Hermenéutica


19 Nov 2012

La hermenéutica es la ciencia de la interpretación. Se dice que la ciencia explica el mundo y la filosofía lo interpreta (especialmente al ser humano y su producción intelectual). Todos hemos tenido experiencias hermenéuticas radicales cuando hemos sido dramáticamente mal interpretados. Qué desaliento produce que alguien que te importa no entienda tus intenciones y te atribuya lo que ni ha pasado por tu mente. Rilke decía que «la fama de un hombre es la suma de los equívocos entorno a su persona». Hay quien siempre ve una segunda intención en lo que uno hace. Esto a veces te proporciona un cartel de astuto o malévolo (mala voluntad) que da el prestigio negro de la maldad que a tantos atrae frente a la decencia. Mientras se trata de asuntos triviales estos juegos de la interpretación puede que hasta tengan gracia. Pero cuando de asuntos graves se trata suelen acaba muy mal. Véase el conflicto palestino-israelí que, a estas alturas cuesta trabajo pensar que sea un malentendido. Más bien parece un caso de hombres protervos (contumaces en la realización consciente del mal). La hermenéutica no nace para que las parejas se entiendan mejor, sino para la interpretación de los textos, pero no viene mal aprender de sus enseñanzas, porque la vida cotidiana, a veces, toma tintes acerbos por culpa de las malas interpretaciones. Gadamer, gran teórico de la hermenéutica en el siglo XX, piensa que cuando interpretamos lo hacemos desde nuestro prejuicios. Para él los prejuicios no son necesariamente malos, sino que constituyen nuestros antecedentes inevitables cuando tratamos de entender algo. Este conocimiento nos obliga a estar atentos cuando una idea cruza nuestra mente, pues no es inocente, tiene historia y, a lo peor, procede de nuestro sótano o, como diría el capitán Garfío de nuestra sentina.

Merece la pena el esfuerzo de identificar nuestros errores cuando interpretamos la realidad. De esta atención se deriva un mejor trato recíproco con los demás. No hay espectáculo más interesante que el de una persona escrutada si es observada por una mente hermenéutica atenta a los sesgos propios y a todo rastro de elusión en el otro.

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