¿Qué hacer con los jubilados?


captura-de-pantalla-2016-10-19-a-las-12-57-46

¿Qué hacer con los jubilados?. Eso se preguntó un ministro japonés hace tres años y respondió «que se den prisa en morir». Y el caso es que no le veo buena cara al ministro (ver la foto). Para mí que va a dejar de ser una carga para el Estado antes que muchos de los ancianos japoneses. La pregunta parece antigua, pero es eterna (hoy en día tres años son el pasado, o al menos, eso nos quieren hacer creer lo que tienen juicios pendientes). La respuesta del ministro es el epítome de la mentalidad liberal grosera. ¡Qué estúpido!

captura-de-pantalla-2016-10-19-a-las-13-08-15

No me extraña que sea en Japón donde se plantee con esta crudeza la cuestión pues es la cuna de la Balada de Narayama, la película de Imamura de 1983. Una cinta multipremiada que recomiendo a todos los jubilados con entereza, en la que se cuenta una historia de supervivencia de una sociedad agrícola al límite de sus recursos. Una metáfora de nuestro actual mundo con una diferencia notable: la carencia de recursos de nuestra sociedad actual no se debe al carácter primitivo de la tecnología del pueblo que en la película nos representa a todos, sino al mal planteamiento del reparto. En la película a una nuera que roba unas patatas, el pueblo entero (fuenteovejuna) la entierran viva con toda su familia. Hoy el ladrón de patatas evade, blanquea, disfruta en la hamaca.

Pero seamos positivos, veamos qué podemos hacer los jubilados por estos políticos incapacitados para dar soluciones. La cuestión de fondo es que el jubilado recibe ahora lo que dió antes. Por tanto, la pensión no es caridad. El pensionista salvo algún polizón son, en general, trabajadores manuales que dejaron las entrañas en duros trabajos alienantes; profesores encargados, nada menos que de la paideia nacional; jueces encargados de mantener un cierto sentido de justicia que evite revueltas, doctores que han llevado la esperanza de vida de los españoles a los 85 años (¿serán ellos los culpables?).

Los jubilados (este jubilado al menos) está dispuesto a considerar la cuestión de la carga que la imprevisión e incapacidad de nuestros gestores ha creado, solamente si la distribución de la riqueza nacional se pone de forma transparente sobre la mesa a disposición de cualquier ciudadano de forma rápida y el presupuesto del Estado se acomoda a la situación de las personas debidamente y no a los intereses espúreos de turno. ¡Qué aburrimiento de codiciosos! Se puede vivir perfectamente con un sueldo entre 1000 y 5000 euros hoy en día según méritos contrastados. Ninguna persona individual merece ganar más de 100.000 euros al año. Hay muchos científicos que ganan bastante menos. Si alguien no quiere ser jugador del Real Madrid, el Barcelona o directivo de una gran compañía él sabrá. Siempre he pensado que el problema para una estrella de un deporte no es cuánto gana él, sino cuánto gana su rival. Si las grandes fortunas nacidas en general de la depredación, excepto los ganadores del cuponazo desaparecieran no se resentiría la investigación sino la industria del lujo. En definitiva, no nos vengan con cuentos aquellos que están deseando que llegue el viernes para disfrutar de lo extraído de la mina del esfuerzo de todos. Ya no nos valen cuentos de tipo «si apretamos, se van«. La industria del lujo es un escándalo mundial. Viendo la página web www.billionaireshop.com  se explica perfectamente porque algunos necesitan tanto dinero. En concreto, nuestro popular B. no tiene ni para empezar con su cuenta de Suiza.

Por el estado actual de la inversión estatal en investigación queda claro que no se cree en el talento de nuestros científicos y se prefiere acogerse al trueno de Unamuno: «Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones». Obviamente pagando royalties. Si este el caso, ¿Cómo se quiere crear riqueza para una vida digna de la población incluidos los jubilados? Pues está claro: empobreciendo a la mayoría para que unos pocos se enriquezcan con la exportación. Un sistema que no necesita de consumo interior, como ahora se está viendo. Una depreciación de la moneda humana.

Los jubilados somos unos 9 millones (¡cuidado con el voto!). Desconozco cuántos están en condiciones de seguir aportando a la sociedad algún tipo de servicio que evite nuestra ejecución (al atardecer, por favor) por no estar afectado por enfermedades inhabilitantes. Si fuera un 25 %, el contingente estaría próximo al número de funcionarios de todas las administraciones (unos dos millones). Una verdadera fuerza de trabajo. Pero no tiene sentido que los jubilados ocupen puestos de trabajo ya existentes, pues se los quitarían a los jóvenes. Por ahí no procede hacer nada, al menos mientras no haya más puestos de trabajo que gente, cuestión que, por otra parte, resuelve la inmigración trayendo savia nueva al país. De modo que antes de acogernos a la fórmula del ministro japonés (que los dioses confundan), pensemos en un país con autoestima que se gana la vida en el conjunto internacional a base de inteligencia y esfuerzo. Para ello, los jubilados podríamos aportar nuestra experiencia en la gestión de la inteligencia y el esfuerzo, precisamente. El objetivo no es aportar energía mecánica, sino mental. Basta darse un paseo por el corazón del sistema actual pleno de jóvenes formados a medias en sus tareas; la falta de organización eficaz o la carencia de pedagogía del sentido de la vida para estar seguro de que nuestra vida mejoraría con un aportación organizada de parte del tiempo de aquellos jubilados que estén dispuesto a hacerlo en una estructura generosa dirigida al bien común. Necesitamos que nuestros jóvenes sepan la razón de sus afanes y porqué merece la pena trabajar y dar sentido a la propia vida al servicio de uno y de la sociedad. Ahí los jubilados tenemos mucho que decir. Yo he empezado con este blog.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.