En el mundo anglosajón hay un modo de formar palabras que sigue el siguiente método: se toma una palabra previa compacta, por ejemplo, «hamburger», que proviene de la ciudad alemana de Hamburgo, y creyendo, o no, que el «ham» viene de jamón, llamar «cheeseburger, a un relleno compuesto de queso picado. Otro ejemplo estupendo es «autobús» que proviene del antiguo coche colectivo tirado por caballos llamado «omnibus» en el que iban «todos», pues eso es lo que significa este término latino. A partir de ahí, cuando se inventó el omnibus a motor, no se les ocurrió otra forma de llamarlo que «autobús» que, como se ve proviene del carácter auto-nomo de la tracción y el «bus», que recordaba al omnibus tanto como el «burger» al picadillo de carne. Hay otras formas de hacerlo más ortodoxas. Por ejemplo yo inventé hace quince años la palabra «algosfera» que significa (algo=dolor + sfera=esfera). Se refiere a que por encima (espiritualmente) de la hidrosfera, la litosfera y la atmósfera, hay un ámbito de dolor permanentemente alimentada por los horrores del mundo. En alguna parte hay ahora, en este mismo instante, mucha gente sufriendo de la que emana ese vapor que la constituye (Perplejidades Humanas. 2005)
Pues bien, estos días anda por las ondas electromagnéticas una palabra nueva «mayorescencia», queriendo unir la condición de persona de edad con un trozo de la palabra «adolescencia». El destrozo es el mismo que con autobús, pues «scente» como «escencia» procede de «scere» que es la forma verbal que indica «en proceso». Por lo que con «adolescente», se quiere decir «el que está en proceso de crecimiento» y, por tanto, el adulto (participio pasado) es «el que ya ha crecido». Así se cumple esa función en luminiscencia o fluorescencia. Resumiendo: la mayorescencia sería estar en el proceso de hacerse mayor, lo que es la condición, precisamente, no del que ya es mayor, sino la del adulto, aunque sólo lo note a partir de los 50.
Todo esto viene a cuento de la observación, trivial por otra parte, de que los «mayores» de ahora estamos en muy buen estado de salud mental y física. Yo, sin ir más lejos, juego al padel con adultos a los que doblo la edad y mentalmente todavía me acuerdo de mi nombre :-). Esa condición de mayores en plena forma se compara, equivocadamente, con una nueva etapa de crecimiento que, que al contrario de lo que ocurre en la adolescencia, cursa sin hormonas perturbando nuestras vidas, ni con problemas de identidad. Muy al contrario, es una etapa en la que, dándose las condiciones mencionadas de salud, la hormonas están domadas y la identidad identificada. No es pues una etapa de búsqueda, sino de goce de hallazgos, de posesión del cuarto ojo 🙂 que se abre al significado del misterio de la vida y a la alquimia de la elusión de los errores fundamentales. Es, en definitiva, una etapa de travieso disfrute, en la que el tiempo desaparece para ser sustituido por los acontecimientos. Cada estupidez de un político te perturba porque sabes las consecuencias que en su soberbia desprecia y cada sonrisa de tu nieta te estremece por lo que es: un evento telúrico resultado de su misteriosa pertenencia al secreto de la vida.
Conclusión etimológica: si el «mayor» es el que está en el misterio o en el secreto, su etapa debería llamarse «Paleomistancia» (Paleo=antiguo + místicó=secreto + sto=estar en) que significa «antiguo que está en el secreto» en griego clásico que es la fuente, junto con el latín, de la mayoría de los neologismo, si no tenemos en cuenta al picadillo de carne y los buses. Esta palabra estaría emparentada con prestancia y constancia. Lo siento mucho, pero somos unos paleomistantes, como somos constantes. Con «paleo» he eludido la palabra griega para viejo que es «geronta» que daría una palabra todavía más extraña. Soy, por cierto, consciente de que la batalla está perdida, pues todo el mundo encontrará brillante el término «mayorescencia» porque rejuvenece, pero no es juventud lo que nos constituye, sino sabiduría, que no es una cualidad de la juventud, sino el fruto de un lento, lentísimo proceso de maduración a poco que se esté atento a lo que ocurre alrededor y en el interior de uno mismo.
Supongo que este artículo habría estado mejor el día de los inocentes, pero se me ha ocurrido hoy. Por ello en su primer día de los 365, ¡Feliz Año 2019 amigos paleomistantes!