viene de (XI)

No sé si es una digresión, pero, una vez que hace un ajuste de la polaridad hegeliana y la prevalencia de uno de los polos, de repente se pone a reflexionar sobre Lacan y la constitución del sujeto mediante la «reapropiación de la otredad alienada». El lector quebrado por la finta se va a desayunar y vuelve con ánimo a la cuestión. Arranca, Zizek, con una sabia indicación sobre las limitaciones de la perversión. Es decir, que el desarreglo de todos los sentidos, que decía Rimbaud, conduce al bloqueo, a la saturación infeliz. Zizek cree que aunque uno se lance al goce, la forma de la represión sigue presente. Es decir la forma como síntoma del contenido. Podría darse el caso de que lo explícito no narre toda la historia, pero la forma da cuenta de la sospecha de que algo falta. Esta perseverancia de la represión puede explicarse porque la propia represión crea a lo reprimido. La ley crea el delito, indica lo que no debe hacerse e invita a ello. Lo cual lleva, por el contrario, a que eliminada la represión se elimina gran parte de lo reprimido, pues se pierde interés, pero persiste la forma de la represión. Con el enfoque hegeliano la relación entre forma y contenido pone de manifiesto que, más allá del principio de placer, está el goce mismo, la pulsión por su satisfacción, de la que no podemos librarnos aún después del placer satisfecho. Imposible e inevitable son los rasgos de la satisfacción. Así el goce de la renuncia y el deseo del obstáculo. Hay, pues, un exceso, un añadido en el obstáculo que puede llevar al placer en el dolor. El placer no se agota en su satisfacción. Queda un hueco que rellena ese plus que lleva a la perversión. Acude a Herbert Marcuse para explicitar ese plus de represión que permite perpetuar las instituciones básicas como la familia monógama, la jerarquía en el trabajo o el control público de la vida privada. Zizek dice que ese plus de represión para el control es imprescindible para que funciona la represión básica sobre los instintos que hace posible la civilización.

Ese plus de represión trae el plus de goce que hace que los individuos acepten la represión básica. Es un «menos es más» psicológico de gran eficacia. Es la riqueza de la pobreza. Esto explicaría que las revoluciones estallan cuando baja la presión y se mantiene las razones para la indignación. Los humoristas saben de esto porque a menudo hablan del afinamiento que requiere la existencia de la censura. También los sabe el radical que declara que «contra Franco se vivía mejor«. Esta idea está presente en el placer del erotismo frente a la desfachatez de la pornografía. De ahí a la moderación como regla de vida solamente hay un paso y se ha dado hace tiempo. También el esclavo que acepta serlo, lo hace por preservar la vida, pero «inventa» el idealismo al buscar en la fantasía el consuelo. El amo, por el contrario, cercado por la intensidad de la vida que ha escogido no tiene tiempo nada más que para la contienda que le crea adicción como vemos en los actuales financieros.

Hegel ya tiene esta discusión abierta en sus escritos. Considera que lo que hace al ser humano distinto del animal es la interposición del ideal entre sus impulsos y su satisfacción y sus fines. Así se determina el sujeto según el universal que le orienta. La búsqueda de la plena satisfacción no se sigue de la atención a una parte de los componentes de ésta. Es necesario establecer un juego entre placer y deber, que puede llevar al deber del placer, pero, también, al placer del deber. Una situación en la que ambos polos se distinguen con precisión. Al contrario que si no puedo soportar el placer que resulta de la represión, pues, en este caso se impone el masoquismo moral, que no disfruta ni ese plus que el deber ofrece. Es parecido al pecado de orgullo del justo. Si se padece por el placer del orgullo que provoca obrar justamente no hay salida para la acción moral.  En el juego de opuestos nada nace como oposición si no estaba ya en lo negado. Así los regímenes estalinistas al aislar al individuo en una subjetividad mínima por miedo a la delación los lleva desde una conciencia sumisa, formando parte de una conciencia ideológica colectiva, al egoísmo que espera la oportunidad para expresar su competitividad. Cuando un estado rompe los vínculos entre individuos porque «se ocupa de resolver todos los problemas» está preparando su destrucción. Todos estos vaivenes tienen una estructura común: la dialéctica que se presenta como:

  1. un estado de equilibrio
  2. roto por el sujeto (negación) y
  3. la aniquilación de la acción del sujeto (negación de la negación)

O como:

  1. un acto del sujeto (postulación),
  2. su consiguiente fracaso (negación) y el
  3. cambio de perspectiva que convierte el fracaso en éxito (negación de la negación)

Zizek encuentra una cuarta etapa dialéctica en este ejemplo:

  1. El pobre vive como quiere
  2. La clase media baja trata de seguir la moda
  3. La clase media alta siguen la moda
  4. La clase alta viste como quiere y, en consecuencia, son la moda

y este otro:

  1. El pobre no sigue la ley
  2. El utilitarista la sigue por conveniencia
  3. El moralista la sigue por convicción
  4. El monarca no sigue la ley (es irresponsable) como el pobre, pues lo que hacen es la ley

Bodrillac propuso irónicamente en vez de:

  1. Tesis
  2. Antítesis
  3. Síntesis

Esta otra:

  1. Tesis
  2. Antístesis
  3. Prótesis (solución virtual, sin sustancia natural, artificial)

Hay un comienzo no alienado, que sigue con una alienación parcial y otra plena para culminar en una negación de la alienación que, desde otra posición, coincide con su opuesto. Es un viaje del espíritu desde la libertad a la libertad en otro nivel, Zizek enlaza con el recurrente tema del terror diciendo que «el resultado positivo del terror es que, en la aniquilación del sujeto, el sujeto alcanza su fundamento en la sustancia ética, acepta la unidad con esta sustancia». Aniquilación del sujeto que es autoaniquilación de las sustancia.

Hegel describe el viaje de la conciencia que se aliena en la cultura como un desgarro que culmina su ascenso a lo universal alejándose de su vida concreta quedando en una nada vacía, lo puramente negativo desde lo puramente positivo de la autoconciencia. Pero ¿Cómo arrostrar la pérdida total de la muerte biológica sin significado infligida por la negatividad abstracta del Estado? Si no hay nada a cambio de esta entrega total, es la nada lo que se obtiene, es decir la nada que es el sujeto. La alternativa es recibir el premio moral de la transformación de una sociedad. Zizek se resiste con Hegel a que la revolución hubiera sido posible sin el Terror. Pero Zizek fiel a su naturaleza inicia un nuevo Zig-Zag creativo haciendo una finta hacia el catálogos de estados de las conciencia en relación con el Otro social:

La pérdida consuela de la pérdida. Vueltas y revueltas de la conciencia que, apoyado en Hegel, le lleva a decir que es inútil tratar de desplazar la Revolución Francesa y su Terror a convertirse en un revuelta espiritual, filosófica o estética. Incluso el criticismo radical esconde una resignación ante el Absoluto. El sujeto es descentrado en el orden simbólico. Habla de la esquizofrenia del yo que actúa y el yo que juzga pretendiendo una distancia y neutralidad imposibles. Es necesario, dice Zizek comprometerse para el cambio real. De hecho se pregunta si, aún considerando que la violencia no funciona, no será peor renunciar a ella (pone el ejemplo de Palestina)

La filosofía (yo que juzga) llega tarde y pinta «gris sobre gris». Una esterilidad que parece impedir lo nuevo. Una reconciliación entre concepto y realidad que parece paralizar. Pensar lo hecho parece remitir a lo imposible, a la parálisis. Por eso se propone usar el olvido para ir con el recuerdo a un momento antes de que todo ocurriera y deshacer la inexorabilidad del destino. Por eso para el enfrentamiento de valores en la tragedia griega propone que se ofrezca una tercera posibilidad desde la que declarar falsas las posiciones, pongamos, de Antígona y Creonte. Zizek se pregunta si la auténtica reconciliación hegeliana sea ir al comienzo del pasado inmediato y empezar de nuevo con una cierta resignación que borra el pasado encontrando alguna dignidad. Es la pérdida del Object a de Lacan, el objeto de deseo o. se pregunta: ¿Hay posibilidad de recuperar el deseo tras la pérdida absoluta tras todos los fracasos?.

RESUMEN

En este fragmento de su libro, Zizek utiliza la dialéctica para viajar hasta el límite por algunos de los estado de conciencia. ¿Qué provoca la perversión? ¿Por qué es atractiva la prohibición? ¿Qué hay al final de toda negación? ¿Hay que renunciar a la violencia? Vaya preguntitas. Él, fiel a su estilo esquivo, responde con preguntas que hacen sospechar al lector que son afirmaciones. Naturalmente no son preguntas al sujeto individual, sino al universal que ve como tras muchos avatares históricos conscientes no encuentra solución estable. Al modo de Zizek se podría afirmar – preguntar: ¿No será que la estabilidad es la muerte?

Algunos estados de ánimo:

  • Serenidad
  • estoicismo
  • hedonismo
  • masoquismo
  • sadismo
  • entusiasmo
  • alegría
  • desesperación
  • desconfianza
  • escepticismo
  • duda
  • fe
  • devoción
  • hipocresía
  • ironía
  • autorepresión
  • inhibición
  • fetichismo
  • perversión
  • duelo
  • melancolía
  • depresión
  • resignación

Sigue en (XIII)…

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