Zizek, ya nos había anunciado que su pretensión de releer a Hegel a través de Lacan y viceversa, estaría trufada de incursiones al pensamiento de sus vecinos filosóficos, tales como Kant, Fichte, Schelling… Y a ese menester dedica un buen fragmento de libro. El objetivo es acumular pensamiento para su propósito final que ya adivinamos es afrontar constructivamente el tiempo sin Dios.
Empecemos reconociendo en Fichte esta opinión tan moderna:
«El tipo de filosofía que uno sostiene depende de qué tipo de persona es«
Zizek cree que la evolución de Fichte en su concepción del Yo evoluciona desde la postulación de un Yo absoluto a una separación de lo Absoluto capaz de establecer un diferencia mínima para que emerja. Algo así como «la cantidad mínima de Yo» para que pueda emerger, ser percibido y percibirse reflexivamente. El Yo es la referencia respecto a cualquier aspiración de existencia de una realidad objetiva e independiente. El yo Absoluto se manifiesta como apariencia, él único modo de conocerlo. Las religiones son, desde el punto de vista materialista, apariciones ficticias del Absoluto. El ser de Absoluto es el aparecer, por lo que no hay que buscar un auténtico ser detrás de la apariencia. Por eso, Derrida dice que «Dios no es un Ser absoluto que persiste en sí mismo , es la virtualidad pura de una Promesa, el puro aparecer de sí mismo«. Zizek cree que Fichte no capta la vida, el movimiento, por lo que reduce la subjetividad a un mera apariencia de un ser absoluto e inamovible (Parménides). Este idealismo subjetivo entra en convergencia con el idealismo objetivo de Schelling cuando éste hace partícipe a la naturaleza del proceso de emergencia de la subjetividad. Ambos confluyen en el idealismo absoluto de Hegel, que paradójicamente postula que entre el sujeto y el objeto no es necesario interponer un fundamento tercero. Es este un siglo en el que se trata de ajustar cuentas con la metafísica y su pretensión de que hay un mundo objetivo ahí fuera y la tarea consiste en estudiar su estructura. En la filosofía trascendental lo que se estudia son las condiciones subjetivas de la posibilidad de la realidad objetiva y, finalmente, en la filosofía especulativa la subjetividad vuelve a ser parte de la realidad objetiva.
De este modo las preguntas claves son ¿Cómo puede surgir algo así como las apariencias a partir de la realidad? y ¿Cuáles son las condiciones para que la realidad se aparezca ante sí misma?. Obviamente se está refiriendo al hecho de el sujeto es parte de esa realidad y cuando reflexiona lo hace sobre sí mismo y sobre la realidad circundante, desde su cuerpo al resto del mundo. El propio sujeto tiene dudas sobre su imagen en el espejo. Hay una dificultad para el propio reconocimiento. Hay una brecha entre el yo y su propia apariencia como objeto, que se le escapa a Fichte, aunque había optado entre las dos posturas posibles para el estatuto de un sujeto inmerso en la realidad. La primera, es la inclusión mecánica (la de Spinoza) en la realidad, que no deja espacio para la libertad, y, la segunda, el yo es libre y, en cuanto Absoluto, postula la realidad. Fichte, obviamente, elige la versión idealista, pero no para caer en un yo observador de su propia vida como un sueño. El pensamiento no puede desvincularse de su propia actividad y por tanto, lejos de constituirse de forma autónoma es resultado de ésta y, por tanto, queda involucrada la voluntad y con su ejercicio los errores y el carácter progresivo de su generación. En teoría el sujeto materialista y el idealista, en su versión contemplativa, serían pasivos, pero el sujeto de Fichte es activo, comprometido en un orden moral que comparte con otros.
Kant estaba convencido de que si tuviéramos acceso directo al mundo nouménico, el que se oculta tras las apariencias, perderíamos nuestra espontaneidad moral, pues tendríamos a la vista toda la majestad y poder de la ley moral y el castigo derivado de infringirla. Por tanto, somos libres en la medida de que nuestro horizonte es el fenoménico y sólo sospechamos lo que éste oculta. Así la libertad sería «necesidad comprendida». Kant mantiene las dificultades de acceso del sujeto al noúmeno en el plano cognitivo, pero Hegel lo lleva al plano epistemológico. El problema no es de nuestro conocimiento, sino de la realidad misma. Una realidad que se gesta en el yo a partir de un obstáculo, un cuerpo extraño, un mínimo de resistencia en la subjetividad, que perturba la tranquilidad narcisista. Para Fichte, este obstáculo primigenio es el germen de la realidad objetiva. Hay una correlación en Lacan entre este obstáculo que invita al yo a postularse, a conformarse y el no-yo que limita al yo convirtiéndolo en no-todo, es decir finito. Para Fichte el sujeto es resultado de su propio fracaso en constituirse como sujeto. De ese fracaso, de esa finitud y la constatación de que el Absoluto infinito sólo puede ser a través del ser finito, deviene la desesperación, no ya de que el ideal es inalcanzable, sino que el ideal no merece la pena, ideas que, Zizek, le atribuye a Markus Seidel.
Como consecuencia emerge en Fichte el concepto de limitación. Limitación mutua entre el yo y el no-yo que ocurre dentro del yo Absoluto. No hay realidad del Yo al margen de su oposición al no-Yo y a la traumática presencia de otro Yo. Unas limitaciones que tanto Fichte como Hegel consideran compatible con el «auténtico» infinito. Una posición en la que se pone de manifiesto, en opinión de Hegel, que la relación con el otro es, al tiempo, una autorrelación. Zizek menciona un concepto parecido en el ámbito de la biología moderna. En concreto pone el ejemplo de la creación de la membrana de la célula individualizándola. Un ejemplo que permite identificar la circunstancia de que no es tanto una adaptación al ambiente, sino de como llegar a ser una entidad separada, lo que implica la autolimitación y la finitud. Lo que paradójicamente lleva al auténtico infinito de Hegel, que no es expansión sin límite, sino autolimitación activa o autodeterminación.
Para Fichte el ser humano es consciente de su limitación y la vive como un factor de su impulso infinito por salir de esta limitación. Como el Yo necesita un fundamente exterior a él para no colapsar sobre sí mismo, pero, según Fichte, el Yo abarca al no yo, la única solución es que la referencia sea otro Yo con lo que se fundamenta la intersubjetividad. Esta es la elegante solución de Pierre Livet. Zizek rechaza esta solución, porque previo al encuentro con el otro yo, cree que está el encuentro con el objeto. Zizek en este punto reivindica la figura de Fichte, más allá del solipsismo, de la locura idealista. Zizek cree que poniendo a prueba las ideas de Fichte en casos concretos cobran sustancialidad. Así cuando me planteo una meta ideal, inmediatamente me encuentro con el mundo como obstáculo y soy impelido a la acción para salvar el obstáculo. Obstáculos que depende de mi proyecto. Es mi proyecto de vida el que selecciona los obstáculos. Con esto Fichte reduce la cosa percibida a la actividad de percibirla. El origen de este choque entre sujeto y objeto no puede estar en el sujeto sólo, pues se cae en la metafísica de la generación de todo el contenido de conciencia en el propio sujeto. El genio de Fichte estaría en que la necesidad pueda ser deducida de la acción práctica. Sylvain Portier dice sintéticamente «cada no-Yo es el no-Yo de un Yo, pero ningún Yo es el Yo de un no-Yo». Es decir, cada yo crea sus obstáculos. De ahí que la libertad para Fichte es adquirida en la inacabable lucha cultural. Es importante considerar que la limitación del sujeto se deduce de forma inmanente, sin necesidad de un Dios legislador. Zizek utiliza una vez más aquí el recurso al juicio infinito de Kant, según el cual no es lo mismo negar de alguien que sea humano a afirmar que sea inhumano. En el primer caso se niega el predicado sin sugerir que otra cosa puede ser el sujeto. Sin embargo, en el segundo, en la versión cognitiva, estaría señalando que del sujeto se puede predicar infinitas posibilidades excepto la de ser humano. En la versión de Zizek se trata de lo no-humano en lo humano, lo bestial en lo humano. Forma que utiliza para afirmar que el no-Yo Fichteano no es la negación de un predicado, sino la afirmación de un no-predicado. De esta forma queda integrado el yo y su negación (el objeto). Así el yo es limitado y finito en resultado de la autolimitación y autofinitud. Así la actividad (o cualquier propiedad) puede ser postulada en el Yo o en el no-Yo, dependiendo de que el yo adopte una actitud pasiva o activa. Las causas me afectan si lo permito (diría Kant). Pero incluso cuando el sujeto absorbe toda la realidad queda un remanente que Fichte llama el «hueso en la garganta» y Lacan el «objet petit a». El sujeto en su trabajo de representación debe ser ayudado por la imaginación porque en aquella siempre hay carencias. Es la misma imaginación que ayuda a crear la X de la cosa en sí permitiendo la delimitación con el sujeto.
RESUMEN
En este tramo, Zizek explora en los idealistas alemanes los presupuestos de la concepción de la realidad autopostulada que incluye tanto al ser consciente como a la naturaleza. Un esfuerzo intelectual por entender cómo es/somos la naturaleza que nos constituye, cuando se ha disipado la idea de que un ser omnisciente se ocupó de crearla y mantenerla. Lo interesante de estas páginas es que se trata de pura especulación racional del pliegue de la realidad que somos respecto de todo el tejido del mundo. La realidad se mira a sí misma en nosotros y se atreve a especular mirando en la propia mente sobre la estructura del mundo. Con Fichte, Zizek nos prepara para Hegel, afirmando el milagro del yo finito, cuya finitud lo obliga a su propia propuesta o postulación generando la autorrelación de la mente que no es otra cosa que esa autorrelación. Lo neurólogos hablan del circuito de reentrada. El yo es actividad que se «ve» a sí misma. No hay actividad presubjetiva que la genere. Parece estar negándose que la mente sea la sofisticación de la facultad de los animales superiores de fijar su atención en el mundo exterior y sus propias sensaciones, para acabar volviéndose sobre sí misma. En algún momento de la evolución la actividad cerebral en tanto que atención empezó a llegarle el rumor de la actividad propia y a ser atención de la atención. Todo a la búsqueda de un fundamento «sin fundamento», una vez que se ha renunciado a la explicación trascendente. Sigue Zizek, pues, trabajando en darle un suelo a la nueva situación de la humanidad tras la muerte de Dios.