03 Feb 2013
El estado de postración de la Nación, exigiría una voz que marcara las diferencias respecto a las instituciones delincuentes y las instituciones cómplices. Esa voz puede ser la de los ciudadanos, la de los llamados en otro tiempo intelectuales o la de una figura que la Constitución preserva de toda contaminación para que aparezca en estas ocasiones. Esa voz sería la del Rey, pero, para nuestra mala suerte, esa voz está contaminada por dos hechos: uno la corrupción en la habitación del al lado (Urdangarín) y dos la frivolidad de su comportamiento cinegético (el conocido) que ha dado lugar a que lo expulsen de la organización ecologista y animalista de la que era presidente. Otra posibilidad es que abdicara y apareciera Felipe con una voz rotunda y no contaminada a señalar el camino a los políticos nuevos (no corruptos todavía) , pero eso es improbable. Si hay un sillón del que debe costar levantarse es el Trono. Conclusión: sólo queda la voz de la ciudadanía. Apaguemos la tele y acudamos a la cita con la historia.