En esta interesante parte de su libro, Zizek afronta su revival de Hegel enfrentándolo a conceptos surgidos después de su muerte, tales como: repetición, inconsciente, sobredeterminación, el pequeño Otro, la lengua, el antagonismo, la lucha de clases y la diferencia sexual.
Repetición.- Hegel no la piensa como tarea monótona e improductiva, sino que es el fundamente de la universalidad. Se le atribuye incapacidad para entender la repetición pura, sin la que, por cierto, no hay aprendizaje. Esta incapacidad viene acompañada de la incapacidad de pensar lo radicalmente nuevo, lo que ya no está potencialmente en lo viejo.
Inconsciente.- Hegel dice que cuando hablamos no decimos lo que pretendemos. Así al decir «ahora» queremos decir este momento particular y, sin embargo «inconscientemente» estamos diciendo todos los «ahora» posibles. Sin embargo, el inconsciente freudiano es el de las asociaciones no tejidas premeditadamente, sino en procesos mentales fuera de nuestro control y que emergen en los sueños.
Sobredeterminación.- Hegel piensa en algún proceso complejo como la inclusión de un universal que se incluye entre los miembros de su propia especie, pero no en las complejas relaciones de la lógica freudiana en la que aparecen compromisos pragmáticos en los que algo se rechaza, pero no del todo favoreciendo su retorno transformado simbólicamente. Toda esa red de conexiones que provocan el bloqueo del recuerdo y, al tiempo, extrae circunstancias y nombre relacionados de forma no explícita con lo buscado. Asociaciones y desplazamientos. Entrelazamientos en los que juega un papel determinante los vínculos entre sexo y muerte.
Object a (el inasequible objeto de deseo).- Antes de Lacan, Hegel piensa en la singularidad contingente y el insaciable apetito del ser humano por los objetos que quiere asimilar (negar). El sujeto se muestra autónomo en su libertad por perder la vida por una objeto insignificante manifestando no su irracionalidad, sino la importancia que tiene para él, lo que precisamente implica su autonomía. Aunque hay menciones al disfrute extra, no hay en Hegel equivalente a la «jouissance» como Real, lo que impide que perciba la brecha entre lo Real y lo verdadero, que es de carácter simbólico.
Las matemáticas.- Hegel no supo ver la mezcla monstruosa de infinitud buena de las paradojas autorrelacionadas y la infinitud mala de la repetición. Las matemáticas modernas no capturan la realidad, pues, una vez establecidas las relaciones formales, queda la medición real para la comprobación empírica que introduce la contingencia en el proceso. Es un reconocimiento de la carencia de sentido del universo. Para Zizek es importante aclarar que Hegel no plantea ingenuamente que el concepto no es el comienzo que materializa en la naturaleza, sino que considera que la lógica es un reino de sombras, de esencialidades liberadas de concreción sensorial. Para Hegel no existe un reino platónico ontológico superior. Para Hegel, el espíritu tiene su presuposición en la naturaleza y es, al tiempo, la verdad de la naturaleza, que se desvanece en su verdad. No hay espíritu preexistente, que se externalice en la naturaleza y se reapropie de la alienación previa. Todo lo que existe es naturaleza, lo que incluye al sujeto y al concepto. El espíritu es solo y nada más que su «retorno a sí mismo». Se crea performativamente (se realiza en el acto de ser enunciado) en ese retorno. Es interesante el paso de la naturaleza a libertad, que se relaciona con el paso de la necesidad a la contingencia. En el caso de la naturaleza podemos hablar de «contingencia de la necesidad«, pues los procesos están obligados a cumplir leyes cuya estructura es contingente, no hay ningún porqué. La libertad es la «necesidad de la contingencia«, pues se ejerce contra sus alternativas en el marco de las reglas de la realidad. La dialéctica necesidad-contingencia está mediada por la libertad, que dota a la necesidad de contingencia (porque sí) y a la contingencia de necesidad (no es arbitraria). Zizek, cree que no es justo atribuirle a Hegel la pretensión de tratar de abolir la absoluta heterogeneidad del Otro (la naturaleza) y reivindica textos precursores de Hegel sobre Einstein (un poco exagerado) y modernas teorías biológicas. (NOTA.- No me extraña que haya intuiciones de Hegel coherentes con planteamientos científicos modernos pues, cuando los científicos llegan a los límites de lo experimental, se tienen que volver especulativos y ahí Hegel es el rey).
Zizek, en su papel de campeón de Hegel aborda ahora el reproche kierkegaardiano sobre la objetividad del espíritu hegeliano que no puede captar el carácter procesual del sujeto. Zizek discute que Hegel plantee el análisis de la realidad actual desde el punto de vista de la finalidad y por tanto cristalizándola. Al contrario, Zizek cree lo que Hegel propone es introducir la contingencia, el devenir en el pasado, en lo ya sucedido. Es decir ver lo que fue en su proceso de devenir. Para Zizek, si esto es así, Hegel introduce así el Absoluto, no sólo como sustancia, sino también como sujeto. Se trataría de identificar la potencialidad que estuvo presente en los acontecimientos que hoy conocemos como realidad sucedida. Potencialidades, muchas de las cuales quedaron abortadas en la concreción histórica que hoy damos por concluidas y que, sin embargo, están latentes esperando una nueva oportunidad. Oportunidad que puede ser aprovechada si es previamente se ha identificado como posibilidad no actualizada. Marx cree que los hombres tienen un margen para la libertad en el marco de lo heredado. Pero Zizek, añade que Marx no ve cómo nuestra actividad libre crea restropectivamente (postula) sus condiciones objetivas. tanto como reinterpretación de los sucedido, como, principalmente, porque nuestra propia libertad creó nuestro actual condicionamiento.
La necesidad es la verdad de la contingencia. Surge de ella llevando lo particular a su negación en la estructura ordenada. No hay una propiedad emergente. El particular «muere» al encontrar su verdad en su autocancelación generadora de orden y necesidad. De modo que predomina la invención creativa. La esencia se crea en el acto de devenir de la cosa. La esencia es consecuencia retroactiva del proceso. En Zizek, es decir en Hegel, el carácter retroactivo de la influencia de los procesos, la creación a posteriori es la pirueta habitual. No sabes lo que te originó hasta que eres. La unidad no existe hasta que el proceso termina porque previamente cada unidad es, al menos, dos polos en acción mutua. Polos que tanto crean, como destruyen. Es decir, la unidad es siempre ilusoria. Es importante el enfoque de Hegel de convertir lo que podría ser un límite epistemológico en una imposibilidad ontológica, pues así se pone sobre la mesa los problemas de relación entre los simbólico y lo real, que Zizek relaciona diciendo que: «lo real es un roto en lo simbólico».
En este tramo de su libro, también contrasta conceptos entre Hegel y Lacan; Hegel y Deleuze y entre Hegel y Freud que son interesantes por los matices del contraste mutuo. También dan versiones de conceptos que siempre revolotean en el libro como «Pulsión de Muerte»; diferencia; repetición, asunción y sus relaciones mutuas.
Hegel – Lacan.- Zizek considera que entre ellos la diferencia es el object a de Lacan, lo que considera un diferencia mínima.
Hegel – Deleuze.- Para el segundo «Hegel es incapaz de pensar la diferencia pura que está fuera del horizonte de la identidad o la contradicción»; Hegel concibe una diferencia radicalizada como contradicción, que es, entonces, a través de su resolución dialéctica, subsumida, de nuevo, bajo la identidad. Es decir, Hegel percibe la Gran Diferencia, mientras que Deleuze pone el acento en la Pequeña Diferencia (la diferencia pura, la que está presente antes de ningún cambio). Esto impide que Hegel hubiera podido pensar lo virtual como posibilidad que ya posee realidad. Es una diferencia que se da «cuando todo se repite una y otra vez». En resumen: una identidad es percibida como auténtica cuando su sustento virtual (sus posibilidades) se reducen a una diferencia pura. (NOTA.- La diferencia pura es el «quanto» de diferencia. Hasta ser percibida no existe, pero influye, es virtual). Pone un ejemplo de diferencia formal cuando habla de los traspasos de fuerzas policiales o militares a los revoltosos. En ese momento, la diferencia es formal (pura), no es real. Deleuze sostiene que lo Nuevo surge de la repetición, cuando está presente un diferencia pura. Lo realmente nuevo no puede limitarse al aspecto real de las cosas pues quedaría encerrado en el marco existente evitando lo realmente nuevo. Lo nuevo surge cuando «cambia el apoyo virtual de lo efectivamente real». Cambio que sucede bajo la forma de una repetición en el plano de la realidad efectiva. Hay un cambio imperceptible activo bajo la repetición. La repetición también está presente en Hegel que considera que los tres niveles de procesos (mecánico, orgánico y espiritual) se interconectan. Así, la dimensión espiritual «necesita un apoyo ‘regresivo’ en los hábitos mecánicos (aprendizaje ciego de reglas). No hay espíritu sin máquina repetitiva». Por eso, tanto Freud como Lacan consideran al inconsciente (saber que no se sabe a sí mismo) como un saber que fija un extremo, donde la autoconciencia es el otro. De este modo, el saber Absoluto se situaría en la tensión entre estos dos saberes, según Zizek. Si Hegel descubre la sin razón en el corazón de la razón (la danza de opuestos que desbarata el orden racional), Freud descubre la razón en el corazón de la sin razón (lapsus, sueños, locura). El inconsciente de Hegel lo es de la autoconciencia que no advierte que cuando la verdad está en la universalidad y no en la intención particular de quien lo usa.
Hemos llegado a la mitad del libro de Zizek, que no da tregua con su forma de escribir en torbellino. Un dinamismo con el que te encuentras varios kilómetros más adelante, con material discutido varios kilómetros más atrás. Tal parece que escribe sin repasar, según el estado de ánimo y su interés intelectual en un momento determinad. Por eso, tengo curiosidad por ver cómo termina un libro que podría tener tantas páginas como las que pueda escribir a lo largo de su vida. De modo que no sólo es una lectura de filosofía mestiza por todos los interlocutores que invita a su escritorio, sino también el espectáculo de su deambular mental, en el que hay mucho de repetición, esa categoría introducida para el debate filosófico por Kierkegaard.
Al filo de la mitad de su libro cervantino (Zizek se ha echado al camino y no transita por él librando batallas sublimes y ridículas sin cesar) le da un repaso a los conceptos psicofilosóficos que le son más queridos: repetición, pulsión, deseo…
Según él, Kant está instalado en el universo del deseo, pues este nunca es satisfecho como ocurre con la inaccesible cosa en-sí y, además, lo reprime con su coraza trascendental. Hegel, por el contrario, se sitúa en el universo de la pulsión y niega esta represión y considera accesible la cosa en-sí mediante el cambio de perspectiva que le permite considerar real el muro que nos separa de la Cosa. De esta forma Kant no está nunca satisfecho y Hegel sí porque encuentra la satisfacción en moverse en órbita en torno al objeto sin alcanzarlo nunca. Zizek aplica este esquema al capitalismo del que dice que continuamente lanza propuestas de consumo que incitan al deseo y a que este deseo no cese nunca. Por otra parte, considera que la pulsión se hace presente en la pretensión del capitalismo de la infinita circulación del dinero en un movimiento continuamente renovado.
Con la pareja deseo-pulsión, Zizek realiza varias transferencias a otros campos: así, encuentra en Hegel el ciclo virtuoso de la pulsión que goza con el viaje cíclico en torno al conocimiento absoluto, o, en el caso de la sustancia considerada como organizada en torno a una ausencia (su esencia) y que, por tanto, es deseo o la sustancia autosuficiente, que no carece de nada de la metafísica. Zizek considera que la lección definitiva del psicoanálisis es que «la vida humana nunca es ‘sólo vida’: los humanos están poseídos por la extraña pulsión de gozar de la vida en exceso, apegados apasionadamente a un plusvalor que se sale y hace descarrilar el funcionamiento cotidiano de las cosas». Ser humano no es, en este enfoque, un ensanchamiento de las funciones biológicas, sino un estrechamiento al elevar un función menor a un fin en-sí (NOTA.- De hecho toda la cultura consiste en eso: en convertir todos lo imput naturales en objeto de goce. Así el sonido en música, las formas en arte, la reproducción en sexo sofisticado, el gusto en culinaria, el olfato en perfumería, el sexo en caricia… la unión prodigiosa del deseo y la inteligencia produce la cultura). Para Zizek el momento clave es el de la conversión, no del objeto en objeto de deseo, sino en la proyección de la libido para transformar el instinto en pulsión, entendida como atrapamiento, atasco en la repetición circular. La universalidad emerge cuando un flujo particular queda atascado en un momento determinado. El deseo por el contrario es el significante de una falta.
Pero Zizek no pierde de vista su objetivo, que no es otro que vislumbrar la filosofía a partir de Hegel, lo que Catherine Malabou plantea en su libro El porvenir de Hegel. Por eso frota y frota a Hegel con todos aquellos que lo combaten de una u otra forma. Ya sea con planteamiento antagónicos o apoyándose en él. El núcleo del conflicto está en el concepto de Absoluto de Hegel. La capacidad de Hegel de reunir y conciliar se ve desbordada por la repetición pura de Kierkegaard y Freud, la «necesidad» de la guerra «como forma social de despliegue de la universalidad abstracta» o la presencia de la locura en la misma constitución de la subjetividad cartesiana. Hay un exceso de negatividad de «mal» de difícil aceptación. Una negatividad que toma cuerpo en un particular contingente que actúa como su síntoma. Así el estado como universal que se encarna en la figura irracional del monarca incompetente. Un núcleo de negatividad incomprensible que, sin embargo, se repite para ser neutralizada. Zizek mira asombrado como la repetición pura de Kierkegaard y Freud parece resolver el «problema» hegeliano de exceso que no puede ser absorbido por el Absoluto.
Frente a la provocación de Deleuze de que Hegel debe ser olvidado para pensar adecuadamente, Zizek nos dice que ha llegado el momento de «repetir» a Hegel.
Sigue en (XVI)…