La mentira transparente


Oxford dictionaries han declarado palabra del año a la expresión «post-truth» (post-verdad). La palabra ha competido con «alt-right» que refiere a la premeditada acción de introducir en el debate público y mediático cuestiones controvertidas a fin de lograr adeptos a las causas más reaccionarias.

Con «post-truth» ya tenemos una palabra que denomina un fenómeno que se ha hecho evidente durante los últimos años. La sociedad ha decidido prescindir de los hechos para hacer llamadas a las emociones. Se lleva tiempo tolerando que se haga publicidad llamativa que mentía descaradamente sobre los efectos del consumo del producto en cuestión. En general las empresas pilladas en falta prefieren un buen proceso judicial antes que afrontar las consecuencias de sus actos. Noticias sobre fallos judiciales escandalosos que afectan a aseguradoras o entidades bancarias son relativamente frecuentes. Los estrategas empresariales saben que el afectado, si es un individuo, es muy vulnerable en el complicado sendero de los procedimientos judiciales. Hasta ahí los conocido. Pero ahora la novedad está en la generalización de la mentira en el ámbito político. Es decir en el ámbito de la esperanza de una vida decente por una gestión, igualmente decente, de nuestros políticos. Ya se apuntaba maneras en los primeros años de la democracia española cuando el ínclito Profesor Tierno dijo aquello de que «los programas electorales están para no cumplirlos». Recientemente entre mentiras y mentirijillas Mariano Rajoy introdujo una novedad que fue no anticipar sus intenciones sino directamente no cumplir su programa de 2011 durante cuatro años. Finalmente ha hecho cumbre la progresión con las elecciones celebradas en el Reino Unido y en Estados Unidos. Dos conglomerados nacionales que han decidido salirse de la Unión Europea y de la Unión Mundial respectivamente (el electo presidente Trump es, parece ser, un aislacionista). Podríamos hablar de un BREXIT y un TRUMPXIT con el mismo criterio lingüístico que utilizamos para pasar de «omnibus» a «autobús«. Para estos logros de la humanidad se ha utilizado de forma que podríamos considerar ya como muy refinada la herramienta de la mentira.

Hay que aclarar que el uso de la mentira, como se ha dicho, no es nuevo. Por tanto que haya una palabra nueva una post-verdad hace alusión a algo más complejo. En efecto, cuando se miente, se tiene la esperanza de que quien nos escucha sea engañado. No es el caso de las campañas mencionadas. En ellas se ha mentido de forma premeditada y sistemáticamente, pero no se espera engañar a la audiencia sino emocionarla. Con emoción queremos decir crear las condiciones para el entusiasmo o el desprecio, pero en ningún caso el engaño. No se quiere engañar pues ya se sabe que no es posible con un universo de información rodeandonos de forma permanentemente actualizada. Se espera crear en parte de la audiencia la ilusión de un futuro mejor prometiendo aquello que se sabe forma parte de sus esperanzas más sentidas. Pero, al tiempo, se sabe y se admite como parte del peaje a pagar por el enfoque que en otra parte de la audiencia la mentira produce desprecio por su grosera contradicción con los hechos.

Podemos, pues, hablar de una mentira transparente. Nadie es engañado pero todos reaccionamos emocionalmente a su emisión. El emisor sabe que miente, el receptor sabe que aquél miente y finalmente el emisor sabe que el receptor sabe que miente. Pero unos y otros son arrastrados a una posición irracional. Con los que ahora es la verdad la que es oscura. Es sabido que la verdad es una meta no un logro, salvo casos triviales. Y aún en ellos: si dos personas están presentes en una habitación donde un objeto cae al suelo estando ambos atentos y al salir hay versiones contradictorias sobre si el objeto ha caído o no, sólo los presentes saben quién dice la verdad y quién miente, pero el resto de la humanidad no tiene forma de saberlo. La verdad es esquiva, pero una cosas es reconocer que su hallazgo requiere esfuerzo y otra es usar esta dificultad intrínseca para conseguir objetivos sin importar un ardite. Ciertamente la búsqueda de la verdad es demasiado importante para dejarla ya en manos de los políticos demasiado condicionados por sus intereses partidistas. Hay que buscarla por uno mismo.

 

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