18 Nov 2012
Viaje en autobús (capítulo I). Hernández está a punto de abstraerse en su lectura electrónica, cuando algo ocurre en la fila de detrás. Alguien ha ocupado el lugar vacío que todos dejamos cuando buscamos una fila para nosotros solos. Con el rumor llega un fuerte olor a sudor de alguien que lleva un cierto tiempo sin lavarse. Ante de volverme escucho una voz de chica diciendo «déjame salir» en un tono excitado. Hernández sigue en su tarea , cuando la voz de la chica llega más fuerte. «DÉJAME SALIR». Entonces escucha a su compañero de asiento que dice (más o menos). «No, tu no querer chico negro». Hernández se alarma y se vuelve. En efecto una chica en el asiento de ventanilla con cara angustiada reclama su derecho a salir y el chico negro repite que es por el color de su piel. Hernández le dice que no, que es porque huele muy fuerte (mal) y le ofrece venirse al asiento de su lado que también está vacío y él, tozudo, que no. Le toca la negra mano y tampoco. La chica sube el tono. El chófer para el autobús y cuando el drama parece llegar a la catástrofe (al final de las estrofas), acude un compatriota que en palabras indescifrables le explica (en versión de Hernández) al chico que su postura no es correcta. El chico se va, la chica se calma y el autobús retoma su marcha hacía el Sur. Hernández disculpa a la chica recordando aún el fuerte olor a sudor.
Viaje en autobús (capítulo II). Un mes después, mismo autobús, mismo Hernández, misma chica y justo detrás de él. El autobús está a punto de salir cuando tres hombres negros suben. Buscan con la mirada y comprueban que sólo quedan asientos vacíos delante. Uno se sienta al lado de Hernández y otro, pasillo por medio, cerca para poder hablar. Hablan en inglés correcto sobre sus cosas, no huelen ni mal ni bien, como todos los seres humanos a la distancia justa. Hernández se olvida del tercero cuando oye a una chica (la chica) decir detrás de él «prefiero sentarme con una mujer». Hernández no se vuelve, pero esta vez no disculpa