Este libro es un magnífico resumen de los avatares del mundo financiero. Un mundo que llega donde no llega el dinero o, mejor, un mundo que inventa otras formas de dinero. Es el mundo del crédito en el doble sentido de préstamo y reputación. Desde el descubrimiento de américa en el siglo XV, el comercio se multiplicó de tal forma, que no bastaba con el dinero circulante en forma de monedas y se inventó el crédito. Un paso fundamental para el mundo porque así las sucesivas acumulaciones de dinero que el vértigo comercial producía no eran inútiles, sino que permitían prestar el dinero con la esperanza de su devolución. Durante el préstamo el prestatario pagaba un interés y todo el mundo féliz. Pero no sólo los préstamos, sino las seguros, los bonos, las acciones, la opciones, los derivados, las hipotecas fueron sumándose al catálogo de mecanismos, algunos de los cuales ya no eran mecanismos para dinamizar el mundo, sino juegos de azar para enriquecerse en base a la necesidad de los capitalistas de obtener renta que neutralicen el efecto de corrosión de la inflación (subida de precios) y, al tiempo el miedo a perder completamente los capitales invertidos. Es una cuestión muy importante porque este ir y venir del dinero directamente o representado por las distintas imágenes que se han inventado para representarlo, es el modo en que empresas abordan innovaciones o las ideas se materializan. Tampoco falta en este libro una historia de las burbujas y las depresiones que suelen seguirlas, sin dejar en el análisis la más reciente y dolorosa para nuestra época.

Niall Ferguson es un historiador escocés de proyección internacional. Ha escrito numerosos libros sobre el poder político y una biografía de Kissinger, el Secretario de Estado norteamericano que se ocupó de las políticas más siniestras de su país en tiempos de guerra fría en los años setenta. Ferguson es un conferenciante brillante normalmente patrocinado por Think Tank neoliberales. Aunque votó por la permanencia del Reino Unido de la Unión Europea, pronto pasó a decir que se había equivocado y que los correcto era el llamado brexit. Considera que el mundo se ha vuelto muy peligroso y que la políticas liberales no se han extendido tanto como deberían. Quizá piense que queda «mucho socialismo», como herencia del siglo de prevalencia de las políticas sociales. Es un tipo curioso que se ha divorciado de su mujer, la periodista británica Susan Douglas,  con la que tuvo dos hijos, y se ha casado con la conocida abogada y activista somalí Ayaan Hirsi Alí que está amenazada por algunos islamistas radicales por las campañas realizadas en Holanda. De hecho, tras su película contra el Islam fue asesinado el director, Theo Van Gogh, y ella amenazada gravemente, teniendo que dejar el país.

RESEÑA

El libro está bien escrito y adopta una curiosa estructura. Consiste en poner en orden cronológico el comienzo de cada uno de los instrumentos financieros que identifica, pero desarrollando temporalmente la historia hasta la época actual si aún pervive. Es inteligible para profanos y lo recomiendo por su carácter de realidad subyacente a todos los acontecimientos de la vida práctica con una excepción que nos conviene hacer. Es decir, procuremos mantener todavía el invento romántico del siglo XIX y dejemos a los sentimientos al margen del vértigo económico mientras sea posible.

EL DINERO INGENUO

EL DINERO NO ES METAL

Ferguson comienza recordando que el imperio Inca no usaba el dinero aunque apreciaba los metales preciosas. Así el oro era «el sudor del Sol» y la plata «las lágrimas de la Luna». Pero estos metales para los españoles de Pizarro era la materia prima para el dinero en forma de monedas. El dinero fue un gran invento que sustituyó la ineficiente permuta de bienes. Las monedas más antiguas fueron encontradas 600 años a.C. en el Templo de Artemisa en Éfeso (actual Turquía). Los romanos contaban con monedas de oro (aureus), de plata (denarios) y de bronce (sestertius). Todavía en el años 800 d.C. se hablaba de las monedas en los términos de denarios. Pero eran tan escasas que la piel o la tierra eran casi sus sustitutos. Buscando y plata se comercializaba con los árabes en madera y esclavos y, finalmente con la guerra. Las cruzadas no fueron un buen negocio. La carencia de oro llevó al problema de las relaciones entre los tamaños de las monedas por la tendencia dividir las monedas para tener submúltiplos en pagos pequeños. Por eso el Descubrimiento acompañado de la búsqueda de oro y plata pareció acabar con la escasez tradicional. Convoyes de hasta 100 barcos con plata llegaban continuamente a Sevilla. Un quinto era para la Corona, pero el flujo proveyó de monedas a toda Europa. El «peso de ocho» o dólar español fue la primera moneda global. Servía tanto para financiar las guerras españolas en Europa como las transacciones con Asia. La abundancia de monedas hizo bajar su valor y facilitó la decadencia del Imperio Español. La inflación hizo que en Inglaterra se multiplicará por siete la forma media de vida. Los españoles no terminan de comprender que el valor del dinero no era absoluto y que la profusión de monedas no hacía un país más rico, sino las mismas cosas mas caras. De hecho hasta el siglo XX en que las monedas se desvincularon del patrón oro, no acabó esta superstición del valor absoluto de alguna forma. Hoy en la época de los bitcoins se entiende mucho mejor. El dinero vale lo que otros quiera dar a cambio.

DINERO ES CERÁMICA O PAPEL

Cuando los hombres quisieron dejar registro escrito de su asuntos, no fue la filosofía, ni la ciencia lo que daba contenido a las tablillas cerámicas de Mesopotamia (1700 años a.C), sino las deudas que surgían en los negocios. Estas notas no se diferencian notablemente de las notas en los billetes de los bancos emisores modernos. En opinión de Ferguson los que el dinero materializa (hoy en día ni eso) es la relación entre deudores y acreedores. Las tablillas cerámicas son libros de registro de préstamos hechos, incluyendo la fecha de devolución. Servían también como pagos al portador y los prestatarios estaban obligados a pagar intereses. En todo caso era un sistema basado (como ahora mismo) en la confianza de que el prestatario acabará pagando. De hecho, en muchos países el término «crédito» proviene del latín «credo». Y ahí, en el comienzo registrado de los préstamos está ya la clave del dinamismo de la humanidad. El que tiene y presta está dando a otro la oportunidad de crear.

EL DINERO HAY QUE CONTARLO

En un salto que sólo en la fantasía se puede dar, Ferguson pasa al siglo XV en la Italia de los principados en que el Imperio por antonomasia (el romano) se fragmentó, aparece un genio: Leonardo de Pisa, conocido por Fibonacci, quien todavía en el siglo XX «contribuyó» al Modulor de Le Corbusier. Su observación sobre la serie numérica en la que cada número es resultado de la suma de los dos anteriores y su razón un número «mágico» (1,618) que aparece en múltiples formas y relaciones en la naturaleza.  Pero en el mundo práctico Fibonacci acabó con el negocio de los abaquistas que se ganaban la vida haciendo operaciones con números romanos, al introducir los número árabes y el sistema decimal implícito, con los que favoreció todo tipo de cálculos en los intercambios de mercancías y dinero.

LA USURA

La iglesia católica prohibía la usura, por eso Dante crea un infierno literario para los usureros. Se consideraba usura prestar dinero con interés, porque probablemente no se tenía conciencia de limado que el dinero sufre cuando los precios se elevan. El caso es que, como ya se hacía en Mesopotamia, era necesario financiar negocios o consumo y no se aceptaba que una cristiano prestara a otros cristiano, sin embargo en el Deuteronomio del Viejo Testamento, una frase permite prestar a extraños. Por eso Venecia vió en las comunidades de judíos expulsados de España y Portugal una ocasión de para dinamizar su economía y los aceptó a partir de 1516. Asentó a los judíos en una de las islas de Venecia llamada Ghetto (literalmente fundición), porque en ella hubo una antigua fundición. Allí quedaban confinados de noche y en las fiestas cristianas. Eran marcados por una letra amarilla o debían portar un sombrero amarillo. Se les restringieron las actividades a realizar que se redujeron en gran medida a la labor de prestamistas. Dadas las angustias asociadas a la condición de prestatario no es difícil de entender la contribución de estas transacciones al odio al judío (además de la piadosa inquina por la atribución de la muerte de Cristo). Todavía hoy, los prestamistas particulares acuden a suplir la ausencia de dinero en periodos de crisis con altos intereses y fuertes castigos para el moroso.

EL DINERO MADURO

LOS BANCOS

Los Médici fueron el epítome del poder en el Renacimiento y Maquiavelo su biógrafo. Época de guerras con alto grado de ficción encargadas a mercenarios (condotieros) que no siempre tenían ganas de matarse. Pero que había que financiarlas. El origen de su riqueza está en ser prestamistas, que traficaban con dinero literalmente sentados en bancos en las calles detrás de una mesa. De ahí que fueran considerados «banchieris». Tomaban dinero de la gente a cambio de un interés y prestaban dinero, igualmente con el compromiso de pago de un interés (mayor). Crearon sucursales en Roma y Venecia, Londres y Avignon. También generalizaron un vieja herramienta de pago como eran los pagarés, ante las carencias de dinero metálico. Un sistema que podía burlar la prohibición de cobrar intereses por préstamos de dinero «en metálico». La acumulación de dinero les permitió no sin dificultad hacerse con el poder de la república florentina. El resto es otra historia. Pronto se extendió la idea de una entidad que se ocupara de normalizar la complicada situación que las transacciones internacionales provocaban con el flujo de muchos tipos de monedas. Uno de los métodos eran el uso de los cheques para realizar pagos respaldados por los depósitos en el Banco. El primero de ellos se creó en Amsterdam en 1609. En estos experimentos iniciales la relación entre el valor de los depósitos y su reservas de oro y monedas, limitando la circulación de dinero mediante la concesión de créditos. El primer banco sueco rompió esa barrera empezando a prestar parte de sus reservas aunque eso le impidiera atender la reclamación de los depositantes, si estos se presentaban todos a la vez, lo que era, siempre que el banco mantuviese su reputación, muy improbable. El paso de reducir la reservas que respaldan los depósitos permitía a los bancos prestar con más facilidad y hacer que el dinero. Ferguson propone un ejemplo basado en una tasa mínima del 10 % de reservas o dinero en los bancos:

Un banco tiene depósitos por valor de 100 unidades dinerarias (UD). Con la tasa del 10 % puede prestar 90 y así procede. El prestatario coge los 90 y los deposita en otro banco provisionalmente. Este otro banco con la misa tasa de reservas presta hasta el 90 % de 90 UD, es decir 81. Ahora se puede ver el efecto. En vez de una cantidad de 100 UD inmovilizada en el primer banco, tenemos una dinámica dineraria de 100 + 90 + 81 =271 unidades dinerarias. Una situación tan interesante para la dinámica económica como frágil en cuanto alguien pierda la confianza. Si se acude al primer banco a pedir las 100 UD, éste tendrá que pedir las 90 UD a su prestatario que, a su vez, tendrá que pedirselos al segundo banco en una cadena de miedo que arruina la cadena dineraria. 

En el ejemplo la primera fase expansiva genera riqueza y en la segunda depresión. Ferguson piensa que los españoles nunca comprendieron cuando las naves llegaban plenas de oro y plata que el dinero no es el metal, sino a la cadena de crédito que surgió en Florencia, Amsterdam y se perfeccionó en Estocolmo.

LOS BONOS

Después de la invención de los bancos, el siguiente avance financiero fue el nacimiento de los bonos. En españa los conocemos como Letras del Tesoro y Bonos del Tesoro, un documento que proporciona al poseedor un interés anual modesto, pero la garantía del estado. Su aparición se sitúa en el norte de Italia hace unos ochocientos años. Hoy en día suponen globalmente unos 18 billones (europeos) de dólares. Todos estamos relacionados con los bonos de un modo u otro. Así el ciudadano que tiene un plan de pensiones debe saber que la financiera o banco donde lo haya suscrito colocará parte del dinero en bonos de un estado. También porque siendo los países grandes una garantía para los compradores, los capitales puestos a disposición de los países proporciona grandes beneficios a todos sus ciudadanos. Si como dijo Heráclito «La guerra es el padre de todas las cosas», lo es de los bonos. Las ciudades-estado del norte de Italia estaban en continuo conflicto para lo que usaban ejércitos mercenarios que tenían que pagar, por lo que necesitaban financiación. Uno de los más conocidos mercenarios o condotieros fue un inglés llamado John Hawkwood. En Florencia se creó el Monte Común (Monte Commune) en el que obligatoriamente los ciudadanos de Florencia debían colocar dinero para la libre disposición del príncipe de la ciudad. Se pagaba un interés que, para evitar el reproche de la Iglesia, se camuflaba como compensación por los daños en las economías particulares. El resto del capítulo muestra los avatares históricos de los bonos y las guerras que financiaron, destacando la guerra contra Napoleón, que fue financiada por el emergente financiero Nathan Rothschild que con sucursales dirigidas por sus hermanos en las más importantes capitales europeas dominaba la información y, por tanto, las más atrevidas apuestas en el mercado secundario de bonos. Los mercados secundarios son otro invento que multiplicaba la potencia de los bonos. Se activaba cuando el tenedor de bonos los vendía a un tercero, puestos que eran documentos al portador. Una operaciones que permitían grandes ganancias y grandes bancarrotas. No menos interesante es la historia de la financiación de los confederados en la Guerra de Secesión norteamericana y su importancia decisiva en el curso de los acontecimientos. Sudamérica las recién independizadas repúblicas pronto entraron en el mercado de bonos para financiar sus estados, una vez rotas las relaciones con la metrópoli española. Pero pronto aprendieron el escaso coste que en las primeras ocasiones llegaba a tener el declararse insolventes. Lo que obligó a los países de los tenedores de bonos tan importantes como Gran Bretaña, Alemania, Italia a operaciones tan contundentes como bloquear los puertos de Venezuela en 1902. No menos enérgicos se mostraron los norteamericanos con sus cañoneras para defender los intereses de sus inversores los países del Caribe. La segunda parte del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX generalizó la figura del rentista que con grandes fondos en bonos del tesoro cobraban de forma periódica los intereses. Una bonanza que financió la Belle Epoque y se desplomó con la Gran Guerra en 1914.

Según Ferguson lo que ocurrió durante y después de la guerra (además de matarse unos a otros) fue un fenómeno de inflación por exceso de dinero producido por la necesidad de los estados de acudir a los bancos centrales para que le compraran bonos del tesoro, lo que aumentó el capital circulante y el precio de las mercancías. No lo hizo por igual en todos los países, pues en Alemania fue mucho peor, pues no tuvo acceso a los mercados internacionales de bonos para colocar los suyos y en cuanto consumió el dinero de los inversores propios empezó a tener problemas de financiación de las actividades bélicas. Ferguson le discute a Keynes que los problemas financieros de Alemania tuvieran origen en las condiciones impuestas en Versalles y se acoge a la explicación monetaria de Friedman. La inflación es el modo más innoble que tienen los gobiernos de quitarle riqueza a sus ciudadanos. Como es un fenómeno monetario, basta con inundar de dinero el mercado para que las mercancías se encarezcan, el dinero vale menos y pagar las deudas públicas es más barato cuando vencen los plazos de los bonos del tesoro. En Argentina llegó a agotarse el papel para seguir fabricando billetes en 1989.

ACCIONES Y BURBUJAS

El siguiente invento para el progreso del dinero, lo fija Ferguson en la aparición de las empresas que unían a inversores para limitar la responsabilidad. Estas empresas emitían acciones que eran compartidas por los socios, cuya responsabilidad se limitaba al valor de esas participaciones. Los problemas empiezan en el mercado secundario es esas participaciones que son compradas y vendidas todos los días generando expectativas que pueden pasar de la normalidad a la euforia y la manía a la depresión. Es un mercado volátil en el que, de vez en cuando, aparece el fenómeno de las burbujas. Los compradores de un trozo de una compañía están apostando por la expectativa de que la empresa y sus acciones valdrán más en el futuro. Para que se den las burbujas tiene que fluir el dinero de país a país y debe haber crédito fácil, lo que involucra en este fenómeno a los bancos centrales. Las burbujas son el mejor ejemplo de que el ser humano no aprende de sus errores. Burbujas famosas citadas y descritas con todo detalles es la de la Compañía de Indias Holandesa (VOC) en 1598 y la que dirigió hasta su fracaso John Law. La primera tuvo tanto éxito al principio que favoreció la relación entre la tenencia de acciones de la empresa como garantía para realizar préstamos. El siguiente paso fue prestar dinero para comprar acciones creando otro tipo de economía en el que las mercancías y la tecnología asociada pasaba a un segundo plano, pues el tráfico de acciones se convertía en una cuestión de supersticiosas intuiciones e ilegales transmisiones de información privilegiada para las operaciones de compra y venta de valores. Había aparecido una economía que seguía sus propias reglas y lógicas. Entre ellas la guerra como herramienta. Jan Pieterszoon Coen llegó a decir » no podemos hacer la guerra sin negocios ni negocios sin guerra». En 1650 las acciones de VOC valían siete veces el valor original. En 1794 se hundió. Fue una burbuja gradual al contrario que la de los tulipanes en 1636. John Law creó una burbuja perfecta (casi una estafa piramidal) en su afán de enriquecerse y financiar a la corona francesa de Louis XV. De hecho se considera como la primera burbuja basada en expectativas no bien fundadas, sino creadas como ficción desde el principio. Creó la Compañía del Mississippi y la envolvió (en tiempos donde la información no fluía) en un emporio ficticio que llevó a los inversores de todos tipo a pelear por poseer acciones subiendo su precio espectacularmente. El hundimiento fue en 1720 y Law tuvo que huir. Francia cayó en una depresión que creó las condiciones de la Revolución en 1789. Después han habido sucesivas burbujas de la Bolsa que se manifiestan con caídas bruscas cuando nadie las espera, debido a que un día es suficiente para que tirando de un hilo se deshaga todo el pullover. Las dos más recientes fueron el crash de 1929 y la burbuja de las tecnológicas en los años 90. Otras han sido verdaderas estafas localizadas en empresas que son capaces como John Law de hacer creer a los inversores que su ascenso es imparable y eterno. Un caso ejemplar fue el de la compañía Enron en 2001.

MECANISMOS DE ASEGURAMIENTO

SEGUROS

La vida está ofreciendo continuamente circunstancias en las que individuos aislados o colectividades enteras sufren catástrofes que los enferman o arruinan. Si ahorrar para estar preparado para un eventual desastre es prudente, no siempre es posible alcanzar las cantidades que se requieren por sí solo. De ahí la necesidad de mutualizar los costos de una desgracia, pagando mucho y recibiendo sólo los que padecen. Aunque en el siglo XIV ya aparecen en algunos documentos menciones a operaciones de aseguramiento de mercancías, el invento de las pensiones en el sentido moderno fue de dos clérigos escoceses que quisieron que las viudas de los religiosos, que quedaban a su muerte en la miseria más absoluta, contaran con un pensión. Para ello crearon un sistema de pagos periódicos en vida de todos los clérigos acumulando un capital que permitía ocuparse de las familias a la muerte de los padres. En el siglo XVII el incendio de Londres, que destruyó 13000 viviendas puso en la pista a Nicolás Barbon de los seguros contra incendios y en la cafetería de Edward Lloyd se empezó entorno a 1670 a generar un mercado de seguros de navegación. Lloyd alcanzó tal nivel que en filo de la I Guerra Mundial tenía asegurados a la marina mercante de su enemigo. Los seguros de vida existen desde el medievo. Pero el desarrollo del concepto de riesgo y el uso de las probabilidades y la expectativas de vida en los cálculos actuariales pusieron las bases científicas del establecimiento de las primas. La expansión en la segunda mitad del siglo XIX de las ideas filantrópicas y la amenaza que el socialismo suponía para el régimen de imperios y monarquías con fundamento económico liberal, activó en 1880 de la mano del padre de la Alemania unida Bismarck, el primer mecanismo de aseguramiento de riesgos relacionado con la enfermedad y la vejez que alcanzó la escala del llamado Estado de Bienestar en el siglo XX y que hoy se está tratando de minar. Bismarck era coherente con sus ideas pensaba que si en las democracias también votan los pobres, se necesitan estímulos tangibles para obtenerlos. Los británicos siguieron el ejemplo en 1908. El economista socialistas Beveridge preparó el esquema que se aplicó en la posguerra de la II Guerra Mundial. Un sistema que, según, Churchill cubría «de la cuna a la tumba». Los estados se hicieron cargo porque en los períodos de guerr el mundo era demasiado peligroso para que las compañías privadas se hicieran cargo de asegurarlo. Pero el sentido de asegurar todo tipo de riesgos se había extendido tanto que con un equilibrado reparto, estados y compañías privadas cubren hoy en día todo tipo de riesgos. Un concepto que no se discute en sus objetivos, pero sí en los términos del reparto público-privado. Los partidos conservadores creen que lo que empezó como un sistema de aseguramiento a cargo del estado ha degenerado en una apropiación vía impuestos de capitales que le quitan dinamismo a la economía e, incluso, podría llegar a paralizarla. El experimento que a mayor escala ha intentado acabar con el estado de bienestar ocurrió durante la dictadura de Pinochet de la mano de José Piñera y los Chicago Boys educados con Milton Friedman. El cambio fundamental consistió en sustituir el sistema de pensiones, basado en que los trabajadores activos pagan las pensiones de los inactivos, por uno de capitalización en el que cada trabajador suscribe un plan de pensiones privado. El libro cuenta los detalles del experimento y las crónicas actuales el estado de satisfacción de los trabajadores que con el dinero en el bolsillo decidieron auto asegurarse. La economía de Chile se benefició de esa acumulación de capital en manos privadas. Está por ver la calidad de las pensiones  de los que suscribieron aquellos seguros.

DERIVADOS

LOS FONDOS DE COBERTURA (Hedge funds)

No acaba aquí los tipos de coberturas que la imaginación ha activado, más allá de los seguros y el estado del bienestar, para cubrir los golpes que nos esperan en el futuro. El último en llegar a este catálogo son los Fondos de Cobertura (Hedge Funds). Su origen conceptual llega de la agricultura en la que la incertidumbre sobre el trato que el clima puede dar a la cosecha, creó un mecanismo de aseguramiento que consiste en comprometer con un distribuidor, en el momento de la siembra, el precio al que se comprará la cosecha en el futuro cuando esté lista para el mercado. Es el invento del mercado de «futuros». Como este tipo de cobertura está relacionado directamente con un bien tangible, es una forma de derivado.

OPCIONES (Options)

Las opciones funcionan con el mismo concepto que los fondos de cobertura, pero en vez de fijarse de antemano el precio de una mercancía, en este caso lo que se anticipa es el precio de unas acciones. Hay de tres tipos: la call option, la put option y las swap. En la primera, el mecanismo es el siguiente: Al día de hoy, en el que unas acciones tienen un precio de 100 Unidades Monetarias (UD), se paga una cantidad por tener la seguridad de que, en un determinado tiempo, esas acciones puedan ser compradas por 150 UD, en la esperanza de que puedan llegar a tener un valor de, pongamos, 200 UD. El que paga por la opción no está obligado a comprar mañana, pero el que recibe el precio de la opción sí está obligado a vender. En la segunda el que compra la opción tiene el derecho, pero no la obligación de venderle las acciones al precio pactado al que ha cobrado por esa obligación. En el caso de las swap (intercambio) se aseguran las pérdidas por la caída de las tasas de interés de un determinado capital y, en su caso, las pérdidas por las caídas de interés de unos bonos.

BONOS CAT(ástrofes) (cat bonds)

Tradicionalmente las compañías de seguros se han cubierto de las grandes catástrofes mediante el mecanismo del reasegurar o mutualizar el riesgo entre muchas compañías del ramo. Pero una alternativa son los Cat Bonds. Estos bonos son emitidos por las compañías de seguros para evitar indemnizaciones que superen las primas cobradas de los asegurados cuando ocurre una catástrofe en un plazo pactado de antemano. Si la catástrofe ocurre, el comprador de los bonos paga a la compañía de seguros una cantidad fijada de antemano. Y, en compensación, durante el tiempo establecido, la compañía de seguros paga intereses al titular de los bonos sobre la cantidad acordada. De hecho el comprador de los bonos está «vendiendo» un seguro a la compañía de seguros.

LA SEGURIDAD DE UN HOGAR

Los mecanismos para financiar actividades o para asegurar bienes o valores no están siempre a disposición de los ciudadanos corrientes. Por eso es tan atractiva la idea de asegurarse el futuro siendo propietario de una casa, que es un valor en el que, además, se puede vivir mientras no llegan los problemas. Esa aspiración de las familias ha sido aprovechada en distintas épocas para operaciones financieras que no siempre han acabado bien. Ferguson cuenta la historia del juego del Monopoly como trasunto de la vida real, en la que, según el autor, no está claro que ser propietario de una casa sea una inversión segura. Para ello repasa la historia de las políticas para generalizar la propiedad de la vivienda en el Reino Unido y en Estados Unidos. Políticas que, cuando cuentan con la voluntad explícita de los gobiernos, despierta ambiciones de aventureros que aprovechan las facilidades de financiación propiciadas por las autoridades para movilizar a aspirantes que no siempre están en condiciones de hacerse cargo de las obligaciones asociadas a la devolución de los préstamos. En los años 80, el protagonista del desastre fue Danny Faulkner con su Save & Loan y, en los años 2000, Goldman Sach y sus hipotecas subprime. Si la crisis de S&L la pagaron los que la perpetraron con cárcel e indemnizaciones, pero los contribuyentes tuvieron que pagar 124.000 millones de dólares. Fueron encarceladas 326 personas. Unas consecuencias personales muy diferentes de las de la burbuja de los años 2000, que no tuvieron consecuencias personales, pues el desregulamiento previo de este tipo de operaciones, dejó impunes a los que diseñaron y llevaron a cabo el gran desastre. Es muy interesante también la historia que cuenta Ferguson acerca de cómo se aprovecharon algunos comprando a precios tirados las viviendas para futuras conversión en beneficios. En la crisis de los años 2000, la administración Bush impulsó la burbuja reduciendo los trámites para obtener la hipoteca y forzando a las agencias inmobiliarias (Fannie Mae y Freddie Mac) para que contribuyeran a la explosión crediticia para que insolventes compraran. El resto es una historia conocida.

EN RESUMEN

En el tramo final del libro, se hacen interesantes reflexiones sobre las consecuencias no previstas de la crisis de 2007, que casi atascó a la economía mundial por falta de confianza. Ferguson acaba su libro con interesantes detalles sobre las relaciones simbióticas entre China y Estados Unidos, pareja a la que llama irónicamente «Chimerica». Una relación en la que China, por su capacidad de ahorro y su explosión productiva y USA con su capacidad de compra y sus necesidades de financiación para sus aventuras bélicas, han formado un tándem de gigantes en las que parece que USA lleva las de perder.

Pero, además, Ferguson concluye que todos los mecanismos inventados desde la Edad Media para llevar al dinero más allá de su primera percepción como metal precioso y convertirlo en bonos, seguros, futuros o hipotecas, funcionan eficazmente para distribuir recursos. Por eso, el sistema de financiación occidental se ha extendido por el mundo, primero en forma de imperialismo y, después, en forma de globalización. Pero no es un camino de rosas, pues desde 1870 se han registrado 148 crisis de mayor o menor impacto. Crisis que tienen origen, en su opinión, en la mezcla de errores y sesgos de las decisiones de los individuos, a los que se suma la oscuridad que las emociones conllevan cuando la ambición de tener más o el temor de perderlo todo. Entre la euforia y la depresión caben todo tipo de reacciones que hacen tremar los gráficos económicos. Unas reflexiones que culminan en la idea de que la economía muestra rasgos propios de los procesos de la evolución biológica. Así la destrucción sistemática de empresas siguiendo una lógica evolutiva de selección natural elevada a selección con criterios económicos. Pero también analogías más fuertes como el carácter genético de los procesos de conformación de organismos desde la «genética empresarial» y la transmisión del conocimiento y formas corporativas, competición entre individuos, mutaciones, especificación y extinción.

Ferguson concluye que se piensa que la historia de las finanzas es el resultado de mutaciones institucionales y la selección natural. Pero también hay diferencias dignas de destacarse, como la asimilación de unas empresas por otras, o la inutilidad de la analogía sexual y su consecuencia reproductiva. Es decir, el parece potente la analogía, pero sin caer en la ingenuidad de creer en se puede pasar de la analogía a la identidad. Le preocupa la intervención del estado en la economía que, inevitablemente, ha producido la última crisis con sus extraordinaria importancia de los capitales afectados.

 

 

 

 

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