Zizek arranca este tramo con un desafío cognitivo: «En las fórmulas de Lacan de la sexuación, ‘no todo’ designa la posición femenina, un campo que no está totalizado porque carece de excepción, el Significante Amo.» Reconozco que no he entendido nada, por lo que voy a hacer una esfuerzo de exploración.
Las fórmulas de sexuación, que tanto critica Roger Scruton, son el resultado de la aplicación de los «matemas«. Un neologísmo de Lacan en el que mezcla el «mitema«, como átomo de significación de un mito y «mathema» que en griego clásico significa «lección». Por tanto el «matema» sería la unidad mínima de conocimiento psicoanalítico. En puridad debería haberlo llamado «psicotema», pero allá cada cual. El matema surge en una época de confrontación de Lacan con el feminismo de su época.
- Cuadro de Fórmulas de Sexuación. Carmen Nieto 2011
Como el artículo de Carmen Nieto es explícito solamente haré referencia a lo que Zizek menciona. Como se puede comprobar en 3*) se afirma, que «no existe ningún x que no esté inscrito en la función fálica«. Es decir, toda mujer está afectada por la función fálica. Entiendo que se refiere a que las mujeres están psicológicamente afectadas por el falo. Es decir, su goce y muchas actitudes depende del falo. Después concede en 4*) «No todo x está inscrito en la función fálica«. Con lo que parece aceptar que algunas mujeres podrían estar menos interesadas en el falo. En cualquier caso, esto se puede decir directamente sin la pedantería de las fórmulas de la lógica de predicados y conjuntos. También se puede objetar que el psiquiatra Lacan no parece interesado por la función «vagina», que tanto condiciona la vida de los varones. La otra palabra clave es «significante Amo» que se refiere a la palabra que gobierna el pensamiento en un momento determinado aglutinando a los demás conceptos en torno a él. En general son los significantes relacionados con el Gran Otro o provenientes de él, los que funcionan como tal. Se podría decir que el pensamiento crítico es aquel capaz de librarse de los significantes opresivos para mirar en otra dirección.
Ahora la frase puede ser interpretada, con abundantes dudas, como que «lo femenino» no es un conjunto cerrado exclusivo de las mujeres. Zizek saca esto a colación para afirmar que el Espíritu Santo es femenino, pues propugna una comunidad sin líder, sin amo. Consideración que extiende a Cristo. Cree que su actitud es pasiva al modo de la Isabel Archer de James o la Sygne de Coûfontanine de Claudel. Cristo no es un amo, sino un objeto de deseo (object a). Un carácter femenino que postulaba comportamiento que ponían en riesgo el esquema jerárquico de las sociedades de su tiempo. Tanto San Agustín, como Santo Tomás de Aquino, según Zizek, mitigaron la interpretación directa de las prédicas de Jesús para hacerlas compatibles con las estructuras de poder de la época. Según Zizek, el cristianismo realizó su concepto, no en la Iglesia como institución ni en las conciencias, lo hizo en los partidos revolucionarios y en las sociedades psicoanalíticas. Es decir en los colectivos ateos. Paradójicamente, para Zizek, el cristianismo se realiza en el materialismo, sin necesidad del fetichismo de un soporte material como sería el propio cuerpo vivo de Cristo. Cree que su propuesta de ateísmo es la verdadera, la que saca todas las consecuencias de la desaparición del gran Otro (Dios), que no puede sobrevivir ni como ente virtual simbólico. Se desafía la apuesta de Pascal y propone dos tesis provocadoras:
- El cristianismo el único ateísmo realmente coherente
- Los ateos son los únicos auténticos creyentes
Zizek rechaza actuar como si Dios existiera aunque no se haya perdido la fe y comparte con Diderot la idea de que sólo es decente la postura de actuar moralmente sin tener en cuenta la existencia del Dios compensador y vengativo. Zizek propone que Dios muera dos veces: como real y como símbolo: primero en el judaísmo y después en el cristianismo. Por mi cuenta digo que los mas destructivos autócratas en sus fases de represión no han querido destruir sólo los cuerpos de sus enemigos, sino también sus espíritus. Zizek encuentra un paralelo entre el tránsito desde el paganismo al judaísmo y de éste al cristianismo con la evolución política del poder autoritario a la democracia y de ésta a la revolución. Cree que solamente con el poder revolucionario muere realmente el gran Otro histórico, pero, por supuesto, que con él no desaparece todo gran Otro, sino que es sustituido. Uno de los sustitutos, según Zizek, es el sistema electoral, que deber ser obedecido, sea cual sea el resultado de las votaciones. Para corregir los defectos de la democracia se han propuesto algunas llamativas soluciones, como hace Karatani, con su elección por sorteo. Es el momento para reflexionar en los detalles de como sustituir al gran Otro divino y, desde luego no es eliminando la democracia. Si a un ciudadano normal se le otorga poder se le da un aura que no le pertenecía y que debería perder cuando acabe su mandato, lo que contradice las experiencias con casos de sustituciones temporales que, inmediatamente, al recibir la banda del poder, decidieron ejercerlo como si no hubiera límite, desde el Mago de Oz a Urcuyo en Nicaragua o Puigdemont en Cataluña.
Rebuscando en nuestros universales existenciales para construir una solución, Zizek nos dice que, para Lacan, la máxima del psicoanálisis es, parafraseando a Kant: «¿Has actuado en conformidad con el deseo que hay en ti?«. ¿Puede el ser humano contradecir este principio?. Se proporciona el ejemplo del monje franciscano antisemita Maximilian Kolbe que se ofreció a sustituir en un campo de concentración nazi de Auschwitz a un judío con familia en el grupo destinado a morir como represalia por la huída de un prisionero. Zizek cree que hay que afrontar la doble moral del monje, capaz de lo peor y lo mejor contra, incluso, el principio de placer. Un acto ético no es completamente explícito, pues puede ocultar motivaciones extravagantes, que provocan la generación de explicaciones no menos extravagantes para explicar lo que perturba. Es curioso el comentario de Freud sobre la falta de interés de la humanidad por la felicidad, «con la excepción de los ingleses», según su extraño comentario. Ofrecerse como víctima es ir «más allá del principio de placer«, lo que es poco habitual. Cabe una ética inmoral como la que exhibe Don Giovanni en la ópera de Mozart o la Carmen de Bizet que prefieren la condenación y la muerte para ser fieles a sus vidas disoluta. Según Edelman la posteridad (tener hijos con la responsabilidad asociada) es enemiga del deseo y su goce. La ética inmoral es la que propugnaba Nietzsche al hacer prevalecer la fuerza y la vitalidad contra el resentimiento del débil. Zizek, no deja de provocar y considera que Stalin no fue demasiado inmoral, sino demasiado «moral», pues se apoyaba todavía en la figura del gran Otro (el padrecito). Incluso Merleau-Ponty redime al terror estalinista «si tiene éxito«. Momento en el que un «Juicio Final» redimiría a las víctimas inocentes del proceso de conquista. Todo ello, obviamente, una perversión incompatible con una ética para «después de Dios«. Es una ética del poder que estaría autorizada a hacer «cualquier cosa» por el bien del conjunto social (es la Razón de Estado o Seguridad Nacional) opuesta a una ética «rusa» de devoción abnegada a la humanidad teorizada por Dostoyevsky. Tal parece que todo se desploma ante la idea de que no hay gran Otro y, por tanto, no hay referencia para juzgar.
Por mi parte añado, que dado que se ha comprobado que, en tiempos de paz, existen sociedades que aceptan la pena de muerte, la ablación o consideran tabú el consumo de cerdo, mientras hay otras que rechazan tales preceptos sin que, ni unas ni otras, tengan, al parecer problemas de culpa o sensación de bochorno, se podría decir que las emociones de los nacionales respectivos están condicionadas a esas costumbres. La consecuencia es que no se puede buscar en la repugnancia o en el disfrute el criterio de bondad de estas u aquellas costumbres. Esta plasticidad de las emociones juega un papel parecido al de la independencia de la velocidad de la luz respecto de la velocidad de su fuente, que tiene como consecuencia que la experiencia visual en sistemas físicos que se mueven a velocidades distintas es, paradójicamente, la misma. Del mismo modo, la intensidad de las emociones es independiente de la ferocidad de las costumbres, siendo igual de placentera la vida en sociedades con hábitos muy distintos, si se ha crecido en estos países. Por tanto, aceptada la relatividad de las reglas morales, pero necesitados de un punto de referencia (gran Otro), no queda más remedio que fijarlo convencionalmente como se hizo, en su momento, con el «invento» del concepto de Dios. Este punto no puede ser otro, en mi opinión, y exclusivamente para la especie humana, que el respeto de la integridad física y psíquica de cada individuo, sin que nadie bromee diciendo que, es ese caso, no es posible amputar el apéndice para evitar la muerte por peritonitis (por aquello de la integridad). Lo cierto es que las palabras no agotan las intenciones y una vez expresado un discurso, queda ahí a disposición de la sofistería para ser contradicho.
Zizek considera que el objetivo de justicia requiere mancharse las manos. Cuando un poder no cumple con su deber de cuidar de los ciudadanos, debe ser combatido. Pero esta ha ocurrido siempre con y sin teoría moral. La cuestión, es qué es un objetivo de justicia. La nueva situación sin Dios requiere replantearse la relación con el gran Otro. Un nueva moral. Lacan dice que la relación con el gran Otro tiene una primera fase de entrega (alienación) del individuo a esa corriente de opinión social y luego un distanciamiento (separación) cuando se advierte que las carencias propias no serán satisfechas en el gran Otro. Es lo que vivieron los comunistas europeos al descubrir las atrocidades del estalinismo. En todo caso ya no debemos esperar un Juicio Final, sino advertir, como dice Kafka que:
«Sólo nuestra concepción del tiempo nos impulsa a denominar así al Juicio Final. Es, de hecho, una suerte de ley marcial».
RESUMEN
Zizek ha dado un paso más en su estrategia de mostrar un camino para resolver la paradoja de que «si Dios no existe nada está permitido«. Es decir que con la muerte de Dios no ha desaparecido en gran Otro, que sigue presentándose en forma de partido político, ideología, significante Amo o nombre del Padre.