Ayer estuve en una conferencia en el COAMU del periodista Llàtzer Moix sobre el arquitecto Santiago Calatrava en la que mostró todos los defectos que encontraba en la gestión de su carrera profesional a la búsqueda del éxito personal y económico. Esto no quiere decir que se mostrara hostil, pues, muy al contrario, dejó claro que el primer Calatrava le gustaba, que supo encontrar un estilo, si no genial, si «eye-catching», como exigía el pliego del célebre concurso de 1922 para el edificio del Chicago Tribune. Incluso dejó dicho que algunas de sus obras más polémicas, como es el puente de Venecia tenía elegancia aún lastrado funcionalmente por obligar a viajeros a arrastrar sus maletas por el centenar de escalones a que obliga la pendiente de su tablero. Entre el público, José María López recordó que publicaciones de prestigio como El Croquis habían dedicado tres números al arquitecto.

puente_calatrava_

Tras su intervención se abrió un debate largo en el que surgieron tres cuestiones que me parecen de interés. La primera, fue de Manuel Clavel y planteaba la idea de ¿qué va a quedar de la arquitectura monumental después de que Calatrava haya decepcionado a tantos clientes con su falta de control sobre plazos y costos?. La segunda fue de Pura Moreno que se interesaba por las posibilidades de la arquitectura social practicada con la cooperación intensa de los usuarios. Y la tercera no recuerdo quien la planteó pero tenía que ver con la cuota parte de culpa de las constructoras en la inflación de costes por sus propio interés. Una cuestión ésta que podría explicar por qué Calatrava, una vez aceptada la realidad de constructoras que ganan el concurso con precios a la baja respecto del presupuestos del proyecto y después empiezan a poner inconvenientes más o menos artificiales, decidió subirse al carro del beneficio estableciendo en sus contratos un porcentaje sobre el costo final. Naturalmente, todo esto era posible por tratarse, en la mayoría de los casos, de clientes públicos, que, como desgraciadamente se puede comprobar tan a menudo, esconden en los sobrecostos prácticas corruptas. Una hipótesis favorable a Calatrava que, quizá, desmiente el caso del Torso para la cooperativa socialista de Malmö, donde difícilmente el cliente podía soportar costos extras y se produjeron hasta el extremo de frustrar los propósitos de los cooperativistas.

Torso Calatrava

En todo caso, esta tercera cuestión tiene menos interés específico, pues seguro que las pirámides costaron más de lo previsto y alguno pagaría cruelmente por ello. El caso es que el paso de la idea a su materialización está mediatizado por una realidad a la que «siempre sorprenden los buenos diseños», por originales y por desafiantes.

La cuestión de la intervención de los usuarios en la fases previas del proyecto, fue puesta en cuestión por el ponente debido a la importancia de que el talento del arquitecto tenga «espacio» para manifestarse. De algún modo atribuyó el fenómeno de «desindividualización» del ejercicio de la arquitectura al colapso económico de los comitentes. No creo que sea suficiente argumento. Al fin y al cabo, las grandes orquestas surgen de la necesidad de aumentar el volumen del sonido cuando más público se interesó por la música en el siglo XVIII. Después ya se vió lo que dió de sí cuando el talento tiene a su disposición 100 maestros instrumentales. El tiempo dirá si estas opciones dan o no lugar a edificios de lujo o proporcionan ciudades mejores. Lo cierto es que la filosofía del siglo XX, especialmente el postestructuralismo, ha anunciado la «muerte del sujeto«, pero no hay prisa.

Arquitectura áfrica

He dejado para el final la primera pregunta porque me parece que pone el dedo en una llaga: la de qué arquitectura aparece en los libros de historia. Se podría decir que aquella que, a despecho de las circunstancias que la hicieron posible, se ha reconocido universalmente como digna de figurar en el canon por sus aportaciones a la necesidad de ser humano de sentirse acogido por espacios cuya factura externa e interna satisface las condiciones que ya Kant imponía al juicio de la belleza. Es decir, desinterés, finalidad sin fin y libre juego del entendimiento y la imaginación. Lenguaje abstracto y descriptivo de una experiencia que a nadie le está vedada.

Hoy en día sabemos que el sufrimiento de los que construyeron con sus manos las pirámides;  la crueldad de las prácticas religiosas de los Aztecas en sus edificios ceremoniales; el esoterismo de las prácticas religiosas de los griegos o los masones; las pretensiones de propaganda religiosa durante la reforma protestante que tan extraordinarios edificios encargó; el exhibicionismo de riqueza de la burguesía europea en el siglo XIX en sus edificios ornamentados; el elitismo de los que disfrutaron de las joyas arquitectónicas del modernismo o el art-decó o la prepotencia de los billonarios actuales y las corporaciones internacionales en sus frías torres iluminadas no impiden su disfrute general. Además, la democracia moderna también ha producido sus edificios icónicos, ya sean auditorios para universalizar el goce de la ópera, bibliotecas, estadios deportivos e incluso edificios ejemplares ya residenciales o de oficinas. Estos edificios son la proa de la nave arquitectónica y su construcción fija criterios para la arquitectura que luego nos rodea en nuestras ciudades siempre que sean bien interpretados por los profesionales. En ellas se exploran nuevas tecnologías como el aire acondicionado en el Auditorio de Chicago por parte de Sullivan o el ascensor en las primeras torres de Nueva York. Sin ironía podemos constatar que la balaustrada inventada por Bramante aún luce en las viviendas unifamiliares; que con cierto retraso las investigaciones del Movimiento Moderno o de los Cinco Blancos de Nueva York influye en muchas viviendas actuales; que el atrevimiento de Philip Johnson llenó de guiños clásicos las ciudades;  que las naves industriales beben de la arquitectura de la High Technology; que tantos edificios se nutren de la delicadeza de Zumthor y todos, probablemente explotarán los hallazgos de Masdar.  Es decir, el equilibrio que se busca hoy en día entre individuo y sociedad no debe ahogar la inspiración que, al menos todavía, reside en la concreción creativa de la persona en la mayoría de los casos, con excepciones de parejas de creadores muy bien coordinados en su influencia mutua. También hay que reconocer que se necesitan muchos fondos para determinadas exploraciones y que hoy por hoy, y sin perjuicio de la lucha por democratizar los recursos, éstos se concentran en los estados o en las grandes corporaciones.

Masdar

Esperamos que la sociedad gane influencia en las decisiones sobre las ciudades, pero siempre tendrá que estar cerca el profesional de la arquitectura y de la edificación. Un profesional que tendrá que aprender a conciliar su creatividad formal con las necesidades sociales y las ineludibles condiciones de sostenibilidad de las propuestas. Pero eso no es obstáculo para que cada generación, sea cual sea su grado de justicia social, persevere en la expresión de su tiempo a través de la arquitectura. Una cuestión que nadie discute en el arte plástico o en la música pero por la contundente razón del bajo precio material de los recursos necesarios. Por su parte las administraciones públicas deberían aprender de una vez a controlar económicamente a las empresas que contratan sin dejarse engañar ni por los vendedores de humo ni engañar, ellas mismas, a la ciudadanía buscando, en la honrada pretensión de dotar las ciudades, una oportunidad para el lucro personal.

Calatrava ha servido de pretexto por el grado de exposición a la que sus aciertos y errores lo han llevado. Pero en gran medida su descrédito, que ha llegado hasta ser un cliché, es consecuencia de la producción en serie de diseños y la falta de flexibilidad para reconocer la inviabilidad de algunas de sus propuestas. La exageración en algunos casos y un cierto endiosamiento lo han llevado a tener que emigrar para encontrar los que financien sus propuestas, con lo que corre el riesgo de caer en la extravagancia. En toda caso, si ha acertado o no en algunas propuestas, el tiempo dictará sentencia por haber llevado su búsqueda de estilo a un callejón sin salida; por haber dejado una estela de exhibicionismo formal estéril o por legar una nueva forma de despertar el imaginario colectivo.

Personalmente no me gusta porque ha llevado el formalismo al límite y a la tecnología fuera de su centro de gravedad racional. El gótico es celebrado universalmente por la franqueza con la que lleva las cargas al suelo que es, todavía, su destino y lo consiguió con un efecto estético insuperable. Calatrava saca las cargas del centro de gravedad de la base, genera arbotantes teatrales y moviliza lo inmóvil por antonomasia para inmaterializar la materia. Sus corifeos han dicho de él que es un demiurgo (espíritu creador e inspirador). Yo creo que está más cerca de ser un alquimista con éxito pues ha convertido astutamente el plomo de la incultura arquitectónica de sus comitentes en el oro de su éxito personal y económico. Su condición de diseñador barroco explica que la cinematografía haya empleado alguno de sus diseños como decorado de películas futuristas en la creencia de que futuro y organicismo artificial son la mismas cosa. Sin embargo, en el futuro se exigirá de los diseños el reto de la belleza, pero lograda en compromiso con la intensidad de la leyes naturales que conocemos por la ciencia y reclama la filosofía deleuziana. Pero no siendo dogmático y, dada la intensidad de la dedicación de Calatrava a la arquitectura, no renuncio a la esperanza que tantos recursos puestos a su disposición den como resultado alguna obra que respalde con más firmeza y, me gustaría añadir, con más  legitimidad el hecho de que, sin duda, ya va a figurar en la historia de la arquitectura de nuestro tiempo.

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