28 Abr 2013
La socialdemocracia ha dejado pasar un tiempo precioso (treinta años) sin generar ideología puesta al día en un mundo que ha cambiado radicalmente. Improvisar no es fácil. Me gustaría saber qué ha producido el Think Tank de Caldera. Una fórmula de externalización del pensamiento que los partidos de izquierdas han copiado sin éxito conocido de la derecha americana, que sí ha logrado el éxito sin precedentes de que los desfavorecidos voten a los desfavorecedores. Y, además, con unas ideas muy simples, jueguen a la loteria económica que le puede tocar. Sin embargo, la izquierda arrastra una pesada historia de redención laica del género humano que no han sabido convertir en el lenguaje light que el común puede asimilar hoy en día. Sobre todo en una época en la que la tecnología ha conseguido que la mayoría crea que puede vivir como la minoría. Un verdadero logro hasta que alguien ha caido en la cuenta de que se consume más energía de la que se produce. Una situación deficitaria que se ha mantenido a base de una deuda demencial para sustituir poder adquisitivo por capacidad de crédito mientras la ficción no fue desenmascarada. ¿Qué puede ofrecer la izquierda sin control sobre los mecanismos económicos si no es para la complicidad o la complacencia? El fervor de antes se basaba en la revuelta social y el martirio, pero ahora está «el clásico» o las series televisivas para impedirlo y, no menos importante, la deriva de los medios de comunicación hacia el publicismo más o menos encubierto y los colorines de moda y glamour. ¿Cuánto tendría que degradarse la vida cotidiana para que la ira surgiera? ¿Y quién desea los dies irae? Aún hay margen (el móvil, el coche, la tapa en el bar, el hotel playero de 40 euros la noche para un puente increible en un país en quiebra, etc.). Si todo eso se acaba ya veremos. Luego quedaría la familia y luego cáritas y, al final, muy al final, llegaría, si es el caso, algún alocado motín que, en su caso, dudo que liderara el psoe (con minúsculas). Pero intelectualmente la izquierda está bloqueada y sin voces fuertes, rotundas, morales, imparables en su verdad. Sanpedro es una voz que cumple esas condiciones pero el ruido mediático hace que se olvide hoy las voces de ayer. La derecha lo tiene muy bien urdido todo porque ha conseguido que aspiremos a volver a la comodidad, pero no a una mirada nueva sobre el mundo. Creo que la izquierda ya no puede ofrecer sólo sentimiento. Debe ofrecer salidas morales económicamente bien fundadas. El planeta se agota y sólo la suma de conocimiento y solidaridad puede funcionar. Para eso hace falta una generación campeona (como esos jóvenes que nos dan tantas alegrías en los deportes) que aúne ciencia y potencia moral ejemplarizante. No melifluos políticos para cuyos cuellos no hay talla de camisa. Voces cultas y hábiles. Voces duras y compasivas. Pero sobre todo es necesario que alguien tenga el valor de acostumbrarnos a la verdad. A que los paraísos artificales son la perdición de las generaciones futuras, que sin caer en los monótonos y odiosos trajes grises de los antiguos chinos, nos convenza de la necesidad de aceptar una vida cuya sofisticación sea proporcional a las posibilidades de cada época. Unas voces capaces de evitar el escándalo del ejemplo negativo del consumo obsceno de los que acumulan usando mecanismos cuya virtualidad es convencional y, por tanto, objeto potencial de control legal. Una alianza entre la inteligencia y la voluntad (también cabe la belleza) más allá del uso de twitter y de las torpezas de cada día. No más espectáculos de un presidente patético reuniéndose con la beautiful people empresarial en La Moncloa de 40 en 40 para que, en un apartado, le pidan un indulto vergonzante. En fin hay tarea y hay desierto. ¿Dónde está nuestro Moisés?