Zizek arranca en el último tercio de su libro con el correlacionismo, es decir la idea de que, dada nuestra condición de seres que constituyen la realidad indefectiblemente, el conocimiento es cosa de la correlación entre el sujeto y el objeto. Una condición que hace que incluso el pasado de la naturaleza sea una cuestión socio histórica. Una correlación que hoy se vive como un límite infranqueable propio de la finitud humana. Esta finitud es un hallazgo filosófico del siglo XVIII en el que Kant jugó un papel fundamental. Pero con la crítica a la religión, llegó la crítica a la razón y con ella se abre una puerta a búsquedas esotéricas de un Dios más allá de lo racional. El propio Kant limita la razón para dejar un espacio a la moral. Tanto Levinas com Derrida ponen las bases para un Dios más allá del ser. Así la ilustración conduce a su propia negación. La crítica a toda metafísica conduce a la demolición de las propias bases metafísicas de la razón. La consecuencia es la desconfianza incluso en la ciencia como guía de la acción. Una situación en la que la palabra Dios no indica un ser que vela por el destino del ser humano, sino el nombre para la esperanza de cambio. Es la muerte de la muerte de Dios. Zizek, citando a Meillassoux cree que la confusión partió ya de Kant que rechazó la aplicación de la razón a lo Absoluto como si fuera incompatible con la contingencia radical. La prohibición kantiana de ir más allá del fenómeno no hace desaparecer al Absoluto. La crítica al dogmatismo ha acabado en la vuelta del credo quia absurdum. Zizek defiende a Hegel del reproche de pasar del concepto a la realidad aludiendo a que su punto de partida es la pura contingencia del ser. También lo defiende del ataque a la dialéctica según el cual no es posible ningún desarrollo si una cosa no puede pasar a ser su negación, si «ya» lleva esa negación en sí, por lo que se llegaría a una oscilación entre polos en vez de un devenir. Zizek sigue de cerca el libro Meillassous (After finitude) en sus aspectos más paradójicos, cuando afirma que lo único necesario es la contingencia porque toda necesidad es contingente, desde el momento que no tiene razón de ser o fundamento. (NOTA.- Es la antigua creencia de que la Tierra está sobre cuatro elefantes que tienen sus pies puestos sobre una tortuga gigante que nada en un mar, que está contenido ¿en qué?). Ahora Zizek llama la atención sobre la intención del autor de burlarse de la pretensión de que el giro kantiano fuera denominado «copernicano» cuando fue, en su opinión, un regreso a la posición centrada previa del medievo frente al descentramiento de Galileo. En concreto, frente a una ciencia moderna que quiere describir la realidad «tal y como es», Kant cierra la puerta a la cosa en-sí para permitir solamente el acceso al fenómeno. Meillassous aporta un criterio para distinguir entre las tradicionales propiedades primarias (en el objeto) y secundarias (en el sujeto), que es el de la matematización. Lo que puede ser formulado en forma matemática es objetivo. Una pretensión que tiene como diana a los filósofos del siglo XX que niegan toda posibilidad de objetividad de la ciencia, que se desarrolla en un «mundo de la vida» (Husserl), o con los objetos «a la mano» (Heidegger). Una crítica que estaría confundiendo la génesis de la ciencia con su valor, desde Galileo a la genética. Posición replicada por el hecho de que lo objetos de la ciencia son siempre seleccionados en un contexto macro y micro social que los contamina. (NOTA.- La contaminación socio subjetiva de la ciencia, creo que, siendo verdadera, no tiene proporción relevante con sus logros). Todo el mundo anda queriendo dar un giro copernicano, porque Freud también presumía de eso al sacar al yo de su posición central y trasladar el núcleo al inconsciente. Pero Zizek, dice que el giro en Kant no es del objeto al sujeto, sino una reinterpretación de la experiencia del sujeto. Un enfoque que equivale a la interpretación del giro freudiano, que no consiste en pasar del consciente al inconsciente, sino en la transformación del sujeto sustancial idéntico a sí mismo en un sujeto barrado, partido, vacío. En estas vueltas y revueltas Zizek aborda el núcleo de la propuesta de Meillassoux para abordar la dureza de la autopostulación de la realidad y su reflejo en el sujeto constituyente de esa misma realidad. Nada de mundo oculto tras los fenómenos, nada de cosa en-sí, nada de episteme tras la doxa. Nada. No se nos oculta nada, porque, incluso ese ocultamiento, es una realidad que completa la realidad que creemos percibir en exclusiva. (NOTA.- No es un problema de finitud y limitación del conocimiento del hombre, sino de aceptación de la multidimensionalidad de lo que se nos presenta a través de los canales de comunicación que poseemos).
Hegel estableció tres posiciones de la Razón frente al Mundo: la metafísica, la crítica y la especulativa. La primera se refiere a la necesidad absoluta trascendente; la segunda a la limitación del conocimiento a lo fenoménico y la tercera parte de la posición crítica y considera la necesidad de la contingencia. Es la búsqueda de las leyes del caos, al que se le reconoce su omnipresencia, hasta el punto de que si existen tales leyes sólo pueden provenir de la naturaleza del propio caos. Para Hegel las leyes necesarias son contingentes porque no hay razón para que existan: «son lo que son». Cuánto más regularmente se comporta la naturaleza, siguiendo sus leyes necesarias, «más contingente es esta necesidad». Si las leyes son eternas, inmutables, tanto más se pone en evidencia su contingencia. El desarrollo de la Lógica de Hegel es el despliegue del proceso inmanente de autolimitación o autonormalización de la omnipotencia del caos. La cosa en-sí, la cosa «como realmente es», no es ver otra realidad más profunda fuera del alcance de nuestras posibilidades, sino ver esa misma realidad en su total contingencia. Meillassoux reprocha a Hegel que la necesidad de la contingencia no la extrae de la misma contingencia, sino de un Todo ontológicamente superior. Zizek compara la propuesta de Meillasoux de ver la brecha, la distancia que, aparentemente, nos separa de la cosa en-sí, como un constituyente de esta con la diferencia entre el deseo y la pulsión en Lacan. El primero tiene como causa y objeto al Object a, que siendo el vacío que representa dejado por la pérdida materna, llena con la fantasía ese vacío, con la metonimia del deseo. Al contrario de la pulsión que no busca tanto el objeto perdido, como es la propia pérdida, la brecha, la distancia. La pulsión es esa pérdida irremediable, el freno y, por tanto, es siempre pulsión de muerte, pues a ella lleva la persecución. La pulsión orbita sin remedio alrededor de un vacío. Por eso la alternativa del conocimiento no es «quemarse en la proximidad de la Cosa (en-sí) o mantenerse a distancia», sino «no dejar nada sin atar» y oponerse al pensamiento postsecular, que pretende volver al encantamiento previo de la realidad, a la vuelta de lo Sagrado. Pare ello, Zizel propone volver al principio a Parménides y su equiparación de pensamiento y ser. Para ello afirma que al contrario que Platón, que afirma que aquello de lo que se habla tiene que existir de algún modo, sólo se puede hablar de lo (potencialmente) no es, pues no hay discurso sin agujero en lo Real, pues de lo que se habla está destinado a no ser. Es decir Pensar y no ser es lo mismo. Y ello es posible si «todo lo que hay» es un vacío, una metonimia de la nada.
Tras este viaje tratando de disolver la cosa en-sí, Zizek, vuelve armado a la cuestión inicial de la correlación entre sujeto y objeto y el problema de la interpretación de la existencia de la naturaleza antes de la aparición de la conciencia. Al rechazar que para pensar la realidad tienen que haber un sujeto al que esta realidad se le aparece, Meillasoux sigue atrapado dentro de la oposición entre fenómeno y noúmeno. Paradójicamente piensa que podemos acceder y pensar la cosa en-sí. Lacan cree que la constitución del sujeto se hace desde un apartamiento de éste respecto de la realidad. Por eso el problema no sería pensar lo Real fuera de la relación sujeto-objeto, sino pensar lo Real dentro del sujeto, en su núcleo. El problema para Zizek no es si podemos llegar a la cosa en-sí tal y cómo es al margen de cualquier correlación con el sujeto, sino como pensar al sujeto como objeto. Cree que la clave no está en superar el en-sí diciendo que no hay nada más allá de la apariencia excepto lo que el propio sujeto puso ahí, sino relacionar el en-sí con la división en el propio sujeto. Por lo que no podemos terminar de cerrar la correlación trascendental no es la realidad trascendente que se escapa del alcance del sujeto, sino la inaccesibilidad del objeto que es el sujeto mismo. La distorsión epistemológica de nuestro acceso a la realidad es el resultado de nuestra inclusión en ella, no de nuestra distancia de ella. El Object a es la mota de polvo en el ojo del sujeto. Lo Real como sombra que nos perturba está del lado de lo simbólico. Es la parte de la realidad que se aferra a lo simbólico. El reino simbólico no puede cubrirlo todo y lo Real es su complemento. La incoherencia de la realidad hace necesario un significante Amo que interviene performativamente en ella. Los fragmentos de lo Real son recogidos y almalgamados por el significante Amo que, sin embargo, no puede pensar lo que descentra al sujeto desde dentro. La realidad presubjetiva es objetiva «en la medida que es observada desde nuestro punto de vista». (NOTA.- la reconstrucción de un dinosaurio a partir de la información que nos proporcionan sus huesos «padece» las mismas antinomias que nuestra relación con el presente)
RESUMEN
Este fragmento del libro de Zizek se plantea la recurrente cuestión de la relación entre el sujeto y el objeto, por la inextirpable sospecha de que «hay una realidad detrás de nuestras experiencias sensoriales y nuestras elaboraciones conceptuales, que constituye la auténtica realidad». Y lo hace hasta el punto de plantearse la cuestión de, si se necesita un sujeto para que la realidad, tal y como la conocemos, exista, ¿qué pasa con el mundo antes de la llegada del hombre?. La solución Zizek es la asimilación de esa sospecha como parte de la realidad que es consecuencia de la propia condición del sujeto que, como parte de la realidad, no logra verse como objeto. La distancia a la realidad en-sí no es tal, es nuestra inclusión en la realidad lo que crea el espejismo de una realidad en-sí al margen de nuestra experiencia de ella. Es la influencia de nuestra fractura como sujetos que no podemos objetivar ni nuestra propia condición de parte de la realidad. Lo que genera el fantasma simbólico de lo Real como amenaza.
(NOTA.- El problema se puede resolver por la generalización del concepto de sujeto (homínido, mamífero, vegetal, mineral). Es decir, siempre ha habido algún tipo de sujeto recibiendo, aún de forma pasiva, la energía desprendida del resto del mundo. El mundo está ahí, es el origen del sujeto humano, que es el primer tipo de sujeto que se pregunta si la realidad depende de él, cuando, a lo sumo, él proporciona una versión de la realidad que completa instrumentando con el pensamiento la percepción de aquello que no recibe de forma natural. Todo ello como resultado de su costosa y elaborada estructura resultado de alcanzar las capacidades de supervivencia sobre el resto de la realidad)
No pasa desapercibido que enfrentados a un mundo sin creador (que lo hubiera sólo trasladaría el problema a otro sitio) la necesidad se vuelve innecesaria (contingente) por su propia arbitrariedad.