DIARIO DE CAMPAÑA (I)

Como vienen elecciones el próximo día 10 de noviembre conviene más que ser arrastrado por las emociones echar un vistazo a las cifras y los conceptos. También doy mi opinión particular. Esta serie se publicó en Facebook, pero aquí puede leerse de forma continua.

Hoy GASTO PÚBLICO (GP) porque es uno de los asuntos en los que más se diferencian las políticas propuestas por los dos bloques en que se agrupan los partidos en nuestros país.

DATOS
Voy a proporcionar los datos de gasto público por cabeza (pc) en España y los países de referencia. Son cifras según la fuente (Datos Macro) de 2018. También se proporciona la distribución del Gasto Público Total (499.520 millones de euros) por Administraciones. Las barras verdes son de Izquierda a derecha la Administración Central, Autonómica, Seguridad Social y Ayuntamientos. Las cifras de la tabla nos dice también qué «sueldo» complementario nos suponen los servicios públicos. En este caso 886 euros al mes.

OPINIÓN
Como se ve somos un país modesto en el gasto público por habitante a pesar o debido a nuestra baja productividad, como se comprueba con el dato de la producción anual (PIB) por cabeza. El caso es que gastamos poco por habitante y tenemos una de los mejores servicios de sanidad del mundo y un sistema de pensiones envidiable. Sin embargo hay una constante presión para rebajarlo o privatizarlo para que cambiemos colas en la SS por colas en los hospitales privados (ahora no hay porque tienen pocos socios relativamente). Sospecho que las críticas a los servidores públicos provienen de verlos alternarse en el abandono del puestos para ir al supermercado. Pero eso son malas prácticas anecdóticas que deben corregirse pero que no deben ocultar los extraordinarios cambios que el servicio público ha experimentado en los últimos años y la limpieza ejemplar que periódicamente el sistema judicial hace para que nadie confunda lo público con los suyo. Desde este punto de vista es absolutamente ejemplar el encarcelamiento de engreídos gestores del pasado. Son más escandalosos quizá los comportamientos laborales de los representantes políticos, pero habrá que tratarlo aparte. Pero, en general, el nuestro es un país moderno con sus infraestructuras nuevas y los servicios públicos aceptables. Otra cosa es el tratamiento de la deuda, lo que veremos en otros capítulo.

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DIARIO DE CAMPAÑA (II)

Hoy la DEUDA. Este dato no dice en qué grado las generaciones presentes se han gastado lo que todavía no habían producido.

DATOS
Se aporta una tabla y dos gráficos de Datos Macro y otra de elaboración propia que permiten comprobar la evolución de la deuda desde final del siglo XX y en relación a otros países. En los gráficos se puede comprobar cómo evolucionó la deuda en los períodos gobernados por los dos partidos principales. La segunda tabla permite comprobar la deuda en los países de referencia en valores absolutos y relativas al PIB (producción anual de cada país); también la deuda por habitante y el déficit (la diferencia entre ingresos y gastos públicos). Un valor que es negativo para todos los países con la excepción de Alemania que tiene déficit positivo. Adicionalmente podemos decir que la deuda de las familias es de 781.700 millones de euros y la de las empresas de 829.300 millones de euros. Es decir, entre el Estado, familias y empresas debemos 2,78 billones de euros que rebaja sustancialmente la deuda de los peores años de la burbuja que llegó a ser del entorno de cuatro billones de euros.

OPINIÓN
Tendríamos que trabajar casi tres años de trabajo «sin cobrar» para amortizar la deuda. Impresiona que cada uno de nosotros debe casi 25.000 euros además de aquellas deudas en las hayamos incurridos por nuestra cuenta. Pero lo peor es que la persistencia del déficit negativo aumenta cada año la deuda aunque se haya hecho un gran esfuerzo estos años (los de la austeridad. Actitud muy loable si su peso hubiera recaído sobre alguien más que los de siempre. Además ha coincidido la situación con un cambio tecnológico extraordinario que ha favorecido mucho empleo precario, cuyos beneficios van a compañías que ni siquiera tributan en España.

Como se puede ver en la evolución, mientras duró la burbuja, los ingresos del Estado mantuvieron a raya la deuda, pero con el colapso de la construcción y su entorno productivo, unido a la inercia de gasto, se disparó y así sigue. La noticia tranquilizadora es que las deudas relativas de los países de referencia son muy parecidas. Mientras que nuestros gobiernos no inquieten (por mucho que moleste) a los inversores internacionales nadie vendrá a pedir el dinero que debemos, pero es imprescindible aumentar el PIB, y eso supone, hoy en día, no sudar más, sino ser más inteligentes en los sectores en los que investigamos y aplicamos el conocimiento que hay, además de aportar conocimiento original a los problemas del mundo.

Los partidos clásicos (PSOE y PP) se han repartidos los aciertos y los disparates en materia macroeconómica y ambos están pagando el guateque de los primeros años del siglo. Aunque con los gobiernos del PP, por razones obvias, la deuda suele quebrar su ascenso, el método empleado desde 1996 fue venenoso para la economía nacional. Lamentablemente, el PSOE no pudo o no quiso pinchar la burbuja y lo pagó caro y nosotros con ellos. Todo ese dinero empleado en urbanizaciones disparatadas lo echamos de menos ahora. Las diferencias entre los dos partidos se notan, sobre todo, en la aplicación de recursos a políticas sociales. En un caso se piensa en la gente y en otro se dice que se piensa en la gente (recuérdese que Cospedal dijo que el PP era el partido de los trabajadores). Suponiendo que sean sinceros, desde la derecha, se confía en que la buena salud económica general se traduce en beneficios para todos, siempre que los servicios del Estado se vayan transfiriendo a empresas privadas. El PSOE no, esperan una atmósfera benéfica y aplica políticas sociales siempre que puede sin caer en movimientos financieros irresponsables. Obviamente creen más en que servicios como sanidad, educación y pensiones tengan el respaldo del Estado. Pero el detalle de las partidas presupuestarias principales lo veremos en otro capítulo de esta serie.

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DIARIO DE CAMPAÑA (III)

Hoy el GASTO PÚBLICO EN DETALLE. Estos gastos, comparados con los países de referencia nos permiten calibrar nuestro estado de bienestar.

DATOS
Los datos proceden de Datos Macro y del texto de Juan Manuel Gallo sobre la renta básica. Estos últimos permiten comprobar la importancia relativa de cada partida en el conjunto del gasto público anual. Los datos del gráfico son respecto del PIB y los de la tabla respecto del Gasto Público.

OPINIÓN
La comparación con el resto de países de referencia permite decir que nuestro estado de bienestar es modesto en relación a los países más adelantados. Sin embargo los percibimos como de calidad creciente, cuando la presión por privatizar no hace decaer los servicios públicos. Lo que puede ocurrir por necesidad, como así ha sido durante el período 2011-2015. A partir de ahí no hay más excusa que la deuda, que parece contenida para los estándares mundiales. Los datos son de 2018 y muestran el abrumador peso de las pensiones. Es sin duda el esfuerzo conjunto más relevante que realiza este país y no sorprende que haya tanta preocupación objetiva con su evolución. En este sentido es desalentador que el partido Podemos saboteara el acuerdo de este año entre todos los partidos. La amenaza mayor al sistema son las bajas cotizaciones actuales por los salarios que se pagan y la precariedad de los contratos. Pero, sin duda, este es el mayor desafío de la economía española. Es sabido que desde ideologías liberales se propugna la total privatización de las pensiones siguiendo el modelo impuestos por el dúo Pinochet-Piñera en Chile, que liberó al Estado de esta partida y a los jubilados de su dinero. Irónicamente, del mismo modo que ahora se recomienda que los jóvenes suscriban planes de pensiones privados para completar su potencialmente exigua pensión futura, en Chile se empieza a buscar complementos públicos para los pobres resultados de la privatización, obviamente para los jubilados. O sea, que ojo con el desmantelamiento de un sistema sin que la alternativa sea razonable para la nueva estructura de la «pirámide» de edad.

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DIARIO DE CAMPAÑA (IV)

Hoy los IMPUESTOS. Estos ingresos del Estado permiten establecer la presión fiscal, por eso se ofrece también un cuadro de la presión fiscal en términos de impuestos sobre el PIB, que como dice Google es el conjunto de la producción de un país durante un año, incluyendo las importaciones y las exportaciones.

DATOS
Se proporciona un cuadro de la presión fiscal (impuestos en relación con el PIB en los países de referencia procedente de los cuadros de Datos Macro. Además se proporciona la relación de los impuestos de 2018 recaudados por la Agencia Tributaria y, de esta misma fuente el detalle del impuesto más popular: el IRPF, tanto en la base imponible (los ingresos que hacienda considera para calcular el impuesto), como el resultado de la aplicación de los tipos.

OPINIÓN
Como se puede comprobar somos un país con una presión fiscal casi seis puntos por debajo de los principales países europeos, lo que deja margen de 60.000 millones de euros. El PP no creo que use ese margen. Y el PSOE lo hará parcialmente en función del socio que le toque para conseguir la investidura y el gobierno si vuelve a repetir su situación. La izquierda debe entender que ahora lo que toca no es aumentar la presión sobre el sistema económico, sino, muy al contrario, defender lo logrado. Ya llegarán tiempos mejores para una reconsideración en un sentido u otro. En mi opinión, con ligeros ajustes hemos tocado techo como país civilizado y habitable para mucho tiempo, salvo que encontremos un yacimiento de energía inagotable. Los dos grandes problemas a abordar son la Renta Básica y la Pensiones de ahora y del futuro, pero mucho cuidado con no agotar las ubres de las que se nutre el Estado Social.

En la tabla de la declaración de la renta se puede comprobar de dónde salen el 80 % de los ingresos y 80 % de estos impuestos: de la clase media, por eso es tan importantes que siga viva a pesar del proceso de deterioro que supone para ella el modo en que se están sustituyendo expertos por algoritmos. También se puede ver en esta tabla que el número de ricos es pequeño (8.400 personas) entre 20 millones. Piénsese que hay 3 millones de empresas en nuestro país, cuyos propietarios tiene que ser clase media obviamente.

Ahora lo que toca es estudiar, investigar, trabajar… y disfrutar; sacar toda la creatividad que seamos capaces para ser capaces de producir aquello que haga más atractivo nuestros productos para el resto del mundo, además del sol y las playas.

NOTA.- En el tramo de contribuyentes con ingresos mayores de 600.000 euros tengo una duda, pues no hay correspondencia entre el impuestos y la base imponible. Si alguien tiene la respuesta tenga la amabilidad de decírmelo.

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DIARIO DE CAMPAÑA (V)

Hoy el ESTADO DE BIENESTAR, que es una construcción premeditada de un periodo histórico que ha transformado la forma de vida de los países occidentales y de aquellos orientales que han seguido el modelo. Tras la Segunda Guerra Mundial con las maquinarias productivas en plenitud, las nuevas tecnologías y los nuevos materiales a lo que se añadía la necesidad de competir ideológicamente con el Estado resultante de la Revolución Comunista, se consideró que el capitalismo y la libertad política asociada debía ofrecer un modelo capaz de proporcionar a los ciudadanos una vida feliz y protegida. La solución socialdemócratas, que tenía el apoyo en la urnas, fue el aumento del gasto público llevando a la sanidad, la educación y las pensiones a niveles que nunca habían existido, desde las primeras iniciativas en la Alemania de Bismark a final del siglo XIX. Esta situación duró hasta finales de los años setenta en que, ante el descrédito de la solución soviética, se creyó que ya no hacía falta ser condescendiente y que había llegado el momento de volver al estado de cosas previo a la crisis de 1929.

Hoy en día otros problemas, como el crecimiento de la población mundial, el envejecimiento de la población occidental y la creciente influencia de las nuevas tecnologías en forma de explotación a distancia vía Internet y de las pronosticadas pérdidas de millones de puestos de trabajo por la automatización, crean un panorama complejo que hay que abordar con nuevas ideas.

Hay quien aspira a liquidar el Estado de Bienestar radicalmente. Se ofrece una tabla elaborada por el economista liberal Juan Manuel Rallo en la que se ve hasta qué punto esta posibilidad está ya tasada en algunas mentes. Esa inocente tabla supone el desmantelamiento de los servicios públicos, tal y como los conocemos hoy. Lo cierto es que ninguna de las fuerzas políticas que han gobernado hasta hoy se han atrevido a tanto, pero aquellas que gustan en ponerse el apellido «liberal» están pensando en ello y donde gobiernan ponen en marcha tímidamente experimentos de privatización. Las que llevan en su nombre el adjetivo de «social» no pueden hacer otra cosa que abordar las dificultades presupuestarias desde la posición de que «el Estado de Bienestar no se toca». Las dos posiciones son complicadas pues son acosadas por versiones más radicales respecto de sus posiciones de equilibrio.

Los «liberales» moderados no se atreven a tan peligroso desmantelamiento y procurarán hacerlo bajando la presión fiscal. Los «sociales» no quieren tal desmantelamiento, pero no se atreven a aumentar la presión fiscal. Fuera de estas dos posiciones centradas «podemos» encontrar posiciones alocadas de servicios sin soporte económico o «voces» con dinero que no quieren servicios públicos para «gentuza». Creo que los cambios que procedan tendrán que venir gradualmente para no desestabilizar los delicados equilibrios existentes.

El mundo privado se muestra capaz de dar servicios que antes sólo podía dar el Estado sin rasgar el velo de la seguridad subjetiva que cimenta el sentido de pertenencia a una sociedad solidaria. Pero determinados servicios, si se privatizan, crearán rápidamente segregación sin mérito, inmovilidad social, endogamia, pobreza y desamparo. Si esto ocurre, si se llega a un «sálvese quien pueda», regresaremos a fases oscuras hoy afortunadamente superadas. El freno es el voto.

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DIARIO DE CAMPAÑA (VI)

Hoy la EXTREMA IZQUIERDA. Dijo Marx: «de cada uno según su capacidad a cada uno según sus necesidades». Es una frase ingeniosa y redonda llena de problemas. Esta frase elude el hecho de que tenemos una subjetividad que nos permite alardear de capacidad y exagerar nuestras necesidades. La solución conductista es comprobar lo que sabes hacer y exigírtelo sin misericordia autoritariamente; añada que se decida en un bureau central cuáles son tus necesidades. El resultado es querer meter toda la complejidad humana en el estrecho espacio de la mente de un burócrata. No sé qué sucederá cuando el Big Data lo sepa todo de nosotros. Pero el Big Data es Sistema y el marxista es antisistema. La extrema izquierda adolece de impaciencia porque quiere «asaltar el cielo». Es decir, que como todo extremista, acude a las emociones de sus oyentes con llamadas, aquí y ahora, a la solución de problemas que tienen 60.000 años de antigüedad. Dicen que son dialécticos, pero, en realidad, son «dielásticos», pues estiran palabras como «democracia» hasta hacerla irreconocible empeñados en consultar y consultar a quien les ha cedido la responsabilidad de tomar decisiones. Viven bien en la contradicción de la «Dacha» lujosa porque han sustituido la ética por el resultado de una consulta. Es una actitud conductista. Ya saben, aquellos que delegan en la conducta los procesos mentales propios. Hubo uno que llegó al extremo de preguntar a su amante en la fase del cigarrillo postcoito: «¿me lo he pasado bien?. ¿Les recuerda la consulta sobre la eticidad de la compra de una mansión desde la que dirigir la revolución «discretamente»? (¿Hemos sido coherentes queridos inscritos e inscritas?)

La extrema izquierda lo pide todo y con toda la energía; con lo que monopoliza el espacio de la ética, no dejando sitio para nadie. Su cita no es con la realidad, sino con la parusía (el juicio final). No le interesa el gobierno pues mancha. Tiene tendencia al autoritarismo al menor descuido, dado que poseen una verdad indiscutible. Sus postulados captan a jóvenes que atraídos ingenuamente por la inmediatez, no saben aún de la tozudez de la realidad, de los espeso y pegajoso de los movimientos sociales, de que, como dijo Nietzche (más o menos), «bailamos encadenados». Afortunadamente los jóvenes hoy en día se centran en problemas concretos como el clima, pero no pueden evitar que sus actitudes sean confundidas, interesadamente, con la extrema izquierda. Entre otras cosas porque ésta trata de rejuvenecerse con su sangre fresca y los adversarios ven una oportunidad de desacreditar el molesto reproche. También se acercan a la extrema derecha personas mayores con ideas esclerotizadas. Una pena, porque desperdician el privilegio de haber vivido mucho desaprovechando sus laboratorios mentales para el bien común.

Uno de los errores mayores de la extrema izquierda es la provocación en materia de costumbres (despelotes en recintos religiosos, insultos infames a los conservadores) desviando la atención hacia ninguna parte. Además, la extrema izquierda está asociada a la mitad de los peores acontecimientos históricos porque la rigidez de sus ideas y su miopía para el análisis social complejo garantiza su fracaso «obligándolos» a imponerlas por la fuerza hasta que surja el «hombre nuevo». Por esa mala reputación tratan de confundirse en los resquicios de la democracia, en la que creen poco. Lamentablemente, una vez inventada la intransigencia en su formato político, nos acompañará el resto de nuestra historia como especie.

La extrema izquierda pretende monopolizar la voluntad de solución de los problemas sociales sin salir del ámbito del pensamiento. Quiere apretar fiscalmente a los ricos sin reconocer que repartida la riqueza de los ricos, es decir, la riqueza concentrada, no da ni para pipas; al tiempo que elimina las turbinas de la ambición que mueven el mundo material. Concretamente, cada habitante de la tierra tocaría a 2.200 euros de una sóla vez si se repartiera la fortuna de los billonarios del mundo, al tiempo que se sacaría del sector financiero (el que permite afrontar viejos y nuevos proyectos) el 99 % de tal fortuna. También olvida la extrema izquierda que el 80 % de la riqueza del mundo, donde verdaderamente está concentrada es en las manos de las clases medias a las que sus dirigentes pertenecen. Clase media que, que yo sepa, no están dispuestos a dar ni un paso atrás en sus logros materiales. En fin: doctrina, despiste y, en el peor de los casos, cinismo malicioso.

DIARIO DE CAMPAÑA (VII)

Hoy la SOCIAL DEMOCRACIA. Es una opción política «que trata de perseguir la igualdad y la libertad, en la convicción de que hasta que seamos verdaderamente iguales, no seremos verdaderamente libres» (Roy Hattersley). Típica frase llena de trampas de la socialdemocracia superada por las revoluciones productivas. Pero, ha sido la opción política consolidada como reacción a la rigidez marxista, con notables antecedentes en la voluntariedad de las propuestas de Fourier u Owen. Básicamente es el socialismo no revolucionario, con la pretensión de llegar en su origen a la misma meta igualitaria mediante reformas graduales. Cobran notoriedad política en la segunda mitad del siglo XIX. Es despreciada por la extrema izquierda como traidora a la esencia de los intereses de los trabajadores, pequeño burguesa y pactista con el capital, bla, bla, bla. Parece mentira que todavía tenga algún predicamento esta retórica embalsamada en el prestigio de la exigencia impaciente que no pacta ni con la realidad.

La socialdemocracia ha tenido tremendos éxitos cuando el colapso del liberalismo en 1929 mostró la necesidad de un gran pacto entre los defensores de la gran máquina productiva que es el capitalismo y la sede de la conciencia social que es el socialismo democrático. De este pacto ha salido el capital aceptando que la mitad de la producción anual de un país se emplee en compensar a la mayoría trabajadora de que en sus fauces es una mercancía. Y de este pacto salió la socialdemocracia renunciando de hecho a que su meta fuera el socialismo doctrinario, porque la meta más razonable era aceptar determinadas cotas de desigualdad para no gripar la máquina capitalista, al tiempo que se tejía una red de seguridad social fuerte que evitara el sufrimiento en la base del sistema.

Sin embargo, en este momento, la situación está virando, porque transcurridos casi un siglo de cortesía, desde hace treinta años el liberalismo económico (camuflado de liberalismo filosófico) vuelve por donde solía, pillando a la social democracia en la Luna. Este envite requiere de un reposicionamiento radical dado que, a la defensa de su éxito de antaño, ahora hay que enfrentar el agotamiento del soporte planetario ante los procesos contaminantes de transformación de energía.

Sus puntos de partida deben ser convencernos de que ha renunciado al socialismo igualitario, pero no a la energía para neutralizar intelectual y prácticamente el liberalismo desigualitario. Un espacio en el que la igualdad de oportunidades de presenta como un ejercicio de pasión, pues ningún congénere puede estar condenado a la ignorancia supina; y un ejercicio de inteligencia, pues ningún talento debe perderse por falta de formación. El progreso social es una labor coral, cuyos resultados no pueden ser taifas de ricos rodeados de multitudes depauperadas vagando alrededor de las murallas como en los tiempos de Thomas Müntzer. Riesgo que hoy se hace presente con las posibilidades de una tecnología capaz de proporcionarlo todo en circuitos económicos restringidos, al no necesitar la energía humana en las dosis históricamente aplicadas. Porque esa puede ser la pretensión suicida de parte de la población más lunáticamente y estrafalariamente rica.

En el terreno de la acción debe 1) encontrar el modo de financiar el estado social creado, sin desatornillar las turbinas económicas en pleno vuelo; 2) contener aquellas reivindicaciones sociales que no encajen en el planteamiento del punto uno, o bien, convencer a las clases medias (80 % de la renta) de que reduzcan su gasto superfluo y compartan con buen ánimo aquella financiación social que dé empleo y sume en el PIB; 3) mantener y mejorar la iniciativa, financiación y control de los proyectos sociales, mientras los agentes públicos sean venales y los privados den muestras de ser proveedores desleales, corruptores y ventajistas (desde los asilos donde maltratan a ancianos a proyectos tipo Castor o Radiales de Madrid); 4) explorar la cooperación de agentes privados allí donde pueda mantener el control de los resultados; 5) moderar el prejuicio de la izquierda de que todo puede ser cambiado de forma voluntarista, rápida y poco meditada y 6) dirigir con más convicción recursos en la investigación a la búsqueda de una ciencia y tecnologías que nos saquen del vagón de cola de la productividad, a pesar del enorme esfuerzo colectivo. Todo ello para contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas medioambientales, de salud y de recursos no contaminantes en una atmósfera de confianza en que la prioridad es el interés común.

La socialdemocracia debe actuar como una referencia móvil cuyo centro de gravedad ideológico se establezca en cada época próxima al centro de gravedad de la realidad interpretada por sus resultados para los seres humanos.

DIARIO DE CAMPAÑA (VIII)

Hoy el LIBERALISMO. Como en otros casos empezamos con una cita. En este caso de Townsend: «En general, únicamente el hambre puede espolear y aguijonear a los pobres para obligarlos a trabajar…». Como se ve, frente al llamado con desprecio «buenismo», el liberalismo del siglo XVIII entendía a la economía como un triturador de minerales y seres humanos, incluyendo niños. Piénsese que, del mismo modo que hoy en día el coltán se extrae con niños, las chimeneas de los potentados ingleses se limpiaban también con niños por el tamaño de sus cuerpos y no con uno de los risueño muchachos del Bert de Mary Poppins. Pero hay un liberalismo del siglo XX. Cito al liberal chileno Axel Kaiser: «… usted podría necesitar con urgencia una operación que cuesta, digamos, diez millones de dólares o cien millones de dólares. ¿Le da eso derecho a que otros se la paguen?». Si quitan la exageración de los millones, queda la idea central. ¿Cuánto costó el rescate de los mineros chilenos perdidos en el fondo de una mina? En España tuvimos el caso de los medicamentos para la hepatitis que fue sonado.

En versión menos truculenta, el liberalismo moderno reclama libertad para realizar los propios proyectos, respeto por la propiedad y los contratos. ¿Quién puede estar en desacuerdo? El problema es que apoyado en esos tres pilares se proporciona una alternativa político social en la que el Estado no tiene más misión que cuidar las fronteras exteriores y evitar el molesto desorden público. No es difícil imaginar cómo acabaría un Estado así. Pero téngase en cuenta que el gran Pope del liberalismo Friedrich Hayek consideraba en una entrevista que «personalmente prefiero un dictador liberal a la falta de liberalismo en un gobierno democrático». Esa entrevista se produce en el contexto de la dictadura de Pinochet. Hayek habla de un periodo transitorio, algo así como la «dictadura del liberaliado», cometiendo el error de pensar que matando «un poco» (el carácter criminal del régimen era público) y no cambiando la situación estructural se acababan los problemas. Es incomprensible que a un intelectual que respeto como Hayek no le rechinara unir en una misma frase dictadura y liberalismo. Es obvio que el liberalismo en el que se piensa es estrictamente económico a pesar de las protestas sobre su fundamento filosófico. Un fundamento endeble cuando la humanidad se basa en el talento individual en un marco social, tanto diacrónico como sincrónico.

Los liberales propugnan una sociedad insolidaria basada en la caridad individual en ausencia de ayuda social Proponen un gasto público del 10 % del actual. Para ellos la máquina económica es prioritaria y consideran toda protesta social como producto de la envidia. Dicho sea todo esto conviniendo con ellos en que ha sido la maquinaria capitalista la que ha proporcionado todo el bienestar que conocemos. Pero esta prosperidad ha sido compatible con un Estado Social competente, a pesar de los fallos que como, toda obra humana tiene. El gasto público no ha estorbado el desarrollo y se ha mantenido, como dicen ellos, «el orden público».

El liberalismo tal y como los plantean sus defensores actuales es una utopía camino de una pesadilla. Creo que la economía ha experimentado sobresaltos, no por la existencia del Estado Social, sino cuando el liberalismo, contra sus propios principios, ha creado condiciones paroxísticas como las de la última crisis, invitando a la gente a poseer bienes que no podían financiar para cobrar la comisión y huir a las Bahamas. La sociedad corre tanto riesgo con la utopía liberal como con los milenarismos igualitarios. Afortunadamente, aunque a parte de la política profesional le gusta la etiqueta de liberal, su aplicación es moderada y más bien apunta a una depuración de los abusos estatalistas que a la destrucción del Estado Social.

DIARIO DE CAMPAÑA (IX)

Hoy el CONSERVADURISMO. Uno de los filósofos más relevantes del conservadurismo fue Russell Kirk, quien dejó dicho: «El conservador trata de proteger la herencia de la civilización que ha sido legada por el abnegado trabajo de innumerables generaciones humanas y que ahora mismo está siendo amenazado por el fanatismo y por la obsesión de lo novedoso». En nuestro país hay partidos que lucen con orgullo la etiqueta de «conservadores». ¿Qué conserva el conservador? pues la religión, la nación, las instituciones y las costumbres heredadas. Es una posición complicada porque todos los días se cambian las costumbres y cada vez a más velocidad. El conservador ve con horror que son sus propios hijos los que socavan la pervivencia de sus convicciones. Si a eso se añade que los partidos de sus antípodas ideológicas (los llamados progresistas) usan su fuerza política para reconocer como normal lo que para ellos son auténticos tabúes, el horror se convierte en pesadilla. De ahí la repugnancia tan difícil de disimular por la exhibición de actitudes antes reprimidas como el lenguaje soez, el desprecio de la religión o las formas heterodoxas de sexualidad. Una repugnancia que por efecto metonímico se traslada de las ideas a las persona. ¿Cómo si no entender el rechazo tan visceral a Manuela Carmena de los conservadores madrileños? o ¿cómo entender el paradójico rechazo del conservadurismo a los defensores del calentamiento global del planeta, incluida la última niña involucrada en su defensa?. Prefiero entender así el rechazo al ecologismo, como cosa de progresistas, antes que interpretarlo como una defensa ante la amenaza a sus intereses económicos.

El conservadurismo tiene tendencia a unir su destino a la ideología liberal, lo que atribuyo a un instinto de proteger a la sociedad del mayor atropello a sus tradiciones: el comunismo o cualquier propuesta que se le acerque. Qué duda cabe que la economía de mercado es una tradición que cuando se ha visto amenazada ha tenido en los conservadores defensores a ultranza. Por eso se asocian a lo liberales porque ven en el Estado Social una amenaza al Estado Caciquil, donde la autoridad de la riqueza se aliaba con la autoridad propiamente dicha porra en mano. También convergen en tolerar regímenes dictatoriales si la democracia lleva a que la tesis colectivistas se impongan.

Sin embargo el liberalismo rechaza de plano al conservador aunque se resigna temporalmente. Dice Hayek: «la filosofía conservadora, por su propia condición, jamás nos ofrece alternativa ni nos brinda novedad alguna… (aunque) hoy por hoy, en efecto, los defensores de la libertad no tienen prácticamente más alternativa, en el terreno político, que apoyar a los llamados partidos conservadores»

DIARIO DE CAMPAÑA (X)

Hoy la EXTREMA DERECHA. En el polo opuesto a la extrema izquierda encontramos el otro límite del espectro ideológico de nuestro país, que es como decir de todo el planeta. La extrema derecha como ideología tiene en común con su homólogo extremo la pasión por el Estado, en un caso como provisor-opresor y en el otro como sentimental-opresor. Ninguno de los dos siente una especial atracción por la democracia, a la que dejan caer en cuanto tienen la oportunidad. Su amor por la democracia suele ser impostado. Los rasgos característicos de la extrema derecha son los símbolos: la nación (que llaman patria), la religión y la autoridad, que puede estar representada por un rey o por un «conductor». Son recios cultivadores de la virilidad, amantes de las armas y los uniformes (aunque se suelen conformar con la caza), también de los caballos como goce y como símbolo de hazañas del pasado. Precisamente el pasado, no como tradición, sino como expresión de la gloria de la conquista por la fuerza arriesgando la vida (de otros).

Su soporte ideológico más inmediato es el falangismo español, la democracia orgánica y el sentido común (el de ellos). Recientemente se hacen llamar liberales, lo que no me extraña, dados los sueños húmedos de éstos con las dictaduras. Adoran la figura del dictador Franco por su habilidad castrense, pero también por su crueldad. En la actualidad se suman a movimientos semejantes en toda Europa en la paradoja de que se unen hoy, pero el nacionalismo patológico de todos ellos los puede enfrentar mañana. Son la Esparta nacional, pues piden disciplina y pureza. Gritan con fuerza ¡Viva España!, pero no ¡Vivan los españoles!, por si se cuela uno que no sea «de bien». Como todas las ideologías extremas no pacta (salvo en algunos casos). Tachan de débiles a la derecha moderada y gustan del exabrupto. Se envuelven en la bandera, pero construyen sin licencia. Todo ello trufado con un freudiano amor-odio a la mujer que podría ser resuelto con un poco de diván. Por supuesto que en sus filas hay mujeres-mujeres, pero a la grupa.

DIARIO DE CAMPAÑA (XI)

Vistas una a una las etiquetas políticas habituales haremos un comentario general. No podemos evitar establecer la histórica frontera que separa a la izquierda de la derecha, visto que los propios protagonistas políticos las usan. En teoría entre el final de la izquierda y el principio de la derecha hay una tierra de nadie que ocupan uno u otros en determinados momentos, pero a costa de llevarse una bala perdida (la llaman centro). Los tópicos sociopolíticos son los siguientes:

Te sientes de izquierda si te ves compasivo con el extraño, enemigo del interés, eres amigo de la cooperación, aborreces el individualismo y a menudo andas mascullando maldiciones contra los ricos porque sospechas que su riqueza es ilegítima. También piensas que el ser humano sólo puede ser redimido en la tierra y, paradójicamente, te sientes moralmente superior a los que proclaman profesar una religión.

Te sientes de derechas si prefieres a los propios antes que al extraño, consideras los intereses de pura lógica operativa, eres amigo de la acción individual, aborreces el colectivismo y a menudo andas mascullando sobre la envidia de lo pobres con la parte más productiva de la sociedad. También crees que este mundo no tiene remedio, por lo que la redención tendrá resultados en la otra vida. Pero, paradójicamente, te sientes moralmente seguro de que la desigualdad económica no violenta el espíritu de tu religión.

Por otra parte, en nuestro país hay un asunto completamente transversal entre la gente y es el del independentismo. Lo fue en el pasado y lo es en el presente. Sin embargo, entre los políticos es teñido de color ideológico provocando mucha confusión.

Además, dado que la economía tiene un gran peso en las decisiones políticas modernas, las dos opciones pueden también caracterizarse por ella. Así el que se siente de izquierdas le gustan los impuestos, porque espera que los paguen los ricos, los subsidios como muestra de solidaridad, los derechos sociales como expresión de las libertades y los servicios públicos gratuitos. Por el contrario el que se siente de derechas odia los impuestos porque los considera un expolio, rechaza los subsidios como fuente de parasitismo y sospechan que los servicios públicos son caros e ineficaces.

Estas vaguedades son esquemáticas pero son resultado de lo que se escucha a unos y otros en el ágora. Algo hay de esto, pues los votos en España se dividen desde hace muchos años prácticamente por la mitad y solamente los ajustes de la Ley D’hondt permite que algún partido destaque para liderar el gobierno. De modo que la mitad de los españoles vota a partidos que van de la extrema izquierda (Podemos) a la izquierda moderada (Más País, PSOE) y la otra mitad votan a partidos que van desde la derecha moderada (Cs, PP) a la extrema derecha (Vox) con una simetría ejemplar.

Lo que todas las opciones comparten en este período tibio de nuestra historia es el respeto, aunque sea formal, por la democracia. Lo que es de agradecer, porque, cuando se rompen la formas democráticas, lo que llega, sea del color que sea, es sufrimiento y muerte.

Otra cosa es como se ven los propios partidos políticos. Así Podemos se ve como representante del «pueblo», pero no de extrema izquierda; el PSOE se ve como un partido que administra para el ciudadano los beneficios del capitalismo. El PP se ve como un partido conservador, en el sentido más noble de la palabra, y liberal, queriendo decir que está por la libertad económica y el respeto a la propiedad. Ciudadanos se dice de centro derecha y liberal. En el extremo derecho, Vox rehuye, como lo hace su adversario del otro polo, la clasificación como extrema derecha y bromea denominándose de «extrema necesidad» en su lucha fantasmática con el feminismo y la emigración.

Así se ven unos y otros. ¿Cómo los vemos nosotros? Pues dependerá de nuestra propia posición en la vida. Posición poliédrica compuesta de rasgos de unos y otros de los paquetes descritos en esta serie de mini artículos. Creo que vivimos nuestras certezas y contradicciones como podemos, pero que, a la postre, elegimos un partido al que votar en un proceso en el que, primero, nos sentimos en uno u otro de los bloques izquierda-derecha y, después, precisamos nuestra posición entre aquellos partidos que mejor representen nuestras creencias de extrema izquierda, socialdemócratas, liberales, conservadoras o de extrema derecha. Finalmente, hasta es posible que leamos el programa electoral, pero, me temo, que no es determinante.

Quizá la idea más productiva es que no va a desaparecer ni un bloque ni el otro, por lo que lo mejor es el entendimiento que llamamos de Estado entre bloques y el entendimiento de Gobierno dentro de los bloques. Todos los intentos de quedarse solos son vanos. Como lo sería pretender tener luz sin sombra.

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