Una de las divisiones académica más acusadas entre la izquierda y la derecha tiene que ver con su distinta concepción sobre la naturaleza humana. La derecha conservadora siempre ha considerado que la naturaleza es trágicamente irreformable, por lo que la estrategia social debe estar basada en el ensayo y corrección de errores a la hora de crear instituciones. Una estrategia, por tanto, conservadora para no destruir en pocos momentos de furia lo construido en siglos. Por su parte, la izquierda desde la ilustración ha sostenido que el ser humano es una construcción social, por lo que reformada ésta, reformado aquel. En coherencia, las instituciones antiguas pueden ser reducidas a cenizas y establecidas de nuevo sin menoscabo del funcionamiento de la sociedad.
La historia con su tozudez ante los intentos radicales de construcción de sociedades nuevas que llevaron a la desesperación y muerte de millones de seres humanos y la ciencia en sus ramas de psicología evolutiva, sociobiología, y ciencias cognitivas parecen romper el cristal que tan cuidadosamente habían pulido las posiciones estructuralistas y postestructuralistas hasta el más reciente deconstructivismo. Teorías sociales que llevaron al límite la visión de una sociedad madre de todas las conductas al basarlas en la influencia y debilidad del lenguaje y en la sospecha de que las teorías conservadoras eran un subterfugio para mantener los privilegios. El resultado fue la pérdida de confianza en la verdad, que por ser una construcción interesada escondía los intereses de sus defensores.
Acabada la discusión clásica iniciada en el siglo XVIII con la aparición de las nuevas ciencias nos encontramos con las paradojas anunciadas:
1) La constatación de las rasgos irreversibles de la conducta humana confirman que una parte de la población se deja dominar por el deseo de poder y de posesión de bienes materiales a toda costa perjudicando las posiciones de la derecha por desvelar algunas de sus intenciones, pero, al tiempo desmontando cualquier pretensión de reformismo social lunático de la izquierda;
2) algunos de esos rasgos, como la necesidad de estatus justifican plenamente la asistencia del Estado en aspectos tan importantes como los seguros médicos y las pensiones y, al tiempo muestran a un consumidor irracional que puede ser arrastrado con facilidad a numerosas adicciones estupefacientes;
3) El lenguaje tiene una estructura innata que explica la sintaxis común entre lenguas sin influencia mutua, con lo que minan la posición constructivista, pero también el aislacionismo nacionalista irracional y…
4) La verdad ha salido relativizada y maltrecha de los departamentos más conspicuamente izquierdistas de las universidades por ser sospechosa de ser portadora de intereses. Esto ha sido aprovechado por la extrema derecha para minar la confianza en los relatos de la izquierda y confundir al electorado que se presta a ser engañado como alivio a los inquietantes problemas estructurales de la postmodernidad.
La buena nueva es que la ciencia en su andar cansino, riguroso e implacables deja una verdad al descubierto: nada puede ser mejorado de espaldas a la realidad y todo puede ser mejorado mirando a la realidad de frente. Propuesta que es acreedora de las posiciones constructivistas que, sin embargo, le reprocharan realismo ingenuo y acreedora de las posiciones pragmáticas que no dudarán en tacharla de idealismo ingenuo. Ambas pierden en el reproche. Es necesario reformular los enfrentamiento sociales para que las dos posiciones entren en convergencia desde el rigor para construir discurso políticos eficaces, no electoralmente, sino para las vidas de los ciudadanos.