He cumplido como español con mi deber de leer la primera parte del Quijote, que se publicó en el año 1605. Lo he hecho más o menos a la edad en que Cervantes escribió la segunda parte diez años después. Tantos años mirándolo de soslayo y, por fin, hícelo para mi placer. «He esperado» a que se cumplieran los cuatro siglos de la muerte de Cervantes, que fue tal día como el 22 de abril de 1616 con 69 años de edad. Es un libro muy español: lleno de contrastes, incomprensiones y aventuras disparatadas en un palmo de territorio lleno de gente yendo y viniendo con un humor lúcido que provoca la carcajada. El Quijote, intoxicado con un supuesto deber de gallardía, actúa en el mundo real llevado por su mundo ideal mientra recibe pedradas y palos. Sancho lo sigue ambicioso y perplejo por las fantasías de su amo, que a veces lo trata como un igual (incluso llega a pensar en nombrarlo caballero) y, a veces, le recuerda su posición. Dos personajes vivos que podemos ver en las conductas de nuestros políticos o nuestros amigos. ¿Qué diferencia hay entre la locura coherente del Quijote y la pretensión de algunos de nuestros representantes para que demos por buenos algunos cuentos inverosímiles? y ¿Qué diferencia hay entre el pragmatismo a ras de suelo de Sancho y el comportamiento de algunos de nuestros empresarios que no alzan el vuelo si no hay un beneficio a la vista? Y en cuanto a las metamorfosis de unos y otros ¿Qué diferencia hay entre los ataques de cordura de Quijote y las conversaciones robadas a los políticos cuando creen que nadie les escucha? o ¿Qué diferencia hay en los manejos de Sancho para que no inhabiliten a su amo, perdiendo él la oportunidad de ser conde, y los intentos corruptores de los empresarios que quieren, contra toda teoría liberal, obtener trabajo comprando voluntades? A otra escala el Quijote y Sancho están presentes en cada uno de nosotros que a ratos somos uno y a ratos otro. Gloria a Cervantes que nos dejó este espejo para que nos miremos en él.

Una cualidad muy española es el desagradecimiento. De su amargo sabor han probado Isaac Peral, Mariano Barbacid, José Ortega, Blasco de Garay, Santiago Ramón y Cajal y tantos otros. Después que Cervantes hubiera publicado su libro, cuenta el licenciado Márquez Torres que en un encuentro con el embajador de Francia y su séquito tuvo que reconocer que su autor era «viejo, soldado, hidalgo y pobre», lo que provocó en los franceses esta respuesta: «¿Pues a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?. Pues no, faltaría más. Todavía resuenan en nuestros oídos los reproches y persecuciones fiscales a nuestros cineastas y escritores (que no pueden cobrar derechos de autor sin perder su pensión).

El marco histórico de los sucesos es entre el rey de El Escorial y el rey de Velázquez. La época de Felipe III (un austria menor) fue pacífica, pero indolente, sin propósitos, con dos capas de validos y aprovechados, pues el Duque de Lerma influye en el traslado de la corte a Valladolid habiendo comprado antes inmuebles y terrenos baratos para vender caro, repitiendo la jugada a la vuelta a Madrid. Es decir, una época sanchezca o panzona. Cervantes seguramente se sentía agraviado por haber arriesgado la vida en Lepanto y sufrido un cautiverio heróico en Argel sin que, en una época en la que toda riqueza era aristocrática, tuviera premio su arte. Quizá él se sentía quijote rodeado de sanchos, lo que lo hace muy moderno.

Con motivo del cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, la Real Academia ha publicado un edición completa, revisada, crítica y profusa en notas aclaratorias a pie de página que ayudan a entender las palabras utilizadas en el libro por follones y nobles, criados, barberos, curas y venteros. Es un libro de humor y de amor. En él aparecen las relaciones sentimentales y sus avatares en prácticamente todos los relatos insertados en la secuencia para aliviar al lector de la irrupciones fantásticas del protagonista. Es un libro denso, pero que huye de toda monotonía. He leído las opiniones de Vargas Llosa, Francisco Ayala y Martín de Riquer que viene en la edición para preparar al lector. Por ellas me entero de que el Quijote es un canto a la libertad, pues Vargas aprovecha una frase en el contexto de la historia del cautivo:

– Gracias sean dada a Dios – dijo el cautivo- por tantas mercedes como le hizo, porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida. (página 407)

Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce… (página 203)

De esta forma arrima el Quijote a su sardina liberal. Me parece una exageración premeditada pues el Quijote me ha parecido, sobre todo otro juicio, un retrato divertido, y profundo de los dos modos fundamentales del ser humano: 1) el abierto a la fantasía y entregado al ideal y 2) el realista, abierto al interés personal y pragmático en la opiniones y las decisiones, como muestra estos diálogo ejemplares por lo que dicen y por lo que representan. Son los dos casos más famosos: el de los molinos y el de los odres.

¿Qué gigantes?. Dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves – respondió su amo – de los brazos largos… Mire vuestra merced – respondió Sancho –  que aquello que allí se parecen no son  gigantes, sino molinos de viento… Bien parece – respondió don Quijote – que no estás cursado en esto de las aventuras…» (página 75)

Y en el episodio de los odres (gigantes) de vino (sangre):

– Bien puede vuestra merced, señor Triste Figura, dormir todo lo que quisiere, sin cuidado de matar a ningún gigante ni de volver a la princesa a su reino, que ya todo está hecho y concluido» (página 384)

-Eso creo yo bien – Respondió don Quijote -, porque he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla que pienso tener en todos los días de mi vida, y de un revés, ¡zas!, le derribé la cabeza en el suelo, y fue tanta la sangre que le salió, que los arroyos corrían por la tierra como se fueran de agua.

Cómo si fueran de vino tinto, pudiera vuestra merced decir mejor – respondió Sancho -, porque quiero que sepa vuestra merced, si es que no lo sabe, que el gigante muerto es un cuero horadado, y la sangre, seis arrobas de vino tinto que encerraba en su vientre, y la cabeza cortada es la puta que me parió, y llévelo todo Satanás.

De esta bipolaridad, más potente y útil que la de Stevenson con su doctor Jekyll y mister Hyde, surge la inmortalidad del libro y de su autor. Cervantes hace compleja su obra fingiendo encontrar unos documentos donde se cuenta la historia en viejos pergaminos e intercalando historias de amor y muerte como la del pastor Crisóstomo al que su amigo Ambrosio organiza un funeral al pié de un roca leyendo un escrito del muerto en el que se queja de los desdenes de Marcela. Esta Marcela, por cierto, pronuncia un discurso de independencia de la mujer muy moderno que contrasta con la visión general de la mujer en el siglo XVII que es tanto objeto de devoción como de incomprensión. Especialmente interesante es la historia del cautivo en la que podría ser una descripción novelada de su experiencia de cinco años prisionero de los turcos.

SANCHO EL CUERDO

En la novela el loco es el Quijote y Sancho trata de que se comporte racionalmente en sus aventuras

-Señor- respondió Sancho – que el retirar no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza y de sabios es guardarse hoy para mañana y no aventurarse todo en un día. (página 212)

-Paréceme a mí – dijo Sancho – que los caballeros que lo tal ficieron fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias, pero vuestra merced ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado, o qué señales ha hallado que le den a entender que la señora Dulcinea del Toboso ha hecho alguna niñería con moro o cristiano? (página 236)

SANCHO SE CONTAGIA

Pero, una vez que el Quijote le hace las promesas a Sancho, que no quiere hacer nada por nada, de hacerlo conde y proporcionarle una ínsula, éste adopta una actitud pragmática desde la que alienta a su amo a sus aventuras para ver si cumple sus promesas siendo emperador u obispo.

Digo que tienes razón – dijo Don Quijote– y que puedes llevar a tu barbero, que los usos no vinieron todos juntos ni se inventaron a una, y puedes ser tú el primer conde que lleve tras sí a su barbero, y aún es de más confianza el hacer la barba que ensillar un caballo. (página 199)

De mis hijos y de mi mujer me pesa, pues cuando podían y debían esperar ver entrar a su padre por sus puertas hecho gobernador o visorrey de alguna ínsula o reino, le verán entrar hecho mozo de caballos… (página 488)

– ¡Adóbame esos candiles! – dijo a este punto el barbero – ¿También vos Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo?… En mal punto os empreñastes de sus promesas y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.

Yo no estoy preñado de nadie – respondió Sancho -, ni soy hombre que dejaría empreñar, del rey que fuese y, aunque pobre, soy cristiano viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puede venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor, que le falte a quien dallas. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero, que no es todo hacer barbas y algo va de Pedro a Pedro.

HUMOR

El humor burbujea en los diálogos en todo momento. El Quijote y Sancho entran en el bosque por el que había desaparecido Marcela. Encuentran un arroyo, descansan comen y están casi dormidos cuando llegan unos yangüeses con sus caballos y yeguas. Rocinante cree que su oportunidad de yacer con una y va tan contento. Las yeguas lo reciben con coces y sus dueños lo derriban a palos. Llegan D. Quijote y Sancho en su defensa y reciben una gran paliza. Quedan en el suelo y Sancho dice que no quiere más peleas que «perdona la ofensas pasada o las que pueda sufrir en el futuro«. Se queja Sancho de su espalda y dice D. Quijote

Aún las tuyas deben estar hechas a tales nublados; pero las mías criadas entre sinabafas y holandas. 

Y replica Sancho:

Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo o tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a mi que a dos cosechas más quedaremos inútiles para la tercera. 

El Quijote no se ríe, es un hombre atento a ser fiel al código de la caballería andante, mientras Sancho es socarrón, cree en lo que ve, pero, al tiempo, Sus diálogos son, por contraste, muy cómicos.

-Ahora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho de que todas las cosas de este castillo son hecha por vía de encantamiento.

Así lo creo yo – dijo Sancho- excepto aquello de la manta (Sancho fue manteado sin piedad) que realmente sucedió por vía ordinaria. (página 479)

El Quijote quiere hacer unas cuantas locuras en un retiro espiritual y manda a Sancho con una para Dulcinea y para que le diga las locuras que hace por ella:

Digo, Señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: – que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced. (página 248)

Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego sin más dio dos zapateras en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otras vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.

El Quijote reprende a Sancho cuando pretende bajarlo a tierra. Sancho por su parte no acepta ser menos que nadie. No en vano estamos entre el Renacimiento con su interés por el hombre y la Contrareforma con su interés por la disciplina religiosa:

-No sé esas filosofías – respondió Sancho Panza – más sólo sé que tan presto tuviese yo el condado como sabría regirle, que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más, y tan rey sería yo de mi estado como cada uno del suyo: y siéndolo, haría lo que quisiese; y haciendo lo que quisiese, haría mi gusto; y haciendo mi gusto, estaría contento; y en estando uno contento, no tiene más que desear; y no teniendo más que desear, acabóse, y el estado venga, y a Dios y veámonos, como dijo un ciego a otro. (página 512)

LITERATURA DE LA BUENA

Ironía y dominio del lenguaje para describir las penurias del soldado:

Y a veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca, que, como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe salir frío, contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche para restaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual, si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha: que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere y revolverse en ella a su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas… (página 394)

FINAL

El problema de la post-verdad ya se plantea avant la lettre en el Quijote. Una prueba es la dura disputa por la albarda que es jaez y la bacía que es yelmo. (página 464).

Por otra parte, nos puede llenar de orgullo que Murcia está en dos de las grandes obras de la literatura: En busca del Tiempo Perdido El Quijote. En la primera con motivo de una exposición en París para ayudar en la riada de 1879 y en el Quijote con esta mención:

«Y habiendo andado como dos millas, descubrió Don Quijote un grande tropel de gente, que como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia.» (pág. 52)

Termino diciendo que ha merecido la pena leer este libro cuatrocientos años después. Cervantes tardó diez años en publicar la segunda parte, teniendo que aguantar la impostura de un quijote falso (el de Avellaneda) entre tanto. No tardaré tanto en abordar la parte más barroca de la obra. Pero ya estoy licenciado para ir buscando caballeros de triste figura y escuderos de panza prominente entre los contemporáneos. Estoy seguro de que no van a faltar.

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