A medida que pasan los años se interponen cambios más profundos entre mi generación y las generaciones más jóvenes con edad suficiente para tener presencia en el escaparate social. Un escaparate cada vez más al alcance de cualquiera con el tipo de gracia que requiere el tipo de público al que se dirige. Me pregunto si estas diferencias se quedan en la superficie con las formas de relacionarse (desaparición del usted por ejemplo) o el modo de vestirse, adornarse y disfrutar o van más allá. Uno nota un cierto vértigo alrededor pero, inevitablemente, no presta excesiva atención porque está suficientemente protegido por su generación, sus preocupaciones, sus medios de comunicación, su arte, sus libros y su música.
Hace unos días he tenido noticias del vídeo publicitario en el que se contrastan dos formas de ser influyente en este momento de tránsito en el que las nuevas generaciones no beben de las precedentes, sino de su propia espontaneidad. El vídeo está provocando un cierto revuelo en la redes. Primero vean el magnífico vídeo que Lara Boto preparó para BlinkLearning (un portal educativo):
Un influencer es una persona que cuenta con credibilidad social por su éxito en las redes sociales. Algunas marcas comerciales los utilizan como vehículo de su publicidad de forma más o menos encubierta. El vídeo trata de destacar la influencia no advertida por cotidiana de los profesores sobre millones de niños y jóvenes. Es evidente el contraste entre la chispeantes primera parte y la formal y convencional segunda. Se contrastan dos formas de ser influyente para los jóvenes.
No creo que nadie en su sano juicio rechace su etapa educativa, porque no tendría nada más que compararse con otros jóvenes de entornos menos propensos a la formación de sus hijos para observar la diferencia entre escolarizarse y no. Sin embargo, la escolarización al ser impuesta produce en muchos jóvenes un rechazo inmerecido, pero es que la existencia de una dimensión virtual donde reciben el mensaje de la despreocupación absoluta, la disolución completa en la sal gruesa, los saltos, las muecas no es extraño que les resulte tan atractiva en un periodo de sus vidas tan complicado. Para entender a qué me refiero véase este vídeo del Rubius un youtuber y, por supuesto, influencer que cuenta con casi 23 millones de seguidores:
Pero hay dos aspectos que las mayoría de los jóvenes destacan en la redes: uno es el de la experiencia, subjetiva o no, con los malos profesores y dos, el hecho de que en las redes reciben claramente el mensaje de que sean fieles a sí mismos. Sirva como ejemplo este texto tomado de twitter:
El texto es paradójico porque parece considerar buena la enseñanza que recibe de los profesores pero, ¡ojo! están trabajando para una sociedad «cuadrada y aplastante«, mientras que el youtuber «me enseñan a aceptarme y valorarme tal cual soy» y «te liberan, te hacen sentir cómodo sin importar tus notas, manera de pensar, aspecto…». No me queda claro si rechazan la formación o mandan el mensaje de que es despiadada con sus sentimientos.
No parece difícil armonizar ambos procesos. El de, por una parte, tener competencias para la vida real y poder intercambiar con la sociedad desempeños y, de otra parte, el dedicar tu tiempo libre a ser feliz del modo que te plazca. También se podría buscar el modo de ser feliz aprendiendo o aprender siendo feliz. Desde luego si en la enseñanza convencional se destruye la autoestima de los alumnos algo va mal. Pero también creo que ni uno de los 23 millones de seguidores del Rubius mantendrá mucho tiempo que viendo sus vídeos se aprende algo distinto a pertenecer a una generación absolutamente distinta a la de tus padres. Yo desde luego no discuto que sean divertidos para cierta edad, pero dudo que se alcancen los 40 años enganchado a ellos. Si fuera así, también habría que decir que algo va mal.
Lo peor de la formación para el trabajo es que se tiene que producir a cierta edad, justo aquella en la que se tiene más energía para disfrutar lo disparatado, lo transgresor, los que te permite socializarte con los de tu generación. Pero los jóvenes no debe olvidar que dejarán de serlo y otras necesidades ocuparán su tiempo. Necesidades que para ser cubiertas requerirán de las habilidades que los profesores enseñan. Entre ellas ninguna más importante que la de desarrollar un espíritu crítico que impida que «los mayores» les tomen el pelo y no precisamente en la escuela o la universidad, sino en la política o en la empresa. Para cuando lleguen las dificultades tienen que estar armados de capacidades útiles, como la informática o la capacidad de cálculo, pero también de la actitud humanamente adecuada ante la llegada de extraños, la resistencia a la bajada interesada de salarios, el rechazo del desprecio por el esfuerzo estudiando largos años o la capacidad de respeto a los demás. Si, hoy en día, no tenéis esto con algunos profesores, hay que exigirlo.
Los jóvenes no debe olvidar que toda la tecnología, no su uso, sino su concepción, diseño y desarrollo es resultado de lo que se aprende en la escuela. Igualmente ocurre con los tejidos que visten o la luces de sus lugares de ocio. Todo son resultados del afinamiento inteligente de gente que antes pasó por la escuela y la universidad en la mayoría de los casos. Que no tire nadie del ejemplo de Steve Jobs que es absolutamente excepcional. Y aún así fueron las lecciones de Robert Palladino en el Reed College las que inspiraron la originalidad de los tipos de Apple en el futuro. El resto de los miles de creadores de códigos han necesitado ser algo más que geniales autodidactas.
En fin mates, todas las generaciones hemos pasado por esto. Hemos estudiado a empujones mientras nos atraía el deporte o la pandilla de amigos. Hoy en día a los jóvenes se les ha abierto una ventana parecida al Aleph de Borges que los obliga a un ejercicio supremo de disciplina, pues a pesar de la suave pendiente que ofrece a todas las necesidades de los adolescentes es necesario dejar sitio para buscar un lugar al sol en la sociedad aunque sea «cuadrada y aplastante«. Seguro que los jóvenes encontrarán la forma, pero errarán el tiro si lo dirigen hacia los profesores, una clase de personas cuya importancia sólo se nota cuando no están o no han estado en tu vida. Igualmente, la enseñanza convencional se equivocará si desprecia los intereses de los adolescentes a su cargo. Una etapa de la vida muy complicada de la que se puede salir amando el conocimiento y la vida o profundamente herido.