Este libro es un intento serio para que el mundo fije su atención sobre lo que es relevante frente a lo que es importante, pero menos decisivo, en opinión del autor. Por ejemplo, considera que hoy se habla de globalización, los cambios en la tecnología, de desigualdad, educación y política fiscal. Los conservadores, en su opinión, tienden a subrayar las dos primeras, mientras que los «liberales» (la izquierda europea) prefieren destacar la desigualdad por falta de inversión pública en educación, lo que se explica por la reducción de impuestos que favorece a los ricos. Pero, para el autor, hay otras fuerzas actuantes que suelen pasar inadvertidas en los debates políticos. La desigualdad es creciente desde 1980 entre el 1 % de la población más rica y el resto. Pero las diferencias entre países en el grado de crecimiento y en la forma de distribuir los resultados no se pueden explicar solamente en términos económicos. Al contrario él cree que fenómenos económicos como que el crecimiento sea más alto que los intereses gracias a la tecnología o la inflación son, fundamentalmente fenómenos políticos. Igualmente piensa que la deuda de los países es consecuencias de errores de gestión. Ferguson sospecha que hay mucho de darwinismo en el funcionamiento de la economía, no tanto con las personas, cuanto en los mecanismos de financiación como «seres» de cuya correcta selección depende el futuro, pues las crisis elimina a los dinosaurios financieros y permite el desarrollo de nuevos enfoques. En su opinión, aplicar el «diseño inteligente» a las finanzas puede estar bien en el principio, pero luego hay que dejar que la realidad pula y depure. Por eso es tan complicado prever una crisis. Tanto como una epidemia o un terremoto.

Acusa a la regulación-desregulación de los años 80 el que los bancos se volvieran más osados al inflar sus balances de forma imprudente respecto a los depósitos, pero, como eso ocurrió también en Alemania o España, la culpa no puede ser de Reagan, como si Europa no hubiera demostrado sobradamente su seguidismo respecto de Estados Unidos en tantas cosas, incluidos los usos financieros.

Al principio de su libro, Niall Ferguson cita a Adams Smith en La riqueza de las naciones, cuando se refiere a un estado que no crece:

«Aunque la riqueza de un país pueda ser muy grande, si ha padecido un estado estacionario, no cabe esperar altos salarios entre los trabajadores… Es en una situación de crecimiento, mientra la sociedad está en fase de avance, mejor que cuando ha alcanzado la máxima riqueza potencial, que la situación de los empleados pobres es más feliz y confortable. En la fase estacionaria, la situación es dura y en la recesión es miserable. La mejor situación para todos los estamentos sociales es la de un estado en crecimiento. El estado estacionario es aburrido y la recesión melancólica.»

«En un país también, donde, aunque el rico o el propietario de grandes capitales disfrute de altos niveles de seguridad, el pobre o el propietario de capitales modestos pasa miedo, y bajo pretexto de hacer justicia, pueda ser saqueado en cualquier momento por funcionarios con poder… (Entonces) en las diferentes ramas productivas, la explotación de los pobres puede asegurar el monopolio de los ricos, que asegurándose el control de los negocios sólo para ellos, se aseguran grandes beneficios.»

El llamado estado estacionario es la peor situación imaginable. La tesis de Ferguson es que estamos instalándonos en una fase del capitalismo en Occidente que podríamos considera así.

¿En qué momento perdió Occidente el camino del crecimiento? ¿Cómo se ha llegado a este punto de estancamiento?. Desde luego, Ferguson, no piensa que sea por que falten estímulos.  Niall Ferguson es un historiador de la economía que considera que preocuparse de la desigualdad entre ciudadanos de un mismo país es perder el tiempo, porque lo que realmente interesa es la caída del poderío económico de los Estados Unidos respecto de China y la deuda que la actual generación va a dejar a la siguiente. Y no lo hace tanto porque considere que la desigualdad no es importante, sino porque considera que no es «lo más importante», como piensa Thomas Piketty, el economista francés. Niall es escocés, (algo tendrá que ver en su posición vital). Nació en 1964 y ha tenido un éxito extraordinario como escritor y conferenciante. Sus tesis son duras y, en el libro que se reseña, se explican en su naturaleza y en sus consecuencias. El libro es duro ya desde el título. La gran degeneración se refiere al hecho de que países (generalmente occidentales) con instituciones que ha funcionado bien están degradándose, principalmente, porque sus instituciones lo están haciendo por un fenómeno entrópico que tiene los siguientes factores principales, que el llama cuatro cajas negras:

  • Democracia
  • Capitalismo
  • Estado de Derecho
  • Sociedad civil

El buen funcionamiento de cada uno de estos aspectos de la sociedad humana están involucradas instituciones. En el caso de la democracia, son los partidos políticos y todo aquellos agentes (jueces, Juntas Electorales, Ombudsmen)  que trabajan para que las elecciones sean limpias; por supuesto, el Parlamento como sostén de la legislatura y el Gobierno como ejecutor de las políticas. Considera que el Estado de Bienestar no debe confundirse con la democracia y hace una broma sin gracia sobre su nacimiento: según él, usando la metáfora de un panal de abejas, el estado de bienestar es un invento de los zánganos para que las obreras trabajen para ellos. Zánganos que reclaman servicios que hay que financiar endeudándose y comprometiendo a las generaciones siguientes. Todo el mundo reclama ser demócrata hoy en día. En cuanto al capitalismo, pone en juego la idea de hasta qué punto las regulaciones que los gobiernos y parlamentos disponen lastra el buen funcionamiento del sistema.

En cuanto al Estado de Derecho considera que ni la democracia, ni el capitalismo pueden funcionar sin un sistema efectivo de justicia. donde las leyes puedan ser impuestas si hay infractores; los derechos individuales puedan ser respetados y las disputas resueltas en forma pacífica y racional. Considera que el Estado de Derecho generado en los países angloparlantes ha resultado el más efectivo, pero cree que está en peligro porque está derivando en una especie de sistema gobernado por los abogados antes que por las leyes. En cuanto a la sociedad civil, el mundo del voluntariado que trabaja para fines sociales sin ánimo de lucro, en clubes y organizaciones, cree que es un mundo que declina quitando uno de sus principales pilares a la estructura de una civilización. Se pregunta si las relaciones que se crean a través de las redes sociales son la forma moderna de hacerlo y se responde que no. En definitiva, estos cuatro aspectos de la vida civilizada se encarnan en instituciones y, por tanto, de éstas depende su éxito. Cada individuo pertenece o está involucrado en un gran número de instituciones, ya sea por obligación, ya sea por afición. Algún conjunto de instituciones favorecen la vida libre y creativa y otras son nocivas, como las violentas asociaciones de hooligans.

Son mucho los autores que han llegado a conclusiones parecidas, pero ninguno pone el énfasis donde lo pone Ferguson. Él cree que las instituciones fallan porque existe una especie de entropía de las instituciones buenas que devienen malas porque se quiere destruir el estado de derecho o el libre mercado. Ferguson se pregunta qué se está haciendo mal en Occidente en estos momentos. En su opinión se está actuando sobre los síntomas mientras está instalándose el estado estacionario y paralizante que Adam Smith denunció. Un estado de cosas en el que las élites se corrompen y los pobres sufren extraordinariamente.

Se está produciendo un proceso de traslación de la eficacia de las instituciones de Occidente a Oriente con espectaculares efectos económicos. Empieza su análisis con la decadencia relativa de USA que muestran las siguientes dos imagenes:

(Todas las imágenes provienen de la conferencia de Ferguson en Chile. https://www.youtube.com/watch?v=S_VIF_l4Ulc

Ferguson 19

Ferguson 2

Por eso discute la pretensión de Piketty de que es la desigualdad interna de los países la clave de los problemas actuales. Ferguson cree que ni las diferencias genéticas, ni las diferencias climáticas, ni la distribución en las materias primas, ni siquiera la práctica del imperialismo es el origen del problema. El cree que la mejor explicación de por qué Occidente desarrolló una civilización más rica que Oriente, lo que se llamó «la gran divergencia», está en el funcionamiento de las respectivas instituciones. En un caso, el de Oriente, instituciones basadas en dinastías consumidoras de recursos, bajo crecimiento y, en el de Occidente, una economía de rápido crecimiento, una sociedad civil muy activa organizándose, un gobierno meno interventor y unas relaciones impersonales reguladas por la ley incluyendo los derecho de propiedad, la justicia y, al menos en teoría, la igualdad. De este modo se pasaba de un estado natural de cosas muy frágil a uno más maduro y abierto para las relaciones entre elites. Era un paso intermedio hacia una sociedad completamente abierta como la que disfrutamos ahora, que son resultado de las dos conmociones del siglo XVIII: la revolución americana y la francesa, que abrieron las posibilidades a todos.

Fukuyama establece que las tres condiciones para esta sociedad son: un estado fuerte, la subordinación del Estado a la ley y la responsabilidad del estado con todos los ciudadanos. Acemoglu y Robinson consideran que la clave entre países fallidos y países con éxito reside en contar con derechos políticos activos que permiten el acceso de todos a las oportunidades de económicas, pasando de tener instituciones extractivas (parasitarias) a tener instituciones inclusivas (proactivas). Ferguson cita a Hernando de Soto y a su experimento relatado en el libro The Mystery of the Capital acerca de cuánto tiempo se necesita en Perú para montar un negocio o construir un edificio. Estas dificultades obligan a que los pobres sobrevivan fuera de la ley. Lo que genera propiedades ilegales que se pueden considerar capital muerto, por no entrar en el juego financiero que posibilita la actividad económica. Energía financiera que no es utilizada condenando al país a la pobreza crónica. Ferguson, también utiliza el caso de Tarek Bouazizi, el joven tunecino al que se le expropió su carrito con viandas que era su única forma de vida. Tarek se quemó enfrente de la comisaría y fue el fulminante de la revolución de Túnez que expulsó al presidente Zine Ben Alí y a su régimen. Tarek tampoco podía usar su casa como garantía para emprender un negocio mayor porque no tenía escritura. Si el estancamiento de las instituciones de estos países provoca el estancamiento económico, es razonable pensar que la revolución inglesa de 1688 fuera clave para romper con las restricciones de la actividad económica en Inglaterra que imponían élites ociosas dedicadas a parasitar a la población comerciante y trabajadora. La liberación trajo la mejora de la agricultura, la expansión del imperio y la revolución industrial.

Si todo esto es cierto, Ferguson cree hay que convenir con Adam Smith que el actual estancamiento de Occidente debe tener explicación en una degeneración de sus instituciones. Y que el éxito de Oriente reside en haber copiado con provecho el funcionamiento de las instituciones occidentales. El primer país fue Japón nada más acabada la II Guerra Mundial y, aún, bajo el control político de los Estados Unidos. Así, bromea Ferguson, los países orientales se «han bajado» las siguientes aplicaciones:

  1. Competencia económica
  2. Revolución científica
  3. Los derechos de propiedad
  4. Medicina moderna
  5. Sociedad de consumo
  6. Ética del trabajo

Han añadido una burocracia eficiente y cuentan con una enorme fuerza de trabajo bien formada. Véase la impactante diapositiva que sigue:

Ferguson 13

Como se puede ver por el informe PISA, los hijos de la clase trabajadora china tiene mejor puntuación en matemáticas que los hijos de las elites profesionales de Estados Unidos.

Ferguson rechaza el argumento de que la crisis de 2007 se deba a la desregulación que empezó con Ronald Reagan y remató Bill Clinton anulando la Glass-Steagall Act de 1933 (surgida de la Gran Crisis de 1929), dejando las manos libres para que los bancos comerciales se dedicaran a la fantasía financiera provocando y favoreciendo el endeudamiento público y privado al salir al mercado a la aventura gran parte de los depósitos de los contribuyentes. Así se acabó con la era de los bancos aburridos para pasar a la de los bancos temerarios, según afirma Paul Krugman el economista Premio Nobel.

Ferguson, aunque declara no querer lavar la cara de los bancos, considera que esta historia de la desregulación está muy equivocada. El primer argumento es que la caída de los bancos Lehman Brothers y Bear Stearns se habría producido igual con la Ley Glass-Steagall, porque eran bancos financieros. También rechaza que el crecimiento de la productividad en la posguerra se debiera a que los bancos comerciales estaban bien atados. Reconoce que hubo un gran crecimiento, pero que la mayor velocidad se alcanzó tras la llegada al poder de Reagan. En lo que, seguramente, algo tuvo que ver la mejora en la educación y la innovación tecnológica, además de la incipiente globalización. Ferguson rechaza la relación control bancario-crecimiento y la relación descontrol bancario-crisis. Él cree que la desregulación no es mala, pero la mala desregulación sí, especialmente si va acompañada de malas decisiones monetarias y fiscales, como demostró la crisis de los años 70 y la de los años 2000. Ferguson, sorprendentemente piensa que la crisis de 2007 se debe a un exceso de regulación y decisiones perniciosas y da tres razones:

  1. se incentivó con participaciones a los ejecutivos de grandes bancos de propiedad pública para que aumentaran el valor de las acciones de sus instituciones. Naturalmente, el camino que utilizaron fue el de maximizar el tamaño de las actividades de los bancos en relación a su capital.
  2. Se autorizó desde 1996 a fijar los requisitos de sus capitales sobre la base la estimación de sus riesgos internos. Evaluación que se confió a agencias privadas de rating.
  3. Los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal, desarrollaron una peculiar doctrina monetaria, según la cual debían intervenir bajando los intereses si los precios de los activos bajaban con rapidez, pero que no debían intervenir si subían bruscamente, siempre que no afectara a la inflación. De este modo los bancos centrales se auto-excluían de un brusco calentamiento de la economía que llevara a una burbuja. Se suponía que sólo había que preocuparse de los precios del consumo, pero, por alguna oscura razón, no de la inflación de los precios de las viviendas.
  4. El Congreso de los Estados Unidos aprobó una legislación para incrementar el porcentaje de ciudadanos de bajos ingresos que eran propietarios de sus viviendas,. Con ello, produjo una distorsión del mercado de las hipotecas con la intervención de las agencias inmobiliarias oficiales (Fannie Mae y Freddie Mac). Un impulso por razones sociales y políticas para que familias de bajos ingresos se comprometieran al pago de créditos a largo plazo.
  5. El gobierno chino que gastó billones de dólares para prevenir la apreciación relativa de su moneda respecto del dólar. Lo que hizo para que los productos chinos fueran altamente competitivos en los mercados occidentales. La consecuencia no prevista fue proporcionar a los Estados Unidos de una línea de crédito enorme que favoreció una burbuja en el mercado inmobiliario.

De todo este proceso solamente es atribuible a la desregulación, según Ferguson, el mercado de derivados como los Swaps, que la agencia de seguros AIG, a través de su oficina de Londres, vendió en enormes cantidades. Pero, Ferguson no considera a esta iniciativa la primera causa de la crisis, porque los bancos son la clave de la crisis y los bancos, según nuestro autor, estaban regulados.

En su opinión, el daño hecho por los derivados no debe llevar a la eliminación de los inventos financieros, del mismo modo que no se debe eliminar a Amazon por las consecuencias que tiene sobre las pequeñas librerías. Ferguson cree que la innovación financiera no debe ser parada por la regulación financiera. Los legisladores y reguladores actuaron con indiferencia provocando consecuencias inesperadas. Tiene razón Ferguson en hacer reproches a los legisladores, porque en las audiencias que se celebraron en el Congreso de los Estados Unidos los ejecutivos involucrados pudieron aguantar el fuego graneado de los comisionados con rostro de cemento con la única frase de «no será ético, pero es legal«. Puede uno imaginarse las risotadas en privado desde cualquier resort caribeño. Pero insiste en que no es una cuestión de regulación financiera, pues ya Adam Smith en 1772 la propuso. Por eso, cree que la cuestión no es si se necesita más regulación, sino «Qué tipo de regulación financiera funcionará mejor«. Citando a Karl Kraus en su irónica definición del psicoanálisis, dice que «la regulación financiera es la enfermedad que pretende ser el remedio«. También cita John Mark, ex-jefe ejecutivo de Morgan Stanley que dijo a los legisladores: «No podemos controlarnos a nosotros mismos. Ustedes deben entrar y tomar el control en Wall Street«.

Esta pasión por la regulación la atribuye Ferguson a los enemigos del Estado de Derecho y uno de ellos es una mala ley y, Ferguson cree, la sobreactuación legislativa después de la crisis es la prueba. Páginas y páginas, reguladores y reguladores en una intrincada trama que no garantiza que se pueda evitar la próxima crisis. Ferguson no entiende cómo se compatibiliza limitar los préstamos que dan los bancos con la recuperación económica.

Si Darwin extrajo su teoría de la selección natural de la lectura de Malthus está por ver, pero, como dijo Bagehot: «La ruda y vulgar estructura del comercio inglés es el secreto de su vida; porque contiene la tendencia a la variación, que, tanto en el reino social como en el reino animal, es el fundamento del progreso«. La innovación es una mutación y no puede ser impedida, si no la vida social se paralizará y pronto acudirán las élites extractivas a vivir en la holgazanería a costa de los demás, como Smith pronosticó. La regulación post-crisis no puede abarcar toda la complejidad del sistema financiero moderno para atarlo de pies y manos. Ni siquiera es deseable. La solución que da Ferguson la basa en las reflexiones de Walter Bagehot en 1873, según las cuales la complejidad del sistema financiero de Londres era tal que iba acompañado de una gran fragilidad, porque se basaba y,  todavía se basa exclusivamente, en la confianza de un ser humano sobre otro. Confianza que cuando desaparece bruscamente por razones desconocidas, un pequeño incidente puede dañar al sistema y uno grande destruirlo. Un sistema que no tenía más paracaídas que el Banco de Inglaterra, una entidad con la mayor cantidad de capital ocioso del país. Hoy en día, ocurre del mismo modo. Todo los actores económicos están comprometidos y su fortuna va y viene. En caso de catástrofe ninguno puede ocuparse del conjunto. Por eso Bagehot propone que, en caso de crisis, el banco central debe poner liquidez a disposición de los actores económicos pero a un alto interés, para que sólo lo tomen los que realmente lo necesitan. Justamente lo contrario que se ha hecho en la crisis del 2007, que se optó por dinero barato casi a cero interés. También se ha despreciado lo que Bagehot dijo acerca de que al frente de los bancos haya gente con gran experiencia en tratar con los mercados de valores. Y en especial al frente del Banco Central, donde debe haber alguien experimentado y «aprehensivo» para que intervenga cuando vea que crece el crédito demasiado o sube en exceso el precio de los valores. También debe contar con suficiente libertad (latitude) para fijar requisitos de las reservas, tasas de interés y flujos de las compras y ventas de valores en un mercado abierto. Todo ello sazonado un buen conocimiento de la historia de las finanzas para prender del pasado. Sin olvidar, añade Ferguson, que quien transgreda las normas debe pagarlo caro. Los que ponen el énfasis en las desregulación como causa de la crisis, deben tener en cuenta, también, el clima de impunidad reinante, que procedía, no de la desregulación, sino de la ausencia de castigo.

Siempre habrá codiciosos alrededor de las actividades bancarias. Pero cometerán fraude si saben que no hay ni vigilancia, ni castigo. El fallo en aplicar la regulación, es decir, la ley, es uno de los aspectos más perturbadores desde 2007. El número de los que han pagado con cárcel sus tropelías es ridículamente bajo. He aquí de nuevo las cuestión de las instituciones que, si funcionan mal, todo va mal. Ferguson cita a Voltaire cuando dijo que «Los británicos ejecutan, de vez en cuando, a un almirante para que los demás tomen nota«. Si los banqueros pueden impunemente transgredir las leyes delante de los ojos de los reguladores, no hay esperanza. Pone el ejemplo de Angelo Mozilo que fue penalizado con 67,5 millones de dólares por fraude en las hipotecas cuando había recibido 522 millones durante su gestión como CEO de su empresa (Countrywide Financial). Y esto no puede consentirse. De modo que ni exceso de regulación, ni impunidad. El mundo financiero funcionará mejor y será menos frágil con reglas sencillas y dureza en su aplicación.

Las pistas de la degradación de las instituciones que denuncia Ferguson son:

  • La ruptura del pacto intergeneracional expresado por la deuda pública y privada de los países. En azul el incremento en impuestos para corregir la situación y en rojo el recorte en gastos necesarios para el mismo fin.

Ferguson 14

  • Excesiva complejidad y reglamentación de la actividad, que se traduce en lentitud de la activación de iniciativas.
  • La complicación del entramado legal por la acción de los abogados. Rule of lawyers vs. Rule of law. Adviértase en la figura inferior el incremento en el número de páginas legales en los últimos 100 años.

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  • Declinación de la sociedad civil, en forma de menor interés en el apoyo del voluntariado. Este es un punto muy relevante, pues como dijo Raúl Guerra Garrido, «Hay más trabajo que puestos de trabajo«. Como se ve en la figura inferior hay una caída importante de la contribución del voluntariado en tareas sociales.

Ferguson 20

Todos estos parámetros están en su peor momento y, por eso, sufren las instituciones y si sufren, sufre toda la sociedad. En particular discute el reproche de elitista que se hace a la existencia de clubes privados y a la existencia de colegios privados. Está de acuerdo en la existencia y proliferación de colegios públicos, pero considera que ésto tiene un límite, especialmente en sociedades donde la formación general es universal. Pero cree que el monopolio de la educación tiene los mismos problemas de cualquier monopolio: la caída de la calidad debido a la seguridad que proporciona y la ausencia de competencia. No debe costar trabajo, incluso cuando se perjudica a las propias coordenadas ideológicas, reconocer la contribución de instituciones educativas privadas al elevar los niveles de calidad. Ferguson no pone al sistema público frente a la existencia de instituciones privadas. Cree que deben existir ambas.

En la figura inferior hay una medida subjetiva de la percepción de la confianza en las instituciones norteamericanas.

Ferguson 10

Ferguson concluye con una matriz interesante, que propuso el, afortunadamente, olvidado Secretario de Estado de George W. Bush Donald Rumsfeld. Ferguson aportó una más. Se trata de formas de información con que se cuenta o se puede contar:

  • Conocimiento que se sabe que se tiene (known knowns)
  • Conocimiento que se sabe que no se tiene (known unknowns)
  • Conocimiento que no se sabe que no se tiene (unknown unknowns)
  • Conocimiento que no se sabe que se tiene (unknown knowns) (aportación de Ferguson)

LO QUE SABEMOS QUE SABEMOS

Somos conscientes de saber, porque no va a cambiar en un futuro razonables:

  • La distribución de la inteligencia de los seres humanos
  • Los sesgos de la mente de las personas
  • El crecimiento de la población
  • Las reservas de metales y tierras raras
  • La difusión de la tecnologías
  • El aumento de la población urbana por la ventaja de su economía de escala

LO QUE SABEMOS QUE NO SABEMOS

Aquí, Ferguson, sitúa las reservas de minerales y recursos en el planeta, así como la nueva tecnología que ha de llegar en el ámbito de lo que sabemos que no sabemos. También sabemos que no podemos conocer el impacto de las crisis sobre los precios de las materias primas en el futuro. Del mismo modo, también sabemos que no sabemos los desastres naturales que pueden llegarnos en cada momento. Sin embargo, sí sabemos que el número de víctimas crece con la concentración urbana.

LO QUE NO SABEMOS QUE SABEMOS

Lo que no sabemos que no sabemos es un ámbito que por su propia naturaleza impide cualquier pronóstico, pero lo no sabemos que sabemos tiene que ver con la ignorancia de los que toman decisiones sobre lo que la historia nos enseña. Por ejemplo, acerca de las burbujas de los precios de los valores, la corrupción política, la desigualdad de ingresos o la indecisión para abordar la inflación para prevenir una crisis económica. En el ámbito político se sabe que la subida de los precios de los alimentos básicos, la existencia de un amplio segmento de jóvenes, la existencia de una clase medias emergente, una ideología destructiva, un régimen antiguo y corrupto y la debilidad del orden internacional producen disturbios como los que se pueden observar en Oriente Medio.

LA DEUDA, LOS VIEJOS Y LOS JÓVENES

La situación actual de falta de perspectiva ha derivado en un aumento de las deudas de los países occidentales, pues piden dinero prestado para gastar lo que no han ganado previamente en capacidad productiva. Parece claro que un problema como el de la desigualdad dentro de un mismo país, salvo que se traduzca en disturbios, pasa a ocupar un lugar secundario en los problemas de nuestra área geoestratégica, en opinión de Ferguson. También cree que ni la austeridad, ni los estímulos monetarios son la solución, pues las razones son más profundas. El enfoque institucional tiene la ventaja de que no deja la solución en la mano invisible del mercado, sino que apela a acciones voluntarias de carácter educativo, axiológico y político que pueden cambiar el signo de la actual decadencia.

Deuda 2016

Ferguson interpreta la deuda dramáticamente como que las actuales generaciones de votantes viven a expensas de aquellos que, son demasiado jóvenes o incluso no han nacido. Él estima que a precios actuales, la diferencia entre las obligaciones actuales y los ingresos del futuro homogeneizados es de 200 billones de dólares (unidades europeas), lo que tendrá dramáticas consecuencias sobre los impuestos y los gastos públicos del futuro. Para corregir la situación se ha estimado que se necesitaría un incremento de los ingresos por impuestos del 64 % o un corte del 40 % de los gastos del estado. Esta idea ya la había anticipado Edmund Burke en su libro Reflections on the Revolution in France de 1790:

«La sociedad es, desde luego, un contrato… no sólo entre aquellos que están vivos, sino entre los vivos, los que han muerto y aquellos que todavía han de nacer»

Ferguson cree que el gran desafío actual de las democracias maduras es cómo restaurar el contrato social entre generaciones. Un contrato, por cierto, que nunca fue explícito cuando la explotación de la población era groseramente insoportable. Es decir cuando los grandes capitales se acumularon en el siglo XIX y principios del XX. Después la productividad generada por la tecnología ha pacificado las tensiones aunque no haya paliado la desigualdad. En su opinión la igualdad económica no es una meta realista. La ambición humana es un motor del que todavía no se puede prescindir. Haciendo una caricatura, si todo el mundo quiere ser funcionario, el estancamiento y retroceso están garantizados.

Los países europeos están padeciendo déficits a largo plazo que no pueden ser eliminados por la oposición de los votantes a los recortes que supondría. Sería muy raro que el crecimiento de los países occidentales no sufra el efecto de deudas públicas por encima del 90 %. ¿Qué salidas hay? Una es de improbable aplicación. Serían los políticos convenciendo a la población de jóvenes y especialmente mayores de una política fiscal más responsable. En opinión de Ferguson se oculta o disimula este tipo de información sobre el pasivo de las naciones, por lo que no se toman las decisiones adecuadas. Propone la publicación del balance de la nación. Una hoja en la que se compruebe el pasivo y el activo del país. De esa forma, nuestro autor cree que quedaría claro cuando un déficit es para la inversión y cuando es para el consumo. Esta transparencia permitiría comprobar el estado de la cuestión intergeneracional. De no pararse la actual situación pronostica que se producirá una espiral en la que se empieza perdiendo la credibilidad, continua con el aumento del costo de los préstamos y se acaba obligados a imponer unos recortes salvajes y altos impuestos en el peor de los momentos, consiguiendo al mismo tiempo entrar en bancarrota con alta inflación. Una tercera opción es el caso de japón que tiene bajo costes de interés para su enorme deuda por el miedo de los acreedores a perderlo todo. Pero esto tiene un precio y es la ausencia de crecimiento en largos períodos. Es el estado estacionario que describió Adam Smith. Ferguson cree que la democracia no puede salvar a Occidente de la decadencia por el egoísmo y la ignorancia financiera de los votantes que culpan a los bancos y exigen más regulaciones sin moderarse ello mismo cuando corre el dinero fácil.

Decir deuda es decir que se deja para el futuro el pago de lo que se ha consumido hoy. Por tanto, Ferguson considera que Occidente está en plena decadencia económica porque está altamente endeudado, lo que para él significa decadencia política y social. Cree que incluso con cortes radicales de gastos de los estados es difícil parar los déficit. En estos momentos la deuda global de los países endeudados es de 50 billones de dólares. lo que equivale al 65 % del PIB mundial. La deuda Externa (tanto pública como privada) de Estados unidos es de 18,6 billones de dólares y la de china de 1,6 billones de dólares. La española es de 2 billones de dólares. Cada americano debe 57.000 dólares; cada chino 1100 y cada español 44.000 mil dólares.

FINAL Y RESUMEN

Ferguson cree que no hay que esperar un milagro de la tecnología y manifiesta su pesimismo por el mal uso que de ella pueden hacer los que son radicales, si no directamente locos. Los imperios retroceden cuando la violencia alcanza un determinado punto y no faltan pronósticos al respecto en el mismo corazón de los Estados Unidos. Pero sobre todo concluye que la decadencia tiene que ver con el estado estacionario de los países como Adam Smith pronosticó. Y ese estancamiento tiene que ver con la degeneración de las leyes e instituciones hasta el punto de que la elites extractivas se imponen a los procesos económicos y políticos. La deuda pública es una expresión de la forma de que los vivos explotan a los que han de vivir y los viejos a los jóvenes. La regulación de la economía es disfuncional. Los abogados se han convertido, de dinamizadores, en parásitos y, finalmente la sociedad civil se ha retraído por los intereses de las grandes corporaciones. Estos son los parámetros de la Gran Degeneración.

Este vídeo es una conferencia de Ferguson en Chile en la que guión es el libro que aquí se glosa.

 

 

 

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