… viene de (XVII)

Un poco agobiado por el desparpajo con el que Zizek usa la terminología lacaniana acudí a un libro suyo llamado «Cómo leer a Lacan«. Pero, para entender este otro libro he acudido al libro «Lacan: A Beginner’s Guide» de Lionel Bailly y, ahora, sí: es muy recomendable. Siempre me han gustado los libros que llevan en su título o en su prólogo una cláusula protectora para el autor en la que declara que se dirige a neófitos. Con ellas se libran del reproche de ser claro. Una cualidad que, por los visto ya sea por razones psicológicas o de marketing, no debe tener ningún texto que aspire a la inmortalidad. ¿Qué mejor manera de tener entretenidos a los exégetas durante un siglo, que no ser claro? Gracias Lionel.

En este tramo, «torbellino» Zizek se saca un artículo sobre Sibelius y piensa que tiene acople en esta parte de su libro. Presenta al compositor como consciente de su fracaso descriptivo frente a las propuestas del modernismo (Schöenberg) autolimitada y la postmodernidad (Stravinsky) en la que todo vale. Mientras escribo esto estoy escuchando Tapiola, la composición de Sibelius inspirada en las emociones que suscita un bosque nórdico. Me parece que ocurre aquí como con las grandes obras de arquitectura que siendo concebidas para un fin determinado y conforme a las posiciones estéticas de la época, su carácter de significante, desligado de cualquier significado, las  hace poderosas.

Encontramos de nuevo a Zizek en carne vida cuando vuelve sobre el concepto de diferencia pura de Deleuze. Ahora damos otra vuelta de tuerca sobre el inquietante caso de la cosa en-sí, ese exceso que se nos escapa una vez considerada toda la información que recibimos por los sentidos para sintetizar conceptualmente. Zizek, siempre chocante, nos propone que el noúmeno es fenómeno reprimido no por nuestra capacidad cognitiva, sino por la necesidad ético-práctica y libidinal. No dice que no hay realidad auténtica bajo los fenómenos, sino fenómenos insoportables por nuestro aparato perceptivo, como la tortura, la muerte ante nosotros o determinadas prácticas sexuales. Según Zizek, si tuviéramos imágenes del interior de los aviones del 11-S veríamos escenas de «como fueron las cosas en sí-mismas» o del interior de un crematorio en Auschwitz resultarían insoportables. El mundo está en continuo proceso de creatividad virtual. La sustancia de Spinoza es causa de sí misma y se autopostula como propone el yo de Fichte. Por tanto el concepto se postula a sí mismo en su creación. Es la única salida a la inexistencia de una Causa externa. La Vida pura debe fluir sin limitación y la autopostulación se conduce a velocidad «infinita» porque no hay externalidad que modere el proceso. Velocidad que convierte el proceso en virtual porque alcanza su destino en el mismo momento de su inicio porque su acción es su destino. Esto se traslada al proceso deseante. Lo importante en el deseo no sería tanto su satisfacción como sostener el deseo. Zizek pone el ejemplo del amor cortés, que se posterga no por una falta, sino por que se fundamenta en un deseo que encuentra su satisfacción en sí mismo, en su permanencia. Deleuze lo confirma afirmando que la creación es inmediatamente creativa, que no cuenta con sujeto que necesite tiempo para devenir consciente de sí mismo. Cree que Hegel reifica este proceso creador. Pero Zizek lo defiende pues Hegel insiste en que el Espíritu es un producto de sí mismo. No es un sujeto preexistente que interviene en la objetividad que media, sino el resultado de su propio movimiento, es decir es pura procesualidad. Deleuze también reprocha a Hegel que sostenga que la cosa difiere consigo misma porque antes difiere con todo lo demás, mientras que Bergson sostiene que primero difiere consigo misma. Sin embargo, Zizek defiende a Hegel diciendo que toda diferencia externa implica la autodiferencia. Deleuze es precrítico (pre-kantiano) y defiende el realismo metafísico de Spinoza y Leibniz que supone la comprensión directa del núcleo de las cosas en sí mismas (la intuición divina). De esta forma rechaza las limitaciones y posibilidades kantianas. La respuesta de Hegel es que la distancia entre nosotros y la cosa en-sí (la distancia de la representación) que la hace inaccesible está en la cosa misma y constituye una brecha que nos incluye. Así, nuestra alienación respecto de la cosa coincide con la separación íntima de la cosa. Deleuze dice que una proposición es la realización verbal de las cosas, no meramente su descripción. Zizek responde con Hegel; nuestra representación de Dios es Dios mismo en modo representación y que nuestra errónea percepción de Dios es Dios en una modalidad errónea. El mejor ejemplo de este proceso creativo es el arte que «permite» una liberación-expresión absoluta y transformadora, precisamente porque lo que libera no es sino la liberación misma, el movimiento de pura espiritualización o desmaterialización. Es el desear mismo, es la voluntad pura. Este proceso es también el de individualización como relación intersticial pura, absoluta, sin necesidad de referirse a nada.

Afirmado esto, se ve su aplicación en la diferenciación que Lacan establece entre sexos. La diferencia pura precede al caso. Tanto la posición masculina como la femenina son modos de evitar el punto muerto de la diferencia como tal. La diferencia sexual no es un conjunto firme de oposiciones simbólicas que excluyen otras formas de sexualidad, sino un punto muerto, un trauma, algo que no puede ser simbolizado, lo que impide la hegemonía y abre la lucha de alternativas. Ocurre igual con las diferencias políticas. La diferencia entre Izquierda y Derecha es distinta según se vea desde una u otra. La izquierda cree ver el antagonismo que atraviesa todo el campo social que la derecha rechaza. La derecha se considera la condición de estabilidad y ve a la izquierda como un intruso que perturba la estabilidad orgánica. Así, toda izquierda es extrema. Así la diferencia es el precursor oscuro, nunca presente ni susceptible de simbolización.

Zizek advierte sobre el deleuziano «pasado puro» que es causa ausente y puramente virtual, que está presente en sus efectos y, por tanto, postulado de forma retrospectiva. No tiene existencia independiente y sustancial previa a este proceso. Si lo Real es una diferencia mínima, entonces la repetición es fundamental para estabilizarla. Lo Real es la brecha que separa una cosa en-sí (la brecha de la repetición). Zizek insiste con varios ejemplo del cine y la música en que hay una realidad hacia la que apuntan las creaciones y que se hace visible en sus imitaciones imperfectas. Una realidad de referencia, un objeto-causa de deseo al que Lacan llama object petit a que no se puede captar nada más que en sus consecuencias. De esta forma hay una suspensión de la causalidad lineal. Una vez más aprovecha Zizek para ironizar con el antihegelianismo de Deleuze al mostrar hasta qué punto es hegeliano esta emergencia a posteriori de la causa del proceso. El principio de una teología materialista que postula la eternidad creada por la sucesión temporal. Zizek utiliza el caso de Jesucristo para mostrar la fuerza de la virtualidad que es lo que realmente resucita y prolonga su acción. El carácter virtual de Cristo se muestra en su frase «donde haya dos o más reunidos en mi nombre, Yo estaré ahí«. Una realidad virtual que sostiene a la realidad efectiva. Zizek propone lacanizar a Deleuze, mediante el cambio de la expresión «máquinas deseantes» por «pulsión«. La pulsión de la insistencia en la repetición mucho antes del conflicto edípico.

Le preocupa a Zizek la confusión entre deseo y pulsión a que daría lugar una fusión entre Lacan y Deleuze. Por eso, tira de ingenio y nos dice que el deseo en Deleuze, en tanto que flujo libre de la libido es un «cuerpo sin órganos» – boutade deleuziana que significa lo informe antes de la generación de diferencias- y la pulsión en Lacan es un «órgano sin cuerpo» una pausa que encuentra satisfacción en la repetición de la búsqueda en torno al objeto sin alcanzarlo. Combinarlos sería algo así como «desear la repetición de desear sin satisfacción final«. Deleuze combate al organismos, es decir a la institución, al corporativismo. Por eso piensa que la sustancia de Spinoza es el cuerpo sin órgano definitivo, el espacio no jerárquico. Zizek le reprocha a Deleuze no haber visto que el egoísmo estructural del ser humano es lo que le permite abstraerse del vértigo circular de la vida (de generación y corrupción) y entrar en relación con lo virtual. Si, además, se considera al egoísmo como el Mal, éste es la condición para la llegada del Bien, al que le hace sitio suturando la fisura entre ambos.

Zizek discute el uso del término «sutura» que cree que ha sido utilizado para eliminar de cualquier estructura sus faltas, sus carencias. Lo que ocurre cuando se postula un sujeto (humanidad, consciencia, la vida, Dios…) que domina y dirige el proceso. Pero, recuerda con Miller y Lacan, que la ansiedad nunca miente y no permitirá un falso cierre de la operación estructural que se produce, en general, en el ámbito de las ilusiones. Por eso todo compromiso político entusiasta termina en fracaso. La verdad no puede sobrevivir a la fantasía. Badiou combate este pesimismo y dice que el entusiasmo es tan fuerte como la ansiedad y puede, en determinadas condiciones generar un proyecto no fallido, un Acontecimiento -Verdad. Un punto de vista refugio en el océano de pragmatismo asfixiante que nos rodea. Zizek remata diciendo que ésta es la fisura para que entre la posibilidad de un compromiso emancipatorio radical (sic).

RESUMEN

Es este tramo Zizek casi conmbate con el discurso de los Miller, Oudart, Deleuze … y el resultado de estos párrafos y algunos complementarios leídos paralelamente es que, en estos autores, hay un fondo de verdad tratando de captar el fugaz ser del sujeto humano, pero, perversamente, lo hacen con un discurso simbólico nuevo y premeditadamente oscuro del que, una vez familiarizado con su superficialidad esencial, ya no pueden escapar en una «repetición» escabrosa que produce placer en sus autores, precisamente por su novedad (provisional) y su oscuridad (permanente). Lo más llamativo de este discurso, es que miles de páginas se pueden reducir a una en la que describir lo esencial de lo disperso. Pero hay un extraño gusto en volver tautológicamente sobre ello tratando de provocar en el lector irisaciones mentales en las que quizá descubran lo que el autor no busca. Al final del libro repasaremos estas notas para darle algún valor útil a un conocimiento que ni juega papel alguno en la clínica de almas vencidas ni en la neurología más dura. El truco fundamental de estos prestidigitadores es la focalización obsesiva sobre una palabra, por ejemplo sutura, hasta darle unos reflejos que sólo es consecuencia del pulido a que, artificialmente, es sometida. En realidad es un discurso superficial, pero coherente en el sentido de que es posible estar hablando sin cesar dando vueltas alrededor del objeto de deseo, que no es otro que la notoriedad del que lo sostiene. Creo que ninguno de ellos soportaría una rueda de prensa con preguntas y repreguntas, porque entrarían en un círculo perverso y tautológico de explicación de lo oscuro con lo oscuro. Hablo de superficialidad porque cuando a un significante con un significado se le transfiere a otro contexto en el que no encuentra un significado el cerebro se bloquea al encontrarse solamente con una sintaxis de significantes sin significados claro. En el caso de la sutura, está claro que finalmente, se usa para cerrar todas las grietas de su propio discurso y presentarse como una pulida obra de ciencia. En los mismos textos de Zizek, todo parece diferente cuando es él el que habla, interpreta o combate y no los textos de los autores oscuros.

Sigue en (XIX)…

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