Mario, ¡bienvenido!

A este mundo llegaron primero tus papás, luego tu hermanita Olivia y después Claudia. Ahora llegas tú como una maravillosa sorpresa a completar una familia fabulosa. Yo soy tu abuelo, que es como decir, para cuando tú vengas a darte cuenta, un vacilante ser que mide la habitación a pasitos cortos. Pero, si mantengo la cabeza bien, me va a dar igual, porque lo importante sois los niños y niñas y tú en particular que nos vas a sorprender con tus carreras por el pasillo de casa.

Me encanta tu nombre. Procede de la Roma imperial y está relacionado con el nombre del dios Marte, que es el de la guerra, la que tu vas a dar con tu ganas de vivir y estudiar, estoy seguro. Cuando tú crezcas espero que las guerras sean un recuerdo del pasado. Ahora hay una que empezó, más o menos, cuando tu fuiste concebido. En ella los niños sufren porque una persona muy mala les hace daño. Espero que tu contribuyas con tus conocimientos y tu amor a que ningún niño sufra nunca más. Seguro que vas a ser un niño responsable y compasivo. Y estoy seguro porque tus padres son así.

Ahora sé que estás pasando un mal rato porque un bichito muy pequeño ha tomado un camino que no debe en tu cuerpecito. Pero veo por las fotos que mandan tus padres que lo tienes codffgvvvcklñ hcxxxvntrolado y que no te has asustado a tus diez días de vida. Ya se ve que eres fuerte y combativo.

Te esperamos en casa de tus abuelos para que empieces a demostrarnos tu curiosidad y mostrarnos tu ojos, que aún no los hemos visto con tanto trajín.

Bueno, Mario, un besito de tus abuelos.

Claudia, tres años

Cumplir detrás de una hermana mayor es un problema para cualquier niña, excepto para tí que eres la niña más fuerte que he conocido nunca. Tú tienes tu propia personalidad y bien que se nota. Ya hablas con soltura produciendo nuestra sorpresa con algunas versiones curiosa del castellano. Para hablar de tu madre dices: «la madre mía». Y tiene mucha gracia eso que dices muy a menudo de «…¡qué mono!…». En fin, que vas a lucirte con esto del lenguaje. Tienes un carácter fuerte con tres años y domina el arte de doblegar la voluntad de los demás retrocediendo en vez de avanzando. En eso eres irresistible. Tu alegría es contagiosa, pero yo no consigo contagiarme. Quiero decir que no puede seguirte en tus saltos y cabriolas, aunque nos hemos reído muchos con tu hermana Olivia jugando a que yo soy el monstruo que os persigue. Pero lo que más me emociona es cuando dices que yo soy el «lobo bueno». La verdad es que he jugado contigo a las casitas por primera vez. Me llama la atención que reclamas menos cuentos que tu hermana que siempre estaba pidiendo distintas versiones de los cuentos de siempre: caperucita, blancanieves… Lo cierto es que tu generación cuenta con todo Disney a su disposición con películas de hermosísimas imágenes que impresionan a un seguidor de Tom y Jerry. Supongo que costará más trabajo que te intereses por la lectura en una época de tanta tentaciones espectaculares en las pantallas que os rodean. Pero piensa que son una gran ayuda, pero también una gran trampa. Espero que para ti sea una proyección hacia una formación bien fundada en los conocimientos que muchas niñas y niños como tú consiguieron para todos cuando fueron mayores. Aunque hay niños que a la edad que tú tendrás pronto ya hacían sinfonías. Si tienen el mismo oído que yo, no compondrás sinfonías, pero yo te voy a querer igual. Lo importante es que avances en el cole, aprendas a leer que te esperan librerías llenas de libros interesantes (eso creo yo) en mi casa. Espero que os interese a todos mis nietos y nietas y, si no, a las biblioteca que otros habrá que los lean. No me enfadaré porque cada persona ha de seguir su propia camino y, a lo mejor, a ti te interesan la medicina (no tengo ningún libro) o la danza (si doy dos pasos de vals me caigo). Lo bueno de todo esto es que nos seguiremos viendo mientras yo, rubia, me mantenga en forma. Por cierto, que, como ya te he enseñado a darle a la pelota con la pala de pádel, espero que pronto empecemos en la pista correr de un lado a otro. Solamente me queda decirte que no le des más al teclado de mi ordenador ¡graciosa! que me lo puedes bloquear. Aunque tengo que confesarte que me derrito cuando me desafías dando con tu dedito a la tecla y me miras como diciendo «¡Me he atrevido, ¿eh?». Volveré a este mismo sitio dentro de tres años cuando ya leas. Un besito de tu abuelo «el lobo bueno».

Mi nieta lee

Aún bajo el influjo de la reciente fiesta del libro, constato que tú, mi nieta, lees. Hasta hace poco te recitábamos cuentos y ahora nos los lees tú. Vas por la calle repasando carteles y ayer leías entusiasmada la carta del restaurante. Lees mayúsculas, minúsculas y respetas las letras mudas; por tanto, acabas de entrar sin saberlo en el reino de Homero, Shakespeare, Cervantes o Moreno —ya sabrás quienes son—, pero ya conoces los cuentos morales que van desde Caperucita a Garbancito, pasando por mitos blandos como la Bella y la Bestia.

Parece que no se lleva la formación en clásicos, pero las cosas importantes se van y vuelven haciéndonos comprender que es prudente y gozoso saber cómo interpretaban sus vidas aquellos que ya se fueron. Los niños deberíais leer fragmentos de los clásicos para que vuestros oídos se regalaran con palabras bien encadenadas como las que figuran en los versos de Virgilio, Dante, Rosillo o Rodríguez. Por eso, espero que pronto te dejes embriagar por bellos versos que provoquen en ti los fuegos coloridos de las metáforas y demás «trucos» del lenguaje para superar la limitación de nombrar lo innombrable. Verás como se llama a lo que no se toca con lo que tocamos cada día. Cómo un martillo representa a la contundencia; cómo la luz representa a la inteligencia o cómo un soplo de aire representa al espíritu; cómo una mujer con los ojos tapados a la justicia o las palabras todas al mundo.

Leerás historias diversas, leerás relatos apasionantes y las palabras quedarán adheridas a tus emociones, que volverán cuando las escuches años después. Comprobarás como en tu pequeño pecho caben todos los libros y poco a poco, irás viendo por ti misma la asombrosa aventura que es la humanidad y qué extraordinarias narraciones dan cuenta de ello. El mar en sus estados pacíficos o turbulentos te creará la nostalgia de la navegación; las escaladas a las altas montañas te harán soñar que eres una alpinista intrépida. Los relatos de astronautas o del cosmos te harán saber que vives en una bola pequeña en relación con las que hay en su entorno. Sabrás por esas lecturas que esa bola maravillosa en la que habitamos está pasándolo mal porque nos hemos descuidado en los últimos dos siglos. Por cierto, que así sabrás qué son los siglos y cuántos han pasado desde que un mono se bajó del árbol y miró hacia el cielo. Y, sobre todo, las grandes novelas, desde “Anna Karenina” a “Las uvas de la ira” o “Patria” te harán saber de la furia y del sufrimiento humano. Así tomarás conciencia de ti misma y de la necesidad de no atender todo lo que se te ocurra, pues limitamos con los demás.

Tienes que estar preparada para que tus ideas no coincidan con las de otros. Ese día sabrás que es necesario respetar las creencias ajenas y que hay que buscar el acuerdo, aunque no renuncies a ellas. También leerás cosas que te sorprenderán porque parecerán mentiras. Para entonces deberás haber adquirido en tus lecturas y experiencias la fuerza de saber que nada debe sobreponerse a la dignidad de los seres humanos. Leerás o escucharás discursos de gente que, enferma de poder, reclamen tu sumisión. Para entonces deberás haber desarrollado tu plena convicción en que no hay meta que justifique la codicia o infligir —¿Te gusta esta palabra?— sufrimientos a los demás para tiranizarlos.

A mí me gustan algunas palabras más que otras, como «arrebol», «feérico», «rielar» o «baquía». Tú elegirás las tuyas y con ellas las cadenas de palabras que te seducirán para vivir muchas vidas en la tuya, viviendo emociones desconocidas gracias al talento de escritores y dramaturgos. También verás que hay palabras en otros universos como el de la filosofía o la ciencia que provocan estremecimientos. En la poesía, una forma maravillosamente extravagante de transmitir sentimientos, podrás encontrar una sorprendente versión del mundo que te habla de él de forma oblicua provocando luces y sombras que perfilan realidades nunca oídas hasta que un poeta las pone en conexión.

¡Ay, querida nieta!, qué suerte la tuya de estar en esa primera hora en la que todavía no se ha cometido error alguno. Esa hora en la que puedes aprender qué lecturas te harán mejor y cuáles no debes frecuentar para que no te distraigan de la construcción de tu propia persona. No te quedes solamente en la vida ordinaria. Vívela con intensidad, pero hazla crecer con tus lecturas. Serás así todo lo que puedes ser. ¡Bienvenida, querida nieta, a un universo inagotable!. Si solamente te fascinan las imágenes serás conducida al mundo de otros. Con los libros, los sueños tendrán tu propia voz.

Progresistas, socialistas y revolucionarios

En un reciente artículo del mes de julio titulado «Liberales, conservadores y reaccionarios» proponía clarificar los conceptos de liberal, conservador y reaccionario que, al menos nominalmente, se sitúan en la derecha política. Ahora propongo echar un vistazo a conceptos casi simétricos en la orilla izquierda del torrente social y así componer el cuadro general en el que se desarrolla nuestro drama político. En ese artículo se definía el liberalismo como un programa que no se completaba en la derecha por que se imponían las pulsiones conservadoras y reaccionarias. Es decir, porque, en una suerte de sinécdoque política, se tomaba la parte por el todo dándole el nombre de «liberal» al parcial liberalismo económico o libertarismo. En efecto, si el liberalismo tiene tres dimensiones: la económica, la política y la social, en la derecha es la dimensión económica la que prevalece fundamentalmente.

Es en la orilla izquierda donde el liberalismo integral completa su programa con su dimensión social (divorcio, aborto, eutanasia, matrimonio igualitario, feminismo…). Los actores de este liberalismo se autodenominan progresistas. El progresista es, esencialmente, el liberal de izquierdas que, en esta época, comparte con el liberal de derechas su amor por la libertad política. Así el programa liberal se cumple plenamente del siguiente curioso modo: en la derecha con la dimensión económica, en la izquierda con la dimensión social y, en ambos lados, con la dimensión política, es decir, como democracia.

El socialismo proporciona el espíritu que dota a la izquierda de sus rasgos más reconocibles; del mismo modo que el liberalismo económico impregna a toda la derecha. En efecto, no se es de izquierdas si no se proclama algún grado de igualdad económica, del mismo modo que no se es plenamente de derechas si no se postula la libertad económica. El progresismo es también marca de la izquierda, pero no basta si no va acompañado de una actitud adversa al liberalismo económico. Es decir, si no va acompañado de una vocación clara de un uso social de la riqueza; por eso, se constata que el socialismo y el progresismo conectan entre sí con naturalidad, del mismo modo que lo hacen el conservador y el liberal económico por considerar ambos que la propiedad privada es el principio de toda libertad.

Si el socialismo es, fundamentalmente, una propuesta adversaria del liberalismo económico, tanto en una versión moderada como libertaria, o extrema como anarco-liberal que postula el estado mínimo, simétricamente, el conservadurismo es adversario de las opciones progresistas, al menos en su versión radical anarco-progresista — que propone un  constructivismo extremo, que se traduce en propuestas como que no hay diferencias de sexo o en que todo está contaminado por la represión patriarcal—. Ejemplos de lo aquí planteado es el caso de la ley “sí es sí” propuesta por los liberales de izquierdas (progresistas) o en las propuestas de bajadas de impuestos de los liberales de derechas (libertarios). En efecto, los progresistas plantean una ley menos punitiva que horroriza a los conservadores y los libertarios proponen un destrozo del estado social que repugna a los socialistas.

El revolucionario surge cuando el socialismo se percibe estéril —el marxismo es una reacción al socialismo utópico—; del mismo modo que el reaccionario surge del miedo conservador a la revolución. Son los efectos de la ira, de la impaciencia. Se trata de una caída desde la moderación, que requiere sutileza y un alto consumo de energía psíquica para el acuerdo, a las versiones extremas de la izquierda y la derecha, que son posiciones de baja energía intelectual que liberan ruido y furia. En tiempos radicales, la dimensión liberal se debilita y tanto el liberal económico  como el social son arrastrados por los polos extremos de cada orilla provocando dictaduras en las que se imponen las voces estridentes, impacientes, llamando a proclamar la hartura y el enfrentamiento cainita. Estos dos polos viciados usan la violencia porque creen en la sangre como redentora. Usan el campo de concentración como preventivo y el cadalso como correctivo. Están poseídos de certezas firmes que confunden con la verdad y atacan la base de la libertad que es sutil, compleja y, por tanto, frágil. Son consecuencia de la pereza intelectual y nos amenazan en cada país occidental y en las fronteras de nuestra zona geoestratégica.

Tanto el socialismo como el conservadurismo deben resistir, impregnados de las posiciones liberales, la tentación de imitar las nuevas formas del autoritarismo de siempre. Tentación que viene envuelta en el peor populismo. Se requiere un liberalismo realmente integral en sus tres dimensiones para que sea el puente entre las dos irredentas orillas ideológicas. Desgraciadamente, nadie lo ha encarnado de forma completa hasta ahora, a pesar de algunos experimentos —ya fracasados—que optaron por posiciones liberal-conservadoras despreciando, con gran ceguera política, las posiciones social-progresistas.