La verdad como desafío


El sentido de la realidad de los seres humanos está siendo desafiado por el hecho de que algunos centros de poder han descubierto la inmensa influencia a su favor de la mentira y de sus correlatos las medias verdades y la negación directa de la verdad. Por eso, quizá, merece la pena, aunque sea una cierta aproximación a la complejidad que encierra esta palabra y su concepto. Lo primero que hay que decir, es que el concepto de verdad que manejamos habitualmente es sólo uno de los posibles. Este concepto de verdad, que podríamos llamar política, se refiere a la descripción de hechos de carácter público ocurridos. Por eso, cuando la gente se echa a la calle reclamando la verdad, está pidiendo que una determinada intervención del poder sea desvelada. Todos recordamos las manifestaciones del 12 y 13 de marzo de 2011 cuando el gobierno de Aznar se empeñaba en sostener la tesis de que los atentados de Atocha tenían como autores a ETA y trabajó arduamente, desde el presidente al último funcionario, por hacernos creer aquella mentira. Cuando los historiadores o las ONGs, como Amnistía Internacional actúan, están buscando este mismo tipo de verdad.

Pero está la verdad lógica, como cuando decimos “las cosas son como son”; o la verdad episódica, la de nuestros acontecimientos cotidianos. Quién no ha experimentado la sensación de tergiversación de intenciones en las discusiones conyugales y ha echado de menos un público que juzgara hechos tan íntimos. Está también la verdad judicial, tan abstracta, tan fría, tan necesitada de pruebas y, además, pruebas legalmente obtenidas. La sorpresa de algunos fallos judiciales proviene del hecho elemental de que los que tiene que juzgar no estaban en el lugar de los hechos y no pueden sustituir las pruebas por experiencias personales. Todo ello, sin contar con que incluso los testigos oculares cometen errores o pueden estar contaminados por presiones, amenazas o sobornos.

Casi todos pensamos en las verdades a partir de nuestras certezas; certezas que se fundan a menudo en emociones y que nos hacen experimentar el espejismo de que se puede conocer la verdad con el argumento de que las cosas “no pueden haber sucedido de otra forma”. Pero el problema con la verdad en nuestra época es la generalización de la creación de mentiras premeditadamente, sabido que somos vulnerables a la coherencia de la noticia y a su oportunidad para sustituir versiones que nos resultan antipáticas. Añadamos que, en los casos en que la verificación es sencilla, somos perezosos y, en los casos en que la verificación es difícil, somos impotentes. ¿Cuál es la solución?: la creación de redes de confianza basadas en los antecedentes relativos a la verdad de quienes nos informan, la transparencia de los valores e intereses que defienden o que los financian y su capacidad de rectificar cuando suficientes evidencias los contradicen.

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