De alguna manera el sentido mayestático del ejercicio del poder impregna las acciones de nuestros políticos que no se dan cuenta de que, actualmente, son ya vistos como seres normales bajo el potente foco de los medios de comunicación con su propia dinámica de búsqueda de novedades. Esta normalidad con sus vacilaciones, errores y aciertos es incompatible con su pretensión anacrónica de ser infalibles. Pero, el hecho es que cuando cometen un error se empeñan en mantener el tipo a base de elusiones, medias verdades y grandes mentiras. Una cobardía personal y colectiva que, como en el Mago de Oz está a la vista de todos. Entre el respetable público unos miran para otra parte para defender el bien mayor de la reputación del partido o su ideología y los otros, que ven lo mismo, desnudan al rey metódicamente.
Estos comportamientos se repiten con un patrón previsible en cualquier grupo instituido. El PSOE tuvo su momento de gloria maligna con la presencia de los dirigentes con Felipe González a la cabeza en la puerta de la cárcel de Guadalajara y el PP no ha perdido la ocasión de batir el récord con el caso del Yak 42. Dos ejemplos de ejercicio supremo de autoconvencimiento de que uno está en los cierto, incluso en ámbito moral. En unos casos el argumento es «¿cómo voy yo, que soy tan honrado, a estar equivocado en algo tan terrible?» o «Estos no saben que en política hay que aceptar ciertas cosas por el bien mayor de la reputación que me permitirá seguir haciendo el bien«
El caso es que nunca se encuentra el momento de pedir perdón. Ni unos y otros por su participación en el expolio generalizado y legalizado de las arcas del Estado como consecuencia de la tremenda irresponsabilidad de alentar durante una década un crecimiento basado exclusivamente en el endeudamiento demente. Cualquiera que haya hecho alguna vez un balance de situación aunque sea de un quiosco de pipas sabe que cualquier felicidad actual basada en la deuda es la antesala de sufrimiento de mañana. Naturalmente, de estos períodos lunáticos algunos se quedan con la comisión por estar en el ajo y retirarse a tiempo del juego. Otros diez años después de que se descubriera el pastel en 2007 ¿podrían los dirigentes de ambos partidos mayoritarios (hasta hace poco) pedir perdón? Resulta doloroso ver al sonriente Zapatero volver al ruedo de las influencias con su sonrisa de buena persona despistada o al anodino Rajoy repetir una y otra vez que no ha leído esto o aquello cuando se le pregunta. Ambos estaban arriba en el momento de la catástrofe y ambos adoptaron la postura del loto para después compungidos aplicarnos lo que ellos llaman eufemísticamente «reformas». Cuando oigo la palabra «reforma» me llevo la mano al voto.
Conceder el perdón según el DRAE es «remitir la pena merecida de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente«, pero también son «obsequios que se traen de una romería, tales como frutas secas, dulces y otras golosinas«. En esto último deben pensar nuestros políticos cuando se le dice que pidan perdón. Esperan de las víctimas de sus errores que les traigan el obsequio del silencio y la discreción en su amargura. Probablemente sospechen que de pedir perdón, a continuación se le piden dimisiones. Y entre compinches no hay traiciones, salvo que peligre el propio cuello, que entonces no es traición sino salud democrática. Desde luego, una cosa está clara: sin la presión de la prensa de cada lado no habría dimisiones. Pero, salvo casos excepcionales, nunca son dignas. Siempre son arrancadas a empujones y protestas de inocencia mancillada. Es especialmente sangrante el caso de Trillo, pero no es poco escandaloso el reciente del catedrático de Sevilla. La universidad también es administración y de qué calidad moral y decisiva importancia. No puede permitirse ser pillada en el renuncio de usar el truco de congelar un expediente que es tan grave porque se activa la acción de la justicia. ¡Vaya! alguna medida cautelar debería haberse tomado.
Hay una larga lista de casos en los que las administraciones tienen pendiente pedir perdón o «pedir obsequios» sin esperar a la sentencia. Presunción de inocencia sí, pero impunidad política, no:
- El Yak 42
- La burbuja inmobiliaria (Gobiernos, Banco de España…)
- El catedrático acosador
- El caso de los EREs
- Los casos de pederastia en la Iglesia
- La corrupción probada en la compra de sedes con dinero negro
- El Centro de Acogida que mezclaba refugiados y drogadictos
- La niña muerta por su padre acosador autorizado por un juez a visitarla
- Ponga aquí el caso que conozca._______________
Después de que pidan perdón se pedirán dimisiones, ¡naturalmente!. Una dimisión cumple tres funciones: da contenido al perdón solicitado, envía a la vida normal al responsable y AUMENTA la reputación de la institución que la promueve aunque les parezca mentira a sus despistados dirigentes. Es una pena, pero nunca se pide perdón a tiempo.