En la naturaleza hay cuatro fuerzas fundamentales, según nos dicen los científicos, cuya interacción o concomitancia explican todo el universo. La fuerza de la gravedad mantiene unida a la materia, la fuerza electromagnética permiten la transmisión tanto física (radiación) como informativa (comunicación); en el seno de lo micro, otras dos fuerzas mantienen la estabilidad de los elementos constitutivos (los átomos), una manteniendo unido al núcleo y la otra aprovechando cualquier desestabilización para irradiar partículas. Como se ve, tanto en nivel macroscópico como en el microscópico dos parejas de fuerzas actúan de forma complementaria, una asociando y la otra disociando.

Sin embargo, el universo humano no tiene tan claro cuáles son las fuerzas actuantes, porque las distintas teorías explicativas no pueden ser comprobadas tan fácilmente en un laboratorio como se hace con la materia y la energía. De hecho, cuando se ha intentado, el choque entre la simplicidad y el dogmatismo de las soluciones y la complejidad de la realidad ha producido verdaderos monstruos como el comunismo soviético y el fascismo nazi. Estos terribles experimentos a gran escala se diferenciaban en sus propósitos. El primero pretendió imponer la igualdad económica y el segundo imponer la igualdad cultural. Sin embargo, ambos compartían la crueldad de sus métodos, señal de que no había encaje entre sus visiones y la realidad de la naturaleza humana y sus anhelos.

Tal parece que, al igual que en la naturaleza, tenemos cuatro factores dinamizantes en dos niveles de intensidad: fuertes y débiles que se emparejan dos a dos como fuerzas de cohesión o descohesión respectivamente*;

VERSIÓN FUERTE

  • Del deseo de igualdad económica absoluta (comunismo)
  • Del deseo de desigualdad económica absoluta (libertarismo)
  • Del deseo de desigualdad cultural absoluta (multiculturalismo)
  • Del deseo de igualdad cultural absoluto (totalitarismo)

VERSIÓN DÉBIL

  • Del deseo de igualdad económica relativa (socialismo)
  • Del deseo de desigualdad económica relativa (liberalismo)
  • Del deseo de desigualdad cultural relativa (permisivismo)
  • Del deseo de igualdad cultural relativa (conservadurismo)

Caben todas las combinaciones, pero sólo unas pocas funcionan o han funcionado porque, entre otras cosas, han surgido en momento históricos diacrónicos. Así, tanto el comunismo como el liberalismo pueden combinarse con el totalitarismo como muestran los ejemplos soviético y chileno, por ejemplo. El socialismo mezcla bien con el permisivismo cultural y el liberalismo con el conservadurismo. Las versiones extremas, cuando el totalitarismo interviene, no han tenido continuidad en la época moderna porque el dolor causado ha sido tan grande que provocó reacciones de parte de la versiones socialista y liberal no totalitarios. La reproducción simbólica de estos horrores, crearon una atmósfera de prevención que facilitó que sus versiones vigentes durante muchos años hayan sido las moderadas. Versiones que reconocen que hay que admitir que en sus formas fuerte o débil estas pulsiones (igualdad, desigualdad, tolerancia, intolerancia) tienen su origen en nuestra herencia genética y, por tanto, el juego político tiene que contar con ellas, salvo caer en el delirio.

Como se ve, he distinguido entre los factores de carácter predominantemente económicos (comunismo y libertarismo o socialismo y liberalismo) de los factores predominantemente culturales (multiculturalismo, totalitarismo, permisivismo y conservadurismo). El objetivo es ver con más claridad, pues los aspectos culturales (género, sexualidad, aborto, castigo, raza, caza, toros…) son vistos de forma muy diferente por los que alientan la diferencia (multiculturalismo) y los que imponen la igualdad (totalitarismo). Debo aclarar que el multiculturalismo, que es simétrico conceptualmente respecto del totalitarismo, no se ha mostrado, afortunadamente, como un movimiento violento, pero sí que es visto como absoluto e intolerante por los amantes a ultranza de la igualdad cultural. Por ejemplo los movimientos actuales incipientemente totalitarios llaman a las feministas «feminazis» y a los que ayudan a los emigrantes «buenistas».

Quedaría añadir que el nacionalismo, que superficialmente, es el proceso de acotación de esta dinámica social y política a un ámbito geográfico determinado, conlleva la exacerbación de uno de los factores culturales más queridos por las versiones duras del totalitarismo: la defensa fervorosa de la identidad y la lengua eliminando los espacios de deliberación. El proceso de independencia contra la pretensión de una nación incluyente de mantener su integridad pasa por momentos débiles en los que la tensiones, tanto de carácter económico como cultural no superan lo tolerable por el sistema macronacional. En los momento fuertes, el proceso se vuelve intolerante y violento, pero si la diferencia de fuerzas es notable se encuentra el modo de restablecer los consensos, salvo que intervenga una potencia extranjera.

¿QUÉ OCURRE EN EL MUNDO?

A principio del siglo XX la revolución soviética puso alerta a los países capitalistas, que no sabían todavía si habría contagio y si sería un régimen con éxito social como prometía la teoría marxista. Por otra parte, la primera guerra mundial fue un conflicto anacrónico porque se trataba de enfrentamiento internacionales entre imperios decadentes. Sin embargo, la torpeza de los vencedores en el trato al vencido alemán, favoreció la emergencia de un movimiento fascista cuyos rasgos principales eran el nacionalismo y el racismo, que iban acompañados de versiones igualmente intolerantes referidas al arte, la mujer o la natalidad. Aspectos que en ningún caso hubieran provocado una guerra de no ir acompañado el catálogo de locuras culturales de una pretensión de crear un imperio alemán anexionándose países enteros para, entre otras cosas, dar satisfacción al resentimiento por derrotas históricas previas. A lo que se añade la complacencia de los países liberales por la eliminación rápida de toda influencia comunista en la zona y el apoyo de las grandes empresas alemanas que veían en el movimiento una manera de capitalización rápida en base a la industria armamentística y la recuperación de territorios ricos en materias primas propias del estado de desarrollo de la tecnología de la época. Dos situaciones totalitarias que en la URSS se prolongó durante 70 años y acabó por su ruina interna y en Alemania 10 años acabando por su derrota militar. Una época en la que en ninguno de estos países hubo lugar para el juego social-liberal por imposición evidente de una combinación de distintos regímenes económicos pero una misma jaula totalitaria.

Tras cincuenta millones de muertos y la destrucción casi completa de las ciudades europeas, la lección aprendida en la primera guerra fue suficiente para, esta vez, sacar a Alemania de su postración evitando un nuevo rebrote del totalitarismo. Si a eso se añade la potencia industria desarrollada durante la contienda y la necesidad de seducir a las poblaciones antes una supuesta tentación revolucionaria a causa de un potencial éxito del régimen comunista , parece natural que se favorecieran las opciones económicas débiles: socialismo y liberalismo, mientras poco a poco iban ganando terreno la opciones permisivistas en lo cultural. Así fue durante los primeros treinta años posteriores a la guerra. Pero en los años ochenta los liberales se cansaron de lo que consideraban una concesión innecesaria al socialismo y empezaron, en tiempos de Thatcher y Reagan, a tornarse libertarios. Por su parte los socialistas, acomodados en su aparente victoria distributiva de la riqueza, abandonaron toda tensión ideológica en lo económico y se centraron en renovar sus mensajes nutriéndose del permisivismo, que era visto por los contrarios como su versión extrema el multiculturalismo. La crisis económica de 2008, provocada por una visión ya libertaria de la economía, y el despiste del socialismo que había abandonado toda directriz económica propia y echaba todos sus recursos en la explotación electoral del permisivismo, ha alterado de tal modo el panorama que es necesario echar de nuevo mano de la taxonomía propuesta para explicar la situación.

QUÉ OCURRE EN ESPAÑA?

En nuestro país, la anomalía totalitaria durante las primeros cuarenta años después de la Guerra Civil, congeló la evolución política. Sin embargo, una vez acabada la dictadura en 1978, España se puso al día y, al igual que en otros países europeos generó una alianza entre las versiones débiles de la igualdad económica y la desigualdad cultural. La consecuencia ha sido que el socialismo y el permisivismo han formado un bloque que tópicamente se llama de centro izquierda o socialdemocracia. Por su parte, el liberalismo y el conservadurismo formaron otro bloque que normalmente se llama de centro derecha o liberal conservadores. Una vez pasada la euforia del acceso a la democracia, ambos bloques reprodujeron aceleradamente el proceso del resto de Europa y Estados Unidos. Así, en los años noventa, cansados de las fórmulas económicas socialistas, los liberales incipientes iniciaron un contraataque liberal que, hoy en día, quiere ser libertario. En esta época pacífica de crecimiento económico continuo, el socialismo se ha encomendado a las reformas culturales (igualdad de la mujeres, matrimonio homosexual, restauración simbólica de valores republicanos y federales, etc.) que atendían a los intereses de minorías, pues el estado asistencial no era discutido por sus oponentes hasta que la crisis de 2008 ha creado en nuestro país las condiciones para asimilarse a la revolución libertaria mundial. Así, el liberalismo, ha logrado éxitos como la privatización de empresas de capital público y ha iniciado un proceso de precarización generalizada, mientras con su alma conservadora se ha resistido todo lo que ha podido al progreso de los derechos de minorías. En definitiva:

Primero, prácticamente no queda ningún adulto vivo que sufriera el horror del último desastre universal (en nuestro caso, la guerra civil). De este modo las sociedad, sea cual sea su estado de confort, ya está lista para entrar en conflictos graves sin el recuerdo del sufrimiento de sus antecesores.

Segundo, la reacción de los liberales para limitar y, si tienen oportunidad, eliminar completamente el estado asistencial para privatizar servicios públicos tan fundamentales para una sociedad como la educación, la sanidad o las pensiones, parece imparable. Las consecuencias están a la vista en las reformas legales que han precarizado el empleo, abaratado el despido y creado las condiciones para altos grados de desigualdad.

Tercero, a la reacción libertaria que ha desbordado al liberalismo, ha seguido una reacción totalitaria que quiere desbordar el conservadurismo. El origen está en la creencia de que los avances de las opciones permisivas estaban transformándose en multiculturales cuando a los avances en el terreno de la igualdad hombre-mujer, los matrimonios de igual sexo, el trato legal especial a la violencia sobre la mujer, el trato especial a los niños y niñas transexuales y el lenguaje inclusivo estaba siendo seguido por la aparición de comunidades con costumbres y prácticas religiosas diferentes amparadas por la ley.

Cuarto, la presentación pública de la evolución de los partidos liberal conservadores se hace con un lenguaje mendaz en lo económico («somos el partido de los trabajadores«, dijo Dolores de Cospedal o «bajar los impuestos es de izquierdas», dijo Rodríguez Zapatero). Por un lado los liberales llevan a cabo medidas económicas restrictivas «por el bien de la gente» y, por el otro, se toman medidas liberales a manos socialistas sin decir la verdad sobre la situación. En el terreno cultural, el lenguaje se vuelve procaz y directo, eliminando las más elementales reglas de convivencia simbólica. Unos evolucionan hacia la recuperación de unos rasgos identitarios supuestamente perdidos o reprimidos, que incluyen enormes prejuicios sobre las mujeres o las relaciones sexuales no convencionales y otros provocan la indignación de creyentes o patriotas más o menos hipertrofiados con mascaradas innecesarias.

Quinto, los cambios económicos no han sido advertidos por los grupos social permisivos, lo que se comprueba en la carencia de políticas verdaderamente alternativas. Tibios y adormecidos en la situación de bienestar general y el crecimiento sostenido, no han encontrado razones para, más allá de la crítica, estudiar alternativas al actual sistema económico. Y, si lo han hecho y no las han encontrado, carecen del valor cívico necesario para comunicar los aspectos negativos de la realidad social.

Sexto, la mayor contribución debería venir, no de cambiar el sistema económico de producción y acumulación de rentas, que se muestra muy eficaz, sino en dirigir estos esfuerzos conforme a las indicaciones de la ciencia en materia medioambiental y los productos con alto valor añadido que interesen a potenciales países importadores para generar la riqueza que hay que distribuir justamente.

Sexto, los grupos social permisivos han perdido demasiado tiempo con provocaciones a la parte conservadora de la población con blasfemias o trato inapropiado de símbolos, que, obviamente, no significan nada para el ofensor pero que perturban al ofendido, en vez de ocuparse de alcanzar la posibilidad de redactar, cada día, el Boletín Oficial de Estado para cambiar la situación de la gente. Aparte de que esta actitud es una muestra de totalitarismo que no comprende las enormes inercias de la tradición y exhibe un espíritu esnob.

Séptimo, los grupos liberal conservadores están ganando la batalla de los discursos al pasar de uno basado en su capacidad técnica y solvencia para la gestión económica, de poca eficacia comunicativa, a otro en el que las más evidentes estrategias de saqueo de los bienes públicos son presentadas como sumamente beneficiosas para el que pierde los servicios correspondientes, al tiempo que se queda a la intemperie en materias tan sensibles como sanidad, educación o pensiones. Discursos que en sus concesiones al alma conservadora con ribetes totalitarios llegan a cuestionar problemas tan contrastados como el cambio climático o la teoría de la evolución, al tiempo que se minan las soluciones a problemas tan graves como la violencia contra las mujeres. O

Octavo, ambos bloques social-permisivo y liberal-conservador corren el riesgo de derivar hacia sus posiciones radicales empujados por la fragmentación emocional reactiva producida en los extremos, que está causada por la frustración que cada parte ha causado en su ámbito. El grupo socialista por su tibieza en la distribución de la riqueza y el grupo liberal por su tardanza en deshacer los servicios públicos, en lo económico, y su debilidad para impedir el progreso de los permisivista en los aspectos culturales.

RESUMEN

  • el socialismo está frustrado y sin alternativa global porque creyó que ya había cumplido su misión, hasta el punto que permitió que algunos de sus miembros se corrompieran participando en prácticas dudosas de los órganos directivos de las instituciones financieras, pensando quizá que no hacían daño a nadie, mientras la cuenta de la deuda pública se engrosaba. Corporativamente tuvieron su infierno corruptor en sus primeros años de gestión.
  • Los liberales están evolucionando a libertarios convencidos de que ha llegado el momento de imponer una capitalismo libre de toda traba estatal y sin ningún compromiso ético con aquellos de sus congéneres que el sistema deje al margen o que incluso contribuyen a la generación de riqueza. Por otra parte, encabezaron la marea corrupta con prácticas de financiación partidaria generalizadas.
  • los permisivos han ganado muchas de sus batallas sociales y están crispados pensando que los totalitarios pretenden una vuelta al pasado en materias como aborto, matrimonio homosexuales, protección especial de la mujer ante el machismo, etc…;
  • los conservadores están evolucionando a totalitarios con mensajes raciales, anti emigración y anti logros permisivistas crispando a aquellos y utilizando técnicas de persuasión basadas en «realidades alternativas» con un enorme parecido a las mentiras de siempre, pero ahora protegidas por los «hechos» que las técnicas de comunicación permite crear ad hoc.
  • Libertarios y totalitarios están convencidos de que no tienen adversario en el socialismo ni en el comunismo residual por lo que piensan que su «sensatez» económica y sus «honradas» concepciones tradicionales son la mejor receta para el bienestar de los ciudadanos y así lo proclaman, a pesar de que la mayoría de la población sufre las consecuencias de sus políticas económicas y que incluso parte de sus militantes disfrutan de los avances que los permisivos han llevado a cabo en los últimos años. Problemas que creen que no son un obstáculo para su permanencia en el poder, dado el alto desarrollo de sus sofistería propagandística y la tendencia natural de los ciudadanos a la conformidad una vez traspasado un determinado umbral de confort que el low cost, por cierto, ha colocado cada vez más abajo. También contribuye a despiste de parte de la ciudadanía la operación de excitar las emociones con ficciones identitarias (vgr. ofensas a la nación) o exaltaciones de modelos sociales superados (vgr. machismo), no sólo por el tiempo transcurrido, sino por la injusticia de su implantación.
  • Los comunistas residuales están perplejos, pues su ideario marxista no les da recetas pragmáticas para la acción en democracia, es decir, fuera de su pecera totalitaria.
  • La ciudadanía ha seguido el juego de los extremos, pues a falta de satisfacciones materiales, son excitados en sus emociones con gran eficacia por otras de orden ideológico siguiendo el eco de voces que hoy se presentan armadas de un eficaz dominio de técnicas de enmascaramiento de la verdad.

PROPUESTAS

  1. Dado que la sociedad humana no funciona sin que haya un diferencial de rentas que estimule la acción, los partidos socialistas tendría que atreverse a decir que ese diferencial hay que aceptarlo, pero que debe ser limitado mediante fuertes correcciones fiscales;
  2. Pero, dado que tampoco funciona si la mayoría advierte que es tratada con desprecio en las actitudes y la distribución de la riqueza generada por todos, los liberales deberían ofrecerse como turbinas del desarrollo, pero deberían aceptar las iniciativas que eviten las diferencias económicas escandalosas.
  3. Los liberales deberían advertir a sus socios conservadores su incoherencia eliminando el impuesto de transmisiones y así poder trasladar esa riqueza a la promoción de la igualdad de oportunidades que facilite la ascensión social merecida.
  4. Los socialistas debería tener el valor de comunicar que el reparto de la renta de las capas más ricas (>150.000 euros/año) no aumenta sustantivamente la renta de las clases pobres, por lo que no debe alentar frustraciones con demagogia, aunque sí exigir austeridad para todos lo individuos evitando contribuir a la industria del lujo y dirigiendo los excedentes a la investigación y aplicación a la sanidad o la educación, además de la asistencia directa a casos de vulnerabilidad extrema, lo que puede cambiar las perspectivas del país en lo social y su progreso a partir de la igualdad de oportunidades. Así, las macrocifras oficiales nos dicen que: 10 mil millones de euros de renta, procedentes del expolio total de las rentas más altas (70 % de impuestos directos), a repartir entre los que ganan menos de 12000 euros al año, resultan 1300 euros al año y unos 100 euros al mes, lo que para esas capas puede ser significativo, pero que donde mejor se puede emplear ese dinero es en proyectos comunes de gran alcance para todos en épocas de fuertes transformaciones tecnológicas a las que España no puede volver la espalda y que potencialmente pueden resolver problemas tan esenciales como la carestía de la energía.
  5. Los liberales y los socialistas deberían dar ejemplo en la reducción de la deuda mediante el ahorro en el sector público, dado que ambos grupos contribuyeron a su crecimiento desorbitado con la gestación y mala administración, respectivamente, de la irracional burbuja inmobiliaria y secuelas entre 1996 y 2011.
  6. En el terreno cultural, los permisivistas deberían defender los logros, pero eliminar provocaciones innecesarias, limitando sus reivindicaciones a reducir o eliminar los perjuicios directos a las minorías, sin pretender extender totalitariamente sus convicciones a otros compatriotas; y los conservadores no deberían dejarse arrastrar por una minoría vociferante que trata de atraerlos hacia un pozo de mentiras, emociones turbias y potencial violencia, abusando del poder intimidante de los graves problemas que afronta nuestro país y, más allá, el mundo entero. Y debe hacerlo en los aspectos más graves aunque sólo sea por ser coherentes con sus convicciones religiosas.

Finalmente, hay que decir que:

  • Afortunadamente las posiciones débiles se mantienen en el marco de la democracia, a pesar del decaimiento de la confianza en la voluntad popular cuando ésta avala, aunque sea de forma tentativa, las opciones fuertes, ya sea por miedo, ya sea por impaciencia.
  • En un nivel más profundo, ambos bloques incurren en problemas. El social-permisivo se estrella a menudo contra la realidad y el liberal-conservador muy frecuentemente contra la idealidad. Ni la realidad ni la idealidad pueden ser eludidas. Es decir, es absurdo repartir una riqueza no generada y es peligrosísimo matar la esperanza de la gente.

© Antonio Garrido Hernández. 2019. Todos los derechos reservados. All right reserved.

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