En el calvario, junto a Cristo, había dos ladrones. El relato central no es objeto de este artículo, sino el hecho de que fueran, precisamente, ladrones. Estadísticamente es muy significativo que entre todas las formas de delincuencia, fueran los ladrones los más abundantes en aquella Galilea. Algo tendría que ver con el hecho de que no era tierra de promisión. Pero también hay ladrones por afición. Ladrones frívolos. Ladrones que lo tiene todo porque nada puedes dejar a su alcance. ¿Qué porcentaje de la población tiene este vicio? pues un porcentaje alto si me refiero a mi experiencia. En cuatro ocasiones me he dejado por despiste un objeto valioso (para mi) fuera de mi control. Primero fue un equipo de fotografía Nikon completo en un aseo de Andorra. En esta ocasión era un Dimas (el ladrón bueno) porque me dejó las llaves en el mostrador del Bar. La siguiente ocasión fue en el AVE de Madrid a Sevilla. Me olvidé la funda de las gafas con ellas dentro otra vez en el aseo (¡maldita próstata!). «– No se preocupe» Me dijo el interventor, «– Como son graduadas, no le interesarán a nadie«. Infeliz, el mundo está lleno de miopes justo con mi graduación. No aparecieron a pesar de varios anuncios (gratuitos) por megafonía pidiendo que se depositaran en la cafetería. Este fue un Gestas (el mal ladrón). Si le quitan la «s» intermedia queda el asunto explicado. En la tercera ocasión una serie de circunstancias hizo que llevara mi coche a lavar en mi ciudad con un objeto valioso dentro sin ser consciente. Me limpiaron el coche y el objeto.
En este momento llevamos tres de tres. Es decir, tal parece que todos llevamos un Gestas dentro. Basta con que un conciudadano se despiste para que digamos. «- ¡Hombre, estupendo!, lo que necesitaba«, sea el objeto que sea, lo necesitamos.
Finalmente, en la cuarta ocasión me dejé una máquina de fotos de bolsillo con su funda en el «huevo» de una estación de de esquí. Bajé del remonte,disfruté del día y fue por la tarde cuando caí en la cuenta de mi pérdida. El día era tan espléndido que no pensé en fotos. Cuando fui a preguntar sin mucha esperanza a la oficina del remonte estaba cerrada. Al día siguiente acudí por auto disciplina. La persona al cargo me escuchó y preguntó «- ¿De qué color es la funda?«. Pregunta capciosa pues mi máquina iba sin funda. «- No llevaba» respondí. Se giró y me mostró ¡MI MÁQUINA!. Por tanto ahora bajamos a tres de cuatro. Pues en la península no, pues la estación de esquí estaba entre Francia y Suiza.