Este libro tuvo una gran influencia en el nacimiento y desarrollo del llamado neoliberalismo que, entonces no tenía predicamento pero, hoy, es la ideología predominante entre la clase política liberal y conservadora.  Fue escrito por el economista austriaco Friedrich Hayek en 1944. Aún faltaba un año para el final de la II Guerra Mundial y Estados Unidos e Inglaterra sufrían por la posibilidad de que el régimen nazi consiguiese la bomba atómica. Es decir, estaba en las condiciones de un profesor de economía austriaco, que había sufrido el colapso económico de su país, como consecuencia de las condiciones económicas insoportables establecidas en el Tratado de Versalles al finalizar la Gran Guerra de 1914. Un austriaco que además tuvo que ver cómo de aquella miseria económica emergió la demencia de Hitler y la anexión (Anschluss) de su país a la Alemania nazi.

El libro se tradujo pronto en España, en 1946. Lo tradujo José Vergara, Ingeniero agrónomo Español, especializado en economía (hizo una larga estancia en la Escuela de Chicago donde se doctoró). Fue catedrático de economía y vivió la contradictoria experiencia de introducir la economía liberal en la España Franquista, siendo incluso agregado de embajada ochos años. Fundó la Editorial Alianza en 1965. Murió en 1983.

RESEÑA

El horror totalitario

Abrumado por las circunstancias históricas de los años cuarenta, rechaza la ideología nazi y fascista, pero añade un matiz cuyo origen está en su formación como economista destacado en su país y reconocido por los adversarios de Keynes en el Reino Unido, especialmente Lionel Robbins de la London School of Economic. En efecto, el matiz es que considera a estos oprobiosos regímenes de la misma naturaleza que el comunismo en Rusia o el socialismo en los países occidentales . Desde su punto vista, no hay diferencia entre estos regímenes porque tiene en común la pérdida de libertad del individuo. Una pérdida que tiene su fundamento en la falta de libertad económica: la desaparición de la propiedad privada y del libre mercado, porque el Estado planifica de forma centralizada toda la actividad. Ese enorme poder estatal tiene como consecuencia el estado policial, para corregir cualquier desviación ideológica, ya sea respecto al derecho del Führer, el Duce o el Generalísimo a ejercer su poder omnímodo o la verdad proclamada de la dictadura del proletariado. Hayek piensa que la tiranía es imposible si hay libertad económica, por lo que sospecha, también, de cualquier propuesta de gestión económica desde el Estado, aunque éste sea democrático. Hayek piensa que el peligro de tiranía está latente en nuestras democracias si aceptan que el Estado regule la economía. Él ve en la planificación que hace crecer al Estado el primer paso hacia el socialismo por una puerta trasera. Treinta años después reconoció en el prefacio a la edición de 1976, que en los países nórdicos no se había cumplido esta amenaza y aclara su opinión sobre el socialismo moderno:

«Cuando lo escribí, socialismo significaba sin ninguna duda la nacionalización de los medios de producción y la planificación económica centralizada que aquella hacía posible y necesaria. En este sentido Suecia, por ejemplo, está hoy mucho menos organizada en forma socialista que la Gran Bretaña o Austria, aunque se suele considerar a Suecia mucho más socialista. Esto se debe a que socialismo ha llegado a significar fundamentalmente una profunda redistribución de las rentas a través de los impuestos y de las instituciones del Estado benéfico.«

«Se ha alegado frecuentemente que afirmo que todo movimiento en la dirección del socialismo ha de conducir por fuerza al totalitarismo. Aunque este peligro existe, no es esto lo que el libro dice. Lo que hace es llamar la atención hacia los principios de nuestra política, pues si no los corregimos se seguirán de ellos consecuencias muy desagradables que la mayoría de los que abogan por esa política no desean.»

Pero en 1944, Hayek argumenta que los líderes de los horrorosos regímenes que se desarrollaron en el siglo XX pasaron por el socialismo antes de tomar la vía de imposición de sus creencias a toda una nación, utilizando la fuerza para ello. Hayek está convencido de que en las sociedades libres en guerra contra el nazismo, aquellos que odian sinceramente a éste régimen, sostienen, sin embargo, ideas, cuya aplicación llevan necesariamente a la tiranía, aunque se esfuerce uno con la mejor intención.

«…in our endeavour consciously to shape our future in accordance with high ideals, we should in fact unwittingly produce the very opposite of what we have been striving for»

«… en nuestros esfuerzos conscientes para modelar nuestro futuro de acuerdo a un gran ideal, podríamos, de hecho, inconscientemente producir, justamente, lo opuesto de aquello para lo que hemos estado esforzándonos»

En estas ideas se fundamenta la paranoia que se extendió por la administración norteamericana en la persecución de reales o supuestos comunistas de salón en la posguerra. Para Hayek su generación ha olvidado que el sistema de propiedad privada es la garantía más importante de libertad.

Libertad

Atribuye a la libertad de los individuos el gran éxito de la ciencia. «Aunque no pocas veces los avances científicos van ligados a necesidades militares». En todo caso, considera que, si todo puede ser experimentado, se explican los asombrosos avances de la ciencia en los últimos 150 años. Considera, también, que el peor pagado de los trabajadores sin especialidad tiene más libertad para organizar su vida que los mejores pagados ingenieros alemanes o soviéticos. No fueron los fascistas, sino los socialistas los que empezaron a reclutar niños desde su infancia en organizaciones políticas para influir en su pensamiento (al modo platónico). En cuanto Hitler llegó al poder el liberalismo murió en Alemania, pero fueron los socialistas los que lo habían eliminado. Hayek pensaba que los socialistas alemanes no se daban cuenta de que la utopía de un socialismo democrático era inalcanzable, pues provoca la destrucción de la libertad misma. «Desde luego, el socialismo en que él está pensando, no es compatible con la libertad. De hecho, creo que Hayek piensa más que en un socialismo, en un comunismo propietario de todos los medios de producción. Sin embargo, cuando Margaret Thatcher llegó al gobierno con su programa de privatización radical en 1979, gran parte de los servicios públicos eran propiedad del Estado, sin que mermase la libertad individual de los británicos. Pero, Hayek considera que el infierno esta empedrado con buenas intenciones

«What has always made the state a hell on earth has been precisely that man has tried to make it his heaven.» (Friedrich Hölderlin)

«Lo que ha hecho siempre del estado un infierno sobre la tierra es precisamente que el hombre ha intentado hacer de él su paraíso

Competencia

Hayek considera que no hay que pensar que la oposición contra cualquier forma de planificación implique una actitud dogmática de laissez-faire. Pues la posición liberal no propone dejar las cosas como están, sino de optimizar el uso de la fuerza que genera la competencia para coordinar los esfuerzos humanos. Para que la competencia muestre toda su potencia es necesario modificar las leyes, pues las actuales tienen graves defectos al respecto. «Al tiempo cree que el éxito de la competencia es compatible con forma de intervención gubernamental, tales como limitar el número de horas de trabajo diarias o establecer ciertos servicios sociales. Esta opinión de Hayek es la que más contrasta con la acción real de los políticos llamados liberales que presionan continuamente por privatizar estos servicios, poniendo en riesgo su disfrute por parte de los más desfavorecidos por el sistema»

Hayek no creía en el Laissez-Faire:

«Probablemente, nada ha hecho tanto daño a la causa liberal como la rígida insistencia de algunos liberales en ciertas toscas reglas rutinarias, sobre todo en el principio del laissez-faire.»

La planificación 

La planificación debe su popularidad al hecho de que todos deseamos poder controlar y prever los asuntos que nos conciernen. «Creo que, dada la dificultad de conseguir esto, es por lo que algunos empresarios sobornan a la administración, algunos hacen trampas en las apuestas o, en ámbitos políticos criminales se eliminan a los rivales. De este modo el futuro se aclara».  Hayek considera que la planificación puede convivir con la competencia, sólo si se planifica para la competencia y no contra ella. Los que piensa que en la democracia puede existir una dirección centralizada de la economía, creen que el socialismo y la libertad individual pueden convivir, siendo como es, el socialismo, la mayor amenaza para la libertad. Hayek piensa que nadie lo vio más claro que Tocqueville, que pensó la sociedad de su tiempo con tanta lucidez que puede prever la sociedad del nuestro en algunos aspectos. Tocqueville estaba en conflicto con el socialismo:

«La democracia expande la esfera de la libertad individual… la democracia reúne todos los valores posibles de cada hombre… mientras que el socialismo convierte a cada uno en un agente, un mero número. Democracia y socialismo no tiene nada en común excepto una palabra: igualdad. Pero hago notar la diferencia: mientras que la democracia busca la igualdad en libertad, el socialismo busca la igualdad en la restricción y la servidumbre»

Hayek cree en el triángulo democracia – mercado – libertad y rechaza el formado por democracia – planificación – servidumbre.  Por eso cuando se le pone el contraejemplo de los países nórdicos, recuerda la tasa de suicidios de estos países, atribuyéndola al paternalismo del Estado. Hayek rechaza el argumento de la complejidad de las sociedades modernas para aceptar la planificación de los gobiernos. Cree que se funda en un malentendido sobre cómo funciona la competencia, que es el único medio de conseguir la coordinación de los asuntos. Los emprendedores, observando los cambios relativos de unos pocos precios, pueden ajustar sus actividades a las de sus competidores.

Hayek no quiere un Estado sobredimensionado, pero sabe que lo necesita para cubrir espacios que ni el mercado ni la competencia puede abarcar:

«En ningún sistema que pueda ser defendido racionalmente el Estado carecerá de todo que hacer. Un eficaz sistema de competencia necesita, tanto como cualquier otro, una estructura legal inteligentemente trazada y ajusta da continuamente. Sólo el requisito más esencial para su buen funcionamiento, la prevención del fraude y el abuso (incluida en éste la explotación de la ignorancia), proporciona un gran objetivo nunca, sin embargo, plenamente realizado para la actividad legisladora.»

Libertad de elección

El dinero es un de los más grandes instrumentos para la libertad jamás inventados por el hombre. Es el dinero el que abre las posibilidades al hombre pobre, como nunca lo hizo otra sociedad. La libertad de elección en una sociedad competitiva descansa en el hecho de que, si una persona renuncia a satisfacer nuestros deseos, podemos pedírselo a otro. Pero si nos enfrentamos a un monopolio, estamos a su merced. Y una autoridad dirigiendo la totalidad de los asuntos económicos puede ser el más poderoso monopolio imaginable. Cree que no se suele encontrar personas con una mente independiente y con suficiente fuerza de carácter entre aquellos que no tiene confianza de que pueden tener una vida basada en su propio esfuerzo.

«Aquí Hayek parece creer, un tanto inocentemente, más en esos pequeños dictadores que encontramos a menudo en las cúspides empresariales, políticas y sociales, llenos, en efecto, de fuerza de carácter, pero dispuestos a todo por construir su propio camino a costa de los demás, sin más conocimientos que los del uso del poder económico para la manipulación. Olvida a profesores, artistas y científicos que tanto hacen por la humanidad con muy escasa recompensa dineraria»

Dos clases de seguridad

Para Hayek hay dos tipos de seguridad: la de un mínimo que garantice la subsistencia y la de nivel de vida determinado que un grupo disfruta en relación con el otro.

Dice Hayek que el primer tipo de seguridad es legítimo y que no hay razón para que en una sociedad que ha alcanzado un nivel general de riqueza que tiene la nuestra, no pueda ser garantizada la seguridad basada en dotar de medios para la subsistencia (alimento, cobijo, vestido para preservar la salud) a aquellos que ha quedado al margen. Tampoco hay razón alguna para que el Estado no deba ayudar a organizar un sistema de seguridad social para cubrir los riesgos habituales que sólo unos pocos puede adecuadamente cubrir.

«En este párrafo Hayek muestra su condición de buen hombre, pues establece las bases de un liberalismo compasivo, muy al contrario de sus seguidores más entusiastas. Además señala al Estado como el sujeto de este deber y no a empresas privadas, que, como muestra el ejemplo norteamericano, sólo tienen interés por los clientes saludables física y económicamente»

Hayek consolida su posición diciendo que la total desesperanza de los que son dejados atrás sólo puede comprenderse por los que la han experimentado. Sin embargo, considera que el segundo tipo de seguridad, el de garantizarle a alguien un determinado nivel de vida asegurando que sus ingresos no van a bajar,  es muy peligroso para la libertad. «Creo que está pensando en trabajadores protegidos por sindicatos que no aceptan que se toque su status ni aún cuando es necesario para el bien general evitando el desempleo». En su opinión, no ha habido jamás una explotación más cruel que la que ejercen los mejor establecidos sobre los menos afortunados. Esta situación es resultado de «regular» la competencia.

«Hayek plantea aquí problemas que han estado presentes en el desarrollo de la crisis de 2008. No pocos economistas han denunciado los dos tipos de trabajadores (con contrato fijo y temporales) o el contrate entre los abuelos con pensiones garantizadas y los nietos sin trabajo. Unos enfrentamiento cuya relación con la libertad y la justicia son más que discutibles, no ya en el plano individual (poca gente aceptará que le bajen sus ingresos), sino en el de la reflexión global sobre los intereses generales. Pero es una discusión de plena actualidad cuando un partido político, precisamente los liberales, proponen un contrato único para todo trabajador. Pero extraño que no advierta la contradicción de reprochar a unos trabajadores su resistencia a que su sueldo sea bajado o corroído por la inflación, mientras se alaba al emprendedor que busca el máximo beneficio posible y lucha, una vez acumulado el capital, por contar con intereses altos para su capital e inflación baja para los precios cuando su dinero está a la vista o lucha por mantener paraísos fiscales cuando prefiere ocultarlo al fisco»

Dice Hayek que no culpa a un joven que prefiera un trabajo seguro (él mismo, que nunca se dedicó a los negocios, se movió siempre en el ámbito de la universidad) porque, tanto en la prensa como en la escuela, se difunde una imagen del empresario como de poca reputación y de los beneficios como inmorales. Ironiza diciendo que se piensa que dar empleo a cien personas es explotación y mandarlas en el ejército o en la política es honorable. Enfatiza que si no queremos destruir la libertad individual la competencia debe ser dejada funciona sin obstáculos.

Democracia

No es que haya que sacralizar nada, porque nada cumple sus fines si no es como resultado de una atenta mirada de los seres humanos, pero las opiniones de Hayek sobre la democracia son fronterizas.

«La democracia es esencialmente un medio, un expediente utilitario para salvaguardar la paz interna y la libertad individual. Como tal, no es en modo alguno infalible o cierta. Tampoco debemos olvidar que a menudo ha existido una libertad cultural y espiritual mucho mayor bajo un régimen autocrático que bajo algunas democracias; y se entiende sin dificultad que bajo el gobierno de una mayoría muy homogénea y doctrinaria el sistema democrático puede ser tan opresivo como la peor dictadura.»

 

La razón en que para Hayek es más importante el régimen de competencia que el régimen político mismo. Cuestión ésta que merecería una larga discusión. En todo caso, él tiene plena confianza en que la competencia puede con todo para preservar la libertad.

También roza el maquiavelismo con este comentario:

«De la misma manera que el gobernante democrático que se dispone a planificar la vida económica tendrá pronto que enfrentarse con la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus planes, así el dictador totalitario pronto tendrá que elegir entre prescindir de la moral ordinaria o fracasar.»

Y roza el delirio con esto otro:

«Y si yo tuviera que vivir bajo un sistema fascista, sin ninguna duda preferiría vivir bajo uno instaurado por ingleses que bajo el establecido por otros hombres cualesquiera.»

 

Final 

Finalizando su afamado libro propone recuperar la convicción en la que se basa la libertad en los países anglosajones. Lo expresa con un frase de Benjamin Franklin:

«Aquellos que renuncian a la libertad esencial para procurarse una pequeña y temporal seguridad, no merecen ni la libertad ni la seguridad»

Hayek cree que para construir un mundo mejor debemos tener el coraje de empezar de nuevo. Debe despejarse el camino de los obstáculos que la locura humana ha puesto en él, así como liberar la energía creativa de los individuos. Debemos crear condiciones favorables para el progreso, no planificar el progreso.

Hayek sospecha de aquellos que reclaman más planificación y de quienes piden un «nuevo orden», que no hacen otra cosa que seguir la tendencia desde hace unos cuarenta años (esto se escribe en 1944) de considerar a Hitler un modelo a seguir. Insiste en que son los que reclaman una economía planificada los que están completamente bajo la influencia de las ideas que han provocado esta guerra y la mayoría de los males que estamos sufriendo.

Hayek profesa la humildad del hombre ante las fuerzas que lo han generado en la naturaleza y a las que él mismo ha impulsado por incomprensibles que les parezcan. Entiendo que se refiere a las leyes de la evolución biológica que porque las comprendamos no las modificamos en su campo natural y a las del mercado que han surgido por ensayo y error, pero nos han conducido a una capacidad científica, tecnológica y productiva extraordinaria. Leyes unas y otras sobre las que se debe navegar aunque no se comprendan. Es más, considera que si se alteran racionalizándolas se perturba el progreso. «No sé qué pensaría de que los libertarios moderno, no sólo han creado monopolios cuyas dimensiones eran inimaginables en los años cuarenta, sino que están dispuestos a desafiar la mortalidad de la especie». Pero, leamos sus palabras:

«La negativa a someternos a fuerzas que ni entendemos ni podemos reconocer como decisiones conscientes de un ser inteligente es el producto de un incompleto y, por tanto, erróneo racionalismo. Es incompleto porque no acierta a comprender que la coordinación de los variados esfuerzos individuales en una sociedad compleja tiene que tener en cuenta hechos que ningún individuo puede dominar totalmente. Y no acierta a ver que, si no ha de ser destruida esta compleja sociedad, la única alternativa al sometimiento a las fuerzas impersonales y aparentemente irracionales del mercado es la sumisión a un poder igualmente irrefrenable y, por consiguiente, arbitrario, de otros hombres.»

Finalmente una interesante intrusión en el ámbito internacional:

«Lejos de ser cierto, como ahora se cree con frecuencia, que necesitamos una organización económica internacional, pero que los Estados pueden, al mismo tiempo, conservar su ilimitada soberanía política, la verdad es casi exactamente lo opuesto.»

 

«En el contexto en que fue escrito este libro es de destacar el canto a la libertad que Hayek hace y la pasión en rechazar todo totalitarismo, ya sea en nombre de la raza o en nombre del proletariado. Otra cosa es la discusión sobre su propuesta de sometimiento a las fuerzas subterráneas del mercado renunciado a racionalizar nuestra acción para conciliar libertad y seguridad. Hayek vivió un mundo muy complejo y terrible. Su lucha por la libertad con fundamento en el mercado y la competencia es legítima, pero su éxito es dudoso si quienes defienden sus ideas son aquellos que las usan para mejorar los mecanismos de explotación del ser humano. Quizá el liberalismo de Hayek debiera caer en mejores manos que las de, por ejemplo, Peter Thiel, que reclama el dinero gastado en seguridad social para investigar la inmortalidad de los poderosos. Seguiremos la discusión»

 

NOTA.- los textos en negrita entre comillas españolas («») son comentarios del autor de este artículo.

 

 

 

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