La introspección está desacreditada como método de conocimiento psicológica, pero es el único acceso directo a la experiencia mental. Si, además, uno es un tipo normal (menuda pretensión), es decir, situado por la zona central de la función de densidad normal del comportamiento humano, puede ser útil utilizarla para clarificar ciertas cosas.
Vamos pues, me acabo de jubilar y miro mi mente como si fuera un laboratorio en el que las condiciones han cambiado y, por tanto, cabe esperar observar fenómenos nuevos. El cambio de condiciones es importante. Hoy es lunes y estoy en mi casa escribiendo esto. Normalmente estaría en mi despacho de la universidad, a estas alturas del curso, preparando las clases, las prácticas y visitas inminentes a alguna de las escasas obras que estén activas en estos deprimentes días para la construcción. Pero no, estoy aquí escuchando música. La 6ª, 7ª y 8ª sinfonías de Hydn para más señas (Morning, Noon and Evenig). De la música de Hydn dijo un director de orquesta que, escuchándola, «el mundo parecía mejor». Pues sí, lo parece. Estoy relajado, dos gatos me flanquean y repaso esta primera semana de jubilado y encuentro, junto a numerosas razones para estar bien, una para estar mal: se trata de lo que parece una constante de la homeostasis mental del ser humano. ¿Necesitamos estar preocupados? Si es así, esa es la razón de que habiendo desaparecido la pléyade de problemas profesionales que se me hacían presentes cada mañana, me preocupan las minucias a las que, antes, no prestaba ninguna atención. Hay que combatir esta situación. Aún no sé cómo. Pero lo sabré y lo contaré aquí.