09 Dic 2012
Cuando uno presta algo que le sobra, espera que se le devuelva sin deterioro. Cuando alguien presta dinero, no sólo espera que se le devuelva sin deterioro, sino que, además, espera con toda naturalidad que se el devuelva incrementado. Cuando de capital se habla, el deterioro hace referencia a la inflación, es decir, a la pérdida de valor adquisitivo de ese dinero. Esto no lo discute nadie, me devuelves el dinero como te lo presté. Pero ¿qué justifica que haya que pagar un dinero adicional? Pues, se razona, por el riesgo de que no me lo devuelvas. Pero ese riesgo no es valorable, pues si se devuelve no hay caso, y si no se devuelve, el interés aportado es una devolución de un bien averiado. Si no se devuelve es más razonable el embargo de las garantías. Un problema adicional son los intereses de demora, cuya lógica se basa en el lucro cesante. Es decir, si no te cobro intereses adicionales de la inflación a tí, pierdo los que podría cobrarle a otro. Intereses que sumados a los adicionales, basados en la especulación, se convierten en una losa inmoral y poco práctica porque lleva a la desesperación y, finalmente, a la imposibilidad de cumplir los compromisos. Se debe eliminar ese plus injusto para premiar la posesión de dinero (esfuerzo congelado), siempre sospechosa por tratarse de cantidades que soprepasan en mucho los méritos de cualquiera. Habrá que volver a una ética del trabajo que se imponga a un inmoralidad del capital.