En cierta izquierda anida el espíritu de pureza inmaterial que surgió en Belén. Por eso, se desprecia el materialismo capitalista y comercial. Ganar dinero es codicia, cobrar intereses usura. Esta posición sombría e irrealista es compensada por el espíritu que también nació en Belén: el de la compasión por el prójimo. Esta tradición tenía extraños héroes: Mao, Fidel…
En cierta derecha anida el espíritu de la pureza insolidaria que surgió en Escocia. Por eso, se desprecia el idealismo socialista y cooperativo. Ayudar es favorecer el parasitismo de masas perezosas. Esta posición lúgubre e, igualmente, irrealista es compensada por el espíritu que también nació en Escocia: el de la capacidad de producir riqueza. Esta tradición tenía extraños héroes: Friedman, Thatcher…
Dos caras de una misma moneda que tienen que seguir siendo antagónicas en lo mejor que cada una posee y cooperativas en lo que tienen en común, rechazando ambas sus aspectos negativos. Esto es lo que exige el mundo moderno que, como consecuencia de la complejidad inducida por el progreso en ciencia, tecnología y comercio, afronta problemas de gravedad desconocida. La realidad tiene la característica de no parar de cambiar y lo hace en al menos dos planos: uno fánico (a la vista) y otros silencioso e invisible bajo nuestra capacidad de percepción, tanto organoléptica como tecnológicamente reforzada. Y es, este segundo plano, el que nos sorprende conmoviendo nuestra complacencia con dramas como el actual, donde convergen necesidad de protección y necesidad de mantenimiento de la compleja red productiva.
El mundo actual implica cambiar el concepto clásico de héroe que, tradicionalmente, era con justicia aquel que exponía su vida y, a menudo, la perdía por el interés general: el soldado en la trinchera o el explorador en la selva o el desierto… Ahora mismo ya vemos que es (él o ella) el médico, la enfermera y el policía, pero también, el que limpia, el que dispensa en una farmacia o en un supermercado, el repartidor a domicilio o el chofer de un servicio público… y el profesor que también ha estado expuesto varios meses o el científico que puede salvarnos mientras lidia con el virus. Un nuevo concepto de héroe que también merece nuestro aplauso, pero que, sobre todo, desenmascara a farsantes de rostro oscuro que huyen de las brasas donde todos nos quemamos. Un nuevo tipo de héroe que señala hacia dónde van a ir los tiempos: fusión de la capacidad productiva y de las metas comunes. De eliminación del nihilismo capitalista que confiando en una supuesta racionalidad de consumo alienta las más bajas pasiones y nos conduce a deshinibirnos de los problemas y a desprotegernos frente a sus consecuencias. De eliminación del fanatismo colectivista que olvida el aliento de libertad del ser humano, al tiempo que agrava sus problemas esenciales con ineficacia probada. ¿Qué necesidad tenemos los ciudadano de comprometernos con lo peor de lo que se nos ofrece como sistemas antagónicos, cuando de cada uno podemos usar lo que realmente da soporte a un vida realmente humana?: la capacidad de producción, organización y comercio con la capacidad de distribución de méritos y resultados.