21 Sep 2012
La verdad es que los responsables de gobernar en estos días de tribulaciones han tardado en dar con el bálsamo de Fierabrás, el crecepelos infalible, el jarabe que cura todos los males: nada menos que el enemigo externo. Cada vez que un gobernante tiene problemas, señala con el dedo hacia más allá de las fronteras y la gente se echa a la calle a curarse de la abrumadora rutina diaria con un baño en el océano de las emociones. Rajoy ya lo había probado de forma mitigada con las «incertidumbres acerca del euro» como causa de su obligación de hacer «lo que no le gustaba», pero eso ha quedado desbordado por el genio de Artur Mas que ha comprendido que su situación era tan desesperada que necesitaba varios frascos del jarabe para que la gente dejara de pensar en él como la causa de sus problemas económicos y asistenciales. Y a fe que ha sido coherente con su carrera para ponerse al frente de la manifestación independentista. Lo paradójico de la situación es que él mismo se ha convertido en el adversario externo para Rajoy. Es decir, dos malos gobernantes se utilizan mutuamente para lanzar tinta de calamar amarilla y roja sobre la realidad evidente de una crisis provocada por la codicia y en la que ambos tienen el mismo propósito por lo que son y representan: acabar con la compasión por el débil e inaugurar un estado del malestar. Pero lo incomprensible es que detrás de sus falsas banderas correremos catalanes y españoles con gran entusiasmo al desastre.