrecuperables. Es muy habitual insistir en invertir (dinero o tiempo) en proyectos que se anuncian como fracasados porque no se quiere renunciar a lo avanzado. Tampoco queremos sufrir el acoso del arrepentimiento, que es una emoción muy desagradable. Tanto más desagradable cuanto más fácilmente podamos representarnos haber tomado otra decisión más razonable. La anticipación de la culpa influye en las decisiones. Kahneman cree que «Cuando nos pasamos buena parte del día anticipando e intentando evitar las emociones negativas, nos las ocasionamos» (pág. 458). Daniel Gilbert dice que «Los humanos, en general, anticipan más arrepentimiento del que realmente experimentarán, pues subestiman la eficacia de las defensas psicológicas que desplegarán» (pág, 459). A estas defensas las llaman «sistema inmunitario psicológico«.

Revocaciones

Las creencias que refrendan nuestras reflexiones morales no son consistentes con nuestras reacciones emocionales. Incluso ocurre con nuestras intuiciones morales aplicadas en situaciones diferentes. Así, conjuntamente asignaríamos la misma indemnización a alguien que ha sufrido un atraco de un tienda habitual o en una tienda distinta como consecuencia de una defunción en la primera, pero tendríamos en cuenta su «mala suerte» en el segundo caso si la juzgáramos por separado, como ocurre en la vida real. Otro ejemplo: puestos antes un caso de un niño que sufre quemaduras porque su pijama era inflamable y ante el de las cuantiosas pérdidas de un banco por los manejos de otro, concedió más indemnización al niño cuando se comparaba con la desgracia de una fría entidad bancaria, pero más al banco, cuando se consideraba por separado.

Categorías

Nuestros juicios adquieren consistencia dentro de las categorías de cosas y fenómenos. Así, no es lo mismo decir que un niño de seis es alto o que lo es un adulto de veinticinco años. Las categorías «niño» y «adulto» nos proporcionan las reglas para nuestro juicio. De hecho las revocaciones son consecuencia del cambio del marco de referencia para el juicio.

Marcos

Kahneman y Tversky llamaron efecto marco a la influencia no justificada de la forma en que expresamos algo sobre creencias y preferencias. El ejemplo que ponen ellos es:

  • ¿Aceptaría un juego que ofrece un 10 % de posibilidades de ganar 95 dólares y un 90 % de perder 5 dólares? o…
  • ¿Pagaría 5 dólares por participar en una lotería que ofrece un 10 % de posibilidades de ganar 100 dólares y un 90 % de posibilidades de no ganar nada?

La mayoría optaría por por la primera, cuando las dos son iguales. Un resultado malo se acepta con más naturalidad si está enmarcado como precio de un cupón de lotería que no resultó ganador. Así, decir que «Francia perdió la final«, no es lo mismo que decir «Italia ganó la final«. Nuestros sistemas morales están asociados a marcos que a la propia realidad. En Estados unidos se usaba el ratio de millas por galón de gasoil, en vez de nuestros litros por kilómetro. Esta forma de expresar el consumo de combustible crea un marco que dificulta las decisiones. Por ejemplo ¿En qué planteamiento el ahorro es mayor a igual distancia recorrida?

  • Pasando de un coche de 12 millas por galón a otro de 14 millas por galón o…
  • Pasando de un coche de 30 millas por galón a otro de 40 millas por galón.

Es muy posible que su intuición sea engañada. Responda sin cálculos y luego los llevan a cabo.

Los dos yoes

Los psicólogos han aclarado que la memoria de una experiencia se centra en la última fase del acontecimiento, que si es mala o buena teñirá toda la experiencia. De esta forma se matiza el concepto de utilidad e Bentham que se refería exclusivamente al placer o dolor en abstracto de una experiencia. Según Kahneman, el yo que experimenta no tiene voz porque el juicio viene monopolizado por el yo que recuerda, lo que está asociado a las últimas fase de una experiencia. El yo que recuerda tiene una larga historia evolutiva. «La evidencia presenta un desafío radical a la idea de que los humanos tenemos preferencias consistentes y sabemos cómo maximizarlas… «Queremos que el dolor sea breve y el placer dure. Pero nuestra memoria, una función del Sistema 1, ha evolucionado para representar el momento más intenso de un episodio de dolor o de placer y las sensaciones que tenemos cuando el episodio concluye. Una memoria que olvida la duración no prestará un buen servicio a nuestra preferencia por el placer duradero y el dolor breve» (pág. 501).

Ítems finales

Nuestro estado emocional está determinado por aquello a lo que estamos prestando atención. Excepcionalmente por recuerdos o ideas al margen de los acontecimientos. No es lo mismo el bienestar que se experimenta la vivir la vida que el juicio que emitimos sobre nuestras vidas al evaluarlas. Una mayor educación resulta en una evaluación de la propia vida más favorable, pero no necesariamente en un mayor bienestar experimentado. La religión influye en la evaluación de la vida pero no reduce la depresión o las preocupaciones. Ser pobre resulta deprimente. Ser rico mejora el grado de satisfacción con la propia vida, pero no aumenta el bienestar experimentado. El umbral de necesidad satisfecha lo sitúa Kahneman en los 70.000 dólares de 2013. Es fácil que el Sistema 1 sustituye la felicidad total por una pequeña parte de ella. La satisfacción con la vida viene determinado en gran medida por la genética del temperamento. «Los pensamientos sobre cualquier aspecto de la vida pueden sobresalir cuando se tiene claramente a la vista una alternativa que contraste con ellos» (pág. 526). «El error que la gente comete en la ilusión de focalización supone prestar atención a momentos seleccionados y olvidar lo que sucede en otros momentos. La mente humana es buena contando historias, pero no parece estar bien diseñada para procesar el tiempo» (pág. 530).

«El hecho central de nuestra existencia es que el tiempo es el último recurso finito, pero el yo que recuerda ignora esta realidad. El último segmento de un acontecimiento crea un sesgo que favorece período breve e intenso frente a un período de felicidad moderada. El yo que experimenta y el yo que recuerda están en un conflicto irresoluble. Racionalidad es coherencia lógica, razonable o no. Los econos son razonables, pero los humano no pueden serlo. «Un econo no es susceptible de priming, WYSIATI, marco estrecho, visión desde dentro o revocación de preferencias, cosa que los humanos no pueden en principio evitarLa gente razonable no puede ser racional por definición, pero ello no es razón para tildarla de irracional» (pág. 535). La Escuela económica de Chicago defiende la ideología de que es inmoral defender a la gente contra sus propias elecciones. «La suposición de que los agentes son racionales proporciona la base intelectual para la concepción libertaria de la política públicaen una sociedad de econos, el gobierno debe mantenerse al margen y permitir que a los econos actuar según lo que elijan mientras no perjudiquen a otros» (pág. 536). En seguida surge la pregunta de por qué existe entonces una industria de la publicidad tan agresiva. «Pero para los psicólogos conductuales la vida es más compleja que para los creyentes sinceros en la racionalidad humana». (pág. 536). Kahneman cree que los humanos necesitan protección de aquellos que explotan sus debilidades. Para él es fundamental información «clara, sencilla, destacada y comprensible«. «El Sistema 2 es quien pensamos que somos, pero a menudo aprueba o racionaliza ideas y sensaciones que han sido generadas por el Sistema 1» (pág. 540). «Nuestros pensamientos y nuestras acciones son rutinariamente guiados por el Sistema 1, y por lo general son acertados. Una de sus maravillas es el rico y detallado modelo de nuestro mundo que se conserva en nuestra memoria asociativa: en una fracción de segundo, ésta distingue lo sorprendente de los eventos normales, de inmediato genera una idea de lo que esperaba en lugar de la sorpresa y automáticamente busca una interpretación causal de las sorpresas y los eventos en el momento en que se producen. El Sistema 1 no es fácilmente educable» (pág. 541). Las instituciones son notablemente mejores que los individuos al tratar de evitar errores porque piensan más lentamente y tienen poder para imponer protocolos ordenadamente.

En definitiva, somos hijos de nuestra lenta y construcción durante centenares de miles de años. Una lenta cocción que ha dejado su huella en forma de soluciones a los problemas que comprometían la supervivencia. Nuestra principal tendencia es a construir historias coherentes que nos tranquilicen, aunque esté faltas de datos. Sin embargo, somos impresionables y recordamos mal la vida normal, la vida buena. Tenemos tendencia a engañarnos porque llevamos mal la culpa y el arrepentimiento nos lacera, por eso, odiamos perder y nos gusta ganar sin riesgo. No somos ese ser racional que los economistas más fanáticos postulan. Hacemos cosas raras, pero nos salvan las instituciones que vienen a ser nuestros sistema 2 (reflexivo) de repuesto, dado que el nuestro lo usamos poco. Las instituciones guardan en sus seno la experiencia de muchos errores cometidos y la solución que poco a poco fue alcanzada. Sabemos planificar, pero nos cuesta aceptar que la planificación contiene carencias que deben ser corregidas antes de actuar. Conocer nuestras debilidades ayuda a comportarnos mejor, pero también a abusar unos de otros. Tenemos un punto de saciedad, pero, a pesar de ellos nos gusta ir más allá de forma imprudente siguiendo la cola de un cometa llamado soberbia.

La gran transformación. Karl Polanyi. Reseña (26)

Estoy leyendo al mismo tiempo este libro de Polanyi y uno del liberal Axel Kaiser como prueba de mi capacidad de resistir fuego por los dos flancos cognitivos. He acabado antes el de Polanyi, que es una especie de libro vaca para múltiples referencias a otros autores relacionados con la cuestión. Y la cuestión es la pareja indisoluble que forman el socialismo o lo social como yo prefiero decir a estas alturas y lo liberal. Es decir dos formas antagónicas de economía política que están condenadas a entenderse. Ya anticipo que el libro de Axel describe una opción descarnada de la economía como una máquina muy bien engrasada con un ruido de BMW de inyección que deja caer personas por su tubo de escape. El libro de Polanyi, por el contrario es una descripción del ascenso y caída (según él) del liberalismo más salvaje imperante en el siglo XIX y la llegada de un socialismo capaz de ejercer el poder, planificar la economía y, al tiempo, mantener la libertad jurídica y generalizar la libertad efectiva, aquella que Berlin llama positiva.

Polanyi escribe el libro en 1944 cuando aún no se conocen los horrores del estalinismo. Cuidadosamente describe las razones del liberalismo económico para poner a punto su maquinaria productiva con la consecuencia de ser frenado en sus pretensiones por la respuesta de la sociedad. Obviamente Polanyi no podía saber que el sistema que él daba por muerto iba a renacer tras treinta años de socialdemocracia triunfante y treinta más de porfía de los liberales por recuperar el terreno perdido hasta el momento actual en que de nuevo parece que están cerca de sus fines. Al menos hacen mucho ruido mediático y están aprovechando bien la debilidad de su contrario que, confiado durante muchas décadas, ha perdido nervio teórico y práctico en su acción política.

Polanyi dedica una buena parte del libro a describir la situación política y económica de Occidente en el siglo XIX, pero hace excursiones al siglo XVII y XVIII para presentar a los precursores del liberalismo y sus pretensiones. Así partiendo de un sistema basado en la explotación de la tierra (léase la naturaleza), describe como la lógica del sistema capitalista lleva a convertir en mercancía también al trabajo y al dinero. Para ello, en la precursora Inglaterra, una vez desatada la capacidad de transformar energía e instaladas las fábricas productoras de tejidos, la aristocracia se apodera de la tierra comunales y las cerca provocando el éxodo a las ciudades a trabajar en las fábricas. Una vez allí el trabajador desarraigado de su cultura tradicional es obligado a un régimen de salario regular con la alternativa del paro. Este salario se reduce al mínimo de subsistencia porque, como dice el cruel Joseph Townsend (1739-1816) pretendiendo ser científico:

El hambre domesticará a los animales más feroces, enseñará a los más perversos la decencia y la civilidad, la obediencia y la sujeción. En general, únicamente el hambre puede espolear y aguijonear a los pobres para obligarlos a trabajar…

Naturalmente Townsend era un vicario muy religioso que creía estar haciendo lo correcto, como se desprende de este descarnado razonamiento:

Las leyes, hay que reconocerlo, han dispuesto también que hay que obligarlos a trabajar. Pero la fuerza de la ley encuentra numerosos obstáculos, violencia y alboroto; … (mientras que) el hambre no es sólo un medio de presión pacífico, silencioso e incesante, sino también el móvil más natural para la asiduidad al trabajo.

Por eso Townsend y Bentham consideran que toda asistencia a los pobres debe ser abolida. Sin embargo no faltaban almas caritativas que trataban de prolongar los efectos las leyes para pobres del medievo aunque erraran en los enfoques. Así en 1794 se establece en Speenhamland un complemento a los salarios para alcanzar el nivel de subsistencia. Un método que rápidamente es absorbido por los patronos reduciendo los salarios proporcionalmente. Un método éste que todavía hoy es propuesto por algunos economistas a pesar de los antecedentes. Sólo las molestas leyes de salarios mínimos neutraliza los defectos de estas propuestas. Tampoco Edmund Burke (1629-1797) se queda corto en la búsqueda de justificaciones a la situación:

Cuando aparentamos mostrar piedad por esos pobres, por esas personas que deben trabajar – ya que de otro modo el mundo no podría subsistir-, nos burlamos de la condición humana.

Una vez que ha convertido en mercancía al ser humano y a la tierra, es decir, una vez creado un mercado para el hombre y la naturaleza, el naciente capitalismo, orientado fundamentalmente a la exportación, necesita crear también un mercado del dinero y para eso establece un patrón de referencia (el oro) al objeto de poder intercambiar mercancías con este respaldo. De esa forma fue posible el librecambismo y, con él, la internacionalización del comercio. El mecanismo permitía corregir los desequilibrios de la balanza comercial entre países con transferencias de oro entre ellos produciéndose en teoría un fenómeno de reequilibrio de precios, puen en los países emisores de oro bajaban los precios por falta de liquidez y en los países receptores del oro subían los precios por el exceso de liquidez. Un buen ejemplo de esto último era la inflación en la España del siglo XVI y XVII con las remesas de oro y plata proveniente de América. Por cierto una oportunidad que nuestro país perdió de avanzar, al derrochar todo esa riqueza en mantener la influencia del catolicismo en Europa frente al desafío luterano.

El patrón oro facilitó el comercio internacional pero ponía en peligro el llamado dinero crediticio, es decir, la capacidad de crédito en el interior de los países. A Polanyi le parece que la conversión del dinero en mercancía era un ficción como lo había sido considerar a la naturaleza o al ser humano igualmente como mercancías. Este problema que ponía en peligro a las empresas se mitigó con la creación de los Bancos Centrales, que se ocuparían de mitigar los problemas de deflación que podría generar la carencia de oro como respaldo del dinero circulante.

De esta forma, el liberalismo, una vez generalizado su concepto de mercancía a todos los elementos que contribuyen a la producción, creyó ver en el mecanismo económico la perfección de la laboriosidad humana. Un mecanismo que no había que tocar permitiendo su desenvolvimiento sin estorbos. Pero la sociedad reaccionó una vez que la revolución industrial la dejaba la margen. Por eso la mejora de las condiciones de los trabajadores se debía más a la reacción social espontánea ante la dureza del planteamiento de proceso espontáneo y libre de la economía capitalista. Así los movimiento ideológicos socialistas, los ideológicamente neutrales sindicatos y, sobre todo, la lucha por el voto que no se alcanza hasta el siglo XX con escasas excepciones. Una resistencia a donar el voto a las clases populares que hoy, de nuevo, empieza a ser barajada por los liberales que sospechan de la democracia cuando la población evoluciona hacia posiciones menos concurrentes con sus posiciones. No en vano el ejemplo de Chile con Pinochet les hace dudar de los defectos de cierto autoritarismo si se muestra proclive a una sociedad liberal en lo económico y sujeta en lo social y político. De esta forma se sigue la tradición que inauguraron figuras como Macaulay, Mises, Spencer o Sumner, que pensaban que una democracia generalizada ponía en peligro el capitalismo. Aunque confiaba en que la exigencias de los trabajadore nacionales fueran controlada por el conocimiento de que el comercio internacional ponía límites al hacer perder competitividad a las exportaciones. Este problema con el trabajo como mercancía se daba también en el ámbito del dinero, pues ya Bentham advirtió que la propiedad sufría con la inflación y con la deflación. En un caso porque el capital perdía capacidad adquisitiva y en el otro porque el interés del capital desciende.

El caso es que los defectos de la maquinaria del mercado dejada a su albur crearon las condiciones para dificultar las pretensiones liberales. Estos movimientos tendrían su fundamento, según Polanyi, en el hecho constatado por los antropólogos de la época, de que el hombre tienen intereses que preceden al del lucro y en la propia experiencia de sufrimiento en las factorías de la época, en las que se fuerza el establecimiento de medidas de seguridad, edad mínima para trabajar, etc… porque, como dice Polanyi:

La protección social es el complemento obligado de un mercado autorregulado.

Otro efecto de la ideología liberal extrema era la disolución del concepto de nación deslumbrados por la imagen de una maquinaria económica casi automática que superaría cualquier barrera nacional. Aunque para vencer resistencia y cobrar deudas no duda en usar las cañoneras. De este modo, se creía poder crear un sistema planetario con el respaldo del oro para las diferencias monetarias entre países.

El caso es que durante el siglo XIX y principio del XX el capitalismo se expande a todas las dimensiones materiales y humanas, generando, dialécticamente, la reacción social que Polanyi llama La Gran Transformación. Una transformación que Polanyi considera se encuentra en el socialismo que es capaz de trascender el mercado autorregulado «subordinándolo conscientemente a una sociedad democrática«.

Pero antes de esa transformación Polanyi analiza las razones del gran trauma que supuso el fascismo. Nuestro autor piensa que los inicios de la influencia de los partidos populares en los parlamentos despertaron temores por «intervenciones brutales» en la industria de la que dependía la subsistencia social. El fascismo tiene sus propios objetivos, pero se presenta como una solución de firmeza y clarificación cuando los contendientes, liberales (defensores de la economía autónoma) y socialistas (defensores de los intereses de la sociedad trabajadora de la época), llevan al país a una parálisis. Una situación que permite que pequeños grupos muy violentos se hagan con el poder para aplicar un programa propio. El fascismo lleva su enfoque más allá de los intereses reaccionarios de los conservadores y, desde luego, contra las posiciones socialistas a los que ven como rivales en la conquista de la voluntad popular. El programa fascista es imperialista, trascendiendo el nacionalismo que le ayuda a conseguir el poder desplazando a las masas de los problemas económicos a las emociones identitarias. En las dos guerras del siglo XX ninguna de las propuestas internacionalistas (comunismo, liberalismo) consiguieron impedir que la defensa de la patria ocupara un lugar preferente en el alma de cada combatiente. Así los trabajadores con supuestos intereses comunes, según la ideología socialista, se enfrentaron con fiereza a uno y otro lado de las trincheras.

Sean cuales sean los rasgos del fascismo (liderazgo fuerte, racismo, imperialismo), Polanyi establece una clara correlación entre la situación económica y la emergencia del fascismo. Así considera que en el período europeo de 1917-1923, los gobiernos llamaron a los fascistas para que le ayudaran a mantener el orden social y así restablecer la confianza en la economía. En el período 1924-1929, la recuperación de un aparente buen funcionamiento de la economía liberal, diluye el fascismo que prácticamente desaparece y, finalmente, a partir de 1930 la crisis económica mundial, lleva el fascismo al poder en prácticamente todo el mundo. En el primer período aparece el fascismo con un programa que reacciona ante la amenaza de adanismo por parte de las propuesta socialista: internacionalista, atea y haciendo tabla rasa de los mitos fundacionales de las naciones. Programa con el que inquietan a los conservadores y facilita el ascenso del fascismo. Un fascismo nacionalista, racista, con visión económica orgánica estatalista y totalitaria además del culto a la personalidad del líder, que se opone al capitalismo (por judío) y al socialismo (por internacionalista). Por eso Alemania corta todos los lazos con el sistema económico internacional con el acceso de Hitler al poder, pues consideraba que la economía mundial estaba en una crisis irrecuperable, además de que necesitaban dirigir todos los esfuerzos a la producción militar dada su condición de tercer imperio.

Y aquí es donde Polanyi sitúa su Gran Transformación, pues considera que la Alemania Nazi es el primer país en aprovechar el hundimiento de la economía de mercado. Y, para más preocupación (por mi parte) por la posición de Polanyi, éste considera que Rusia a partir de 1930 implanta el socialismo y se erige como representante privilegiado de un nuevo sistema que reemplazaría a la economía de mercado, culminando la gran transformación. Y remata:

El socialismo en un sólo país fue producto de la incapacidad de la economía de mercado para proporcionar un lazo de unión entre todos los países, y lo que apareció como la autarquía rusa no era sino la desaparición del internacionalismo capitalista. El fracaso del sistema internacional liberó las energías: los raíles habían sido colocados por la fuerza de las tendencias inherentes a una sociedad de mercado.

Y parece oportuna también esta cita:

Tras un siglo de «mejoras ciegas», el hombre restauró su «hábitat». Si no se quería dejar que el industrialismo pusiese en peligro a la especie humana, había que subordinarlo a las exigencias de la naturaleza del hombre.

Y el caso es que Polanyi piensa que la economía de mercado necesitó, paradójicamente, de la intervención del Estado para su implantación. Cita a Knight que dice que:

Ningún móvil específicamente humanos es económico

Y, ya animado, concluye:

La civilización industrial continuará existiendo cuando la experiencia utópica de un mercado autorregulado no sea más que un recuerdo.

Una civilización en la que ni el trabajo, ni la tierra, ni el dinero serán objeto de la economía de mercado. Una visión, está sí, ciertamente utópica que espera que, de la desintegración de la economía de mercado, resulten nuevas formas sociales en las que el mercado seguirá siendo la pauta para que se fijen los precios y el ámbito para que se disfrute la libertad del consumidor, sin que se pierdan los rasgos específicos de cada cultura. Un aspecto este último digno de una reflexión cuidadosa.

Polanyi antes de acabar hace unas reflexiones sobre la libertad. Considera que los propios medios destinado a posibilitar la libertad la obstaculizan y la destruyen. Cree que la reglamentación que extiende la libertad la restringe al mismo tiempo. Distingue entre libertades jurídicas y libertades efectivas. La primeras tiene que ver con los derechos y los segundos con la capacidad de elección. Ésta última la tienen garantizada las clases altas que puede disfrutar el ocio con seguridad, pero están poco interesadas en extenderla a otros niveles con una mejor distribución de la renta. Su cuenta es que un país tiene una cantidad determinada de libertad que puede ser concentrada en unos pocos o distribuida, sin que Polanyi sugiera la igualación. Por otra parte, considera que es necesario preservar algunas libertades como las de expresión e intelectuales aunque «se hunda» la economía del mercado autorregulado, como él diagnostica. Por eso espera que la libertad, y la paz que la haga posible, deben ser las metas de la nueva sociedad que «sustituya» a la que se retira. Exige el mantenimiento de la libertad de disentir, pero le preocupa que la burocracia de la nueva sociedad pueda atentar contra la libertad, por lo que sugiere la creación de leyes intocables al respecto que protejan la libertad de la inevitable concentración de poder que se generará en una sociedad en la que economía y política estén de nuevo unidas. Resulta muy ingenuo por su parte considerar que:

La quiebra de la economía de mercado puede suponer el comienzo de una nueva era de libertades sin precedentes. La libertad jurídica y la libertad efectiva pueden ser mayores y más amplias de lo que nunca han sido.

Aún reconociendo que en 1944 no se conocían los crímenes de Stalin, la historia de la humanidad es pródiga en ejemplos sobre las consecuencias de una alta concentración de poder, sea cual sea el pretexto. El mismo fascismo reinante en Europa y Asia mostraban los rasgos arbitrarios y beligerantes de estos regímenes. Su pretensión de conciliar libertad con una sociedad que restringe la espontaneidad de la actividad económica y pretende planificarla se ha demostrado imposible. Otra cosa muy distinta es una tensión civilizada para que las pretensiones de una economía autorregulada sin control sean reducidas para corregir sus disfunciones y para una mejor distribución de sus resultados, de modo que toda la sociedad sea cohesionada por un espíritu de cooperación no necesariamente igualitaria, como corresponde al hecho de que sus logros son consecuencia de la acción coordinada de muchos.

Polanyi se resiste y acusa a los conservadores, que en su época se opusieron a toda reglamentación y planificación, de favorecer que fueran los fascistas los que utilizaran estos métodos y abolieran toda libertad. Tal parece que Polanyi no ve relación entre una economía planificada y el riesgo para las libertades. Por eso insiste que los liberales deben aceptar que la economía se someta a una política democrática que pueda evitar las desigualdades excesivas en las libertades efectivas (las de elección), sin considerar que las consecuencias sean la pérdida de todas las libertades. Es decir cree en un socialismo dirigista pero democrático. Una ecuación complicada, pues si se mantiene la democracia habrá alternancia en el poder de ideas muy distintas sobre cómo organizar el mundo económico creando graves disfunciones. En todo caso, le parece que la pretensión liberal había fracasado y que los liberales debían aceptar que la sociedad no puede quedar al margen del proceso económico hasta el extremo de aceptar regulaciones que eviten que las personas no sean dañadas. Para eso, dice Polanyi es necesario poder y coacción porque la libertad absoluta que proponen los liberales es una utopía dañina.

Por otra parte Polanyi reconoce que entre el fascismo y el socialismo se da la coincidencia del rechazo de la economía liberal porque reconocen la necesidad del ejercicio del poder en la sociedad, pero que se diferencias en que el socialismo considera innegociable el mantenimiento de la libertad. Una libertad restringida en su dimensión económica y sin coacción en su dimensión efectiva (elección). Este es sin duda una peligrosa posición pues no se conocen sociedades con estas características, pues cuando el poder se concentra la salida que parece natural es la fijación de fines forzadamente unánimes y concebidos por políticos que no pueden anticipar todas las complicaciones de una sociedad moderna. También considera que el carácter universal con el que el cristianismo revistió a todos los seres humanos es rechazado por el fascismo que se muestra claramente racista.

Polanyi considera que el conocimiento de la muerte dota al ser humano de la energía para eliminar toda injusticia y no renunciar a la libertad. Su último párrafo es significativo:

Mientras (el ser humano) se mantenga fiel a su ingente tarea de conseguir más libertad para todos, no existe razón para que el poder o la planificación se opongan al él y destruyan la libertad que está en vías de conseguirse por su mediación. Tal es el sentido de la libertad en una sociedad compleja: nos proporciona toda la certeza que necesitamos para vivir.

Es decir, Polanyi cree que ha llegado el momento (en su época) de que, del mismo modo que fueron sacrificadas muchas generaciones de trabajadores para que la maquinaria industrial se pusiera en marcha, ahora sean la clases altas a las que se agradezcan los servicios prestados para crear una sociedad más igualitaria.

Desde la altura de 2019, se puede comprobar que el ensayo socialista ortodoxo, el que ejercía el poder y planificaba que describe Polanyi, tanto en su versión dura (URSS) como en su versión débil (Occidente), acabaron su recorrido en los primeros años ochenta del siglo XX a pesar de que éstas últimas sí cumplieron con sus expectativas, como hasta el mismísimo Friedrich Hayek acabó admitiendo. Momento éste en el que los liberales volvieron a la carga hasta conseguir poderosos cambios en las reglas de juego para desembarazarse de la reglamentación que le impedía volver a conectar con los principios originarios. Logro que ha tenido como consecuencia una terrible crisis en el principio del siglo XXI que ha desequilibrado de nuevo la distribución de la renta y, con ella, la distribución de la libertad efectiva. Pero lo ha hecho con un poderoso paliativo: los dispositivos electrónicos y la industria del entretenimiento. Tal parece que la sociedad no encuentra el modo de tener una política híbrida y prefiere escorar el barco hasta hacer crujir todas las cuadernas, unas veces a babor (izquierda) y otras a estribor (derechas).

Capitalismo, socialismo y democracia . Joseph Schumpeter. Reseña (25)

INTRODUCCIÓN

Joseph Alois Schumpeter fue un economista nacido en lo que actualmente es la República Checa en 1883 y muerto en 1950 en EE.UU. Forma parte del grupo de grandes economistas del siglo XX, como Keynes del lado que podríamos llamar social, o como Hayek o Mises, del lado liberal. Es conocido, como a casi todos aquellos autores poco leídos fuera de sus ámbitos de especialización, por algún tópico. En su caso es un tópico muy potente: el de la «destrucción creativa«.

Schumpeter no necesitó situarse en un bando u otro, sino que utilizó su inteligencia para entender las distintas opciones y aportar ideas frescas al universo intelectual de la economía. Pero no se conformó con eso y trató de ir más allá y combatir con el, entonces, sólido sistema político, económico y social que representaba el comunismo, que él llama socialismo. Y lo hace con limpieza intelectual llegando a conclusiones sorprendentes.

En el prólogo al libro, el premio Nobel Joseph Stiglitz llama la atención sobre el énfasis puesto por Schumpeter en la innovación y el monopolio como alternativas a la pretensión de una economía en equilibro en base a la competencia perfecta. También destaca los factores desestabilizadores de las acciones oportunistas de las empresas financieras que generan burbujas en colusión con políticos arribistas condicionados por las ayudas a sus campañas electorales.

Este libro no es sólo un libro en el que la economía juega un papel específico, sino donde es utilizada como criterio para especular sobre la evolución social y política moderna. Está escrito en 1942, sumándose a otros textos célebres, como «Las sociedades abiertas y sus enemigos» del filósofo Karl Popper, escritos en plena guerra mundial. Una época en la que el sufrimiento social es tan evidente que estimula las reflexiones explicativas a la búsqueda de soluciones.

Schumpeter no rehuyó el encontronazo con el marxismo, como fuente de la mayoría de las tensiones geoestratégica del período previo a la II Guerra Mundial y las que se mantuvieron hasta 1989 entre los dos grandes bloques socio-económicos: el capitalismo y el comunismo. Como hombre inteligente no se limitó a despreciar al adversario, sino que lo estudió y retuvo algunas de sus propuestas una vez desbastadas de sus aspectos más controvertidos, si no falsos. Quizá los más llamativo de las reflexiones de Schumpeter sea su convicción de que el capitalismo se desliza paulatinamente hacia el socialismo como consecuencia de determinados factores, aceptando así una atrevida tesis a la que ni el propio Marx, ni el activismo comunista fueron leales: la inevitabilidad del socialismo por movimientos internos del capitalismo.

RESEÑA*

(*) Los comentarios a las ideas de Schumpeter están en tipo 15

Empieza su texto con un repaso a su visión de Marx en varias facetas. La primera la del Marx profeta, pues considera que gran parte del éxito del marxismo reside en que es una religión que promete el paraíso en la tierra. Marx dotó de terminología y munición política a sus correligionarios, pero fue mucho más que eso, pues, según Schumpeter, en caso contrario habrías corrido el destino al que la sociedad somete a aquellos que «escriben los libretos de sus operetas políticas«; que no es otro que el olvido.

El éxito del Marx profeta lo estriba Schumpeter en que fue una fe nueva en una época utilitaria y positivista que no ofrecía nada al desesperado. Marx dotó a millones de personas de un sentido para sus vidas. Un detalle que no debe olvidar ningún aspirante a reformador social. Aspecto éste que el capitalismo no necesita utilizar, dado que cree que basta con dotar a la gente de comodidad material para garantizarse el éxito, lo que tampoco es verdad, pues el ser humano no es unidimensional. Se nota en el propio Schumpeter el hechizo de la obra de Marx, lo que no le impide atacarlo sin piedad en sus graves errores económicos, aún sin conocer los crímenes que estalinismo estaba cometiendo mientras él escribía su libro. Probablemente a Schumpeter no le sorprendería que todavía treinta años después del derrumbe estrepitoso del estado que Lenin estableció en 1917 halla jóvenes que se sientan atraídos por el marxismo, e intelectuales adultos que presenten arteras tesis pretendidamente modernas y teñidas de hegelianismo para manipularlos en su natural ansia de destruir creativamente la herencia de sus padres.

Al analizar al Marx sociólogo, no le acusa de demagogo, pues siempre basó sus argumentos en hecho sociales. Otra cosa es lo certero de su interpretación que, según Schumpeter, estaba siempre teñida por su formación filosófica de aspectos ajenos a tales hechos confundiendo «a amigos y enemigos». Le reconoce un mirada aguda para los acontecimientos históricos en los que sabía trascender la superficies para penetrar al núcleo causal de lo sucedido. Schumpeter resume la teoría de la historia de Marx en 1) «las condiciones de producción son el factor fundamental determinante de las estructuras sociales , las cuales, a su vez, engendran actitudes, acciones y civilizaciones» y 2) «las mismas formas de producción tienen una lógica propia, es decir, cambian de acuerdo con sus necesidades inherentes, de forma que crean a sus sucesoras simplemente con su propio funcionamiento«. Schumpeter acepta la mayor y critica a quienes piensan que son más influyentes los factores éticos y religiosos. Pero a continuación objeta que la tozudez con la que las formas sociales se mantienen contra toda innovación material hace sospechar de una fundamental desvinculación mutua, o, mejor aún, su mutua influencia.

Por lo que respecta a las clases sociales y la pretensión de que la historia se interpreta a partir de su enfrentamiento, Schumpeter de nuevo adopta una actitud crítica, pero atenta a lo que le parezca verdad en su formulación. En este caso, considera que del abusivo planteamiento marxista puede quedar la constatación de que los intereses sociales entran en conflicto y condicionan las acciones de los seres humanos. Pero, en ningún caso, acepta la simplificación de que siempre se han dado dos frentes y sólo dos frentes en conflicto: los detentadores de los medios de producción y el resto. Una visión simplificadora y tan discutible como es la pretensión de interpretar la historia como la lucha de razas, como Gobineau proponía. Schumpeter le reprocha a Marx que no acepte la idea de que la «acumulación primitiva» tiene origen en el ahorro y la inteligencia para usarlo.

Se podría añadir que tampoco hay que descartar el despojo por la violencia, pero eso no se da siempre entre el fuerte y el débil, sino entre fuertes más a menudo, a lo que hay que sumar que no todos saben usar el ahorro para crear riqueza. Ahorros que, por otra parte, no tienen porque provenir del mismo que los aplica, sino de esa institución fundamental que es el préstamo. Se pone aquí de manifiesto las dificultades de interpretación de unos mismo hechos históricos que, aportada una tesis, puede ser puesta boca abajo provocando la perplejidad en el lector. Hay muchas formas de tener relevancia social, aunque vayan acompañadas de su premio económico, distintas de la explotación. Y añado, que siempre existirá la sospecha de que el reparto generalizado de los beneficios, en la mayoría de los casos, hace colapsar el sistema por falta de recursos financieros para emprender los procesos innovadores. El capitalista, una vez satisfechas sus necesidades o sus caprichos dedica la mayor parte de su fortuna a las inversiones productivas. Otra cosa son sus herederos no forjados en el trabajo, sino en el hedonismo.

Así Schumpeter considera a las clases más una consecuencia que la causa de los procesos económicos. Pero la dinámica social y económica hace y deshace clases con más facilidad de la que la teoría marxista pronostica. Lo que no se puede negar es el carácter causal de la idea de la lucha de clases sobre el activismo comunista. Pero no más allá, pues, en realidad, es la lucha sindicalista la que realmente es activa, pero, ésta, no es una lucha para cambiar el sistema, sino para mejorar las condiciones de cada momento. Marx considera que su definición sociológica requiere comprender su relación con parámetros económicos del proceso que acabará con las divisiones de clase.

En el capítulo sobre Marx economista, Schumpeter destila admiración por el personaje y su forma de trabajar. Aunque cree que su prosa ardiente facilitaba el desprecio de sus enemigos a la almendra de su pensamiento económico. Marx parte de la teoría del valor de las mercancías que sostenía, con algunas diferencias, el célebre economista y maestro de Marx, David Ricardo (1772-1823), que asociaba el valor a la cantidad de trabajo necesaria para su producción. Schumpeter la rechaza por ideológica con propósitos de lucha social y sin capacidad de explicación de los fenómenos económicos. En efecto, no funciona fuera de una competencia perfecta y, aún así, si el único factor de producción es el trabajo. Fue pronto sustituida por la teoría de la utilidad marginal. Según Schumpeter, las masas no siempre se han sentido explotadas, aunque esa sea la percepción de los intelectuales que han querido interpretarlas. Pero Marx no se limitaba a ese lamento, sino que buscó una causa impersonal, casi física de la explotación. Esta es la plusvalía que, en la interpretación de Schumpeter, se compone de horas utilizadas y no pagadas por el capitalista que exceden del coste que para el obrero supone estar en condiciones para el trabajo. Horas que, en el marco de la teoría del valor de Marx depende del número de horas empleadas en dotar al obrero de su «fuerza de trabajo». Por tanto, si el obrero aporta unas horas de «puesta a punto» (comida, descanso), pero el empleador lo usa «más horas» y no se las paga, como en proporción, vende la mercancía más cara, está «robando» la diferencia al obrero. De modo que, bajo el hecho de que el empleador no paga al obrero menos de lo que vale su fuerza de trabajo y el hecho de que no cobra al consumidor más de lo que vale la mercancía en términos de valor aportado por sus trabajadores, se esconde la explotación en forma de horas de más aportadas por el obrero que, en vez de revertir a él, es retenida por el capitalista. A Schumpeter no le queda más remedio que rechazar la teoría, pues, en su opinión, ni en una economía de competencia perfecta es posible que, como se desprende de la teoría de la plusvalía, todos los capitalistas ganen dinero, pues eso llevaría a desequilibrios inmediatamente por su interés en aumentar ilimitadamente la producción.

Marx cree que el capitalismo no es estacionario, sino que está en constante evolución. Pero Schumpeter cree que esto no salva la teoría, aunque sí proporciona interesantes ideas. Por ejemplo, si el valor procede solamente del capital variable (los trabajadores) y no del capital constante (equipos, instalaciones), la evolución del sistema hacia empresas con menos trabajadores implica la caída de la tasa de beneficio. Una teoría que que Schumpeter rechaza, pero lo hace admirando a su autor por su ingenio y coherencia, aunque contraste con la realidad. Marx sostiene que la plusvalía acumulada (ahorrada) es empleada para la transformación en capital real que se aumenta por su parte variable (empleados), donde reside la plusvalía, antes que por su parte constante (equipamiento). Así se plantea la interesante cuestión de que en una supuesta situación de equilibrio llevaría a los capitalistas a aumentar la producción para aumentar el beneficio, para lo que necesitan acumular plusvalía, provocando el aumento de los sueldos (por exceso de demanda) y, por tanto, una paradójica reducción de la plusvalía. Situación que seguiría hasta la eliminación de la plusvalía y, con ella, a la eliminación del capitalismo mismo.

Este proceso evolutivo y autodestructivo no se da, en opinión de Schumpeter, debido a que el progreso capitalista tiene origen en la innovación, que destruye empresas y crea otras nuevas cambiando totalmente las condiciones de competencia y la distribución de salarios y beneficios mediante coacciones como las patentes y acumulaciones asimétricas por prácticas monopolísticas basadas en el conocimiento. Un mecanismo que obliga a la acumulación de beneficios para financiar la capacidad de competir ante nuevos productos y nuevas formas de producción. Para Schumpeter, Marx vio con claridad este proceso, pero no sacó las conclusiones adecuadas por su necesidad de fundamentar una revolución inevitable del capitalismo hacia su destrucción inexorable. Por eso no vió que los beneficios en estas circunstancias no provienen de la plusvalía, sino del conocimiento. Así, la destrucción de un empresa no estaría en la disminución de su plusvalía, sino en su incapacidad de competir con las innovaciones de sus rivales. Además el progreso del capitalismo no produce aumento del capital variable, sino, muy al contrario, del constante.

Una situación que lleva camino de su máximo con la creciente automatización robótica. Un proceso que, en la terminología de Marx, sería la inversión de la plusvalía acumulada en capital constante. También se podría decir que los científicos vierten al seno del capitalismo conocimientos por los que no son compensados. Véase, en contraste, la riqueza que puede acompañar a un cantante mediocre pero popular a base de honorarios y derechos de autor. La explicación obvia está en el valor que millones de personas con criterio más o menos discutible le da a las creaciones de ese artista. Un vía de enriquecimiento que el científico no tiene por ser su aportación apreciada en ámbitos restringidos.

Sin embargo, Schumpeter admira en Marx su capacidad de anticipar el desarrollo de acumulación del capitalismo, la aparición de los grandes grupos empresariales y sus implicaciones sociales. También la realidad ha desmentido, según Schumpeter, la tendencia a la baja de los salarios de las masas trabajadoras debido a la competencia del ejército de reserva compuesto por los trabajadores en paro resultado de la creciente mecanización. El retraso de esta «inmiseración» (depauperación) de la clase obrera, que traería la última fase del capitalismo con la expropiación de los expropiadores, no se ha dado.

Se puede añadir que, ni siquiera ahora, con la amenaza cierta de una decisiva automatización los salarios bajan, sino que aquellos países incapaces de seguir la deriva innovadora de otros, sólo saben competir bajando los salarios y, por tanto, poniendo en riesgo los equilibrios sociales. Pero dado que la industria moderna se basa, en gran medida, en el autoconsumo esta situación tiene un límite, pues el trabajador hace tiemp que se transformó en un consumidor antes que un «factor de producción». Así la depauperación o inmiseración tenía un límite temporal y estructural: el del capitalismo basado en la colonización y la exportación. Una vez alcanzado el límite, la salida eran los mercados internos y éstos han traído una distribución de las rentas muy confortable para los trabajadores. Situación que también ha cumplido su ciclo para dejar paso a la sociedad de los inútiles que nos trae la inteligencia artificial y la sociedad ecológica que nos trae las señales de agotamiento del planeta. Una nueva situación que generará nuevas soluciones De momento, dada la novedad, los monopolios tecnológicos están produciendo verdaderos agujeros fiscales en las naciones en las que actúan por el triple efecto de 1) bajar los salarios aprovechando el low cost de los productos impidiendo que sus trabajadores coticen a la seguridad social; 2) destruir a las clases medias al sustituir el know how de las personas por la inteligencia artificial, eliminado el aporte fundamental de estas a la fiscalidad del estado y 3) no pagar impuestos en los países en los que actúan al situar su sede en otro país tras una subasta para obtener una posición de ventaja fiscal extraordinaria.

Es claro que Marx pronostica la depauperación porque no tiene la visión del aumento exponencial de la productividad debido a la tecnología. Sin embargo, según nuestro autor en el análisis de los ciclos es de las pocas ocasiones en las que Marx mira la realidad como es sin violentarla para su ajuste a su teoría. Para Schumpeter se adelantó a su tiempo con el mero hecho de percibir la secuencia cíclica de la actividad económica capitalista. También comparte con Marx que la evolución del capitalismo destruirá las bases de la sociedad surgida con él. Por último, le reconoce la originalidad de haber combinado «químicamente» la historia y la economía más allá de que aquella fuera usada como ilustración anecdótica de conclusiones. En definitiva, concluye que el fracaso de Marx ha resultado muy fecundo.

En cuanto al Marx maestro, Schumpeter considera que su interacción entre la economía y la sociología llena de contenido a las abstracciones de la economía. Las guerras, la revoluciones, los cambios de legislación, que en la economía son vista como perturbaciones, en Marx son componentes esenciales de su análisis holista de la realidad (acierte o no en sus análisis).

SUPERVIVENCIA DEL CAPITALISMO

Schumpeter arranca esta parte de su libro con un rotundo no como respuesta a la pregunta de si sobrevivirá el capitalismo. Su posición no es que se vaya a producir una quiebra económica, sino que su desarrollo exitoso mina las instituciones sociales que le dan soporte. El éxito del capitalismo lo mide con el crecimiento en equipamientos (capital) y rentas para el consumo puesta a disposición de la gente. Considera que el ritmo de este crecimiento es del 2% anual como media y que no se producen desequilibrios relevantes en la desigualdad entre pobres y ricos en términos monetarios, aunque no tanto en términos de objetos duraderos, cuya calidad es proporcional a su precio . De este modo la renta se dobla en cincuenta años. Con este crecimiento, Schumpeter cree que el capitalismo acabará con la pobreza, entendida como incapacidad para alimentarse, vestirse y tener cobijo. Por otra parte cree que los grandes beneficiarios del crecimiento acompañado de cambios tecnológicos son para las masas, puesto que los equipamientos industriales se amortizan en la medida que producen masivamente. Pone el ejemplo de Luis XIV que no necesitaba iluminación eléctrica puesto que tenía suficientes velas y sirvientes para que se ocupasen de su reposición y limpieza. La reina Isabel I de Inglaterra ya tenía medias de seda, pero ha habido que esperar al siglo XX para que hasta las obreras de las factorías las puedan usar. El capitalismo va haciendo crecer la riqueza general a golpes de cambios tecnológicos cualitativos que siguen un modelo ondulatorio de comienzo, desarrollo y saturación de mercados que provoca cíclicos procesos de renovación que incluyen la caída de empresas con instalaciones obsoletas. De este modo un mismo dólar aplicado al consumo multiplica su valor a obtener bienes más depurados y eficientes. Schumpeter no deja de lado, además, los bienes culturales que, no formando parte de la idea original de producción material, sí la acompañan. También suma al éxito capitalista las luchas sindicales que no tendrían objeto de no haber una riqueza a la que se aspira previamente producida. En definitiva, que Schumpeter cree que el capitalismo, dejado solo, da satisfacción a las aspiraciones de todos los reformadores sociales que el mundo ha dado. En cuanto al paro, considera que su picos se deben a los períodos de adaptación a las nuevas tecnologías y que el nivel de rentas alcanzado permite subsidiar esta situación temporal de los trabajadores. Por lo que rechaza alguna tendencia subterránea que llevarían al capitalismo a generar ejércitos de parados.

Se puede decir que en 2030 se someterá el capitalismo a un prueba de fuego al respecto cuando la automatización de la producción llegue a los niveles que se anuncian con el desarrollo de las tecnologías digitales. Una situación en la que la salida que pronóstico será la generación de sofisticados servicios inter-personas como muestra el grado de calidad alcanzado por los servicios públicos al cuidado de la salud y la ancianidad o la economía colaborativa de las aplicaciones digitales. Lo que se lleva a cabo, obviamente, con rentas restadas a la distribución original.

¿CAPITALISMO DE RAPIÑA?

Schumpeter considera que la recompensa hipertrofiada a algunos empresarios proporciona un impulso más potente que el que supondría un reparto «más justo» entre industriales. La dureza del sistema de selección del que accede a la condición de «hombre de negocios» lleva a que algunos muy competentes sean excluidos enviando un mensaje de dureza que pone alerta a los demás en la gestión de sus empresas. Pero, en general, el competente asciende hasta donde su capacidad le permite.

Por mi parte añado la sospecha de que quien decide hacer una carrera en los negocios cruzará, sobre todo en la fase ascendente, las fronteras de la legalidad, ya por la vía del pago mermado de salarios o por la de involucrarse en operaciones de soborno para la consecución de mercados. El hecho de que estos combates entre empresarios tengan como objetivo la consecución de fortunas contrasta con el hecho de que los efectos son beneficiosos para la generalidad de la gente. Un argumento que se vuelve crecientemente eficaz cuando el proceso de enriquecimiento individual – beneficio general, se combina con el aumento de la productividad basado, no en la explotación de masas, sino en la tecnología.

Los economistas clásicos (de Smith a Ricardo) refutaron la idea de que el lucro iba en contra del bien general. Pero, Schumpeter ataca este aspecto de las teorías de los economistas clásicos. Primero acepta la tesis de que el beneficio del productor se maximiza cuando se alcanza, en un régimen de competencia perfecta, la producción máxima. Producción máxima que es cifrada en el momento en que el incremento del coste por la producción de una unidad adicional (coste marginal) iguala al precio con el que puede venderlo. Una producción que considera socialmente deseable. Pero, aunque los clásicos advirtieron que la competencia perfecta no se daba en casos de monopolio, consideraban que era una cuestión de tiempo su desaparición. El monopolio se caracteriza por crear situaciones en las que las empresas no aceptan el precio impuesto por la competencia, sino que lo imponen. Pero, nuestro autor, cree que, por el contrario, las situaciones de competencia perfecta son las excepción y son los monopolios, es decir, los mercados especiales lo normal para muchas empresas. Logro que consiguen mediante estrategias de calidad y publicidad, unidas a estrategias agresivas como compra de patentes para no usarlas o los costos del ejercicio de lobby antes órganos legislativos.

Este análisis parece darle la razón a la creencia de que el afán de lucro aleja a la maquinaria capitalista de sus fines sociales y la convierte en una máquina ineficiente con demasiadas pérdidas en las luchas por el dominio de los beneficios. Schumpeter presenta al respecto dos teorías alternativas: 1) se podría decir que la máquina funciona a pesar de los sabotajes a que la somete la ambición burguesa y 2) que, si bien hubo un tiempo en que la producción máxima era la norma, en la actualidad los monopolios de las grandes empresas han invertido la tendencia. Schumpeter sostiene provocadoramente que ni hubo una edad de oro de la competencia perfecta, ni los monopolios han parado el crecimiento del beneficio general de cada individuo procedente de la producción generada. Para ello examina el número de horas empleadas por el trabajador para obtener los recursos que le permitan comprar los mismos productos a lo largo del tiempo. Schumpeter considera que la pista de los productos que más se han abaratado conduce a las puertas de las grandes empresas, sospechosas de monopolio.

Ha llegado el momento de que nuestro autor exponga su tesis principal: el dinamismo del capitalismo no procede del medio social en el que se ejerce o de sus propios procesos internos, sino de la innovación de ideas, organización, materiales… Antes que Kuhn, Schumpeter alude en su campo a los cambios cualitativos que la ciencia y la tecnología supone a efectos de productividad y calidad de los productos, cuando no de la generación de productos para necesidades nuevas, que estando latentes, el mercado hace explícitas. Habla pues de mutación industrial, de destrucción creativa, las dos expresiones acuñadas por él que han trascendido de su obra.

Este enfoque tiene un efecto demoledor sobre el precio que estaba sacralizado, tanto en las teorías de competencia perfecta (como referencia para la optimización de la producción), como, añado yo, en las del valor del producto expresado en el precio (escuela austríaca), que siendo verdad en su formulación, ya no está reducida a la espontaneidad del consumidor, sino al efecto sobre éste de la novedad, publicidad y la manipulación de la psicología humana. En este punto hace el pronóstico, en fecha tan temprana como 1942, de que los problemas del pequeño comercio no le llegarán de la competencia con sus iguales, sino de los grandes almacenes. Schumpeter concluye, respecto de los monopolios, que la competencia perfecta es imposible e inferior, en todo caso, y que la gran empresa tiene el mérito de haber garantizado el progreso en términos de la expansión de la producción total.

Lo que habría que preguntarse en 2020 es si es saludable el empeño en seguir incrementando la producción de futilidades en los propios mercados y no serían mejor favorecer la transmisión de cierta capacidad productiva hacia países que han quedado retrasados, pero no para usarlos exclusivamente como mano de obra barata para producir baratijas para occidente, sino para elevar el consumo de productos necesarios en esos países. El problema, probablemente resida en que estos países no tiene capacidad de pagar los sofisticados bienes que la industria occidental puede producir aunque sean básicos como los alimentos, medicamentos o vestidos porque todavía no tienen niveles de renta suficiente. En Occidente, por el contrario, se incrementará la renta per cápita cada año, hasta el agotamiento de la capacidad de absorción o mediante el uso del mecanismo de obsolescencia programada, que tan peligroso es para el tratamiento de los residuos industriales generados por el acortamiento del ciclo producción-uso-desuso. Quizá, sea bueno organizar todo el conocimiento acumulado en occidente en personas jubiladas recientemente y jóvenes formados pero sin empleo, para que fuera utilizado en países atrasados a fin de proyectarlos hacia una producción eficaz, al tiempo que se exploran forma de producción no contaminantes. Operaciones que no parece que «el mercado» esté dispuesto a afrontar sin que los estados establezcan reglas de acción y financiación.

Es interesante el comentario de Schumpeter sobre el impacto de la explotación colonial como una razón para el incumplimiento de la intensificación en la explotación de los propios trabajadores.

Lo que le habría dado una tregua a estos, aunque este proceso de depauperación podría haberse activado en estos años, a partir de la crisis de 2008 en que la precariedad y la desigualdad aumentan al objeto de que los países controlen la deuda generada por el propio sistema, que invitó al consumidor a tener cotas de bienestar a un ritmo desproporcionado con el aumento de la renta. De esta forma se ha producido un despilfarro de los capitales ahorrados, que en vez de utilizarse para investigación (por ejemplo) se ha quemado en burbujas inmobiliarias para dotar a la población de segundas residencias en lugares inverosímiles.

Pero las coyunturas no le preocupan a Schumpeter, que trata de averiguar si el capitalismo podrá sobrevivir a la caída de los tipos de interés de las inversiones privadas. Interés que puede caer, según él, por la saturación de los consumidores, los nuevos territorios, las innovaciones técnicas y la relevancia de las inversiones públicas. La saturación la relaciona con las necesidades de los individuos y la caída de la natalidad. Aunque llama la atención para que no se confunda necesidad con demanda. Se pregunta si las necesidades podrán satisfacerse completamente en algún momento.

Desde 2020 ya podemos decirle que no, pues se generan nuevas necesidades lúdicas incesantemente.

En cuanto a la natalidad, cuya caída ya observa en 1942, está por ver la capacidad de adaptación del capitalismo generando necesidades nuevas o redirigiendo parte de la producción hacia la inmensas poblaciones de los países sin desarrollo mediante el low cost. Es curiosa su observación sobre la motivación de la caída de la natalidad, que asocia con las expectativas de satisfacer necesidades alternativas incompatibles con la crianza. En todo caso, no ve problema para el capitalismo en la caída de la natalidad.

Otra cosa es la absorción de capital para el mantenimiento de grandes masas de jubilados. Un problema que probablemente se arregle sólo en el futuro, por la caída de la población y la simultánea conversión del capital variable en fijo por la robótica.

En lo relativo a las innovaciones tecnológicas, Schumpeter rechaza la idea de que «el gran paso en el adelanto técnico está ya dado y que no quedan por conseguir sino mejoras pequeñas«, pues piensa que, a pesar de todas las maravillas de la electricidad, «somos incapaces de descubrir de dónde vendrán oportunidades de una importancia comparable«. También rechaza la idea de que la técnica ya ha dotado de pertrechos suficientes a la fuerza de trabajo y no cabe esperar otra cosa que mantenimiento y reposición. No menos enérgico es con el rechazo a la idea de que el capital fijo disminuirá. En definitiva rechaza la idea general de que el aumento de la eficiencia del capital aplicado disminuya las oportunidades de inversión o aplicación a otras actividades. Idea que subyace en la intención de que las inversiones públicas sean más importantes aunque produzcan déficit. Admite que a medida que se alcanzan determinados estándar de riqueza generalizada se dedican más fondos al embellecimiento de ciudades, salud pública, etc, pero que esta verdad no condena a la inversión privada a pérdidas estructurales.

Lo cierto es que estos días (2020) el rendimiento del capital es muy bajo y proliferan los financiadores privados estimulando el consumo con intereses mayores que los que, al parecer, cabe esperar de la inversión en proyectos de tipo industrial. Sin embargo, también hay grandes apuestas por el desarrollo de software de optimización de recursos que adquieren con rapidez grandes beneficios por su capacidad de encontrar millones de usuarios.

SOCIOLOGÍA CAPITALISTA

Schumpeter ironiza con Marx y dedica unas páginas a la «superestructura» del capitalismo. Comienza con una comparación entre pueblos primitivos y el actual comportamiento poniendo en duda que la racionalidad «seca» y «crítica» sea la que proporcione los únicos criterios para orientar la acción. El ser humano busca beneficio, coherencia emitiendo teorías en número pequeño y contrastadas por la experiencia. Pone el énfasis sobre la pretendida superioridad de la capacidad crítica que cuestiona la existencia de reyes, impuestos o propiedad. No considera que la opinión de que esta capacidad crítica sea el rasgo de un estadio superior de civilización. Pone el ejemplo de lo que considera el fracaso de la ilustración en relación a la reacción conservadora posterior. La lógica, en su opinión, fue construida por la acción económica, desde la más elemental de buscar el alimento. El carácter práctico y cuantitativo de las decisiones económicas las hace más necesariamente precisas. Una vez convertidas en costumbre extienden su esquema al resto de decisiones.

Esta racionalidad es una característica de la actividad económica que se expande cuando el capitalismo convierte la moneda en unidad de coste-beneficio y genera la contabilidad de partida doble. Para Schumpeter esta mentalidad lo cubre todo, desde la medicina a la belleza. El nacimiento del capitalismo no es ajeno al desarrollo de la matemática y el individualismo rebelde de Galileo es ya el retrato del capitalista moderno. El capitalismo al crear un ámbito opuesto al cerco escolástico perturbando la paz intelectual atrajo a las mentes más vigorosas e inteligentes. Más allá de la iglesia, el señorío y los terratenientes, el capitalismo creó un ámbito nuevo para el desarrollo de carreras individuales. Primero fue prestamista, después minero y finalmente (hasta 1942) industrial. Sin embargo se tardó en que sus principales líderes tuvieran influencia social. Pero, según Schumpeter, el capitalismo ha sido el mayor impulsor del desarrollo de la racionalización del comportamiento humano. Racionalidad que vemos luego aplicada a las instituciones de todo tipo. Se atribuye al capitalismo el desarrollo de la medicina y, por ende, la educación. El arte no escapa a este enfoque. Más allá considera que los hábito creados por la búsqueda del lucro, con todos sus aspectos negativos está detrás de logros tan incontestables como los del dominio de las enfermedades, pero que está presente también en la evolución del arte. En su opinión «la liquidación expresionista de las formas objetivas nos ofrece una conclusión maravillosamente lógica«. Es decir, considera que la abstracción es el remate del proceso de aplicación de la racionalidad espoleada por el capitalismo. Se refiere obviamente al expresionismo abstracto recién llegado a América con los artistas europeos que huyen del régimen nazi. He aquí en toda su pureza la relación infraestructura-superestructura marxiana. Aprovecha esta relación de logros del capitalismo para ironizar con las quejas radicales en contraste con los avances políticos y económicos actuales. Se ríe de sus lamentos de fingidas cadenas y depauperación. En su opinión, nunca el capitalismo ha sido tan generoso con los problemas sociales y nunca la libertad para todos, surgida de la necesidad racional del capitalista de librarse de los abrazos reales, aristocráticos o religiosos, ha sido tan espléndida. Considera que el modelo racionalizador surgido con naturalidad del capitalismo ha disipado todas las atmósferas tóxicas supersticiosas, dejando los objetivos claramente humanos limpiamente a la vista, despojados de los misticismos radicales. Nadie ha hecho más por las masas que el capitalismo que, al crear riqueza, crea el estado de ánimo que admite las reformas sociales sin crispación.

Quizá olvida Schumpeter que los logros sociales has sido siempre consecuencia de la presión interna del sistema, vía el sindicalismo de primera hora, o externa, como las que resultó en su momento el comunismo como un supuesto rival en la conquista de los anhelos de la gente. Es decir, la racionalidad que crea y acompaña el capitalismo tiene su lado oscuro: la resistencia a cumplir su propia tendencia acaparando en pocas manos mucha riqueza. Se podría decir que el capitalismo necesita a los radicales anticapitalistas para ser fiel a sí mismo, dado que los individuos que los materializan no son conscientes de la hegeliana astucia de la naturaleza que los conduce más allá de sus propósitos.

Schumpeter profundiza en su tarea de colocar a la racionalidad capitalista en el fundamento de su propia superestructura. Toda superstición desaparece ante el foco de la razón capitalista, mientras sus críticos pierden el tiempo criticándola. Así dice lúcidamente: «… nuestro sentido heredado del deber, privado de su base tradicional, se concentra en ideas utilitarias sobre la mejora de la humanidad, ideas que de un modo completamente ilógico resisten la crítica racional mejor de lo que lo hace el temor a Dios«. Se atreve a decir que el feminismo es un proceso plenamente capitalista, considerando los movimientos reaccionarios «prueba» de la tesis. Llega al extremo de afirmar que el pacifismo y la moralidad en los tratos internacionales son hijos del capitalismo mirado como una fuente de limpieza de toda superstición y todo antihumanismo. Obviamente, de forma inmediata se defiende de los múltiples contraejemplos de una burguesía militarista, invasora y depredadora que la historia proporciona, pero se refugia en que eso son desviaciones de la idea clave: el capitalista tiene origen y es fundamento de una racionalidad depuradora de todo lo que no sea el bienestar material, primero, y espiritual, después, de la humanidad. Naturalmente se sigue de este razonamiento que las ideas de izquierdas no revolucionarias, mejoradoras de la vida cotidiana de las personas, del feminismo a la permisividad sexual, del ecologismo al pacifismo son hijas de la racionalidad capitalista.

¿Como ha pasado desapercibida esta idea? No había oído hablar de ella nunca. Toda la crítica anticapitalista, desde el Marxismo a la de la Escuela de Frankfurt, del anarquismo a los actuales antisistema creen ser enemigos acérrimos del que Schumpeter desvela como su padre ideológico. Desde luego es una tesis a desarrollar. La tarea parece ser librar al capitalismo de sus enemigos: los capitalistas. Irónica situación. Es algo parecido a librar al marxismo de los marxistas o al cristianismo de la Iglesia.

Todo ello en el marco trágico de una humanidad que no rige su destino, sino que es llevada más allá de sus propósitos por fuerzas que, al menos hasta ahora, no ha conseguido controlar. Por eso, es consciente de que los logros del capitalismo no hacen más certero los pronósticos sobre su futuro.

EL GIRO DRAMÁTICO

Una vez sentada la importancia de la racionalidad capitalista en nuestra civilización, Schumpeter se dedica justificar una idea funesta: el capitalismo está tocado de muerte. Empieza reconociendo que, aunque las necesidades aún tienen un largo recorrido por la transformación del goce frívolo en necesidad (el juego, el ocio…), podrían acabarse las posibilidades de acción empresarial con la saturación de las necesidades humanas. Sin empresarios no hay capitalismo. El empresario transforma los medios de producción en función de las novedades surgidas. Esto requiere audacia y confianza, cualidades que sólo tienen una pequeña fracción de la sociedad. El empresario no inventa, consigue que se hagan las cosas. Pero su intuición está empezando a ser sustituida por cálculos de especialistas. Algo parecido a lo que ocurrió cuando el valor personal del caballero fue sustituido por las armas de fuego que cualquiera podía accionar. No hay que confundir al empresario con el burgués. Clase ésta compuesta por los más ricos que viven de rentas, a la que accederá solamente si tiene éxito. El empresario da sustento a la burguesía renovándola, pero una vez en ella, si se desconecta del negocio, su familia decaerá en no más de dos generaciones.

Por otra parte, la automatización y burocratización convertirá al empresario en un asalariado, lo que anticipa la pérdida de rentas por parte de la burguesía. Este proceso puede acabar con el capitalismo mismo. La tesis de Schumpeter es que el capitalismo morirá por sus propios éxitos sin intervención de radicales anticapitalistas. Destaca nuestro autor lo curioso de la permanencia del prestigio del caballero medieval frente a la atonía de la reputación del empresario. En el caballero y su heredero el aristócrata hay poesía y en el empresario sólo hay prosa. Por eso rehúye la política, pues en ella quedaría desvelado su desamparo retórico, cultural o meramente emocional. El burgués no puede dirigir su país ni, muy a menudo, defender sus intereses de clase. En teoría necesitaría un amo, pero ha prescindido de él y creado las condiciones políticas y sociales para que no se a posible su emergencia. Según Schumpeter, el capitalismo, al eliminar la estructura social del medievo, quitó obstáculos a su desarrollo, pero también protección para evitar su colapso, pues es un sistema que también se autodestruye. Empieza por destruir a los estratos más bajos de sus propia estructura (el pequeño comercio). En el pequeño comercio o empresa productiva están presentes de forma cercana el ejercicio de la competencia y de la libertad de contratación. Valores que desaparecen con ellos para dejar un vacío ocupado por relaciones viciadas basadas en la desconfianza y la precariedad impuesta por los monopolios. En efecto en la gran empresa el propietario desaparece para ser sustituido por gerentes y accionistas. El gerente adopta la actitud del empleado y el pequeño accionista la del pueblo maltratado, volviéndose, unos y otros, contra su empresa con facilidad. La desaparición del propietario y de la efectiva y personal libertad de contratación son resultado del propio desarrollo del capitalismo.

Un proceso que la digitalización está llevando a sus límites posibles (Amazon, Google…). Hoy en día algunas empresas nacen ya sin su equivalente a pequeña escala por las tremendas inversiones necesarias. Es el caso de las llamadas tecnológicas como Samsung o Apple.

Por su parte el accionista no se siente propietario y no defenderá su empresa con el vigor que lo haría éste. Con la autoridad del propietario desaparece la subordinación moral y, con ella, cualquier defensa de la propiedad de los medios de producción.

Todo esto se traduce en hostilidad hacia el capitalismo por razones que van más allá de la crítica de sus enemigos. Por eso, Schumpeter nos propone otra teoría causal. El espíritu crítico del capitalismo que fue utilizado contra sus adversarios precapitalistas, se vuelve ahora contra sí mismo, a atacar, no ya los privilegios de la Iglesia o la monarquía, sino contra su fundamento: la propiedad privada. En su defensa, el capitalismo no tendrá bastante con argumentos, pues con ellos sólo llegará a la superficie racional del adversario dejando incólume su núcleo irracional, pues al librarlos del freno de la tradición sagrada lo deja al descubierto. Para Schumpeter ya se ha dictado sentencia contra el capitalismo, y la defensa basada en sus logros prácticos, no le salvará.

Desgraciadamente para el capitalismo los únicos que ven sus ventajas a largo plazo son los que hoy se benefician. Por el contrario es difícil convencer al parado con el argumento de que sus bisnietos estarán mejor. El capitalismo, por otra parte, es incapaz de generar una adhesión emocional. Sin embargo para Schumpeter todavía no es suficiente con estos hechos para justificar la hostilidad al capitalismo. Para eso hace falta la acción premeditada de los que llama intelectuales, a los que considera agentes del resentimiento. Adversarios surgidos de la misma lógica constituyente del sistema. Les reconoce su capacidad de influir por dominar los mecanismo de la comunicación escrita y hablada. Pero les reprocha que no tienen experiencia directa en los hechos relevantes y que su actitud es siempre crítica. Contradice, él mismo, la tesis del surgimiento del intelectual en el seno de capitalismo cuando advierte que ya existieron en el pasado (qué decir de Sócrates que le costó la vida su visión crítica). Pero sigue viendo en el capitalismo el clima ideal para el intelectual al dotarlo de libertad e imprenta.

El pensamiento racional aparece en la historia de la humanidad mucho antes que el capitalismo, pero éste le da un sentido especial. De hecho, asocia el nacimiento del humanismo al del capitalismo (no está claro quién precede a quién). Pero en su nacimiento, los riesgos, si no se contaba con la protección de un señor eran altos. Es el capitalismo el que los convierte en agentes libres de opinar al convertir sus opiniones en mercancía con valor. Poco a poco el protector individual fue sustituido por el protector colectivo (el público burgués). Un ejemplo del primero fue Aretino y del segundo John Wilkes. El intelectual en el mundo burgués es protegido aunque tenga enemigos (los perjudicados por sus embates).

El burgués sólo autoriza la violencia fuera de la ley cuando está aterrorizado «la libertad que desaprueba no puede ser destruída sin destruir también la libertad que aprueba«. Lo peor para Schumpeter es que la crítica intelectual a las personas y los acontecimientos ha derivado en la crítica a las instituciones. Cree que el origen está en el aumento de la educación provocado por las necesidades industriales que ha traído una especie de persona ilustrada incapaz de participar productivamente en la sociedad, ya sea como trabajador manual, ya sea como profesional liberal. Atribuye al sistema educativo el proporcionar un tipo de egresado incapaz de superar las pruebas de las empresas para la contratación de personal. Este excedente engrosan las filas de los intelectuales resentidos, que siempre que tengan ocasión atacarán a las instituciones a las que hacen responsables. Sin embargo, Schumpeter no atribuye toda la responsabilidad de la hostilidad al capitalismo a los intelectuales, sino que cree que éstos simplemente amplían un malestar más profundo: el que subyace en los movimientos obreros, que no habiendo solicitado nunca el apoyo del intelectual se ha encontrado que se ha puestos al frente haciéndolos más radicales. Schumpeter pronostica que la atmósfera creada pondrá en peligro al capitalismo. Parte de esa atmósfera la crea las burocracias nacionales que están más cerca de los intelectuales por formación y que nunca se han compenetrado con los valores capitalistas.

DESCOMPOSICIÓN NO MARXISTA DEL CAPITALISMO

Entre el resentimiento y la legislación inspirada por él, el capitalismo sufre un grave riesgo… Pasa ahora, Schumpeter a analizar los cambios en las estructura social del los burgueses como consecuencia de estas tendencias. El principal es la desmotivación de los burgueses, que ven ya imposible la creación de dinastías industriales. Desmotivación que va más allá de la teoría de la reducción de las oportunidades de inversión. Las causas que ve son: 1) la pérdida de sustancia de la propiedad que se ha disuelto en sociedades anónimas, 2) la desintegración de la familia burguesa al romperse la fuerza de los vínculos matrimoniales y filiales como consecuencia de la generalización de la búsqueda de la felicidad individual frente a los intereses de clase. Tendencias que ve progresar aunque no se atreve a pronosticar la gravedad que pueden alcanzar.

POSIBILIDADES FUTURAS DEL SOCIALISMO

Una vez que pronostica el final del capitalismo por las razones aducidas, se pregunta Schumpeter si el socialismo tendrá alguna posibilidad. Su respuesta de salida es «sí». Para razonarlo empieza aclarando que si una sociedad mercantil es aquella en la que existe el derecho a la propiedad y los medios de producción son privados, el capitalismo es una forma de sociedad mercantil, pero no la única. Entre las posibles sociedades mercantiles, el capitalismo se caracteriza adicionalmente por la concesión de créditos. Obviamente, el socialismo no es una sociedad mercantil, pues en ellas los medios de producción y su gestión son de titularidad pública y es ejercida por funcionarios.

Schumpeter, cuando habla de socialismo está pensando en el comunismo. En ningún caso en lo que actualmente se entiende por socialdemocracia, normalmente gestionada por los llamados partidos socialistas.

Además aclara que su gestión pública es centralizada, excluyendo otro tipo de intereses particulares. Reconoce que el socialismo aspira a ser algo más que un proveedor de recursos materiales para la totalidad de la sociedad y enarbola conceptos como libertad, justicia, igualdad, además de acabar con la «explotación del hombre por el hombre» para hacer posible la dignidad individual y colectiva de todos y cada uno de los seres humanos. Pero en el campo contrario se advierte (Von Mises) que la economía socialista no puede actuar racionalmente porque carece del referente esencial de los precios que sólo el mercado puede proporcionar. Referente que controla la pertinencia de la producción. Al faltar esta referencia tiene que ser sustituida por un acto político en el que la distribución está separada de la producción y condicionada por la cultura política y social del régimen, lo que lo convierte en un acto completamente arbitrario desde el punto de vista económico. Con el problema añadido de la decisión de qué producir y cómo hacerlo. De resultas Schumpeter dedica unas páginas a imaginar situaciones a cual más complicada y frustrante para las autoridades planificadoras en la fijación de las normas para controlar aspectos tan complejos como los gustos de los ciudadanos y una demanda ajustada a la oferta de productos para evitar derroches. Concluye que para ejecutar de forma racional una economía socialista es necesario utilizar los conceptos capitalistas con abstracciones más o menos importantes. Quizá la analogía más importante es la de la «competencia perfecta», aquella en la que el productor no influye en el precio, ni el consumidor distingue entre productores por la homogeneidad de los productos.

Pero las diferencias son notables nada menos que en la formación de las rentas, las selección de los gerentes, la distribución de la responsabilidad y la definición del éxito y el fracaso. Acciones que en la economía socialista tiene que ser resultado de decisiones planificadas por una autoridad. Lo que implica el reproche desde las filas antisocialistas de que ésta es una tarea imposible por su complejidad alejada de la capacidad del más inteligente de los potenciales dirigentes políticos. No hay semidioses que planifiquen ni arcángeles que dirijan la economía, por lo que habría que pensar que el socialismo es lógicamente posible, pero prácticamente inviable, incluida la falsa esperanza de que el ser humano cambie radicalmente en su comportamiento para adaptarse a esa idealidad. Pero Schumpeter sigue con su experimento mental y afirma que la financiación desde el Estado es posible con más eficacia y que el mecanismo de retribuciones a altos directivos, que ahora escandaliza, puede ser perfeccionado con pagos en especies.

En el orden sociológico se espera una mayor lealtad moral al régimen por razone éticas y de compromiso con los fines. A esto se suma la pérdida de reputación del empresario y el progreso de la democracia en la fábrica. Formas de sostén de un régimen económico que sólo podrá recuperar un régimen socialista, en opinión de Schumpeter, pues la gerencia capitalista ha perdido la fuerza para recuperar la disciplina y la ética del trabajo por la propia naturaleza de su desarrollo. Se añade la ya mencionada desaparición de oportunidades de inversión y préstamo a interés a medida que se colman la necesidades. Finalmente dice provocadoramente, que el desarrollo del capitalismo «configura las cosas y las almas para el socialismo.» Pero no olvida que la aplicación de un igualitarismo radical echaría a perder este proceso. Pero en caso de advenimiento del socialismo, Schumpeter especula sobre cómo se llevarán a cabo las indemnizaciones a los tenedores de títulos de propiedad o accionistas de compañías. En fin, con este pesimismo acaba el primer tomo de la obra de Schumpeter.

SOCIALISMO Y DEMOCRACIA

El segundo volumen enlaza con el primero al plantearse la cuestión de la dictadura del proletariado. Lo que equivale a la implantación de un régimen no querido por la gente, pero supuestamente bueno para ella, en un flagrante desprecio por la democracia. La democracia, en tanto que método político, no es un fin en sí misma, sino una de las formas de conseguir dirigentes para los intereses comunes. Llevando al extremo su aplicación cualquier cosa que el pueblo decidiese, por criminal y estúpida que fuera, debería ser aceptado.

Esto plantea el falso problema de si se debe aceptar que un dictador elegido democráticamente acabe con ella. Falso problema porque, quien elige no tiene por que saber que va a ser suspendida la democracia. Pero en caso de que el candidato incluya en su programa tal suspensión no debe ser admitido en la contienda electoral. Es decir, si su propósito es suspender la democracia no necesita ser legitimado por esta para hacerlo, que se tome la molestia de tomar el poder por la fuerza.

TEORÍA CLÁSICA DE LA DEMOCRACIA

Schumpeter considera que la democracia representativa implica que el electo podrá tomar decisiones conforme a su mejor criterio y no necesita estar consultando continuamente a sus electores. Ya habrá ocasión de que rinda cuentas en las siguientes elecciones. Pero critica el error de aceptar los principios utilitaristas de «la mayor felicidad para la mayor cantidad de gente posible» y el principio roussoniano de educar a la gente para que ejerza en libertad su voluntad configurando la «voluntad general«. Opina que a pesar del descrédito del utilitarismo sus principios se siguen utilizando en política sin más análisis. Según la teoría clásica de la democracia, ésta es el sistema político que obtiene el «bien común» dejando al pueblo decidir por sí mismo las cuestiones planteadas mediante la elección de representantes que apliquen la voluntad popular. También se caracteriza por aceptar la existencia claramente percibida del bien común que se corresponde con la voluntad común que lo desea. Por tanto, las diferencias políticas deberían limitarse al ritmo con que deben aplicarse las políticas para lograr tal bien común.

Schumpeter empieza la crítica de esta visión atacando a la propia idea de bien común. Un desiderata de difícil definición en cuyas redes cayeron los utilitaristas como base de su simplista visión de lo valores humanos. Valores que son tan diferentes que fracturan la felicidad humana haciendo prácticamente imposible la convergencia en qué y cómo obtenerla. Se puede estar de acuerdo en planos muy generales, como la salud, y discrepar en el uso de la vacuna, por ejemplo. Si no hay bien común, difícilmente habrá una voluntad general que lo busque. Añade Schumpeter las sospechas de que el comportamiento humano tiene suficientes componentes irracionales como para sospechar de su influencia y efectos sociales y políticos. También considera las dificultades para que los seres humanos conviertan en una experiencia subjetiva nexos objetivos que se dan «delante de sus ojos«. De este modo tardan en advertir las soluciones a problemas endémicos. Un ejemplo es la relación entre la higiene y las epidemias.

Vivimos tiempos en lo que hábitos saludables adquiridos por las generaciones precedentes se abandonan en base a ideologías sobre la maldad de supuestos dirigentes globales que las recomiendan. Es el caso de las vacunas. Tal parece que un fondo irracional de sospecha facilita el que mucha gente se posicione contra determinadas prácticas recomendadas universalmente, especialmente si sus procesos son difíciles o imposibles de observar organolépticamente (microbios, radiaciones), atribuyendo a la malicia o la codicia su difusión. Ocurre lo mismo con el cambio climático que la mirada profana convierte rápidamente en conspiración de intereses ocultos. La voluntad humana es tozuda y rígida. Está relacionada con sentimientos de autoestima y seguridad que complica el abandono de creencias familiares, la primera de las cuales es sospechar de la buena voluntad o de la acción de azar. Cada individuo tiene a su disposición un ámbito en el que puede ejercer su voluntad, lo que da satisfacción primaria a su pulsión de ejercicio de dominación, pero encalla ante problemas más complejos a los que aplica sus escasos recursos cognitivos. Voluntad que llega confusa al ejercicio del derecho democrático al voto. Hoy en día esa confusión llega a valores extraordinarios debido al empleo, por parte de determinadas opciones políticas, del recurso al sentido común como fuente de acción para el gobierno de complejos tan importantes como los estados modernos.

Siguiendo con su crítica a la teoría clásica de la democracia, Schumpeter recuerda que el ciudadano puede llegar a ser un mal juez hasta de sus propios intereses, si atiende exclusivamente a las ventajas a corto plazo. Aunque cuando los asuntos nacionales tienen un efecto directo sobre sus intereses suele reaccionar con rapidez, pero, en cuanto las cuestiones planteadas se alejan de su círculo de intereses más inmediatos, su forma de razonar se vuelve dudosa. Esta circunstancia debilita su voluntad y lo aleja de un comportamiento responsable. Comportamientos que resultan más sorprendentes en personas educadas. Lo que se explica por la falta de interés en desarrollar un espíritu crítico ante la información que le llega del ámbito político, por muy competente y responsable que sea su desempeño en su ámbito profesional. Su rendimiento mental se reduce cuando abandona el círculo de sus intereses inmediatos y penetra en el de la gestión de los intereses generales. Schumpeter cree que aunque no hubiera políticos que expresamente intentaran intoxicar la opinión de los ciudadanos, estos ya poseen prejuicios suficientes para enturbiar su juicio. Lo que se acompaña de una menor exigencia moral, como consecuencia de la atribución de la responsabilidad a los dirigentes. Esto facilita la fabricación de la voluntad por parte de los profesionales de la política.

Nick Clegg, el político liberal inglés, contaba que en la campaña del Brexit en 2016, un miembro de su demarcación política le decía que iba a votar contra la permanencia en la Unión Europea «sólo por armar un poco de follón«.

Así vemos cómo se usan las mismas técnicas utilizadas en la publicidad, creando asociaciones entre los deseos y las expresiones políticas de medios y fines. Evasivas, reticencias, repeticiones de ideas simples son las armas. Y todo ello sin el freno que supone para un producto material su mala calidad constatada. No por ello cree que sea imposible que a largo plazo, la experiencia negativa permita rechazar propuestas falsarias, pero muy a menudo esta clarividencia de la ciudadanía expresada colectivamente llega tarde.

Esta idea subyace en el comportamiento político de las masas tras una terrible conmoción como fueron las guerras del siglo XX, pero apenas han pasado ochenta años y los estímulos de demagogos producen los mismos efectos nocivos que antaño sobre las voluntades actualmente en ejercicio adulto. La consecuencia es la repetición trágica de los errores.

Esta visión escéptica sobre la democracia se pregunta cómo ha podido permanecer tanto tiempo en el candelero social a pesar de que la teoría utilitaria en la que está basada hace ya tanto tiempo que fue refutada. Schumpeter encuentra explicación en la asociaciones entre el utilitarismo y la religión. Es decir, en el carácter religioso de la pretensión de felicidad para todos que el utilitarismo propuso. Pone como ejemplo el anhelo de igualdad, que no resiste el análisis empírico, pero que es un fin indiscutible de la doctrina de la religión cristiana. La insistencia del redentor en la importancia de cada alma es un aval para la democracia entendida como ejercicio de una voluntad general con fundamento en los anhelos comunes de todos los individuos. Una vez instalada en ese registro, la democracia clásica es inatacable, cometan lo errores que comenta sus dirigentes. Se ha convertido en una religión. Pone el ejemplo de Suiza como un país en el que puede funcionar el antiguo concepto de democracia clásica, basada en las decisiones bien comprendidas de la gente, debido, no a un especial forma de ser del suizo, sino por la simplicidad de los problemas que se plantean a la gestión política del país.

PROPUESTA DE TEORÍA DE LA DEMOCRACIA

Hecha la crítica a la teoría clásica de la democracia, Schumpeter aborda una propuesta mejor adaptada a la naturaleza humana. Parte del hecho de que hay regímenes no democráticos que pueden servir a los intereses del pueblo perfectamente (Quizá estuviera pensando con una antelación de ochenta años en el régimen chino actual). En todo caso, tampoco incluye en el concepto de régimen democrático a las monarquías constitucionales, por no existir competencia en la elección del Jefe del Estado y, al menos formalmente, ser el gabinete un servidor del monarca antes que del pueblo. El criterio que utiliza para definir una democracia es el de colocar la capacidad de decidir de los políticos elegidos por delante de la del pueblo que se limita a elegirlos y destituirlos, pero no interviene en la marcha gubernamental entre elecciones. De ahí se sigue la importancia decisiva del liderazgo y el reconocimiento realista de su intervención en la configuración de la voluntad general. Como se ve es la postura opuesta a la de la teoría clásica, en la que la voluntad general es previa y espontánea. Cuando el pueblo tiene necesidades éstas se incorporan a la acción política cuando un líder se decide a explotarlas y no antes. Entre tanto, se tendrá en sordina con distintos subterfugios. La elección del líder ideal es por el voto, pero entre esta situación y la imposición autoritaria hay numerosos casos de fallos en la competencia por el voto, debido a métodos fraudulentos (como la financiación ilegal de partidos). Queda así establecida, en opinión de nuestros autor, la relación entre la libertad individual y la democracia, pues el individuo goza de un ámbito de dimensiones variables en los que ejercer su voluntad de forma limitada en cualquier sistema político, pero con cotas de expresión y discusión que son propias de la democracia, incluida la libertad de se elegibles y de elección de los líderes.

La posibilidad de que cualquier ciudadano sea elegible en una democracia es un buen ejemplo del concepto de «libertad limitada». En efecto todo ciudadano puede presentarse a las elecciones, pero ni todos cuentan con los medios, ni todos los que lo pretenden pueden alcanzar la meta. Es de aplicación este concepto al llamado «sueño americano», expresión de la libertad de cualquier ciudadano americano de hacerse rico. En efecto, ni todos tienen las capacidades, ni las oportunidades, ni hay sitio para tanto rico. Es decir, tanto la política como la riqueza son ámbito limitado a los que no pueden acceder todos, por lo que no debe derivarse del éxito un derecho ilimitado: el de acabar con la competencia, ya sea instaurando un régimen totalitario en el ámbito político o un monopolio absoluto en el económico. Soluciones de las que se derivan tanto patológicas dinastías políticas como económicas. Además de confiar al juicio de uno o pocos hombres la complejidad de las soluciones a tomar.

Schumpeter no duda en afrontar la espinosa cuestión de los sistemas de elección proporcionales o mayoritarios. En un caso las minorías tienen representación, en el otro, los gobiernos son más estables. Él cree que el principio democrático de elección del liderazgo es coherente con el sistema mayoritario, en el que el vencedor gobierna sin lastres. Una libertad de liderazgo que supone el sometimiento de aquellos que los eligen en el parlamento, en el caso de las democracias europeas, o del propio electorado, en el caso de la elección directa del presidente como ocurre en Estados Unidos.

Desde luego la descripción que da Schumpeter de democracia real se ajusta mejor a nuestra experiencia de electorados manejados por la propaganda y diputados sumisos al líder, si quieren conservar su puesto. Suenan en nuestros oídos las impostada frases de halago al líder de los miembros de Consejo de Gobierno y la ausencia total de críticas, mientras no llega una crisis y es obligado elegir entre líderes tras un fracaso electoral sonoro. Por eso se puede decir que los partidos políticos son, de algún modo, empresas de proveedoras de empleo.

Los partidos políticos con sus líderes al frente no tienen otro objetivo que alcanzar o mantener el poder. Del mismo modo que cuando un ejército se empeña en la toma un colina no lo hace por las vistas o la sombra de sus árboles, sino por la victoria final sobre el enemigo, incluso cuando un partido político propone o se oponen a una ley está tratando de minar al contrario según considere que esa ley le va a aumentar su reputación ante el electorado, o se la va a dar al contrario. Pero no hay que olvidar que el liderazgo se ejerce en una democracia con limitaciones que obligan a mantener las formas y a aceptar derrotas parlamentarias tratando de limitar daños con mociones parciales o con sibilinas posturas del tipo «como decíamos nosotros…». Y esto porque, del mismo modo que la actividad económica se explica antes por el afán de lucro que por la satisfacción de necesidades, la acción política se explica mejor por el deseo de poder que por las promulgación de leyes. Obviamente, ni el lucro, ni el poder obtendrían formas de satisfacción de no existir las necesidades humanas materiales o de organización social.

Finalmente resume sus puntos de vista sobre la democracia diciendo que raramente los electores saben por qué elegir a un candidato y esperan que éste les haga propuestas. También es raro que lleven espontáneamente a un ciudadano al poder y es más habitual que escojan entre los que se proponen. Por otra parte, un partido político no es un grupo de hombres comprometidos con unos principios, que sin duda serán enarbolados continuamente, sino de vigorosos competidores por el poder, al menos por lo que respecta a líderes y camarillas anexas con influencia en los acontecimientos.

SOCIALISMO Y DEMOCRACIA

Con este capítulo acaba la parte más interesante del libro de Schumpeter. En él trata de dilucidar si democracia y socialismo son conceptos inseparables, como afirman la socialdemocracia o, por el contrario, como afirman los enemigos del socialismo, no es posible la democracia en el socialismo. Para nuestro autor, estos dos conceptos no son incompatibles, pero tampoco se siguen el uno del otro.

En la democracia el pueblo no gobierna de forma efectiva, sino que elige a quien ha de hacerlo. Por eso rechaza la idea de que la política ha de ser una actividad amateur. Por el contrario la considera una actividad para profesionales, tal y como se ejerce. El político moderno necesita aplicarse plenamente a su carrera; tanto como tenía que hacerlo un cortesano en las monarquías absolutas.

Schumpeter cree que las condiciones para el éxito de una democracia concebida como lo hace él son: la calidad de los líderes, la calidad de los funcionarios, evitar legislar en caliente sobre delitos y, aunque a los políticos les cuesta mucho, no interferir y mantener a la justicia y al control financiero lo más lejos posible de las decisiones políticas. Por supuesto que la independencia del legislativo respecto del ejecutivo es una batalla perdida, aunque hay sistemas de designación como las «constituency» inglesas que lo favorecen. Por otra parte, recomienda que la oposición resista la tentación de desestabilizar al gobierno a la menor ocasión y que los electores no retiren la confianza a sus elegidos antes de la siguientes elecciones, salvo incumplimientos lesivos graves. Finalmente, sugiere que se debe escuchar al otro sin desorden, por mucho que sus palabras repugnen al que las escucha. Otra cosa será que los electores apoyen a los candidatos que sostengan esas ideas. ***

La democracia moderna nació con el capitalismo (También la democracia griega floreció en un estado comercial). Fue el marco político en el que el comercio dio un salto cualitativo para la riqueza de las naciones. Cuando ha dejado de ser cuidado por la burguesía ha resistido bien los envites de sus adversarios dando acogida y protegiendo incluso a quienes la critican acerbamente. Los burgueses, por los intereses que defienden, han mantenido siempre una atención especial a los acontecimientos políticos, sin embargo, la burguesía ha permitido que individuos nacidos de su seno hayan combatido «su» democracia creando las condiciones para su desequilibrio.

El socialismo democrático ha sabido integrar todos los principios de la democracia burguesa menos el del respeto por la propiedad privada. Dado que, por otra parte, desde el punto de vista económico (cree Schumpeter) que el socialismo es viable, duda de que acabe sabiendo gestionar la democracia que podría heredar o acabaría con ella.

En esa misma época Hayek había dado ya una respuesta negativa a esa pregunta. Aunque luego tuvo que reconocer que el socialismo nórdico lo desmintió al respetar la democracia con altas cotas de igualitarismo social.

Schumpeter cree que la clave reside en el peligro de la extensión del método democrático a todos los ámbitos económicos (por ejemplo a la gestión de una empresa, que para él equivale a introducirlo en el ejército). Es decir, a la intromisión de los político en lo económico. Una situación que se puede resolver distinguiendo entre extensión de la gestión pública y extensión de la gestión política. Acaba concluyendo que en una sociedad socialista nada podrá impedir el imperialismo político entrometiéndose en todos los ámbitos y haciendo fracasar la democracia y, con ella, a la libertad. La intromisión política también corrompe la selección de los gestores públicos de las empresas generando incompetencia. Schumpeter termina con algunas vacilaciones sobre las posibilidades de una economía plenamente socialista y simultáneamente democrática. Curiosamente sus esperanzas residen en que la ética del trabajo relajada en el capitalismo por abandono de la burguesía, se recupere en mano de los gestores socialistas, que una vez elegidos pueden imponerla sin trabas.

Creo que Schumpeter no ve la incompatibilidad entre el poder de elección del obrero y el poder de imposición del gerente. Al menos en el capitalismo actual el mecanismo de disciplina es la amenaza de despido. Pero hay que reconocer a nuestro autor que vió con claridad hace ochenta años que el capitalismo se deslizaría hacía una especie de socialismo por el doble camino de socializar la riqueza con su enorme capacidad productiva y debilitar la defensa de la propiedad privada por su propio desarrollo en grandes conglomerados empresariales. No poco influye el hecho de que la influencia del «pueblo» convertido en consumidor ha crecido exponencialmente al aumentar, también exponencialmente, el peso relativo de la satisfacción de necesidades artificiales. El capitalismo ha contraatacado con sistemas de producción industrial automatizados altamente eficiente que, al abaratar la satisfacción de necesidades primarias, justifican bajos sueldos y con sistemas de prestación de servicios (aplicaciones digitales) que alejan al empleado de los gestores y rompen los vínculos tradicionales entre trabajador y empresa. Esta zanja hace posible el despido a coste cero y una competencia feroz entre desempleados que aumentan sus posibilidades de empleo aceptando condiciones laborales semi esclavistas. Este mismo trabajador en su dimensión de consumidor no puede dejar de consumir el producto barato que él mismo produce perpetuando el círculo en el que ha quedado atrapado. El socialismo moderno trata de paliar la situación aplicando los códigos laborales clásicos a las nuevas situaciones. Cepos de los que las grandes compañías digitales escapan haciendo competir a naciones enteras por la prestación de sus servicios obligándolas a reducir sus impuestos. La situación ha creado dos grandes boquetes en el sistema fiscal. De una parte, la empresa no paga por la razón aducida y el trabajador precario no puede cotizar por sus bajos sueldos. La consecuencia es un decaimiento brusco de los servicios públicos que la demagogia busca compensar con altos impuestos a las grandes fortunas, lo que un poco de aritmética pone de manifiesto que es insuficiente. El sistema en su conjunto se ha convertido en una máquina de general desigualdad, no sólo en la distribución de la renta y su correspondiente estándar de vida, sino en la capacidad de hacer previsiones de futuro para la mayoría de la gente.

Hace unos años los agricultores franceses se oponían violentamente a la globalización comercial (en Francia estas cosas son siempre serias, conforme a la tradición) en base a la falta de protección de sus productos por la competencia de países más baratos (por más pobres). Pero la globalización siguió hasta que ha sido los propios países promotores los que la quieren paralizar con aranceles al ver que la libertad de comercio desequilibra su balanza comercial. Se vuelve así al mercantilismo del siglo XVII de aquellas naciones que sólo quería que exportar sus productos sin comprar los del vecinos.

Creo que sólo desde un mayor grado de globalización planetaria será posible ir equilibrando la desigualdad entre países y dentro de los países. Igualación que tiene un límite por debajo del cual el ser humano se deshinibe cayendo en la pobreza generalizada y en la tiranía. Si hay una desigualdad tolerable debe ser compensada con una generalización de los recursos que hacen posible una vida digna (saludable, educada y previsora). No puede predicarse que cada uno se ocupe de los suyo como ideal político y económico, del mismo modo que no puede proponerse que todos dependan de un super estado. Lo primero porque desde el rico al funcionario o el político todos buscan situaciones confortables desde las que opinar sobre los males y defectos de los demás. Pero lo hacen a costa de estos precisamente, ya como consumidores, ya como contribuyentes. Lo segundo porque el mundo necesita del esfuerzo de todos o, en un mundo improbable de producción ilimitada, del consumo de todos. Tampoco puede proponerse como modelo el «sueño americano», pues en el olimpo de la riqueza ocurre como con las loterías que sólo unos pocos pueden ganar aunque todos crean que la suerte o el mérito será con ellos. Si esto es así estructuralmente, las diferencias no racionales deben ser corregidas, pues no será pobre el indolente, sino también el que no muestre suficiente ferocidad para hacerse con uno de los pocos puestos disponibles. También es cierto que, a medida que el sistema produce más riqueza, la tendencia del sistema a acumular la renta y la riqueza, el número de puestos aumenta. En los últimos años los millonarios del mundo han aumentado en cinco millones de personas. Una de las fuentes del aumento de los «puestos de trabajo» para ricos ha sido, en mi opinión la explotación del low cost (viajes, alimentos, vestidos…)

Los liberales consideran una falacia socialista decir que la riqueza de unos pocos es consecuencia del expolio de los muchos. Creo que la palabra «expolio» que significa «despojar a alguien con violencia o con iniquidad» es inadecuada, pues el rico que alcanza su riqueza utilizando con habilidad el sistema capitalista no tiene nada que reprocharse (obviamente no entran en esta categoría traficantes y delincuentes). Pero, si el uso hábil y legal de esos mecanismos acumula renta y riqueza en proporciones tales que hace disfuncional el sistema, es necesario introducir mecanismo correctores. El mecanismo tradicional es la fiscalidad. El rico decente a la ida puede incurrir en indecencia a la vuelta evadiendo impuestos. Estos mecanismo correctores no pueden tener la pretensión del reparto modelo Robin Hood, sino la concentración de recursos para invertir en los problemas de las complejas sociedades modernas. Item más si esos mismos mecanismos han quebrado las fuentes tradicionales de fiscalidad.

Los socialistas consideran una falacia liberal decir que el Estado tiene que ser lo más pequeño posible para que el dinero circule y todos los servicios que presta estén privatizados. Aquí «pequeño» se refiere a conservar para el estado prácticamente y en exclusiva el uso de la fuerza «para preservar la propiedad privada». Obviamente que la propiedad privada debe ser protegida (el más pobre de los seres humanos luchará por ello). Un estado que sólo tenga esa función principal y no se ocupe de la sanidad, la educación y las pensiones de aquellos a los que el sistema no les deje sitio generará enfermedad, irracionalidad e inhumanidad. Factores éstos que degradan al ser humano y ponen en peligro la paz social. Grandes masas de enfermos, iletrados y ancianos abandonados a su suerte sólo necesitan un cabecilla elocuente para que las mayores pesadillas se hagan realidad. Pesadillas inevitables aún cuando el sistema coercitivo sea capaz de neutralizarlos con prodigiosos sistemas de «contención».

Estos últimos párrafos se redactan bajo el influjo de Schumpeter y su extraordinaria facilidad para razonar sobre cuestiones tan trascendentales para el buen gobierno de una sociedad.

Igualdad, natalidad, inmigración, paro, fiscalidad, pensiones, educación, modelo productivo, conflictos…

El título parece una macedonia de conceptos económicos y sociales sin relación entre sí (en la octava acepción del diccionario, macedonia es una ensalada de frutas). Pero sí, si tienen relación entre ellos. La manifestación de las mujeres el pasado día 8 ha traído la última pieza al puzzle de nuestras preocupaciones. Veamos:

  1. La igualdad de hombres y mujeres facilita la natalidad
  2. La inmigración trae a jóvenes de otros países
  3. La natalidad facilita la aportación de jóvenes a largo plazo al mercado de trabajo
  4. La inmigración facilita la aportación de jóvenes a corto plazo al mercado de trabajo
  5. Los jóvenes trabajando mejoran el crecimiento general y la recaudación de la fiscalidad
  6. La mejora de la fiscalidad sostiene las pensiones y los servicios públicos

Sin embargo, este optimista proceso se derrumba:

  1. Si la distribución del crecimiento disminuye la igualdad
  2. Si el sistema productivo se basa exclusivamente en servicios sin valor añadido

Una situación que llevará al resto de males:

  1. No educar a los jóvenes en tecnologías con futuro
  2. No educar a los jóvenes en disciplinas que aumente la cohesión de la sociedad
  3. No incorporar a los jóvenes al trabajo enviándolos al paro y el desaliento, mientras irracionalmente prolongamos la vida laboral de los mayores.
  4. Con los jóvenes en el paro las pensiones y los servicios públicos colapsan y
  5. El conjunto de la sociedad se altera comenzando los conflictos

¿Es esta secuencia correcta? Si lo es, ¿Por qué andan tan despistados los políticos?, ¿Por qué no proponen un plan constructivo e integrado a medio y largo plazo?. Un plan que requiere la participación de todos, ricos, pobres y aquellos que están en camino de ser pobres. El plan ha de tener dos columnas:

  1. Claridad y publicidad de las cuentas del Estado en forma de balance, así como los presupuestos y su liquidación
  2. Calidad y publicidad de la distribución de la renta del trabajo y el capital

Con la primera condición sabríamos el verdadero Estado de la Nación (ruina, saneamiento o riqueza) y con la segunda podríamos hace cooperar a todos en los planes generales, en vez de que cada grupo de interés tire de la manta para su rincón hasta rasgarla.

Soy consciente que los políticos trabajan a corto plazo y que, por tanto, están inhabilitados para planificar mirando al horizonte. Pero quizá cada uno de nosotros con la papeleta en la mano para votar y con nuestras voces para manifestarnos entre elecciones podamos enviarles un mensaje claro. Porque, el hecho es que, en estos momentos, después de haber rescatado a bancos y grandes empresas constructoras en cada una de las inversiones en infraestructuras (plataformas marinas, autopistas) que se han llevado a cabo con mentalidad megalómana, nadie está por rescatar a la gente.

Rescatar a la gente no quiere decir poner a sueldo desde el Estado a 40 millones de adultos, sino sanear el país económicamente y repartir lo que haya con justicia. ¿Puede este país funcionar sin sus empresarios?, no. Pero ¿Puede este país funcionar sin su gente?, tampoco. Entonces ¿por qué se da la malsana tendencia de los políticos a estar más del lado de unos que de otros?. Pues, probablemente, porque, en positivo, piensan que es su iniciativa la que pone en marcha negocios prósperos y, en negativo, esperan que los acojan en su jubilación del servicio público. Pero una comunidad del tamaño de la nuestra no puede funcionar si no se generaliza un estado mental de confianza en que todos cooperamos en el esfuerzo común. Esa sensación no se da si no se conocen las cifras de cómo se reparte tal esfuerzo. Porque esto aumenta la sospecha de que el reparto no es justo. Pero si, a eso, se añade que no se trabaja para que tengamos un sistema productivo basado en el conocimiento, que haga atractivos nuestros productos para el resto de mundo, sino que seguimos instalados en explotar solamente lo que la naturaleza nos ha dado (suelo y hospitalidad), nos quedaremos descolgados de un mundo que es, cada vez, más artificial. Si a esto añadimos que, de los dones de la naturaleza, sólo explotamos los aspectos más primitivos (agricultura y turismo) y dejamos de lado aquellos que, debidamente conocidos y transformados, representan la base de un desarrollo futuro, como es el aprovechamiento de generoso soleamiento de nuestra tierra para obtener energía, tenemos que concluir que estamos en manos incompetentes.

Propuesta tópica

Cualquier partido que quiera prosperar puede optar por dos líneas de acción:

  1. Exaltar las emociones del nacionalismo o del resentimiento, o
  2. Fijar metas productivas modernas y hacernos cómplices a todos de su logro y socios de su disfrute

En el primer caso, ya se sabe, voces fatuas que llevarán a gritos dolorosos. En el segundo un país socialmente comprometido en el trabajo y el disfrute de sus resultados. La elección es de ellos, pero también nuestra. El plan es sencillo:

  1. Cambiar la forma de la «pirámide» de población aumentando la natalidad a largo plazo y aceptando a jóvenes de otros países a corto.
  2. Cambiar el modelo productivo, pues qué sentido tiene aumentar la formación sofisticada y cara de jóvenes mientras se prolonga la edad laboral de los mayores, si no hay trabajo para todos.
  3. Repartir la riqueza y la pobreza.
  4. Mantener la fortaleza del Estado moderno. Sin Estado la divisa es el ¡sálvese quien pueda! y el conflicto social.

Para rematar, la deuda

Vivimos en unos tiempos en los que las deudas de los países parecen preocupar más que en otras épocas. Lo cierto es que un país no debe endeudarse para gastar, sino, en todo caso, para invertir. La población debemos tener una cierta capacidad de consumo en una escala que, en el nivel más bajo, garantice dignidad, salud, educación y pensión y, en el nivel más alto se evite la grosería del lujo. De este modo, se activa el premio al esfuerzo, pero no se impulsa la frivolidad. Ese reparto tiene que ser proporcional a los frutos del esfuerzo colectivo, sin dejarse tentar por el consumo financiado por dinero ajeno, pues, como puso de manifiesto la primera década del siglo XXI, es un camino que lleva a dos décadas de decadencia y a proporcionar un pretexto para el expolio. Una década en la que el dinero ajeno, en vez de emplearse en inversiones cuyos frutos estaríamos disfrutando ahora, se empleó en construir casas en la costa y en los lugares más inverosímiles siempre que fueran asociadas a un campo de golf.

La deuda hay que pagarla, si no estamos lastrados y le dejamos la púa a nuestros hijos. Por tanto, ni un euro de deuda pública para ostentación de políticos, pero es necesario un cambio radical en la fiscalidad tan ineficiente que tenemos y una mejor distribución del dinero público recaudado. No digamos en dureza con la corrupción. ¡Qué espectáculo fúnebre el de los políticos protegiendo hasta el último auto judicial a los suyos!.

Final

Nuestro país sufre una curiosa paradoja: los pobres son partidarios de la oferta y la demanda cuando les va bien (véase con qué naturalidad aceptan los sueldos de sus futbolistas) y los ricos no son partidarios de la oferta y la demanda, sino de las subvenciones, cuando les va mal (véase su alegría con los rescates con dinero público de empresas privadas). Por eso hay pobres que votan a la derecha y ricos que también. Por eso, el apoyo a la derecha tiene una estabilidad de la que carecen los partidos de la izquierda, que sufren altibajos notables. A nosotros nos da igual siempre que el partido o la coalición gobernante trabaje convencidos para que:

  1. El sistema productivos esté basado en el conocimiento
  2. La fiscalidad sea progresivamente enérgica
  3. Haya total transparencia y publicidad en el balance, los ingresos y gastos públicos (que lo sepan los partidos no es suficiente, pues se guardan la información para sus intrigas)
  4. La red de seguridad incluya sanidad, educación y pensiones convincentemente

Si los partidos políticos, sobre todo el del gobierno de turno, dijeran la verdad, probablemente se evitaría mucha de las protesta sociales que ha generado su opacidad, fintas oportunistas y falta de proyecto social basado en la información y el reparto del sufrimiento o el goce.

Entre el optimismo y el pesimismo

Esteven Pinker lleva tiempo proclamando que hay razones para ser optimistas. Razones relativas a las guerras, la pena de muerte, la mortalidad infantil, el PIB per cápita, la esperanza de vida, la violencia civil, etc. Y en todos los indicadores encuentra razones para considerar que todo va mejor. No digamos quien vive acomodadamente, que disfruta de placeres inimaginables entre los mismos reyes de hace doscientos años: viajes cómodos, excitantes deportes en directo, comidas sofisticadas, amores embriagadores, residencias en localizaciones de privilegio, juguetes tecnológicos sofisticados, etc. De otra parte, hay una conciencia de pesadumbre porque «el ser humano no progresa», los políticos son un desastre, no hay liderazgo, por todas partes surgen tendencias a la división, al rechazo del otro, a la aporofobia u odio a la pobreza, al descaro político que se sincera cuando de perjudicar a minorías vulnerables se trata, agobiante presencia de malas noticias en los medios diarios de comunicación, etc.

¿En qué quedamos? Creo que cada época tiene sus pesimistas y sus optimistas. Por eso hay que trascender los estados de ánimo para analizar datos, pero no sólo los datos positivos, sino también los negativos, como la trata de personas, el tráfico de armas, el tráfico y consumo de drogas, el descaro de las trapacerías de los gobiernos que ya no las ocultan, el desprestigio de las instituciones, el desvelado del monstruo del machismo dominante y depredador sexual, la creciente desigualdad económica, la concentración de riqueza en pocas manos, el abandono de los proyectos humanitarios, la crueldad con las poblaciones civiles en las guerras. En este caso los datos los proporciona la ONG Oxfam-Intermón.

Hay que reconocer que Pinker tiene razón, incluso cuando dice que la carnicería de la II Guerra Mundial es relativamente inferior a las que se practicaban entre pueblos indígenas que, en ocasiones, llegaban al total exterminio del rival. También es observable cómo extensas zonas del planeta han utilizado los avances de Occidente en las herramientas económicas y, en ocasiones, las herramientas políticas de democracia y transparencia con el resultado magnífico de que millones de personas han salido de situaciones de hambrunas cíclicas hasta una cierta comodidad. Qué decir de los avances de la medicina o de la capacidad de aceptar socialmente modos de vida minoritarios pero igualmente respetables.

Hay que reconocer que Oxfam-Intermon tiene razón cuando denuncia la obscena concentración de riqueza en pocas manos. Riqueza que podría financiar proyectos que atacaran el corazón de los problemas más acuciantes relativos al hambre, la sequía o los refugiados. A nadie se les escapa que gran parte de esa riqueza está en papel, es decir, en forma de valores inmateriales con los que se financian proyectos imprescindibles, pero, que, no pocas veces, financian proyectos absolutamente frívolos o el gasto personal con trenes de vida absurdos. No ha sucedido nunca, pero nada impide que se creen empresas de ayuda a los necesitados que entraran en bolsa, donde sus acciones tendrían precios enormes porque dieran beneficios humanitarios. Los accionistas estarían satisfechos con las memorias que describieran las cifras de vidas salvadas y economías activadas entre los desheredados. Es obvio que cuando se pusieran las acciones a la venta se las quitarían de las manos. El cuadro de partida para una operación semejante de fantasía sería el siguiente:

Riqueza 5

Despiertos del sueño, hagamos otro tipo de ficción. El PIB español fue de un 1 billón de euros en 2014. De él, el 54 % fue a manos de personas. A las que se les restó en forma de impuestos el 17 % y en forma de pago de pensiones el 13 %. En total quedan en manos de los hogares el 24 %. Pero no de forma igualitaria, como se puede ver en el cuadro siguiente:

RENTA 2015

Un cuadro que es explícito respecto a la desigualdad en el interior de los países, que es obvio que no llega a la generalizada en el mundo, pero se puede ver que la media de la franja con menos ingresos se parece a la que resulta del cálculo que sigue.

Si esta estructura de reparto se aplicara al PIB mundial que es de 75 billones de dólares, equivalente a 60 billones de euros, resultarían unos ingresos anuales de 14 billones de euros para las personas. Teniendo en cuenta que según el informa Oxfam-Intermón, hay 4000 millones de adultos en el mundo, el PIB per cápita resultaría 3.500 euros (300 euros al mes), lo que se traduciría en una pobreza de ingresos generalizada. Esto explica que las élites, a la espera de crecimientos extraordinarios de la productividad, que probablemente traigan los robots, prefieran acumular bajo el argumento de que el reparto no resuelve el problema de todos, pero si la de ellos que tienen necesidades más sofisticadas. También es un argumento la necesidad de contar con grandes capitales para emprender la resolución de problemas graves de la estructura económica y humana mundial, pero es absurdo no considerar un proyecto de interés conseguir salvar de la miseria a la mayor parte de la irremplazable riqueza humana que hoy se pudre en pozos infames.

Oxfam dice que con 100.000 millones de euros se acaba con toda la pobreza extrema. Esto supone el 1 % (4x100x100.000/40.000.000) de la renta anuales de los hogares del mundo rico. Si estamos pagando el 0,7 %, y sólo en algunos países, evidentemente falta dinero para cubrir la necesidades mínimas.

En fin, optimista, pesimista. Creo que hay que ser las dos cosas para que el contraste dentro del alma de cada uno sea un motor de cambio personal cuando nos quejamos de los impuestos y político cuando votamos. La aventura humana tiene varios factores contradictorios, pero sobre todo dos: la tecnología que favorece que la población crezca por los avances  médicos, pero que no ha alcanzado la capacidad productiva para dar una vida material digna a todos y la conciencia humana que se acongoja con el sufrimiento humano, pero que se adormece con la codicia con la misma facilidad. Creo que los grandes capitales deberían aplicarse, también, a los grandes problemas humanos. Si el mecanismo tiene que ser el mercado, hay que dotar a la mayor parte de la humanidad de los ingresos que les permita dirigir el interés empresarial hacia sus necesidades por la sencilla vía del consumo. Ahí está el reto, en cómo conseguir que los ingresos, que no son otra cosa que los títulos de propiedad anticipada de las producción del sistema industrial, estén más repartidos. Creo que pasa por la generalización de la actividad económica en áreas del mundo que no consiguen la acumulación de capital que le permita el arranque. En esas inversiones pendientes estaría la clave. Aunque creo que se camina en un sentido contrario cuando grandes potencias se están haciendo a precios baratos con la tierra y los recursos de los desheredados. Ellos verán, por qué están convirtiendo un problema de naciones pobres en otros de naciones ricas con los pobres dentro de casa. El panorama es dramático para las personas concretas e interesante para los observadores protegidos. Las grandes transformaciones tecnológicas que se esperan, ya veremos si se aplican a nuevos juegos virtuales o a la subsistencia de este ser que presume de espiritualidad y ejerce una voraz materialidad.

PD.- En este enlace de Gapminder hay interesantes gráficos interactivos que proporcionan dinámicamente información sobre la evolución del ser humano en distintos aspectos. Se acompaña de un vídeo explicativo del autor Hans Rosing:

 

 

 

 

¡Austeridad para todos!

Ya en siglo XVIII, el escocés Adam Smith había tratado rigurosamente la cuestión económica en su «Origen de la Riqueza de las Naciones», pero lo hizo en el estricto campo de esa especialidad. Fue en la mitad del siglo XIX cuando Marx puso a la economía en el centro de la reflexión filosófica aunque, más allá, convirtió esa reflexión en un programa político con el que violentó la realidad de tal forma con su utópica dictadura del proletariado (no hay dictadura buena), que todavía sentimos las consecuencias. Hoy en día esa operación de sacar los asuntos económicos de la academia, de la plaza de abastos o de la fábrica para ponerlos en el centro de la vida ha tenido pleno éxito. Tan es así que, tras la penúltima crisis económica en 2007, se propugna una educación financiera en el ámbito de la OCDE, no se sabe bien si para mejorar la capacidad de defensa del ciudadano ante propuestas maliciosas o para mejorar la defensa de los maliciosos ante los ciudadanos, cuando se acabe en los tribunales. El caso es que la economía lo permea todo, hasta el punto de que sus términos específicos han pasado al lenguaje popular y se emplea donde procede y donde no. Como consecuencia de esta emergencia de los económico, hay un nuevo reparto de la responsabilidad en las decisiones que los individuos y las familias han de tomar.

Así, habrá que aprender la diferencia entre balance y presupuesto para la propia economía familiar para, como dicen los expertos, no «apalancarse». También habrá que saber algo sobre cálculos actuariales, para que se tomen decisiones sensatas a la hora de contratar un plan de pensiones o un hipoteca. Bastará con una aplicación en la que meter cuota e interés y ver que pasa a tantos años, esperando que tu fondo no quiebre. También cabe, mirando el caso chileno, evitar que un Piñera español acabe con el sistema de pensiones. No menos interés habrá que poner en las noticias sobre la economías y las finanzas al objeto de hacer previsiones de gasto o reivindicaciones de actualización de ingresos. Una tarea diaria que sólo se podrá llevar a cabo con toda la eficacia cuando se libere tiempo libre porque los robots se ocupen que servirnos el café. Pero entre tanto podemos ir adquiriendo cierta capacidad cognitiva de interpretación.

Si todo esto es importante en el plano familiar, también lo es en el plano de la nación a la que uno pertenezca fiscalmente. Es decir, se impone la transparencia para que los ciudadanos sepan cómo están gestionando la riqueza común los políticos al cargo. Desde este punto de vista, es necesario que se publique de forma normalizada y sistemática no sólo el presupuesto de la nación que se aprueba en el Parlamento, sino la liquidación del mismo para saber las transferencia entre partidas o los presupuestos no ejecutados. Información que ha de estar al alcance de todos a un distancia máxima de dos golpes al ratón del ordenador. Y, muy importante, con la misma claridad debe publicarse el balance del país, en el que figuren sus activos y pasivos para ver el estado de salud o quiebra de la nación para fundamento de las políticas generales. Por tanto queda sentada la importancia de la economía como sustrato de nuestras vidas, un sustrato que hay que sacar del sótano para que luzca a la luz, pero sin corromper otro tipo de valores específicamente humanos. Por supuesto que a esta transparencia hay que añadir una gran dureza en el castigo de la corrupción de funcionarios y la evasión de impuestos de las grandes fortunas.

Como hace poco que he leído los puntos de vista de Niall Ferguson, que cree que es más importante la deuda de los países que la desigualdad, todo lo anterior no es más que un preámbulo para dar un salto a otro plano: el de la economía global desde el punto de vista de la desigualdad en la riqueza, que se denuncia que es creciente en el interior de los países y entre países. Vamos a hablar de riqueza que no es lo mismo que ingresos periódicos.

Riqueza es la suma de lo que se posee. Así, la suma de los valores inmuebles (viviendas o tierras) y muebles (dinero o acciones). La riqueza se incrementa o disminuye cada año con las rentas, compra-ventas de inmuebles, endeudamientos o apreciación-depreciación de valores financieros.

Partimos del informe Oxfam-Intermon de 2017, que nos ha ayudado a construir un cuadro a partir del original que nos permite una análisis más fino. La desigualdad que destila se refiere al planeta, como si fuera un único país, para entendernos.

Riqueza Original
Cuadro 1. Distribución de la riqueña mundial (original)
Cuadro 2. Distribución de la riqueza segregando millonarios de billonarios.

Las diferencias son las siguientes:

GLOSA DEL CUADRO

  • El 0,7 % de la población posee el nada menos que el 41 % de la riqueza mundial. Son 32 millones de adultos que poseen 99 billones de dólares. Son los millonarios.
    • De esos 32 millones, 2043 personas poseen 9 billones de dólares ello solos, con una media de 4.400 millones por cabeza.
    • El resto hasta los 32 millones de millonarios poseen 90 billones de dólares, con una media de 2,8 millones por cabeza.
  • El 91,6 % de la población posee solamente el 16,6 % de la riqueza. Son 4.273 millones de adultos que tiene que repartirse 40 billones de dólares .

Pero el dato de más impacto, en mi opinión, es que entre la clase media, que constituyen en conjunto el 7,7 % de la población poseen el 42,3 % de la riqueza. Son 361 millones de adultos repartidos por todo el globo constituyendo las clases medias de la sociedad, frente a los 4.273 millones de parias que forman parte minoritaria de los países occidentales y mayoritaria en los países africanos y algunos asiáticos. La tendencia a aumentar la desigualdad es resultado del crecimiento de la población en los países donde ésta es mayor, medida por la Tasa Gini (ver mapa), y a la capacidad tecnológica, junto con el dominio de las áreas del mundo con mayores recursos.

Lo que pone de manifiesto esta distribución es que una mayor igualdad reclama de las clases medias un sacrificio al que creo que se resistirán tanto como las élites económicas, siendo como sería su contribución cuantitativamente mucho mayor que la de los billonarios y equivalente a la de los millonarios. El PIB mundial es de unos 70 billones de dólares. La mitad se utiliza en capitalizar y la otra mitad de rentas. Si dividimos esos 35 billones entre la renta media de la Unión Europea resultan unos 1000 millones de personas. Por lo que, contando con la resistencia de las clases medias y ricas a reducir su renta, la desigualdad entre países no se resolverá hasta que la capacidad productiva del mundo se cuadruplique en estos momentos, lo que sólo podría ocurrir con la automatización masiva de la producción y un cambio cualitativo en el tipo de consumo para que el planeta lo soporte. Probablemente el consumo del futuro tendrá más que ver con la realidad virtual que con la material para cumplir las dos condiciones. Aunque puede haber adelantos con nuevas formas de consumo más austeras.

De modo que tantos miles de millones de personas fuera de los estándares medios de los países ricos y la inmediatez de la información explica la enorme e inexorable presión migratoria. También explica la inhibición de los dirigentes económicos y políticos en acciones para abordar el problema social de la desigualdad, porque abordarlo implicaría una reducción notable del estándar de vida occidental y un cambio radical en la producción de bienes que, en vez de dedicarse a saturar con frivolidades el recurrente mercado de los acomodados, produjera alimentos, medicamentos, ropa y entretenimiento para las masas de desfavorecidos a costa de la renta de los países ricos. Dado que esto es poco realista, pues los populismos atacarían estas políticas con muchas posibilidades de éxito, la función social de la presión fiscal sobre las grandes fortunas debería emplearse en la investigación para abordar los grandes problemas de la humanidad, desde la capacidad productiva a las enfermedades, educación o alimentación.

Cuadro 3. Tomando como referencia el cuadro 2 se ha estimado el reparto de la renta mundial sobre un PIB mundial de 80 billones de dólares.

Si tomamos como referencia la renta anual, un programa realmente radical sería incorporar la renta de los millonarios y billonarios al grupo de la clase media, lo que liberaría 15 billones de renta anual para poder dirigirlo a programas sociales. Un programa que permitiría abordar grandes inversiones en conocimiento y, desde luego abordar los casos de desesperación absoluta.

Riqueza GINI desigualdad
Imagen 1. Distribución de la tasa Gini
Riqueza GINI Ingresos 2009
Imagen 2. Distribución de los ingresos.

El informe estima en 18,5 billones de dólares los depósitos en paraísos fiscales, aproximadamente el 20 % de la riqueza acumulada de los millonarios y billonarios. El resto es de suponer que está en forma de  posesiones y valores financieros para, en el peor de los casos, neutralizar la tasa de inflación y, en el mejor de lo casos absorber rentas consiguiendo aplicar su dinero en fondos de inversión que les proporcionen intereses mayores que el crecimiento del Producto Interior Bruto o, al menos que la inflación. Para ello necesitan la cooperación de legislaciones que controlen los salarios y graven poco los capitales con impuestos. A pesar del manifiesto desequilibrio en el reparto de la riqueza, los poderosos por un efecto de pobreza psicológica relativa a los más rico de su clase, no pueden parar de buscar el incremento de sus capitales. Este estado de cosas se puede mantener por las siguientes razones:

  • Las alternativas históricas plantean soluciones rudimentarias que han conducido al crimen político y a la pobreza de las naciones y sus habitantes, incluso contando con los mismos avances tecnológicos.
  • Las alternativas actuales tienen, en el plano táctico, una tendencia cainita, en medio de vacilaciones y divisiones, que disuelve la capacidad de acción y, en el plano estratégico, una tendencia a ofrecer soluciones débiles frente al poder efectivo de la dinámica capitalistas cuando se transforma en política democrática. Aunque El éxito económico de China está tentando a dirigentes occidentales a prescindir de la democracia para tener gobiernos autoritarios. Lo que puede conducir tanto hacia situaciones de mayor desigualdad como de mayor igualdad si se apoderan del país élites de izquierdas. En cualquier caso la víctima segura serían las libertades políticas.
  • Las propuestas conservadoras no tiene peor enemigo que la corrupción, pues sus llamadas al sentido común, al cuidado de la economía y los valores tradicionales son muy efectivos para contar con apoyo en toda las capas sociales. Estas opciones siempre han considerado que las opciones de izquierda son derrochadoras y generadoras de huída de capitales inversores.
  • Las clases pobres en los países donde son mayoritarias, por sus circunstancias tan extremas, carecen de cualquier tipo de energía intelectual que les permita protagonizar revoluciones, quedando sus muestra de ira exclusivamente en motines, que pueden ser sangrientos, pero que son sofocados con rapidez por fuerzas pagadas por sus explotadores.
  • En los países occidentales, donde las clases pobres son minoritarias, la industria del entretenimiento a través de dispositivos móviles prácticamente neutraliza cualquier tipo de reivindicación, llegando su desinterés a la abstención electoral. Cualquier reivindicación son protagonizadas, en general, por clases profesionales (profesionales, educadores) que ven reducirse sus ingresos y los recursos con que ejercer. Es decir, por parte de clases medias que en vez de vivir en la esperanza de subir el estatus y el de sus hijos, ven como hay un deterioro manifiesto de su situación. Estas clases, en las que se puede unir irritación con capacidad intelectual de reivindicación inteligente, pueden constituirse en sujetos de cambio por vías parlamentarias. Una fuerza que suele fallar por la mala calidad de su transformación en acción política eficaz.

La parte de la riqueza materializada en bienes inmuebles, una vez construidos, igual da que las posean unos que otros, la cuestión es cómo evitar que se consuman recursos en mansiones megalómanas o en juguetes tecnológicos de lujo como los que ofrece la página The Billionaire Shop, cuando se necesitan tantos recursos para programas de educación y gestión que lancen economías modestas en países ricos en recursos y potencial talento, pero pobres en instituciones que los gobiernen correctamente; programas que ataquen grandes catástrofes naturales o inducidas por conflictos bélicos o programas de investigación para la búsqueda de soluciones a los viejos y nuevos problemas de la humanidad.

El informe Oxfam-Intermón proporciona sus propias recomendaciones:

Riqueza 3

Es claro que no propone un reparto de la riqueza rudimentaria, porque ya se ha visto que supone una generalización de la pobreza y, probablemente la renuncia de los más osados y necesarios narcisista que gestionan los grandes movimientos económicos del mundo a seguir impulsándolos. Pero sí se pide a las clases ricas que al menos ni eludan sus obligaciones fiscales, ni corrompan gobiernos para que éstas sean reducidas.

En realidad, lo más pro-volucionario que se podría hacer es conseguir fiscalmente que las clases más ricas estuvieran en la franja de la clase media alta del cuadro 2, con lo que la parte de los 99 billones de dólares que están en forma de dinero o valores financieros podrían difundirse hacia las capas menos favorecidas a las que habría que enseñar a invertir cualquier ahorro para que se produzcan las acumulaciones de capitales necesarias para los problemas actuales. Pero no se debe olvidar que algunos de lo que figuran en las dos últimas filas del cuadro 2 han conseguido sus fortunas a partir de la corrupción o el tráfico de estupefacientes, armas o personas. Personas de las que no cabe esperar una renuncia pacífica a sus privilegios. La gran historia ha dado muestras suficientes de los flujos de la ira popular y los reflujos de la frialdad del poderoso para, una y otra vez volver a situaciones injustas, pero con altos costes para las generaciones involucradas en términos de sufrimiento físico y psíquico. Culpar de eso al capitalismo es inútil, porque no hay sistema productivo más eficaz. Expropiar al rico es generar nuevos ricos en los aparatos del estado sin el mérito de, al menos, haber conseguido la fortuna mediante esfuerzos más o menos legales. Lo que hay que inventar es una forma de que la distribución de la riqueza tenga la forma de un trapecio con las pendientes laterales acusadas, de tal modo que los situados en la parte baja tengan cubiertas sus necesidades vitales y educacionales y cuando se llega a las capas que pueden ahorrar, estimular el que estos ahorros sean colocados en fondos, como se dice más arriba, donde se acumule el capital para que se puedan abordar las grandes empresas humanas o socorrer a los grandes damnificados por el azar natural o bélico.

Mostramos ahora como complemento un gráfico de una conferencia de Thomas Piketty en Chile. En él se puede ver con el caso extremo de Italia como el estado tiene riqueza negativa, como consecuencia de que los activos públicos valen menos que la deuda. Al mismo tiempo la riqueza privada ha aumentado porque han sido los propios italianos lo que han acudido a las rebajas del patrimonio del estado. Para reflexionar ¿no?

Riqueza Piketty

También es interesante comprobar en el gráfico que sigue, procedente de la misma fuente, las tasas que se han llegado a pagar en impuestos sobre las grandes fortunas, sin que el sistema se resquebrajara. Esto se acabó con Reagan en los años 80. Por otra parte, se puede comprobar que a principio del siglo XX no se pagaba nada:

Riqueza Piketty II

LA DESIGUALDAD EN ESPAÑA

Para comprobar si este esquema global tiene algún tipo de correspondencia con un país como España vamos a usar, como fundamento, una tabla reciente del Banco de España sobre la riqueza en los hogares.

Riqueza España 2014
Cuadro 4. Distribución de la riqueza (original Banco de España)

De esta tabla sacamos estos datos de riqueza resumidos:

Riqueza resumen España 2014
Cuadro 5. Distribución de la riqueza 2014

Se puede comprobar que la distribución de la riqueza en España, aunque el cuadro 4 indica que se está polarizando y la Tasa Gini es de las peores de Europa, es mucho mejor que en el conjunto mundial. El cuadro 5 muestra, frente al dato mundial de que el 91,6 % de la población posee solamente el 16,6 % de la riqueza, en España el 90 % de los hogares posee el 66 % de la riqueza. En gran medida se debe esto a que, a pesar de que durante un tiempo estuvo en boga criticarlo, el 80 % de los españoles viven en una vivienda de su propiedad. Por otra parte, se ve que el país vale lo que suma la riqueza de sus habitantes, esto es 4,5 billones de euros a los que habrá que sumar la riqueza del Estado que no tengo cifrada.

Naturalmente la riqueza es resultado de la acumulación a través de la herencia de los muertos y la acumulación de la renta de los vivos. Veamos cómo se distribuye la renta dineraria en España a partir de la información de la Agencia Tributaria para 2015:

Riqueza 2015 Ingresos
Cuadro 6

En el cuadro 6 se advierte una franja del 40,25 % de la población trabajadora que recibe solamente el 14,92 % de la renta, mientras que una franja del 0,42 % recibe el 3,51 % de la renta. Esto significa 3,51/0,42/14,92/40,25 = 22 veces más renta. Pero, sin embargo, cualquier intento de igualación convirtiendo a la franja más rica en clase media alta, en el tramo de ingresos 60-150, liberaría 13.710.725.350 – 82.069×71.599 = 7.834 millones de euros que divididos entre los 7,8 millones de trabajadores de los tramos por debajo de 12.000 euros supone 1.000 euros al año u 83 euros al mes (antes se diría que para tabaco) con la consecuencia de que gran parte de los impuestos se pierden por cambiar esos ingresos de tramo impositivo.

En cuanto a los impuestos, el peso de la contribución a la Hacienda gravita sobre la clase media que se hace cargo del 84,23 % del total. En cuanto a la progresividad de los impuestos se puede ver que la clase media paga 84,23/59,33/0,79/40,25 = 72 veces más que los trabajadores pobres, lo que era de esperar. ¡

Para aumentar la igualdad en España se necesita algo más que los 3.900 millones de euros de renta de los ricos, pues hay unos 5 millones de españoles que trabajan con ingresos anuales por debajo de los 9000 euros. Si sus ingresos se complementan hasta 12000 euros puede suponer 5 millones x 12.000 = 60.000  – 33.500 millones (que ya cobran) = 26500 millones al año que el país no tiene perspectiva de ganar de forma adicional porque, al no aparecer en las rentas de los dos tramos más ricos, se supone que no existen. Muy al contrario, el país tiene un déficit de unos 40.000 millones en las cuentas públicas, lo que se agrava con los intereses de la deuda acumulada (unos 35.000 millones), que está ya cercana al 100 % del PIB. Un asunto éste de gran importancia porque, tras el acelerón de gasto de los primeros ochos años del siglo, se les deja a nuestros hijos, en vez de una herencia, una púa. En definitiva que, manteniendo el estatus actual, mejorar la situación de los pobres requiere 66.500 millones de euros, si sumamos la renta que falta al déficit y los intereses de la deuda pública. Y todo ello, sin bajar un euro la propia deuda. Suponemos que parte se compensa con la economías sumergida que genera ingresos pero que no paga impuestos. Si alcanza, como dice la leyenda, el 20 % del PIB, hablamos de 200.000 millones euros que, si pagara impuestos, ayudaría bastante a aclarar la situación, porque conoceríamos mejor en qué hogares no entra una renta razonable que permita una vida que merezca el nombre.

FINAL

Desde luego, si las cosas son como estos datos y cálculos parecen decirnos, hay que buscar salidas muy sofisticadas a los problemas. Pero, si la fórmula es austeridad, debemos sentirla todos. Es decir, que una bajada de sueldos en general del X %, debe implicar un aumento semejante de los impuestos para las grandes fortunas, corrigiendo el hecho de que su disposición de liquidez les permita aumentar su patrimonio en plena crisis aprovechando el hundimiento de los precios y a costa de las clases medias y bajas que, además, perdieron sus hogares o sus ahorros por los manejos financieros. Pero, dos cosas están claras: la primera, que hay que estimular la capacidad de crear valor desatando el talento de nuestros jóvenes investigadores o de aquellos con competencia para comercializar productos o ideas. Lo que señala el camino para cualquier aumento de la fiscalidad sobre los ricos. El modelo es una economía que mejora su balanza comercial produciendo para un consumo razonable y, sobre todo para el resto del mundo. Si no, ya se ve la dificultades para mantener a tantos millones de personas con proyectos razonables de vida en un mundo lleno de tensiones de todo tipo. Y, la segunda, que no conocemos un sistema distinto al de la economía de mercado para producir, pero que algunas cosas se les debe aclarar a los que sostienen su intangibilidad, y es que, los resultados económicos del frenesí mercantil y financiero no deben dejar atrás a nadie que quiera contribuir con su esfuerzo al bien común. También está claro que los enemigos del mercado no han demostrado tener competencia para gestionar de forma planificada la economía, porque, probablemente, nadie tenga la capacidad de gobernar la complejidad de estos procesos. De modo que es mejor dejar las manos quietas y esforzarse en definir los parámetros de una vida digna y tener el coraje de trabajar para que, sin matar la ambición que mueve montañas, cabalgar el tigre para que no mate ni a la gente ni a la naturaleza.

Por otra parte, se deduce de las cifras globales del mundo que las clases medias no están, ni mucho menos, al margen de las soluciones, pues el 40 % de la riqueza y de las rentas están en sus manos, siendo el grupo de los millonarios y billonarios, antes que una fuente de reparto, una oportunidad para la ejemplaridad con la financiación de grandes programas de apoyo a tragedias humanitarias o inversiones en soluciones imaginativas para la generalización de una vida digna.

Conclusión:  como país, deberíamos irnos preparando culturalmente para convertirnos en un país sin bolsas de pobreza a base de compartir de forma generalizada, al tiempo que presionamos nuestra inteligencia y esfuerzo para participar en el gran reto mundial. Lo que implica también  cierta austeridad para pagar las deudas acumuladas. Una y otra cosa nos lleva a un estado mental en el que se puede y debe decir bien alto: ¡austeridad, sí, pero para todos!

The Great Degeneration. Niall Ferguson. Reseña (15)

Este libro es un intento serio para que el mundo fije su atención sobre lo que es relevante frente a lo que es importante, pero menos decisivo, en opinión del autor. Por ejemplo, considera que hoy se habla de globalización, los cambios en la tecnología, de desigualdad, educación y política fiscal. Los conservadores, en su opinión, tienden a subrayar las dos primeras, mientras que los «liberales» (la izquierda europea) prefieren destacar la desigualdad por falta de inversión pública en educación, lo que se explica por la reducción de impuestos que favorece a los ricos. Pero, para el autor, hay otras fuerzas actuantes que suelen pasar inadvertidas en los debates políticos. La desigualdad es creciente desde 1980 entre el 1 % de la población más rica y el resto. Pero las diferencias entre países en el grado de crecimiento y en la forma de distribuir los resultados no se pueden explicar solamente en términos económicos. Al contrario él cree que fenómenos económicos como que el crecimiento sea más alto que los intereses gracias a la tecnología o la inflación son, fundamentalmente fenómenos políticos. Igualmente piensa que la deuda de los países es consecuencias de errores de gestión. Ferguson sospecha que hay mucho de darwinismo en el funcionamiento de la economía, no tanto con las personas, cuanto en los mecanismos de financiación como «seres» de cuya correcta selección depende el futuro, pues las crisis elimina a los dinosaurios financieros y permite el desarrollo de nuevos enfoques. En su opinión, aplicar el «diseño inteligente» a las finanzas puede estar bien en el principio, pero luego hay que dejar que la realidad pula y depure. Por eso es tan complicado prever una crisis. Tanto como una epidemia o un terremoto.

Acusa a la regulación-desregulación de los años 80 el que los bancos se volvieran más osados al inflar sus balances de forma imprudente respecto a los depósitos, pero, como eso ocurrió también en Alemania o España, la culpa no puede ser de Reagan, como si Europa no hubiera demostrado sobradamente su seguidismo respecto de Estados Unidos en tantas cosas, incluidos los usos financieros.

Al principio de su libro, Niall Ferguson cita a Adams Smith en La riqueza de las naciones, cuando se refiere a un estado que no crece:

«Aunque la riqueza de un país pueda ser muy grande, si ha padecido un estado estacionario, no cabe esperar altos salarios entre los trabajadores… Es en una situación de crecimiento, mientra la sociedad está en fase de avance, mejor que cuando ha alcanzado la máxima riqueza potencial, que la situación de los empleados pobres es más feliz y confortable. En la fase estacionaria, la situación es dura y en la recesión es miserable. La mejor situación para todos los estamentos sociales es la de un estado en crecimiento. El estado estacionario es aburrido y la recesión melancólica.»

«En un país también, donde, aunque el rico o el propietario de grandes capitales disfrute de altos niveles de seguridad, el pobre o el propietario de capitales modestos pasa miedo, y bajo pretexto de hacer justicia, pueda ser saqueado en cualquier momento por funcionarios con poder… (Entonces) en las diferentes ramas productivas, la explotación de los pobres puede asegurar el monopolio de los ricos, que asegurándose el control de los negocios sólo para ellos, se aseguran grandes beneficios.»

El llamado estado estacionario es la peor situación imaginable. La tesis de Ferguson es que estamos instalándonos en una fase del capitalismo en Occidente que podríamos considera así.

¿En qué momento perdió Occidente el camino del crecimiento? ¿Cómo se ha llegado a este punto de estancamiento?. Desde luego, Ferguson, no piensa que sea por que falten estímulos.  Niall Ferguson es un historiador de la economía que considera que preocuparse de la desigualdad entre ciudadanos de un mismo país es perder el tiempo, porque lo que realmente interesa es la caída del poderío económico de los Estados Unidos respecto de China y la deuda que la actual generación va a dejar a la siguiente. Y no lo hace tanto porque considere que la desigualdad no es importante, sino porque considera que no es «lo más importante», como piensa Thomas Piketty, el economista francés. Niall es escocés, (algo tendrá que ver en su posición vital). Nació en 1964 y ha tenido un éxito extraordinario como escritor y conferenciante. Sus tesis son duras y, en el libro que se reseña, se explican en su naturaleza y en sus consecuencias. El libro es duro ya desde el título. La gran degeneración se refiere al hecho de que países (generalmente occidentales) con instituciones que ha funcionado bien están degradándose, principalmente, porque sus instituciones lo están haciendo por un fenómeno entrópico que tiene los siguientes factores principales, que el llama cuatro cajas negras:

  • Democracia
  • Capitalismo
  • Estado de Derecho
  • Sociedad civil

El buen funcionamiento de cada uno de estos aspectos de la sociedad humana están involucradas instituciones. En el caso de la democracia, son los partidos políticos y todo aquellos agentes (jueces, Juntas Electorales, Ombudsmen)  que trabajan para que las elecciones sean limpias; por supuesto, el Parlamento como sostén de la legislatura y el Gobierno como ejecutor de las políticas. Considera que el Estado de Bienestar no debe confundirse con la democracia y hace una broma sin gracia sobre su nacimiento: según él, usando la metáfora de un panal de abejas, el estado de bienestar es un invento de los zánganos para que las obreras trabajen para ellos. Zánganos que reclaman servicios que hay que financiar endeudándose y comprometiendo a las generaciones siguientes. Todo el mundo reclama ser demócrata hoy en día. En cuanto al capitalismo, pone en juego la idea de hasta qué punto las regulaciones que los gobiernos y parlamentos disponen lastra el buen funcionamiento del sistema.

En cuanto al Estado de Derecho considera que ni la democracia, ni el capitalismo pueden funcionar sin un sistema efectivo de justicia. donde las leyes puedan ser impuestas si hay infractores; los derechos individuales puedan ser respetados y las disputas resueltas en forma pacífica y racional. Considera que el Estado de Derecho generado en los países angloparlantes ha resultado el más efectivo, pero cree que está en peligro porque está derivando en una especie de sistema gobernado por los abogados antes que por las leyes. En cuanto a la sociedad civil, el mundo del voluntariado que trabaja para fines sociales sin ánimo de lucro, en clubes y organizaciones, cree que es un mundo que declina quitando uno de sus principales pilares a la estructura de una civilización. Se pregunta si las relaciones que se crean a través de las redes sociales son la forma moderna de hacerlo y se responde que no. En definitiva, estos cuatro aspectos de la vida civilizada se encarnan en instituciones y, por tanto, de éstas depende su éxito. Cada individuo pertenece o está involucrado en un gran número de instituciones, ya sea por obligación, ya sea por afición. Algún conjunto de instituciones favorecen la vida libre y creativa y otras son nocivas, como las violentas asociaciones de hooligans.

Son mucho los autores que han llegado a conclusiones parecidas, pero ninguno pone el énfasis donde lo pone Ferguson. Él cree que las instituciones fallan porque existe una especie de entropía de las instituciones buenas que devienen malas porque se quiere destruir el estado de derecho o el libre mercado. Ferguson se pregunta qué se está haciendo mal en Occidente en estos momentos. En su opinión se está actuando sobre los síntomas mientras está instalándose el estado estacionario y paralizante que Adam Smith denunció. Un estado de cosas en el que las élites se corrompen y los pobres sufren extraordinariamente.

Se está produciendo un proceso de traslación de la eficacia de las instituciones de Occidente a Oriente con espectaculares efectos económicos. Empieza su análisis con la decadencia relativa de USA que muestran las siguientes dos imagenes:

(Todas las imágenes provienen de la conferencia de Ferguson en Chile. https://www.youtube.com/watch?v=S_VIF_l4Ulc

Ferguson 19

Ferguson 2

Por eso discute la pretensión de Piketty de que es la desigualdad interna de los países la clave de los problemas actuales. Ferguson cree que ni las diferencias genéticas, ni las diferencias climáticas, ni la distribución en las materias primas, ni siquiera la práctica del imperialismo es el origen del problema. El cree que la mejor explicación de por qué Occidente desarrolló una civilización más rica que Oriente, lo que se llamó «la gran divergencia», está en el funcionamiento de las respectivas instituciones. En un caso, el de Oriente, instituciones basadas en dinastías consumidoras de recursos, bajo crecimiento y, en el de Occidente, una economía de rápido crecimiento, una sociedad civil muy activa organizándose, un gobierno meno interventor y unas relaciones impersonales reguladas por la ley incluyendo los derecho de propiedad, la justicia y, al menos en teoría, la igualdad. De este modo se pasaba de un estado natural de cosas muy frágil a uno más maduro y abierto para las relaciones entre elites. Era un paso intermedio hacia una sociedad completamente abierta como la que disfrutamos ahora, que son resultado de las dos conmociones del siglo XVIII: la revolución americana y la francesa, que abrieron las posibilidades a todos.

Fukuyama establece que las tres condiciones para esta sociedad son: un estado fuerte, la subordinación del Estado a la ley y la responsabilidad del estado con todos los ciudadanos. Acemoglu y Robinson consideran que la clave entre países fallidos y países con éxito reside en contar con derechos políticos activos que permiten el acceso de todos a las oportunidades de económicas, pasando de tener instituciones extractivas (parasitarias) a tener instituciones inclusivas (proactivas). Ferguson cita a Hernando de Soto y a su experimento relatado en el libro The Mystery of the Capital acerca de cuánto tiempo se necesita en Perú para montar un negocio o construir un edificio. Estas dificultades obligan a que los pobres sobrevivan fuera de la ley. Lo que genera propiedades ilegales que se pueden considerar capital muerto, por no entrar en el juego financiero que posibilita la actividad económica. Energía financiera que no es utilizada condenando al país a la pobreza crónica. Ferguson, también utiliza el caso de Tarek Bouazizi, el joven tunecino al que se le expropió su carrito con viandas que era su única forma de vida. Tarek se quemó enfrente de la comisaría y fue el fulminante de la revolución de Túnez que expulsó al presidente Zine Ben Alí y a su régimen. Tarek tampoco podía usar su casa como garantía para emprender un negocio mayor porque no tenía escritura. Si el estancamiento de las instituciones de estos países provoca el estancamiento económico, es razonable pensar que la revolución inglesa de 1688 fuera clave para romper con las restricciones de la actividad económica en Inglaterra que imponían élites ociosas dedicadas a parasitar a la población comerciante y trabajadora. La liberación trajo la mejora de la agricultura, la expansión del imperio y la revolución industrial.

Si todo esto es cierto, Ferguson cree hay que convenir con Adam Smith que el actual estancamiento de Occidente debe tener explicación en una degeneración de sus instituciones. Y que el éxito de Oriente reside en haber copiado con provecho el funcionamiento de las instituciones occidentales. El primer país fue Japón nada más acabada la II Guerra Mundial y, aún, bajo el control político de los Estados Unidos. Así, bromea Ferguson, los países orientales se «han bajado» las siguientes aplicaciones:

  1. Competencia económica
  2. Revolución científica
  3. Los derechos de propiedad
  4. Medicina moderna
  5. Sociedad de consumo
  6. Ética del trabajo

Han añadido una burocracia eficiente y cuentan con una enorme fuerza de trabajo bien formada. Véase la impactante diapositiva que sigue:

Ferguson 13

Como se puede ver por el informe PISA, los hijos de la clase trabajadora china tiene mejor puntuación en matemáticas que los hijos de las elites profesionales de Estados Unidos.

Ferguson rechaza el argumento de que la crisis de 2007 se deba a la desregulación que empezó con Ronald Reagan y remató Bill Clinton anulando la Glass-Steagall Act de 1933 (surgida de la Gran Crisis de 1929), dejando las manos libres para que los bancos comerciales se dedicaran a la fantasía financiera provocando y favoreciendo el endeudamiento público y privado al salir al mercado a la aventura gran parte de los depósitos de los contribuyentes. Así se acabó con la era de los bancos aburridos para pasar a la de los bancos temerarios, según afirma Paul Krugman el economista Premio Nobel.

Ferguson, aunque declara no querer lavar la cara de los bancos, considera que esta historia de la desregulación está muy equivocada. El primer argumento es que la caída de los bancos Lehman Brothers y Bear Stearns se habría producido igual con la Ley Glass-Steagall, porque eran bancos financieros. También rechaza que el crecimiento de la productividad en la posguerra se debiera a que los bancos comerciales estaban bien atados. Reconoce que hubo un gran crecimiento, pero que la mayor velocidad se alcanzó tras la llegada al poder de Reagan. En lo que, seguramente, algo tuvo que ver la mejora en la educación y la innovación tecnológica, además de la incipiente globalización. Ferguson rechaza la relación control bancario-crecimiento y la relación descontrol bancario-crisis. Él cree que la desregulación no es mala, pero la mala desregulación sí, especialmente si va acompañada de malas decisiones monetarias y fiscales, como demostró la crisis de los años 70 y la de los años 2000. Ferguson, sorprendentemente piensa que la crisis de 2007 se debe a un exceso de regulación y decisiones perniciosas y da tres razones:

  1. se incentivó con participaciones a los ejecutivos de grandes bancos de propiedad pública para que aumentaran el valor de las acciones de sus instituciones. Naturalmente, el camino que utilizaron fue el de maximizar el tamaño de las actividades de los bancos en relación a su capital.
  2. Se autorizó desde 1996 a fijar los requisitos de sus capitales sobre la base la estimación de sus riesgos internos. Evaluación que se confió a agencias privadas de rating.
  3. Los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal, desarrollaron una peculiar doctrina monetaria, según la cual debían intervenir bajando los intereses si los precios de los activos bajaban con rapidez, pero que no debían intervenir si subían bruscamente, siempre que no afectara a la inflación. De este modo los bancos centrales se auto-excluían de un brusco calentamiento de la economía que llevara a una burbuja. Se suponía que sólo había que preocuparse de los precios del consumo, pero, por alguna oscura razón, no de la inflación de los precios de las viviendas.
  4. El Congreso de los Estados Unidos aprobó una legislación para incrementar el porcentaje de ciudadanos de bajos ingresos que eran propietarios de sus viviendas,. Con ello, produjo una distorsión del mercado de las hipotecas con la intervención de las agencias inmobiliarias oficiales (Fannie Mae y Freddie Mac). Un impulso por razones sociales y políticas para que familias de bajos ingresos se comprometieran al pago de créditos a largo plazo.
  5. El gobierno chino que gastó billones de dólares para prevenir la apreciación relativa de su moneda respecto del dólar. Lo que hizo para que los productos chinos fueran altamente competitivos en los mercados occidentales. La consecuencia no prevista fue proporcionar a los Estados Unidos de una línea de crédito enorme que favoreció una burbuja en el mercado inmobiliario.

De todo este proceso solamente es atribuible a la desregulación, según Ferguson, el mercado de derivados como los Swaps, que la agencia de seguros AIG, a través de su oficina de Londres, vendió en enormes cantidades. Pero, Ferguson no considera a esta iniciativa la primera causa de la crisis, porque los bancos son la clave de la crisis y los bancos, según nuestro autor, estaban regulados.

En su opinión, el daño hecho por los derivados no debe llevar a la eliminación de los inventos financieros, del mismo modo que no se debe eliminar a Amazon por las consecuencias que tiene sobre las pequeñas librerías. Ferguson cree que la innovación financiera no debe ser parada por la regulación financiera. Los legisladores y reguladores actuaron con indiferencia provocando consecuencias inesperadas. Tiene razón Ferguson en hacer reproches a los legisladores, porque en las audiencias que se celebraron en el Congreso de los Estados Unidos los ejecutivos involucrados pudieron aguantar el fuego graneado de los comisionados con rostro de cemento con la única frase de «no será ético, pero es legal«. Puede uno imaginarse las risotadas en privado desde cualquier resort caribeño. Pero insiste en que no es una cuestión de regulación financiera, pues ya Adam Smith en 1772 la propuso. Por eso, cree que la cuestión no es si se necesita más regulación, sino «Qué tipo de regulación financiera funcionará mejor«. Citando a Karl Kraus en su irónica definición del psicoanálisis, dice que «la regulación financiera es la enfermedad que pretende ser el remedio«. También cita John Mark, ex-jefe ejecutivo de Morgan Stanley que dijo a los legisladores: «No podemos controlarnos a nosotros mismos. Ustedes deben entrar y tomar el control en Wall Street«.

Esta pasión por la regulación la atribuye Ferguson a los enemigos del Estado de Derecho y uno de ellos es una mala ley y, Ferguson cree, la sobreactuación legislativa después de la crisis es la prueba. Páginas y páginas, reguladores y reguladores en una intrincada trama que no garantiza que se pueda evitar la próxima crisis. Ferguson no entiende cómo se compatibiliza limitar los préstamos que dan los bancos con la recuperación económica.

Si Darwin extrajo su teoría de la selección natural de la lectura de Malthus está por ver, pero, como dijo Bagehot: «La ruda y vulgar estructura del comercio inglés es el secreto de su vida; porque contiene la tendencia a la variación, que, tanto en el reino social como en el reino animal, es el fundamento del progreso«. La innovación es una mutación y no puede ser impedida, si no la vida social se paralizará y pronto acudirán las élites extractivas a vivir en la holgazanería a costa de los demás, como Smith pronosticó. La regulación post-crisis no puede abarcar toda la complejidad del sistema financiero moderno para atarlo de pies y manos. Ni siquiera es deseable. La solución que da Ferguson la basa en las reflexiones de Walter Bagehot en 1873, según las cuales la complejidad del sistema financiero de Londres era tal que iba acompañado de una gran fragilidad, porque se basaba y,  todavía se basa exclusivamente, en la confianza de un ser humano sobre otro. Confianza que cuando desaparece bruscamente por razones desconocidas, un pequeño incidente puede dañar al sistema y uno grande destruirlo. Un sistema que no tenía más paracaídas que el Banco de Inglaterra, una entidad con la mayor cantidad de capital ocioso del país. Hoy en día, ocurre del mismo modo. Todo los actores económicos están comprometidos y su fortuna va y viene. En caso de catástrofe ninguno puede ocuparse del conjunto. Por eso Bagehot propone que, en caso de crisis, el banco central debe poner liquidez a disposición de los actores económicos pero a un alto interés, para que sólo lo tomen los que realmente lo necesitan. Justamente lo contrario que se ha hecho en la crisis del 2007, que se optó por dinero barato casi a cero interés. También se ha despreciado lo que Bagehot dijo acerca de que al frente de los bancos haya gente con gran experiencia en tratar con los mercados de valores. Y en especial al frente del Banco Central, donde debe haber alguien experimentado y «aprehensivo» para que intervenga cuando vea que crece el crédito demasiado o sube en exceso el precio de los valores. También debe contar con suficiente libertad (latitude) para fijar requisitos de las reservas, tasas de interés y flujos de las compras y ventas de valores en un mercado abierto. Todo ello sazonado un buen conocimiento de la historia de las finanzas para prender del pasado. Sin olvidar, añade Ferguson, que quien transgreda las normas debe pagarlo caro. Los que ponen el énfasis en las desregulación como causa de la crisis, deben tener en cuenta, también, el clima de impunidad reinante, que procedía, no de la desregulación, sino de la ausencia de castigo.

Siempre habrá codiciosos alrededor de las actividades bancarias. Pero cometerán fraude si saben que no hay ni vigilancia, ni castigo. El fallo en aplicar la regulación, es decir, la ley, es uno de los aspectos más perturbadores desde 2007. El número de los que han pagado con cárcel sus tropelías es ridículamente bajo. He aquí de nuevo las cuestión de las instituciones que, si funcionan mal, todo va mal. Ferguson cita a Voltaire cuando dijo que «Los británicos ejecutan, de vez en cuando, a un almirante para que los demás tomen nota«. Si los banqueros pueden impunemente transgredir las leyes delante de los ojos de los reguladores, no hay esperanza. Pone el ejemplo de Angelo Mozilo que fue penalizado con 67,5 millones de dólares por fraude en las hipotecas cuando había recibido 522 millones durante su gestión como CEO de su empresa (Countrywide Financial). Y esto no puede consentirse. De modo que ni exceso de regulación, ni impunidad. El mundo financiero funcionará mejor y será menos frágil con reglas sencillas y dureza en su aplicación.

Las pistas de la degradación de las instituciones que denuncia Ferguson son:

  • La ruptura del pacto intergeneracional expresado por la deuda pública y privada de los países. En azul el incremento en impuestos para corregir la situación y en rojo el recorte en gastos necesarios para el mismo fin.

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  • Excesiva complejidad y reglamentación de la actividad, que se traduce en lentitud de la activación de iniciativas.
  • La complicación del entramado legal por la acción de los abogados. Rule of lawyers vs. Rule of law. Adviértase en la figura inferior el incremento en el número de páginas legales en los últimos 100 años.

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  • Declinación de la sociedad civil, en forma de menor interés en el apoyo del voluntariado. Este es un punto muy relevante, pues como dijo Raúl Guerra Garrido, «Hay más trabajo que puestos de trabajo«. Como se ve en la figura inferior hay una caída importante de la contribución del voluntariado en tareas sociales.

Ferguson 20

Todos estos parámetros están en su peor momento y, por eso, sufren las instituciones y si sufren, sufre toda la sociedad. En particular discute el reproche de elitista que se hace a la existencia de clubes privados y a la existencia de colegios privados. Está de acuerdo en la existencia y proliferación de colegios públicos, pero considera que ésto tiene un límite, especialmente en sociedades donde la formación general es universal. Pero cree que el monopolio de la educación tiene los mismos problemas de cualquier monopolio: la caída de la calidad debido a la seguridad que proporciona y la ausencia de competencia. No debe costar trabajo, incluso cuando se perjudica a las propias coordenadas ideológicas, reconocer la contribución de instituciones educativas privadas al elevar los niveles de calidad. Ferguson no pone al sistema público frente a la existencia de instituciones privadas. Cree que deben existir ambas.

En la figura inferior hay una medida subjetiva de la percepción de la confianza en las instituciones norteamericanas.

Ferguson 10

Ferguson concluye con una matriz interesante, que propuso el, afortunadamente, olvidado Secretario de Estado de George W. Bush Donald Rumsfeld. Ferguson aportó una más. Se trata de formas de información con que se cuenta o se puede contar:

  • Conocimiento que se sabe que se tiene (known knowns)
  • Conocimiento que se sabe que no se tiene (known unknowns)
  • Conocimiento que no se sabe que no se tiene (unknown unknowns)
  • Conocimiento que no se sabe que se tiene (unknown knowns) (aportación de Ferguson)

LO QUE SABEMOS QUE SABEMOS

Somos conscientes de saber, porque no va a cambiar en un futuro razonables:

  • La distribución de la inteligencia de los seres humanos
  • Los sesgos de la mente de las personas
  • El crecimiento de la población
  • Las reservas de metales y tierras raras
  • La difusión de la tecnologías
  • El aumento de la población urbana por la ventaja de su economía de escala

LO QUE SABEMOS QUE NO SABEMOS

Aquí, Ferguson, sitúa las reservas de minerales y recursos en el planeta, así como la nueva tecnología que ha de llegar en el ámbito de lo que sabemos que no sabemos. También sabemos que no podemos conocer el impacto de las crisis sobre los precios de las materias primas en el futuro. Del mismo modo, también sabemos que no sabemos los desastres naturales que pueden llegarnos en cada momento. Sin embargo, sí sabemos que el número de víctimas crece con la concentración urbana.

LO QUE NO SABEMOS QUE SABEMOS

Lo que no sabemos que no sabemos es un ámbito que por su propia naturaleza impide cualquier pronóstico, pero lo no sabemos que sabemos tiene que ver con la ignorancia de los que toman decisiones sobre lo que la historia nos enseña. Por ejemplo, acerca de las burbujas de los precios de los valores, la corrupción política, la desigualdad de ingresos o la indecisión para abordar la inflación para prevenir una crisis económica. En el ámbito político se sabe que la subida de los precios de los alimentos básicos, la existencia de un amplio segmento de jóvenes, la existencia de una clase medias emergente, una ideología destructiva, un régimen antiguo y corrupto y la debilidad del orden internacional producen disturbios como los que se pueden observar en Oriente Medio.

LA DEUDA, LOS VIEJOS Y LOS JÓVENES

La situación actual de falta de perspectiva ha derivado en un aumento de las deudas de los países occidentales, pues piden dinero prestado para gastar lo que no han ganado previamente en capacidad productiva. Parece claro que un problema como el de la desigualdad dentro de un mismo país, salvo que se traduzca en disturbios, pasa a ocupar un lugar secundario en los problemas de nuestra área geoestratégica, en opinión de Ferguson. También cree que ni la austeridad, ni los estímulos monetarios son la solución, pues las razones son más profundas. El enfoque institucional tiene la ventaja de que no deja la solución en la mano invisible del mercado, sino que apela a acciones voluntarias de carácter educativo, axiológico y político que pueden cambiar el signo de la actual decadencia.

Deuda 2016

Ferguson interpreta la deuda dramáticamente como que las actuales generaciones de votantes viven a expensas de aquellos que, son demasiado jóvenes o incluso no han nacido. Él estima que a precios actuales, la diferencia entre las obligaciones actuales y los ingresos del futuro homogeneizados es de 200 billones de dólares (unidades europeas), lo que tendrá dramáticas consecuencias sobre los impuestos y los gastos públicos del futuro. Para corregir la situación se ha estimado que se necesitaría un incremento de los ingresos por impuestos del 64 % o un corte del 40 % de los gastos del estado. Esta idea ya la había anticipado Edmund Burke en su libro Reflections on the Revolution in France de 1790:

«La sociedad es, desde luego, un contrato… no sólo entre aquellos que están vivos, sino entre los vivos, los que han muerto y aquellos que todavía han de nacer»

Ferguson cree que el gran desafío actual de las democracias maduras es cómo restaurar el contrato social entre generaciones. Un contrato, por cierto, que nunca fue explícito cuando la explotación de la población era groseramente insoportable. Es decir cuando los grandes capitales se acumularon en el siglo XIX y principios del XX. Después la productividad generada por la tecnología ha pacificado las tensiones aunque no haya paliado la desigualdad. En su opinión la igualdad económica no es una meta realista. La ambición humana es un motor del que todavía no se puede prescindir. Haciendo una caricatura, si todo el mundo quiere ser funcionario, el estancamiento y retroceso están garantizados.

Los países europeos están padeciendo déficits a largo plazo que no pueden ser eliminados por la oposición de los votantes a los recortes que supondría. Sería muy raro que el crecimiento de los países occidentales no sufra el efecto de deudas públicas por encima del 90 %. ¿Qué salidas hay? Una es de improbable aplicación. Serían los políticos convenciendo a la población de jóvenes y especialmente mayores de una política fiscal más responsable. En opinión de Ferguson se oculta o disimula este tipo de información sobre el pasivo de las naciones, por lo que no se toman las decisiones adecuadas. Propone la publicación del balance de la nación. Una hoja en la que se compruebe el pasivo y el activo del país. De esa forma, nuestro autor cree que quedaría claro cuando un déficit es para la inversión y cuando es para el consumo. Esta transparencia permitiría comprobar el estado de la cuestión intergeneracional. De no pararse la actual situación pronostica que se producirá una espiral en la que se empieza perdiendo la credibilidad, continua con el aumento del costo de los préstamos y se acaba obligados a imponer unos recortes salvajes y altos impuestos en el peor de los momentos, consiguiendo al mismo tiempo entrar en bancarrota con alta inflación. Una tercera opción es el caso de japón que tiene bajo costes de interés para su enorme deuda por el miedo de los acreedores a perderlo todo. Pero esto tiene un precio y es la ausencia de crecimiento en largos períodos. Es el estado estacionario que describió Adam Smith. Ferguson cree que la democracia no puede salvar a Occidente de la decadencia por el egoísmo y la ignorancia financiera de los votantes que culpan a los bancos y exigen más regulaciones sin moderarse ello mismo cuando corre el dinero fácil.

Decir deuda es decir que se deja para el futuro el pago de lo que se ha consumido hoy. Por tanto, Ferguson considera que Occidente está en plena decadencia económica porque está altamente endeudado, lo que para él significa decadencia política y social. Cree que incluso con cortes radicales de gastos de los estados es difícil parar los déficit. En estos momentos la deuda global de los países endeudados es de 50 billones de dólares. lo que equivale al 65 % del PIB mundial. La deuda Externa (tanto pública como privada) de Estados unidos es de 18,6 billones de dólares y la de china de 1,6 billones de dólares. La española es de 2 billones de dólares. Cada americano debe 57.000 dólares; cada chino 1100 y cada español 44.000 mil dólares.

FINAL Y RESUMEN

Ferguson cree que no hay que esperar un milagro de la tecnología y manifiesta su pesimismo por el mal uso que de ella pueden hacer los que son radicales, si no directamente locos. Los imperios retroceden cuando la violencia alcanza un determinado punto y no faltan pronósticos al respecto en el mismo corazón de los Estados Unidos. Pero sobre todo concluye que la decadencia tiene que ver con el estado estacionario de los países como Adam Smith pronosticó. Y ese estancamiento tiene que ver con la degeneración de las leyes e instituciones hasta el punto de que la elites extractivas se imponen a los procesos económicos y políticos. La deuda pública es una expresión de la forma de que los vivos explotan a los que han de vivir y los viejos a los jóvenes. La regulación de la economía es disfuncional. Los abogados se han convertido, de dinamizadores, en parásitos y, finalmente la sociedad civil se ha retraído por los intereses de las grandes corporaciones. Estos son los parámetros de la Gran Degeneración.

Este vídeo es una conferencia de Ferguson en Chile en la que guión es el libro que aquí se glosa.

 

 

 

Meditaciones sobre el dinero y la confianza.

Después de la lectura del magnífico libro de Niall Ferguson The ascent of money no se puede evitar hacer algunas reflexiones que espero sean de interés. Es el resultado de la asimilación y transformación que cualquier contenido sufre, una vez que entra en la trama de patrones mentales de cualquiera de nosotros. Vamos allá.

Los nacidos en 1950 hemos vivido, que sepamos, tres crisis económicas con entidad suficiente para que la prensa no especializada las incluyera en el menú. Una fue la del petróleo en los años setenta, otra la de las tecnológicas en los años noventa y la de las hipotecas subprime en los 2000. Crisis que llenaban los medios de información de terminología sofisticada y oscura para el común. De ahí el interés del libro de Ferguson, porque hace un esfuerzo con éxito para que comprendamos las distintas herramientas con las que la imaginación de los hombres de negocios ha ido complicando, pero, al tiempo, favoreciendo el flujo de dinero de unas actividades a otras, pasando por los bolsillo de los más avispados. La mayoría de ellas se inventaron antes de que las ideologías, que son un asunto del siglo XIX, valorasen en positivo o negativo su existencia. Las más sofisticadas herramientas han surgido en las últimas décadas y juegan un papel más dudoso en el universo de las inversiones con sentido práctico, salvo que se considere que son formas de hacer dinero para, luego, aplicarlo de forma más directa.

Para entender el proceso haré la siguiente clasificación:

  1. Procedimientos para dar crédito (financiación)
    • Bancos
    • Bonos
    • Acciones
    • Ampliación de capital
    • Hipotecas
    • Impuestos
  2. Procedimientos para asegurar riesgos
    • Seguros
    • Reaseguros
    • Bonos de catástrofes
    • Fondos de cobertura
    • Opciones
  3. Patologías financieras
    1. Estafas piramidales
    2. Burbujas
    3. Acciones Preferentes
    4. Derivados
    5. Mercados secundarios

Hay que decir que los inventos financieros, en general, son acumulativos, pues se van superponiendo cubriendo antiguas y nuevas necesidades de financiación o de cobertura de riesgos. La actividad económica se dinamizó extraordinariamente en el siglo XV con la apertura de vías comerciales con Asia y la llegada masiva de oro y plata tras el descubrimiento de América. En una primera fase, la falta de dinero en metálico favoreció la existencia de préstamos y, para ello, se necesitaba quien previamente lo hubiera acumulado. Una acumulación que requería de la violencia para la apropiación. Así, los Medici, antes que políticos fueron, primero, gansters, criminales y, después, prestamistas evolucionados a banqueros. Los prejuicios religiosos favorecieron que los judíos se especializaran en el préstamo con interés, haciendo posible el mito de su poder y miseria. El siguiente invento financiero fueron los bonos, que surgieron de las necesidades de financiación de los estados. Con este método los gobernantes financiaban su actividad a cambio de una renta a los tenedores de los bonos. La complejidad creciente de las actividades navieras llevó a la creación de grandes compañías cuyo mantenimiento requería de grandes capitales y dieron lugar al invento de las participaciones o acciones que repartían la propiedad de la empresa. Después llegaron en cadena nuevas formas que aumentan las posibilidades y los riesgos que cuenta magistralmente Ferguson en su libro.

El préstamo presupone acumulación, primero, e interés en incrementar el capital mediante el cobro de intereses a prestatarios en los que se confía, después. Prestatarios que, en general, busca el préstamo para emprender con ideas nuevas o consumir. En cualquier caso, el préstamo es un mecanismo que, desde el momento en que la primera revolución industrial abrió la puerta de la innovación, aparentemente sin límites, puso a las inteligencias más notables a abrir camino en las matemáticas, física y sus aplicaciones tecnológicas, un proceso que aún continúa. Además, los servicios públicos hacen necesario que los estados emitan bonos como formas de financiar sus proyectos pacíficos y bélicos. Con las acciones el accionista presta dinero a la empresa y se encuentra en condiciones de recibir a cambio dividendos; con la ampliación de capital, otros socios entran en la empresa reforzando su capacidad de inversión y, finalmente, con las hipotecas se hace posible el rasgo más potente del estado de bienestar: que gente ordinaria tenga acceso a la propiedad. Los impuestos son, bien que forzosos, un sistema para financiar a los estados. Es complementario de los bonos, pues los estados financian su deuda (déficit acumulado) con éstos.

El seguro, es una forma muy inteligente de mutualizar los costos de los imprevistos de la vida. Todos estamos familiarizados con ellos, aunque algunos están más alejados del interés del ciudadano común. Así conocemos cómo funciona el seguro de un vehículo o nuestra casa contra riesgos de robo, incendio, inundación, etc. Nos parece sensato que entre todos los clientes de una aseguradora paguemos por adelantado los costos de las indemnizaciones de los pocos que sufran algún daño en sus personas o en sus bienes. Pero también las compañías de seguros temen verse desbordadas por las obligaciones de indemnización cuando el riesgo se hace realidad. Por eso, suscriben seguros con grupos aseguradores llamados reaseguradoras que no tiene como clientes a individuos, sino a compañías. Pero, además, cuentan con otro invento para cubrir su potenciales pérdidas. Es un mecanismo sofisticado que nace para cubrir las pérdidas en el casos de catástrofes climáticas. Son los los bonos de catástrofes (cat-fund). Funciona del siguiente modo: la compañía emite bonos con vencimiento establecido. El inversor compra estos bonos y cobra un interés durante un plazo prefijado. Si la catástrofe potencial ocurre en el plazo establecido la compañía se queda con el dinero adelantado y, si no ocurre, el inversor recibe de vuelta el capital entregado y se queda con los intereses cobrados. El mecanismo es como un seguro de un particular a la propia compañía que es «indemnizada» en un cierto sentido por el inversor.  El último modo de asegurarse surge en el ámbito de la agricultura. Son los fondos de cobertura (hedge fund) y permiten al agricultor asegurarse de que cobrará por su cosecha, ocurra lo que ocurra, a precios establecidos en el momento de la siembra. Si la catástrofe no ocurre el titular del fondo cobertura se queda con la cosecha al precio convenido y puede obtener beneficio en el mercado alimentario vendiéndola al precio actual. La opciones son el resultado de la búsqueda de nuevas formas de aseguramiento. En este caso el tenedor de unas acciones se asegura un precio futuro de las mismas y, al tiempo, cobra por ceder el derecho de venderlas al precios de mercado en un determinado momento. Derecho que es transferido al comprador de la opción. En esto se parecen a los fondos cobertura en la agricultura. El proponente le compra al tenedor de unas determinadas acciones el derecho (la opción) a quedárselas transcurrido un determinado plazo, a un precio establecido en el momento del pacto. De este modo si al final de plazo las acciones valen más que el precio pactado, el titular de la opción ganará la diferencia. Hay otras variaciones en las que está en juego no un precio del valor, sino los intereses a pagar por un determinado préstamo. Son un mecanismo inclasificables como financiador o asegurador. Por eso, podrían estar en el apartado de patologías financieras, pues es un juego alejado del funcionamiento material de la economía, que persigue exclusivamente el traspaso de dinero de unos inversores a otros.

Como vemos entre sistemas de financiación y de aseguramiento la actividad humana se proyecta hacia lo nuevo y se protege de los riesgos potenciales. Las compañías y los individuos buscan su beneficio al tiempo que cumplen estas fundamentales funciones económicas. El factor riesgo es fundamental para justificar los beneficios, parte de los cuales van al disfrute de sus propietarios y parte, de nuevo, al flujo de capitales activos puestos en riesgo. Los más certeros hacen fortunas que los llevan a los primeros puestos de la clasificación de la revista Forbes.

Patologías financieras son actuaciones que se pueden considerar usos desviados y, en casos, delictivos de los mecanismos de financiación y aseguramiento. Tres de ellos son conocidos por sus repercusiones sociales cuando salen a la luz o maduran como proceso enfermizo. La estafa piramidal consiste en que una vez convencidos los inversores, generalmente ciudadanos desprevenidos y con poca formación financiera, de que un determinado valor, por ejemplo sellos de correos o un conjunto de valores gestionados por el promotor de la estafa, subirán de precio con el paso del tiempo mientras los inversores cobran intereses por el capital colocado. La estafa se manifiesta cuando el gestor paga los intereses a los socios, no con los beneficios obtenidos en inversiones, sino con el dinero aportado por nuevos socios. Un mecanismo que falla cuando el ritmo de incorporaciones se reduce o la imprudencia de los gestores les lleva a aventuras de difícil salida. Las burbujas son fenómenos de encantamiento en el que inversores veteranos (Bear) e inversores aficionados (Bull) se dejan sugestionar por una atmósfera de subida de precios de determinado valor, financiero o material, y estimulan la producción del mismo hasta que, por unas razones u otras, se desconfía del siguiente escalón de subida y todo el mundo se tira escalera abajo tratando de desprenderse de los valores y retorna su dinero, con o sin beneficios. El problema viene cuando la burbuja es inducida y alimentada con valores dudosos a conciencia por promotores que están atentos a retirarse en el momento adecuado rematando su iniciativa de estímulo con otra de depresión. No sin antes haber asegurado apuestas altamente lucrativas a favor de la caída del valor en cuestión. El caso de la crisis de 2007 es un ejemplo de burbuja inducida, al financiar a insolventes para vender las hipotecas (bien que camufladas en con otros valores) a los supuestos inversores expertos del mundo entero. La acciones preferentes son unos supuestos derechos que adquiere el inversor a cambio de un interés fijo con carácter perpetuo. Fueron emitidas en España para traspasar a los bancos los depósitos de sus clientes más ignorantes de la complejidad del producto. Los derivados son productos financieros complejos que incluyen varios tipos de valores tales como distintos tipos de seguros, hipotecas, etc., cuyo valor complejo depende del valor de sus integrantes. Fue el vehículo utilizado por los promotores de la burbuja inmobiliaria para camuflar las hipotecas sin respaldo que contaminaron todo el universo bancario y financiero mundial. Todos las actuaciones de financiación y aseguramiento dejan un rastro documental que permite la creación de un mercado secundario en el que ya no venden seguros o bonos emitidos por compañías o estados y se hacen hipotecas con un banco que la retendrá hasta su liquidación, sino que se venden una y otra vez los documentos que acreditan tales operaciones en la confianza de su revalorización misteriosa. Así un propietario de vivienda no sabe si su hipoteca está en la sucursal bajo su casa o en un banco japonés, al que el primero se la vendió. Sin embargo, un inversor profesional si sabe que puede negociar con acciones o bonos de estado porque hay un mercado donde comprar y vender estos valores. Esta actividad de segundo nivel está alejada de las necesidades de financiación que ya quedan satisfechas con las operaciones desencadenantes. Son juegos especulativos en los que los factores coadyuvantes son altamente inseguros y que sólo juegan aquellos que manejan grandes fondos (normalmente ajenos). Su propósito es buscar beneficio a base de crear o sufrir expectativas de revalorización.

FINAL

La mayoría de los disgustos económicos que se producen entre la gente que se dedica a trabajar cada día le vienen de aquellos que dedican, ese mismo día, a la especulación con mecanismos sofisticados de manejo de valores que, cuando caen, arrastran a la economía real. El tráfico de capitales y valores es consustancial a la actividad económica por su capacidad de dinamizar y cubrir riesgos. Pero, en cuanto los responsables de ordenar ese tráfico (legisladores y controladores como los bancos centrales) dejan de controlar y pasan a pensar en el fin de semana, se ponen las bases para que los tiburones salga a la caza de incautos. Siempre sorprende que en un momento determinado la cadena de confianza se rompa porque alguno de los actores filtra valores tóxicos en la corriente del tráfico financiero y, además, se aseguran contra el hundimientos de esos mismos valores,  para ganar dinero a la entrada y a la salida. A pesar de estas catástrofes, el mundo financiero se ha interesado por apoderarse de los depósitos de ahorro de la gente normal, pues les debe parecer que están ociosos, incluso, en poder de los propios bancos que son agentes financieros torpes en relación con los gestores de fondos temerarios. Actores que se mueven en el límite de la probabilidad de fracaso. Por eso, continuamente, nos atosigan con preferentes, con suelos de hipotecas o con seguros de mascotas.

Agradezco al libro de Ferguson haberme proporcionado la visión global del complejo proceso que va desde la primaria concepción del dinero como metal precioso a las vaporosas formas que, hoy en día, toma en un mundo globalizado. Porque, en esa cultura general económica, se puede basar una actitud más justa con ese mundo, cuando cumple con su función, y más irritada, cuando se quiebra el fundamento de su existencia: la confianza. La confianza en la cultura judía es equivalente a la verdad como promesa de cumplimiento. Etimológicamente es una «fe compartida». Es la base de la sociedad y de todo compromiso, económico o sentimental. La traición de esa fe es la herramienta del defraudador. Pero para que su delito se consume, es necesaria una época cargada de fe. La lección es que cuando se perciba, en el ámbito económico, un exceso de fe materializada en el ofrecimiento de dinero sin muchas garantías, es que se está preparando la crisis. En esta fase los gobiernos son felices porque todo «va bien» (¿se acuerda?) y colaboran con el disparate . Colectivamente es el momento de llamar a la cordura si no se tiene poder y de ejercerlo si se tiene. Desde luego es el momento de que cada individuo amortice los préstamos en vez de usarlos para comprar y quedarse apalancado (es el término técnico). La fe, la confianza, como casi todo es una cuestión de medida. El exceso de fe atrae a los codiciosos y la carencia atrae a la miseria.

PD.- No se me escapa que hay una economía golfa asentada en lugares, llamados paraísos fiscales, donde se reúnen los traficantes de droga, armas y personas con «pacíficos» evasores de impuestos y blanqueadores de dinero. Otro día.