La noticia de que los murciélagos “hablan” entre ellos ya es suficientemente llamativa, pues sólo de los humanos sospechamos que intercambian información, aunque no entendamos el idioma. Ahora, al parecer, resulta que el parloteo agudo que escuchamos cuando una bandada de los reyes de la noche nos sobrevuela es nada menos que una conversación. Y el asombro se vuelve abrumador cuando nos informan del contenido de esas conversaciones entre adultos y entre adultos y crías. Contenidos que son fundamentalmente sobre el sueño, la comida y el sexo. Quiero pensar que la investigación no ha terminado y que pronto sabremos más y el pensamiento de los murciélagos será desvelado. Momento en que descubriremos que el murciélago medio también practica la hipocresía respecto de sus congéneres.Los humanos también conversamos y también intercambiamos información en nuestras conversaciones, pero ¿quién ha dicho que sean más relevantes? Muchas de ellas cuando estamos relajados son sobre “caca, culo, pis”; si estamos en modo relaciones sociales es sobre “el tiempo o el peso” y si estamos en un ambiente profesional nuestra conversación oscila entre el dinero y el poder. De modo que somos más o menos como los murciélagos, esos mamíferos a los que les hemos atribuido tantas malas costumbres e intenciones. Ni siquiera las sanguijuelas, que también toman nuestra sangre, como su propio nombre indica, han sido elevadas a reinas del mal vampírico, como lo han sido los murciélagos, cuando en realidad son tiernos seres con sueños, hambre y deseos de amor. Una prueba de nuestra tendencia a la vulgaridad es que la abrumadora producción de clásicos en forma de libros, obras de teatro y arte, no ha traído un ser humano “nuevo” a pesar de las promesas de las utopías. Los proveedores en Internet ofrecen lecturas prácticamente gratis de los clásicos; las redes de vídeos desbordan grandes obras de teatro filmadas y los museos ya hace tiempo que ofrecen visitas virtuales a sus salas, mientras que los grandes auditorios ponen a nuestra disposición las óperas y conciertos inmortales. Sin embargo, nuestras conversaciones siguen siendo como las de los murciélagos, sobre nuestros sueños de lujo, comida y sexo, agravadas con nuestras pulsiones de poder.

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