A la búsqueda de explicaciones para la sorpresa de escuchar a gente libre gritar «libertad», o a ciudadanos con derechos protegidos gritar  «represión», he buscado en algunos estudios sobre las condiciones que llevan a una persona a separarse de la realidad. Entiendo por realidad a un estructura conformada por acontecimientos cuyos rasgos hemos convenido en que tienen una determinada interpretación, que puede ser probada de la forma más solvente posible y siempre con la cautela sobre su evolución cuando se dan nuevos acontecimientos.
Rasgos del sectario moderno:
  • Se le reconoce porque mantiene su posición «con alegría» más allá de los «hechos» definidos por las teorías generalmente aceptadas y probadas. Su patrón mental es tan coherente que le permite responder a cualquier argumento en contra. Tiene ejemplos, contraejemplo, símiles y contra símiles.
  • Mientras las circunstancias lo permiten sabe encontrar argumentos de contraataque dialéctico usando las mismas palabras cargadas de nobleza originaria (democracia, libertad) o evocadoras de acciones indeseables (represión, violencia).
  • Cuando los hechos se presentan contumaces como, por ejemplo, que se vive en una sociedad libre y en un marco legal con legitimidad democrática, lo niega sin rubor comparando la realidad con el ideal y cambiando la escala de los problemas. Por ejemplo, elevando un incidente leve a gran ataque a la democracia.
  • Usa metáforas o símiles amables para mostrar la bondad de sus intentenciones. Por ejemplo, usa la metáfora del hijo que se emancipa o la pareja que se divorcia cuando de independencia se trata. De este modo pretende dar un tono de normalidad al proceso a pesar de que los perjuicios que causa a millones de personas.
  • Cuando la realidad le impide conseguir sus propósitos lo difiere ad infinitum. Es decir, en caso de fracaso del intento, remite el éxito de la causa a un futuro indefinido, para que no decaiga la moral del grupo al que pertenece.
  • Usa la necesidad de aprobación por el entorno para captar a los más vulnerables, pues todos ajustamos nuestra conducta en función de las reacciones de la gente que apreciamos.
  • El fanático inculto repite las consignas simplificadas de los programadores

Es sorprendente la fascinación que las posiciones nacionalistas tienen para ciertas posiciones de la izquierda política que se sienten atraídas, como una polilla a la luz, por la palabra «libertad», y se enfurece sin remedio ante la palabra «represión».  Ante estos dos estímulos experimentan complejos bien arraigados y olvidan sus obligaciones sociales. De esta forma es fácil distraerlos de las batallas que el mundo actual reclama que, desde luego no es la fractura que debilita ante los extraordinariamente poderosos adversarios de la justicia social. No poco contribuye a esa actitud, el milenarismo, el deseo insaciable del aquí y ahora y la histórica y larga lista de promesas incumplidas. Una actitud impaciente desmentida por la historia que muestra, una y otra vez, el fracaso de lo intentos precipitados de cambio basados en simplificaciones ante una realidad compleja que burla siempre los intentos torpes.

Viene a cuento este artículo de la atmósfera tóxicas creada por los argumentos y contra argumentos acerca de las pretensiones de los independentistas catalanes en las declaraciones públicas.  Desde luego que han habido malos interlocutores en este proceso, que nos han llevado a la situación de hoy día en España. Un hecho que pagarán con su lugar en la historia y con las penas que la democracia impone a los que la turban. Esto hace referencia tanto a la osadía independentistas como a la negligencia del gobierno central que ha esperado, no pacientemente, sino indolentemente, favoreciendo la agravación del caso. Por parte de los independentistas, tal parece que ha habido en Cataluña una operación de creación, durante muchos años de vida pacífica y libre en nuestro país, de un espejismo. Una operación de convicción a gente libre de que no tiene libertad; a gente con derechos que no tiene derechos; a gente con garantías políticas y judiciales que está sometida a un régimen opresor y a gente que vive en la rutina de la vida cotidiana de que desafiar a la ley es emocionante, históricamente relevante e idealmente legítimo.
En la base de esa operación está la seguridad que las élites de cada autonomía española han adquirido en la misma acción de disfrutar del poder autonómico. Esa seguridad operativa, sumada a la ideología nacionalista de fondo, ha llevado al deseo de  independencia. Como un proceso así necesita de masas, se ha llevado a cabo una eficiente conversión al independentismo del doble de personas de las que ya militaban en él, hasta un techo actual de dos millones de un censo de 5,5 millones. El disfrute de todos los rasgos del poder soberano y el apoyo del 40 % de la población adulta ha disparado la osadía nacionalista, que estaba latente desde la invención de este ejemplar del catálogo político en el siglo XIX. Una osadía con la que se ha desafiado todo el marco legal de España con gran desparpajo. Una situación que se puede repetir con cualquiera de las regiones españolas que consideren que pueden sobrevivir económicamente sin la tutela del Estado. Un horizonte que ha aumentado el nerviosismo del gobierno central haciéndole cometer errores de bulto que aumenta el victimismo de los independentistas haciendo de su causa un tema atractivo para los medios de comunicación, con el consiguiente premio en apoyos no oficiales. Hay pocas cosas más atractivas, en el reality show en que se ha convertido el mundo, que un pueblos «luchando por su libertad».
Esta operación es muy preocupante por su eficacia, que se comprueba observando como, con las toneladas de información que se recibe todos los días, las mismas personas que fueron reprimidas por dirigentes y fuerzas de Cataluña por reclamar justamente el final de los recortes sociales, hayan aceptado el acto de prestidigitación de los mismos dirigentes para ser conducidos a la defensa de la independencia. Esa operación de ilusión colectiva es a la que habría que llamar intoxicación, lo que no es más que un símil obviamente. Son víctimas de lo que Isaiah Berlin llamó libertad positiva: ese estado de la conciencia en que se pierde la autonomía del propio pensamiento para cederlo a una meta colectiva plena de emoción y promesas promovida y gestionada por otros.
Todo esto nos desvía, en cualquier país y sea cual sea su estructura territorial y constitucional, de la verdadera lucha social y ecológica. ¿Por qué una parte tan importante de la población pone toda su energía en la aceptación de una identidad idealizada (cataluña es una mezcla infinita) y la internaliza hasta el punto de desear separarse casi físicamente de una vecindad identificada por contraste?. ¿De verdad se cree en que es posible recrear una vida civil pura, inmaculada en la que pueblo y dirección unidos caminan hacia un horizonte de plena parusía? ¿Todavía se creen en estas cosas?. ¿No se ha comprendido ya que el futuro de la humanidad en general y de cada pequeña comunidad en particular depende de complejos y sutiles pactos a los que hay que obligar a los políticos responsables?.
Quizá el episodio de independentismo de Cataluña sirva para que políticos, como Mariano Rajoy y lo que representa, aprendan una lección de realidad y no impidan la evolución social de forma dogmática. Su parálisis nos lleva ahora a posponer los cambios para que todo el mundo vuelva al marco legal con grandes perturbaciones sociales y económicas. Son esos políticos que, el gurú de la libertad, Friedrich Hayek llamó «conservadores» y de los que trató de separarse enérgicamente por su tendencia a la parálisis.
En todo caso, lo relevante, en este caso, es advertir la fuerza que tiene en la época actual la lucha pacífica de ciudadanos aunque se utilice para fines dudosos. No se habría llegado a este punto de expectación mundial sin la gente en las calles con las manos en alto. Esto tiene una fuerza ineludible, que es una pena que se use para un fin de egoísmo colectivo. Esa fuerza debería usarse para las causas sociales y ecológicas, ahora que los gobiernos no pueden ya, afortunadamente, disparar a la multitud como en los míticos asaltos al Palacio de Invierno o en la huelga de la Ford en Detroit. En este caso, el pacifismo encuentra su causa en oponerse a una tiranía ficticia intoxicado por la eficacia de la bandera identitaria. Una eficacia que ya llevó al fracaso de los movimientos pacifistas internacionales, que intentaron evitar la Gran Guerra en base a la fraternidad entre trabajadores de las distintas naciones, pero que tuvieron que contemplar como, a toque de corneta, los trabajadores y los religiosos se alinearon bajo sus respectivas banderas nacionales. Una actitud pacífica planificada que se suma a la paradójica situación de que ha sido un movimiento de arriba hacia abajo, lo que hace innecesario, derribar el poder instalado, pues ha sido el propio poder instalado el rebelde. Una situación que explica que el sea inaplicable el delito de rebelión violenta. Los resortes de poder locales estaban ya tomados y la consigna a los seguidores es la acción pacífica. Sólo quedaba el desafío al poder central que se lleva a cabo mediante operaciones bien planificadas de creación de situaciones en las que es fácil que surjan pretexto victimistas.
Decidir el propio futuro en el plano de la política es trasladar al ámbito colectivo lo que es un afán individual. Cuando se convierte a la nación en un sujeto con los mismos derechos que un individuo se hace una peligrosa transposición. La casualidad nos ha colocado aquí o allí, sin preguntarnos. Y cuando uno abre los ojos, se encuentra en una cultura y un país determinado.  Precisamente la historia debe invitarnos a que el objetivo sea la vida digna propia y de nuestro entorno, aceptando todo tipo de mestizaje que las circunstancias nos traigan. La rebelión ante el poder se justifica para reclamar esa dignidad no para favorecer que unos amos se cambien por otros, porque eso nos distrae de la lucha que nos interesa a nosotros (el pueblo) para acabar con los abusos reales que se parapetan tras la política.
El nacionalismo, en el marco de un país imperfecto pero civilizado y democrático, en el que todas las luchas sociales son posibles, es un afán en la que la vida digna individual es sustituida, mediante un acto de prestidigitación, por la dignidad de la nación, sea eso lo que sea. La justicia, como meta para la articulación de la diferencia en estructuras civilizadas, es fundamental. Es más valioso arriesgar la vida para evitar, por ejemplo, una agresión machista, que por un concepto embriagador de lo colectivo. El éxito de los líderes independentistas en convencer a dos millones de catalanes de que no son libres y están siendo perseguidos, nos ponen a todos, no ante el riesgo de perder la unidad, sino de hacerlo traumáticamente. Los materiales aceptan grandes deformaciones si las cargas se aplican lentamente y aquí se percibe una cierta aplicación de este símil. Pero, también, hay que evitar mostrarse simétricamente intoxicado. Los aplausos entusiastas de la bancada del PP al discurso del presidente Rajoy en el Senado es otra forma de nacionalismo exaltado, cuando se trataba de un asunto grave y doloroso. Aquí estamos, distraídos con el nacionalismo de aquí o allí, con el alma llena de emociones «fuertes» (tóxicas) dispuestos a rompernos la cabeza como en el cuadro de Goya. ¿Realmente en este país, aquí, ahora, era necesario poner toda la fuerza en esta batalla perturbadora de Tirios y Troyanos? Cuándo se va a entender que una sociedad es una construcción lenta y complicada que involucra a muchas generaciones y cuyos cambios necesitan de mucha calma e inteligencia. Debemos luchar contra el fanatismo que no escucha y vuelve malsano el diálogo. La situación de nuestro país requiere que, primero se vuelva al camino constitucional y se muestre las consecuencias del desafío con herramientas escrupulosamente legales. Pero, dada la responsabilidad en haber dotado a los independentistas de agravios reales que sumar a los ficticios con los que alimentan a sus seguidores, es necesario, tras la vuelta a la legalidad, crear un espacio de discusión transparente para reajustar la situación territorial de nuestro país. Las tensiones separatistas en las naciones estado occidentales tienen origen o en reclamaciones económicas, identitarias o ambas en proporciones distintas según cada militante. De modo que habrá que tratar el asunto con realismo para que se comprenda que no hay camino a la secesión (principal reclamación identitaria), pero sí a acuerdos económicos razonables (principal reclamación economicista) para una autonomía potencialmente rica pero intergrada en una nación compleja y desigual como España.
En su libro El miedo a los bárbaros, Todorov dice:
La memoria colectiva de todo grupo fundamenta su cultura. Pero la memoria es en sí misma necesariamente una construcción, es decir, una selección de hechos del pasado y su disposición en función de una jerarquía que no les corresponde por sí mismos, sino que les otorgan los miembros del grupo… La selección de los hechos y su disposición jerárquica no la llevan a cabo eruditos especialistas (es muy frecuente incluso que para los guardianes de la memoria los historiadores sean los que les impiden pensar lo que quieren), sino grupos influyentes de la sociedad que pretenden defender sus intereses…Desde el punto de vista de la civilización, como por lo demás desde el de la historia, es preciso evitar la lectura maniquea del pasado, la reducción de sociedades y de culturas enteras al papel de verdugo o víctima.»
HACIENDO FANÁTICOS
¿Cómo se llega a la condición de fanático? Steve Hassan, un ex-miembro de la sexta Moon, consiguió librarse de su condición de sectario y ha estudiado las técnicas de captación de adeptos. El punto de partida de este tipo de estudios fue la constatación de la perplejidad que produjo en Europa que miles de alemanes normales tomaran parte de proyectos tan inhumanos como los campos de concentración, donde millones de personas fueron asesinados. Desde entonces se han realizado muchos experimentos psicológicos sobre el modo de influir sobre individuos o personas. En estos estudios se ha comprobado la eficacia de las técnicas de modificación del comportamiento, la conformidad generalizada y la obediencia a la autoridadSe trata del proceso de influencia que tiene fases inconscientes, como ocurre normalmente en la transmisión de los rasgos de una cultura.
El doctor Solomon Asch probó que se duda de las propias percepciones en situaciones sociales donde el resto de individuos en los que se confía las contradicen. Por su parte, Stanley Milgram, comprobó que los individuos causan sufrimiento a otras personas si creen que la responsabilidad recae sobre la autoridad que lo ordenó.

Control del comportamiento

El control del comportamiento es la regulación de la realidad física del individuo. Incluye el control de su entorno -el lugar donde vive, qué ropas viste, qué come, cuántas horas duerme-así como su trabajo, rituales y otras acciones que realiza. En las sectas el entorno está muy regulado y se usan premios y castigos para su afirmación. Los ritos son parte de la asimilación de las rutinas de comportamiento. En caso de tibieza se producen castigos sociales. Esto es posible en régimen de internamiento, por lo que no es de aplicación al caso.

Control del pensamiento

En un anuncio reciente, se presenta a un jugador de póker al que se le recuerda que, si ha sido capaz de mentir y mentirse en otras circunstancias de la vida, puede hacerlo para engañar a los otros jugadores, mediante el uso de los mismos mecanismos mentales improvisados para salir de apuros cotidianos. Un refuerzo para el control del pensamiento es el uso de un lenguaje especializado y el uso de la técnica de interrupción del pensamiento para evitar las derivas que permitan, por ejemplo, «comprender» a quien no pertenece a la secta. Es fundamental que la ideología de la secta sea vista como la verdad y el único patrón para interpretar la realidad. Todo lo que es malo se halla en el exterior. Para ello, hay que dotar al sectario de argumentos que muestren la racionalidad de sus posiciones. Así cuando se produce una andanada de argumentos de difícil contradicción hay que:

  • Utilizar información que desacredite al interlocutor ante la audiencia.
  • Inventar un supuesto que desacredita la postura opuesta para, a continuación, atacar con fiereza.
  • Hacer afirmaciones cuya irrealidad no pueda ser probada.
  • Acudir a autoridades de parte para reforzar las afirmaciones que se hacen.
  • Afirmar la inviolabilidad de los deseos individuales y rechazar que alguien tenga derecho a mitigar o reprimir esos deseos. Es el habitual reproche «desde fuera no se entiende este sentimiento».
  • Desacreditar toda la posición del contrario en base a unos pocos ejemplos.
  • Establecer relaciones causa-efecto sin soporte estadístico.
  • Desviar la atención de la audiencia poniendo contraejemplos aunque sean anacrónicos o extemporáneos.
  • Tratar de probar la verdad de una afirmación porque mucha gente la apoya.
  • Dar por ciertos mitos fundacionales que muestren la diferencia y, en su caso, de superioridad del grupo al que se pertenece.
  • Combatir dialécticamente con plena concentración para negar cualquier crítica, incluso con la propia postura corporal, al tiempo que se bloquea cualquier información crítica a la propia postura.
  • Si se pone difícil la discusión, se debe acusar al otro de sostener también una postura sectaria simétrica que se dice no deslegitimar, y ello, sin fundamento racional alguno.

El sectario debe saber que ni la ideología de la secta ni la reputación del líder o líderes puede ser discutida. En caso contrario debe sentir la hostilidad del grupo. Por eso se le recomienda que aborte cualquier pensamiento crítico que le pueda llevar a aceptar los hechos que se les presente. Parece claro que, al menos los que se presentan como portavoces del independentismo actúan siguiendo pautas muy parecidas a las enunciadas.

Control emocional

Para el control emocional se utiliza el miedo y la culpa como mecanismos de control y, en positivo, el entusiasmo con la meta idealistas. La culpa y el miedo permite que el sectario evite la infidelidad al grupo. También hacer experimentar la eliminación de la tensión que produce liberarse de una supuesta opresión, vivir la experiencia de un logro histórico al alcance del que el sectario es partícipe. También el miedo a que el enemigo exterior identificado pueda imponer sus normas o a que la propia debilidad ideológica acarree la hostilidad de los conductores del proceso. La felicidad de la comunión con el grupo, la seguridad de estar en el camino correcto, el rechazo o el odio al adversario por su «demostrado» comportamiento hostil a los deseos del sectario, que debe mostrar en todo momento resolución y hermeticidad ante los argumentos extraños, incluidos los ataques directos al líder de la secta. Una situación que es tanto más intensa cuanto más pequeña es la comunidad en la que se vive, si ésta está entregada a las ideas sectarias.

Control de la información

Tanto para el control del pensamiento, como para el control emocional, la información es la clave. Nuestra mente reforzará o se verá debilitada por informaciones positivas o negativas acerca de las posiciones sectarias. De ahí el control que se lleva a cabo para alimentar los pensamientos de los componentes de la secta. La lucha por lo medios de transmisión de la información son claves en la fortaleza del grupo. De ahí la necesidad de contar con medios informativos favorables que muestren con crudeza los errores del extraño y suavicen los errores propios, a los que se le dará una interpretación favorable. Una técnica es fraccionar la información para que nadie tenga un visión global. Cada hecho presentado como prueba del adversario debe ser neutralizado con otro hecho favorable o bien mediante una nueva interpretación por sorprendente que resulte. De esta forma se favorece una atmósfera de relatividad de las opiniones, incluso de la orientación de los hechos que permite establecer una última línea de defensa basada en la legitimidad de cualquier opinión.

Final

La suma compleja del control del comportamiento, el pensamiento, las emociones y la información produce un efecto coactivo sobre el individuo afectado que lo convierte, por mucho tiempo, en un adepto. Naturalmente todas estas técnicas tienen más o menos éxito en función de la vulnerabilidad del potencial adepto. La inmadurez social del candidato, que puede estar a la búsqueda de su personalidad mientras abandona la tutela paterna o social, lo puede llevar a un nuevo grupo. Grupo en el que conseguir lo que él cree que es su autonomía, cuando ingenuamente acepta todo un paquete ideológico ajeno que parece ofrecerle la respuesta a sus dudas. También, si se está instalado en algunas de las formas de resentimiento, es más fácil sumarse a grupos que le ofrecen una salida a su rebeldía sin causa.

En todo caso, hay que denunciar iniciativas de creación artificial de sentimientos separatistas sea en el formato pacífico y sonriente o la versión violenta experimentada en otros casos. Afortunadamente la estrategia de los independentistas catalanes es la primera, pero eso no cambia el hecho de que están en una porfía por imponer una segregación sin contar con más de la mitad de la población. Los individuos tienen derecho a formarse su propia opinión a partir de sus antecedentes y experiencia, pero deben evitarse la intoxicación premeditada. Para ello, es bueno desvelar los mecanismos subyacentes.

 

 

 

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