El cotilleo del día en esta corrala global es la compra de una casa de 600.000 euros por parte de Irene Montero y Pablo Iglesias mediante un préstamo para el que van a necesitar 30 años de sueldos de clase media alta. Las primeras reacciones de sus compañeros son las habituales antes de la catástrofe «yo sólo comento el uso de dinero público, pero no el de particulares (Errejón)«. Y entre los periodistas que «por fin los dirigentes de Podemos ponen los pies en suelo y hacen las cosas normales que hacen los que tienen su nivel de ingresos«. Las razones de sus compañeros son escapistas, pues de sobra saben que se les interpela porque representan a un partido que se ha aupado sobre las costillas de los militantes para reducir los abusos de la «casta» y en base a una promesa de cambio radical de la redistribución de la riqueza ¿o no? En cuanto a la «normalidad» de la inversión, dado que se va a pagar con una hipóteca a 30 años, implica que los felices padres de Ernesto (por Guevara) y Rosa (por Luxemburgo) tienen pensado quedarse en sus escaños ese tiempo. A partir de ahora, cualquier defensa de la igualdad queda bajo sospecha, pues basta mirar la tabla de distribución de la renta por tramos para advertir que esta pareja se sitúa en la antecumbre dineraria. Además, cualquier acción para mantener el liderazgo, ante Bescansa o Errejón, habrá que considerarla «una defensa del puesto de trabajo y del estatus social adquirido» a perpetuidad. En fin un caso más de parasitismo político.

A pesar de la grosería del error político cometido, hay militantes que se resisten sentimentalmente a reconocer la verdad y arguyen que nada ha cambiado desde la situación en la vida antes de comprometerse en política. Lo que ha cambiado es que, cuando se escoge representar a la gente para un propósito de cambio de las circunstancias penosas o injustas en las que viven, no se puede eludir el compromiso explícito e implícito que conlleva. El explícito es que si prometes luchar por mejorar la vida de la gente y llamas «casta» o «trama» a los que tienen dinero, tu no tienes más remedio que adoptar un modo de vida que no contraste con el de la gente que espera de tu acción política mejorar sus condiciones. Por ejemplo si luchas contra el desahucio, no lo puede hacer desde una finca comprada con los votos de los desahuciados, sin incurrir en cinismo. El compromiso implícito es que no puedes mandar la señal de que vienes a quedarte porque se vive bien de la política, que sería algo así como estar todo el día cotilleando con un buen sueldo, además de incorporarte a la nómina de gurús de la nación a los que se consulta sobre lo humano y lo inhumano. Si la intención fuera otra no se habría dejado perder la oportunidad de gobernar en vez de transmitir la sensación de que se disfruta por el mero hecho de estar en un escaño. No se puede pasar por un descamisado cuando se busca, en realidad, vivir bien, lo que es legítimo para todos, menos para los que encabezan luchas populares. Esto no quiere decir que no pueda haber líderes populares, sino que éstos deben ser ejemplares.

Otro argumento inútil y típico de los políticos de derechas, es que vienen a hacer un favor a la patria desde bien pagados empleos. Argumento este que se acabó desde que se crearon las «juventudes», que son ámbitos que se llenan de jóvenes ambiciosos sin méritos.  Pero en el caso que nos ocupa ni que decir que los líderes de Podemos viene de la nada y de un empleo precario en la universidad. Se adjunta un enlace que lleva al detalle oficial de lo que cobra un diputado y otro con el resumen por cargos: http://cort.as/1-Bmhttp://cort.as/-5mhD. Como se puede ver, en la universidad no se gana eso como profesor ni de lejos. Y, desde luego, un rector no gana ni la mitad de lo que el presidente del Congreso, ni un director de departamento o de escuela, la mitad de lo que un portavoz del Congreso, mucho menos un profesor interino.

Pero que un diputado cobre lo que esté estipulado no es la cuestión, aunque pueda ser un indicador de uno de los componentes de sus motivaciones. La cuestión es cómo se indigna uno tomando un cubata en esa casa. Es imposible, pues el regusto que te da mirar tu horizonte íntimo es tal que ni practicando sado-maso te va a doler algo. La incoherencia es tan escandalosa que neutraliza la acción política radical convirtiéndola en una farsa. A poco que suban los intereses de los préstamos (y el proceso está en marcha) tendrán que pagar una cuota mensual para amortizar la hipoteca que requiere muchos años de un sueldo muy potente. Pero además, una vez en la pendiente deslizante, pronto llegará la moda en el vestir y otras muestra de decadencia, no social, ni siquiera de su partido, sino de los personajes. Llamar «plan de familia» a esa casa es tomar el pelo al que lo escucha, cuando sus votantes tiene los problemas que tienen para tener un techo.

Pero cabe legítimamente preguntarse: ¿Entonces, quién puede defender los intereses de los perjudicados por la crisis social?, pues la respuesta es los perjudicados, no unos profesores de universidad luchando, visto lo visto, por su carrera personal, que pronto  se han dejado seducir por los placeres de la vida moderna para quien puede pagárselos. Tendrán que ser, insisto, los perjudicados. Sobre todo aquellos suficientemente inteligentes para renunciar a dar muestras de que defender estas posiciones es un buen negocio. Pero, este error garrafal de Irene y Pablo no debe hacernos creer que los que defienden los intereses de los ricos, por venir de familias acomodadas, son más honrados, pues los escándalos de corrupción ya han puesto de manifiesto que son insaciables. Pero un político que trata de llevar la indignación de gran parte de la sociedad al Parlamento no puede olvidar que esa tarea tiene servidumbres y una de ellas es la contención en la tentación de parecerse a sus rivales cuando contienden por el corazón (el voto) de los ciudadanos.

El asunto ha seguido dando que hablar y quizá lo más interesante y decepcionante sean las reacciones dentro de la propia organización, que han sido de dos tipos: 1) El rechazo y reproche de incoherencia, protagonizada por dirigentes andaluces y 2) La estrafalaria de dos miembros o simpatizantes del partido que se sintieron aludidos indirectamente y protestan diciendo con ironía amarga «los pobres deben vivir como pobres» o más amargo: «si eres de izquierdas debes vivir como un pobre».

Es necesario responder: para empezar, vivir como vivía Pablo Iglesias no es vivir como un pobre. Vivir como pretende vivir si es vivir como un rico. ¿Sabe este muchacho que si tiene un activo de 600.000 euros más su sueldo en el Congreso se encuentra entre el 10% más rico del planeta y el 20% más rico de España? Esa es, por supuesto, una situación legal, pero, en su caso, inmoral. Ser de izquierdas no implica, en absoluto, ser como el Padre Ángel que conocemos, pues eso se ha llamado toda la vida ser un santo. Pero militar como dirigente de extrema izquierda liderando un movimiento que incluye la opción anti-sistema, lleva consigo la, al parecer, dolorosa obligación de la ejemplaridad. Y en este caso, esa servidumbre implica no querer vivir como el que se resiste a compartir su riqueza, que, además, según la organización que dirige, es adquirida injustamente.

Una cuestión derivada de este caso, es si un rico o alguien de clase media alta puede ser activamente de izquierdas. Pues, ¡claro que puede! y la naturaleza humana es tal que además, los menos favorecidos de la sociedad lo agradecen, por el «sacrificio» que hace, del mismo modo que se emocionan ante el boato real. Curiosa condición humana esta, que tiene su explicación en el hecho de que cada uno de ellos les gustaria estar en ese lugar «para poder ser generoso». Porque a nadie le gusta ser pobre y todos aspiraramos a salir de la pobreza cuanto antes. Sin embargo, si se sospecha que el acitivismo de izquierdas es, precisamente, el modo de salir ¡antes de que nadie! de la pobreza, las cañas se vuelven lanzas y no se perdona.

Ahora proliferan los programas de radio que se ocupan de mostrar casos de emprendedores con éxito. Es curioso escuchar que las empresas nuevas que mejor les va son aquellas que se dedican a asesorar empresas. De modo que mientras haya emprendedores que necesiten asesotamiento para fracasar, el negocio irá bien. Pues este es el mensaje sucio que han mandado esta pareja, probablemente porque han padecido el mal de altura: «mientras queden pobres que esperen salir de la pobreza, será rentable dedicarse a la política y prometerles el asalto al cielo«. ¿Merecen, pues, el vapuleo que están recibiendo? Pues, en mi opinión, sí y, como no reaccionen pronto, van a ver seriamente comprometido su liderazgo.

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