Cuando pintan bastos, aquellos a los que les va bien las cosas hablan de hechos y a los que les va mal hablan de derechos. Un hecho es una circunstancia que se está dando en el mismo momento en que se habla de ello y tiene la fuerza de lo ineludible. Por ejemplo, que el Sistema de Pensiones es deficitario. Un derecho es la facultad de exigir aquello que corresponde por estar legítimamente pactado. Un ejemplo de derecho es cobrar la pensión que ha sido financiada por el trabajo propio durante toda la vida. ¿Cómo conciliar hechos y derechos cuando los primeros contradicen a los segundos? con PREVISIÓN. ¿Cómo es posible que se haya dejado degradar el círculo virtuoso que empieza en la natalidad y la inmigración, sigue con un sistema productivo que dé trabajo a la propia población, continua con las cotizaciones correspondientes y acaba con el cobro sin sobresalto de las pensiones y la prestación de los servicios públicos básicos?. Es decir, ¿Por qué no tenemos noticias de una política de igualdad de la mujer que haga atractivo tener hijos antes de los treinta años? ¿Por qué recibimos continuamente malas noticias acerca de las inversiones en investigación, que es la única salida para ser un país rentable para sí mismo y con productos atractivos para el resto del mundo? ¿Por qué se dicen tonterías como que lo jóvenes ahorren para pagarse un plan de pensiones privado con sueldos de supervivencia? ¿Por qué se siguen arrastrando lo pies para una reforma fiscal acorde con la situación financiera del país, que tiene el mayor déficit europeo y una deuda en torno a la producción de un año entero? ¿Por qué se mira con indolencia la degradación de la clase media que soporta el 85 % de los impuestos directos?

Es decir, la PASIVIDAD de los políticos de hoy son los HECHOS de mañana que llevarán a la violación de los derechos adquiridos hoy. Hechos que serán mucho más graves y, quizá por ello, se alienta su empeoramiento para poder decir: «señores y señoras, ¡esto es lo que hay!» A cualquiera que argumente con hechos hay que preguntarle dónde estaba cuando se gestaron las condiciones que los crearon y, desde luego, si estaba en su origen, inhabilitarlo para buscar la solución.

Hace treinta años, en una comida protocolaria con un célebre amigo, compañero de conferencias técnicas y un concejal del ayuntamiento de la ciudad anfitriona, salió el tema de los cambios de chaqueta política cuando estaban caliente la transición. Yo dije que un político franquista, sincero enemigo de la democracia, no debía deslizarse astutamente para aparecer como miembro de un partido demócrata. El concejal, que por su reacción debía entrar de lleno en la categoría, dio imprudentemente un puñetazo en la mesa, diciendo: ¿Entonces qué? ¿ME tengo que ir a mi casa? y yo le dije, llevándome el café a los labios: SÍ.

Las élites económicas y políticas sólo tiene derecho a una parte extra de la tarta productiva, resultado del trabajo de todos, si se dedican con diligencia a la tarea de cuidar del conjunto de los intereses nacionales. Si no, no hay pacto y se exigirá austeridad para todos. No vale querer estar en la cumbre sólo para esperar a que llegue el viernes y disfrutar del sobresueldo que corresponde a verdaderos responsables. Si no lo son, si han contribuido con su desgana o incompetencia a crear los hechos que hoy nos amargan, deben, como el concejal franquista, tanto si son políticos como altos dirigentes de la cosa pública, Irse a casa.

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