Yo tuve que aprenderme los reyes Godos empezando por el rey Ataúlfo en el año 411. La Hispania romana fue víctima militar y política de la degradación del Imperio en el siglo V con la consecuencia de migraciones a las que las élites romanas tuvieron que hacer lugar cediendo tierras y poder. Así, todavía hay en España, según el INE, 208 españoles vivos que se llaman Ataúlfo, 323 que se llama Recaredo y 572 que se llaman Leovigildo, añadan que hay 60.925 que se llaman Mohamed. Por esta tierra han pasado Indoeuropeos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, suevos y alanos, además de los árabes. Una vez hecha la mezcla y estabilizado el poder en torno a los Reyes Católicos, las migraciones se redujeron a las élites gobernantes a base de dinastía según estaban las cosas en el continente. Así tras los restos del poder germánico agrupado por pactos y derrotas entre reinos, son los Habsburgo (germánicos) y los Borbones (franceses) hasta hoy miércoles 20 de junio de 2018.
Antes, en el siglo XV, fuimos nosotros los que invadimos todo un continente. Operación que nos gusta pensar que tiene rasgos civilizatorios (qué duda cabe), además de explotadores (qué duda cabe). Todavía a mitad del siglo XX, cuando ya habíamos perdido hasta el último islote del Imperio en Filipinas, emigramos huyendo de nuestra propia barbarie a Méjico y Argentina. Ahora son nuestros descendientes americanos los que nos visitan, pero ya en la forma pacífica del que quiere trabajar y tener aquí la vida que no puede tener allí. Ningún país puede, salvo en los delirios de algunos de sus dirigentes, vivir aislado e impedir las migraciones de entrada y salida. Así, nosotros estamos recibiendo extranjeros y, en una de las operaciones más estúpidas de la historia universal, «enviando» jóvenes bien formados a buscarse la vida en tejidos económicos más eficientes.
Todas las sociedades que fueron umbral de un cambio de los tiempos, seguramente vivieron con desazón las circunstancias que le habían tocado. Seguro que en todas ellas se escucharon voces airadas contra los recién llegados. Pero la fuerza de las cosas se impuso y hoy no hay nadie sensato que no sepa que procede de mestizajes históricos bien documentados. Y aquí estamos los europeos en la misma situación que los romanos hispánicos sin advertir que ahora la llegada de pueblos extraños no se hace con la fuerza de las armas, sino con la fuerza del número y la resolución del que no tiene nada que perder. Tenemos la oportunidad de hacerlo bien, pero ¡para qué! Vamos a hacerlo mal aumentando el sufrimiento temblando de miedo. Pero, ¿en qué acción se puede triunfar con el brazo encogido?
Olvidamos que los árabes trajeron los números que ahora usamos en nuestros algoritmos, olvidamos que la Escuela de Traductores de Toledo con árabes, judíos y cristianos permitió trasladar al centro de Europa todo el conocimiento Griego, filtrado por los sabios del Islám. Pero permitimos que un zafio ignorante emigrante alemán en Estados Unidos practique el adanismo más elemental y torture niños con tibias protestas o su ausencia como en la visita del Rey al sátrapa. También permitimos que los representantes de nuestros valores en Oriente disparen a matar a gente indefensa. Al fin y al cabo, de qué protestan, con lo cómodo que es el campo de concentración de Gaza que les hemos creado en vez de exterminarlos, piensan los piadosos israelitas. De qué se quejan los centroamericanos si sólo los han explotado un poquito los amigos del norte, mientras contribuían a crear regímenes corruptos, tan corruptos que ni lo intentos ideológicos tipo sandinista han podido vencer la tentación y han sustituido a la ignominia que representaba el dictador Somoza por la ignominia de un torpe Ortega.
Como ya somos el pasado de nuestros descendientes, seremos estudiados como una época que no supo ver la salida de los problemas paradójicos que trae la ciencia al crear conocimiento que cura, pero multiplica las poblaciones; que crea riqueza, pero que la estupidez humana la concentra para no compartirla. Ni las vallas en el agua, ni los mensajes siniestros de los ministros de interior tipo Salvini (¡salvini!) de los países cobardes van a parar el fenómeno. De modo que o nos preparamos para la violencia y la sangre ejercida sobre el inocente y el desesperado o para la paz inteligente.