La noticia es del diario El País del viernes 20 de noviembre. En ella se cuenta el asesinato de 39 prisioneros de las fuerzas australianas en la guerra de Afganistán como rituales de iniciación de novatos para dotarlos de “energía” combativa. Unos “ejercicios” autorizados o alentados por los propios mandos de los ejecutantes. Esta noticia pasará desapercibida entre las conmociones internacionales sobre la sucesión en Estados Unidos, el bloqueo de Hungría y Polonia al reparto de los fondos mancomunados para afrontar la crisis de la Covid-19 o la pretensión del Reino Unido de ser de nuevo la mayor potencia naval de Europa y así dotar de contenido renovado al himno “Rule Britania”, que como saben sigue diciendo “Britania rules the waves”. Esta noticia se produjo lejos y se juzgará más lejos aún. De los australianos en conflictos bélicos los despistados sabemos por su intervención dolorosa en la batalla de Galípoli en 1915, pero siempre andan por ahí en misiones diversas. Hasta ahora, sabíamos de usos normalizados para dotar de espíritu combativo en forma de entrenamiento y de usos extravagantes como las novatadas para adultos de algunos destacamentos. También sabíamos de comportamientos dudosos como el de aquel destacamento de “cascos azules” holandeses al cargo de prisioneros en la guerra de los Balcanes, que permitieron el fusilamiento de varios miles de prisioneros en Srebrenica sin encontrar el valor para oponerse. Valor para el que los mandos australianos parecen haber encontrado el fulminante: el asesinato a sangre fría como si fueran sicarios del narco. Es sabido que el ser humano no se comporta igual cuando es vigilado que cuando cree que nadie mira. Los mandos australianos, probablemente pensaban que nadie lo miraba en medio de una guerra en la que morir es lo normal. También es sabido que, aparte de ese 3 % de psicópatas que cada sociedad soporta, en el ejército la mayoría de los soldados son objeto de un experimento que siempre sale mal. El experimento de sacar a jóvenes criados en unas reglas morales que han internalizado hasta incorporarlas a sus códigos éticos y, sin solución de continuidad, colocarlos ante la muerte propia o ajena en condiciones atroces; sobre todo desde que las batallas dejaron de librarse por ejércitos profesionales y las poblaciones civiles son parte del intercambio de sufrimiento. Pero lo de los mandos australianos es una especie de creatividad experimental que soluciona el problema. Se trata de convertir en asesinos a los jóvenes incautos e incautados para que después no vengan con esa milonga del stress postraumático.
Solo los humanos hacemos esas salvajadas…te felicito por las entradas de tu blog son estimulantes y sugerentes…y de gran calidad!
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Gracias, Ana.
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