… Viene de (I)

Resumido el punto de vista de Marcuse sobre la Fenomenología del Espíritu y la Lógica de Hegel, afrontamos su Filosofía Política. A principio del siglo XIX, Hegel queda hechizado por la figura de Napoleón como conductor de la verdadera revolución en la organización de la vida civil proporcionando un modelo nuevo para las relaciones entre estados y del Estado con sus ciudadanos (Código Civil y Constitución). Incluso tras la derrota de Napoleón en 1815, consideraba que «el bien ya estaba hecho» y que incluso los vencedores adoptarían las formas políticas del vencido. Esto fue especialmente claro en una Alemania atomizada en la que el Imperio no articulaba las relaciones sociales. Considera Hegel que la relación con el Estado debe ser necesaria y objetiva. El universal debe imponerse al particular, por el carácter disolvente de los enfrentamientos competitivos de los individuos en sus relaciones económicas y de poder. Para distinguir tal estado disciplinario del Estado Absoluto, considera que la población debe formar parte del Estado. Por eso, criticó el punto de la naciente constitución en que se limitaban los derechos de sufragio por la posición social y la economía particular. Así, pretendía contrarrestar la forma política que tomaban los intereses de la burguesía con la participación de los funcionarios por la neutralidad de su criterio debido a que estaban al margen de las contiendas económicas. También discute el criterio económico para el derecho al voto, pues considera que la propiedad privada es el mayor lastre para el reino del universal, pues los intereses privados impiden ver el bien común. Un criterio progresista de Hegel que hoy es un derecho intocable frente a las restricciones que la mismísima Revolución Francesa había establecido. Hegel consideraba que eliminar el criterio de propiedad como una restricción para ejercer derechos políticos fortalecería la Estado en vez de debilitarlo.

FILOSOFÍA POLÍTICA

Hegel tuvo que afrontar críticas a sus posiciones antiliberales y de apoyo a métodos de censura académica porque se opuso al movimiento antiabsolutista de una pequeña burguesía que Marcuse presenta como protofascista, supremacista aria y profundamente antisemita. Sus posiciones apoyaron al estado absoluto frente a estos movimientos pseudoliberales, pero el calado de su concepción del estado pronto minó a los que creían tener bases sólidas para su éxito político. La racionalidad que Hegel exigía para la Ley y el Estado era una bomba de relojería para las pretensiones de permanencia de un Estado Absolutista de la Restauración impulsada por el Congreso de Viena tras la derrota de Napoleón. El Estado que Hegel propone está basado en la prevalencia del universal verdadero y eso supone el derecho universal de los ciudadanos a despecho de su posición y condición de partida. Se opuso ferozmente a las ideas sobre el estado de K.L. von Haller que pretendía que el fundamento del estado era la naturaleza incluido el derecho del fuerte sobre el débil y rechazaba todo compromiso con el conjunto de los individuos. Este rechazo de la razón como fundamento del estado le resultaba execrable. Hegel quedaba como defensor del Estado de Derecho frente a la reacción feudal y la romántica. Sostenía que la sociedad moderna no es un orden natural ni de privilegios. Es un orden racional en el que protege y regula la libre competencia entre individuos en el marco de la ley. Puesto que esta competencia pone en manos de azar su equilibrio, Hegel propone una fuerza por encima de esta contingencia que ponga equilibrio, ley y jusiticia en ella. Su fe en el nuevo estado era tal que rechazaba la teoría política por su carácter intrínsecamente crítico. Actitud que, una vez que se había alcanzado el estado racional, sólo podía suponer un retroceso. Sin embargo una profunda contradicción sigue presente: la que se establece entre lo que es y lo que racionalmente debe ser. Pero la conciliación de esa contradicción la confiaba ya Hegel, no a la teoría, sino a la práctica política. La Filosofía del Derecho de Hegel, lo es de una sociedad de clase media autoconsciente de sus logros y limitaciones. Los análisis abstractos se concretan en una situación histórica concreta: el yo está ligado al homo economicus, la libertad con la propiedad, la razón en conflicto con la competencia. Todos ellos problemas consecuencia de negatividad intrínseca a la forma histórica adoptada por la sociedad.

Estamos ante la libertad de la voluntad sin contradecir la prevalencia del pensar como reino de la libertad, pues la voluntad «es una manera especial de pensar». De aquí se deriva el poder del ciudadano racional y libre para la construcción del Estado. Pero, pronto de constata que no existe tal poder, pues su voluntad está lastrada por sus intereses particulares y no se apresta a la construcción del universal. Aspecto que niega las bases del contrato social. El yo puede ser un auténtico universal porque en potencia puede negar todas sus determinaciones, pero, en la práctica, queda lastrado por alguna de ellas. El hombre libre se convierte en propietario e inmediatamente se opone a otros propietarios. No hay nada en el individuo que pueda superar la polaridad «mío-tuyo» hacia «lo nuestro». Así pues, ningún contrato entre individuos puede fundar el contrato social. Al mismo tiempo el Estado no se puede fundar en la violación de los intereses privados. En tiempos de Hegel la burguesía reclamaba una posición que no se le podía negar. Pero con ella llegaba la competencia entre individuos. Hay un reconocimiento de que los individuos no trabajan por el universal y que su logro sólo puede venir de una forma de imposición del interés común que armonice con el fondo de competencia subyacente. Hegel cree que la libertad satisfecha del ego puede reclamar la libertad general. Es decir, que la libertad negativa del individuo puede fundar la libertad positiva común. (NOTA.- La sociedad actual no confirma esta posición. Las teorías libertarias apuntan a la eliminación de cualquier acción positiva para corregir desigualdades, pues se teme la muerte de la espontaneidad).

La libertad autoconsciente es resultado del pensamiento. La libertad es resultado de la auto referencia del sujeto. La tendencia de la voluntad es a apoderarse del objeto. Pero sólo hay un objeto del que se pueda apropiar perfectamente y es su propio pensamiento. En este acto se perfecciona la propiedad y la libertad. La propiedad perfecciona la cosa apropiada, pues el objeto no tiene significado hasta que se lo proporciona el deseo de una voluntad. Hegel llega al extremo de considerar que la formación de la persona depende de este acto de ejercicio libre de la voluntad que se apropia de algo. Carácter que alcanza su plenitud cuando los otros reconocen su realidad. (NOTA.- Hegel da carta de naturaleza a la propiedad como deseo de posesión que constituye a la personalidad). El fundamento de la propiedad es la libertad, no la satisfacción de necesidades. Es más, Hegel cree que la razón en el individuo se hace efectiva en la voluntad y satisfacción de la posesión. Pero reconoce que la cantidad de posesión depende del azar y otras circunstancias, como la competencia, que se alejan de lo racional. Hegel no analiza la desigualdad, pero sostiene que todos deben ser propietarios, dado el carácter constitutivo para la persona del ejercicio de la voluntad. Es el mínimo de racionalidad y universalidad abstracta que, según Hegel, debe imponer el derecho. Como la libertad y el derecho de propiedad se ejerce en el exterior de la persona, ésta puede enajenarse y vender su propias capacidades y tiempo. Como casi siempre en Hegel, sus provocadoras propuestas llevadas al límite tropiezan con su opuesto. En este caso tanto la exacerbación de la propia enajenación deja de constituir a la persona para convertirla en una cosa al servicio de quien la contrata y la exacerbación de la propiedad se convierte en expropiación cuando se trata de la propiedad de otra persona. En las zonas templadas el ser humano compra y se vende en el marco del contrato. De esta forma Hegel ha derivado costosamente lo dado: la economía de mercado y capitalismo vigente en su época. Pero el contrato entre particulares no deja ver el vínculo con el universal, con el Estado. En su búsqueda de la fundamentación del Derecho, encuentra que éste regula conflictos particulares de individuos dotados de razón pero que, cuando actúan, parecen estar regulados por leyes oscuras de la naturaleza, en vez de guiados por la libertad y la razón. Buscando la razón en las relaciones entre hombres, encuentra la sinrazón. Un siniestra fuerza actuante que mueve a los hombres como peleles. No hay moral, sino necesidad. El derecho defrauda la intención de la voluntad de cometer expolio y ésta se vuelve sobre sí misma al refugio de la subjetividad convirtiéndose en moral, lo que hace encajar en el conjunto la pieza de la Reforma Protestante. Pero Hegel considera que, aunque la libertad interna puede favorecer la adquisición de principios universales, las tendencias totalitarias llevan a invertir el proceso y a exigir que toda vida interior sea externalizada. (NOTA.- En las sociedades modernas se invita a la vida interior, a la «república independiente de mi casa», al «yoismo», mientras se hace tanto ruido publicitario y mediático que no se facilita ese propósito «para» tener al consumidor en un terreno de nadie entre la subjetividad deseante y el vértigo exterior).

 Para armonizar la subjetividad con la vida social es necesario que la voluntad se ejerza en las instituciones, se externalice. Pero en unas instituciones que, a la vez, han de adaptarse a su voluntad. Hegel constata que, aunque la humanidad ha alcanzado el grado de autoconciencia que le permite emplear la razón, la organización social basada en la competencia entre individuos dificulta el reino del universal. Hegel, después de fundar al individuo en la propiedad privada, advierte que ésta es el origen de las dificultades para una sociedad libre. Marcuse glosa: «La anarquía de los propietarios, que sólo persiguen su propio interés, es incapaz de producir con sus mecanismos un esquema social integrado, racional y universal«. Al tiempo constata que no se puede eliminar la propiedad privada, pues se acabaría con el fundamento de la libertad. Es necesario conseguir una institución que esté por encima de los intereses particulares y que, al tiempo, preserve sus derechos. El concepto de sociedad civil no es suficiente para conseguir este objetivo de equilibrio entre egoísmo e intereses generales. Sólo el Estado puede conseguirlo. Ni razón ni libertad pueden ser desarrollados en la sociedad civil, según Hegel. Esto genera un cierto autoritarismo en el desarrollo de su teoría política. Hegel se afirma en su Lógica: el ser verdadero es el universal que es al tiempo individual y contiene lo particular. El ser verdadero que es noción se encarna en el Estado que es, al tiempo, libertad y razón. El Estado, como la familia, restringe la libertad abstracta y despliega la «libertad sustancial». En su negación de la sociedad civil como solución, Hegel hace una descripción de las desigualdades que surgen en unos términos casi del Manifiesto Comunista escrito (1848) diecisiete años después de su muerte (1831). Critica que todas las instituciones de la sociedad civil no tienen otro propósito que la protección de la propiedad y que la libertad sólo existe para el poderoso.

Hegel piensa que el Derecho se ocupa del universal y que su desarrollo no depende del legislador, sino de la aplicación de la razón universal a las relaciones entre individuos e instituciones. Este enfoque aún no había sido visto como enemigo de los intereses de las fuerzas sociales imperantes. (NOTA.- El actual liberalismo reclama por boca de Hayek, el imperio de la ley universal antes que el poder del legislador o el juez, pues la democracia universal ha modificado las leyes poniéndolas al servicio de la mayoría, lo que se considera un peligro para la libertad).

Hegel defiende el juicio público para que la potencial arbitrariedad del juez sea controlada por el ciudadano. La relación que Hegel establece entre la Ley y la propiedad le obliga a ir más allá de las posiciones liberales de su tiempo, pues al determinar que la ley sólo regula la libertad personal abstracta, no es suficiente para eliminar los aspectos de necesidad ciega de la sociedad civil. Por eso cree que se necesita una coacción mayor y desarrolla el fundamento de la policía. Una institución que vendría a suplir la debilidad de las fuerzas sociales para equilibrar los procesos y conseguir un funcionamiento sin perturbaciones. Sería un mecanismo de universalización complementario a la ley. De ahí a la corporación. Un ente inquietante que se ocupa tanto de la administración como de la ideología. Un ente depurador que acredita al ciudadano para ser portador del universal. Se acusado a Hegel de haber diseñado un Estado fascista, pero Marcuse cree que esto es un error. En el fascismo la sociedad civil rige al Estado, mientras que el Estado de Hegel rige a la sociedad civil. El Estado de Hegel pretende conseguir el universal de la razón sirviendo el «yo quiero» del individuo. La dificultad está en que no existe el individuo que consigue su interés persiguiendo el interés común. En todo caso al contrario. Para huir de esta contradicción Hegel busca un individuo cuya identidad no dependa de su participación en los avatares sociales, sino que surja de la naturaleza. Obviamente, este individuo es el monarca (NOTA.- Para este viaje no hacían falta abarcas, pero este el día en que los países más avanzados tienen monarquías constitucionales). Fracaso del idealismo, en opinión de Marcuse, que se acaba plegando a la irracionalidad de la naturaleza y al azar del nacimiento. La filosofía de la libertad embarranca en una filosofía de la necesidad. Consciente de la debilidad de su propuesta se defiende diciendo que «la debilidad intelectual del monarca es preferible a la sabiduría de la sociedad civil». Una bajada de estandarte que «somete la sociedad a la naturaleza, la libertad a la necesidad y la razón al capricho«.

En el marco de su esquema, Hegel rechaza la división de poderes, pues atenta contra la unidad del Estado. (NOTA.- Muchos creen en esto y se dedican a su desarrollo cuando están el poder y a criticarlo cuando están en la oposición). Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial debe cooperar, en opinión de Hegel. La agudeza de Hegel lo mueve entre su sentido crítico y su sentido pragmático. En un caso la emprende con la religión que puede hacer caer al hombre en la superstición haciéndole olvidar su lucha por la libertad y la razón. En el otro caso, se empeña en diseñar una constitución que mantenga y obligue al imperio de la razón sobre la ignorancia y los intereses particulares. Hegel cree que «el pueblo es la parte del Estado que no sabe lo que quiere«. Complementariamente Hegel extiende su análisis sin meditar suficientemente a territorios muy delicados. Por eso considera a la Guerra un mecanismo útil para la cohesión del Estado. Un recurso muy utilizado por las grandes potencias mundiales, pero una prueba de la incapacidad del Estado para conseguir su propósito de justicia y libertad que lo fundamenta y justifica frente a la sociedad civil. Este desprecio por el Derecho Internacional se basa en su rechazo a que el Estado se deba a un poder superior a él. (NOTA.- Obviamente no se le puede nombrar fundador de la Unión Europea, pero tampoco se puede decir que los estados no contribuyan con su comportamiento en el ámbito internacional a darle la razón). Hegel cree, en definitiva, que la racionalización de la sociedad civil no alcanza, ni debe, a la sociedad internacional que se rige por el estado de naturaleza de Hobbes. Pero es una contradicción con el conjunto de la filosofía de Hegel, cuyo final del proceso universalizador, no acaba hasta que alcanza el espíritu absoluto (el espíritu del mundo) que, obviamente no puede quedar atrapado en el particular del estado de una nación determinada. Según Marcuse la respuesta a esta contradicción está en la Filosofía de la Historia de nuestro filósofo.

Sigue en (III)…

 

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